18. Canción de radio
«Yo también te amo», Paz pensó en decir. Pero no era el momento, y cuando levantó la mirada Nolan ya no estaba ahí y sus piernas no quisieron moverse para ir por él. Tampoco sabía qué decir y si lo supiera no podría decirlo en medio de la calle. Entonces terminó con las revistas y pasó a limpiar un poco el mostrador.
Había olvidado por completo que la radio seguía encendida, pero fue el ritmo Oh! Darling (como habían mencionado en la radio) el que lo acompañó al seguir limpiando.
When you told me
You didn't need me anymore
Well, you know
I nearly broke down and died
Era pegadiza, tal vez la había escuchado alguna vez, pero no lo recordaba, porque no era el tipo de música que escucharía en ninguna situación.
Oh, darling
If you leave me
I'll never make it alone
Believe me when I tell you
I'll never do you no harm
Escuchó la campanilla sonar y dos pensamientos pasaron por su cabeza, o Nolan había vuelto o estaba jodido si eran esos tipos en busca de Nolan otra vez, ambas opciones lo envolvían para bien o para mal, o solo para mal.
Believe me, darling
Cuando giró, finalmente sintió algo combinado con alivio y decepción. Pero también se sorprendió al ver a Robin allí parada, con una sonrisa no tan desagradable, una que era como si le dijera «todo está bien».
—Hola, de nuevo —y con esa risa que soltó Robin, Paz supo que realmente solo quería alguien en que confiar y por primera vez, hablar más de sí mismo.
When you told me
You didn't need me anymore
Well, you know
I nearly broke down and died
—Hola —respondió Paz con un intento de sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí? Ya estamos cerrados —dejó de lado el paño y fue al otro lado del mostrador, apagando la radio acto seguido.
—Tuve qué salir de nuevo hoy por la tarde, entonces cómo pasé cerca de aquí, vi las luces encendidas y me acordé de ti... —Robin se iba acercando al mostrador—. Pensé en la pequeñísima posibilidad de encontrarte y bueno, así fué.
—Una coincidencia bastante... casual tal vez —sus palabras no conectaban con sus pensamientos—. Supongo que no está mal la compañía.
Entonces Robin estaba esperando por él mientras cerraba el lugar y por primera vez Paz no veía su presencia como algo desagradable, su visión no solo había cambiado con respecto a Nolan en tan poco tiempo, sino que también había cambiado con respecto a Robin.
—¿Qué te parece si paseamos un poco por ahí? —la pregunta de ella ocasionó una evidente confusión en el chico—. Sé que no es asunto mío, pero te ves bastante, ¿cómo decirlo? Afligido tal vez.
El muchacho esbozó una sonrisa:
—¿Se nota demasiado?
Comenzaron a caminar, iban a paso lento a quien sabe dónde, no había un destino.
—No lo sé, tal vez seas demasiado obvio o yo muy buena en esto de ver un poco de lo que otros sienten —su respuesta hizo que Paz riera sin mucha gracia, pero lo había hecho.
—Tal vez un poco de ambas o ninguna. La vida es así. ¿No lo crees? A veces es demasiado y otras tan poco. O simplemente ninguna o...
—¿Ambas? Sí, la mayoría del tiempo, si no que siempre —complementó ella.
Paz solo asintió. Jugaba con una piedrita. En ocasiones la pateaba demasiado lejos y era tedioso.
—Pero bueno, las cosas son así —de repente sintió un impulso social y quiso hacer preguntas sobre Robin—. ¿Tú estudias?
Ella pareció pensar un poco y luego negó:
—Me gradué el año pasado de preparatoria, y bueno, este ha sido mi año sabático. Pero pienso estudiar derecho.
Paz levantó sus cejas:
—Entonces eres mayor que yo.
—¿Ah sí? ¿Qué edad tienes?
—Diecisiete, ¿y tú?
—Soy un año mayor... ¡Ay por Dios eres menor que yo! ¡No lo parece! —exclamó bastante sorprendida al parecer, bastante divertida con la situación.
—¿Insinúas que me veo mayor? —ahora Paz también se divertía—. Eso suena muy mal, me siento ofendido —una pequeña sonrisa apareció gradualmente.
—Bueno —ella alargó la palabra. —No exactamente, pero no te vería como alguien de diecisiete —lo que parecía un intento de remediar la situación se veía opacado por las risas.
—¡No, no! Ya lo hecho, hecho está —contrastaba demasiado como estaba hace no muchos minutos atrás, con cómo se reía y sentía ahora.
—Disculpa —a los pocos dejaba de reír, retomando su postura—. Pero no lo tomes a mal, ¿sí?
—Tienes razón, yo sigo siendo joven, al menos no estoy con un pie en la tumba como otros —y con eso se ganó un golpe no tan leve en el hombro seguido de risas que iban en aumento.
—¡No te pases!
Paz había perdido la cuenta de cuánto tiempo estuvieron así, sólo riendo y diciendo cualquier tontería. O también cuántas malas miradas se ganaron acompañados de algún comentario que realmente eran quejas.
—Hemos caminado bastante —Paz, ahora casi con todo el aire recuperado, creyó que era hora de ir a casa—. Y también debe ser bastante tarde.
—Sí, tienes razón. Fue agradable, te hice reír —lo hacía ver cómo una victoria y él también lo miraba de ese modo, no siempre se divertía así con cualquier persona.
—¿Tienes teléfono? Deberíamos reunirnos más seguido —él no tuvo tiempo ni de pensar en sus palabras, solo quería divertirse así más veces.
—No tengo como pasarte el número ahora, pero mañana puedo ir un momento a tu trabajo, ¿qué dices?
Luego de asentir, Paz suspiró:
—Entonces te veo mañana —iba dando pasos lentos hacia atrás.
—Hasta mañana, Paz —luego de dar media vuelta comenzó a caminar.
El camino a casa de Paz, ahora más silencioso, se sentía bastante solitario. Eran nuevamente él y la recapitulación de los hechos, no había nadie más quien lo acompañara.
Tal vez Paz estaba caminando demasiado lento, pero volvía a pensar en lo de antes y se preguntaba si Nolan estaba bien, se sentía culpable por haberlo dejado ir sin más y hasta creyó que había exagerado demasiado. Pero entonces se dió cuenta de que nuevamente intentaba justificarlo y eso no se sentía como lo correcto.
Entonces cuando llegó a casa y todo estaba oscuro supo que estaría solo por más tiempo, aunque tal vez era mejor así para él, ¿cómo le explicaba a su madre todo lo que sentía y pasaba en su vida? Ella era una mujer demasiado religiosa como para siquiera aceptar a su hijo.
Sin pensar en comer caminó directo a su habitación, dejando su bolso tirado en quien-sabe-donde-exactamente y finalmente tirándose a su cama con las nuevas sábanas porque había tenido que cambiar las otras. Cerró sus ojos y se acomodó, pero tuvo que dar una y otra vuelta hasta entender que así nunca conseguiría dormir realmente.
—Que porquería —totalmente derrotado se levantó y encendió la luz. Mantendría su mente ocupada con cualquier cosa, así que se puso a hacer cualquier tarea pendiente que encontrase. Estaba en su escritorio tarareando alguna música de Queen que le viniera a la cabeza. Entonces poco a poco sus ojos pesaban y solo quería a Nolan cerca de nuevo.
Horas antes, ese mismo día
Después de largarse de Roger's, Nolan tocó la puerta. Esta no tardó en ser abierta por esa muchacha de cabello rojizo, recogido con tubos para rizar. Helen primero sonrió al verlo. Pero su sonrisa se esfumó en un santiamén a la vez que se le caía el cuenco con avena de las manos.
En menos de diez minutos las cosas solo siguieron el curso natural de las cosas:
—Estás loco, ¿sabías? ¡Estás demente! ¡¿Cómo dejaste que te rompieran un brazo?! —decía Helen mientras examinaba el yeso de cerca, con Nolan sentado en la esquina de la cama—. Y parece que te atropelló un camión. No solo por el brazo, quiero decir.
—Tuve un día difícil. Nada más —respondió mientras se dejaba caer a la cama y volteaba a ver el techo con pósters regresándole la mirada.
—Te conozco, sé que tu fastidioso «tuve un mal día» puede significar de «perdí mi billetera» a «mi padre casi me estrangula».
—No quiero hablar de eso —Nolan sonrió un poco, impacientando más a la muchacha.
—Apestas a jaspe —contestó ella, con la nariz arrugada.
—¿Te sorprende?
—No. Me deprime.
—Ya pasó.
Helen se alejó para ponerse delante del espejo con foquitos y ponerse crema de la que te deja la cara verde.
—Maldito idiota. Te descuido un minuto y mira todo lo que te pasa. ¿Algo que sí quieras contarme?
—Quizás, bueno sí. En realidad me muero de ganas. Es un poco extraño. Pero la verdad si no te lo cuento a ti nunca en la puta vida se lo contaré a nadie —así resumía su relación con Helen. A ella le contaría todo lo que al mundo no. Nolan cerró los ojos, puso sus manos sobre su pecho.
—¿Y qué es? No me asustes —Helen dejó lo que hacía para plantarse en la silla del tocador y mirarlo por medio del espejo.
—No es nada malo... —restó importancia con un gesto—. Imagina que hay una... Una chica rubia muy, de verdad, muy preciosa.
—Ya sé para dónde van los tiros —Helen soltó una risa mientras sus ojos se abrían de puro interés.
—Esa chica, además de ser linda, es una persona interesante porque parece que te quiere mandar al diablo, pero en el fondo es agradable y es muy amable contigo. Además de que es una chica difícil. Pero... Conversar con ella es muy...
—¡No hagas pausas idiota!
—Muy como si se entendieran bien aunque sean muy diferentes. Porque está dispuesta a escuchar. Y porque tiene un buen, aunque raro, sentido del humor. Aparte de que es una chica simple y al mismo tiempo no. Sabes que hay algo más. Te causa curiosidad. Mientras más la conoces más quieres saber de ella, de su perspectiva de las cosas, porque es diferente a todo lo que has conocido y contrasta mucho con tu vida. Contrasta conmigo. Ella es como algún tipo de «paz» en la tormenta... —cerró los ojos con más fuerza, cubriéndose con las manos el rostro—. Entonces... Ahora, piensa en Paz. El chico rubio que llevé a la fiesta.
—¿Qué?
—Piensa en Paz. Y ahora...
—¡Joder, espera! —se levantó de la silla.
—Ahora entiendes lo que te estoy diciendo —sonrió de vuelta, sintiendo una suave calidez en las mejillas—. Entiendes que... Todo el tiempo se trató de él, ¿no?
—¡Nolan! —la impresión en el rostro de Helen era tal que era como si hubiera visto a un cerdo alzar el vuelo—. ¡¿Qué mierda me estás contando?!
Nolan sonrió como ese estúpido enamorado que era en esencia. Se sentía bien decirlo a alguien que de alguna forma, no te iba a condenar. Que te entendía. Que te entendía mejor de lo que te entiendes tú mismo.
—Te estoy contando eso. Que un chico...
—¡Mierda! ¿Estás seguro? —Helen seguía incrédula, aunque ahora parecía que quería reírse—. Pero te he visto. ¿Qué hay de Lorian? ¿O de esa chica con acento marcado? ¡¿De Margaret?! Te has besado... Saliste con Lorian... Nolan... Esto suena como la fumada más grande de la vida, ¿seguro que ya se te pasó lo drogado?
—No es eso—también se estaba riendo ahora—. Mira, es muy difícil de explicar, pero creo que a todas ellas solo... Les seguí la corriente. Correspondí sus cumplidos... Lo que creía que tenía que hacer.
—¡De Lorian jurabas que te casarías con ella!
—Ella... Es complicado. Solo nos drogábamos juntos. Y yo tenía dieciséis, era un imbécil. Me confundí con lo que me quería casar realmente —afirmó, desviando la mirada y bajando el tono de la voz. Aunque luego repuso: —Además, todo el mundo decía que éramos una linda pareja y esa mierda barata, me dejé llevar.
—Pero... Entonces... Nolan... Acabas de voltear la perspectiva que tenía de ti —estaba risueña, en shock, curiosa—. Todos estos años... Cuando te quedabas mirando a los chicos del equipo de baseball... Era porque... —no estaba terminando sus ideas—. Entonces, no eres el idiota que no puede mantener un noviazgo con una chica por ser un desastre. Eres el idiota que no puede mantener un noviazgo con una chica porque... —súbitamente sonrió con malicia—. ¡Porque en realidad le gusta comer verg...!
—¡Cállate! —ágilmente, Nolan se había levantado y ahora le cubría la boca con la mano, a lo que Helen se carcajeaba y se retorcía divertida—. Aunque no voy a negar nada.
Después y con el transcurso de la noche, siguió esa ronda de preguntas y respuestas. «¿En qué momento? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Por qué ahora y no antes?». Algunas preguntas Nolan no podía responderlas con exactitud. Cuando la situación se calmaba, Nolan soltó su siguiente informe; lo que había pasado del domingo al martes por la mañana. Omitiendo lo aburrido, como la explicación detallada del brazo roto. O ciertas discusiones demasiado vergonzosas.
Con el tiempo Helen se había enrollado en el cobertor como una oruga, y desde ahí miraba a Nolan quién estaba no muy lejos en el suelo, arriba de sábanas y cobertores. Ya pasaba por mucho de la media noche, tenían mucho de lo que ponerse al corriente.
—Estaba segura de que algo estaba pasando por cómo te pusiste cuando Paz te dejó solo en la fiesta, ¿sabes? Pero no imaginé esto —comentó con el ceño fruncido—. No sé. En mi cabeza no cabía. Ni tú ni él lo parecen.
—Yo también comencé a sospechar de mí justo cuando me abandonó —qué risa le daba ahora.
—Suena a que... Estás seguro de todo. Estás seguro de que lo quieres a él —todavía parecía que a Helen le costaba formular ese tipo de oraciones. Nolan asintió en silencio—. ¿Qué harás con eso?
—Haré todo lo posible para que funcione. He empezado mal. Jodidamente mal, pero tengo que hacer que funcione —de nuevo miró a los pósters del techo—. No solo por mí, sino por él. Merece tener una relación bonita. Es decir, me está dando la oportunidad de intentarlo pese a todo... E incluso creo que soy el primero, no ha salido con alguien antes.
—Joder... —estaba sorprendida de vuelta—. Te prohíbo arruinarlo, idiota. ¿Me escuchas? Te mataré si lo arruinas.
—Yo también me mataré si lo arruino.
—No lo digas así, me asustas.
—Sonó muy mal, es verdad. Es que ya tengo sueño —Nolan sonrió de nuevo.
—Espero conocerlo bien pronto. Salgamos al cine o algo así —bostezó, después dando un parpadeo somnoliento—. Aunque me dio la primera impresión de que era hijo de puta, sin ofender.
—Es que sí lo parece a veces. Pero... Te juro que no lo es.
Helen se acomodó para dormir. Estiró la mano y apagó la lámpara de mesita de noche.
—Aunque también es atractivo. Es decir, está escuálido y tiene cara de que no duerme, pero algo tiene... —murmuró Helen—. Puto suertudo de mierda, que mal me caes.
Justo esos rasgos. La mera mención hacía que Nolan sonriera un poco al recordarlos.
—Y deberías ver cuando me sonríe.
—¡Cállate, me da envidia! Ya duérmete un rato.
La oscuridad era cálida por esta noche. Casi como si aquel evento fuera ajeno a lo de hace apenas unas horas.
Por la mañana
Todavía el sol no terminaba de salir cuando Nolan estaba sentado en la silla junto al tocador de Helen, con su brazo roto apoyado en el mueble y la chica acercando un marcador al yeso porque, en sus palabras, «era deprimente verlo con el yeso en blanco».
—No vayas a dibujar ninguna estupidez —advirtió Nolan con la mirada, el tono y la sonrisa somnolienta. Era demasiado temprano...
—Confía en mí, pero cierra los ojos —contestó Helen mientras le apuntaba con el marcador—. Cierralos o no me voy a poder concentrar.
—Vale... —esa sería su primera risa del día—. Que no se te haga tarde. Todavía necesitamos que te titules.
El marcador se deslizó por varios minutos. Nolan sentía que se volvería a quedar dormido sin remedio. Y tenía la sensación que al abrir los ojos se encontraría con un garabato obsceno. La mera idea le hizo gracia. Aunque...
—Gracias —susurró Nolan—. Eres muy buena conmigo. Todo el tiempo.
—Lo sé. Soy un amor de persona —que risueña estaba, para la hora que era—. Tú también has hecho mucho por mi. ¿Recuerdas ese imbécil...?
—No me lo recuerdes. Todavía me fastidia.
—Pero estuvo genial. Pagaría por volver a ver como le rompes la cara... De acuerdo, ya puedes mirar.
Nolan observó el discreto y minimalista dibujo, averiguó lo que era al primer vistazo. Una gran sonrisa se le escapó, misma que intentó disimular cubriéndose la cara con la otra mano. Parecía que le avergonzaba. O que le emocionaba tanto y eso era lo que le daba vergüenza.
—¿Qué es? —insistió Helen.
—Estrellas.
—Tú sabes que no son solo estrellas. Vamos, sé que te mueres por decirlo.
—Es una constelación.
—¿Cuál contestación? ¿O me vas a decir que no sabes? —Helen le dio un tirón de cabello acompañado de una risa—¡Dilo, maldito friki! ¿Cuál es?
—Es la constelación de Orión.
—El friki reconoció a su contestación favorita —dijo Helen con una sonrisa cómplice en lo que arrojaba el marcador por ahí.
Nolan examinó unos segundos más el dibujo trazado con estrellas representadas con cruces, círculos y picos, unidas con puntos para dar la forma de Orion. O del cazador. O del espadachín del cielo. La constelación más visible y reconocible de la bóveda celeste, con las dos estrellas más brillantes...
—¡Suéltame o te voy a soltar un puñetazo! —chilló Helen en cuanto Nolan se había levantado a abrazarla—. ¡Que me sueltes! ¡Nolan! ¡Puto pulgoso de mierda!
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