9. Días cotidianos
Cuando sus manos se separaron, Paz supo que era hora de bajar, ceder el turno. Volver a pensar más o tal vez no pensar tanto, no sabía si aquello había cambiado algo para él, si para bien o para mal. Solo había pasado.
Entonces se dirigió a la entrada, donde el rubio se encontró de vuelta a la realidad y era que tendría que limpiar todo el charco que se había hecho en cuanto entraron. Al menos tendría algo para hacer. Fue a la trastienda a buscar un paño para limpiar el piso.
—Supongo que nadie va a aparecer por estas horas —comentó al aire— . Así que nadie más verá este desastre.
Nolan siguió apoyado en una pared cercana, con los dientes castañandole un poco porque al final. El agua se escurría hasta el suelo, desde su cabello hasta los pantalones. La ropa se le pegaba. Un charco se formaba debajo suyo. Repentinamente, decidió acercarse a Paz de golpe y sonreírle con los ojos entrecerrados.
—Hey —inclinó la cabeza.
Después sacudió la cabeza tan fuerte como pudo para mover el cabello y sacar el agua tal como hacían los perros, con la clara intención de salpicar.
—Eso-, Nolan —un pequeño reclamo de Paz fue todo luego de haber sido salpicado por el agua que ahora sentía fría.
Sintiéndose resignado, dejó de lado lo que fuera que intentaba hacer, quería sentarse, sentir la mirada de Nolan era un lado del panorama que no estaba preparado para ver o bueno, sentir. Fue hasta detrás del mostrador dejando todo un rastro hasta llegar a aquella silla que le había costado un descuento del salario.
Pasó su mirada por Nolan y luego a aquel reloj de pared. Se sorprendió al ver que estaba casi en la hora de irse y no paraba de llover. El tiempo que en un inicio pasaba demasiado lento, ahora se había apresurado demasiado. Nuevamente miró a Nolan y carajo, parecía que se congelaría a cualquier momento. Se levantó en busca de su mochila, sacando de la misma un suéter que sin exagerar llevaba semanas allí, todo por cuestión y capricho de su madre.
—Toma —le tiró el suéter siendo gracioso el aterrizaje que este hizo sobre su cabeza—. Ups, lo siento.
—Gracias, me han dicho que soy un maldito dramático con el frío —Nolan se quitó el suéter de la cabeza y lo examinó de lejos—. No te vendría mal aprender a planchar.
Dicho eso, se sacó la camisa humedecida y la dejó caer sin más al suelo, parecía una pesada franela. Paz se había sentido terriblemente tentado a mirar atentamente como se cambiaba, pero ciertamente habían límites, por lo que miró sus pies, que parecieron bastante interesantes por algunos instantes.
El suéter era cómodo. Nolan volvió a su buen sitio en la pared, una idea le hizo poner una sonrisa burlona:
—Parece que la cita de alguien se fue al diablo —canturreó mientras se acercaba al mostrador, quedando apoyado por la parte de los clientes y descansando la cabeza en una mano—. Es una lástima, ¿sabes? Porque juraría que esa chica te comía con la mirada. Aunque, ¿qué voy a saber yo?
—Sí, bueno, igual estás exagerando, apenas nos conocimos en esa fiesta cuando... —no era la conversación más casual decir «cuando me invitó a fumar jaspe», por lo que solo evitó hablar más sobre el asunto—. En fin, supongo que sí realmente tiene interés hay más días en la semana. —Intentó observar bien como Nolan vestía su suéter, era interesante. Nunca creyó posible tal cosa, seguramente porque nunca lo había pensado. Pero ahora que tenía la imagen frente a él, sintió una sensación agradable: —Te queda bien, mejor que a mí de hecho —mencionó en referencia a lo que vestía, fingiendo una mueca de desagrado.
—Por supuesto que me queda bien, Paz. Todo me queda bien. Incluso los estúpidos trajes de corbata que mi madre me obligaba a usar para ir a la iglesia —comentó con una sonrisa burlona, disfrazando su felicidad boba de recibir un cumplido con una mirada desganada—. Pero sobre esa chica, solo no te acostumbres, la gente no va a una fiesta buscando cosas serias, así que ella quizás tampoco va en serio. Te lo digo porque no quiero que la pases mal, pero fuera de eso tienes suerte.
Paz giró los ojos con aquella típica expresión de «¿Ah, sí?". Si lo pensaba, Robin parecía agradable y quien sabe, tal vez era amable. Respondió:
—Claro que tengo suerte, después de todo los encuentros casuales podrían ser una opción —ni siquiera sabía porque había dicho eso. La noche de la fiesta no pudieron hacer nada ni llegar a nada porque ella no le causaba nada—. De cualquier forma, mi mamá siempre dice «no saques conclusiones apresuradas». Imagina esto, quien sabe y es mi alma gemela, que de aquí a unos años me case y tenga hijos o algo así —no pudo evitar reír, era demasiado irreal. No era una fantasía y sí un mal sueño de lo que podría ser su futuro—. Entonces tú dirás: ¡Vaya! Me equivoqué, Paz. Lo siento. Y yo te diré: No, no tranquilo. ¿Quieres venir al cumpleaños de mi hijo?
Ahora reía demasiado, descontroladamente, porque nada de eso pasaría y porque parecía un loco hablando de esa manera. Por su parte, Nolan se daba cuenta de que solo quería convencerse a sí mismo... Convencerse de que Robin sería cosa de unas semanas, nada serio. Sonrió con burla y Nolan continuó:
—Y entonces yo diré: ¿Por fin lograste que te prestaran la custodia de tu hijo esta semana? ¡Enhorabuena, Paz! Espero que no olvides alimentarlo. Pero tranquilo, el siguiente juicio es el bueno.
—Sería demasiado triste... —ese sería uno de esos momentos dónde Paz bebía de su botella luego de asentir, pero no tenía ninguna botella y mucho menos con algún contenido alcohólico—. Pero bastante realista, ya no sé si quiero casarme algún día —comenzó a jugar con sus pies, uno golpeaba al otro y viceversa. Era como esas decoraciones de escritorio, dónde un extremo golpeaba el medio y el otro extremo se balancea. —Tal vez, algún día, me mude al campo, leeejos de cualquier ciudad o pueblo, por lo menos lo suficiente. Tendré mis animales que cuidar y cultivos y todas esas cosas. No me mal entiendas, no es que me guste hacer esas cosas, es solo que... Fuera de la vista de las personas se puede vivir más tranquilo y como se quiera. No me importaría pasar el resto de mi vida pagando esos terrenos, venderé cultivos y criaré suficientes animales como para vender y subsistir con eso —dejó escapar un suspiro, era un futuro que no veía muy lejano, en algún momento comenzaría a ahorrar en serio.
Y Nolan no sabía cómo, pero repentinamente estaban teniendo otra de sus conversaciones cotidianas, de vuelta estaban en la normalidad. Sin querer, se puso a imaginar. Imaginaba un clásico rebaño de cabras y ovejas, entre las montañas, entre la hierba verde y fresca, entre el sol suave de verano que caracterizaba las zonas menos urbanas de Taured. Imaginaba a Paz... Sonriente como estaba bajo la lluvia... Cuando se dio cuenta de su abstracción, se dio una palmada en la frente, demasiado empalagado de su propia imaginación estúpida:
—Ajá, vivir en el campo. Sin agua corriente ni drenaje. Joder, todo un sueño.
—Lo dices de esa manera y parece que soy un antisocial de mierda que sólo quiere aislarse de todo —y es que, ¿no era eso lo que quería en realidad?—. Y tú Nolan, ¿Prefieres vivir la vida de citadino o aspiras a algo más?
—Yo soy un poco diferente. Aspiro... A... —¿A qué? ¿A pasarse una vida acostado en una tina con latas de cerveza? Bajó la mirada—. Simplemente me gustaría vivir en un lugar donde pueda... Comprar el periódico todas las mañanas, donde haya cobertura de radio si es posible, con un comedor de madera donde pueda desayunar tranquilo y... Donde tenga... —miró a Paz—. Tenga un pino fuera de mi casa, y que... Se vea por la ventana.
—Suena agradable tu visión del posible futuro —sonrió de esa manera ladina, como siempre hacía.
Pero entonces ahí estaban, mirándose a los ojos, en un momento tan... Tan intenso como sus miradas. Deseando que fuera eterno una vez más.
—¿Te gusta el queso? Porque si de aquí a algunos años seguimos hablando, puedo darte queso gratis o leche de vaca, cualquier tipo de comida supongo, así recordarás que tienes un amigo llamado Paz, que vive en una granja aislada de la sociedad pero que es buena gente —quería, de alguna forma mantener a Nolan en ese futuro. Saber que él lo recordaría así como Paz lo tendría siempre presente en su vida.
Nolan escuchó atentamente, comenzó a asentir con lentitud a lo de recibir queso y leche. Pero al final sonrió, y negó también con la misma velocidad:
—Detesto ambas cosas, lo siento Paz —admitió—. Tendrás que regalarme cosas de tu huerto... O también acepto una gallina en recompensa. ¡Pero tendrás que darme algo, eh!
—Ya anocheció... —avisó no muy seguro. La hora se había pasado volando y su turno había acabado desde ya algunos minutos.
Deberían ir a su casa y no se volverían a ver hasta el lunes en la tarde. Un día y la mitad del otro hasta poder decir «Hola» nuevamente.
—Es verdad, yo cierro —recogió rápidamente su mochila del suelo y el periódico—. Lo de la lluvia fue mi idea, me quedo a limpiar. Además, te debo un favor por haberme ido temprano... El otro día. Pero nos vemos el lunes —repentinamente un mal presentimiento lo invadía, como si algo hubiera allá afuera, algo que lo estaba esperando. Tanto así que miró mal la puerta por unos instantes. Frunciendo el ceño, y pareciendo muy distraído, murmuró: —Paz, posiblemente yo nunca tenga nada para darte. Soy un desastre Lo siento. Algún día lo arreglaré, y valdré la pena... Pero por hoy yo cierro.
¿De qué hablaba ahora? No sabía.
Asintió, Paz sentía algo extraño, al mismo tiempo de que pensaba en que algo se le estaba olvidando. Se colgó su mochila:
—Sí bueno, nos vemos entonces el lunes —bajó de la silla y salió del mostrador—. Hasta luego, Nolan —una última sonrisa y dió la vuelta para irse. Salió del local, dejando al chico atrás y no es como si no hubiera pasado antes, es solo que sentía una inquietud, esa molestia.
Caminó un poco cuando sin querer chocó con alguien, mucho más fuerte y grande que él, eso se podía notar a simple vista. El rubio tartamudeó un «lo siento», y una mirada fue suficiente para saber que mejor era seguir su camino y así lo hizo Caminó una, dos y tres cuadras, todas pensando en una sola cosa, en una sola persona.
Ocasionalmente sonreía de manera boba, pensar en Nolan y el final de la tarde le ocasionaron picos de felicidad indescriptibles, ciertamente su madre tenía razón, dejar el camino de agua seguir su curso en lugar de crear represas era mejor, pero ciertamente este camino no podía llegar muy lejos. Esa era la parte desanimadora de la historia, no había nada que él pudiera hacer para ser feliz como quería, para tener a Nolan a su lado en aquel campo, para mojarse bajo la lluvia en futuras tardes como esa. Estaba queriendo demasiado. Tal vez, amando demasiado su compañía o amándolo a él... O solo se estaba precipitando.
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