28. Cristal fragmentado
Al día siguiente, el dolor de cabeza era soportable en comparación al ser ignorado en todo momento por Elizabeth. En la escuela nunca había sentido tanta desconexión como aquel día, llamar la atención de algunos de sus compañeros justo cuando estaba en el peor de sus días era de las sensaciones más incómodas. Una mañana tan solitaria, porque ni siquiera Clarke o Clarie estaban por allí para hacerle compañía, finalmente sintiendo culpa por nunca apreciarlos como debía. Porque eran los únicos que habían soportado su actitud después de tanto tiempo.
Lo único que ansiaba era ver a Nolan, pero entonces sabía que debería ser sincero, decirle que su madre sabía y lo que había pedido, entonces no tenía idea de cómo empezaría aquella conversación. Cuando estaba casi llegando al trabajo sus creencias de que terminaría vomitando aumentaban, no sabía si era por la resaca, por la soledad que lo había acompañado aquella mañana o por tener que decir cosas que no entendía ni como él mismo había soportado.
Forzó una sonrisa y dijo «hola», el reencuentro más raro que habían tenido. En el almacén mientras cambiaba su camisa, pronunció un alarmante «tenemos que hablar».
La intuición de Nolan, su excelente intuición. La que lo había salvado en incontables ocasiones..., esa estúpida intuición había estado haciéndole pasar un mal rato desde que Paz había llegado al local. Es que... Algo estaba mal. Las señales ahí estaban. Señales sutiles pero que de Paz no había forma de no notar y que solo le hacían preocuparse mientras más pensaba en ello; las ojeras más marcadas, el viejo tono antipático, la mirada... ¿Qué había pasado de un día al otro?
Nolan permaneció en silencio recargado en la pared del almacén, pensando en cómo preguntar al respecto. Miraba a Paz cambiarse de camiseta. Pero luego sus pensamientos se vieron truncados por ese repentino «tenemos que hablar». Sintió algo parecido a miedo, debía ser miedo. Era miedo. Miedo desproporcional. «Presentía» que estaba por escuchar quizás la cosa más horrible jamás dicha por nadie... Podía ver en Paz que así sería. El miedo no dejaba de aumentar. Pero reunió valor para solo seguir ahí.
—¿Qué ocurrió? —murmuró.
¿Y si todo cambiaba después de una pregunta tan simple? Su intuición...
Quizás Paz nunca se había mostrado tan vulnerable con nadie, pero entonces era Nolan quien estaba ahí para él y no se sintió tan horrible cuando dejó escapar algunas lágrimas antes de hablar:
—Lo sabe todo, mi mamá lo sabe Nolan... Lo siento, no sé... No sé qué salió mal...
—y era difícil decir aquello, porque le faltaba el aire, porque se había estado negando a creerlo—. Anoche, hubo una cena en casa con un amigo de ella y su hija. Resulta que Robin es su sobrina, así que también estaba en casa —repasar los hechos al inicio no parecía tan terrible, pero recordar lo que venía después era un detonante—. Dijo habernos visto el sábado y también muchas cosas fuera de lugar... Mi mamá no sabía que había salido contigo el fin de semana porque... —entonces tener que decir aquello sólo empeoraría la situación—. No le agradas. Así que le había mentido, y al final sacó sus propias conclusiones.
Las palabras que Nolan esperaba nunca tener que escuchar, habían sido dichas. Realmente... ¿Estaba pasando? ¿El peor de los escenarios se estaba, se había vuelto realidad? No, no podía ser cierto. Tenía que ser una horrible broma de mal gusto, algo así. Una pesadilla. Una estúpida pesadilla. Pero entonces, ¿por qué las sensaciones eran reales? La angustia, el miedo, odio inmenso, todo eso era tan real que dolía. Luego las lágrimas de Paz no hacían más que sumarse, generar más y más angustia, más deseo de que todo estuviera bien.
—Espera, no llores —fue lo primero que salió de su boca cuando pudo reaccionar, lo repitió: —No, no llores. De verdad, yo no puedo verte llorar. Paz...
¿Tenía derecho a decir eso cuando a él también se le escapaban las lágrimas? Nolan acortó la distancia y fue a tomar el rostro de Paz entre sus manos. Nunca lo había visto de esa forma, nunca. Y ni siquiera él le había contado la peor parte (¿qué le había dicho su madre?) Y sin embargo, sin embargo... Nolan sabía que iba a ser tan devastador que...
—No fue tu culpa, ¿de acuerdo? No hiciste nada mal. Tú... Intentaste mantenerlo en secreto, nosotros realmente lo intentamos y... —¿y qué? Mierda, si tan solo pudiera pensar más claro, estrecho a Paz contra sí—. Nada de lo que pase ahora es tu culpa.
Estar así era como si momentáneamente todo estuviera bien...
—Me pidió que lo dejara todo, el trabajo, las salidas, a ti... —entonces ese nudo en la garganta realmente dolía—. Pero no puedo... Simplemente no puedo hacer eso. Yo realmente te amo, Nolan —se aferraba aún más al chico, porque pensar en tener que dejarlo atrás era como vivir una verdadera pesadilla entre tantas cosas terribles—. No creo que le diga a nadie... Sólo está realmente decepcionada de mí —pero eso también le afectaba, imaginar en no tener más esa mirada amorosa y cambiarla por la de quien realmente parece odiarte era parte de lo más difícil.
Nolan tenía que detener las lágrimas, ¿de qué iba a servir? Tenía que parar a pesar de que fuera doloroso, a pesar de que sentía el cuerpo tembloroso de Paz. Solo estaba pensando en fumar otra vez... Pero de alguna forma creía que podía tener arreglo. Es decir, no podía estar perdido, era imposible. Así que después de unos minutos, decididamente se separó y tomó a Paz por los hombros:
—Escúchame, no te voy a dejar ir. Pensaré en algo, cualquier cosa. Podríamos seguirnos viendo de alguna forma, o si no... Nosotros podríamos... —estaba hablando más rápido de lo que estaba pensando—. Podríamos irnos a un lugar donde nos dejen tranquilos, lejos. Donde nadie nos conozca. Podría... Tomar todo el dinero de mi padre, o pedirle a Patrickson, no me importa. Lo que sea. —¿pero por qué quería llorar otra vez? ¿Por qué sonaba muy fantasioso incluso para él o por qué en serio necesitaba fumar o se iba a morir?—. Entonces nos iremos, ¿no habías dicho algo sobre un pueblo? Eso. Podemos hacer eso... O lo que sea. Pero no te dejaré.
Paz analizaba sus palabras y repentinamente la idea no estaba mal, pero no quería que Nolan hiciera algo tan radical así que negó un poco:
—No necesitamos irnos ahora, podemos reunir todo lo que ganemos del trabajo. Ahora no es buena idea, solo debemos planear una fecha... —entonces realmente podía sentir ese pico de esperanza nuevamente. Existía una posibilidad y quería aferrarse a ella con todas sus fuerzas. Sonrió un poco mientras mantenía su mirada fija en Nolan: —Eres un genio.
—Tienes razón, solo hay que pensar las cosas con calma —nada sonaba muy «radical» en ese preciso momento—. Va a funcionar. Voy a hacer que funcione... Porque... Si tú madre sabe que no la vas a escuchar, te enviará lejos.
Seguidas de sus palabras, hubo un silencio fúnebre. Se estaba desesperando otra vez, por la mera idea de que las cosas no resultasen. Nolan se separó y se pasó las manos por el rostro para hacer el intento por pensar. ¿Qué haría si no funcionaba? ¿Cómo viviría con eso? Su respiración acentuó la reanudada y desbordada angustia, Nolan continuó:
—O podría intentar hacerla cambiar de opinión —se respondió a sí mismo: —Es una completa idiotez. O quizás podríamos... Podríamos... —no tenía más ideas, así que retomó la anterior: —Salir de la ciudad será costoso. Y no tenemos un auto. Mierda, no voy a sacarte de tu casa solo para llevarte a vivir bajo un puto puente. Necesito mucho dinero. Mucho. Y también... Mierda, Paz... Mi madre. Se quedaría sola.
Entonces la desesperanza volvía a ser mayor que su contraparte, entonces Paz volvía a sentir ganas de llorar por la frustración acumulada, no sabía qué hacer y lo frustraba. Paz negó, no podían hacer nada, esa era realidad, al menos en ese momento:
—No, no. Está bien, está bien... Nosotros podemos esperar, nada va a pasar —pero no estaba seguro de si se refería a lo bueno o a lo malo—. Veremos como van las cosas.
No recordaba la última vez que había sentido tantas emociones abrumadoras al mismo tiempo, era como esos días secos en los que sentía falta de beber. Nunca había hecho aquello pero morder sus uñas parecía un estimulante para dejar el estrés atrás.
A pesar de que Nolan asintió, el silencio que vino a continuación fue desalentador. Tan desalentador como la forma en la que Nolan bajo la mirada al suelo. Por su mente no pasaban muchas cosas coherentes, solo cosas ruidosas que se resumían en miedo. Luego levantó con lentitud su mano hasta tomar la de Paz y hacer que dejara de morderse las uñas, a la vez que murmuraba un «no hagas eso». Intentó decir algo optimista, algo que arreglara las cosas por lo menos en apariencia, pero luego de considerables dificultades, soltó bruscamente:
—¿Entonces esa puta zorra fue la que le contó a tu madre?
Asintió,su ceño fruncido:
—Sí, realmente no entiendo qué pretendía hacer abriendo la boca —no era normal mostrarse molesto por algo o con alguien, pero no tenía nada que esconder. Entonces la cuestión rondó su cabeza, ¿Por qué? ¿Qué ganaba Robin diciendo eso de Nolan?
Después Nolan no hizo más que apoyarse la espalda en la pared, completamente desganado. Miró un poco su mano, la que estaba temblando en ese preciso momento. Era como si algo dentro de él le estaba exigiendo lo que recibía cada que había que «enfrentar» situaciones del estilo. No precisamente tabaco...
—¿No entiendes que pretende? —dijo en voz baja, mientras hacía un puño con su mano. Luego levantó la vista a Paz—. Puede ser que... Ella es tan estúpida que creyó que cuando la besaste en una fiesta con un porro encima significaba que querías algo con ella. ¡Y ahora que se enteró que sales conmigo, no tiene nada mejor que hacer que buscar cómo arruinarlo! ¡A lo mejor te quiere joder a ti por rencor o quizás sigue pensando que... Que! —ya estaba gritando, y ni siquiera era a la persona que había que gritarle—. ¡Que soy lo único que le impide estar contigo! Desde que la conozco se arrastra por ti, de manera tan insistente que da asco, no me sorprendería que lo único que quiera con eso es mandar al diablo mi relación contigo —y de repente era como si no pudiera detenerse—. ¡¿Sabes que es lo peor?! ¡Que sin importar lo que quiera lograr, lo está arruinando todo!
Era un momento donde Paz no sabía exactamente cómo reaccionar, quería entender a Nolan, quería entender su reacción, pero no era un buen momento para intentar entender algo tan complejo. Entonces bajó la mirada, sintiendo un amargo sabor en la garganta, sintiéndose... ¿Culpable? Tal vez si la hubiera alejado desde un principio pero... No, Nolan tenía razón, no importaba que tan cortante había sido Robin seguía allí esperando. Pero no dejaba de ser su propio error, permitirle creer que podrían ser cercanos, que él mismo lo creyera, para qué necesitaba amigos si al final las cosas resultarían así. Pero tampoco podía tener control sobre ella, no era su culpa que el novio de su madre decidiera llevarla a la cena, Paz no tenía cómo prevenir «ese evento», entonces se enojó también con Nolan, porque no necesitaba sentirse peor, ni mucho más perdido o simplemente no quería sentirse juzgado por él justamente.
—Ya está Nolan, no importa nada de eso ahora, lo que sea que haya planeado o pensado Robin, lo consiguió, enojarse no va a cambiar nada —no era un momento para discutir, sí quería alejar su mente de los conflictos exteriores no era exactamente con más conflictos. Entonces recurrió a intentar mantener la calma, un poco más de eso que no había en el momento, calma.
Su expresión hizo evidente que Nolan no había tomado bien el mensaje. Miró con incredulidad mientras, todavía a voz alzada, soltaba:
—¡¿Cómo puedes decir que no importa?! ¿Cómo quieres que no me importe a mi? ¡Paz, mierda! ¡Odio ser yo el que siempre tenga que aclararte que me jode que una puta te esté persiguiendo y que encima haga cosas muy estúpidas como estas! ¡¿Cómo quieres que no...?! ¡¿Cómo quieres que no me fastidie?! ¡No se trata de si arregla las cosas o no! ¡¿Por qué tengo que estartelo diciendo?!
¿Estaba exagerando? No tenía idea. ¿Paz tenía razón? Tampoco sabía. ¿Había perdido el punto de la conversación? Quizás. Pero tampoco podía parar. Porque cuando le daba una arranque simplemente no había modo de detenerse, y solo iba a más y más como cuando tiras del hilo suelto de un suéter y este nunca se acaba y siempre parece que hay más...
Escucharlo gritar no era para nada de las cosas favoritas de Paz, cuando se trataba de Nolan las cosas eran diferentes y en ese momento realmente le dolía. Mantuvo su mirada en la de él:
—¿Es enserio? —su ironía era algo que lo caracterizaba cuando no se esforzaba en caerle bien a las personas, pero no era fácil hacer eso con Nolan, ser indiferente—. ¿Qué vas a hacer entonces? Sí tienes una idea dime, porque yo no veo que esto ayude en algo. Nolan, ¿Qué se supone que habría cambiado? ¡Claro que lo intenté! ¡La alejé y ella insistía! ¡¿Qué carajos podría haber hecho yo?! —sentía que no tenía la capacidad de entender las cosas desde su perspectiva y no tenía ganas de siquiera intentarlo—. No es a mí a quien debes reclamar, yo hice mi parte, te escuché y me alejé, ¿eso no es suficiente? —dió pasos en su dirección, de esos que das cuando las cosas se ponen aún más serias.
—¡Claro que no fue suficiente! ¡Tenías que hacer algo más! ¡Hubieras pensado en algo! —no estaba cediendo en absoluto—. ¡¿O prefieriste esperar a que yo te dijiera como arreglar tu puto desastre?!
Cuando Paz estaba tan cerca fue, de nuevo, como si Nolan respondiera en acto reflejo; lo tomó del hombro para detenerlo con un agarre que, dada las circunstancias, no tenía forma de calcular si era fuerte o no, pero inmediatamente después aprovechó para hacerlo a un lado e irse a tomar la escoba de la trastienda.
—Al diablo.
Y como si no fuese suficiente lo abrupto de todo, al salir cerró la puerta tras de él con un azote.
Finalmente, ser dejado de lado como Nolan lo había hecho con muchos dolía o simplemente era su «factor Nolan» afectando su estado aún más. Paz quiso llorar aunque se sintió estúpido cuando las lágrimas frías chocaron con sus mejillas calientes por el fervor de la discusión. Era solo un mal día... Uno horrible.
Y no quiso, pero le llevó tiempo recomponerse totalmente. Cuando finalmente salió ambos se dedicaron la ley del hielo: hacían lo que debían hacer sin dirigirse una palabra y evitaban mirarse. «¿Cuándo acabaría?» Paz no sabía cómo responder a la pregunta que comenzaba a atormentar sus pensamientos. Aquello no se sentía bien.
Entonces las siguientes dos horas se basaron en eso y era tan obvio que cuando ocasionalmente llegaba algún cliente no importa qué, no había realmente ni siquiera un intento decente de parecer lo suficientemente amables con las personas.
La expresión como de fastidio y de aburrimiento siguió acompañando a Nolan por un largo, larguísimo rato. Todo le estaba pareciendo mal, desde el sonido del ventilador mucho más perceptible de lo habitual, hasta cada que un cliente aparecía por la puerta. También le parecía mal cada que Paz le hacía sentir remordimiento con su silencio. O cada que Nolan lo volteaba a ver no tan discretamente y, ¡Paz no lo miraba de vuelta! Mierda, él no lo miraba de vuelta. No lo miraba... Pero Nolan seguía sin ganas de ceder y fastidiado. Ya ni tenía claro por qué. Ni siquiera recordaba bien qué le había dicho. O si mínimo tenía sentido. ¿Lo tenía?
—Yo puedo cerrar hoy —dijo sin mucho cambio en su tono mientras hacía el rutinario conteo de la caja registradora, sin levantar la vista de la calculadora y las monedas—. Toma tu mochila... Y el suéter. En la trastienda. Ajá.
Paz asintió levemente. Sin tener siquiera una noción de lo que pasaba en su propia cabeza solo buscó sus cosas. No le gustaba que estuvieran así, «en discordia» y mucho menos que el motivo fuera alguien más. Pensaba en qué decir, porque no se sentía capaz de poder pasar normalmente una noche con aquella situación entre ellos, podría soportar el odio de su madre pero no el enojo del chico que amaba.
—Nolan, yo- —su disposición de pedir disculpas fue interrumpida por la campana de la puerta siendo abierta. «Está cerrado», su irritación podía ser incluso más que evidente, pero al momento que giró a ver de quién se trataba sintió que perdía el aire.
—Lo siento, Paz. Vine porque quería hablar contigo...
Sin darle tiempo a hablar más, el rubio se acercó rápidamente y salió del local junto con la chica:
—¿Qué carajos haces aquí Robin? —la mirada sorprendida de su contraria delataba su enojo.
—Yo solo venía a disculparme, ¿estás bien?
Paz mantuvo un silencio por un momento y luego se separó. Fue inevitable para él no reír con evidente sarcasmo.
—¿Que si estoy bien? Mierda, Robin estoy del carajo y eso es tú culpa.
Sorpresivamente la reacción en Nolan tardó en llegar. Era como si no pudiera terminar de creerlo. Pero luego lo hizo, sí que lo hizo. Su mano se aferró al borde del mostrador y lo sujetó con tal fuerza que los nudillos se le pusieron totalmente blancos. Ahí estaba, Robin. Robin-Robin-Robin. Ni siquiera supo cuando terminó por procesarlo, pero para cuando se dio cuenta, estaba yendo deprisa hacia la puerta, todo para abrirla de golpe con el hombro. Entonces lo que siguió después fue casi como en automático; acercarse a un lado de Paz con tan mal aura que cualquiera a dos calles de distancia lo notaría. Y luego por fin, tener a Robin delante, lista para escuchar, y si no estaba lista lo haría de todas formas... Porque había esperado tanto tiempo....
—¡Si me vuelvo a enterar de que estás intentando arruinar mi relación o perjudicar a Paz, yo mismo iré a romperte la puta cara que llevas!
De hecho, había una delgadísima línea que lo separaba de no hacerlo en ese mismo momento. Estaba mucho peor que antes, pronunciando cada palabra con un odio tan profundo que no había forma de no captarlo. Y por si eso, las palabras, no eran suficientes para dejar en claro que la amenaza iba más que en serio, se apresuro tomarla del cuello del suéter con el mismo tipo de agarre que el de hace apenas unos segundos, y la acerco a sí como si no lo estuviera escuchando:
—Escúchame bien perra, él te besó casi por accidente en una fiesta y ya. ¿Dentro de tu estúpida cabeza crees que puedes llegar a algo haciendo unas cuantas jugadas sucias? Nunca, nunca vas a conseguir nada. No le interesas y mucho menos con esta porquería que has estado haciendo en su vida. Te lo diré solo una vez, déjanos tranquilos y lárgate.
Paz podía verlo en su cara, Robin estaba aterrada o al menos por un momento así pareció, porque entonces una sonrisa burlona ante la situación adornó su rostro:
—Maldito, lo sabía. Eres una puta plaga, ¿No te da remordimiento estar hundiendo a Paz contigo? ¡¿Acaso crees que puedes hacer algo por él?! ¡Eres un maldito enfermo!
Entonces Paz comenzó a tener miedo, de lo que sea que dijera Robin fuese suficiente para que finalmente Nolan perdiera el control, entonces se acercó a tomarlo de sus hombros.
—Nolan, no la escuches, vamos —no tenía idea de cómo iba a hacer que entrara en razón, entonces solo podía suplicar.
—¡Paz date cuenta! —Robin decidió dirigirse a él—. ¿Es que acaso no lo ves? ¡Él no tiene nada de bueno! ¡Es un anormal! ¡Esto que tienen es anormal! ¡Seguro estás confundido, pero está bien, yo puedo ayudarte!
Para el chico aquello era aterrador, las palabras solo hacían que sintiera náuseas. Pero en Nolan, su mirada tan llena de odio pareció ceder unos instantes, y mostró por primera vez fugaz sorpresa. Fugaz porque el odio persistió. Y fue tanto, que en ese momento las palabras que pudiera decir en respuesta parecían estar de más, y lo más fácil parecía estar en un simple movimiento de manos.
Porque ella nunca entendería con palabras. Ya no había forma de poner el odio en palabras.
Nolan impulsivamente retomó el cuello del suéter e hizo tal movimiento que dio un violento tirón a Robin, e impactó su espalda contra la puerta de un auto aparcado cercano. Pero no basto el primer golpe, porque Nolan volvió a golpearla de la misma forma. Una. Dos. Tres veces contra la puerta y el cristal.
Pero no quería soltarla, porque por más violento que parecía el golpe era como si no bastara y nunca terminara de obtener lo que quería. Y no sabía si quién estaba gritando era ella, él o Paz o los dos juntos porque todo se desdibujaba de una manera tan bizarra como lo que estaba haciendo.
—¡Nolan, ya para! —Paz había repetido esa frase demasiadas veces, pero no obtenía respuesta, entonces no hubo opción más allá de intervenir empujando al chico lejos de Robin.
Había un auto probablemente abollado y un vidrio incuestionablemente estrellado. La chica intentaba recuperarse y Paz se mantenía en el medio con miedo de que Nolan avanzara una vez más. Su cabeza era un lío peor al de antes, no sabía qué pensar y lo único que reconocía era el miedo, tenía miedo de Nolan...
Miró fugazmente a Robin, que había caído anteriormente al piso luego de que el agarre abruptamente había sido disuelto. No tenía nada que decir, porque todo ya estaba jodido, demasiado. Entonces lo único que Paz pudo agradecer fue que se marchara del lugar, pero era obvio que aquello no se quedaría así, porque lo habían arruinado de todas las formas posibles y ahora podrían perder hasta lo poco que creían tener.
El silencio que siguió fue brutal, Paz no tenía ni siquiera el valor de pasar por el lado de Nolan. Su visión había cambiado y un nuevo sentimiento desconocido se juntaba al resto.
—Mierda... —fue la única palabra a decir, Paz sentía una presión en el pecho que tampoco lograba comprender, o esa picazón en la garganta junto con ese dolor insoportable, o tal vez las ganas llorar. Todo a su alrededor era irreconocible, lo atormentaba, podrían haber ojos por todas partes.
Y luego como pagaría los daños al auto, porque seguramente lo iban a despedir, y su madre tal vez no lo quería en casa. Estaba completamente solo deseando que todo acabara porque no podía soportar el dolor.
Nolan estaba siendo incapaz de comprender en qué momento Robin se había ido, o cuando todo se le había escapado de las manos o de donde provenía ese mareo y ese dolor de cabeza tan persistente. Su respiración era ruidosa. Estaba aturdido, y ahora tan arruinado como esa ventana del auto. Creía tener noción de lo que había hecho, pero eso no le ayudaba a darle sentido a todo lo demás. Miró el auto, la ventana, el suelo. Y luego, sin buscar la mirada de Paz, dijo:
—Ella dijo todas esas cosas —se quedó de pie ahí, como un completo idiota—. Yo... No pensaba hacerle nada. Yo no iba a hacerle nada. Solo quería que se fuera.
Se estaba sintiendo horrible. Porque en la mirada de Paz había miedo. Y lo comprendía. Lo comprendía tanto que no tardó en sentir la gravedad de todo. Lo desesperante. Lo horrible. Dio un par de lentos pasos para acercase a Paz.
—Solo quería que dejara de decir esas cosas. Yo no... —pero no estaba recibiendo respuesta y el estómago se le estaba revolviendo y quizás nunca odio tanto que su mente quedara en blanco como esa vez. Así que sus argumentos se reducieron a una sola pregunta, una que contenía tanta desesperación que pese al intento de esconderlo, era más que evidente: —Tú lo entiendes, ¿no?
Paz no necesitaba un espejo para saber a detalle su expresión, porque lo sentía, el ceño fruncido y los ojos bastante abiertos. Éll lo sabía. Sabía que se moría y entonces le preguntó si lo entendía y demonios no, por mucho que quisiera, no.
—¿Qué has hecho? —fue lo único que pudo decir porque después su voz se quebró. Quería... Quería estar solo, porque no se sentía seguro.
Entonces retrocedió, poco a poco, hasta dar la vuelta y comenzar a caminar sin rumbo fijo. Se sentía mucho peor dejar a Nolan atrás pero también sentía que no era lo mismo, ese no era el Nolan del que se había enamorado, o quizás sí, solo no lo había querido ver.
Pero es que también esa sensación de que algo se había quebrado persistía y lo desorientaba porque esa no era la calle de su casa, aunque incluso eso había perdido. Lo había apostado todo... Y había perdido.
Las lágrimas caían y cuando llegó a esos contenedores que estaban junto a las vías del tren que nunca fueron construidas, Paz solo se echó a llorar, porque era tan estúpido como para no tener una reacción decente.
Al final, ¿qué le quedaba? No tenía nada.
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