26. Tu nombre le seguía al mío
En un par de horas estaban dentro de la brillante tienda con letras eléctricas que rezaban: «tatuajes, perforaciones y más». La pared estaba tapizada con distintos diseños de tatuajes. Desde unos pequeños hasta otros tan grandes y complejos que abarcaban la espalda entera. Uno sobre alas de ángel en la espalda llamaba particularmente la atención de Nolan, quien imaginaba que aquel tatuaje tan grande dolía como el infierno y que solo un demente sería capaz de...
—¿Te harás algo también? —preguntó una mujer tatuada hasta el cuello, mientras se acomodaba unos guantes de hule.
—Lo estoy pensando —contestó con una pequeña sonrisa.
—Si te interesa algo me lo haces saber.
La mujer se dio la vuelta y comenzó a acomodar los utensilios en su mesa de trabajo. En la silla reservada para el cliente estaba Paz. Nolan se acercó con una sonrisa de diversión:
—Estás a tiempo de arrepentirte. Prometo que no me burlaré tanto de ti por acobardarte.
La muchacha se rió detrás suyo.
Bien, Paz no mentiría, la aguja con la que harían la perforación se veía terriblemente amenazante, pero ya estaba allí y ya había decidido en cuál de sus dos orejas hacerlo. Entonces simplemente no existía la marcha atrás. Sonrió con muy poca incredulidad:
—Estás hablando con Paz Durand, no importa si me desmayo en medio del proceso, yo lo haré —y esa sin duda fue la peor forma para asegurar su postura sobre el asunto.
Cuando la mujer avisó estar lista, Nolan le dió su espacio y Paz asintió de ojos cerrados. Entonces comenzó el proceso, que resultó ser sorprendentemente rápido. La aguja atravesó su oreja y eso Paz lo sintió perfectamente, pero luego la muchacha mencionó un perfecto «listo», pasándole un espejo.
Era una visión totalmente nueva de sí mismo y... Le gustaba, se veía diferente con ese arete y de repente quiso comprar otros tipos del mismo para poder lucirlos. La chica le explicaba los cuidados a seguir, no sin después cobrarle la «módica» cantidad de cuatrocientas espinelas.
Después del pago, la muchacha no tardó en preguntarle a Nolan si se había convencido por algún tatuaje. Aunque había visto algunos diseños con estrellas que lo habían dejado pensando, Nolan negó, sin hacer evidente que la razón era que su cartera estaba vacía. Además, no necesitaba otra cosa para «dejar cicatrizar». Dejó atrás los diseños para irse a mirar a Paz, quien no dejaba de verse en el espejo. Su primera reacción fue sonreírle. Es que, Dios, dejando de lado que Paz podría ponerse hasta una corbata en la cabeza y seguir viéndose bien ante los ojos de Nolan, el arete le sentaba bien.
Nolan fingió una tos y se dio la vuelta a la muchacha cuando sentía que, otra vez, las mejillas le ardían:
—Una buena elección. A tu novia le va a encantar, seguro —resumió y se dirigió a la mujer: —¡Muchas gracias!
Al salir de la tienda, decidió acercarse al rubio para seguirle diciendo:
—Te ves... ¿Cómo decirlo en pocas palabras? Tendré que cuidarte más de las chicas. Tendré que ahuyentarlas con una rama, mierda. Ay no, creo que esa al otro lado de la acera ya te está echando el ojo. ¿Y si te pones una bolsa en la cabeza?
—¿Y cómo voy a conducir? ¿O como caminaré por las calles? —quitó el seguro de las puertas y junto a Nolan entraron en el auto. Ahora sí, su destino era volver a su ciudad natal y... Ver qué les esperaba. —O peor, ¿cómo le haré con la escuela?
—Pues ya pensáremos en algo.
Con una sonrisa que sabía nadie le podría quitar en el momento, Paz comenzó a conducir. Había mucho que pensar, después de todo su madre se volvería completamente loca, pero por el momento se conformaba contando:
—Siendo sincero sí arde bastante, al inicio fue como una horrible picadura de algún bicho, pero el alivio que vino después fue indescriptible.
—Así que... Arde bastante cuando recién entra —repitió Nolan con lentitud, como si fueran palabras digna de reflexionar—. Pero cuando termina de entrar, sientes alivio... ¿Y sabías tú que cuando recién la metes piensas que se te va a partir pero ya después es como «ah, aquí es mi sitio»? —hizo una pausa, hasta que se le escapó la sonora risotada que había estado reteniendo—. ¡Ah, mierda! ¿Todavía estábamos hablando de tu arete?
Y entonces el ceño fruncido de Paz por no haber entendido, fue reemplazado por la expresión de total sorpresa del chico:
—No, es que, tú... Ay por Dios —era imposible que no se sonrojara completamente, un tema así tan de repente lo había desnorteado, aún más cuando pensó bien en sus palabras y cayó en cuenta de que efectivamente se podrían interpretar de otra forma. Paz negó queriendo evitar pensar detalladamente en las palabras de Nolan. «Piensa en el Padre nuestro», pero joder, se había hecho una perforación y mantenía una relación bastante íntima con el chico sentado a su lado. ¡Estaba prácticamente exiliado de la iglesia! Resignado, respondió: —¿Y cuándo dejamos de hablar del arte? —esa falsa postura que mantenía para no caer en su juego era su única defensa, pero Paz no se quedaría así: —De cualquier manera luego ni sentí cuando salió, solo tenía el arete allí y la oreja bastante roja e hinchada. Sinceramente creí que dolería más —su expresión decepcionada fue su toque final y la sentencia para algunas nuevas ideas que surgían repentinamente.
Nolan sostuvo los lentes de su sol con la mano, y volvió a colocarsélos con paciencia:
—Entonces... —Nolan sonrió inocentemente—. ¿La próxima vez que te metan algo preferirías que te duela más? ¿O a qué viene la decepción?
Paz estaba consciente de lo que había dicho y el efecto que tendría, pero podría jurar que su cabeza explotaría de lo caliente que estaba y el calor no ayudaba mucho exactamente:
—Tal vez —murmuró en respuesta tardía, como quién no quiere nada. Entonces la carretera obtenía más atención de lo normal. Se arrepentía de haber seguido el juego pero simplemente... ¡Simplemente nada! Estaba pensando demasiado, su cerebro terminaría siendo asado si continuaba de esa forma.
Pero Paz sabía que era imposible. Cuando una idea entraba en su mente, aún más cuando era de esas «prohibidas», era completamente imposible dejar de darle vueltas al asunto e imaginar cosas y... Estaba a punto de abofetear su preciado rostro. Era un no y no, no era el momento.
Nolan incluso con aquellos lentes de sol y la mirada en la carretera, se veía pensativo. Como si le diera vueltas a ese «tal vez»... Buena, esa respuesta era la oportunidad que estaba esperando, ¿no? E iba a tomarla. Entonces miró a Paz, quien tenía esa expresión de parcial negación que ya le conocía, y de nuevo al camino:
—¿En qué estás pensando ahora? Seguramente no tiene nada que ver con aretes —preguntó mientras poco a poco dejaba el tono de juego. Su mano lentamente se fue a parar en la rodilla de Paz, la dejó reposar ahí unos segundos. ¿Sería mala idea? Aunque, ¿qué sabía Nolan de malas ideas o decisiones? ¿No habían llegado lejos en base a malas decisiones? Con suavidad movió su mano a lo largo de su muslo hasta solo detenerse y dar un corto apretón—. Yo estoy pensando muchas cosas ahora, y tienen que ver contigo —sonrió un poco. Mierda, la cara le ardía también—. Pero, ¿sabes? Necesito algo más que un «tal vez» de tu parte.
Y con solo sentir su mano sobre su piel, un choque electrizante subió por su columna. Paz estaba nervioso, pero era de ese tipo nervioso que le gustaba. Algo retorcido viniendo del, pero no negaría que lo disfrutaba.
—Nolan tú realmente... Me estás volviendo loco —e hizo lo que se supone nunca debes hacer cuando conduces, giró su cabeza en dirección al chico, demasiados segundos se pasaron hasta que volvió a mirar al frente.
Un pequeño jugueteo sobre su pierna insistía en una respuesta directa. Y Paz realmente se esforzaba en organizar ideas, pero el camino, Nolan, su pierna, el aire que pesaba, y ese cosquilleo...
—Carajo, sí —soltó Paz repentinamente, por mero impulso—. Quiero que me hagas lo que sea que desees conmigo —y estaba rojo, rojo pero tan rojo que incluso le daba vergüenza estarlo, tanto como para querer ocultar su rostro en algún lugar—. Mi mamá no va a llegar a casa hasta la noche hoy, sé bien sus horarios—más informaciones que sabía necesitaba proporcionar—. Así que tienes mucho tiempo.
Nolan solo se estremeció. ¿Qué Paz había dicho qué? Sonaba a locura... Y quizás esa sería la mejor mala decisión jamás tomada:
—Me acabas de dar la mejor respuesta de la vida —murmuró en respuesta—. Mierda...
Después se acercó a dejar un beso por su cuello. Imprudente como el infierno, nada fuera de lo habitual. Beso ahí unos segundos, su mano seguía por su pierna. Después alejó sus labios unos escasos centímetros, lo suficiente para poder hablar:
—Lo que haremos es; conducir hasta que veamos una farmacia o un estúpido Breeze —a lo mejor y tenía un talento increíble para pensar bajo «presión»—. Bajaré rápido a comprar unas cosas, y entonces iremos a tu casa, ¿vale?
—Me vas a matar —mordió brevemente su labio inferior, intentando contener la sonrisa que pretendía. Estaba considerablemente emocionado y eso por no decir que lo estaba por completo, tal vez nunca había pasado por un estado del tipo antes. La prisa lo consumía junto con las ganas de aquello que se avecinaba. Pura lujuria, el pecado que estaría feliz de cometer.
Entonces aquella secuencia había sido rápida, una vez en la ciudad, en la primera farmacia que avistó Paz se adentró al estacionamiento para no mucho después encontrarse esperando mientras Nolan hacía sus compras. El calor dentro del carro era infernal y en el tiempo que se había dado para verse en el espejo notó su excesivo sonrojo. No veía la hora de que su contrario apareciera en el panorama.
Y cuando sus súplicas fueron escuchadas se dedicó a observar con curiosidad aquello que traía mientras se aproximaba al auto. Para al final no tomar tanta importancia a eso y sí a lo bien que se veía Nolan con aquellos lentes de sol puestos.
Nolan entró al auto, azotando la puerta por accidente y con la bolsa de papel en las manos. Se apretó el puente de la nariz mientras fruncía el ceño:
—Que puta vergüenza —dijo. No sería la primera ni la última que hacía compras de ese tipo, pero nunca se terminaría de acostumbrar—. Ten, feliz navidad
Dicho eso, sacó de la bolsa la tira de condones. Misma que arrojó hacia Paz en un movimiento. Soltó una risa"
—Ah... ¿Pero si son de mi talla? Déjame ver... —los tomó de vuelta, no estaba haciendo otra cosa que buscando de qué reírse y pasarle algo de la sensación de vergüenza a Paz—. ¿Tú qué dices? A este punto tú ya deberías saber también.
Entonces Paz solo comenzó a reír, parte por el nerviosismo, parte por querer plantarle un beso a Nolan y parte por imaginar lo que le esperaba, pero nada de eso lo incomodaba.Y sin importar lo mucho que su rostro ardiera tomó en manos esa parte de la tira que aún sobraba, como si pensara en su respuesta. Respondió:
—Yo digo que —miró el pequeño empaquetado con detalle y luego una parte específica en el cuerpo de Nolan, porque a pesar de no poder ver realmente nada se estaba muriendo para que sí—. No lo sé, nunca he comprado condones, pero realmente creo que te quedarán bien —miró un poco el exterior, varias personas caminaban por ahí, no tendría de otra sino esperar hasta llegar a casa—. Ahora vamos Quiero comprobar que realmente te quedan.
Nolan soltó una nueva y animada risa ante, a la vez que se daba un pequeño golpe en la frente:
—Como te amo —primero riéndose, luego volvió a repetir la misma frase con un tono repentinamente reflexivo: —En serio, como te amo.
Hoy era su día o alguna cosa así porque se estaba sintiendo feliz y emocionado y caliente y todo al mismo tiempo. Como fuera, parecía que la música a todo volumen del auto estaba para acompañarlos.
No tardaron mucho más en llegar quizás a la casa «más anticipada» del año. Nolan esperaba a que Paz abriera la puerta, y en lo que lo hacía, silbaba «tranquilamente». Una mujer que regaba sus plantas al otro lado de la cerca miró hacia su dirección. Nolan levantó la mano para saludar amablemente con una pequeña sonrisa, misma que fue correspondida.
Después entró junto con Paz y cerró la puerta detrás suyo. Carajo, ¿a qué debía esperar? A que no saliera nadie a recibirlos. Pasado unos segundos de tenso suspenso, Nolan comprobó que eran solo ellos dos. Y bueno, fue cuestión de un instante para que se fuera a abrazar a Paz por la espalda, lo estrechara fuerte contra sí y se pusiera a besar con ganas su cuello y lo que alcanzaba de espalda alta por la camiseta. Es que eran solo ellos dos. Al tiempo, se dispuso a intentar llegar a la habitación sin soltar a Paz. Es que eran solo ellos.
No habían muchas palabras de por medio, Paz ya no razonaba con claridad y era tan solo el principio. Cuando la puerta de su habitación fue abierta supo exactamente cuál era el camino. Entonces al caer en la cama con Nolan sobre él aún besándolo, sintió que no tenía que esforzarse en pensar. Solo dejarse llevar completamente.
En aquel cuarto totalmente silencioso las respiraciones tan pesadas y los corazones acelerados podían oírse y sentirse claramente. Paz mantenía una de sus manos en la nuca de Nolan y la otra sobre su pecho, había tantas ansias que no sabía bien por dónde empezar. Sostuvo el rostro ajeno por unos segundos para mirarlo y darle un beso fugaz, luego fue dejando varios besos en el mismo por diferentes partes mientras sus manos bajaban lentamente por el pecho de Nolan hasta alcanzar el borde de la camiseta, la cual subió hasta sentir la piel tan cálida de su contrário. Se separó instantáneamente para deshacerse de la camiseta y de paso hacer lo mismo con la propia.
Es que Nolan tampoco estaba pensando en nada, a lo mejor parecían pareja en luna de miel o algo así. Se acercó a dejar un rápido beso en su mejilla, porque por alguna razón seguía pareciendo que había prisa aunque no la había. Dejó un par de cálidas respiraciones ahí y aprovechando que ya no había camiseta, deslizó su mano por el contorno del pálido cuerpo de Paz, suavemente y hacia abajo, por todo el delgado torso hasta bajar, y de esa forma tomarlo con fuerza, levantarlo y darle un tirón para subirle la pierna.
Estaban tan cerca que cada mínimo movimiento... Como fuera, tampoco iba a detenerse con eso porque apenas iba empezando. Lo tenía realmente cerca y lo que Nolan quería era besar libremente lo que veía... Su cuerpo, delgado... Su rostro, tan sonrojado. Sus hombros, estrechos. Por supuesto, sus labios...
De aquella forma era algo totalmente nuevo, Paz lo podía sentir y era... extraño. Pero al mismo tiempo las ansias se incrementaban, lo estaba deseando realmente y pensaba en la manera en la que sin mucha delicadeza Nolan le había tocado y levantado la pierna, aquello lo volvía incluso más loco.Y no había comprendido que tenía inclinación «por ese tipo de gustos» hasta que pensó que tan rudo podía ser el chico, era una sorpresa hasta para sí mismo. La idea lo hacía sentirse mucho más caliente, el cuerpo, su rostro. Entre varios suspiros finalmente pudo articular:
—Te pediré una cosa —su antebrazo ocultó momentáneamente sus ojos, luego bajó el mismo un poco para que Nolan pudiera intercambiar una de esas miradas intensas con Paz—. No seas nada gentil.
Nolan, como si hubiera sido quién había pronunciado esas palabras, desvió la mirada. No le terminaba de parecer precisamente una petición buena, no bajo las circunstancias en las que estaban, pero...
—Solo porque me lo estás pidiendo —contestó, después una fugaz sonrisa burlona apareció en su rostro: —Puedes echarte para atrás cuando quieras.
Nolan acentuó una última sonrisa antes de volver a lo que estaba haciendo. Dejó en Paz una mordida como la que había dejado en el lago, solo que con más ganas y mucho más tiempo. El mero hecho de hacerlo y después escuchar lo que provocaba en Paz le estremecía de manera única. Pero lo que necesitaba hacer urgentemente era tomar la mano del rubio, y juntas una de la otra, meterse por debajo de las últimas prendas de Paz. Y comenzar a tocar... De vez en cuando apretar la mano de Paz para que a su vez también lo hiciera... Buscó con la mirada la importante bolsa de papel, que estaba cerca de la cabecera de la cama.
Sin línea de raciocinio Paz sentía que se quedaba sin aliento, temía que esos pocos toques terminara rápidamente con lo que sería «su primera ronda»... Poco a poco sus profundos suspiros fueron escalando a pequeños gemidos y jadeos que se esforzaba en retener, varias veces en vano. Entonces cuando Nolan se movió temporalmente en busca de aquella bolsa, la presión inconsciente fue un detonante para un sonoro jadeo. Sus sospechas estaban en lo cierto.
Una vez que alcanzó las cosas y volvió su atención a Paz, notó lo que había pasado... Como fuera, el rostro de Nolan se calentó más en lo que iba a su siguiente acción, que fue retirarse el resto de su ropa. Antes de hacer lo mismo con la de Paz, no pudo evitar tomarse el tiempo de acercarse a dejar de nuevo, un suave beso en su mejilla, como de los que son para decir «te quiero». Es que quizás esa tarde Paz podría ser innegablemente suyo, pero quería recordar lo obvio, que se trataba más que solo eso. Después le murmuró algo como «relájate», omitiendo mencionar que si no lo hacía, todo lo que estaba por venir le iba a doler como el puto infierno, aunque alguna parte de Nolan creía saber que exactamente eso era lo que Paz quería.
Dicho eso, pudo ir a sacarle la ropa inferior. Después recorrió con la mirada el pálido cuerpo de Paz, de arriba a abajo por doceava ocasión. Y mierda, pensó en que era un buen día para estar vivo.
Y allí totalmente expuesto a la vista de Nolan fue como renovar sus energías, innecesariamente sonrió, porque sus deseos aumentaban cada vez y la necesidad de a última instancia suplicar para que el chico avanzara comenzaban a parecer razonables.
—Nolan, te amo.
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