29. ¿Recuerdas todas esas veces?

—¿Paz?

De repente todo su cuerpo entró en alerta, alguien lo había visto, alguien que lo conocía. Tardó un poco hasta finalmente descifrar de quién se trataba y cuando lo consiguió no supo cómo sentirse, nostálgico, asustado o incluso sorprendido.

Secó un poco sus lágrimas y limpió su cara con su camisa, así dándose cuenta de un importante detalle, había dejado sus cosas atrás también.

—¿Clarke? —ahí estaba, su viejo amigo y Dios... se veía realmente mal, peor de lo que lo había visto antes.

—Lo que queda de mí —sonrió a duras penas, era una escena bastante similar al pasado, cuando los dos estaban igual de mal, la diferencia era que de alguna manera Paz había conseguido salir y Clarke no—. ¿Todo bien?

La pregunta tenía una respuesta obvia a simple vista, pero lejos del sarcasmo Paz no supo qué debía decir... Sus fuerzas no bastaban para intentar mentir y fingir que era así:

—No lo creo.

Con un ademán de su mano su contrario lo invitó a seguirlo. Caminaron hasta quedar detrás de uno de los containers, allí había un bolso que suponía era de Clarke.

—¿No lo has dejado? —Paz tomó asiento en la grama en cuanto el chico imitaba su acción.

—¿Acaso tú lo dejaste por completo? —de ahí había aprendido su sarcasmo y humor rancio, del Clarke que no intentaba caer bien—. No te hagas el santo, sabes bien de lo que hablo...

—Supongo que para todos es difícil dejar algo completamente...

—Sí... —el chico prendía un cigarrillo al mismo tiempo que se lo ofrecía a Paz, este último lo rechazó—. ¿Qué ocurre?

Hubo un instante de silencio... Ni siquiera él podía describir lo que ocurría"

—Demasiadas cosas —finalmente, sintió como soltaba un peso y con ello el nudo en la garganta y las ganas de llorar volvieron—. ¿Siempre ha sido así de difícil?

—Supongo, creo que la mayoría del tiempo no estoy aquí como tal, entonces no soy quien para responder eso —su risa era como el recordatorio de lo jodidos que siempre se habían sentido.

—Clarke.

—¿Qué?

—Creo que... soy gay.

Otro extenso espacio para el silencio volvió a prolongarse, tal vez esperaba reprobación, asco o incluso violencia. Pero realmente, en el fondo lo que quería era que alguien finalmente lo escuchara porque sentía que se moría y que lo hacía tan silenciosamente que dolía.

—Mierda... Paz. ¿Cómo?

El rubio se llenó de valor para mirarlo, confundido:

—¿Cómo? No lo sé, solo sé que está este chico que amo... Y estoy realmente seguro que lo amo. Hemos pasado cosas tan increíbles y ahora, siento que no lo conozco y tengo miedo de eso, siento que me ahogo, pero no lo quiero dejar, porque no puedo, no puedo vivir si él ya no me ama —repentinamente todo quería salir, sus lágrimas, sus sollozos, quería gritar porque sin importar nada, dolía y seguía doliendo—. Mi mamá ahora lo sabe y creo que también me odia. No entiendo nada... Y eso me mata, porque no sé qué hacer. Estoy solo Clarke, más solo que antes. Lo tenía todo y ahora lo perdí todo... Siento que lo perdí a él.

Y no entendía como el castaño sentado a su lado seguía sin reaccionar. Le había dicho que amaba a otro chico, a otro hombre. ¿Qué estaba esperando? Y las pausas silenciosas solo lo desesperaban aún más.

—No estás solo Paz, yo estoy aquí —y podría haber esperado cualquier cosa excepto eso—. Yo siempre seré tu amigo, tu hermano. ¿Me entiendes?

Y sentía más confusión. ¿Acaso él también había perdido la cabeza?

—¿No me odias? ¿No te da asco? —y repentinamente era como la primera vez que se habían encontrado, Paz con miedo a ser rechazado y Clarke demostrando que había mucho más allá de las cosas simples.

—¿Y acaso eso cambia quién eres? Mírame Paz, luego mira dónde estás sentado, no estás aquí por como me veo si no por lo que conoces de mí.

—Mierda —las lágrimas no paraban de salir—. Mierda Clarke, estás loco.

Sintió una mano sobre su cabeza que despeinaba su cabello, nuevamente un sentimiento que desconocía se hacía presente, se sentía protegido por el chico que estaba peor que él... Sentía que tenía un hermano. Y eso bastó para hacerlo reír entre lágrimas. No había forma de que Clarke fuese un hermano para él, pero lo estaba siendo.

—Creo que aquí el loco eres tú. Pero dime... ¿Qué fue lo que ocurrió?

Con una pausa Paz comenzó a organizar su mente, era difícil de explicar lo que había pasado:

—Muchas cosas —murmuró ajeno a la mirada contraria.

—Ve despacio, desde el comienzo.

Y aquello fue una luz entre tanta oscuridad, el comienzo. Esa noche de fiesta... No, ese día en Roger's.

—Cuando comencé a trabajar, no tenía la mínima intención de entablar una amistad con él. No creí que duraría tanto tiempo y mucho menos que fuera necesario —pensar en la persona que había sido meses atrás era como pensar en alguien totalmente diferente a lo que era en su punto actual—. Supongo que para Nolan es diferente, él realmente comenzó a intentar hablar y creo que antes de que pudiera darse por vencido fue cuando fui notando que él realmente me agradaba. Entonces quise caerle bien de verdad, me esforcé para que viera que era más que sólo un amargado u engreído.

Miró la mochila en el piso, Paz estaba seguro de qué era aquello en esa botella, entonces no lo pensó mucho cuando la tomó de la mochila, la abrió y solo dió un trago seco. No le importó que Clarke intentara detenerlo, era lo que necesitaba en ese momento, algo familiar.

—Y pasaron las semanas, que luego se convirtieron en meses, entablamos una amistad...Con ello más confianza. Comencé a bromear, de forma inusual, pero entonces él no retrocedía con mis juegos, era un tira y afloja, no creí que hubiera algo demás en eso. Hasta que en una fiesta, cuando vi que besaba a alguien más, yo... Me enojé, había fumado algo que no debía y casi cometo otros errores —esa sensación de verlo con alguien más, aunque fuera solo en recuerdos, ardía dentro de sí—. Esa noche yo casi lo besé y desde entonces muchas cosas cambiaron.

El factor determinante no había sido el mejor, pero justo eso los había llevado a acercarse, a vivir tantas cosas juntos. Lo siguiente fue hablar de cómo estúpidamente había querido hacerse pasar por olvidadizo, fue inevitable no reír con su estupidez. Entonces llegó la parte donde tuvo que ayudarlo en algo muy importante, pero como no logró salvarlo de la fractura de su brazo y como ese desafortunado evento los llevó a ser lo que eran, novios.

Contar todas aquellas vivencias donde solo recordaba lo feliz que se sentía era nostálgico, porque comenzaba a querer a Nolan cerca de él, quería en serio dejar todo lo demás de lado y solo tener que pensar en él. Y entonces por un momento era divertido contar cómo habían golpeado a aquel chico, explicando los moretones en su rostro, o cuando aquella señora los había visto mal. Pero eso solo era porque estaba bebiendo demás, porque no se daba cuenta de cómo lloraba o tal vez solo se había acostumbrado a las lágrimas.

Paz estaba destrozado, porque contar cómo su madre, la única otra persona en la que confiaba y amaba plenamente simplemente se había negado a aceptarlo le dolía. Y ahora el chico del que estaba completamente enamorado se había mostrado como era... pero a Paz no le importaba, podría levantarse ahí mismo e intentar ir detrás de él, decirle que se fueran de ahí, que lo perdonara. Pero cuando sé levantó un fuerte mareo lo derrumbó y tan impotente como un niño volvió a llorar desconsoladamente, porque ni siquiera sabía dónde estaba. ¿Realmente conocía a Nolan?

Y su mente volvía a darle vueltas al asunto sin cesar y dolía y tenía ganas de vomitar. Entonces mientras lo hacía escuchaba como Clarke le decía que pasaría, que todo estaría bien, que su madre lo iba a entender. Tal vez el chico no quería verlo llorar pero Paz no podía evitar sentir que se moría un poco más a cada instante que pasaba.

—No es el fin del mundo. Escucha, por lo que dices ambos se quieren mucho, sólo deben hablar.

Pero el rubio negaba, porque él sabía cosas que Clarke no. Esos detalles que determinaban el por qué ese conflicto sería tan difícil de resolver. Ya no tenía fuerzas para llorar, pero cuando creía que se estaba tranquilizando volvía a recordarlo todo y comenzaba el ciclo.

—No lo entiendes. No es tan fácil —su voz terminaba opacada por los sollozos.

—Lo estás complicando...

—¿Crees que yo lo complico? ¡¿Cómo podría complicarlo si lo amo?! ¡Carajo! ¡Yo realmente amo a Nolan! Pero... —ocultó su rostro entre sus manos, su cabeza dolía y dolía, sentía que iba a explotar. Su rostro estaba totalmente caliente—. Tengo miedo. Miedo de él, ¿cómo le temes a alguien a quién amas? —su pregunta se sentía como una súplica por respuestas—. Todo es siempre tan confuso... Quisiera que nada de esto hubiera pasado, que hubiéramos huido, que fuéramos él y yo... si hubiera alejado a Robin desde un principio Nolan no se hubiera enojado tanto —sentía como lo único que hacía sentido era que la culpa era suya.

Rápidamente volvió a tomar el impulso para levantarse. No importaba lo mareado que estaba, tenía que irse de allí. Ya no había nada para beber y necesitaba algo para beber. Necesitaba algo para no pensar.

—Oye, ¿a dónde vas así? —escuchó la voz de Clarke detrás de sí. Pero Paz no quería escuchar, solo caminaba sin rumbo.

Sentía que pasaban horas y horas y no llegaba a ninguna parte. Repentinamente una luz emergió a un costado, era demasiado fuerte, demasiado blanca y se acercaba cada vez más, escuchaba un claxon o eso creía porque no distinguía bien de qué se trataba.

—¡Paz! —Lo siguiente que ocurrió fue que fue empujado hasta caer lejos de dónde se encontraba, golpeándose violentamente con la caída—. ¡¿Estás loco?! ¡¿En qué estabas pensando?! ¡Mierda!

A unos pocos metros la luz blanca pasaba rápidamente, aquello nunca se habría detenido.

—Mierda. Carajo Paz... —Clarke respiraba con dificultad. Parecía estar... llorando. Y eso también era su culpa—. Diablos.

Lo que sintió fue como despertar, si antes de Nolan sentía un vacío, en ese momento lo volvía a sentir tres veces peor. Tanto como para no importarle lo que le ocurriera. Se sintió tan idiota por haber huido, por haberlo dejado atrás, era lo único que le quedaba y había actuado de la peor forma. Era su culpa.

—No hagas algo así de nuevo, sí vuelves a casi morir de nuevo no me lo perdonaré... —y la voz temblorosa de Clarke lo confirmaba. Esa era su realidad, una dónde había terminado por arruinar todo.

—Eso no importa —su mirada ahora estaba en sus manos, o eso creía, estaba demasiado oscuro. Era como en el pasado, su historia se repetía. Solo que en esa ocasión se sentía incapaz de siquiera intentar vivir nuevamente.

La voz de su madre y Clarke hablando se escuchaba lejana. La televisión pasaba un programa que no terminaba de entender. Sus ojos querían cerrarse pero no podía, porque tenía miedo de lo que podría ocurrir si lo hacía.

De repente la televisión fue apagada. Su madre estaba frente a él, sola.

—¿Qué ocurre? —su voz, sus ojos cristalinos, las manos que apretaban con fuerza sus hombros. Ya había visto una escena parecida en el pasado—. ¿Paz, ahora qué ocurrió? ¿Por qué desapareces así?

—Es que.

Pero su voz se quebró, no quería responder esa pregunta por segunda vez en aquella noche. Sentía una fuerte y aguda punzada en el pecho, el nudo en la garganta dolía como el infierno y sus ojos nuevamente estaban desbordados de lágrimas. ¿Nunca se detendrían? Ahora se distraía con esa pregunta aunque había otra...

—¿Realmente ya no me quieres?

El silencio de su madre le otorgaba esa desesperación por saber una respuesta. ¿Nolan lo amaba, cierto?

—Paz, dime qué pasa hijo...

—Mamá, ¿tú me amas? —y su desesperación comenzaba a ser obvia en sus palabras—. ¿Puedes creer que Nolan me ama a mí y yo lo amo? ¿Puedes aceptarlo? Por favor...

—Paz, escucha lo que dices.

—¡Claro que me escucho! ¡Solo quiero que me respondas! —necesitaba esa afirmación. —¡¿Por qué es tan difícil para ti?! ¿Sí me amas no deberías aceptarme? Sí tan solo me hubieses escuchado nada de esto estaría pasando... Sí realmente me amaras —había perdido el control nuevamente. Todo era una combinación que como resultado tenía el desastre que era.

Y entonces el silencio era repentinamente demasiado abrumador, no quería estar allí. Se apartó bruscamente con intención de irse pero su madre lo detuvo.

—Paz mírame —solo que no importaba lo que hiciera el chico se oponía con fuerza.

—Déjame, ya déjame tranquilo —balbuceaba lo mismo sin fuerzas para más que no fuese irse de allí.

Entonces el impacto llegó. Su mejilla ardía y finalmente su mirada se encontró con la de su madre. Una bofetada, algo nuevo.

—Perdoname Paz, pero necesito saber qué ocurre. Soy tú madre, claro que te amo y me duele verte así —las lágrimas que recorrían sus mejillas eran la evidencia de sus palabras.

—Lo perdí todo, a ti, a Nolan... ¿Eso te basta? ¿Eso es suficiente información para ti? —lo directo que había sido, sentir aquello como hechos era desgarrador.

—Paz... No me has perdido. Cariño, soy tú madre. Las cosas que dije yo... Lo siento, nunca quise lastimarte. Es solo que, es difícil. Eres mi único hijo, quiero lo mejor para ti —la vulnerabilidad del chico permitió que bajara la guardia—. Sabes lo que ocurriría si ese rumor se esparciera. No quiero que te señalen al caminar, que te golpeen, no quiero eso para ti —a ese punto parecía que las lágrimas no contaban con un fin—. Seguramente estás confundiendo las cosas y...

Con aquellas palabras el chico volvió a tensarse:

—No estoy confundido, ¿cómo podría estar confundido? ¡Yo amo a Nolan! —sintió perder el control.

Su madre se mantuvo en silencio por un momento:

—Bien... lo amas pero, él no está aquí, ¿cierto? Entonces sí es así, ¿crees que él te ame a ti lo suficiente? Paz, ese chico te hizo daño y, creo que deberías darte cuenta.

—No. Nolan también me ama, él realmente me ama. Yo lo sé.

—Hijo, no le haces daño a quién a amas. Y sé que estás así por él, tiraste todo lo que habías conseguido por él.

Con cautela Elizabeth fue guiando a Paz por la casa.

—Necesitas pensar bien las cosas, tal vez, darte un tiempo. ¿No te gustaría pasar unos días en casa de tus abuelos? Seguramente ese aire te haría mejor.

—¿Y Nolan? No puedo dejarlo atrás y sólo, no otra vez —la preocupación de Paz dejaba transparecer como se mantenía bajo el efecto del alcohol.

—Él también tendrá tiempo de pensar mejor todo... —y aunque le extrañaba como su madre parecía mucho más tranquila que él, sí ella decía que lo amaba, significaba que decía aquello por su bien y por mucho que ni siquiera él comprendiera su lógica estaba seguro de ello.

»»----- ★ -----««

Aquella vez, cuando le rompieron el brazo, había creído que con ello había conocido el «verdadero» dolor. Pero de dolor Nolan no sabía nada. No sabía nada hasta este preciso momento, cuando todo se redujo a la mirada aterrorizada de un chico donde antes había siempre comprensión, y a la cada vez mayor distancia que se formaba entre ellos. Porque fue tan doloroso que no había modo de creer que aquello no lo iba a matar o de siquiera desviar la vista de la calle ahora vacía y solo oscura.

Porque se había ido. Se había ido y no había motivos racionales que justificaran perseguirlo.

Cuando pudo moverse fue para mirar el auto. Sintió miedo por lo que encontró, por lo que era capaz. Y el vidrio fragmentado de la ventana destellaba. Aturdido, se acercó hasta estar frente a él, donde parecía que las decenas de fragmentos de cristales lo reflejaban únicamente a él, de manera acusadora. Ahí su conclusión fue abrupta; el problema era él. Las drogas solo eran otra de las múltiples cosas que añadían más a su porquería de historial.

Había pasado tanto tiempo culpando a las cosas equivocadas que había perdido la respuesta de todos los males incluso cuando estaba enfrente. Él. Era la enfermedad, la «puta plaga», él era lo que había golpeado a esa chica contra un auto sin compasión, él era lo que hacía llorar a su madre, él era lo que aterrorizaba a ese chico y lo que había desmoronado la única cosa en la que creía; su amor con Paz.

Había creído, estúpidamente había creído que en el momento en el que llegara al apartamento de Albert, podría controlarse. En qué las lágrimas y toda esa mierda patética quedaría en un punto y aparte. Pero se había equivocado, y ahora solo llevaba diez minutos sentado en el sillón con olor a orina de perro, intentando quedarse lo suficientemente quieto para que Albert no notara las manchas de lágrimas que tenía sobre el pantalón, o las nuevas que se abrían paso entre las mejillas. Era extraño. Él siempre había podido contener las lágrimas bajo cualquier condición desde que era un niño, especialmente porque llorar frente a su padre era de los errores más graves para cometer. Entonces, ¿qué había cambiado ahora? ¿Por qué su cuerpo temblaba al son de las ganas de sollozar, mientras Albert se paseaba por la cocina en búsqueda de la droga cuyo escondite había olvidado?

Mierda. ¿Qué haría ahora? Él y Paz podrían perder su empleo y dinero por el incidente del auto. Robin podría levantar una orden de arresto si quería. Y su relación... Mierda, su relación...

—¿Me estás oyendo? —preguntó Albert desde el marcó de la cocina, parecía que tenía varios segundos hablando—. Te pregunté, ¿de quién mierda es la otra mochila que trajiste? ¿Te la robaste o algo así?

La respuesta de Nolan fue silencio.

—De acuerdo. ¿Por lo menos puedes fingir que no estás aquí solo por tu puto jaspe? ¿Eh? —desganado, Albert arrojó los cigarrillos de no-tabaco en la mesa de té frente al sillón—. La casa no invita. Más vale que tengas dinero en la billetera.

El sillón soltó un rechinido y se hundió más cuando Albert tomó asiento:

—Mierda, Nolan. Este es del bueno, te va a encantar. No es como el de la perra al que le compras, ella lo mezcla con quien sabe que porquerías.

Nolan tomó el dichoso cigarrillo, y el hecho de solo verlo, olerlo, provocaba tal urgencia que hacía que su mano temblara. Pero, ¿esto significaba que todas esas conversaciones, esas cosas que le había dicho a Paz sobre Lorian, sobre deudas con Patrickson, sobre miedo de perder, habían sido completamente en vano? ¿Y las cosas que Paz le había dicho, sobre apoyo, sobre amor, sobre comprensión incondicional, se reducían a nada y se iban por un vacío? Por un momento creyó que tenía poder de decisión, y voluntad para levantarse e irse. Pero Dios, no. Esa noche no. Ni ninguna otra, en realidad. No podía luchar contra la posibilidad de olvidar todo lo insoportable en cuestión de minutos.

No sabía cuánto tiempo llevaba en ese asqueroso sofá, con la cabeza hacia atrás sobre el respaldo y mirando al techo. El porro, que definitivamente no podía ser el primero, estaba cerca de consumirse por completo, a punto de quemarle los dedos. Nolan levantó perezosamente su mano para comprobar que todavía aguantaba un poco más, y luego desvió la mirada a Albert, quien permanecía completamente hacia delante como si su cabeza pesara toneladas. Lo escuchaba murmurar cosas, aunque sus palabras no eran entendibles. Tampoco entendía nada de lo que salía de la tele, nada de lo que decía aquella mujer. Cerró los ojos solo un instante... Y luego...

—¡Nolan! —Albert lo sacudió para despertarlo.

Y Nolan entreabrió los ojos en lo que asentía la cabeza para decir que estaba escuchando.

—¡¿Dónde mierda... Habías estado todo este tiempo?! Todo el verano. No te encontraba en ninguna parte de la ciudad.

—Estaba en... —miró al techo, como si las palabras que buscaba estuvieran flotando y no pudiera del todo interpretarlas. Así que solo concluyó: —Un lugar bonito.

—Que mierda contigo y tus respuestas.

Nolan rió mientras en un movimiento abrupto, desviaba la cabeza a la dirección opuesta:

—Puto psicópata.

—¿A qué viene eso?

—No sé.

Volvió a cerrar los ojos. Y los volvió a abrir cuando sintió que los dedos le ardían por el cigarro consumido en su límite. Apartó las cenizas en lo que buscaba con la vista más para fumar.

—¿Recuerdas que te dije qué estaba en un lugar bonito? —preguntó.

—Ajá.

—Pues me sacaron de ahí porque yo también soy un puto psicópata.

Albert seguía con la mirada fija en el televisor, con parpadeos pesados. Luego solo se encogió de hombros mientras soltaba una leve risa, como si algo le hubiera hecho gracia después de minutos enteros:

—Nolan, es que, la gente como nosotros —por alguna razón tuvo que hacer énfasis en eso, señalandose a sí mismo y luego a Nolan—. Pertenecemos aquí, a la mierda.

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