15. Astrafobia

Paz estaba teniendo un sueño, era extraño porque casi nunca los tenía y cuando sí eran bastante tranquilos. Este, totalmente alejado de lo normal, era muy conturbado. Las personas corrían y él no entendía de qué hasta que comenzó a escuchar los fuertes truenos, una tormenta estaba por venir. Estaba demasiado inquieto como para poder reaccionar y escapar también. Alguien tomó su mano y lo comenzó a jalar, oía su voz pero no entendía qué decía. De pronto el sonido de un auto derrapando seguido de un fuerte impacto llamaron su atención estaba... asustado. Aterrado. ¿Dónde estaba su mamá? ¿Nolan estaría bien? Los relámpagos continuaban cada vez más fuertes. Y no reaccionó hasta que uno cayó a sus pies.

Abrió sus ojos de golpe. Miró a su lado, nada. Miró a la ventana y todo estaba oscuro. Había faltado al trabajo, ¿Vanesa se enojaría? Esperaba que no tanto como para despedirlo. Pensó en acostarse de nuevo pero un nuevo estruendo lo sobresaltó, estaba lloviendo. Mejor pensó en salir de la habitación en busca de alguna compañía para ese momento. Sería completamente una noche de insomnio. Escuchó algunas voces en la cocina y supuso que serían su madre y Nolan. Estaba más tranquilo sabiendo que estaban bien, la pesadilla le había dejado intranquilo, y es que al pasar del tiempo el efecto nunca disminuye.

Nolan estaba contándole a la señora Durand la fascinante historia de cuando su madre le pidió que reparase la nevera y acabó provocando un apagón en todo el edificio. A mitad de la historia Nolan vio a Paz aparecer, literalmente, como un fantasma. Silencioso, pálido, con los ojos bien abiertos... Nolan se le quedó viendo con tanta obviedad que la mujer no tardó en voltear a ver a Paz también.

—¿Estás bien? ¿Te pasó algo?

—preguntó, ganándole a la mujer incluso. Se forzó a desviar la mirada a revolver el café que tenía enfrente. A lo mejor así no se veía que estaba preocupado en serio.

—Sí yo... estoy bien —respondió Paz mirando al frente, en ambas direcciones, deteniéndose en la mirada de su madre.

Era algo que le pasaba siempre que las tormentas hacían acto de presencia en la ciudad; un miedo con un origen tan improbable que si intentara explicarlo lo tomarían por mentiroso sin piedad alguna. Caminó hasta la mesa quedando en la silla justo en medio de su madre y Nolan.

—¿Volvió esa pesadilla? —inquirió su madre. Él habría preferido no hablar de eso, era casi un adulto y tener miedo de ese tipo de cosas parecía cuestión de niños. A veces desearía que su madre no lo conociera tanto como para mencionar el tema justo frente a Nolan, no quería verse infantil—. Te prepararé un té —y sin esperar respuesta comenzó a buscar por la cajita de tés.

—Solo me tomó desprevenido la tormenta, es imposible dormir así —excusarse era su único recurso por el momento.

Nolan no pudo hacer mucho más que dedicarle una pequeña sonrisa. No tenía ni la menor idea de qué hablaban, pero bueno, tampoco era como que iba a preguntar. Aunque parecía un poco serio... Rápidamente puso su mano encima de la del chico mientras la mujer daba la espalda y buscaba las cosas del té. Al diablo todo por unas décimas de segundo porque luego volvió a tomar la cuchara. Esa atención por parte de Nolan, a pesar de disimulada, reconfortaba a Paz. Era como un «todo está bien» sin importar el contexto por detrás de todo. Y por ese instante tenía todo lo que quería, a su madre a quien amaba completamente y a Nolan, quien sin saberlo parecía estarle enseñando otro tipo de amor mucho más intenso.

—Te ves un poco mal —dijo Nolan y dio un sorbo a la taza—. ¿Sabes? Es raro verte pálido. Seguro y te hizo daño la famosa que no tenía sal de ayer, ¿la probó, señora Durand? —la mujer sonrió como con diversión en respuesta—. Digo, mi madre una vez hizo una sopa de macarrones que literalmente escurría mantequilla. Esa cosa me hizo vomitar dos días seguidos. Así que... Aberraciones culinarias hay peores.

—Ten en cuenta que, con Paz, la presión arterial se mantendrá bastante estable cuando de sal se trata —agregó Elizabeth. Ahora llenaba la taza donde estaba el caché de té—. Aunque es de familia, una vez su padre, se encargó de una parrillada entera. Al final ninguna carne tenía saber alguno —rió al recordar tal momento—. A los hombres Durand de la familia nunca se les dió eso de cocinar.

El ambiente se había tornado bastante nostálgico y poco a poco el silencio se iba tornando incómodo también, por lo que Paz creyó que era hora de intervenir:

—No me parece muy gracioso eso de burlarse del chef —aunque intentaba verse indignado, mantenía una pequeña sonrisa.

—No te lo tomes como burla. Tómalo como una sana y necesaria retroalimentación para tus próximos platillos —respondió Nolan—. En realidad yo pienso que a todos los hombres se les da mal la cocina. Hace apenas unos meses no estaba seguro de cómo se hacía la gelatina. Y ahora no estoy seguro de si la sopa lleva puré de tomate o no. ¡Oh! Y una vez intenté ayudar a Helen a hornear magdalenas. A ella le encantan esas cosas. La cosa es que las magdalenas se inflaron tanto que se salieron del molde —soltó una risa—. Al final parecía que las magdalenas intentaban escapar o algo así. Ni siquiera parecía pan.

Paz y su madre rieron ante la anécdota. Por un momento había olvidado completamente la razón por la que se había preocupado por completo, todo estaba bien, eso hasta que la tormenta que se generaba fuera volviera a hacer acto de presencia con sus relámpagos estruendosos. Bastó un sobresalto para recordar vívidamente toda aquella pesadilla.

Su madre finalmente le pasó la taza.

—Pero en fin... en todo caso al menos los desayunos me salen bien —recordó las palabras de Nolan sonriendo un poco—

Así que eso me basta.

Nolan terminó por apoyar la cabeza en la mesa, quedando con una mejilla apoyada en la misma. Miraba al cielo a través de la ventana ponerse de ese azul eléctrico y luego emitir ese trueno. Podía escuchar al viento crujir contra el cristal. Y también veía el nerviosismo creciente de Paz... ¿Por qué una simple tormenta lo asustaba tanto? ¿De qué servía un té en estas circunstancias?

—Paz, ¿y si vemos una película? Vi que tienes cintas por allá... ¿O tienes algo así como cartas o dominó? Solo te advierto que soy ridículamente bueno para eso, así que no intentes apostar conmigo. Aunque claro, usted también está invitada señora Durand. Si juega usted intentaré no llevarme todas las partidas.

La madre de Paz dió un pesado suspiro y asintió, diciendo:

—Solo un poco, luego todos iremos a dormir —mientras advertía salía de la cocina, Paz imaginaba que en busca de los juegos de mesa con los que contaba.

Entonces por un momento Nolan y Paz estuvieron solos, unos tantos minutos antes de que Elizabeth apareciera nuevamente. Paz aprovechó para preguntar:

—¿A qué horas llegó? —estaba haciendo alusión a su falta en la cama cuando despertó—. ¿Y por qué no me avisaste? Perdí un día de trabajo.

—Llegó como hace dos horas, no estoy seguro. No soy de fijarme mucho en los relojes. Y sobre lo otro, olvidé decírtelo, Vanesa nos dio el día libre —Nolan levantó un poco la cabeza, con una sonrisa medio tonta, murmuró— . Pero aunque no hubiera sido así, la verdad es que yo no hubiera sido capaz de despertarte de todas formas —miró rápidamente al marco de la puerta, y luego de nuevo a Paz—. Estabas tan tranquilo que ni parecías tú. Deberías considerar dejar de ser tan amargado, ¿sabes? Eres... Muy lindo cuando no estás haciendo muecas. Aunque también lo eres cuando las haces y... No sé qué estoy diciendo.

Paz sonrió de una manera y su cuerpo reaccionó de otra. De nada le servía querer verse totalmente seguro de sí, si sus mejillas se iban calentando en una reacción más propia de lo que sentía por los cumplidos. No era el Paz que quería mostrar, pero sí el auténtico:

—Veo que te saltaste un detalle bastante importante —respondió, volviendo la vista a su té luego de otro estruendo, apretando la taza con ambas manos—. Sobre lo otro... no me interesa mucho como me vean las otras personas, pero sí como lo hagas tú —copió su acción de mirar el marco de la puerta—. Así que por ti, no haré tantas muecas. Siéntete honrado, Nolan Harper —su sonrisa se tornó más divertida.

Elizabeth se apareció en la puerta, dando fin a la conversación entre murmullos que los muchachos tenían.

En los próximos minutos Nolan movió como pudo, con un solo brazo, la mesita de té de la sala hasta acercarla al sofá. Luego examinó los juegos de mesa con cajas polvorientas, desde dominó a algunos que nunca había escuchado en su vida. ¿Qué demonios era Clue...?

—¡Ah, mira! Este traía loca a Helen cuando éramos niños —sopló un poco la caja del Monopoly—. Hay que jugar este.

Así fue como al cabo de un rato estaban los tres alrededor del tablero, entre los truenos, entre la lluvia que se soltó por completo y cayó con una fuerza agresiva. Entre el frío. Entre billetes coloridos de dinero ficticio y moviendo figurillas metálicas... Discutiendo por deudas falsas, por propiedades inexistentes. Como si la complejidad del mundo se redujera un instante a reglas de un sencillo juego de mesa.

Por esos instantes Paz pudo dejar de lado la mayoría de sus miedos, nuevamente veía la situación y se mantenía consciente de que quienes lo rodeaban eran personas que lo querían y que él quería, el mundo pudo ser perfecto en esos minutos que pasaron y tal vez nadie más a parte del lo había notado. Tal vez porque se trataba de su mundo.

—¡No es justo! ¿Cómo que la cárcel otra vez? —el rubio reía a la par que intentaba mantenerse indignado.

—Bien merecido —por su parte su madre se veía bastante feliz.

De un lado estaba su mamá, quien se veía más reluciente que nunca, de una manera que no la había visto en tanto tiempo. En el otro lado estaba Nolan. El chico que hacía que sus batidas cardíacas fueran mucho más rápidas de lo normal. Sus pensamientos fallaban cuando estaba demasiado cerca. Y era feliz, amaba esa felicidad extraña en aquella relación extraña.

Al cabo de un rato Nolan veía, casi como si se tratara de una burla cínica a su propia vida, como los billetes coloridos desaparecían velozmente de su mano a costa de «compras compulsivas». Divertido, o quizás deprimente. Para cuando tiró el dado y cayó por quinta vez en «la propiedad con dos casas» de la señora Durand, se cubrió la boca con la mano como si estuviera sorprendido.

—El alquiler es ridículamente alto, por Dios. ¿Qué es esto? ¿Norteamérica? —acto seguido giró el rostro a Paz con una sonrisa divertida—. ¿Me prestas? Juro que te pago en la siguiente vuelta. Es eso o tendré que robarle al banco. Tú eliges.

—Nada de eso, es trampa. Conozco las reglas —dijo la mujer riéndose.

Cuando la partida terminó, Elizabeth hizo un abanico con los billetes, y se refrescó el rostro mientras sonreía con pura burla.

—Los perdedores recogen el tablero —afirmó

—Yo quiero revancha —reclamó Paz.

—Si, como digas, pero los perdedores recogen —repitió la mujer mientras se levantaba con estilo y luego solo dejaba los billetes en la mesa—. Que tengan buena noche, pobres. Hasta mañana. Y descansen.

Pasados unos minutos Paz había comenzado a ayudar a acomodar las cosas juntandolas, mientras Nolan estaba recostado pacíficamente sobre la alfombra. Verlo así lo mantuvo feliz luego de la inminente derrota.

—Mierda —fué lo único que logró decir luego de que la luz se fuera por unos segundos.

Sin prestarle mucha atención al orden, se apresuró a guardar todo. Estaba apresurado por ir a su cuarto, sintiéndose tonto con la idea de estar seguro allí, como cualquier infante. No estaba para nada orgulloso de eso.

Para cuando Nolan volvió a abrir los ojos, le pareció ver a Paz meterse a la habitación. Se levantó de una vez, apagó las luces deprisa y fue prácticamente a perseguir a Paz. Seguido de eso, se deslizó hasta meterse en la cama y acomodarse entre las sábanas mientras el rubio buscaba quién sabe qué en el armario, a lo mejor ropa para dormir. Igual Nolan nunca había sido de esos, siempre dormía con lo que sea que tenía puesto.

—Hey Paz... —tuvo que guardar silencio porque el cielo se iluminó de azul metálico... Y ahí estaba el trueno—. ¿Dormirás conmigo, no? Es decir... Bueno, eso.

Seguía mirando a Paz, a pesar de que la tela de la manta le obstruía un poco la visión. Hacía un montón de frío, lo esperado de una noche como esa.

El rubio asintió, era la mejor opción para su mente en blanco. Tal vez, ya que se trataba de Nolan, dormir podría ser bastante fácil. Había cambiado rápidamente su ropa y luego se acercó a la cama. Luego de estar por completo debajo de la misma sábana que Nolan se giró a verlo. Se sentía mejor allí junto a él, de nuevo más cómodo y ligero, tan despreocupado como para acercarse a besarlo, porque no lo hacía desde la mañana y necesitaba esa cercanía de nuevo, sentirla.

Se separó un momento en busca de algo de aire, terminando por acomodarse un poco por encima del chico. Sonriendo, se acercó a continuar. Si continuaba así tal vez en algún momento debería ser tomada una decisión del rumbo que sus besos llevarían, puesto a que los mismos iban subiendo su intensidad exponencialmente.

—Podríamos solo dormir o —dejó la posibilidad al aire, dispuesto a hacer cualquiera en el momento. Desde la más cuerda hasta la menos racional.

Nolan le sonrió como primera respuesta, y luego murmuró:

—Dormiste todo el día, ¿en serio podrías dormir más? —llevó su mano hasta acomodarle el cabello detrás de la oreja—. Así que me voy por lo segundo... Me voy por lo que sea que tengas en mente.

Y dicho eso volvió a conectar un beso. Suave, luego no tanto. No importaba, lo había anhelado todo el día. Había esperado mucho... Demasiado. Toda una vida, quizás. ¿Así sería todo a partir de ahora? Las esperas muy largas y las recompensas gratas pero nunca suficientes, ¿así sería?

Aprovechando que estaba por encima suyo, Nolan deslizó su mano lentamente desde el rostro de Paz hasta dar con el hombro, luego la espalda alta, y finalmente el borde de la camisa. Ahí fue cuando empezó a tirar de ella hacia arriba, como si quisiera quitársela. Pero también hizo una que otra pausa para acariciar la piel... Suave. Muy suave. Que frío tenía. Luego no tanto. Luego no sabía nada del frío.

El chico rió bajo su toque, sentía cosquillas con el mismo. El choque de temperaturas hasta hacerse más igualadas a cada segundo que pasaba. A diferencia del día anterior, no buscaba que fuera rápido, no. Quería que fuera más lento hasta donde pudiera. Quería aprovechar cada caricia, beso o movimiento. Tenían tiempo para eso.

No mucho después, fué despojado de la camisa que acababa de vestir. Los besos viajaban de su boca a su mandíbula y luego su cuello. Era una sensación que amaba cada vez más, no podía ni pensar en la posibilidad de no sentirse así nunca más. Por su parte, bajó sus manos a la camisa de Nolan con la misma intención. Subiendola lentamente, tocando su abdomen desde lo más bajo hasta subir al pecho, dónde se detuvo en vista de que este sería un proceso un poco más complejo.

Se dieron un espacio para sentarse un poco, empañado en ser él quien le quitase la camisa, se tomó su tiempo en sacar primero el brazo no enyesado y luego con la delicadeza que logró reunir, el brazo que si lo estaba. Cuando finalmente pasó por último la camisa por su cabeza, sonrió acercandose continuando el beso y tirando lo que estaba en su mano para cualquier otra parte.

Para Nolan quizás esta era la conclusión. Parecía que todos esos caminos tortuosos recorridos llevaban hasta esta fascinante noche; bajo esta lluvia y con este chico. ¿Y si mejor aún, esto no era el final y más bien era un comienzo...?

Le fascinaba. Todo. Le fascinaba tanto que cada caricia parecía convertirse en un recordatorio de que todo estaba bien y de que estaría así a partir de ahora. No estaba seguro, así como tampoco estaba seguro de en qué momento había pasado a estar encima de él, apoyándose con la mano sana, tan empeñado en besarle el cuello, el pecho, que a lo mejor y dejaba marcas. Se lamentaba un poco de que estuviera entorpecido de un brazo, pero tampoco era como que lo detuviera mucho.

Se detuvo un instante, apoyando el mentón en el hombro de Paz. Miró como por de fuera de la sábana, todo se volvió a iluminar de azul. Pero luego solo cerró los ojos.

—Te quiero. De verdad —quería decirlo, aunque no hiciera falta—. Estoy seguro de que..., quiero ser tuyo.

Paz estaba enloqueciendo, sus propias decisiones lo habían llevado a ese punto tortuoso de querer más y más de Nolan. Porque cada toque quemaba sobre su piel de tal manera que creía que podría acabar demasiado rápido de seguir así. Y luego oírlo decir aquellas palabras, sintió el aire abandonar su pulmones en el mayor de los suspiros jamás dados por alguien. Se acercó a su boca en busca de un beso más paciente, cargado de sentimientos y no solo sensaciones. De... ¿Amor? Eso era, ¿no? ¿Qué más podría ser? Nunca había sentido algo así antes, solo podía ser amor. Sus piernas se abrieron dándole espacio a las de Nolan al sentirlo tan cerca.

—También... También te quiero —un gemido escapó luego de accidentalmente sentir un roce en su parte baja. No sentía que pudiera aguantar más de esa manera. —Ah, Nolan, por favor —sus ojos se mantenían cerrados ocasionalmente algún que otro jadeo era posible de escucharse.

Los besos en su pecho y cuello volvieron con una intensidad diferente, había llegado a su límite, debía actuar y eso hizo, si había otro nivel de interacción solo en ese momento pudo pensar en el mismo.

—¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar?... —la pregunta fue lo mejor que se le pudo ocurrir en cuanto sus manos se dirigían a la ropa inferior, mientras mantenía una idea en su cabeza.

¿Qué tan lejos? Nolan no sabía mucho de límites, a decir verdad. O de decisiones. Solo sabía que se estaba dejando deslizar por lo que sea que estuviera moviendo sus acciones. No podía negar que se estremecía con cada roce, con sentir las piernas de Paz a cada lado. Con escucharlo... Quizás incluso se concentraba más en Paz que en sí mismo. Quizás eso era lo que quería. Que se tratase de ambos, de Paz. No algo egoísta. No una búsqueda por la propia satisfacción...

Por ello es que luego comenzó a retirar lo que quedaba de la ropa de Paz, y mientras lo hacía sentía algo que no había sentido nunca en situaciones de esta índole... ¿Vergüenza? ¿Nervios? Quizás ambas. Ahora se sentía como algo importante que no tenía que estropear. Tanto que sentía la cara roja. Cuando finalmente lo descubrió por completo, hizo un corto silencio, apartó la vista y luego se cubrió parte de la cara con la mano.

—Mañana... Te mataré si pronuncias una palabra de esto, ¿de acuerdo? Guárdate tus comentarios para ti —soltó una risa por lo que estaba a punto de hacer—. Si te... Lastimo solo dilo. Intenta... —la risa le estaba ganando—. Intenta no acabar tan rápido.

Paz no comprendía bien lo que estaba por ocurrir. No era que todo estaba pasando demasiado rápido, era que su mente se había trabado funcionando bastante lento.

Después Nolan se acomodó un poco, miró hacia «eso», y después de dedicarle una última mirada a Paz, tomó aquello con la mano, suavemente... Pero la idea no era esa. La idea era acercar la boca... La risa le ganaba. En partes. Luego podía controlarse. Luego le daba más risa cuando entendía que quería hacerlo realmente. Luego le daba nervios. Luego no tanto. Luego solo ya estaba en ello.

—Nolan pero qué- —se vió interrumpido. Era una situación en la que no había pensado en encontrarse hasta ese exacto momento, donde cerró sus ojos con fuerza al tacto, a la visión. Tanto que tuvo que llevar rápidamente una de sus manos a su boca para no hacer nada que los dejara en evidencia—. Pero qué... qué estás haciendo.

Pronunciar aquellas palabras había sido demasiado difícil. Apenas y estaba pensando, pero no existía nada más allá de los ruidos que luchaban por salir de su boca y el sube y baja de la cabeza de Nolan. En algún momento llevó una de sus manos a la misma, esperando el momento para apartarlo antes de que fuera tarde.

Estaba comenzando a sudar bajo el calor de la situación. No entendía cómo lograba hacer aquello y que se sintiera tan bien. Tanto como para sentir curiosidad en hacerlo también.

Nolan se preguntaba, ¿lo estaría haciendo bien? ¿Muy lento? ¿Muy brusco? A juzgar por las expresiones de Paz a lo mejor y así estaba bien. Que risa le daba. Pero a la vez no. A la vez verlo así le daba una sensación que le hacía tener que aferrarse a las sábanas y arrugarlas.

—Es muy obvio lo que estoy haciendo, ¿no crees? —murmuró sin apartar la mirada de su rostro, haciendo una pausa—. Si alguien hace una semana me hubiera dicho que iba a hacer algo como esto, te juro que le hubiera partido la cara.

Después volvió a sonreír un poco, y a deslizar los labios por sus piernas, los muslos. Que bueno que estaba lloviendo, aunque ya no tan fuerte. Esperaba que nadie los escuchara, ¿verdad? Cuando volvió al mismo asunto de antes, se dio cuenta que no podría estarse así más tiempo... Porque necesitaba... Se apartó y se movió hasta bajarse la ropa. Luego solo se volvió a colocar encima de Paz hasta esconder la cabeza entre el arco de su cuello.

—Paz... —con el tacto buscó la mano de él, hasta finalmente encontrarla—. Tócame.

El rubio nunca habría imaginado que solo un par de palabras sonarían tan sexys como Nolan lo hizo con las suyas, su tono, lo pesada que era su respiración sobre su piel hicieron con que su cuerpo se estremeciera. Buscó su rostro para besarlo y cuando finalmente sus bocas se juntaron nuevamente, pasó su mano por la cintura del mismo y siendo tan cuidadoso como pudo, intercambió posiciones, quedando por encima teniendo más facilidad de movimiento.

—Si me lo pides así... —hizo un recorrido con su mano libre luego de dejar su cintura hasta llegar al objetivo en cuestión. Presionó un poco la erección y luego comenzó con el clásico va y ven mientras besaba partes de su cuello de la misma forma en la que Nolan lo había hecho, no esperaba ser el único con problemas a la hora de esconder las marcas de los chupetones.

De momento en momentos iba aumentando la velocidad en cuanto los sonidos que interpretaba como «placer» hacían lo mismo y entonces, antes de que cualquier otra cosa ocurriera, junto ambos miembros no teniendo cabeza para interpretar cómo se sentía, solo sentía con claridad que hacía demasiado calor ahí. La velocidad creció hasta dónde su mano se lo permitió.

Para Nolan era tanto al mismo tiempo que por unos considerables instantes se olvidó de eso de «no hacer ruido», y en su lugar se entregó completamente a las sensaciones hasta no reconocerse a sí mismo, y luego solo perdiendo la noción de cuál cosa era qué. Subió la mano hasta ahora sujetar el cabello de la nuca de Paz.

El rubio sentía que en cualquier momento... No, en ese momento, no aguantaría más, no podía y así pasó, los repentinos espasmos no fueron un gran impedimento para continuar hasta sentir esa «explosión» por segunda vez escurriendo por su mano, esta vez proviniente del cuerpo ajeno. Y finalmente pudo permitirse parar. Sintiendo como todo de sí pedía a gritos poder respirar con normalidad nuevamente.

Pasó un corto tiempo antes de que alguien hablara:

—Creo que me vi como una puta —murmuró Nolan, reflexivo. Después se acercó todo lo que pudo a Paz, quien ya estaba acostado a un lado suyo, rendido—. Seguro y tengo chupetones también. ¿Diremos que fue otro asalto?

Agotado era la palabra. Paz se sentía en el cielo y al mismo tiempo hacía un calor digno del mismísimo infierno. Estaba sin poder moverse porque su energía se escaparía toda en ese acto y luego otra vez Nolan con sus palabras lo hizo reír, porque eso hacía Nolan. Lo dejaba inexplicablemente feliz. Respondió:

—Mosquitos —le miró a través de la luz de afuera, siempre colándose—. Unos demasiado grandes, con una mordida terrible cuando de lo visual se trata —sonrió perdido en ese delicioso limbo—O tal vez alergia. No sé, ¿qué opinas?

—Alergia doble, eso es.

Paz debía pensar en la excusa de cambiar las sábanas y luego lavarlas, aunque, ¿tendría tiempo después, no? Ahora solo debía disfrutar ese momento. No había un antes y un después y sí solo un, ellos. Ellos juntos calmandose después de todo, mirándose mutuamente diciendo todo y a la vez nada, esas ganas de querer continuando con ello cuántas veces pudiera y así en adelante. Ellos, parecía un laberinto sin salida y también la respuesta a todas las preguntas.

Aquellos momentos angustiosos que vivió Nolan hace apenas unos días ya parecían simples malos sueños; sueños sobre estar ebrio en una tina, sobre discutir por una chica, sobre sentir pánico en un callejón. Ya no eran nada comparado a esto. A esto. A sonrisas cómplices. A la noción de que todo estaba en su sitio. A Paz. ¿A quién le importaba ya que fueran un chico y otro chico? A Nolan no. Incomodarse por eso para este punto ya serían solo delirios de una moral que no compartía. Así que dijo, con una suave sonrisa:

—Propongo que... Mañana no vayas a clases. Te quedes. Prepares un desayuno sin olvidar la sal. Y después nos miremos a los ojos como completos idiotas justo como estamos haciendo ahora —se cubrió con la manta, también lo cubrió a él.

El corazón del rubio estaba bastante agitado y ya no era tanto por la reciente situación, pero sí por la idea que Nolan le había planteado, de solo imaginarla podía sentirse feliz, quedase juntos como «idiotas», como... pareja. Mantenía su sonrisa, respondió:

—Me quedaré, te prepararé un desayuno con sal y seremos dos idiotas mirándose mutuamente... Dos idiotas, ¿cuál es la palabra? ¿Enamorados? ¡Sí, eso! —con las pocas energías que había recolectando hizo un esfuerzo para acercarse y besarlo—. Dos idiotas enamorados.

Sin dudas estaba perdido en sus emociones, Paz nunca había sido alguien racional, pero también no creía verse como alguien muy sentimental. Con Nolan estaba aprendiendo de cosas nuevas, sentimientos, emociones y sensaciones. Todo era demasiado nuevo para quien se había saltado esa etapa.

Y sus mejillas se mantenían calientes. Comenzaba a ser normal esa reacción cuando se trataba de Nolan. Acurrucandose al lado del chico, comenzó a jugar con sus dedos.

Nolan sentía como sus labios se movían en una sonrisilla de imbécil feliz, emocionado y conmovido. Era estúpido en cierto sentido la intensidad con la que sentía, porque ahí estaba esa chica diciéndole esas cosa primero. Pero... No. Era como si esta fuera la primera vez que las escuchaba. Como si fuera la primera vez que estaba enamorado a lo idiota. Como si fuera la primera vez que compartía cama con alguien. Estaba convencido. Lo demás debió ser otro de sus tantos errores...

—¿Sabes? Nunca creí que dirías algo así —respondió Nolan—. Hasta me comienzas a asustar...

—Es que, ¿te digo algo? La mejor puta cosa que me podría haber pasado en la vida fué conocerte —bien, sentía que se estaba exponiendo demasiado con eso de hablar sobre sentimientos, no era su estilo y se había esforzado por Nolan, él lo valía bastante. Y tal vez estaba exagerando, pero haría cualquier cosa a su alcance por verlo sonreír y reír de esa manera todos los días. Quería verlo, ahí en ese campo que tanto deseaba comprar para pasar el resto de sus días—. Te ves somnoliento... así que deberías descansar un poco, ¿no crees?

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