20. Sucesos de trastienda

Unos días después

Roger's era el lugar más aburrido de la tierra, pero de alguna forma tenía su encanto; había sido el escenario de muchos momentos peculiares y memorables, especialmente hablando de ellos dos. Quien sabe, quizás aquellos muchachos ya hasta le habían tomado cariño al viejo local.

Ese día parecía podría ser cualquier día de los últimos seis meses. Con Nolan enfrente de la caja y vistiendo ese uniforme azul marino, escuchando los reclamos de un cliente que decía:

—Mira esta dona —repitió, acercando de nuevo el trozo de pan a su rostro—. Mira y dime si está bien horneada.

—Señor, le repito que yo no las horneo —hoy Nolan tenía una paciencia tremenda, y solo apoyaba su rostro en su mano con una expresión medio aburrida—. Pero en todo caso le daré un reembolso y todos estaremos contentos.

—¡¿Pero es que no entiendes?! Esto es una burla al consumidor, a tus clientes. ¡Está casi cruda!

—Como decía, seguramente fue un accidente. Las donas se hacen por lotes, casi de forma industrial, entonces pudo pasar que...

—¡¿Pero cómo puedes vender estás porquerías?!

—Yo me pregunto lo mismo —respondió, dando un lento parpadeo—. Si es tan amable de dejar de gritarme y...

—¡Pero llama a tu supervisor o algo!

Nolan se cubrió la cara con la mano, a la vez volteaba a ver a Paz con esa cara de confusión y de risa y de resignación y de sufrimiento. Otro día en Roger's.

—¿Piensas que es una broma o un juego? — insistió aquel hombre. Paz podría jurar que la cara del señor estaba por explotar

—No, en absoluto —Nolan negó, volviendo la vista al cliente—. Desgraciadamente, las políticas de la tienda no me permiten tomarme esto como una broma...

No lo merecía, Nolan no podía pasar por eso solo, pero Paz realmente pensaba en si debía meterse en esa conversación o no. Pero cuando el señor apuntó con nada de humor a Nolan, fue cuando el debate interno de Paz terminó:

—Nadie cree que esto sea un juego —no, Paz no solía ser el indicado para atender clientes y mucho menos esos que reclamaban por todo y nada. Nolan normalmente tenía ese tono de voz más llevadero, el realmente parecía esforzarse para ser gentil. Paz solo decía las cosas y ya, no había intentos de ser un amable y comprensible cajero del cuál muchas ancianas le tomaban cariño—. Como ya mencionó mi compañero, nosotros no las hacemos. Por lo tanto no tenemos cómo saber si están bien hechas o no. Así que deje de ser tan agresivo y sea más comprensible.

El señor pareció mantenerse callado tal vez pensando en rendirse, pero tal vez el tono y las palabras no eran lo que buscaba o esperaba. Entonces cuando esta vez apuntó a Paz, supo que tal vez mantener el silencio y dejárselo a Nolan hubiera sido la mejor elección.

—Ten más respeto, niño —el dedo no flaqueaba ni un segundo—. ¡¿Qué acaso no hay nadie realmente competente en este lugar?!

Silencio. Y ese silencio, no irónicamente, fue la solución. El silencio de no-sé-qué-más-decir y voy-a-perder-la-cabeza fueron suficientes para que el hombre aceptara el reembolso y saliera casi botando humo de los oídos.

—¿La cagué, verdad? —preguntó Paz en cuánto la puerta se cerró. Estaba seguro, Nolan habría podido solito.

—¿Qué? ¿Cagarla? —Nolan alzó las cejas, a lo que luego aparecía una de esas sonrisas que anunciaban un inminente arranque en la siguiente oración: —¡Dejaste a ese imbécil sin palabras! Literalmente le dijiste «Eres un idiota pero de los grandes» sin decirlo. Sin usar ni un solo insulto. Con un tono de voz sostificado al estilo «mira, imbécil». ¿Y viste su cara cuando se iba? Bien resignado con su miseria de reembolso, directo a la puerta —se apoyó con los codos en la superficie del mostrador, de espaldas—. Un poco más e iba a decirme hasta de lo que me iba a morir.

—Quisiera decirte que no, pero sí. Se veía bastante amargado, como listo para hacer cualquier cosa y justificarlo diciendo que nosotros tenemos la culpa —entrecerró sus ojos—. Ya entiendo la expresión «a alguien no le dieron ayer» —rió ante su propio comentario, pero podría jurar que nada nunca había hecho tanto sentido en la vida, al menos nada tan trivial.

Entonces Paz siguió con lo suyo, limpiar. Sí, normalmente hacía eso pero es que estaba seguro que las muchachas del turno matutino no hacían su parte de la limpieza. Y tal vez comenzaba a tener un problema con eso de ver tanta suciedad acumulada cada que pasaba la escoba.

Por su parte, Nolan había ido a meterse a la trastienda, donde había estado drogado el otro día. Todo para verificar las dichosas trampas para ratas que bien sabía, le correspondía a él porque a las chicas de la mañana le aterraba la sola idea de lidiar con ratas, y a Paz le resultaba demasiado odioso.

Pero repentinamente la campana sonó y un par de niños entraron. Seguramente por dulces como siempre hacían. Y Paz estaba en lo correcto.

Mientras los atendía la puerta nuevamente sonó. Cuando notó que la persona se acercó al mostrador el rubio habló apresuradamente:

—Ya le atenderemos, espere un poco.

—Por supuesto, no hay problema —la voz le era familiar y eso hizo que le detallara, Paz abrió una sonrisa. Se trataba de Robin, había olvidado completamente que iría a Roger's.

Terminó con los niños y la chica de cabellera negra se acercó igual de sonriente, diciendo:

—¿Cómo estás Paz?

En la trastienda, Nolan encontró un par de trampas desactivadas debajo de los muebles pero sin rastro de ratones ni de la carnada. Intentó activarlas de nuevo, pero con un único brazo era simplemente imposible. Pero aun así Nolan intentó... E intentó. Hasta que finalmente se levantó y fue a buscar a Paz.

—Oye, ¿puedes ayudarme con...?

Dejó su frase a medias porque su mirada se encontró con la mirada de la chica que se negaba a quedarse como un simple recuerdo de fiesta. Robin-Robin-Robin. ¿Cómo no tenerle un poquito, bueno, muchísima repulsión a esa sonrisa pretenciosa y a esos ojos que miraban a Paz como no deberían de mirarlo? Nolan expresó un sutil pero directo fastidio con el rostro, y luego hizo como que no la vio, aunque sin quitarle nada de atención de encima. Ya dejaría de tenerle cuidado, en cuanto ella dejara de hablarle a Paz con ese tono de mira-lo-mucho-que-me-agradas. Pronto Robin entendería que Paz no le daría ni una oportunidad ahora, ¿verdad? Y entendería que lo de la fiesta fue un fenómeno único, un accidente. Y entonces ella se largaría al mismo pozo del que había salido... Y... Espera, ¿a Paz le gustaban las chicas también?

Mejor se giró a revisar el calendario de la pared, como si no supiera qué día era. Detrás suyo continuaba esa conversación:

—Traje lo que me pediste ayer —Robin sacó de su bolso un papel y lo extendió en dirección a Paz, quien hizo el ademán de tomarlo, siendo impedido por el rápido movimiento de la chica, al desviar su mano de dónde se encontraba—. Pero antes, dame tu número primero, no voy a esperar a que me llames.

No mentiría, Paz dudaba un poco y estaba seguro que se le notaba en la expresión, no era de disimular mucho y menos si se sentía en confianza.

—Tranquilo, juro que no llamaré a cualquier hora y a todo momento, tienes mi palabra —ella sonrió aún más—. Será un intercambio justo.

—Te creo, te creo —el chico buscó un lápiz y luego arrancó el pedazo de un periódico que esperaba no fuera de nadie. Escribió rápido los números pertenecientes al teléfono que poco uso daban en casa, y después se lo entregó a Robin intercambiando papeles.

—Es un placer hacer negocios con usted.

Ambos parecían estar bastante felices, aunque él extrañó que por un momento la expresión de Robin desapareciera tan abruptamente como había vuelto.

—Veo que ha sido una buena semana para ti —ella apuntó con su mano disimuladamente su cuello y bastó para Paz entendiera de qué hablaba.

Ahí fue cuando Nolan decidió hacer su entrada en escena. No podía quedarse en el fondo viendo como se intercambiaban números. Así que por eso se acercó abruptamente a rodear a Paz con el brazo, al estilo de «buenos amigos», con una sonrisa superficialmente llevadera, pero una mirada que pesaba...

—¿Buena semana? Quizás la palabra que buscas es intensa —las palabras de Nolan eran de humor ácido y burla—. ¿Ya viste bien como tiene el cuello? La chica que le hizo eso estaba bastante emocionada.

A lo que luego sus palabras continuaron saliendo por sí mismas. Si había intentando «alejar» a Robin cuando todavía ni le daba nombre a lo que sentía por Paz, sería extraño no hacerlo ahora. Además, eso de «traje lo que me pediste ayer» lo había puesto nervioso. ¿Para qué Paz quería el número de Robin? ¿Y cuándo se lo había pedido? ¿Y cómo? Espera, ¿se frecuentaban...? Nolan continuó:

—Pero capaz que mi amigo ni se acuerda de cómo se llamaba ella —acercó a Paz a sí con una sacudida cuando lo vio con intenciones de cortarle la oración—. Es que, así como lo ves, este no se contiene. Lo he visto irse con chicas en las fiestas sin siquiera saberse bien los nombres. Tú sabes, son cosas muy... —hizo como que buscaba la palabra, aunque la verdad la tenía en la punta de la lengua desde hace rato. Luego dirigió una sonrisa cínica: —Casuales, sin importancia —sí, estaba describiendo lo que ocurrió entre ella y Paz aquella fiesta—. Pero bueno, ¿qué más da? ¿Quién lo puede culpar? Nadie.

Un ataque muy directo a los ojos de cualquiera, pero es que si la situación no fuera tan complicada, Nolan ya le hubiera dicho las cosas tal cual eran. Si pudiera le hubiera dicho felizmente que Paz era su novio y la hubiera mandando a la puta mierda desde hace mucho.

Y entonces antes de que Paz pudiera decir siquiera una sola palabra fue interrumpido nuevamente, esta vez por la risa de Robin, quién dijo:

—¿Ah sí? Cada vez conozco un poco más de Paz —mantuvo una sonrisa que el mencionado podía describir como forzada. Era obvio que a Nolan no le agradaba Robin y viceversa—. Pero entiendo, los encuentros casuales son mejores que cualquier cosa seria. Siendo tan joven es la mejor manera de disfrutar la vida. ¿No crees?

—Claro... —el rubio no estaba tan feliz de ganarse la fama de andar con la primera que se le arrojara encima—. Pero igual he estado pensando bastante en eso, reflexionado —miró por un momento a Nolan y luego volvió a mirar a Robin—. En fin, te llamaré después, hoy si puedo en todo caso —la intención era clara, acabar con esa conversación y que cada uno fuera por sus caminos.

Nolan alzó las cejas en un gesto despectivo y luego su expresión se volvió sería. Casi parecía que Robin y él se estaban hablando con miradas. O que intentaban saber qué pensaba el otro. Casi como si los dos pudieran percibir esa complejidad detrás de las oraciones sencillas del otro.

Pero ese «Hoy si puedo en todo caso» había sido la gota que derramó el vaso. ¿Pero qué? ¿A qué carajos estaba jugando Paz? ¿Por qué le decía esas cosas favorables a la chica que tenía las jodidas intenciones pegadas en la frente? ¿Era ciego? ¿Estúpido? Y con él a un lado. Ah. ¿Qué pensaba Paz? ¿Qué solo por tener que mantener su relación entre ellos podía andar por ahí como si no existiera? ¿Qué no contaba? ¿Qué mierda? Nolan estaba fastidiado en serio. Tanto que soltó a Paz tan abruptamente como lo había tomado. Ya hablarían sobre esto...

—No vayas a olvidar llamarla —dijo con ese humor ácido. Dio una última sonrisa más «amistosa» a Robin que el resto, y volvió a irse a la trastienda a las trampas de ratas que intentó armar un par de veces más.

Ese tono, sí. Paz sentía que algo no estaba bien. Ya sabía que no podía combinar la presencia de esos dos porque el perjudicado sería él mismo.

—Tu... amigo. Es bastante simpático, ¿cierto? —dijo Robin. Ironía, era pura ironía. Paz necesitaba que se fuera ahora—. Debería de dejar de meter sus narices dónde no lo llaman. Pero no importa en este momento. Te veo luego cuando... —alargó la palabra— no estés tan ocupado. Tal vez algún día cuando salgas de tu escuela o después del trabajo.

—Sí, me parece bien. Nos vemos luego.

Con esa despedida, dió fin y buen entendimiento de que era hora de acabar con esa conversación por el momento. Robin se despidió y fue de camino a la puerta. Cuando la campanilla sonó, Paz miró el papel que tenía en manos y luego la puerta semi abierta a un lado. Guardó el papel y se acercó a la misma. Un par de insultos bajos y un constante chirrido llamaron su atención.

—¿Todo bien aquí? —Paz no tenía como engañarse a sí mismo, no sabía y mucho menos imaginaba cual sería la siguiente frase o acción de Nolan.

Nolan tardó un poco en contestar, fingió que toda su atención estaba puesta en la estúpida trampa. Pero cuando no pudo activarla como por doceava vez seguida, de un golpe agresivo con la mano la deslizó hasta debajo del mueble. Eso de su brazo roto le estaba fastidiando demasiado, pero no tanto como...

—¿Bien? ¿En serio? No puedo entender lo que acabo de ver —se puso de pie y sin ganas le volteó a mirar—. ¿Acabas de intercambiar números con la misma chica con la que te besaste en la estúpida fiesta? Paz, creí que ambos estábamos de acuerdo en que ella solo quería follar contigo. Y luego vas... Y... Le sigues la corriente... ¿Qué quieres que piense?

Rodó los ojos, luego se recargó en la pared. Quizás no se veía enojado como tal, quizás estaba más frustrado y amargado.

—Yo estaba ahí. A un lado tuyo. Y tú... —hasta decirlo le sabía mal. Como probar ginebra de un tirón y luego querer escupirla de vuelta—. Mierda, Paz. ¿Por qué le sigues hablando en primer lugar?

¿Cómo Paz podía explicarlo? ¿Cómo explicar que por primera vez alguien veía más allá de una cara amargada y se preocupaba por hacerle sentir bien? ¿Cómo explicaba que por primera vez sentía que podía tener confianza en alguien? Tener un verdadero amigo. ¿Cómo explicar que se sentía muchas veces solo y Robin le había brindado una compañía cómoda en una de esas veces? No, no tenía cómo explicar eso porque eran tonterías de su cabeza y sólo eso. Y era siempre una confusión fastidiosa en la que pensar.

—Porque... —las palabras simples no salían.

Porque... Robin le caía bien. Parecía entender cosas que él no, porque quería confiar más y... tal vez Nolan tenía razón, no había motivos para realmente hablarle. Tenía razón en todo sentido y sinceramente era como faltarle el respeto a quien amaba por cómo se había dado la situación.

—Me parece alguien agradable —continuó hablando, frunciendo el ceño—. Luego de haber hablado más fue como saber que había una persona amigable y algo parecida a mí... Yo solo veo una amistad —tal vez no era tan fácil de entender ni explicar, pero las palabras estaban ahí, era lo que podía decir.

La explicación le parecía a Nolan tan estúpida e ingenua que no podía ser inventada. ¿Quién se inventaría una excusa tan barata como esa? Y esa expresión, ese tono eran sinceros. Demasiado. Nolan murmuró un «te creo» cargado de desaprobación. A lo que después se detuvo a pensar en qué contestar. Luego su mirada desganada fue a parar en el rostro de Paz y luego a los botones del cuello de su camisa.

—Buscas una amistad con esa chica —recapituló en lo que llevaba su mano al botón—. Pero ella no, Paz. Ella te quiere a ti —que puto asco le daba decirlo, pero trataba de sonar convincente—. Es muy evidente. Lo que quiero decir es que...

De pronto no sabía cómo decirlo. De pronto se quedó con la oración al aire. Frunció los labios en lo que intentaba escoger las palabras, y luego solo se acercó con lentitud hasta besar esa parte del pecho que normalmente cubrían los botones.

—Lo que quiero decir es que nada de lo que hagas tú en busca de «amistad» será interpretado así por ella. Robin creerá que le estás correspondiendo —hablaba sin alejarse casi nada. A lo que luego subió a besar por la línea de la mandíbula—. Y además, sin importar lo que pienses tú, ella te coquetea todo el tiempo. Todo.

Cerró los ojos. Besarlo se sentía bien. Era como obtener una prueba de que Paz era suyo y esa era la verdad absoluta y que no había que tener miedo porque él no se iría y nunca lo cambiaría y nunca lo dejaría. Y sentía la necesidad de seguir tocando para obtener más esa confirmación extraña. Y de pegar su cuerpo al suyo y de tocar la espalda baja de Paz por debajo de la camisa y... Nolan continuó murmurando:

—No me haría ni gracia que la veas y ella intenté de todo para que le prestes atención o que se haga ideas equivocadas —una risa se le escapó, es que no entendía ni porque tenía que estarle explicando, ¿no era bastante obvio?—. Paz... ¿Y si le dejas de hablar? De todos modos casi no se conocen, ¿verdad?

Alejarse de Robin.

Paz lo estaba pensando pero inconscientemente había dado una respuesta, había asentido sin pensarlo dos veces porque Nolan estaba demasiado cerca y no podía pensar bien. También porque él tenía razón, cada punto era correcto. Lo había entendido bien y entonces sólo necesitaba a Nolan. ¿Para qué más? Él era todo y mucho más.

Alejarse de Robin. Ciertamente él podía hacer eso... Tal vez esa leve presión en el pecho pasaría a medida que la fuera olvidando como se debía.

—Está bien. Tienes razón —finalmente el rubio pudo decirlo. No era agradable pensar en tratar bien a alguien y luego ignorarlo incluso después de pedir su número. Pero evitar personas se le daba bien a Paz. Hasta era cruel pensar que si Robin quería algo más, darle falsas esperanzas estando al pendiente de cómo eran las cosas también era actuar por egoísmo. Ese no era el tipo de persona con la que se pudiera asociar a Paz.

Y a pesar de que en el fondo se sentía enojado por cómo había actuado Nolan, tal vez entendía su postura. Ahora solo se concentraba en el chico frente a sí, quien le había estado robando demasiados suspiros hasta ese momento.

Lo que Nolan hizo después fue separarse un poco y darle una pequeña sonrisa que decía «eso es todo lo que necesitaba escuchar». Al final confiaba completamente en él, en su palabra. Había todas las razones del mundo para confiar y ninguna para no. Era Paz. La misma persona con la que compartía una relación cuya principal etiqueta es «secreta».

—Gracias por entenderme, tenía miedo —y con eso dio por cerrado el tema. Robin pasaría a la historia y punto.

Ahora todo estaba bien. Y más porque lo seguía besando en la trastienda y todo lo demás no le estaba importando nada. Se estaba sintiendo demasiado bien, como si con cada suspiro que escuchaba, bueno, Paz le confirmaba lo que quería que le confirmaran... Y por eso en algunos minutos su respiración no tardó en ponerse pesada como esas otras veces.

—Deberíamos de salir a alguna parte —dijo cuando levantaba un poco la camisa de Paz, sin poder hacer mucho más porque en cualquier momento sonaba la estúpida campanilla—. Sé que es un poco complicado, pero podríamos intentarlo. ¿Qué dices? Podríamos ir a cenar. Quizás al cine. Al parque de atracciones de Saint Magdalene, aunque sé que dije que eso para tu cumpleaños. Lo que sea. Ah, ¿has escuchado de...? —un beso tierno en los labios y luego quiso llevar su mano a por debajo del pantalón de Paz, aunque se detuvo y se preguntó si estaba bien o no para Paz—. ¿Ese estúpido lugar donde van los idiotas a besarse y a disfrutar de la vista? Podríamos ser unos de esos idiotas. Lo que tu quieras está bien. Solo dilo y ahí estaremos.

Siguió con la mano ahí, cerca. Tocando el pantalón. No quería hacer nada que pudiera incomodarlo, ¿sabes? El lugar era muy malo en realidad. Así que con una mirada divertida y un poco ansiosa, le miró a él, luego al pantalón, luego a él. Luego se le escapó una risa.

¿Qué podría hacer Paz? Nolan lograba ponerlo en la palma de su mano fácilmente. Y si tenía una debilidad era Nolan, cualquier palabra o acción por su parte era suficiente para que Paz cediera, al final estaba dispuesto a considerar siempre las ideas de él y en este caso, realmente necesitaba más que sus besos. No sé podía malinterpretar, eran buenos pero solo lo torturaban en una situación donde su respiración era diferente y sus sentidos estaban al tanto de cada acto.

Asintió levemente, con su mano guió a la de Nolan a bajar lentamente por dentro del pantalón:

—Podemos ir a donde tú quieras, pero ese mirador parece tentador —era difícil concentrarse en pensar qué responderle mientras sentía todo lo que sentía. Se acercó una vez más a la boca de Nolan, nunca era suficiente y cuando los jadeos comenzaron a hacerse presentes, supo que debía buscar un modo para que no fueran tan obvios.

Sostuvo con fuerza la nuca de Nolan y la mano que en algún momento guió la suya, ahora subía por el pecho bajo la camisa. La sensación era demasiado buena, no tanto como estar ellos dos en la cama sin nada de ropa, pero buena. Subía y bajaba su mano despacio hasta que solo bajó y bajó buscando imitar lo que su contrario, esto una vez su cuerpo instintivamente comenzó a moverse en busca de más.

Es que... Mientras la mano de Nolan estaba empezando por algo suave, tuvo que detenerse un poco para prestar su atención a los toques que se dirigían a su pantalón. También tuvo que pausar el beso porque se le escapaban algunos leves sonidos a pesar de los intentos de retenerlo. Que mala idea era en ese sitio, como por ochenta motivos diferentes, pero ninguno de ellos detuvo a Nolan de desabrochar el pantalón de Paz tan rápido como pudo y de luego tomar bien con la mano lo que venía tocando desde hace unos minutos.

Diablos, ¿esa no era la segunda vez en el día? Solo que sin cama. Ah... Pues al diablo. Eran jóvenes. Y enamorados, ¿qué esperabas? Y además... Es que Paz le provocaba una extensa lista de cosas a Nolan, y una de ellas era precisamente un deseo de subir y bajar su mano como lo estaba haciendo ahora. Luego prestó atención a las expresiones del rubio. Pensó en que ojalá Robin pudiera verlos ahora... ¿Qué mierda? ¿Ella que tenía que ver ahora? Aquí. En este momento. ¿Qué puta mierda? Paz lo estaba tocando, ¿qué otra cosa necesitaba para dejar el tema a un lado? ¿Por qué le seguía atormentando tanto?

—Soy lo suficientemente bueno para ti —aparentemente su urgencia por preguntar era mayor a la dificultad de hacerlo—, ¿verdad?

¿Era suficiente aunque no fuera una chica? Esa era la esencia de lo que quería preguntar, pero no quería decirlo en voz alta. Y es que, ¿ella tenía alguna posibilidad solo por ofrecer eso que él no podría nunca?

¿Por qué preguntaba algo así tan de repente? Paz no tenía cabeza para elaborar una respuesta, pero si tuviera que ser algo rápido diría «Sí», y eso hizo pero lo sentía tan vago que se obligó a pensar palabra por palabra.

—Claro que sí, Nolan... —lo miró sin detener exactamente lo que hacía, solo moderaba la velocidad—. Eres más que suficiente y aún más importante, eres para mí... Así como yo para ti —se acercó a besarlo por un instante demasiado rápido para el gusto, después dejaba un pequeño camino de besos con cariño impregnado en el acto—. ¿Eso está bien?

Paz quería verlo, saber que le demostraban sus ojos, qué le decían. Aunque no había tiempo para cursilerías eso se trataba de un pequeño receso.

En Nolan otra pequeña sonrisa tonta se hizo presente. Aunque en pequeñísimos instantes su sonrisa era cambiada por eso de fruncir los labios con fuerza en un intento obvio de ahogar los sonidos. Y encima los pequeños besos le atontaban. Así que se tardó un poco en contestar:

—Yo te lo dije, es justo lo que quiero —se estaba perdiendo en las sensaciones y el estremecimiento de su cuerpo, movió su mirada a la pared, para intentar pensar—. Es que... Me siento muy enganchado por ti. No puedo explicarlo ahora. Ahora no... Porque... Eres tan sexy. Y me siento tan bien. Y...

Quería callarse. Luego intercambió miradas y mejor eliminó la poca distancia pegando su torso al de él, ¿y por qué no? Apoyar suavemente a Paz en la pared. Después, dijo:

—Si alguien viene a comprar algo, hay que hacer como que no hay nadie —susurró al oído—. Y dejemos que se vayan a la mierda.

Pero se le escapó algo perfectamente catalogable como un gemido. Tan audible que le dio risa. Pero es que Paz. Que lindo era Paz. Y también su cuello, que era lo que estaba viendo porque en algún momento había apoyado la cabeza en su hombro.

—Te quiero —sonrió Nolan—. Lo suficiente como para hacer esto en este sitio.

Paz comenzaba a amar los escalofríos que Nolan ocasionaba en él o el toque eléctrico sobre la piel del mismo sobre la de Paz. Cada movimiento era una reacción diferente y placentera, luego oírlo dejar escapar esos sonidos tan provocativos era como estar en el paraíso, no quería aumentar la velocidad, quería que durara pero a ese paso no podría resistir.

—Nolan... tú realmente provocas demasiadas cosas en mí —una risa baja se escapó de sus labios, sentía que se volvería loco, quería más y más, tanto como para no reconocerse.

Continuó a besar la parte del cuello de Nolan que tenía disponible. Tal vez estar haciendo justo eso en ese lugar era lo que dejaba las cosas más entretenidas, sabían que un cliente podría llegar en cualquier momento, tal vez acercarse demasiado a donde no debería y escuchar cosas que no querría o seguramente era su mente divagando demás en una idea por estar nublada de todo lo que estaba sí en ese momento. Sentía que llegaría a su límite en cualquier momento si seguía escuchando los ocasionalmente gemidos y jadeos de Nolan.

La mirada de Nolan se dirigía de Paz a la pared, y viceversa. Es que quizás si Nolan miraba la blanca pared podría concentrarse en intentar callarse la boca porque estaba más ruidoso que antes. Pero es que lo que lo causaba claro que no era exclusivamente lo que estaba mirando, y si más bien lo que estaba tocando y lo que le estaban tocando y... Cerró los ojos. Inhaló profundamente para intentar contrarrestar el montón de aliento que había perdido. Sonrió un poco. Podría quedarse ahí. No precisamente haciendo eso, pero si con él.

Tú sabes, Nolan quería con todas sus fuerzas que él no fuera tan momentáneo como el resto de cosas que en algún punto considero buenas. Esperaba que Paz no fuera momentáneo como un buen viaje de jaspe. O como una noche de fiesta. ¿Se podría? ¿A pesar de todo? ¿A pesar de que allá afuera nadie los quisiera juntos?

Repentinamente Nolan se sintió muy raro. Y supo que tenía que hacer algo al respecto. Y por eso, en un movimiento rápido subió la camisa de Paz hasta poder dejar besos por su pecho con libertad.

—¿Algún día me puedes hacer una rusa? —murmuró, y se le escapó una risa.

Y ahí estaba, Paz finalmente sentía su rostro caliente, realmente ardía. Hacía tanto calor en ese lugar. El rubio estaba riendo después de oír sus palabras... Si lo que le proponía fuera posible lo haría sin dudarlo, pero en ese momento quiso hacer algo más, devolver un favor de hecho. Paró con lo que hacía:

—Tal vez no pueda hacer eso ahora —más que hablar suspiraba cada palabra, eran algunos gemidos por aquí y otros por allá—. Puedo hacer otra cosa que te va a encantar —usó sus manos para dirigirlas a la hebilla del pantalón de Nolan—. ¿Me dejarías hacerlo?

Su idea le emocionaba porque realmente quería hacer «eso», le parecía tan excitante imaginar la vista, sentir a Nolan dentro de su boca, en ese momento podía estar completamente seguro de que era lo que más quería en el mundo en ese momento.

Nolan murmuró un «hazlo» y ayudó a desabrocharse el pantalón y a luego mirarle bien a los ojos. Una curiosa forma de mirar a los ojos. Como dejándose llevar completamente, como mandando al diablo todo lo demás. Y naturalmente su mano se fue a colocar en la mejilla de Paz y luego intentó sonreírle. Aunque luego su mano fue perdiendo altura a la vez que el rostro de Paz porque él se ponía de rodillas enfrente suyo. Levantó la mirada otra vez a la pared porque de la nada sintió que estaba mirando algo tan bueno que debería ser pecado... Bueno, de hecho lo era. En muchas formas diferentes, según recordaba de la biblia.

—No voy a aguantar nada —luego la mano de Nolan se deslizó por puro tacto a los mechones de cabello rubio para tomarlo. Encima eso.

Luego bueno, sintió algo. Algo. Algo. Algo. Algo que le hizo cerrar los ojos.

Y Paz lo estaba... disfrutando. Dios, era la mejor cosa que había experimentado y a pesar de que le costaba algunas arcadas se sentía tan bien. Mirar a Nolan desde esa posición para él era obsceno a la vista, era gracioso todo lo que había vivido hasta ese día. Había un sabor salado que contrastaba con lo dulce de la situación.

Entonces en un momento era Nolan quien poco a poco determinaba la velocidad con la que se iba desarrollando todo, para ese punto terminaría en cualquier momento, solo que Paz no tenía intención de alejarse.

Y lo que más temía pasó, la campanilla sonó y supo que tendría poco tiempo, entonces en lugar de parar y alejarse como le habían sugerido silenciosamente, Paz continuó elevando la velocidad. Mentiría si dijera que se había acostumbrado a hacerlo de esa manera pero antes de que otra palabra pudiera ser dicha o alguna acción hecha, sintió algo caliente, viscoso y determinado como salado...

Mierda seguramente después de eso tenía el infierno asegurado entre tantas personas en el mundo. Pero no, Paz no se arrepentía.

—¿Hola? —la voz del cliente se oía lejana, como si fuera su imaginación.

Los ruidos que habían inundado la trastienda de repente se redujeron a la respiración agitada de Nolan. Y en sus fuertes latidos que él podría jurar que sentía en cada centímetro de si. Le tomó unos segundos volver a sí. Unos segundos en lo que estuvo apoyado a la pared con la mano y con el cabello pegado a la frente. Después se lo hizo un poco para atrás y volvió la vista a Paz. Antes que nada, le sonrió.

Entonces recordó la voz de afuera. Y Nolan se sobresaltó, aunque no tanto porque el susto ni se comparaba a las sensaciones previas en cuanto a intensidad. No era como si no hubiera escuchado la campanilla pero era como si también lo hubiese olvidado. Intentó acomodarse los pantalones pero se sentía tan sin fuerza que no lo hizo bien del todo. Después se dejó caer a un lado de Paz, al piso. Recargó la espalda en la pared. Tenía muchísimo calor, pero eso no evitó que su siguiente acción fuera rodear al rubio con los brazos y acercarlo todo lo posible a sí.

—Deja que se vaya —susurró—. Solo somos tú y yo.

Y lo demás importa una mierda, quiso decir. Pero que cansancio. Y las palabras sobraban, siempre lo hacían. Especialmente cuando en su lugar lo podía estrechar con fuerza contra sí.

Los ojos pesaban, pero Paz no quería ni debía ceder al sueño, aún faltaban algunas horas para cubrir el turno como debía. Entonces quiso distraerse haciendo cualquier cosa, por pequeña que fuera. Lo mejor fue jugar con sus propias manos. 

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