14. Anécdota de una lesión

Había sido un baño más largo de lo previsto. Pero siendo sincero consigo mismo, había sido lo suficientemente refrescante como para sentir que sus ideas habían sido aclaradas. Se sentía dispuesto a dormir un rato, pero la ausencia de Nolan en la habitación le llamó la atención. Forzó un poco la vista hacia la cama mientras se acercaba, nada. Se le hizo extraño.

Salió a buscarlo en la sala, en la cocina y en última instancia miró hacia el baño, vacío. ¿Habría salido? Pero, ¿cuándo? Paz estaba preocupándose, tal vez por nada. Volvió al cuarto, lo mejor sería descansar, él estaría bien... O tal vez debía asegurarse de que estuviera bien. Volvió a salir de la habitación, tal vez en el patio de la casa, tal vez estaría ahí haciendo cualquier cosa, pero bien.

Y sí, ahí estaba él. Nolan estaba en el patio, sentado entre la hierba crecida y con la espalda apoyada en la cerca. Estaba, ¿fumando? Paz no sabía que Nolan fumaba. Y una idea loca pasó por su cabeza. ¿Y si no eran cigarrillos? Es decir, ¿y si no era tabaco? No podía dejarlo hacer eso, no cuando le había expresado cómo se sentía al respecto, no con su madre en la casa. Se acercó esperando estar totalmente equivocado.

—¿Nolan?

Bueno, decir que Nolan estaba al pendiente de la puerta sería mentira. En realidad solo estaba preocupado de que se le estuvieran acabando los cigarros, sintiendo incluso un tic en el ojo que lo estaba poniendo de nervios.

—Hola —respondió, a la vez que tiraba velozmente el cigarro a la tierra para pisarlo con el zapato. Tenía el movimiento bien practicado, de todas formas. Y después solo levantó la mirada con su rostro cansado.

—Hola —y así Paz le dió continuidad al ciclo.

Estaba bastante apenado podría decir, pensando en que solo eran cigarrillos normales, solo eso. ¿Qué debía decir? Miró hacia la casa en busca de obtener respuestas mágicamente—. No te quedes hasta muy tarde, puede hacer frío y bueno, mi madre cierra las puertas bastante temprano, no te vaya a dejar afuera. Iré a descansar un poco

—comentó prácticamente huyendo de la situación.

El rubio sonrió un poco y fue dando pasos hacia atrás hasta girarse completamente de camino a adentrarse en la casa. Luego ahí estaba, el lavadero y poco más el pasillo que lo llevaría a su habitación. Una vez adentro se acostó en aquel viejo colchón. Creyó que tardaría más en dormir, pero al cerrar los ojos nuevamente sintió ese gran peso del descanso y con ello la oscuridad más reconfortante de su existencia.

Luego de seguir a Paz con la mirada hasta perderlo de vista, Nolan se quedó afuera un rato. Uno largo, de hecho. No era capaz de entender la cantidad de miedo y confusión que le invadía por partes iguales al mismo tiempo que la felicidad estúpida. No entendía. Tenía miedo. Pronto vendría Patricksonson, pronto tendría que volver a casa, pronto alguien podría enterarse de lo que sentía por Paz. Miró al cielo nocturno, buscando salvación tal vez. Miró a la cajetilla, también buscando salvación.

Había olvidado lo horrible que era tener miedo sin tener jaspe a la mano para el consuelo. Más bien, había olvidado lo horrible que era todo cuando no había jaspe.

Se levantó de golpe cuando miró a la mujer cerrando la puerta del patio. Corrió hasta alcanzar a entrar y con una sonrisa ajena a todo lo que sentía en realidad, le dio la buenas noches y, porqué no, las gracias. En la habitación se encontró con Paz bien dormido. No pudo evitar sonreír a nadie y luego... Solo... Meterse en la misma cama. ¿Por qué no? Tenía miedo. Mucho, de todo, por todo. Y lo estaba admitiendo. Paz lo entendería, seguro.

¿Por qué no? Se acercó hasta cubrirse con la misma manta. Así, con esa cercanía, podía ver su rostro. Podía mejor cambiar su miedo por Paz. Y así, fingir por un rato que las cosas estaban bien.

Paz sentía la molesta claridad pasar por la ventana, la luz nocturna lo alcazaba incluso en aquel lugar de la habitación. Abrió sus ojos en busca de encontrar cualquier cosa para taparse la cara, pero en lugar de eso solo se paralizó. No esperaba ver a Nolan allí, tan cerca de nuevo. Mientras él dormía, Paz había perdido completamente el sueño. No podía dormir teniéndolo tan cerca, no si podía admirar su rostro como tanto le gustaba y cuestionarse cómo alguien podía ser tan atractivo, tan... tan lindo.

No podía explicar la maraña de emociones que estaba sintiendo. A ese punto, como antes, sentía su corazón ir tan rápido como para parecer que saldría de su lugar a cualquier momento. Temía que pudiera despertarlo si hacía algún movimiento muy brusco. Pero realmente quería acercarse más, esconder su rostro en su pecho, sentirse estúpidamente feliz por eso. Porque parecía un sueño que siempre quiso soñar y ahora solo podía vivirlo, si se acercaba un poco más...

Pero entonces, no fue muy despacio, y todo se movió y él parecía haber despertado.

Y Nolan abrió un poco los ojos, quizás solo como un leve reflejo a la sensación de movimiento. Pero se encontró con eso que en realidad quería... Con Paz mirándole de regreso. Nolan seguía teniendo un puñado de sueño, pero se aferraba a mantenerse despierto. Aunque fuera por unos minutos. Aunque fuera para decirse nada. Aunque fuera solo para apreciar la presencia del otro. Las explicaciones, por supuesto, sobraban, al igual que todo lo demás.

Perfecto. Todo estaba perfecto. Entonces Paz había decidido acercarse como quería, y ocultar su rostro en el pecho del mismo como había estado pensando. Pasó su brazo ahora por encima de su tronco. Tan cómodo. Y sintió que podría hacer eso siempre, todas las noches y dormiría bien. No necesitaría beber nunca más, no necesitaría la bebida si Nolan se mantenía lo suficientemente cerca del.

—Eres demasiado cómodo —el rubio sentía sus ojos pesados como siempre que tenía sueño y entonces ese susurro fue lo único que necesitaba decir para poder permitirse dormir nuevamente.

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A primera hora de la mañana, Nolan escuchó el horrible chillido de la alarma. Ni de más está decir que lo sobresaltó por completo. Se mantuvo mirando al techo con las manos en la cara, intentando entender el montón de sucesos en los últimos dos días...

¡Pero al diablo! Mejor se estiró a apagar el ruidoso despertador de la mesa de noche para arrojarlo con flojera a la cama opuesta. Después se volvió a cubrir con la sábana y se acercó a Paz, quien estaba acostado de lado y dándole la espalda. Lo abrazó, o más bien le dio el abrazo más ineficaz de la historia, poniendo su brazo roto por encima para rodearlo, que era a lo máximo que podía aspirar en esas circunstancias. Cerró los ojos para seguir durmiendo... Olvidando casi por completo que la alarma significaba algo.

Paz inevitablemente no pudo no abrir sus ojos un tiempo después de meditarlo bien; la escuela. No podía faltar a la escuela. Suavemente salió del abrazo de Nolan, viéndolo bastante somnoliento aún. Le dedicó una sonrisa y luego se levantó de la cama casi corriendo en busca de cambiarse. Y por un momento lo hubiera hecho allí mismo en el cuarto, eso si su cabeza no hubiera pensado demás y no le hubiera alertado de no estar solo. Por lo que ahora corrió al baño.

Fue rápido, cambiarse la ropa, lavarse los dientes, luego la cara. Estaba seguro de que iba tarde, porque siempre iba tarde, todas las mañanas la alarma sonaba a la hora equivocada y todas las mañanas pensaba en resolver ese detalle luego, al final siempre lo olvidaba. Entró de nuevo al cuarto, corriendo, buscó unas medias y sus zapatos, la mochila y miró que sus cosas estuvieran ahí, sacó lo que estaba demás como aquel sobre importante y ya estaba todo listo.

—Dios voy tarde —Paz caminaba en dirección a la puerta pero una idea lo detuvo—. No vayas a quemar mi casa por favor —se acercó, agachándose momentáneamente. Se dió el tiempo de detallar un poco el rostro de Nolan y luego se acercó para acatar a su espontánea idea. Le dió un beso bastante rápido, bastante cariñoso, más de lo que esperaría de sí mismo. Volvió a levantarse—. Descansa todo lo que necesites —y entonces salió literalmente corriendo, sus compañeros lo matarían si no llegaba a tiempo para por lo menos la segunda clase.

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—A ver, Pazito. No notaría nada extraño en ti si no fuera porque andas de muy buen humor, no parece que estás muriendo como siempre y no hueles a alcohol —había recibido un golpe leve en la nunca para «llamar su atención», de parte de Clarke. —¿Te pasó algo bueno el fin de semana? Me dijeron que la semana pasada te vieron en una fiesta. ¿Si eras tú? ¿Te encontraste a alguna chica linda?

Eran demasiadas preguntas, que con gusto Paz respondería. Si no fuera tan complicado y si no tuviera ganas de golpearle la cara al chico con aquel tono tan fastidioso e instigante.

—Clarke... ¿No crees que te estás desviando del asunto? —la voz de la gemela del chico, Clarie, fue su salvación. Momentáneamente—. Además no creo que Paz vaya a darte los detalles de su noche, ¿cierto, Paz? —ese tono sugerente y la sonrisa que Paz dejó escapar al recordar fue suficiente para dejar en claro que alguna cosa estaba pasando. Y los gemelos no dejarían pasar tan fácilmente ese detalle—. Oh por Dios, ¡Tan sólo mira eso! Mira esa sonrisa. ¡Mira a mi muchacho! Todo un hombre hecho y derecho.

Y ya no fue tan gracioso cuando sus mejillas fueron pellizcadas de la misma forma que su abuela lo hacía, solo que por Clarie.

—Espero estés usando protección, ¿ok? No quiero ser tío tan pronto —un falso lloriqueo de Clarke más y Paz saldría de allí fingiendo que no los conocía—. ¿Quién es? ¿La conocemos? ¿Es bonita? ¿Estudia aquí?

No, no «lo» conocían, al menos eso creía. La palabra «bonito» se quedaba corta, era perfecto. Su nombre era Nolan y lo estaba enloqueciendo:

—No estén hablando demás, ni haciendo historias extrañas —decidió mejor concentrarse en su cuaderno—. Y más les vale haber traído su parte de la investigación.

—Sí, sí, la guerra y todo eso —era la cuarta vez que Clarke repetía «su parte» del trabajo en voz alta y no parecía ser más que algo hecho a medias—. Ay, por favor. No me miren así, no tengo la culpa de que los libros sean demasiado grandes. Si hubiera podido llevarlo a casa habría sido mejor, pero esa bibliotecaria malhumorada no quiso.

Su excusa, a pesar de ser bastante consistente, no tenía cómo ayudarlo a salvarse de ese lío. Había tenido tiempo suficiente como para leer y buscar sobre su parte y solo eso. Pero Paz no quería discutir, porque estaba siendo un día bastante bueno. Aunque no tanto porque comenzaba a extrañar a alguien que nunca imaginaría que extrañaría. Se estaba acostumbrando demasiado rápido a Nolan.

—¿Por qué a mí no me sonríes? ¡Soy tu mejor amigo! ¿Y una chica que acabas de conocer obtiene más sonrisas tuyas que yo? —hacer drama era una de las especialidades de Clarke—. Me comienza a caer mal.

—¿Puedes cerrar la boca y concentrarte en lo tuyo? ¿Qué parte de «no estén hablando demás», no entendiste? Nos van a mirar raro si continúas diciendo esas cosas —murmuró—. Clarie, tu parte.

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Mientras tanto, Nolan estaba sentado en una de las sillas del solitario comedor, sin nada que hacer y doblando una servilleta. Pero sonreía, porque su mente todavía le daba vueltas a aquel beso de... ¿Despedida? Oh, Dios. Lo había tomado por sorpresa. Y a pesar de que Paz iba contra reloj, fue capaz de hacer tiempo para ese gesto tan dulce... Maldita sea. Sentía que quería reírse, sentía que quería tirarse sobre hierba y entregarse a ese puñado de emociones que parecían abarcar cada rincón de su mente. Y es que Paz, ¿quién diría que ese muchacho tan de primeras, cínico, podía alegrarle toda la puta vida tan deprisa?

Como no tenía literalmente nada que hacer y se aburría peculiarmente rápido, buscó un poco hasta dar con la aspiradora. De repente era un feliz y despreocupado muchacho que aspiraba la sala.

Estaba aspirando uno de los rincones de la habitación de Paz cuando creyó escuchar algo. Apagó un segundo la aspiradora y... ¿El timbre? Sin más, fue a abrir la puerta de un tirón, pero se quedó un poco pasmado, quizás unos insignificantes segundos...

—Espera, ¿está no era la casa de Durand? —preguntó Vanesa, su jefa y dueña de Roger 's, mientras revisaba de cerca algo anotado en un cuaderno.

—Sí... —murmuró Nolan mientras mantenía la mirada fija en el oficial de policía detrás de la mujer.

—¿Y por qué tú estás aquí? —Vanesa frunció el ceño.

—Pues... El otro día...

—Okay, detente. Voy a ir directo al punto y quiero que tú también lo hagas. Mira, hace unas horas las chicas del turno matutino me dijeron que la tienda estaba abierta cuando llegaron, Harper. Abierta sin cerradura forzada y que por dentro estaba un desastre —hizo una pausa para dedicar una mirada repulsiva—. Se llevaron todo lo de la caja registradora. ¡Y yo quiero saber como demonios tú y el otro imbécil...!

—Señorita —recordó el oficial.

Vanesa forzó una sonrisa, que en conjunto con la furia de sus ojos, daba miedo:

—Quiero saber que es lo que pasó. ¿Fue un descuido? ¿Olvidaron cerrar? ¡Porque si ese es el caso juro que yo misma voy a...!

—¡Señorita!

—¡¿Qué fue lo que pasó, Harper?! Empiezo a creer que ustedes dos se pusieron de acuerdo con alguien. ¿O me vas a decir que el día en que olvidaron cerrar la puerta, a algún malparido se le ocurrió meterse? Y qué de pura casualidad no tuvo que forzar la caja fuerte porque sabía dónde estaba la llave, ¿eso me vas a decir?

Nolan se echó para atrás, teniendo el rostro de la mujer ardiendo en cólera demasiado cerca. El muchacho tomó un poco de aire; tenía unos escasos segundos para hacer la mejor improvisación de su vida... Hizo una pausa, en serio el rostro:

—Lamento que no te hayamos podido informar pronto, Vanesa. Pero lo que pasó es que estuvimos en el hospital porque... Eh, bueno... Asaltaron cuando yo estaba cerrando.

—¿Hospital, dijiste...?

—Permitanme contarles la historia completa, ¿quieren pasar?

Con todos reunidos en el comedor, la patética historia del muchacho imbécil y su brazo roto, se convirtió en la «trágica» historia del muchacho «desafortunado» y su brazo roto. Nolan estaba inventando parte de los detalles sobre la marcha, al igual que sus expresiones y sus pausas pensadas para dar lástima. Pero no para dar lástima del tipo «mírame, estoy llorando», sino lástima del tipo «te cuento algo horrible con toda la tranquilidad del mundo para que sientas culpa». Y le estaba resultando, porque a mitad de la historia Vanesa pasó del cólera y de interrumpir en cada oración, a enmudecer por completo. El policía tomaba notas...

—De acuerdo, Harper... Entonces, ¿intentaste cooperar con el asaltante desde el primer momento? —recapituló el oficial para luego darle un sorbo al té hecho de prisa.

—Yo no quería problemas. Además, el tipo obviamente estaba bajo el efecto de algo. Lo que menos quería era darle razones para atacarme.

—Entonces, abriste la caja registradora. Y el problema llegó cuando el sujeto en cuestión comenzó a insistir por una caja fuerte, la cual no había —el oficial recibió la confirmación de Vanesa—. Comenzó a amenazarte hasta que la situación escaló a violencia física, y sufriste de una fractura en el brazo provocado por... —el oficial hizo una pausa y miró su cuaderno de notas—. El extintor de la tienda. Harper... ¿Cómo es que te rompió el brazo con...?

—No estoy seguro. Yo estaba en el suelo. No sé más.

—Es un... Un asalto por una persona bajo efecto de sustancias, fuera de quicio. Sin dudas lamentable, tomando en cuenta que no pusiste resistencia ni intentaste alertar a nadie —intercambió miradas con Vanesa—. Muchacho, es una historia difícil de escuchar.

Nolan dio un largo sorbo al té, con un ligero cambio en la expresión le dijo algo como «lo sé».

—Por mi parte es todo. Muchas gracias por ayudar a aclarar este asunto —el hombre se apresuró a tomar lo último del té—. Me gustaría decir que encontraremos al desgraciado detrás de esto, pero...

—Entiendo, no es fácil —igual era imposible encontrar a una persona imaginaria descrita bajo la única condición de no asemejar a Patricksonson o Marcus. Nolan puso una ligera sonrisa mientras miraba a Vanesa—. Si hay algo más en lo que pueda ayudar, estoy dispuesto.

—¿Piensas seguir trabajando en la tienda?

—De momento sí.

—Ya veo. Entonces esperemos que no se repita, y Vanesa, deberías considerar hacer algo al respecto —el oficial sonrió y por último se acercó a Nolan a ofrecerle la mano para estrecharla, tardó un poco en que Nolan no podía ofrecerle la mano, y luego solo disimulo con una palmadita en la espalda.

De último momento, cuando Nolan estaba apoyado en el marco de la puerta, y las visitas afuera, Vanesa se dio la vuelta y le ofreció un par de billetes, diciendo:

—Lamento esto, Harper. Tu brazo... Es horrible. Lamento también mi temperamento.

—No te preocupes, nadie esperaría algo como eso.

—Procura no quedarte solo al cerrar... Y dile a Durand que les doy el día libre, hasta mañana. Ten buena tarde.

No más preguntas, no más respuestas. Al cabo de unos minutos Nolan había cerrado la puerta y mantenía la frente apoyada a la misma mientras procesaba, al mismo tiempo que arrugaba los billetes en la mano. Y de repente, pegó un vitoreo, dio una patada en la puerta y se comenzó a reír con ganas.

Acababa de dar el mejor espectáculo de su vida.

»»----- ★ -----««

El tiempo en la biblioteca era y había sido un desperdicio de tiempo, no presentaron nada y no lo harían hasta la próxima semana. Paz solo quería llegar a casa y... solo quería ver a Nolan realmente. Pero no estaría tranquilo hasta que los gemelos se fueran por su calle. Por el momento solo eran un dolor de cabeza.

—¡Y entonces chocaron! Mi papá me dijo que fue horrible, mamá fue quien atendió el caso. Sin entrar en detalles, hubo demasiada sangre. ¿Tú mamá no te contó? —la voz incesante de Clarke indagaba en algo que Paz creyó haber dejado claro no era de su agrado. Lluvia y accidentes automovilísticos eran sus mayores enemigos.

—No es un asunto que me emocione mucho, ¿Lo entiendes? —continuó su camino sin mucha emoción, mirando al suelo mientras golpeaba una piedra como pelota de fútbol.

Sinceramente no debió haber hecho eso, chocó con alguien, casi cayéndose. Él estaba distraído, ¿pero y la otra persona no pudo hacerse a un lado? —Lo siento —esa fue la disculpa más agresiva que había hecho en su vida.

—Todo bien, por ser tú te lo perdono.

Esa voz, había olvidado por completo a Robin. Miró en su dirección y mierda, si no tuviera a los gemelos presenciando todo sería realmente más fácil.

—¿Se conocen? ¿Ella es la chica que te tiene así? —preguntó Clarke.

—¿Qué te tengo como? —mientras ella reía, Paz se quería morir en ese instante.

—Bueno, ya vámonos. Adiós, Pazito —por mucho que le agradecía a Clarie el irse también no le mantuvo muy feliz el detalle del apodo.

—Paz, Pazito —repito Robin con una sonrisa—, que curioso.

—Ignora eso, por favor —no quería, pero realmente parecía estar suplicando.

—No es fácil

Paz no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, solo que el camino a su casa parecía mucho más largo de lo normal. Robin insistía en que iba por el mismo camino a pesar de que a la hora de chocarse ella caminaba en la dirección contraria.

—Entonces... ¿Cuando estarás libre? El otro día no pudimos salir por la lluvia —Robin volvía a hacer esa expresión extraña. No se veía mal pero no sabía qué pretendía lograr con ello—. Estaba pensando en que, tal vez te interese pasar un buen rato así como en la fiesta.

—La verdad, no sé qué ocurrió esa noche. Pero no creo muy buena idea repetir eso —no encontraba una manera de ser sincero y directo sin sonar muy grosero.

—¿De qué hablas específicamente? ¿Cuando casi nos acostamos o de haber fumado jaspe? —sus palabras se ganaron una mirada confundida por parte del chico. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso había enloquecido como para decir algo así como si nada?— ¿Por qué me miras así? Solo dije hechos.

Y luego estaba esa sonrisita de no estar haciendo nada, de una inocencia falsa.

—De ambos —respondió amenizando el paso, casi llegaba a su casa—. Actué por impulso. Seguramente tú también.

A la par que asentía la azabache se detuvo luego de que Paz lo hiciera. Había llegado.

—Tal vez sí, tal vez no. La cuestión es... ¿Por qué no intentamos ser amigos entonces? Conocernos como cualquier par de personas lo harían. Me agradaste, Paz. Y espero que yo a ti también.

—Supongo.

—Bien, ya nos veremos de nuevo. Sé dónde vives y estudias, quien sabe y algún día tú también conozcas mi casa —y eso rebasaba lo extraño—. Hasta luego Paz.

—Adiós —observó cómo se iba y finalmente, entró a su casa. Era la conversación más extraña que había tenido en toda su vida.

Cuando Paz abrió la puerta de la casa, encontró a Nolan sentado en el sofá, con un puñado de billetes en las manos. Nolan no tardó en levantarse casi de un salto y, medio eufórico, acercarle los billetes a la cara a Paz, diciéndole:

—¡Mira, por un brazo roto! Dinero gratis —dijo, olvidando la explicación—. ¿Quieres que te compre algo bonito? Porque eso haré, te compraré algo bonito.

La música, la extraña emoción de Nolan, Paz no entendía nada pero no pudo evitar sonreír. Se veía, bastante feliz y ahora él lo estaba, olvidando el extraño momento de hace segundos.

—A ver, a ver. Explícame mejor ese asunto —comenzó a caminar en dirección a su habitación con Nolan siguiéndole—. Parece ser bastante dinero, ¿cómo lo conseguiste?

Dejó su mochila de lado y se tiró en su cama mientras esperaba una respuesta, quería estar bastante cerca del chico ahora que pensaba con claridad. Tal vez abrazarlo mientras oía su explicación, o solo estar lo suficientemente cerca uno del otro. Estaba soñando despierto y muy temprano.

Sin pensarlo en absoluto, Nolan allí estaba tirándose en la misma cama, a un lado de Paz. Después, explicó:

—Hace poco vino Vanesa y un policía. Querían saber qué pasó en la tienda. Y yo les inventé una historia entera en cuestión de minutos, ¡debiste haberlo visto! Sus caras. Dios, los tenía justo donde quería. Al final Vanesa me dio el dinero, supongo que para gastos médicos, o solo porque sentía lástima. Pero el punto, Paz, es que tengo dinero y nadie sospecha que para empezar, es todo mi culpa.

Mientras Nolan hacía una corta pausa para mirarle y sonreírle de oreja a oreja Paz pensaba en que era bastante información importante; Vanesa, un oficial en su casa, la historia que había inventado Nolan. Pero él se había encargado de eso, los había librado de un serio y gran problema. Ahora el objetivo de Paz era claro; reunir para pagar la deuda.

—Te ves bastante feliz —para el rubio era inevitable no sonreír con toda esa emoción emanando del chico. Se acercó un poco más, era como un abrazo sin involucrar los brazos en primer lugar. Quería y podía quedarse así todo el día, con la mano más accesible, comenzó a acariciar su cabeza—. Y entonces, ¿qué vas a hacer con el dinero?

—Lo que haré es pagar lo de Patrickson —comenzaba a hablar más tranquilo. Tomó suavemente la mano de Paz que estaba por su cabello, y luego sencillamente acercó la muñeca a sus labios—. Me quedan cinco días como máximo. Cuando pasen esos días me va a encontrar sin importar donde me esconda; siempre lo hace... ¿Todavía puedes, no? Prestarme lo que falta.

—Lo que haré es pagar lo de Patrickson —sonaba más convencido de que eso iba a hacer cuando lo decía que cuando lo pensaba—. Me dio tres semanas como máximo. Al cabo de eso capaz y me va a encontrar sin importar donde me esconda... ¿Todavía puedes prestarme, no? Lo que me falta, quiero decir.

—Claro que sí puedo darte el dinero. Dije que lo haría y cumpliré con mi palabra —estaba decidido desde el momento en que se lo prometió. Era tan relajante estar así, tanto como para comenzar a sentirse bastante somnoliento. Se acercó hasta estar completamente pegado a él. Nunca había sentido una comodidad y confianza como esa, así que cerró los ojos—. Ya podrás salir de todo este problema y podrás estar tranquilo.

Nolan estuvo en completo silencio cuando Paz cedió al sueño, casi como si temiera despertarlo hasta con la respiración. Solo se quedó ahí, contemplando al muchacho que tenía a nada de distancia. ¿Cómo puede, eso que sientes con tanta intensidad, estar completamente mal...? En algún punto decidió solo acomodarse y cerrar los ojos un rato, mientras a lo lejos escuchaba la suave radio que había dejado encendida, el locutor hablaba:

«... Estoy seguro de que muchos de ustedes han tenido una horrible semana. Y no es para menos, esta ha sido una de las semanas más calurosas en la historia del país. Si, una completa porquería. ¿Pero saben que? El clima está llenó de giros inesperados tal como la vida misma. Por lo que, damas y caballeros, saquen sus paraguas porque Ibarra pasará por el segundo Gran Diluvio. Se prevén tormentas eléctricas para esta noche, así que tomen ventaja y vayan a confesarse antes de que les caiga un trueno encima...»

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