24. Orion
En el Breeze estaba completamente solo, como se esperaría por la hora. Fuera de un notorio gesto de confusión y quizás un poco de miedo por parte del hombre mayor que los atendió, la compra fue rápida. A los pocos minutos estaban de vuelta en el estacionamiento con las espaldas apoyadas en el vehículo. Se escuchaban los grillos, había un que otro par de faros que pasaban por la carretera de enfrente. Después de pasarse las pastillas con jugo caliente y atender con curitas las heridas de ambos, Nolan se acomodó para ver un poco las estrellas de esa noche que parecían foquitos de Navidad...
—Hey Paz, ¿ves eso de allá? Arriba, en el cielo. Esas dos son las estrellas más brillantes de todas, y son de la constelación de Orión —se acercó más a Paz, hasta prácticamente rozar su rostro con el suyo, y después, con un suave movimiento de mano, le indicó a dónde mirar—. ¿Es bonita, verdad? Es mi favorita, no cuesta nada encontrarla.
—No lo había notado. Creo que nunca me había dado el tiempo necesario de mirar el cielo con atención —y es que Nolan tenía razón, no sólo la constelación, el cielo entero era hermoso cuando las luces de la ciudad no lo terminaban por opacar. Curiosamente, contemplar la constelación lo hizo pensar en Nolan.
—¿A dónde vamos ahora? No podemos ir a un lugar con gente, por la hora no hay muchas opciones —dio un corto suspiro, su mirada se dirigió suavemente a un lado para ver a Paz—. No quiero volver a casa todavía, y acá hace un frío de mierda. Es un poco complicado...
El rubio mantenía su mirada en la misma dirección que Nolan, arriba en las estrellas, si era algo tan accesible, ¿por qué nunca lo había apreciado de esa manera? Respondió:
—Es complicado... Realmente lo es. Podríamos solo quedarnos en el auto, por mí está bien —su ceño estaba fruncido, ahora recordaba porque no le gustaba mirar aquello, porque alguien le había dicho que su padre estaba allí y sólo comenzó a odiar eso. Pero ahora era diferente, porque había crecido y porque a Nolan le gustaban las estrellas y las constelaciones y esas cosas. Su mirada finalmente hizo un pequeño recorrido por su alrededor hasta detenerse en Nolan, quien aparentemente desde hace un tiempo no estaba mirando lo mismo que Paz. Sonrió al verlo, era instintivo. No importa si la cara le dolía, él podría soportarlo porque estaba mirando a Nolan—. ¿Vamos por ahí sin rumbo fijo? ¿O qué tal si invadimos temporalmente un terreno? ¿O si vamos al bosque?
—O podríamos... —su mano fue a tomar la de Paz entre la oscuridad, después subió ambas manos lastimadas un poco—. E ir a una posada o algo así... Y podríamos rentar algo con dos camas para que no sospechen, luego podríamos... Simplemente meternos en la misma cama y... ¿Ver tele? Tal vez. ¿Quieres ver tele conmigo?
—Eres un genio —le había avisado a su madre que no llegaría a casa esa noche, entonces no tenía ningún compromiso para volver. Miró hacia atrás y no parecía que el tipo estuviera siquiera despierto y esperaba que fuera así y luego al frente, ningún auto por el momento, era la oportunidad perfecta para aprovechar. Un beso rápido pero necesario—. Vayamos a la siguiente ciudad. No está muy lejos, una hora o cuarenta minutos en realidad.
Nolan solo asintió. Bueno, es que ya parecía que ni se acordaba de la tremenda golpiza que se había llevado, y eso que era más que evidente. Solo estaba ahí sonriendo como idiota de luna de miel con notables moretones en la cara:
—Por cierto, tengo que contarte algo, dos cosas en realidad. El otro día volví a cruzarme con Patrickson en la calle. Fue muy extraño no tenerle miedo o esconderme... Así que gracias, no sé donde estaría sin ti. Muerto y ya, tal vez —su tono se volvió más serio—. Aquella vez... Aquella otra vez caí realmente bajo, ¿verdad? —seguía sosteniendo la mano de Paz—. Pero me arrepiento. Algunas veces pienso en que.. De cierta forma perdí a mi madre por las putas drogas. También pude haber perdido a Helen si ella hubiera querido irse, y mierda, pude acabar muerto más de una vez —hizo una pausa y otra vez la vista a Paz—. Por eso quería cambiar las cosas, me cansé de perder.
Era difícil escuchar a Nolan pronunciar aquellas palabras, tal vez porque nunca comprendería del todo cómo se sintió estar al borde, al menos no de la misma manera, pero podía sentir el dolor que eso ocasionaba de cierto modo. Siendo sincero consigo mismo, nunca querría volver a ver a Nolan así como aquella vez en Roger's ni saber que después de todo volvería a estar en ese punto.
—Pienso que ya no vas a perder. Lo estás haciendo bien, Nolan —tal vez no entendía lo que era dar una sonrisa reconfortante, pero quería que así fuera, por lo que sonrió nuevamente sólo para él. Así que con ello, su siguiente movimiento fue abrazarlo.
Habían pasado tantas cosas en ese día, que al final solo continuar al lado del otro era suficiente para pensar «Todo va a estar bien». Y no sólo por ese día, si no todos los anteriores donde parecía no haber salida, antes habría dado puños sólo por sí mismo, ahora los daría por alguien que también haría lo mismo por él. Se tenían mutuamente de tantas maneras inexplicables, que para ese punto el presente y el mañana era pensar en poder estar así siempre.
Nolan volvió a tomarlo de la mano y como si fuera un gesto de agradecimiento se empeñó en dejar un beso sonoro en el dorso. Al diablo, quería pensar que la oscuridad iba a hacer el favor de encubrirlos. Después murmuró un «¿nos vamos?» a la vez que se apresuraba a abrir la puerta del piloto y guiñar un ojo con eso. Subió también al auto, acomodó un poconlas cosas porque dentro era un desastre. Hizo una breve pausa y después solo se guió por esa necesidad de medio treparse en su asiento y estirarse a alcanzar a Paz para besarlo bien. Al poco tiempo se separó abruptamente y se dejó caer en su asiento mientras se reía y se tocaba el labio.
—Más suave. Es que me golpeó ahí —explicó sin dejar de reírse.
Paz rodó los ojos con su ahora típica sonrisa:
—La marca debería ser mía y no de esa peste llamada de ser humano.
Encendió el auto y en poco tiempo había dado vuelta en la carretera.
Eran minutos y minutos, entonces la radio sonando entre el silencio se sentía bien. Teniendo una buena compañía era imposible no estar bien.
—¿Sabes? No te rías, pero le tengo fobia a la lluvia... O no, bueno, le tengo miedo a las tormentas eléctricas más específicamente —de la nada algo tan aleatorio parecía interesante de compartir—. Creo que no te lo he dicho, aunque es algo un poco estúpido.
—No, no es estúpido —Nolan empezó por ahí—. Pero no es algo que haya visto antes, así que, ¿por qué te aterran las tormentas?
—Siendo sincero, no lo recuerdo bien —entrecerró sus ojos, buscando en los escasos recuerdos—. Creo que tiene algo que ver con la muerte de mi padre, solo sé que estaba aterrado y que con la tormenta parecía una película de terror. La lluvia de cierta forma ocasionó todo ese desastre —sin esperarlo rió con la coincidencia.
—Te doy el pésame, por lo de tu padre... Debió ser difícil, para ti y tu madre. Pero entonces... ¿Estuviste en ese accidente? O solo te... Ah, no quiero molestarte con esas preguntas, por supuesto. No tienes que hablar de eso si no quieres.
—No, esa vez yo no estaba en el auto, sólo mi padre. Fue algo bastante trágico, porque ocurrió frente a nosotros —y allí se detuvo, con el ceño fruncido, pensando en nada en específico. Dió un largo suspiro—. Pero luego de eso me volví un rebelde sin causa, conocí a Clarke, nos involucramos en muchos problemas, pasó el accidente y ahora estoy aquí —una sonrisa mucho más sincera adornaba su rostro—. Supongo que cualquiera diría que es algo así como esas cosas que tienes que pasar para llegar un punto en específico dónde estás feliz y todo eso, aunque sinceramente creí que ese punto llegaba cuando te ibas a morir y no a la mitad del camino de forma tan improvisada.
Rió con lo dicho, tal vez la palabra que buscaba era «destino», pero nunca creyó en nada más allá del Dios que tenía que adorar especialmente todos los domingos en misa. Pero ahora solo podía pensar en el destino, parecía mundano como él, pero más real porque lo estaba viviendo.
—Pues yo espero que así sea —respondió Nolan—. Espero que las cosas horribles por las que pasamos nos lleven hacia alguna buena parte. Odiaría saber que solo existen porque la vida es una perra y ya... Así que espero que lo peor ya haya pasado para ti.
¿No sería realmente confortante que nada, absolutamente nada fuera en vano y todo fuera para guiarte hacia el premio mayor o algo así? Nolan no era de detenerse a observar de cerca los pensamientos, pero Dios, un aire reflexivo era evidente en ese silencio. Bueno... Es que estaba sorprendido. ¿La conexión que estableces con una persona podría ser el mejor consuelo para los que llevan una vida asquerosa? ¿Conocer a una persona es lo que necesitas para perdonar a la vida por «ser una perra» contigo? Quizás había subestimado lo que una conexión es capaz de hacer. De cualquier modo, soltó un suspiro y sonrió, dispuesto a no seguir hablando de pérdidas lamentables...
—Por cierto, no es que yo sea un entrometido.... Bueno, sí lo soy pero ese no es el punto. ¿En qué tipo de «problemas» te metiste con ese tal Clarke? A mi forma de ver las cosas, esa palabra puede involucrar una cantidad ridícula de cosas, cada una peor que la otra, créeme. Así que mejor cuéntame.
Pensar en «ese pasado» le hacía gracia a Paz:
—Clarke siempre ha sido un imán de problemas y fue la peor influencia en mi peor momento, pero al inicio éramos niños divirtiéndose. Comenzamos saltando un par de clases y era costumbre estarlo ayudando a pasar con buena nota los semestres mientras también me mataba estudiando a última hora. Andábamos por allí sin rumbo, tirando piedras a escondidas a quienes andaban en sus bicicletas o tocando timbres sin razón —al nunca haber pensado en aquello como el pasado, se había evitado ese sentimiento que le hacía cuestionarse qué les había ocurrido—. Éramos nosotros contra el mundo, y ocasionalmente Clarie también, su gemela. Pero crecimos y nos tomamos el papel muy en serio, no nos era posible mantenernos en silencio incluso si era lo más favorable, entonces nos metimos en algunas peleas mientras iniciamos la secundaria. Luego conocimos el alcohol, no necesitábamos ir a fiestas si mi madre tenía variedad de ron y whisky y sus padres compraban cerveza y ginebra seguido.
Pero así como era divertido recordar los buenos momentos era incómodo recordar el declive de esa historia:
—Entonces ese fue el mayor problema, nos emborrachamos demasiadas veces muy seguido. Parecía que no teníamos salida, por primera vez estuve al borde de repetir año, mi mamá no sabía qué hacer con un hijo alcohólico que incluso aún era menor de edad. Me trajo innumerables discusiones con ella —aquello parecía terrible desde la perspectiva de Paz, su peor punto—. Clarke conoció a otra gente y comenzó a usar drogas, ese accidente de auto no fue culpa sólo del alcohol, Clarke estaba drogado —a lo lejos comenzaba a ver las luces de la ciudad, estaban llegando.
Para Nolan parecía que nunca terminabas de conocer realmente a una persona. Y que nunca podrías entender a la interminable serie de acontecimientos que lo trajeron a cruzarse en tu camino:
—Déjame procesar lo que acabo de escuchar. Tú, y un cretino llamado Clarke, empezaron tocando timbres como broma... Después se volvieron los borrachos del vecindario —Nolan sonrió ligeramente, más que nada porque era difícil de imaginar a Paz ebrio como el infierno ocho días a la semana—. Y por último Clarke se fue a las grandes ligas y empezó a drogarse. Entonces, tuviste este accidente y te redimiste, y ahora intentas enderezar tu vida o algo así...
Nolan frunció el ceño como si estuviera reflexionando. Después, se llevó las manos a la cabeza y soltó:
—Dios mío, ¿estuviste en uno de esos lugares de «hola, llevó una semana sin beber»? ¿Cómo se llamaban? ¿Alcohólicos anónimos? —ahora solo dramatizaba la sorpresa para reírse. ¿Qué más puedes hacer después de escuchar algo terrible como eso?—. ¡Y antes te he comprado alcohol, mierda! Fue accidente, no vuelvas a caer en el vicio, Paz, no quiero un novio alcohólico abusivo, mierda. Todo menos eso.
Paz rió, dobló en esa calle que lo llevaría al comienzo de la ciudad, la mayoría del lugar se veía bastante desierto, pero no dudaba de que habría muchos jóvenes de fiesta en algún club o algo parecido.
—No exactamente... Solo, es algo que es díficil de dejar atrás, ya sabes. La única diferencia es que ahora no causo problemas y no soy un vago, al menos gano dinero —no sabía bien que decía, tal vez no sería agradable decir algo como «de hecho llevo casi dos semanas sin beber» pero ni siquiera estaba seguro—. De hecho estoy bien. Así que no hay de qué preocuparse.
Cerca de lo que parecía ser una estación de servicio estaba escrito en grande «Posada Oasis» tenía un nombre aceptable y no parecía lo suficientemente caro como para dejarlos en la quiebra. También se miraba grande. Paz disminuyó la velocidad:
—¿Qué te parece ese lugar?
Después de pronunciar un simple «perfecto», Nolan se encontraba delante del escritorio de la recepcionista. La mujer parecía aburrida como para morirse y atendía con el mismo entusiasmo de un cactus. Ella revisaba la identificación de Nolan hasta que en un punto solo levantó la visto y preguntó:
—¿Por qué diablos están tan golpeados?
—Estuvimos en una fiesta hace poco —contestó sin más—. Hubo un malentendido con un idiota, es todo.
—Ah... No tengan un «malentendido» con alguien aquí o los voy a echar —se ajustó los lentes—. Entonces... ¿Una habitación?
—Ajá. Cortos de presupuesto también.
—Que mal día para ustedes —sonaba a ironía—. Ah, y les cobraré un día extra si no se van para mañana a las diez —la mujer le tendió la llave—. Buena noche.
Después de obtener las llaves ahí iban a través del pasillo con un viejo tapiz de flores. Estaba vacío también, al parecer, o por lo menos silencioso a excepción de la radio de la recepcionista. Nolan iba murmurando a un lado de Paz:
—¿Escuchaste? Todo el tiempo me llamó Carter en vez de Harper. Escribiré eso en el buzón de quejas —abrió la puerta—. Aquí esta. ¿Bonito, verdad? Superior a tu habitación. Me encanta el cuadro barato. Le da un toque minimalista. Ah, y no hay tele...
Paz pasó de reír por «Carter» a ofenderse por el claro insulto a su querida habitación:
—Que lástima por ti, Car-ter —pasó de Nolan a tirarse directamente a una de las camas, relajar el cuerpo dejaba una sensación extraña al inicio y luego sólo sentía tranquilidad—. Esto apesta, mi cama es mil veces mejor que esto —tomó la posición de sentarse para criticar el lugar, era pequeño, tanto como para que el espacio de la mesa de noche y las camas (que de hecho estaban lo suficientemente pegadas a cada pared) era inferior a diez centímetros siquiera. El feo tapiz adornaba las paredes de la habitación, pero las luces eran agradables, por alguna extraña razón eso parecía importante—. Pero esto es oro comparado a cualquier otra cosa más barata que podríamos haber encontrado.
Nolan dejó la mochila que traía consigo en una de las camas, la que bueno, seguro no usarían. Después se acercó a tomar a Paz del rostro y dejó un pequeño beso en su frente.
—Me alegra que te guste —se alejó brevemente y dio un suave tirón a unos de los mechones rubios—. Por otro lado, dormirás en el auto si te escucho pronunciar otro «Carter».
Medio riéndose, fue al cuarto de baño. Pequeño, nada fuera de lo normal, e impecable, gracias al cielo. Nolan se revisó las heridas del rostro, luego solo se lavó la cara con el agua helada. De nuevo miró su reflejo. La cantidad de incomodidad que le producía ver esas marcas en el rostro era indescriptible... Esas marcas moradas. Tan familiares, como las que le solía dejar su padre. Ese ligero dolor al hacer cualquier gesto era tan familiar que molestaba, era imposible de ignorar. Se quedó unos minutos viendo el lavamanos. Porque luego pensó también en Paz, y que estaba en condiciones similares. Y eso también le molestaba, demasiado. No era la primera vez que no era capaz de defender a alguien, porque con anterioridad había sido su madre. Luego solo estaba pensando en fumar. O no sabía en qué estaba pensando, pero había salido del baño y ahora en lentos movimientos estaba abrazando a Paz:
—Oye, sabes... Lamento lo que te hicieron. Ya sé que ya pasó y esa mierda pero sigo molesto. Lo mataría si lo volviera a ver
—No hace falta. Me alegra saber que él quedó mucho peor.
Rió por lo bajo. Era gracioso si intentaba verlo de esa manera. Pero realmente era lo que era, una clara porción de lo que les esperaba si las personas se enteraban de ellos. Y era bastante ridículo porque ellos no estaban haciéndole mal a nadie y... Esa era la otra cara de la moneda. No le importaban las cosas cuando estaba cerca de Nolan, pero era justo ese el problema, bajar la guardia cuando cualquiera podría estar viendo.
—Deberíamos ser más cuidadosos —de repente ya no era tan divertido para Paz, era preocupante—. Hoy fue solo ese chico, pero podrían ser más, y solo tú y yo no podemos partir la cara de tanta gente —en un intento de amenizar sus palabras sonrió un poco.
Nolan intentó sonreír, aunque sin mucha gracia. Se sentía aún peor aunque sabía que ese no era el objetivo de Paz. Dio un resoplido mientras se dejaba caer en la cama a un lado del chico. Desde antes de esa disputa con «John» ya sabía lo que implicaba intentar algo con Paz, ya sabía que sería como jugar a las escondidas, como ser portador de una enfermedad horrenda y como degradarte a ser la escoria de la sociedad. Pero era mucho más doloroso vivirlo en carne propia, intolerable...
—Te amo —abrevió. Al final nada anulaba ese hecho—. Y odio tener que esconderlo, en serio —sin apartar la mirada del techo, deslizó la mano por las sábanas hasta encontrar la mano de Paz—. Y hablando del tema, hice algo... Pero escúchame, no te asustes. Tiene que ver con Helen. Ya sabes, es muy importante para mi. Es como mi hermana, no sé qué hubiera hecho sin ella o sus padres —seguía mirando al techo—. Cuando era niño ellos dejaban que me quedara en su casa, y su madre siempre intentaba ayudar a la mía en lo que podía. Lo que trato de decir es que a Helen le confiaría mi vida. Y sé que al inicio ella parece un poco grosera pero en realidad es muy buena persona. Así que... Le conté que estaba saliendo contigo. Le conté todo. No pienso que esté mal, pero necesitas saberlo. Se lo conté porque... Mierda, si no se lo contaba a ella no se lo contaría a nadie.
—Confío en ti —a pesar del temor inicial, estaba tranquilo con su decisión a final de cuentas, era solo hacérselo saber. Paz sabía bien que lo que escondían era algo que les gustaría gritarle al mundo, por lo que ocultarlo era difícil. Y aunque dudaba debía aceptarlo, Nolan se lo había contado a alguien, pero no era cualquier persona—. Ahora, voy a limpiar el desastre que es mi cara y mis manos —suavemente apartó su mano para, seguido de eso, levantarse. No era como si tuviera que caminar mucho para llegar hasta el baño.
Nolan se sonrió hasta que la puerta le hizo perderlo de vista. Por supuesto que Paz iba a entender, Dios. Paz siempre entendía. Se levantó a rebuscar en las bolsas y mochilas de la cama opuesta para ver que quedaba de «comida».
—No te pregunte si querías cenar algo, pero... Yo supongo que no porque en el auto íbamos comiendo —leyó la etiqueta de los empaques—. De todos modos, quedan unas donas glaseadas y un... ¿Quién diablos compró el jugo de guayaba? Sin ofender.
Dejó las mencionadas cosas en la mesa de noche, y después aprovechó para subirse a la cama y rápidamente acomodar la sábana cerca de la cabecera, que tenía un desperfecto. Siguió hablando:
—¿Sabes algo? Cuando se lo conté a Helen no me creía. Se tardó en tomarme en serio —se acercó el borde de la camisa a la nariz para oler, y después de eso saltó en busca de su mochila—. Pero al final dijo algo como que si yo realmente lo quería, para ella estaba bien. También dijo que quería conocerte más —encontró el pequeño frasco de perfume. Lo agitó un poco y velozmente se lo echó antes de volverlo a guardar. Por último, se sentó en el borde de la cama a disimular que había estado ahí todo el tiempo—. Pero en fin, si yo fuera tú, pensaría: «oh no, ya se lo contó a su hermana, este idiota va muy en serio conmigo».
Con su propia camisa, Paz tuvo que secar su rostro y manos, no tenía otra opción viable. Salió del baño sonriente con las palabras de Nolan, respondiendo:
—Más vale que estés yendo así de en serio —cerró la puerta y se acercó nuevamente a la cama que se veía algo diferente, pero Paz tenía mala memoria como para pensar en qué—. Realmente hubiera sido bastante bueno que tuviéramos una televisión ahora mismo.
Nolan, naturalmente, le regreso la sonrisa. Seguro y ante los ojos de cualquiera (sin crueles juicios de por medio) serían un par de tortolitos de manual. Pero estaba bien. Estaba bien serlo en esta ocasión.
—Sobre lo de la tele, tengo que confesarte algo —empezó a decir, con ese tono estar jugando y a la vez no—. Realmente no estoy aquí porque buscaba una tele. De hecho, si la hubiera, ni siquiera creo que la estuviera viendo —acercaba lentamente su rostro al de Paz. En realidad era obvio que acabaría por besarlo, pero no terminaba de hacerlo. Quizás no terminaba de hacerlo porque quería ver como Paz lo anticipaba—. En realidad fue un elaborado plan para buscarnos más privacidad y meternos en la misma cama. Y poder mirarte como idiota y besarte como quiero por el tiempo que quiera.
Dicho eso, tan solo cerró los ojos y cumplió con lo que venía diciendo. Lo besó suavemente, luego no tanto. Pero mierda, como lo amaba. Todo. Desde cosas estúpidas como la forma que tenía de parecer apático ante todo sin serlo realmente, hasta cosas más importantes como esa habilidad única de compresión y de no dejarte solo... También sus labios, y su cuerpo. Y su cabello rubio. Y su nombre. Y eso que hacía que estando juntos, no hubiera forma de prestarle atención a las personas que discutían fuera o al dolor agudísimo que venía de su cara y de su cuerpo.
No era una sorpresa, pero para Paz siempre estaba bien sentir esa sensación de no esperarlo totalmente. No había una explicación lógica para redactar los sentimientos o sensaciones, sólo pasaba y podía usar hermosas metáforas siempre, solo para intentar darle forma a aquello tan ameno, tan tenue, tan suave. Eso que sentía, era tan bonito que nunca lo habría imaginado de lo cursi que parecía.
Paz pasó una de sus manos a la nuca de Nolan, porque sin importar los espacios para respirar quería dejar en claro que seguirían así por un buen rato. El amor se sentía dulce, a veces como esos que te obsesionan pero sus niveles de azúcar son tan altos que debes detenerte a cada bocado para procesarlo y otras veces era como gomitas o malvaviscos, simplemente podías comerlos sin parar.
—Te amo —en Paz era tan normal a ese punto que podía volverse un meloso diciéndolo en cada oportunidad posible. Después de una sesión bastante extensa, necesitaban un buen respiro: —Incluso después de haberme mentido con lo de la tele.
Con la mano Nolan fue a tocar delicadamente su mejilla, pero entonces su mirada se posó en aquellas llamativas heridas. Seguía furioso por eso. Estaba tan furioso que de encontrar a Sally o a John los golpearía hasta que sus rostros se vieran mucho peores que el de Paz. Hasta que escupieran sangre. Hasta que no pudieran levantarse... Y esperaba que Paz no tuviera más moretones debajo de la ropa, porque de lo contrario llevaría la navaja consigo. Intentó convencerse de que esos pensamientos incontrolables no lo llevarían a nada y que eran mierda. Que era mejor sonreír de vuelta antes de que su contrario notara el desvío, y darle un corto beso que acabaría por desviarse a una herida de su mejilla, y luego acabar susurrando:
—Mi pobre muchacho —soltó un suspiro de pesadez—. Te amo tanto.
Al final nada quedaba más que mirar sus ojos y finalmente tumbarse y acercarse a abrazarlo entre aquella cama, estando tan juntos que nada de esfuerzo necesitaba para rodearlo también con una de las pierna. Y cerrar los ojos. Mientras esperaba quedarse así para siempre.
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