19. Un muchacho que fumaba porquería
Todavía por la mañana
Cuando el irritante sonido de la alarma sonó, Paz hizo el vago intento de moverse para apagarlo y entonces recordó dónde estaba: había dormido sobre el escritorio. Ahora su espalda dolía terriblemente y tendría que lidiar con eso también por el resto del día. Las cosas habían comenzado mal desde el momento en que tardó demasiado en ir a apagar la alarma y el sonido retumbaba en su cabeza como si fueran martillazos incesantes.
Cuando la paz auditiva llegó, el caos diario volvió. Debía cumplir con su rutina, esa que ese día parecía demasiado incolora, demasiado pesada, mucho más de lo normal para él. Sería de las peores mañanas del mes y es que no recordaba la última vez que todo había sido así.
Y aún así, se dió su tiempo de caminar en busca de ropa, dirigirse al baño y deshacerse de la misma. Y también nunca se había mirado tanto en el espejo como lo hacía ahora, detallaba cada una de las marcas en su cuello y aquellas un poco más abajo del mismo. Fue así que supo que lo que sentía era desagradable, esas ganas inmensas de tener a Nolan cerca pero saber que era mucho más complicado que eso era terrible.
Dejó el espejo de lado y se dispuso a tomar un baño, ese baño tan relajante y tardado. Seguramente ese día cumpliría su récord de llegar tarde a la escuela.
Dos horas de clase habían pasado y sólo faltaban minutos para que los cortos instantes del descanso iniciaran. Encontrarse con Clarke había sido un dolor de cabeza. El chico no paraba de hablar y hablar sobre una reunión, que sus padres habían planeado un viaje para visitar a un familiar o tal vez era un funeral, Paz no sabía exactamente.
—¿Oye y tienes frío? —la mano del chico hizo el intento de acercarse al cuello de tortuga de Paz, pero este al sentir la intención se hizo para atrás.
—Estoy un poco enfermo, y entonces sí, sabes como es. De hecho deberías mantener distancia, ¿o quieres acabar teniendo que ir a comprar medicina conmigo? —habría dicho algo más de su estilo como «No es tu asunto», pero entonces entendió que eso solo iría a fomentar su curiosidad y por ende su habitual insistencia.
—Sí, sí, bueno —y entonces el suspiro de alivio no se hizo esperar por parte de Paz cuando Clarke se alejó.
Con esa distancia y una llamada de atención del profesor fueron suficientes para que no volviera a decir una palabra hasta más por unos minutos. También no aprovechándose de la suerte, en cuanto el tintineo de la alarma del descanso hizo presencia, Paz salió disparado entre el amontonado de personas para perderlo. Escuchar sus parloteos comenzaba a ocasionar dolor de cabeza.
Pero escabullirse de él poco le sirvió, porque al regresar a clase de nuevo tenía a Clarke demasiado cerca:
—A ver, Paz. Déjame ver si entendí. ¿Vas a una fiesta con un extraño que «conociste» hace unos meses, pero te niegas a venir a mi casa este fin de semana? ¿Yo? ¡Que te conozco desde que tenías cuatro y comías tierra! —Clarke parecía demasiado indignado con aquel hecho.
—Esa experiencia fue suficiente para mí, no necesito rodearme nuevamente de gente borracha y —tal vez decir «drogada» estuviera bien pero repentinamente se sintió a la defensiva con la palabra «extraño» en referencia a Nolan—. Ese extraño tiene nombre y no, no es un extraño. Es mi... amigo.
Era extraño decir novio pero era aún más extraño no referirse a Nolan por lo que era de sí. Sin importar lo sucedido seguía siéndolo. Las cosas eran bastante confusas cuando debía ocultar algo tan importante para él.
—Vamos, no te vas a arrepentir. Hace mucho tiempo que no pasamos un rato juntos, el trío inseparable se volvió bastante separable —bendito había sido el día que había escogido su lugar para ese año. Se arrepentía todos los días por estar cerca de Clarke.
—Que no, además seguramente voy a estar ocupado con cualquier otra cosa —hizo un ademán con la mano, solo una hora y podría ir a casa, aunque el tiempo parecía pasar demasiado lento.
La clase estaba tan aburrida como siempre, entonces cuando decidió cerrar los ojos no imaginó que dormiría a tal punto de no oír al profesor pronunciar su nombre tan alto o que Clarke tuviera que despertarlo disimuladamente. Cuando abrió los ojos con tanto odio no esperó tener tan cerca a aquel hombre.
—Durand, ve a la oficina del director, ahora.
—sentenció el profesor.
¿Así? ¿Sin más? Estaba dejándola demasiado fácil para Paz, quien entre medio dormido y medio despierto guardó sus cosas en la mochila y salió del salón con todos mirándolo, no diría que estaba totalmente silencioso, porque oía murmullos de vaya a saber quién.
Caminó a paso lento. Para cuando llegó a las sillas notó que ese día no era solo él y estaba seguro de que quienes estaban allí habían hecho cosas peores que dormir en la clase de filosofía del profesor Jonh-alguna-otra-cosa. Entonces aún sin sentarse, cuando el tintineo de la alarma volvió a oírse está vez anunciando el final de esa horrible jornada escolar. Dió media vuelta y se mezcló entre todos esos alumnos. Para que el profesor no lo viera y para que ninguno de los gemelos lo vieran.
Tenía que caminar a paso más rápido, su madre no aparecería en casa hasta la noche lo que quería decir que debía hacerse un almuerzo para sobrevivir, aunque no llevaría mucho tiempo si había en casa uno de esos fideos instantáneos. El camino era solitario y parcialmente tranquilo, pero ver a lo lejos a alguien sentado en el pórtico de su casa lo alertó, las cosas no seguirían tan tranquilas. Fue un pequeño trayecto de intentar no pensar en nada y respiraciones controladas, no tenía idea de cómo comenzaría esa conversación.
Cuando estuvo frente a él notó que sus esfuerzos habían sido en vano, lo siguiente que ocurrió fué decir «Entra» después de pasar de él en cuanto su mente le hacía el desgraciado favor de recordar los hechos paso a paso.
Entonces, Nolan se levantó en silencio. Otra vez tendría que hacer la mejor improvisación de su vida, una espectacular para Paz. Es que lo único que le importaba era ese chico que estaba en su mente todo el tiempo, y con el que tenía que hablar cuanto antes o de lo contrario Nolan se iba a morir.
Entonces, debía improvisar. Aunque, si había logrado improvisar perfectamente ante un oficial de policía y a su jefa, ¿por qué sería diferente ahora? Pues improvisar en base a verdades era mucho más difícil. Improvisar ante Paz. Era sofocante. Lo ponía nervioso. No sabía ni por dónde empezar, una sensación que nunca había experimentado antes. Cuando se quedó de pie en medio de la sala se sintió como un completo imbécil, ¿aunque eso no es lo que era? Frunció los labios y poco después comenzó a hablar despacio:
—Todo eso, toda la mierda de ayer... —parecía un mal comienzo. Uno horrible, de hecho—. Lo que dije antes y después... En el estado en el que estaba...
«¿Pero tú eres estúpido? Dilo y ya» pensó, «Arreglalo o púdrete». Frunció el ceño:
—Estuvo completamente mal, estoy consciente de ello... Estoy consciente de que vale una puta mierda las razones y que nada justifica si hago algo que acabe por hacerte daño. Te lastimé y créeme que es lo único que me importa de todo. Y yo... Me arrepiento de llegar a esos extremos. Sé que no tengo justificación porque al final el que tomó la decisión de ponerse así fui yo, y no voy a mezclar mis problemas con lo que tengo contigo —por primera vez fue capaz de levantar la mirada del piso. Y mirar a Paz. Y quería parecer determinado pero estaba realmente nervioso, de vez en cuando su voz flaqueaba—. Lo que trato de decir es que pido perdón. No soy un puto ciego y no te voy a decir que lo ignoremos. No me lo dejaré pasar.
Paz debía procesar cada palabra, analizarla. ¿Qué seguía luego de eso? Debería tomar una decisión, ¿no es así? No entendía bien cómo funcionaba ese tipo de cosas. Pero sí sabía bien que era importante. Y solo asintió, aún en silencio.
—No espero que prometas que no volverá a pasar porque... —era difícil encontrar las palabras que encajaran con lo que quería decir, por ello desvió la mirada a sus propias manos—. Sé que es imposible prometer algo así. Solo espero que puedas contarme más de ti —frunció un poco las cejas. —De aquello que te hace tomar esas decisiones y no tienes que hacerlo ahora solo, con el tiempo. Siempre que necesites puedo escucharte, Nolan.
Lentamente dejó las manos caer y se acercó dos pasos a Nolan. Esta vez sosteniendole la mirada.
—Quizás, eso ayude en cualquier cosa y... —continuó el rubio, dejando escapar una risa sin mucha gracia, no se entendía ni a sí mismo—. Solo quiero que quede claro que yo estoy aquí para lo que puedas necesitar y si hay alguna cosa que creas que te ayude entonces intentemos ir por ello. También puedo ser tú apoyo. De hecho quiero serlo —¿Era eso? Paz no sentía como si fuera sólo eso, pero era lo que tenía para decir y expresar por ahora. Se sentía bastante limitado cuando de demostrar se trataba—. No sé si entiendas, pero si espero que entiendas que te comprendo, hasta cierto punto sé cómo es...
Todavía recordaba cómo estaban siendo los días sin alcohol. Era sofocante, pero entonces también veía el lado de la situación donde habían momentos dónde no pensaba en ello y todo estaba bien. Esos momentos en los que Nolan le hacía olvidar que había o existía cualquier otra cosa.
¿Qué podía decir Nolan? No esperaba siquiera una respuesta así de positiva. Quizás estaba esperando algo más agresivo, o frío, o distante. Quizás algo más del tipo... Bueno, ¿qué importaba? ¡Al diablo todo todo por segunda vez en el día! Lo importante era que había escuchado una serie de oraciones sin precedentes, únicas en toda su vida y al mismo tiempo las más cálidas. Las más agradables. Pronunciadas por Paz.
Sentía como que sonreía pero su sonrisa se veía eclipsada con esa vergüenza tremenda que no lo había dejado todavía. Tanta vergüenza como para contenerse de esos impulsos de acercarse más y mejor permitirse mirar la camisa de Paz porque, joder, todavía le costaba mirarle a los ojos pero tampoco quería ser tan obvio de que no podía hacerlo.
—Nunca me habían dicho algo así— empezó por ahí, cosa que era completamente verdad. Rió ligeramente—. Y... La verdad, mierda, no sé que decir —hizo un gesto como de diversión, y vergüenza y felicidad y un «gracias» a la vez que se le volvía a escapar la risa—. Cada vez que pienso que estoy demasiado enamorado y que ya no puedo estarlo más, dices alguna cosa que me hace darme cuenta de que puedo hacerlo. Paz... Maldito cretino, Siento como que me voy a morir. Siento la cara roja —ahora hablaba deprisa, como queriendo decirlo todo al mismo tiempo—. Pero asume lo mismo de mi, quiero estar ahí para ti en todo. Y... ¡Maldita sea! Siempre me sorprendes para bien... Y aquí es cuando yo me pregunto, ¿por qué mierda me escoges a mi?
Negó con la cabeza con un movimiento energético para dar a entender que no podía ni expresarse. Pero ahí estaba mirándole, a ver si podía entenderlo así.
Paz sonrió, por primera vez en el día pudo dejar de lado la tensa mirada y permitirse sonreír libremente frente a Nolan. Porque él en serio lo valía. Terminó de acercarse más y más, hasta pasar su mano por una de las mejillas del chico.
—Mi madre no volverá hasta la tarde —avisó antes de que cualquier duda o inquietud pudiera surgir—. Yo también te amo, Nolan —y entonces sintió que su cara explotaría del creciente calor que se expandía por su rostro. —. Y sí, tú cara está roja y tus mejillas muy calientes Harper —se acercó hasta dejar un beso en el lado que su mano no ocupaba. Y luego bajar su mano hasta su hombro para dejar otro beso en la siguiente mejillas, finalmente dejando otro sobre los labios ajenos.
Un pequeño beso que se extendió poco a poco, en uno bastante cariñoso, caluroso en el sentido de la calidez que transparenciaba. Cuando hubo una separación en busca de aire pudo sentir con más claridad lo aliviado que se sentía, no parecía que el Paz de hace unas horas y el Paz actual fueran la misma persona. Apoyó su cabeza en el hombro de Nolan aún sonriente, más para ocultar su rostro ardiente.
—¿Me llamaste cretino? —Paz rió ante su propia pregunta—. Imbécil, si dije esas cosas es porque necesitaba que lo escucharas, el efecto que tuvo fue la recompensa por mi increíble trabajo.
Entonces Nolan supo que todo estaba bien. Perfectamente bien. Nolan no mentía cuando dijo que sentía como que se moría. ¿De qué otra forma podía describir eso? ¿Como podía describir estás sensaciones tan cómodamente irreales? Sus palabras, sus gestos, sus acciones. La forma en la que Paz se apoyaba en su hombro que más bien era como una excusa para estar más juntos. Nolan pasó a rodearlo con el brazo:
—Me moría por escuchar algo como eso. Así que sí, un trabajo sublime —luego su mano fue a parar a la nuca del rubio—. He estado pensando... Que últimamente me han pasado muchas cosas... Cosas muy jodidas que pude evitar... Tú sabes a lo que me refiero —cerró los ojos. Ahí iba a decirlo otra vez. ¿La tercera?¿Cuarta? Pero ahora sería diferente, ahora sería la última, ¿verdad? La mera idea de fallar le hacía estremecerse—. Y bueno, no quiero que tu novio sea un idiota que fuma porquería tres veces a la semana, ¿sabes? No es la clase de persona que mereces. Mereces a alguien decente. Mereces a alguien que no gaste su dinero en mierdas. Así que... Me desharé de eso.
—Está bien, todo va a estar bien —murmuró el rubio. Aunque en el fondo no estaba totalmente seguro de sus propias palabras, a pesar de que sonaban tan reales. —. ¿Quieres almorzar? Estoy muriendo de hambre y creo que hay fideos instantáneos por allí. Te prometo que estos si tendrán sal, es imposible que no de hecho.
No quería dejar esa cercanía, pero aún habían cosas pendientes por hacer. Luego estaba el trabajo y sería mejor apurarse antes de perder el tiempo para tomar una pequeña siesta o pasar más tiempo con Nolan.
Hace un rato se moría de miedo, y ahora Nolan estaba otra vez paseándose por la sala de la casa de Paz, relajado y pensando en nada que no estuviera al alcance de su vista. Bueno, ese Nolan era Nolan en su estado tranquilo. Se puso a revisar los discos de música del estante para distraerse un poco, y luego escogió el que tenia la portada más interesante y lo puso en el tocadiscos. No sabía ni quién era el cantanta.
Luego ahí estaba de vuelta con Paz en la cocina. Apoyándose en la encimera y mirando lo que sea que él hacía. Aunque la verdad era que no prestaba atención en lo que hacía y más bien su atención se dirigía a él en sí.
—Siempre he pensado que los cuellos de tortuga son estúpidos —comentó Nolan mientras sonreía burlonamente—. Pero a ti te quedan bien. Demasiado, de hecho. El primero que no se ve como un subnormal con uno —después su mano se dirigió a darle un tirón perezoso del cuello de la camisa. Nada más porque sí. O a lo mejor era otros de sus infinitos intentos para siempre estar llamando su atención.
—Bueno, no es como si me hubieras dejado opciones, ¿sabes? —una mirada fugaz—. Hay marcas por todas partes —luego de tener la cantidad ideal de agua como decía en el empaque, puso la misma a hervir—. Así que esto fue un recurso de emergencia por no poder faltar hoy a la escuela —explicó dejándose reposar al lado de Nolan—. Al menos por la lluvia el calor se ha mantenido en la línea, aunque eso no quita que sigue dando bastante calor.
—Aún así pienso que el verano es la mejor estación. Al diablo con las malditas nevadas de invierno o las brisas de otoño.
La música que estaba sonando era bastante buena ahora que le prestaba atención. Suave melodía de piano pero con una excelente voz. Nolan pensó en ir a ver cuál era el álbum. Y al moverse de pronto, sencillamente, cambió de idea. Con sutileza y a la vez no, se volvió a recargar en la encimera, a la vez que sonreía al muchacho.
—Es una bonita canción, ¿no te parece? Muy agradable. Buen ritmo. Interesante letra. La voz... Si estuviéramos por ejemplo, en una bonita fiesta, lo que hiciera fuera acercarme más a ti y poner una mano en tu cadera —y eso hizo, pero no tan bien porque lo hizo con el brazo roto. Todo casi a la vez que hablaba—. Y sin preguntarte, te movería lentamente a un espacio más despejado. Entonces me comenzaría... A balancear un poco. Entonces, te darías cuenta de lo que estoy haciendo. Pero ya sería muy tarde para negarte. Pero de todos modos, para asegurarme que no te vayas, te tomaría de la otra mano y la subiría a mi hombro. Y... Es una bonita canción.
Sonrió, ahora con cariño y a la vez una mezcla de victoria. La musiquilla seguía ahí, y era tan encantadora como lo sería en aquella imaginaria fiesta.
Paz solo estaba dejándose llevar por Nolan, aunque era gracioso porque realmente no sabía que hacía, porque a eso no se le podía llamar baile. Sonrió aún más cuando notó la cercanía agradable de nuevo, demasiado embobado con el rostro de Nolan:
—No sé bailar —informó intentando seguir el ritmo de algo que aparentaba ser intuitivo. No dejaba sus pies muy separados, se apoyaba en uno y luego en otro simultáneamente aunque de manera lenta. ¿Eso ayudaría? Tal vez, pero Nolan tenía pasos concisos, el tenía una manera de hacerlo como de alguien con experiencia y conocimiento, al menos así lo veía Paz— Soy pésimo en esto —mencionó entre risas.
Incluso llegó a sentir un poco de vergüenza, agradecía que nadie más allá de su contrario lo viera pasar lo que consideraba «tal vergüenza». Bajó su rostro a su pies, quería entender bien qué era lo que Nolan hacía.
—Me di cuenta —respondió Nolan, seguido de una risa suave que pretendía no interrumpir a la música—. Pero lo divertido de bailar así es que es un pretexto para estar cerca. Y lo demás, Paz —con la mano le tomó delicadamente del mentón para levantar su vista—, son solo adornos.
So goodbye yellow brick road
Where the dogs of society howl
You can't plant me in your penthouse
I'm going back to my plough
Mejor tomó uno de los brazos de Paz que le rodeaba el cuello. Lo hizo en movimientos tan suaves y sutiles que más bien parecían parte del baile. Así fue como pudo tomar su mano con firmeza y elevarla a la altura de los hombros. Nolan sentía un cosquilleo con cada balanceo, con cada apretón de la mano, con cada nota alta en la canción. Ahí fue cuando pensó que quizás bailar se basaba en sensaciones y no en movimientos. Y su teoría se confirmó cuando sus ojos por fin se encontraron con los de Paz, pero no en el sentido de solo mirarse fijamente, sino algo más allá de eso... Como si al encontrarse, por un instante todo estuviera alineado entre ambos. Como si todo se redujera a estar compartiendo un momento, un fragmento de vida.
—No cambiaría esto por nada —susurró Nolan, todo de sí estaba absorto—. Maldije mi vida tantas veces, y ahora... Ahora parece que fueron reclamos sin sentido.
Esas sonrisas cargadas de todo, demasiado y algo más. Los ojos brillantes e hipnotizados por los ajenos. Nuevamente ese balanceo, su corazón latía a todo lo que daba mientras esa suave cancioncilla sonaba...
What do you think you'll do, then?
I bet that'll shoot down your plane
It'll take you a couple of vodka and tonics
To set you on your feet again
—No quiero sonar demasiado cursi, no es mi estilo —Paz hizo una pequeña mueca por lo que iba a decir, nunca imaginó decir tantas cosas del tipo en un solo día. —Pero Nolan Harper, te amo infinitamente, te amo de la manera más intensa que jamás podría haber imaginado amar algún día...
Entonces, para Nolan ahí estaba. Ahí estaba su nombre iniciando la oración más importante de todas. Sabía, con apenas escucharla, que era el tipo de oración en la que iba a pensar durante las noches largas, durante los días horribles. «No te reconozco», pensó en responder. «También te amo de esa forma», ¿pero era necesario? ¿Era necesario, cuando todo, absolutamente todas sus acciones y gestos lo estaban diciendo? Mejor puso una sonrisa, una que correspondía y a la vez reflejaba el gusto. Luego solo cerró los ojos suavemente. Dejándose llevar por la canción, y luego acercó la punta de la nariz a la suya. Quizás así podría concentrarse.
Y nunca olvidar.
So goodbye yellow brick road
Where the dogs of society howl
You can't plant me in your penthouse
I'm going back to my plough~
Quizás esa declaración de amor que hizo Nolan en silencio era mucho mejor que esa que hizo a cierta chica. Quizás ese beso también fue mejor que esos con hierba hasta los huesos. Quizás lo era porque... Porque se trataba de Paz. Y con Paz era tan sincero y genuino que no había punto de comparación.
Y por eso para cuando se recostó en la cama a un lado de él, todavía estaba enrollado en esas sensaciones y no podía ni pensar en nada que no fuera el muchacho a un lado suyo y la forma en la que el sol le iluminaba el cabello. No podía pensar en donde estaba o a dónde iba. Solo que estaba ahí, en esa calma entre la tormenta.
Esa misma tarde
Las sensaciones habían llegado a su ápice y cuando menos lo pensó, su cuerpo también. Luego de un corto beso que significaba por todas partes y en cualquier idioma un «no quiero irme», Paz caminó por segunda vez en el día en dirección al baño. Se miró por segunda vez en el espejo y las marcas que iban perdiendo color a los pocos, aquéllas que aún se mantenían pronunciadas con fuerza y algunas nuevas eran el resultado de todo lo dicho entre ellos ese día.
Sentía pertenencia, como él había dado todo lo bueno de sí a Nolan y como él había dado y prometido dar todo lo bueno del. El agua tibia era excelente para cerrar los ojos y disfrutar aún más todo, absolutamente todo. Reflexionar sobre lo ocurrido y en todo caso, hacer un recuento. La conclusión sería la misma, se había enamorado perdidamente por ese chico de cabello a veces tan ondulado a veces no tanto. Y que quería todo de él así como entregaría todo de sí.
Cuando salió del baño solo vestía su toalla había olvidado buscar qué ponerse y no mentiría, amaba que Nolan lo halagara. Se sentía lo suficientemente seguro al estar así, caminando de un lugar a otro en busca de esto o aquello. Sin prestarle mucha atención a tono rosado que comenzaba a sentir que sus mejillas tomaban a medida que se iba vistiendo y debía dejar de lado su toalla.
Nolan tenía la sensación de estar bajo el cálido sol de verano en medio de una de las mejores mañanas que el mundo hubiera visto nunca, aunque no lo era como tal y solo estaba en la cama, cubierto perezosamente con la sábana. Estaba cansado y tan relajado que podría quedarse dormido, pero tenía razones para no hacerlo. Como por ejemplo, mirar. Mirar a Paz. ¿Cómo no hacerlo, cuando le encantaba tanto?
¿Por qué será qué Paz se sonrojaba cuando bueno, ya había tocado casi todo lo que estaba mirando? Pero Nolan no iba a señalar nada, después de todo se veía tan lindo cuando su rostro, hasta las jodidas orejas, se tornaba más rojo de lo usual. También se puso a detallar las marcas de su cuello, resaltaban entre su piel clara. Y lo peor es que le encantaban a Nolan, hasta el punto de desear que cualquiera que las viera supiera que él se las había hecho. Que Paz era suyo. Que cualquiera supiera que se amaban hasta ese punto. Y que se metían juntos en la cama y que de paso, supieran que eran pareja.
—¡Espera, espera! Te vistes demasiado rápido, me arruinas la vista —dijo a la vez que hacía un movimiento de mano—. Y por cierto, ¿ya tienes novia, guapo?
Paz terminó de ponerse la camisa, esta vez no era de cuello alto y sí una normal. Después de todo era joven, ¿no? No hacía más que vivir su vida como debía, como quería y así le gustaba que fuera. Se acercó a Nolan, no importaba si a cada paso que daba su rostro se calentaba cada vez más y más. Le dijo:
—De hecho, tengo novio —de un movimiento le apartó la sábana que parcialmente cubría su rostro—. Y si yo fuera tú, tendría cuidado —inclinó su cuerpo hasta acercarse lo suficiente y besarlo rápidamente.
En media hora estaba Paz sentado en el borde de la cama, revolviendo su cabello para «peinarlo». Nolan recién había salido de la ducha, terminaba de vestirse:
—¿Te digo algo, Paz? Tengo el presentimiento de que nos van a despedir. A ti, a mí o a los dos. Es decir, esa tienda de mierda vende bien, pero no se va a recuperar tan fácil del «asalto». Y Vanesa tiene una preferencia interesante por las muchachas de la mañana —se acercó a Paz, le tomó suavemente del rostro e intentó acomodar con muchísima paciencia sus mechones de cabello—. A mi en lo personal me importa una mierda. Aunque bueno, no tanto porque ese trabajo es lo único que hace que no me echen de casa. Es la única razón de mi padre para no matarme —luego sonrió cínicamente como si hubiera dicho la cosa más divertida del mundo—. Yo pienso que eso es en lo que piensa cuando le dan ganas. Piensa «pero este hijo de puta es fuente de ingresos también».
Paz no recordaba que Nolan le hubiera dado tanta información de ese tipo sobre su vida o más específicamente, su familia. Pensar en que sus palabras no eran una exageración y sí un hecho le revolvía el estómago.
—Entonces será mejor que mantengas ese empleo, te necesito, de preferencia vivo —no quería parecer que lamentaba la situación, es decir, sí lamentaba la situación, pero no quería que eso se viera como lástima directamente. Nadie necesitaba de eso y no quería que Nolan creyera eso—. Aunque tienes razón... ¿Recuerdas qué mencioné lo del cambio de trabajo? No estaría mal intentar buscar en algún otro lugar algo más seguro y certero. ¿Ya pensaste en eso?
Era demasiado cómodo tener a Nolan acomodando su cabello y cuando pareció terminar, sintió falta de la mano de Nolan tan cerca de sí, tan concentrado en lo que hacía. Entonces buscó su mano disponible y comenzó juguetear con la misma, se dedicaba a examinarla primero, habían algunas cicatrices, unas más pequeñas otras mucho más notables. Luego movía cada uno de sus dedos como sí estuviera asegurándose de que tuvieran la movilidad necesaria y adecuada. Y por último, la entrelazó con la suya, dirigiéndole la mirada nuevamente, esperando su respuesta.
—La verdad no lo he pensado —respondió—. Podía intentar ir a buscar algo en ese supermercado. Aunque seamos sinceros, ¿quién me va a querer contratar? Con un único brazo no sirvo de mucho. Ni para levantar cajas, ni para atender bien la caja. ¡Ni para barrer! Puta mierda.
Nolan respondió aquel gesto especial de las manos tomando la suya con fuerza. ¿Y cómo no sería especial, si sentía la suavidad, calidez y hasta el pulso de su mano con tal movimiento? Sus manos unidas contrastaban mucho. Por el tono de piel, por las cicatrices de una y lo uniforme de otra. Porque una se tornaba roja de los dedos al tomarla con fuerza:
—Estoy... ¿Cuál es la palabra? ¿Jodido? —continuó hablando. Esa sonrisa que siempre restaba importancia a todo lo que pudiera salir de su boca—. O quizás podrían contratarme para abrir y cerrar la puerta. Oh, ¿tienen puerta automática? No me digas eso. Que horrible. Que desgracia.
Lo que hizo después fue alzar el brazo de Paz y dejar pequeños y rapidísimos besos desde su mano hasta el hombro. Luego en el cuello con la clarísima intención de bueno, hacerle cosquillas.
Paz no pudo evitar contorcerse un poco a medida que dejaba escapar una risilla que no sabía que existía hasta ese momento, lo que le ocasionó un poco de sorpresa también. Después, respondió:
—No será así para siempre, encontraremos una solución para eso. Pero hay que esperar a que Vanesa no nos despida, al menos no por el momento.
Paz tenía una alarma que le avisaba cuando debía levantarse para ir a trabajar y cuando esta sonó, fue como caer de una nube. Allá afuera no podrían estar tan cerca, ni besarse cuando quisieran o hacer lo que hacían en ese momento. Debía «actuar» y era pésimo. Salir era un recuerdo de que nunca dejaría de estar alerta a cada momento, era un dolor de cabeza.
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