3. Fiesta y ginebra

¿Cómo se comportaría Paz estando ebrio? Era una pregunta interesante. Y Nolan se lo preguntaba mientras esperaba bajo la solitaria luz amarillenta del alumbrado público. Autos iban y venían de vez en cuando, y Nolan solo observaba a la vez que sostenía un cigarrillo. ¿Paz eran de los que coqueteaban con medio mundo en las fiestas? Esperaba que no. ¿Y por qué no? Pues porque no.

Comprobó que su camisa de manga larga ya apestaba a tabaco. ¿Le molestaría a Paz ese aroma? A lo mejor sí. En un movimiento arrojó el cigarro al piso y lo apagó con el zapato. ¿Y si no llegaba? Que tonterías, por supuesto que llegaría.

¿Por qué se preguntaba tantas cosas en tan poco tiempo? Quién sabe. Quizás haber estado en casa lo había puesto nervioso, siempre pasaba así. Quizás no debió apagar su cigarro...

Nolan apagaba y encendía el encendedor. Veía la llamita roja brillar y luego la dejaba apagar. Todo se había quedado en silencio, era solo él y su encendedor. Comenzaba a aburrirse, aburrirse para no calificar a esa sensación como soledad. En algún momento, sin motivo aparente, acercó la llama a un hilo suelto de su camisa y esperó hasta que el hilo comenzó a quemarse. Divertido. 

Acercó el mechero al borde de la manga de su camisa, y miró cómo se tornó rojo rápidamente.

¿Y si se encontraba a Patrickson en la fiesta? ¿O en el camino? ¡Sería hombre muerto, ja! Posiblemente le rompería un brazo como le pasó a Matt. ¿Qué había dicho Patrickson la última vez que se encontraron? Ah, sí. Le había dejado esa cicatriz en la cara con la navaja. ¡Pero todo saldría bien! Sí. Siempre lo hacía. Por eso Paz iría con él a la fiesta, porque las cosas siempre terminaban bien. Y por eso pronto tendría a Paz a un lado suyo con su estúpida expresión de pocos amigos... Paz Durand, de diecisiete años... Ajá. De pronto, sintió algo... algo chistoso... Dolor.

—¡Mierda! —gritó, y comenzó a golpetear su brazo contra el poste de luz para apagar la manga, ahora en llamas.

Paz caminaba por la calle nocturna cuando no muy lejos visualizó a alguien batiéndose contra algo, imaginaba era un poste. «Es un loco», llegó a pensar, era raro verlos por allí pero eso no los volvía inexistentes. Solo que mientras más se acercaba más detallada era la vista que tenía del loco, ese loco era familiar. El loco era...

—¿Nolan? —corrió hacía él para acortar la distancia, pero al llegar no notó nada extraño, nada más allá del olor a quemado—. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? —no esperó un saludo, se encontraba más preocupado con el chico frente a él.

Le tomó de los hombros para inspeccionar, pero realmente parecía estar bien y luego de asegurarse, se separó dándole su espacio. Se notó siendo muy invasivo en su espacio.

Nolan se quedó perplejo, en silencio y quieto porque lo habían atrapado a media estupidez. Dijo por lo bajo, como distraído:

—No es nada... Estoy bien. Gracias.

Por fin sonrió. Sonrió sin burla, sin diversión, solo sonrío, pasando por alto lo que había sido una invasión del espacio personal y sin ninguna intención de explicar nada. Lo que hizo después fue apoyar su brazo (el de la manga quemada) y su peso en el poste de luz y luego mirar hacia Paz. Todo de manera inconsciente, como dejándose llevar entre un movimiento y el otro:

—Eh, ya te estabas tardando. Estaba a punto de irme pero yo no soy de los que dejan plantados —miró al cielo para añadir ahora sí con burla: —Y espero que no me dejes en ridículo con Helen. Ni con nadie. Tengo una reputación que mantener.

Una sonrisa un tanto de alivio un tanto maliciosa, hizo presencia en el rostro de Paz. Ciertamente tenía buena resistencia al alcohol, después de todo no podía vivir una semana sin beber por lo menos una gota del mismo:

—Dejaré tu nombre en alto, Nolan. Te buscarán para preguntar por tu amigo el guapo —agregó sutilmente. Lo cierto es que inicialmente no iba con otras intenciones, pero si lo pensaba bien, no tenía sentido solo ir por la bebida, la diversión no estaría mal—. ¿Qué dices, señor cortesía? ¿Nos vamos ya o esperamos para pasar un tiempo más a solas?

Nolan rió sin mucha gracia, golpeando ligeramente con su hombro a Paz al al comenzar a caminar. Caminaron entre la negrura de una noche y entre las calles semi vacías de esa ciudad medio fea. Bajo la luz ineficiente, todo lucía más interesante. Más diferente. Casi como un recordatorio de que cualquier cosa era posible de ahora en adelante. Casi como si el camino que conocía de memoria, se volviera otro. 

Nolan mantenía la postura tan despreocupada que lo caracterizaba, aunque discretamente volteaba a los callejones esperando que en algún momento Patrickson se apareciera con ganas de rayarle la cara con navaja. De momento no pasaba. Pero bueno, volvió a ver a Paz:

—Un día de estos me pondré un piercing. En la lengua, o en los labios no me importa. Para que las ancianas digan que me iré al infierno o una mierda de ese estilo. Aunque bueno, mi padre me mataría pero... Por lo menos tendría estilo, ¿no?

Paz lo pensó un poco y luego le miró, detalló cada parte de su rostro como pudo. ¿Desde cuándo las pestañas de alguien podían ser tan bonitas? No podía negar que ciertamente un piercing le daría un toque diferente a todo lo que era. Un toque mucho más atractivo tal vez, seguramente exageraba sus palabras.

Pero Nolan por supuesto que lo notó. Sentía como tenía la mirada de Paz encima, pero lo peor era que se vio incapaz de mirarlo de regreso. No podía. Sencillamente, por la razón que fuera, sostenerle la mirada era imposible. Quizás porque en el fondo sabía que, inevitablemente, con la mirada le daría su aprobación, le diría que no le molestaba, que aquello estaba «bien». Y eso volvería más extraño todo. Sería como aceptar que algo pasaba entre ellos. Algo. Lo que fuera. Nunca le daría nombre a ese «algo»

Luego de haberse tomado el atrevimiento de mirarlo como si su vida dependiera de cada detalle suyo, Paz fugazmente le miró a los ojos y por lo último volvió a mirar hacia adelante. Sentía ese calor de nuevo en sus mejillas, estaban calientes y otra vez por una persona, ni siquiera por el calor o sol, si no un chico. Por fin, respondió:

—Yo digo que sí, seguramente así le comienzas a parecer interesante a las chicas —comentó sintiendo que el silencio incómodo buscaba expandirse—. Siempre puedes confiar en la voz de un experto... —bajó su tono, como si quisiera que nadie lo escuchase—. Confía en mí.

El pequeño silencio que hubo después se sintió denso, repentinamente no les gustaba el hecho de ser los únicos en la acera. Era incómodo.

Aunque por otro lado, en alguna parte de Nolan, se sentía... Feliz. Por sentir que de alguna forma lograba ganarse la mirada de Paz, a pesar de la vergüenza, de lo extraña de la situación, de que Paz supiera que no terminaría bien. Paz le miraba a pesar de todo, y aquello significaba demasiado.

—Aunque, ¿sabes? —Nolan rompió el silencio intentando mantener su tono habitual—. No es como si yo fuera un asco con las chicas. El que debería preocuparse eres tú... Porque...

No pudo. No pudo decir ninguna estupidez sobre la apariencia de Paz. No con todo lo que acababa de pasar. Frunció los labios, y terminó por decir lentamente:

—Dudo mucho que no te volteen a mirar, en realidad. Dudo que puedas... Pasar desapercibido entre ellas. Tú sabes como son. Con los rubios, y esas cosas. Tú... Me entiendes.

Paz se mentiría a sí mismo sí quisiera pensar que no lo sorprendió, que no le causó efecto eso que parecía ser Nolan admitiendo que él era atractivo. ¿Para eso él debía creerlo, no? Esa pequeña posibilidad casi le sacó el aire. Las cosas iban a una velocidad que no sabía qué pensar, tal vez todo pararía ahí o tal vez en algún otro momento.

—Que te puedo decir, espero hoy tener suerte —las calles cada vez eran más silenciosas, en algunas casas se podía escuchar lo que parecían ser la radio o televisión si tenían suerte. Algunos perros latían ocasionalmente, pero tenía miedo, miedo de que ese silencio se extendiera aún más.

Tras unos minutos, Nolan era el único que sabía dónde estaban.

—¿Falta bastante? ¿O es una fiesta silenciosa? —Paz brevemente le miró de vuelta, como si la situación anterior no hubiera sido suficiente, en realidad no lo había sido, parecía incluso adictivo. Como el alcohol picoso que solía tomar, aún sabiendo que no debía si quería tener una buena y larga vida, el cual aún así le hacía un bien dañino y placentero. Nolan era como el alcohol para Paz.

En partes todo era confuso. Complejo. Complejo como esas cosas que Nolan nunca quería resolver, y que solo dejaba pasar de largo. En realidad, muy rara vez lidiaba con las cosas. Aunque fuera de vida o muerte. Y por eso no siguió con el juego de miradas y su expresión permaneció impasible.

—Ojalá fuera silenciosa —murmuró.

Caminaron un rato más, doblando por una calle donde todo pasaba de feo a peor, empezando porque el alumbrado público parpadeaba en algunas partes. Podía escucharse ya, canciones que resonaban, muchachos esparcidos por enfrente de una casa, apoyados en las paredes o en los autos, sosteniendo vasos y charlando. Algunos reconocían a Nolan, y por ello saludaban alzando la mano y con gritos. Nolan por supuesto, correspondía, ya sonriendo.

—¡Pensé que Patrickson te iba a matar la otra vez, Nolan! —chilló una muchacha sentada sobre la cajuela de un auto.

—¡Yo también! —respondió él, medio riéndose.

La música ya ahogaba las voces. La casa era lo suficientemente grande para la cantidad de gente que tenía contemplada, lo que justificaba la cantidad de personas afuera. Aun así, desde la puerta, podía verse un puñado de gente adentro. Y entonces, antes de que ambos muchachos entraran, Helen, una chica pelirroja de trenzas, dio un grito de emoción que aturdía los tímpanos:

—¡Miren quién está de vuelta!

Antes de que Nolan pudiera responder, Helen ya se había lanzado a abrazarlo. Se quedaron ahí unos segundos antes de separarse.

—Hasta que te apareces, desgraciado. Y apareces con compañía.

—Te presento a Paz —Nolan le dio un empujón a Paz con el brazo para acercarlo—. Trabaja conmigo en Roger's. Paz, ella es Helen. Se amable con ella o te sacará los ojos.

Paz le sonrió un poco a la chica, pero si quería tomar fuerzas para socializar necesitaría una buena dosis de lo que fuera que estuvieran en esos vasos.

—Un gusto, soy Paz —pero se notaba el poco esfuerzo, el cual para disimular comenzó a ver su alrededor, tal vez llegase a parecer distraído con el lugar y no un maleducado. También no quería pasar mala impresión.

Lo único que Paz escuchó o por lo menos prestó atención fue a un «igualmente, un gusto».

—¿Dónde puedo encontrar un poco de eso? —preguntó Paz apuntando a un vaso que estaba en manos de un desconocido no muy lejos de ellos. Se volvería loco con tanta gente junta y el ruido, antes de tener dolor de cabeza prefería la resaca del día siguiente.

—Eh, primero la gente diría algo como «que frío hace» o «joder que horribles canciones». Pero no me ofenderé por hoy —respondió Helen a Paz—. Vamos antes de que se acabe.

Entraron los tres. Entre el puñado de gente que parecía estar bien interesada en hablar fuerte y reírse hasta casi escupir lo que bebían. Helen los guió a la cocina, donde había un puñado de botellas vacías y semi vacías, escogió una de cristal en específico y sirvió en vasos. Se los pasó.

—Cuidado y te pase como la última vez que acabaste vomitando en la alfombra —dijo Helen riendo, mientras miraba a Nolan.

—Hoy no, hoy estoy como cuidándolo —contestó Nolan señalando con la cabeza a Paz.

—A ti es al que van a acabar cuidando —ella se rió—. La última vez estaba tan mal que no pudo irse a casa. Literalmente, pensó que se iba a morir. ¡Y se durmió en la tina! —contó Helen a Paz—. ¡Y esa otra vez que se acostó con la maldita de...!

—¡Para! Es muy temprano para humillarme.

—¿Y aún así te preocupa que yo te vomite encima? —se sumó Paz.

Paz no podía evitarlo, su expresión lo delataba, pero antes de que pudieran notarlo se giró un poco para reír. Escuchar esas cosas de Nolan y ver cómo se avergonzaba de ello parecía divertido, pero no muy divertido, tal vez era su expresión, esa que hacía que parecía estúpidamente tierna a su vista. Probablemente estaba mirando demás.

Cuando Paz recobró la compostura bebió del vaso. Al principio, como siempre, sintió un ardor, pero luego fue como beber un jugo. Necesitaba un poco más o algo más fuerte. Considerando que había sido demasiado grosero, optó por ver ese tema luego, ya encontraría algo bueno.

De un momento a otro la música cambió, y un grito eufórico, como si de un concierto se tratara, resonó en la casa. Paz sintió ese dolor de cabeza de nuevo, necesitaba un trago más.

—Iré a pasear por allí, fue un placer conocerte Helen —avisó Paz en busca de aventurarse un poco entre tanta gente, también no quería que Nolan fuese su niñera.

Nolan no tuvo ni tiempo de decir nada cuando lo vio marcharse, así sin más. Por un segundo incluso pensó que Paz se iba a largar, y por ello no movió su vista de él hasta que lo vio perderse entre la multitud y entre la música y entre el aroma a tabaco y más porquería. Frunció los labios, quería seguirlo, pero no quería parecer demasiado idiota... Incluso podía sentir como... ¿Frustración? Una horrible.

—Interesante tu amigo, Nolan —dijo Helen mientras se subía, con un salto elegante, a la alacena para sentarse. Nolan sabía que ese interesante era más bien «extraño». Helen le miró, amenazante—. Pero cambiando de tema, la verdad es que te mataré si no me eres sincero... Así que dime, ¿qué te pasó en la cara?

—¿Te diste cuenta?

—Cualquiera lo notaría —replicó ella, sin apartarle la mirada—. ¿Qué te pasó?

No había forma de mentirle, no a ella. Nolan pensó un poco en su respuesta, hasta que luego murmuró:

—Patrickson. Pudo ser peor.

—Definitivamente pudo ser peor —aseveró ella—. ¿Ya no le debes nada?

—Más o menos.

—¡¿Cómo que más o menos, idiota?! —parecía alterada—. Sabes como es, sabes lo que le hizo a Matt. ¡Oh, Dios! Mientras más lo evites, peor será.

Nolan terminó por dar un gran trago a la ginebra, tan rápido que hizo una mueca. No veía a Paz desde donde estaba. Después, aseguró:

—Lo tengo controlado.

—¿Así como te controlas cuando fumas?

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Las personas se empujaban entre sí mientras «bailaban». Hacía demasiado calor ahí, Paz necesitaba un poco de aire.

—Toma esto amigo, se ve que lo necesitas —una chica le pasó un vaso de repente.

Antes de que pudiera irse, Paz sostuvo la mano de la misma. Tomándose la bebida se mantuvo observándola. La chica parecía un tanto sorprendida, para nada estaba borracha, eso se podía notar.

—¿Tienes algo más fuerte? Esto es agua para mí —le dijo él, todavía sin apartarse el vaso de los labios.

Una sonrisa se formó en el rostro de la misma.

—Que rara manera de coquetear tienes —lo inspeccionó de arriba abajo—. Sígueme.

En un movimiento rápido ahora era ella quien lo agarraba a él guiandolo entre la multitud apretada.

—¡No es exactamente una bebida más fuerte! —debido a la música que se hacía más y más escandalosa, ella se encontraba gritando—. ¡Pero luego de que lo pruebes, sabrás lo bueno que es!

»»————- ★ ————-««




Nolan ya no respondió, solo su semblante se tornó serio. Dio trago tras trago hasta que de la nada ya no había nada en su vaso y tuvo que ir a por más.

—Creo que tu amigo, el rubiecito, te abandonó —dijo ella.

—No es como que tuviera que estar conmigo todo el tiempo —contestó mientras se servía.

—¿Estás molesto?

—¿Con qué?

—Con que te haya dejado. Te ves molesto.

—No lo estoy.

—Mira, ahora más —Helen parecía muy curiosa respecto a ese hecho.

—Solo... —intentó buscar una excusa, y mientras lo hacía, deslumbró por un breve instante a un chico rubio entre la multitud tomado de la mano de una chica. Helen giró la cabeza para intentar ver que miraba Nolan tan fijamente, casi sin parpadear. Luego, él preguntó de golpe: —¿Está Margaret acá?

—¿Margaret? Ah, sí. Creo que estaba bailando. Pero no estoy segura, así que... ¡Nolan, carajo!

Y luego ahí estaba Nolan. No sabía ni porqué, ni para qué, pero estaba ahí, dirigiéndose hacia esa chica de cabello rizado y que bailaba a un lado del reproductor de música junto a sus amigas como desquiciada. Estaba furioso. ¿De qué? Ni idea. Estaba aplastando su vaso. Margaret estaba cada vez más cerca.

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