6. Demencia
Todo, absolutamente todo le dolía. Su cabeza, el cuerpo, sus ojos. Era como la resaca pero peor, la cabeza le daba vueltas y sus ojeras parecían haber empeorado, incluso sus ojos se mantenían parcialmente rojos. Paz tenía mucha sed. Ese acumulado de síntomas le dejó mal, se sentía estúpido por haber aceptado fumar.
Aquella mañana Paz decidió no ir a estudiar, por lo que se mantuvo durmiendo para descansar lo máximo posible. Cuando se despertó, fue a causa escuchar a la puerta principal abrirse; era su madre y si lo veía así sabría inmediatamente que había fumado y no nicotina.
—Paz, hijo —la voz tan próxima a la puerta de su habitación solo lo alarmó—. ¿Estás en casa?
—Eh... Sí, sí. Estoy con un poco de resaca —se mantenía bajo las sábanas, tenía la excusa perfecta por si más preguntas se avecinaban.
—¿Quieres que te prepare algo para comer? —la manilla estaba siendo girada.
—No, no es necesario, ya comí... Solo voy a descansar un poco más para luego ir al trabajo.
—Está bien, cualquier cosa que necesites estaré en mi habitación.
Finalmente pudo escuchar los pasos alejándose, junto con su intranquilidad. Si quería salir debía encontrar unos lentes de sol, por su bien.
Otro día más caluroso que el anterior. Para Paz estaba siendo una vil tortura. Desde tomar el baño de agua fría hasta tener que salir con lentes de sol y permanecer con los mismos hasta que ya no le molestara la luz y el enrojecimiento de sus ojos desapareciera por completo.
Y ahí estaba, atrás del mostrador intentando atar cabos. ¿Qué había pasado realmente y qué era una alucinación? Las memorias estaban bastante confusas y venían de a pocos y mezcladas, era buscar una aguja en un pajar. Recordaba cuando todo empezó, Robin, recordaba su nombre. Luego, había un gran salto al supuesto recuerdo de estar siendo cargado por Nolan. El simple pensamiento sirvió para sentir sus mejillas arder, ¿pero de vergüenza, no?
Lo siguiente, era estar acostado en su cama, con el chico tan cerca... Tanto como para dejar su respiración tan pesada como en ese mismo momento. Y entonces también recordó haber estado cortando distancia, hasta prácticamente sentir su respiración y la suya envolverse, casi sentirlo. Finalmente no había más.
Paz cubrió su boca con ambas manos, ¿eso era real? ¿O eran solo alucinaciones? Sin importar la respuesta, cada situación era peor que la otra. ¿Qué carajos tenía en la cabeza? ¿Se había enloquecido por completo? Estaba enfermo, porque lo que estaba sintiendo no era normal, él no era normal. ¡Nolan era hombre! ¡Se supone que era un juego estúpido y sin sentido! Que estaba exagerando todo...
El sonido de la puerta del establecimiento siendo abierta lo sacó de todo pensamiento, dejándolo con la sensación de miedo y vergüenza presentes.
»»----- ★ -----««
Esa madrugada Nolan se despertó todavía entre las latas de cerveza y el frío de la tina. Se obligó a levantarse a pesar del cansancio y de que la cabeza le iba a explotar. Después de vomitar como si se fuese a morir, se obligó a irse a la cama e intentar dormir, lo cual fue un gravísimo error porque recuperar un mínimo de conciencia hizo que su mente se fuera a vagar a eso que había intentado olvidar; los recuerdos de la otra noche. Recuerdos sobre respiraciones mezcladas y miradas que decían mil cosas. E intentó, como si sirviera de algo, cubrirse la cara con la almohada, con muchísima fuerza, como para asfixiarse. Pero mientras más cerraba los ojos, más recordaba. Vívidamente.
Con el pasar de las horas, intentó distraerse. Ver la tele, darse una ducha, ver la tele otra vez. Ignorar la expresión «realmente triste» de su madre, misma que era habitual de ver en ella cuando se llevaba una decepción. Pero no funcionaba. Nada le hacía olvidar... Que las cosas... Estaban raras. ¿Y si... ayer las cosas iban en serio, con eso de besarse? No. Que asqueroso, degenerado. Se comenzaba a odiar de nuevo. Incluso algo como añadirle la etiqueta de «besarse» le hacía estremecerse. Él era un chico. Y Paz otro chico. Las cosas no funcionan así. Y entonces, ¿por qué sentía que... todavía lo anhelaba? Porque era un imbécil y ya.
No soportaba la confusión. Incluso la idea de verlo de nuevo en la tienda le intimidaba. No quería, pero debía. Y por ello cuando entró a la tienda, no levantó la mirada y solo caminó detrás del mostrador. Arrojó su mochila al suelo y la vio por unos segundos con los labios fruncidos. ¿Qué tenía que decir, o hacer? ¿Tenía que actuar como si nada hubiera pasado o no? «No olvides», le había dicho él. Pero... La cabeza le ardía... Sentía que un camión le había pasado por encima. Y que...
—No te vuelvo a llevar a ninguna fiesta —concluyó.
La voz de Nolan provocó un escalofrío en Paz, una corriente helada bajando por su columna. Estaba demasiado nervioso, tanto como para limitarse a rascarse la nuca mientras fingía estar pensando en ello... ¿La demencia serviría? Después de todo, él había bebido «demasiado», sería una mentira por el bien de los dos.
Con una risa nerviosa pero sincera, Paz tomó el valor de «verle». Pero con los lentes en realidad lo que menos hacía era realmente mirarlo. Después, contestó:
—Lo siento, no recuerdo más de la mitad de lo que ocurrió —una sonrisa ladina y voluntad de mostrarse arrepentido—. Tomé demasiado con aquella chica... Robin creo que era su nombre.
Que mentiroso era, ¿Nolan realmente se creería tal falacia? Esperaba que sí. Y si no... Nolan sería lo suficientemente inteligente como para seguir el juego, confiaba en que se mantendría un espacio, uno doloroso y tortuoso tal vez, pero necesario. Estaba haciendo totalmente lo contrario a lo que la noche anterior quería, era deshonesto consigo mismo. Quería olvidar.
—¿Hice un desastre? —agregó Paz ante el silencio de Nolan.
Y todo el ruido mental que acompañaba a Nolan desapareció de golpe con unas simples oraciones pronunciadas por Paz. Nada, supuestamente, Paz no recordaba nada. Primero lo miró sin expresar nada, incrédulo. Luego su mirada se tornó de puro enojo que intentaba camuflar con una sonrisa, aunque no le funcionaba del todo. ¿Paz se estaba burlando de él? ¿A qué estaba jugando? Sin darse cuenta, estaba sosteniendo el borde del mostrador con tanta fuerza que la punta de los dedos se volvieron blancos.
—¿Un desastre? —dijo Nolan entre dientes. Pues sí. Había causado un desastre del tamaño de un edificio—. Pues... Verás... Yo...
Nolan no pudo contenerse. Lo que hizo a continuación fue quitarle los lentes de sol, romperlos por la mitad y dejarlos caer al suelo, todo mientras insistía en sonreír. Ahí venía su continuación del juego y su... ¿Contraataque?
—Mira, pues a mi me arruinaste la noche —era verdad, pero aquí venía la mentira: —Estaba con la chica más sexy de toda la jodida fiesta cuando te apareciste tropezando con tus propios pies. ¡¿Sabes lo que estaba a punto de conseguir, Paz?! Y en vez de conseguirlo, te tuve que arrastrar a la casa más fea que he visto en mi puta vida.
Cada palabra era como enterrar una aguja en la piel de Paz, quién no sabía cómo reaccionar. Estaba... ¿Triste? ¿Enojado? ¿Asustado? Finalmente se agachó para agarrar lo que alguna vez fueron sus lentes. Una vez de pie los tiró en el bote de basura.
—Carajo, Nolan. Yo realmente —¿Lo sentía? No, no lo sentía—. Lo recompensaré si puedo, aunque dudo que pueda... —sin importarle el estado en el que se encontrara, le miró a los ojos finalmente—. Pero si hay alguna cosa que pueda hacer para recompensarte, lo haré.
No. Nolan quería una explicación, que alguien viniera a decirle punto por punto que había pasado ayer, y a explicar de paso sus propias emociones tan confusas al respecto.
Estaba furioso y eso se tocaba, en su tono, en su postura, en sus palabras. Pero solo se recargó en el mostrador, rodando los ojos con descaro. Qué día de mierda. Le volvería a romper los lentes si pudiera. Por mentirle. O por olvidarlo... No sabía que era peor. Después, dijo:
—Vete al diablo. Lo arruinaste y ya —y encima todavía tenía esa estúpida resaca, y no había dormido bien, y estaba cansado. Y todavía tenía que cubrir todo el turno, estando con Paz—Ah, ¿sabes con que puedes recompensarme? Con dos mil espinelas. Te perdonaría al instante.
¿Paz quería ser perdonado? Claro que sí, siendo ironía o no, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que Nolan no lo odiara como parecía hacerlo. Para agradarle otra vez.
—¿Dos mil? —Paz parecía hacer cuentas de cuánto tenía ahorrado, sumado a lo que le pagarían en pocos días—. Puedo intentar reunirlos, tengo casi mil, puedo conseguir el resto.
Era prometer demasiado, pero quería hacerlo, necesitaba hacerlo. Paz no pensó en sí tenía un plazo o en siquiera preguntar para qué quería tal cantidad, estaba demasiado submerso en que podría complacerlo con eso, estaba actuando sin pensar de nuevo.
—¿Lo necesitas con mucha urgencia? —preguntó Paz. Se oía patético, como si quisiera pedir perdón por no ser capaz de aceptar la situación, pero eso nunca pasaría, solo buscaría la forma de dejar las cosas en buenos términos con él.
Nolan le miró otra vez con el ceño fruncido. Primero Paz no aceptaba nada de ayer, luego se aferra a la primera opción que le promete «perdón», aunque hubiese sido mera ironía. ¿Qué demonios estaba pasando? No entendía nada.
—¿Hablas en serio? —preguntó con desconfianza. La cosa es que Nolan miró de arriba a abajo a Paz. Quizás como intentando comprobar que le decía la verdad. Intentó contenerse, pero al final se le escapó una risotada. Otra vez se dejó caer en el borde del mostrador—. Digamos que sí es urgente. Digamos que... La persona a la que le debo ese dinero es extremadamente impaciente y digamos que, no le gusta dar advertencias embargando, ni con llamadas incesantes, ni bloqueando tus tarjetas —mientras más avanzaba, más severa se volvía su tono de voz. Por primera vez era sincero consigo mismo sobre esa situación—. Digamos que... Hubo otros «clientes» antes, y todos esos clientes se arrepienten. Y que... La última vez que me lo encontré, la advertencia que me dio fue...
Y rápidamente deslizó uno de sus dedos por la cicatriz de su cara, sin cambiar de expresión.
Todo tomaba un camino bastante oscuro, Paz tenía sus especulaciones de lo que podría ser, el motivo de esa cicatriz que observaba a medida que los dedos de Nolan bajaban por la misma. Pero igual no quería mencionar lo que suponía.
—Puedo darte lo tengo si eso prefieres, no estoy bromeando —Paz estaba totalmente dispuesto a serle de ayuda y evitarle cualquier otro daño a Nolan. Se convencía de no tener ningún otro motivo para hacer tal cosa.
Por primera vez en todo lo que iba de tarde, la puerta había sido abierta. ¿Un cliente? A esas horas era extraño. No había apartado la mirada del chico hasta que una cabellera negra llamó su atención. Y es que ahí estaba, una chica baja, pelo lacio y oscuro como una noche. La conocía, o al menos sabía de quién se trataba. Miró una vez más a Nolan y luego a la chica, quien había agarrado cualquier dulce para llevar.
—Así que, no me mentiste. Es un gusto encontrarte, Paz —la voz sobria de Robin, en los oídos sobrios del chico, era como estar charlando por primera vez.
Paz intentó ponerse enfrente de la caja para atenderla, pero antes de que pudiera llegar, Nolan lo hizo primero. Ahí, él apoyó su peso en una mano, y dijo como si no hubiese escuchado nada:
—Bienvenidos a Roger's —torció la sonrisa, su voz era tan cínicamente falsa que de amable no tenía nada—. ¿No prefieres algo bajo en calorías? Temo que un poco de eso que llevas y el pantalón podría dejar de quedarte. Aunque yo no juzgo, pero me preocuparía si fuera tú.
Para este punto, Nolan no se preguntaba nada. Solo se dejaba deslizar por entre lo que sea que su subconsciente le decía que quería hacer. De lo contrario acabaría rompiendo otro par de lentes, y no sería justo para nadie.
Una risa de la chica dejó en claro que su comentario no había sido pasado por alto:
—Sí, tal vez tengas razón o tal vez estés siendo un imbécil —cruzando sus brazos miró al otro chico detrás del mostrador—. ¿Tú piensas lo mismo, Paz?
Para ese punto ser añadido a la conversación tan improvisadamente, lo había dejado sin reacción.
—¿Yo? Bueno no, no lo creo... —palabras dichas por Paz en un tono tranquilo, uno intentando ocultar la presión que sentía de ambas partes.
La sonrisa de la azabache en ese momento fue casi radiante, haciendo un solo cambio de miradas continuo Paz-Nolan-Paz, volvió a hablar:
—Entonces eso para mí está bien, llevaré esto. Y solo esto.
De un segundo a otro, mientras la escuchaba hablar, Nolan se dio cuenta que la detestaba, pero en serio. Y su mente se detuvo en la gran pregunta evidente: ¿Por qué? No la conocía de nada. Apenas habían intercambiado tres oraciones. Ella no le había hecho nada... Solo... Ayer. Mientras la miraba, con Paz. Besándose a un par de metros. Mientras él... Fingía que... Aquello no importaba.
Y entonces, su mirada se clavó en Paz, quien lógicamente, apoyaba a la chica. Le miró con el mismo desdén, casi como con repulsión, como si hubiera dicho la estupidez más grande de su vida. Y el aura que emanaba Nolan en esos instantes era tan pesada que hasta parecía opuesto a él. Era ruidosa, incómoda, extraña. Simplemente, parecía el feo objeto que no combinaba en el salón.
—Yo no confiaría en el criterio de Paz, ¿sabes? —dijo Nolan, volviendo la vista a la chica—. Le encanta el helado de menta, con eso digo todo —y sin más, alzó el brazo sin ganas para recibir el dinero. Desvió la mirada a la superficie del mostrador—. Uno con cincuenta.
Para Paz, era claro que enfrente de él se delataba una guerra de quien irritaba más al otro. Si dejaba de ignorar todo lo que quería ignorar, era como si a Nolan le molestara la cercanía de Robin hacía Paz, como si quisiera alejarla a toda costa, parecía... Irreal y lo creía así, era una suposición bastante alejada de la realidad, a pesar ser una posibilidad extrañamente significativa.
—Pues, por lo que ha demostrado hasta ahora tiene un excelente criterio y gusto —Robin buscó entre su bolso y luego entregó el dinero—. ¿A qué hora termina tú turno, Paz? Un día de estos podríamos salir, divertirnos como anoche —su tono era bastante sugerente.
Paz lo pensó, aunque tal vez no debía pensarlo demasiado:
—Normalmente salgo a las seis.
—Entonces, mañana luego de que termines de trabajar, ¿te parece bien encontrarnos? —ella estaba ya acercándose a la puerta, apunto de salir.
—Sí —eso fue todo, una sonrisa y luego la puerta fue abierta.
Al final volvieron a quedar solo Nolan y un Paz con algunas preguntas. Así que Paz se giró hacia él, encarandólo:
—¿Qué fue eso? ¿En qué estabas pensando? —su molestia era evidente—. Lo hiciste en venganza o alguna estupidez del tipo?
—Escucha, yo... —¿no lo sé? ¿Eso iba a responder, de verdad? ¿Después de comportarse como un imbécil, esa sería su respuesta barata?—. Lo siento, ¿de acuerdo? Tengo resaca y yo...
Nolan abrió la caja registradora de un jalón y lanzó las monedas a sus sitios. Después, la cerró para seguir hablando sin mirar a nadie a la cara:
—Sé que ella te interesa, y es muy bonita, pero... —oh, Dios. No. Decirlo en voz alta lo había hecho sentir mucho peor. Demasiado. Nolan intentó contenerse, pero al final alzó la voz: —¡Cuando llevas a una persona a una fiesta, no lo haces para que te abandone a los malditos cinco minutos con tal de acostarse con la primera zorra que lo invite a fumar!
Y después, como sorprendido de sus propias palabras, bajó la cabeza y frunció los labios, completamente arrepentido. Que imbécil era. Muy imbécil.
—¿Y qué se supone que debía hacer? ¡Tú también te veías bastante ocupado anoche! —Paz inevitablemente levantó la voz —. Mierda, ella y yo ni siquiera nos acostamos. —no tenía que explicar nada y aún así ahí estaba, a un descuido de decir todo y mucho más—. ¿Cómo puedes llamarla así si ni siquiera la conoces?
Las mentiras parecían demasiado obvias para sí mismo en ese punto:
—No podía pretender quedarme junto a ti toda la puta noche... —la realidad es que también no tenía una excusa, se había alejado por su vicio, en busca de cualquier otra cosa que le hiciera efecto.
Y lo peor fue cuando Nolan tuvo la noción de que Paz tenía toda la jodida razón. Sí. La tenía, en cada punto. Había sido un imbécil por nada, por dejarse llevar por emociones extrañas y confusas. Tenía que detenerse, justo ahora. Aunque...
—¡¿Por qué me dejas a mí como el imbécil?! ¡Tú eres el descarado que hizo como si yo no existía y luego vino lloriqueando a molestar! —gritó de nuevo, acercándose de vuelta—. ¡Te tuve que cargar como por veinte calles Paz! ¡¿Y me has dado un gracias por eso?! No, en vez de eso estás aquí, enojado porque yo esté enojado. Preguntandote porque actúe como actúe. ¡Tú eres el que me mandó a la mierda primero, yo solo te regreso lo que mereces! —¿Irracional o no? No sabía, pero quería seguir gritando. Para desquitarse. Por eso y por haberlo hecho tomar quién sabe cuántos litros de cerveza en una fría tina—. ¡Y a quién le importa con quien decidas pasar la noche! ¡El punto es que tú tampoco me dejaste estar con nadie por ser un jodido imprudente! ¡¿Cómo quieres que no la odie?! ¡¿Cómo quieres que no quiera desquitarme con Robin por ti?!
Paz no quería discutir, no más. Todo estaba escalando a grandes proporciones, pero ciertamente había algo que estaba muy mal, de hecho muchas cosas estaban mal por no decir todas.
—¡Lo entiendo, ¿sí?! Si quieres puedes golpearme o lo que sea que te haga sentir mejor —solo debía mantener la calma, aquello no tenía que llegar a mayores—. Pero entiende bien Nolan, los problemas que tengas conmigo son conmigo. Desquitate conmigo, insultame a mí. No metas a nadie más.
Pero a final de cuentas, Paz sabía que fueron sus decisiones las que lo llevaron a todo esto, Nolan tal vez había sido demasiado generoso al ayudarlo en todo anoche y resultaba en que Paz solo terminaba reclamando lo que no debía. Así que continuó
—Fui yo quién tomó la decisión de fumar, y sí. Lo siento, realmente lamento haber hecho de tu noche una mierda, como dije lo compensaré como pueda, pero también no puedo hacer milagros. Y no sé qué más esperas que haga al respecto si no me dices.
Con aquello Nolan parecía calmarse, y con la calma pensó en... Pensó en que en realidad le había gritado a Paz por cosas diferentes a las que en realidad quería. Pensó en que en realidad no había actuado tan horrible con Robin por las razones que estaba diciendo. Y también pensó en que ni siquiera le había molestado llevarlo por todo ese trayecto, que nunca lo hubiera dejado irse solo. Y sobre todo, que lo de Margaret le importaba nada. Quería gritarle por otras cosas... Por haberse besado con Robin. Por... Haberlo confundido tanto. Por... ¡Nolan era un completo desastre! Un estúpido. Un ebrio incoherente. Tanto jaspe le había freído el cerebro. Se apoyó en el mostrador, pensativo:
—Creo que yo... Solo lo siento. Por todo, por gritarte. Creo que... Solo me siento muy mal... Por la resaca —todo era extremadamente confuso para Nolan, tanto que se mareaba. Procurando parecer calmado, recogió su mochila, sacó su billetera, buscó rápidamente un billete de cincuenta espinelas y se lo ofreció a Paz. Intentó sonreír—. Cubre mi turno, me iré a casa. No volveré a actuar así, es una promesa. Una promesa. Y de verdad... Lo siento. Suerte con esa chica, es bonita de verdad.
Ahí estaba sin saber qué hacer o cómo reaccionar, si darle su tiempo o... ¿O qué? ¿Empeorar las cosas? ¿Tenía algo más para decirle? Muchas cosas, pero ninguna eran posibles de mencionar.
Dejó el dinero de lado y asintió. No había nada para hacer. Así que sólo se limitó a mirar sus manos sobre el mostrador, la puerta hizo aquel sonido avisando la ida del chico. Estaba solo cuestionandose demás, era extraño como desde la mañana parecía estar tan mal, tan triste. No comprendía por que.
La tarde transcurría demasiado lenta, demasiado silenciosa y calurosa, poca gente iba y agradecía eso al estar solo, aunque solo recodar tal hecho le removía el estómago, algo había estado llendo demasiado mal, extrañaba el ardor en su garganta mientras bebía y al llegar a casa pensó en que eso podría hacer, si no fuera porque no había nada para beber. No le venderían siendo aún menor de edad y eso le frustraba.
Por mucho esfuerzo que hiciera su mente le daba vueltas a la situación de más temprano como una licuadora, a veces no tan rápido y otras llegaba a sentirse totalmente mareado.
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