23. Mirador
El famoso mirador, un rumor entre los adolescentes y parejas con demasiado tiempo libre y aburridos de lo poco que la ciudad de Saint Bernard tenía para ofrecer. Ni siquiera era un lugar oficialmente establecido, solo un punto reconocible por el sendero que se desviaba del camino principal, un sendero de hierba pisoteada con árboles marcados de letras talladas en la corteza. Así como también el innegable buen ambiente que se comenzaba a formar; pinos y cedros, hierba verde por las recientes lluvias, ramas que cubrían de los últimos rayos de sol de la tarde. Brisa.
El auto no pasaba a dónde la vista estaba en su mejor punto, quizás por eso mantenía a los menos entusiastas alejados. Era necesario caminar un par de metros... Caminar hasta que el suelo parecía acabarse porque era como estar en el borde de una de las pequeñas montañas que rodeaban Saint Bernard, como una especie de acantilado no tan pronunciado, aunque extrañamente no daba la sensación de peligro, sino solo de... Paz. De tranquilidad. Y luego solo estaba la ciudad, y el cielo. El siseo que hace el viento. Y esa sensación que daba la altura y la vista de la ciudad que se reducía a figuras y siluetas que sugerían construcciones y luces.
Nolan permaneció a un lado de Paz, mirando. Aunque mientras miraba se decidió por soltar abruptamente la bolsa que venía cargando y tomar la mano de Paz en su lugar:
—¿Te gusta? ¿O esos bastardos nos estafaron?
Eran solo ellos dos disfrutando de la calidez que se instalaba al ver cualquier cosa de esa manera, desde esa altura. Se sentía curioso cómo podrían ver a casi toda la ciudad. Paz apretó con suavidad la mano de Nolan, respondiendo:
—Me gusta... Ni siquiera parece que esa ciudad es donde vivimos. Se ve tan pacífica. Bonita —para reafirmar su propio pensamiento vió al chico a su lado, entonces una sonrisa se plasmó en su rostro al percibirlo bastante concentrado con la vista que había al frente—. Aunque no tanto como tú.
Tal vez estaba siendo demasiado cursi, demasiado «no-él». Pero poco importaba, poco le importaba. A los pocos minutos estaban intentando colocar una manta sobre la hierba, aunque era un poco difícil porque el viento jugaba en contra y jalaba la manta a todas direcciones excepto al suelo. Incluso parecía que saldría volando. Nolan decía:
—¿Sabes? No te traje solo a ver edificios y pinos... Este debería ser un buen sitio para ver estrellas. Por la altura, y porque... —se distrajo un poco cuando la manta se le soltó y terminó por cubrir su cara—. Porque la ciudad y la luz están allá abajo. Nosotros estamos acá, y el cielo debería estar despejado. Entonces... Debería ser un buen día para ver estrellas.
Luego finalmente se sentó de cara al panorama y al viento y a la ciudad. El viento le agitaba un poco el cabello. Y mientras tanto, Paz intentaba poner algunas piedras en las puntas de la manta con la esperanza de que ayudara en algo, escuchaba atentamente a Nolan y es que ciertamente no estaba entendiendo a qué se refería, pero parecía algo que quería que vieran, entonces solo era cuestión de tiempo.
Ya sin mucho más por hacer, el rubio dudó un poco pero entonces, recostó su cuerpo encogido en parte de la manta y reposó su cabeza sobre el regazo del chico:
—Tu brazo —sí, el tiempo había curado el brazo de Nolan, dejándole solo una pequeña cicatriz que se sumaba a la decena que tenía a lo largo de su piel—. No sé cómo lo soportaste tanto tiempo. El yeso, la picazón, es la peor parte —con cuidado, Paz sostuvo el brazo de Nolan sobre de sí, deslizando la yema de sus dedos por esa marca blanca.
—La picazón fue de las peores partes. Pero vale la pena. Porque si me pongo a pensar, romperme el brazo fue un tremendo golpe de suerte —su otra mano se dirigió al cabello de Paz. Y sin pensarlo mucho comenzó a pasar los dedos por los mechones rubios, hasta solo apartarlos de la frente del chico y despejar su rostro. Sonrió. Aquella vista le gustaba más. Mucho más—. Piénsalo. Eso hizo que terminara quedándome en tu casa, lo que eventualmente me llevó a donde estamos ahora. Así que me lo rompería de nuevo. El otro también si hiciera falta.
Paz rió sin mucha gracia, era otro evento que no querría recordar:
—He usado yesos dos veces en lo que llevo de vida —todos hacían eso, ¿no? Intentar confortar contando experiencias similares—. La primera vez, estaba aprendiendo a andar en bicicleta junto con mi padre... Choqué contra un árbol y mi mano estaba abierta, cuando reaccioné mi dedo meñique fue el único que estúpidamente no cerré —rió al tener los vagos recuerdos volando en sí—. Era gracioso tener un mini yeso.
Extendió su mano libre hacia arriba y luego tocó la mejilla de Nolan por un momento... Era extraño, pero no lo suficiente como para no quitar la mano de allí si no hasta unos segundos después. Continuó con la historia:
—La última vez que usé uno fue a inicios del año pasado, tuve un accidente de auto junto con mi amigo Clarke... Mi madre me prohibió totalmente volver a manejar, por lo que me he estado ganando su confianza hasta el día de hoy —sonrió triunfante, todo el esfuerzo se había resumido al mejor de los momentos de su vida.
La mano que anteriormente Nolan tenía el cabello rubio fue a parar en la mano de Paz. La sostuvo unos instantes antes de subirla de nuevo a su mejilla, y ahí dejarla. No la apartes tan rápido, sí, eso quería decirle. Cubriendo la cicatriz fea de su cara. Ya no existía, no tenía por qué existir si la mano de Paz la estaba cubriendo.
—¿Me estás diciendo que estuve como treinta minutos en carretera con alguien que no sabe conducir? —un pequeño tono burlón para aligerar sus propios pensamientos—. ¿En cualquier momento pudimos caer por el acantilado? ¿Eso es lo que me tratas de decir? —mientras más sostenía la mano de Paz más la acercaba a sus labios hasta simplemente dejar un beso en el dorso—. Pero hablando en serio ¿por qué te accidentaste esa vez? ¿Ibas muy ebrio? ¿Fumado o algo así? —su mirada se desvió—. ¿Fue muy feo? El choque, quiero decir.
—Me ofende que creas que no sé conducir —sus mejillas nuevamente ardían, todo gracias a los movimientos impredecibles de Nolan—. Esa vez no era yo quien estaba al volante... Pero sí estaba bastante ebrio —recordar no era su actividad favorita, no cuando el caso era un mal recuerdo o simplemente no tener idea de lo que había pasado exactamente—. Digamos que el auto no valió la pena para los padres de Clarke, no sé si porque quedó muy feo o solo tienen el suficiente dinero como para cambiarlo tan fácilmente. Tuve que usar collarín por un tiempo, había algunos hematomas por todo el cuerpo y coincidentemente mi brazo estaba hecho un desastre. La verdad es que no recuerdo nada de cuando ocurrió el accidente, solo desperté en el hospital con mi madre preocupada, un yeso en mi brazo y sin poder mover mi cuello debidamente —para ese punto de la vida de Paz muy pocas cosas valían la pena, pero después del accidente pudo reconsiderar y darse cuenta de que había alguien esperándolo en casa, para su actualidad tenía más convicción en apreciar su vida que antes. Sus pensamientos eran curiosos y eso lo hacía sonreír.
—La verdad no sé cómo puedes estar en un auto sin morirte de pánico. Y si yo fuera tú no confiaría en Clarke —otra vez una mueca de dolor seguido de una risilla nerviosa. Es que podía imaginar la escena con claridad. Aunque rápidamente decidió que era muy desagradable y horrible—. Collarín. Eso suena muy jodido. Pero mucho.
—¿Y a ti ya te habían enyesado antes?
—Pues he tenido muchos accidentes estúpidos... Recuerdo que cuando tenía como quince, Helen y yo intentamos saltar una reja para meternos sin pagar a un partido de baseball. Helen pasó pero mi chaqueta se atascó en el metal y terminé por caer desde arriba. Supongo que fue divertido de ver porque Helen se reía como loca. Hasta que vio que el golpe iba en serio —su dedo fue a deslizarse por la punta de la nariz de Paz, distraído—. Pero... Hubo un accidente que sí me asustó de verdad. Fue un golpe directo en el ojo izquierdo, ¿sabes? No podía ver nada claro y tuve que llevar un parche un buen tiempo... Me sentía... Bastante estúpido con el parche. Y los niños me hacían sentir más estúpido porque me decían tuerto.
Sin poder soportar el impulso por mucho tiempo más, abandonó el regazo de Nolan, sentándose a su lado pero dándole la espalda a la increíble vista, con esa delicadeza que solo se tomaba el tiempo de tener con él, esta vez posó ambas manos en su mejillas, apreciando de cerca su rostro. Con su dedo pulgar recorrió la cicatriz, estaba tan concentrado en ello, en mirar cada detalle de su rostro.
—Realmente fueron unos bastardos... Los niños, realmente pueden serlo —respondió.
Acortando la distancia, pudieron sumirse en un beso ansiado desde muchísimo tiempo antes. Era tan ligero hacer aquello, no había culpa, solo reconforto, cariño, amor. Había bastante amor que quería ser transmitido. Y cuando el aire faltó, Paz hizo lo que en algún momento Nolan, besó sus mejillas o bueno, parte de su rostro en general.
Los pequeños besos en su rostro provenían de una parte del mundo que no estaba seguro de conocer.
—¿Sabes, Paz? A veces se siente raro. Si toda la vida se la pasan llamándote escoria o imbécil o lo que sea, a la larga te acostumbras y crees que solo mereces que te traten así y después es... Raro cuando tú llegas y... —Nolan desvió la mirada—. Te amo. Mucho.
Paz negó:
—A las personas les encanta hablar —le dió un beso rápido—. Pero mereces esto y mucho más.
El tiempo pasaba, y era cuestión de esperar el anochecer. Era la situación... Perfecta. Estaban tumbados juntos. La brisa era leve pero fría, contrastando con la calidez que se emanaba al estar juntos. El refrescante olor del bosque y las respiraciones pesadas que se combinaban una con la otra por la cercanía. Las ansias de más por estar juntos pero que al mismo tiempo era relajante. Todo estaba bien, por alguna razón estando junto a Nolan para Paz todo estaba bien. Finalmente, decidió abrazarlo. Nunca sensaciones tan opuestas habían encajado tan bien.
—Tengo una pregunta un tanto curiosa de mi parte... ¿Qué pensaste esa noche cuando casi te besé?
—Mierda, pensé en todo. Creo que nunca había pensado tanto como esa vez —Nolan puso una pequeña sonrisa risueña—. Pensé en que realmente quería que lo hubieras hecho. Realmente... Salí de tu casa decepcionado. Intenté ignorarlo con unos tragos pero no podía, porque yo quería que me hubieras besado aunque no fuera capaz de aceptarlo —hubo una corta pausa reflexiva—. De verdad ese maldito instante me obligó a comenzar a aceptar los hechos. A aceptar que me gustabas desde quién sabe qué momento.
—Creo que nunca me disculpé por actuar con demencia al día siguiente —la vergüenza no pasaba desapercibida haciéndose notar con una risa nerviosa—. Sé que debes entender un poco del por qué lo hice, pero aún así debo disculparme. Lo siento por actuar como idiota. Pero ahora que puedo, no dejaré pasar nunca la oportunidad de besarte... Como ahora —se acercó acortando la poca distancia en un nuevo ósculo totalmente diferente al de hace pocos momentos, con intenciones completamente distintas.
Nolan amaba esa urgencia con la que era buscado para un beso. Pero no tanto como amaba esas oraciones, esas oraciones que lo prometían todo. «Te perdono», algo así susurró aunque sus labios estaban un poco ocupados. Luego con una sonrisa estúpida pronunció un «ven aquí» cuando hubo una pausa. Y entonces bueno, le dio una especie de abrazo que escondía la intención de jalarlo hacia sí y prácticamente subirlo sobre su pecho.
—Ah, me gusta estar aquí —susurró con los ojos pacíficamente cerrados—. O más bien me gustas tú. Mierda, no puedo pensar bien ahora. Solo sé que siento tu respiración... Que te tengo muy cerca. Que me estás viendo. Que te estoy viendo. Que eres estúpidamente lindo. Y que estoy diciendo pura mierda incomprensible porque estoy enamorado.
Paz sabía, no era cualquier momento, era su momento, el de los dos, acompañado de la tranquilidad del lugar, junto al sonido de...
—¿Escuchaste eso? —la evidente confusión era claramente una negativa. Pasó un momento en silencio antes de que Paz volviera a sí: —Supongo que no es nada. Creí haber escuchado un auto o algo así.
«No debe ser nada», eso estaba apunto de responder Nolan, pero luego el sonido parecido al zumbido de un automóvil se hizo sencillamente más evidente. Nolan intercambió miradas con Paz, solo con esa expresión de querer averiguar más. Levantándose, giró su cabeza a los árboles, pero ahora los faros de un automóvil estacionadose lo cegaron.
—No pasa nada, ¿vale? Yo me encargo —algo así le murmuró a Paz.
Dicho eso, caminó un par de pasos. Pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, entre los árboles apareció una muchacha de falda y pendientes pesados:
—¡John! —gritó la chica de falda, prestando total atención a donde iba pisando—. ¡Te dije que aquí había más gente! ¡Vámonos!
Nolan se detuvo. Y la chica de pendientes también lo hizo para agacharse y acomodarse un tacón. Su mirada se cruzó con la de Nolan. Pero ella puso una agradable sonrisa:
—¿Teniendo una bonita cita?
La chica siguió sonriendo, hasta que hizo un ligero movimiento para mirar a la persona detrás de Nolan. Y de repente su sonrisa se esfumó, cambiándose por una expresión de sorpresa repulsiva, como si hubiera encontrado un animal muerto:
—¡¿No les da vergüenza estar en público?! —la chica retrocedió un par de pasos—. ¡John, no te la vas a creer! ¡Te vas a morir del asco! ¡John!
Mientras la chica llamaba a ese tal «John», Nolan se apresuró a tomar a Paz de la muñeca. ¿Por qué? Quien sabe. Eso era raro. Nuevo. Se sentía... ¿Peligroso? Incluso no sabía cómo reaccionar... Le costaba seguir la línea de lo que estaba pesando. Le costaba procesar que ahí venía también John.
Eran demasiadas cosas pasando al mismo tiempo, pero Paz solo tenía un pensamiento: debían salir de allí en ese mismo momento. Lo había visto tanto en la televisión, había oído hablar de tantas cosas y aún así solo apuntó al piso y pudo decir «Las cosas», porque no quería pensar en lo que vendría después. A pesar de que le costó un poco, deshizo el agarre de Nolan y tomó la bolsa en el suelo junto con la manta. Su respiración era bastante acelerada, similar a cuando llovía y había tormentas.
—¿Qué tanto gritas, Sally? —entonces la segunda voz desconocida hizo presencia finalmente y Paz volvió a estar de pie junto a Nolan—. Oh... Oh.
Los miró a ambos de una manera que Paz no olvidaría tan fácilmente, con asco, con desprecio, como si fueran un animal asqueroso.
El tipo parecía alguien violento, aunque... Ellos eran dos y a menos que tuvieran algún tipo de arma dudaba que la chica hiciera algo... ¿Por qué tenía que pensar en defenderse? ¿Por qué demonios tenía que pensar en cómo no salir tan heridos?
—Vaya mierda, ¿desde cuándo la escoria viene al mirador? —el presunto John quedó frente a la chica como si estuviera protegiéndola de algo y eso enojó aún más a Paz, ellos no eran una amenaza, ellos no—. Seguro ya infectaron este lugar con sus malditas enfermedades, que puto asco. Anormales, ¡¿por qué no mejor se tiran del puto acantilado y le hacen un favor al mundo?! ¡¿Eh?!
Y entonces el mundo se veía tan injusto cuando los únicos amenazados allí eran Nolan y Paz. Cuando eran ellos dos quienes debían correr y esconderse del resto de personas, los únicos que debían tener miedo de cualquiera que los rodeara.
—Nos iremos, solo cálmate —y finalmente algo con sentido pudo ser por Paz entre tanto temor.
Pero es que Nolan ya sabía que algo así tendría que pasar en algún momento. Ya lo sabía. Eso tan solo era una pequeña porción de lo que el mundo pensaba acerca de ellos, de Paz y él. Pero aún así se sentía aturdido...
—Se van a pudrir en el infierno —sentenció la chica, quien miraba como Paz se apresuraba a levantar las cosas.
Y después hubo un silencio. Entonces ahí Nolan notó que la sangre le hervía. Que estaba furioso y frustrado por ver sin hacer nada, por permitir que los atacaran así, por permitir que trataran así a Paz. Y que si los escuchaba escupir una puta palabra más... Mentira. Ya había tenido suficiente y por eso impulsivamente soltó lo poco que había agarrado al suelo y miró a John con incluso más despreció del que él tenía:
—¿Y bien? —dijo John, irreverente, sin ceder.
—Tú y tu puta se pueden ir a escupir mierda a otra parte —respondió Nolan rápidamente. Su tono fue un aviso del violento empujón que después lanzó contra John.
Y Nolan no entendió bien qué pasó justo después porque sintió un subidón de adrenalina. Recibió un empujón, luego él dio otro que escalaba en fuerza. Hasta que la chica dio un grito horrible. Nolan entendió, al ver a John agarrándose el mentón, que le había soltado un puñetazo. Y uno fuerte porque hasta el puño le dolía.
—¡Estás muerto! —y John se acercó a Nolan como con ganas de matar algo. Estaba tan enojado casi tanto como él.
La cosa es que la situación se volvió un revoltijo confuso ante la escasa luz de esa noche. Con Nolan y John yendo fugazmente de un lado a otro con movimientos de brazos incoherentes pero bastante agresivos que pretendían lanzar puñetazos o rasguños o tirones a la ropa o empujones o lo que fuera.
A ese desastre, se le sumó los gritos de alguien que gritaba algo como «te vas a morir». Y de alguien más seguía gritando incoherencias, palabras que sonaban como «¡John, ten cuidado!». La situación escaló demasiado rápido; la sangre había pasado a formar parte del acto, y para Paz ese fue el aviso de que aquello terminaba para Nolan, pero no para John.
Sí, fue el error de Paz simplemente ir e interponerse sin pensar en nada exactamente más allá de sacar a Nolan de la vista del desgraciado, pero no creyó que un golpe del mismo lo alcanzaría.
Lo más rápido que pudo pensar para separar a John de Nolan finalmente fue empujarlo. Y agradecía a los golpes de su novio por haberlo dejado a John lo suficientemente débil como para caer al piso. La oportunidad estaba allí y lo que Paz quería era venganza, ya no había espacio suficiente para todo el miedo, así que no lo pensó dos veces cuando se tiró a darle unos golpes más a la asquerosa cara frente a él.
Gritos de que parara no eran nada cuando lo que hacía era llevarse un golpe y dar dos, pero entonces comenzó a haber más sangre que antes, tanto suya como la de su oponente y ya no parecía justo cuando más que ser golpeado estaba siendo alejado, no era el mejor en las peleas pero tenía experiencia y ese tipo estaba peor de lo que alguna vez Paz ya lo estuvo o incluso estaba en ese momento. Nolan lo había dejado bastante mal antes, entonces...
Su prioridad era otra. Así que Paz se apartó cuando notó que John ya no buscaba devolver los golpes. Tan rápido como pudo buscó con la mirada a su chico, el cual se veía igual de desesperado que él, probablemente peor.
—Vámonos de aquí —tomó lo que alcanzó a mirar del suelo con una de sus manos mientras que con la otra tomó del brazo a Nolan.
—¡Cobardes! ¡Malditos asquerosos! —fueron algunas de las cosas que Paz alcanzó a entender de John, mientras pasaban de Sally arrodillada junto a él con una cantidad de preocupación entendible.
Así que todo lo que tuvo que hacer Nolan fue sujetar con fuerza la mano de Paz y dejarse llevar por ese chico ensangrentado. Aunque no perdió la oportunidad de responder a los persistentes insultos:
—¡Imbécil! ¡Si te vuelvo a ver juro que te mato! —con el brazo, tuvo que limpiarse bruscamente la sangre que no paraba de salir de su nariz—. ¡No vuelvas a acercarte a mi novio!
Sujetando la mano de Paz fue como llegó al auto, luego se apoyó en el cofre del para buscar aliento. Volvió a limpiarse la sangre que no entendía bien de donde venía porque toda la cara le dolía. Y después solo dio una patada agresiva al carro. Pero seguía furioso y le estaba costando una barbaridad calmarse, así que dio una segunda patada más fuerte.
—¡Ese puto imbécil! —se quitó la chaqueta y la tiró al suelo, tal vez porque estaba manchada obscenamente de sangre.
Se acercó a Paz a tomarlo, en un perfecto contraste, suavemente del rostro y ver bien lo que le habían hecho. La inspección duró poco porque no toleraba verlo así. Con cuidado intentó limpiar una herida cerca de la ceja de donde salía más sangre, pero de pronto volvió a enojarse por todo. Su mano temblaba, todo de sí temblaba. Mejor se apartó y le dio otra patada al carro.
Paz estaba sin poder decir nada, quería aclarar su mente pero sería casi imposible. Abrió la puerta del conductor para tirar las cosas a los asientos traseros:
—Vámonos antes de que quieran vengarse o algo del estilo —quería decir que todo estaba bien pero realmente le preocupaba el cómo se encontraba Nolan y quería ir a la ciudad a ver a dónde podrían ir para que lo ayudaran. Pero la atención de este estaba puesta en otra cosa, más específicamente un auto. Era fácil pensar en lo mismo, hacerle algo a «ese» auto—. No estarás pensando en... ya sabes.
Nolan levantó su chaqueta del suelo en silencio, con aparente resignación. La levantó y fue a dejarla al asiento trasero. Aprovechó para quedarse a un lado de Paz y darle un rápido beso en la mejilla. En realidad ya lo tenía decidido desde que su mirada se cruzó con el auto.
—Ve encendiendo el auto —la rabia se notaba aunque intentaba sonar más tranquilo para Paz.
Después se dio media vuelta y sin pensarlo más, tomó rápidamente una piedra del suelo. Ahí iba. Apuntó. Incluso entre la jodida luz de la luna el tiró que siguió fue impecable. El sonido del vidrio rompiéndose acompañado de aves asustadas emprendiendo vuelo.
Después Nolan se apresuró a subir al asiento del copiloto y azotar la puerta para cerrarla. «Arranca, arranca», gritó Nolan a la vez que daba unos golpes innecesarios en el tablero del auto. Paz no tenía que pensarlo mucho, era soltar el freno, pisar el acelerador y meter la marcha. Adentro Nolan sea gritando, pero los gritos que más llamaban la atención eran los de un muchacho furioso que salían repentinamente de entre la hierba junto con una chica:
—¡Maldito hijo de puta! ¡Eres hombre muerto!
Ya era innecesario, la pelea estaba ganada. Pero sin pensarlo más Nolan asomó parte del cuerpo por la ventana y le arrojó una lata de jugo del portavasos sin ver bien si acertaba el tiro o no.
—No puedo creer que tú —y Paz estaba sin palabras. Entonces se permitió reír frente a la situación: —Bien hecho. Eres simplemente increíble, por eso te amo —cuando Nolan también rió, pudo olvidar que sus manos dolían junto con su rostro y varias partes del cuerpo. Pero también fue en ese instante en el que recobró la seriedad al pensar en que Nolan debía estar peor: —¿Cómo estás? ¿Deberíamos ir a algún lado a que te revisen?
—Me duele pero no creo que sea nada —contestó sin más. Ahora que había «arreglado» todo con una paliza y un cristal roto, se volvía a sentir igual de bien que antes. Nolan se movió en el asiento hasta poder acercarse bien a Paz. Encendió la luz del interior del vehículo y por segunda ocasión revisó las heridas de su novio... Ya haría algo con eso. En el auto no tenía nada—. ¿Sabes lo que haremos ahora? Iremos a un estúpido Breeze a comprar pastillas para el dolor, algo para las heridas y ya pensaremos en algo más, ¿qué dices?
—Me parece genial tú idea.
Nolan tuvo la necesidad de acercarse a darle un beso por el cuello o la mejilla o la frente. Mirando con atención, dijo:
—Dime, ¿cómo estás? ¿Te duele algo?
—Yo estoy bien, he estado peor. Así que es bastante soportable el dolor —su respuesta se inclinaba más a los golpes que cubrían su cuerpo en aquel accidente, porque en términos de peleas nunca había podido llegar a un nivel demasiado avanzado de daño.
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