8. Lluvia torrencial

Al poco tiempo, Paz había llegado al frente de la tienda y ese peso que había dejado atrás, volvía a subirse en sus hombros. Solo debía evitar intentos innecesarios de entablar cualquier tipo de conversación, así que sólo entró...

—Buenas tardes —fue todo lo que dijo, en lugar de ir al mostrador se dirigió a la trastienda. Cuando dejó su mochila de lado pudo sentir la ansiedad recorrer todo su ser.

Era solo una tarde más, ya encontraría qué hacer. Estuvo frente a la puerta y luego salió. Paz no sé molestó en dirigirle la mirada más de una vez, solo fue a su lugar en el mostrador y tomó asiento en la nueva silla que su jefa prometió que si la rompía se lo descontaría el doble.

Nolan permaneció ahí, en su lugar de siempre, a un lado de la caja registradora. No tardó en entender cómo serían las cosas durante ese turno: silenciosas. Y estaba bien... Por ello solo tomó un ejemplar de periódico de su mochila, y se recargó en el mostrador como siempre para comenzar a deslizar la mirada por las letras. Leyó cosas de la sección de deportes, de la sección de política.

Por un instante asomó la mirada por encima de las hojas del periódico para ver a Paz. Cuánta indiferencia. Ni en los peores días lo había visto así. Qué incómodo. Hasta podía sentirlo. Respirarlo. Una incomodidad que le impedía seguir leyendo sobre su horóscopo (escorpio). Aunque tampoco era como si hubiera hecho algo para salvar las cosas, porque su expresión era impasible, como que estaba aburrido...

Para Paz era demasiado, ¿cómo decirlo? ¡Extraño! Estar en el mismo espacio que Nolan y no intercambiar palabras, aunque realmente no había mucho que decir, no, corrección, no había mentiras para decir. Y después del último encuentro... Era difícil seguir fingiendo, «No lo olvides» eso le había pedido y luego al día siguiente fue él quien quiso olvidarlo, pero no tenía opción, ¿No? ¿Cual se supone que sería su explicación? ¿Cuál sería la reacción de Nolan?

Todo eso era demasiado incierto y no quería arriesgarse. Pero también no es como si hubiera pasado por su cabeza «tomar ese riesgo». Pero era curioso pensar, imaginar un poco de cómo hubiera sido aquel beso... ¿Por qué en un primer lugar Nolan no lo alejó cuando se acercó tanto hacia él esa noche? Tal vez... Tal vez estaba borracho lo suficiente como para no entender qué ocurría o solo, tal vez, en lo más profundo de la imaginación de Paz, él estaba esperando a saber que pasaba también... Paz negó, tal vez no debió negar. ¿No parecería loco estar negando sin ningún sentido aparente de la nada? Seguramente sí.

Nolan pasó la hoja del periódico para ir a esa sección de «Pasatiempos», con sudokus y sopas de letras y esas mierdas. Tomó el bolígrafo cercano a la caja registradora y comenzó a resolver el primer sudoku. Hubo un tiempo donde amaba resolverlos. Recordaba sentarse a un lado de su madre mientras ella tejía y él resolvía. Hace mucho tiempo... Cuando su mente era ágil como una bala. A los, ¿once? ¿Doce? Quince ya es exagerar. Ahí ya no era tan listo.

Pero ahora, ahora le costaba concentrarse. Terminó por desviar el bolígrafo y rayar una de sus manos con líneas gruesas y furiosas.

—Parece que hoy lloverá —dijo Nolan de la nada, oyendose casi fuera de lugar por alguna extraña razón.

Había tomado de sorpresa a Paz, submerso en sus pensamientos:

—Ah, sí... —por un momento había olvidado que tendría un encuentro marcado para ese día con Robin—. Mierda es cierto... No traje ningún paraguas.

¿Y si llovía? ¿Qué debía hacer? ¿Esperarla? O tal vez no... Tal vez Paz quería que lloviera, que Robin dejara la idea de lado o solo lo olvidara. Que no volviera a aparecer dejando todo tan confuso, era eso lo que quería realmente.

—Supuse que eso dirías —contestó Nolan. Una vez que el dorso de su mano se convirtió en un desastre de tinta, se dirigió a la hoja del periódico a escribir toscamente palabras al azar en uno de los bordes sin pensarlo mucho. Escribió «cabra, lápiz, nube, ginebra bufanda». Todo en desorden—. Tengo un impermeable en mi mochila. Tómalo. Me da igual. Imagino que no quieres quedar mal con esa chica... ¿Cómo dijiste se llamaba? ¿Ronnie?

«Robin, Robin, Robin, Robin, Robin», escribió enseguida, «Rubio», escribió después, «Tina, botellas» y por último, «???????».

—Robin, su nombre es Robin —Paz sintió el impulso de corregir—. Y bueno, en todo caso, sería mejor no salir si llueve... No sería muy divertido enfermarse por algo que se puede posponer —ahora rogaba porque lloviera, necesitaba que lloviera—. Igual, puedo irme sin necesidad del impermeable, pero gracias de cualquier forma.

—Como quieras.

Que raro. Su relación de trabajo nunca había seguido esa línea del aburrido comportamiento oficinista, ese de dar respuestas distantes y cortantes. Siempre habían sido de hablar de todo; de tonterías, de cuestiones serias, de programas de tele, de canciones de radio, del equipo de hockey, de preguntas estúpidas. El punto siempre fue hablar y hablar hasta que el turno acabara...

Pero el silencio se vió interrumpido una vez más cuando las gotas comenzaron a caer, escuchandose la transición de unas pocas gotas a un vendaval completo.

Paz salió del mostrador hacia la puerta de cristal, todo estaba completamente mojado en cuestión de segundos, y parecía terriblemente tentador ir y mojarse con la misma. Pero tenía diecisiete, y ya no hacía esas cosas, ya no era un niño, y ahora tenía un trabajo con un turno que aún no terminaba a pesar de parecer que una eternidad se había pasado.

—Que divertido debe ser... Correr bajo la lluvia como los niños —era un comentario de Paz, uno para él mismo, parecía más un lamento de quien tenía envidia de aquello.

Nolan levantó la vista del periódico para encontrarse con lo que era una lluvia torrencial azotando la acera y la ventana. Una lluvia que resonaba, que cambiaba drásticamente el clima. Y sin notarlo se fue acercando hasta estar contemplando el panorama a un lado de Paz.

—Mi madre siempre decía que mojarse en la lluvia era cosa de tontos que amaban pescar resfriados —contestó Nolan en un murmuró ahogado por el sonido de la lluvia—. Pero nunca le hice caso. Después de todo, los resfriados se quitan, ¿no?

Sin darse cuenta, él estaba poniendo su mano en el picaporte de la puerta. ¿Por qué? Pues porque sí. Porque su cerebro se había freído en la acera, porque dolía escribir «rubio» con tinta negra, porque estaba cansado como el infierno y porque Paz le había intercambiado tres oraciones en el tiempo que llevaba ahí. Mojarse en la lluvia parecía un inconveniente menor, casi como si quisiera distraerse de sus enormes y aterradores problemas con ese «inconveniente» insignificante.

Y por ello salió rápidamente a pararse bajo la lluvia torrencial, a dejar que la lluvia y la brisa le revolviera el cabello y le abrazara para decirle que su mayor problema ahora era única y exclusivamente que su ropa se estaba mojando. Nada más existía. Nada más podía existir entre el zumbido de las gotas y los golpes del viento.

Por un segundo miró a Paz por encima de su hombro, a través de la puerta de cristal. «¿Por qué me haces esto?», pensó. Y luego no pensó nada. Porque se dejó llevar totalmente.

«La lluvia se lleva tus problemas», eso había escuchado Paz o leído en algún lugar. Y ver a Nolan quedarse totalmente empapado le hizo reír, le causó sentirse feliz con esa imagen de libertad que sentía de él. Tomó el picaporte, ¿él también podría? Emanar todo ese sentimiento de libertad. Porque lo ansiaba, así como ansiaba estar junto a él en ese momento de no pensar en absolutamente nada más y entonces lo hizo, salió. Sintiendo al principio las gotas demasiado frías hasta acostumbrarse a ellas. Volvió a sonreír:

—Es una locura, realmente te vas a enfermar —por primera vez en la tarde, le dirigió la palabra directamente, por primera vez en esa tarde Paz decidió dar el primer paso.

Cerró sus ojos y levantó la cara hacia el cielo, sintiendo el golpeteo de las refrescantes gotas contra su rostro. Era muy divertido, era como volver a su niñez, antes de los dilemas y las confusiones.

Nolan no haría preguntas, no buscaría respuestas donde no las había. Eran dos muchachos bajo la lluvia y nada más. Mejor decidió aferrarse a la emoción que estaba ahí pero Paz liberaba; una emoción que le hizo sonreír de verdad y luego probar la lluvia con la lengua de fuera para comprobar, que en efecto, el agua sabía a agua. Que el agua sabía a agua. Las cosas eran tan fáciles como eso. Luego miró a Paz con una sonrisa ladina para comprobar que, Paz con el cabello rubio humedecido y una sonrisa era la persona más linda de todo el jodido universo y tan fácil como eso. Tan lindo como una buena racha, tan lindo como la hermosa vista del panorama de la ciudad que estaba teniendo justo ahora.

—¡Me importa una mierda enfermarme! —le dijo alzando la voz por encima de la lluvia.

Entonces, Nolan lo tomó de la muñeca y lo hizo avanzar hasta quedar más en la calle, más expuestos a la lluvia. Eran los amos del puto mundo y que lo demás se jodiera. Echó la cabeza para atrás, se reía, no sabía de qué. No importaba. El agua sabía a agua. Las cosas eran como eran, y ellos eran dos muchachos bajo la lluvia torrencial. Siempre lo habían sido.

Para Paz era contagiante. Pero con Nolan siempre era así, contagiante. Su risa era la razón de la suya. Siempre tan hipnotizante, siempre tan Nolan. Paz se sentía sin ansias o miedo, no había espacio para eso en el momento y era la mejor puta cosa que le podría haber pasado en esa semana.

Quería que ese instante fuese eterno.

El viento se volvía tan violento que azotaba. Y justo ahí Nolan lo entendió. Entendió lo que había detrás de su enredo de sentimientos, prejuicios y emociones. Lo entendió mientras las densas gotas de agua se deslizaban por su rostro y mientras la risa de Paz se mezclaba con la suya. Entendió que lo que había detrás era... Amor. Amor de persona a persona, amor de espíritu a espíritu. Quien sabe cuanto tiempo duraría su mente con esa definición tan pura y libre de obstáculos. Seguro y no mucho. Seguro y al entrar a Roger's nada sería tan claro como lo era ahora. Seguro y le daría miedo...

Debía hacer algo mientras aquella palabra permaneciera en su mente y mientras la lluvia aligerara las cosas. En ese momento era más valiente de lo que había sido nunca en su vida. Volteó a ver al cielo, que nublado estaba. Escuchó un auto que venía a toda velocidad por la calle, salpicando. Y la respuesta apareció en su mente en un chasquido.

—¡Auto! —gritó con diversión.

Aprovechando que de por sí sus manos estaban cercanas, Nolan deslizó la suya ágilmente para tomar a Paz no de la muñeca, sino de la mano. Con fuerza. Luego se echó para atrás, le dio un tirón para llevarlo consigo y dejarlo fuera de lo que salpicó el auto.

Si no hubiera sido por eso, seguramente habrían sido empapados con toda aquella agua sucia asquerosa del suelo. Paz se sentía salvado de varias formas ese día, no solo de aquel montón de agua si no también de las dudas que lo venían siguiendo.

La cercanía que mantenían, ya no eran sólo sus manos entrelazadas, sino también de un cuerpo demasiado cerca del otro. El rubio sentía su respiración más pesada y su corazón iba demasiado rápido. Estaba bastante sobrio ahora, lo suficiente como para sentir ese calor natural en sus mejillas o la tensión que mantenían al estar tan cerca del otro. Paz tomó una pequeña distancia sin pretender, o mejor dicho, querer hacerlo realmente. Después, dijo:

—Eso... Eso estuvo muy cerca —rió con nerviosismo, demasiado debía decir—. Si no fuera por ti seríamos un desastre —entonces seguidamente mantuvo un pequeño ataque de risa. ¿Y cómo no reír? Habían pasado tantas cosas al mismo tiempo que le había costado reaccionar.

Lo que estaba sintiendo Nolan era tan intenso que tenía la noción de que aquello acabaría por escapársele de las manos y le haría cometer una estupidez de la que se arrepentiría más temprano que tarde. Pero seguía siendo valiente todavía, lo suficiente como para tomar el riesgo y no soltar la mano de Paz, y en lugar de eso, unirse a su ataque de risa y acercarse hasta estar a un palmo de distancia. No podía evitarlo. Amaba tenerlo de la mano. Amaba tenerlo tan cerca. Estaba tan perdido en ello que realmente podía haberse dejado en evidencia...

Pero la cuestión es que tenía que aceptarlo. Era hora de volver a Roger's a escribir cosas como «Robin-Robin-Robin» en el periódico. No podían quedarse bajo la lluvia para siempre... Eso ya lo había aprendido. Dale un vistazo al paraíso y luego regrésate deprisa al infierno. Así que, calmando su risa, Nolan sonrió casi como con pena, y bajando la voz, murmuró suavemente:

—Vamos, la lluvia está empeorando.

Así fue como después de soltar su mano, caminó de vuelta a la tienda, Y abrió la puerta. Con el sonido de la campanilla, aquello se había terminado.

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