13. Ella era morfina
Nolan sabía que no había nada para responder, nada que no pudiera ser dicho mejor que con volver a unir sus labios con los suyos. Nolan tenía la loca sensación de que había anhelado aquello toda una vida, sin importar que hace apenas unos meses lo había conocido y que hace apenas unos días había aceptado que lo deseaba. Sencillamente, casi tenía la noción de que eso, estar así de cerca, era una necesidad tan grande que tendría que haber existido desde siempre, aunque él no lo supiera.
Murmuró su nombre sin razón, quizás solo para recordarse a sí mismo que a quien tenía enfrente era a ningún otro que a Paz, alguien a quien quería realmente y por quién apostaría todas sus fichas. Nolan siguió con la mano en el rostro de él, deslizando los dedos suavemente por la piel. Y luego, también suavemente, se fue inclinando hacia delante hasta mover a ambos unos cuantos pasos y hacer que Paz chocara con la encimera, y de esa forma, tenerlo a él entre su cuerpo y el mueble, casi como para asegurarse de que no hubiera más distancia entre ellos. Era diferente a todo lo que había experimentado, empezando porque ahora sentía que nunca tendría suficiente.
Fueron segundos, minutos o horas, Paz había perdido totalmente la noción de lo que era el tiempo y el intento de sopa había pasado a segundo lugar completamente. Una de sus manos se apoyaba de la encimera mientras la otra permanecía en la nuca de Nolan, entre su cabello. Sus movimientos eran una adicción.
Eran piezas de un rompecabezas y encajaban perfectamente, hubiera seguido en frente con todo lo que tenía en mente, pero supo lo arriesgado que era cuando alguna cosa de la encimera se cayó. Entonces recordó que no estaban solo ellos dos en la casa, su madre podría querer ir por un vaso de agua en cualquier momento y encontrar aquella escena sería un desastre. Y entonces también recordó lo arriesgado que eran sus acciones, aún más si no estaban solo ellos dos. Tomó una pequeña distancia, percibiendo lo descontrolada que era su respiración:
—Deberíamos... Deberíamos parar —las palabras eran tan difíciles cuando no era lo que quería. No quería no saber cómo comportarse, o luego actuar como si nada pasara frente a su madre.
Tal vez si tuviera un poco de ginebra o tal vez cerveza sería más fácil pensar en el qué hacer, tal vez. Centró su mirada en la de Nolan, porque comenzaba a sentirse perdido en relación de todo lo que debía hacer y porque él parecía siempre darle esa seguridad que muchas veces necesitaba, esa seguridad que solo él y el alcohol le proporcionaban.
Nolan asintió ante la idea de parar, aunque todo en él parecía querer seguir; todavía no se había separado ni de la encimera y ni de Paz. Después, retrocedió un poco y se agachó a levantar el servilletero del suelo, lo colocó en su sitio y de vuelta ahí estaban conectando miradas. Qué desconcierto. Que miedo. Casi era como decirse «¿Y ahora qué?», podría volverse incómodo con facilidad, aunque Nolan puso una sonrisa un poco imperceptible, y mientras ponía las servilletas en su sitio, dijo:
—Te mataré si vuelves a fingir que no recuerdas nada... —su expresión fue de seriedad, una seriedad y concentración que más bien podría llamársele intensidad. Después, volvió a acercar su rostro al suyo y a pasear los dedos por su cuello—. Paz, no puedes hacerme lo mismo dos veces. Ahora ya no. Es diferente esta vez. Ahora sabes lo que pienso sobre esto. No me tengas miedo, ten miedo de... —con la cabeza señaló hacia el marco de la cocina, para darse a entender—. Creo que sabes demasiado sobre mí, incluso más de lo que me gustaría, pero prefiero apostar todo por ti. Tú sabrás lo que harás con eso.
Paz se apresuró a asentir. No tenía porqué tener miedo, él lo acababa de decir «ahora sabes lo que pienso sobre esto», si para Nolan estaba bien para Paz también. Y luego, ¿qué haría con eso? Pensar era difícil con su mano paseando en su cuello. Por lo que respondió lo primero que se le vino a la cabeza, lo que sentía realmente:
—Lo que haré con eso... Carajo, lo que sea necesario para demostrar que estoy dispuesto a apostar todo por ti también —tomó su rostro entre sus manos—. Nunca había sentido algo así, algo tan fuerte y estoy seguro de no querer dejarlo ir. No quiero dejarte ir.
Y acortó nuevamente la distancia en un rápido beso, en busca de sellar sus palabras, en busca de demostrar que también iba en serio entre tantas incertidumbre. Después, añadió:
—Ahora, ¿no crees que deberíamos intentar terminar esa supuesta sopa? Comienzo a tener hambre y creo que esto tardará un poco —propuso con una pequeña sonrisa en su rostro. Recordó algo por lo que prosiguió: —Debo disculparme por actuar como idiota después de lo de aquella noche. Discúlpame por fingir que no recordaba nada, tenía miedo de tu reacción.
A pesar de que Nolan estaba feliz por todo, por sus acciones, sus palabras, por cómo las cosas parecían tomar un rumbo tan favorable para sus sentimientos, no pudo evitar contestar mientras sonreía, con:
—Actuaste como un imbécil —dijo casi con dulzura—. Pero también entiendo que estuvieras asustado. Maldita sea, hace apenas unas horas me aterraba que me tacharas de subnormal. Pero todo salió bien... Sorprendentemente bien de hecho... Sospechosamente... —en un par de movimientos y recordando el asunto de la sopa, acercó a Paz a la mesa, le puso el cuchillo en la mano y poniendo su mano encima de la de él, hizo como que lo guiaba para cortar, muy despacio—. Ahora todo está en orden, ¿ves? No era tan malo. Solo era cosa de cerrar los ojos y dar el salto, creo.
Paz asintió manteniendo su sonrisa:
—Supongo que sí —y ahí estaba, completamente feliz, emocionado y al mismo tiempo con rastros de miedo—. Gracias por, bueno... Técnicamente entender.
Con su mano libre tomó una de las zanahorias y con la mano donde Nolan mantenía la suya, comenzó a cortar lentamente pequeños trozos. Era reconfortante la cercanía.
—Es extraño sentirse tan feliz de repente —mencionó mientras dejaba de cortar—. Anoche, la razón por la que volví, es que quería darte algo. Un sobre con el dinero, bueno una parte del dinero que prometí —bajó la cabeza para ver sus manos, la sonrisa había desaparecido—. Y me pregunto, ¿qué hubiera pasado si no te hubiera dejado solo? O si te hubiera dado el dinero a tiempo y esas cosas.
Sacar a flote ese tema... Bueno, a Nolan no le agradaba mucho.Todavía podía sentir una buena parte del miedo, miedo de ese momento cuando miró a Marcus acercarse... Podía recordar el pánico recorrerle las venas, el dolor cubrir cada centímetro de su piel. Inevitablemente se estremeció y dejó de lado lo que estaba haciendo. Su expresión permaneció tensa y luego intentó relajarse:
—Me dejaron en claro que no querían una cantidad debajo de los dos mil, tú tenías mil, así que todo hubiera terminado igual sin importar lo que hicieras —no quería que viviera con culpa. No tenía nada que ver en aquel asunto—. Incluso estoy feliz de que no estuvieras ahí porque en el mejor de los casos te hubieran obligado a tomar asiento de primera fila para el espectáculo —tomó asiento en la silla—. Puedo vivir con esto. Pero no pudiera vivir con que te hubieran hecho algo por mi culpa. No me lo perdonaría jamás. Así que ya no le des vueltas.
Paz asintió aún con la cabeza baja. Continuó cortando y luego fue al lavabo para agarrar aquella olla con agua y dejarla en la cocina, donde echó todos los trozos de verduras... Tomó asiento en la mesa, ahora solo debía esperar.
—Supongo que tienes razón —le miró con una pequeña sonrisa, no tenía porqué pensar tanto en ello. Él tenía razón. Debía enfocarse en otras cosas ahora más importantes, completar el dinero, ir a la escuela, pasar de año, tener que ir al trabajo... Si es que aún tenía trabajo. Nolan.
»»----- ★ -----««
El tiempo pasó y la comida estaba lista, en teoría.
—Hice lo que pude —aseguró el rubio mientras terminaba de servir—. Solo no aseguro que haya sido mucho.
—¿De qué hablas? Es mejor que todo lo que cocinaré yo en toda mi vida
—contestó Nolan después de dar el mítico primer sorbo—. Pero tal le hace falta... Un poco de sal.
—Si tu mamá casi nunca está, y cuando viene a casa solo es para dormir... Y tú no sabes mucho de cocina, ¿qué comes entonces? ¿Basura enlatada o del pasillo de congelados? —preguntaba Nolan a la vez que revolvía un tanto la sopa—. ¿O solo te saltas las comidas?
—No, bueno no siempre. Ciertamente siempre compramos cosas prácticas para hacer, pero no siempre son enlatados o cosas congeladas. Es una combinación de todo —a cada pausa que daba indicaba otra cucharada—. Pero si te soy sincero los domingos son totalmente de descanso, así que normalmente no hay un almuerzo y mucho menos un desayuno... —informó formando una pequeña sonrisa al recordar lo ocurrido—. Hoy fue una gran excepción
Luego de un poco más, había terminado de comer, ahora venía su actividad menos favorita: lavar todo lo que estaba sucio. Paz se levantó recogiendo todo, llevando todo al lavabo.
Si Nolan lo pensaba, «parar» había sido la más prudente de las decisiones pero también la más aburrida. Quizás en algún otro momento limitarse a observar a Paz lavar los platos hubiera sido suficiente, pero ahora... Ahora no tanto. Las cosas habían dado el cambio más loco, el más conveniente. Ahora quería acercarse otra vez. De cierta manera era estúpido, parecía un puberto de trece enamorado otra vez. De cierta manera ya sentía que todo ese tiempo pasado con chicas había sido una pérdida tremenda de tiempo.
¿Será que de verdad nunca le gustaron las chicas? Pues... Todavía podía recordar a esa chica de ojos verdes. Podía recodarse a sí mismo diciéndole «creo que te amo». Te amo. ¿Qué significaba aquello realmente? Tomó una servilleta, la enrolló y luego estaba a un lado de Paz.
—¿Quieres ver un truco de magia? —levantó la mano izquierda con la servilleta en bolita entre dos dedos—. Observa. No te distraigas, es rápido.
Movió su mano por delante de su rostro de izquierda a derecha. De un lado a otro, como un péndulo, primero muy lento, después parcialmente rápido. De repente dio un chasquido, y enseñó la mano sin nada. Sonrió. Y dejó la intriga unos segundos hasta que la risa le ganó y tuvo que abrir la boca para enseñar la servilleta.
—¿Dónde aprendiste eso? —Paz cruzó sus brazos ciertamente impresionado por el truco, tal vez era cuestión de práctica o simplemente Nolan era bastante ágil, decidió creer ambas opciones—. O tú eres muy bueno en lo que haces o yo soy muy idiota. No dudó que sean ambas —sonrió y volvió a lo suyo.
Lavar con bastante agua hasta el jabón salir completamente de los trastes, estaba planeando dejarlos allí en el platero, Paz solo quería dormir por un buen rato, eso y... Bueno, muchas otras cosas más que involucraban a Nolan y que lo dejaban avergonzado de solo pensarlo. Era gracioso como pasaba por «esa fase». ¿Era un adolescente, no? Hormonas y esas cosas juntas no eran muy buena idea, mucho menos cuando el asunto eran dos chicos descubriendo cada vez más sobre lo que sentían y cómo corresponder.
Por un momento giró a mirar a Nolan y sus pensamientos se convirtieron en demasiadas cosas que lo dejarían vetado de la iglesia por el resto de su vida. Volviendo la mirada a lo que hacía las dudas comenzaron a inundar su mente. Nolan con su ropa, él retirando cada pieza mientras los besos en lugar de parar sólo iban en aumento junto con su intensidad, la del momento; teniendo poco a poco más cercanía como ansiaban, como él deseaba y... Y tuvo que parar. Sintió sus mejillas completamente calientes, mientras tuvo que tragar fuerte, estaba imaginando demasiadas cosas que no debía, tal vez.
Después de arrojar la servilleta a la basura de un movimiento, se apoyó de vuelta con la encimera, y bueno, lo que vio fue el rostro de Paz tornándose rojo con muchísima rapidez. Tanta rapidez que tontamente creyó que había pasado algo y buscó respuestas alrededor. Al final no tardó en «entenderlo». O intuirlo, quién sabe. O notarlo. Miradas que dicen mucho.
No dijo nada y mejor puso su mano en su hombro con suavidad. Y después sencillamente dio un rápido vistazo al marco de la puerta y luego fijó la mirada sobre su hombro. Y luego sobre la piel porque le había movido la camisa un poco.
—Deberías dejar de mirarme así.
Aunque lo que luego hizo fue acercar sus labios y besarle el hombro. ¿Debería parar? Sí, pero ya sería luego. Lo que sabía después es que estaba mejor besándole el cuello, mirando la puerta. A la primera señal avanzaba hacia delante. El asunto era insostenible. Pero es que lo deseaba tanto, y Paz no colaboraba a hacer caso a eso de «parar», no con ese lindo rostro enrojecido.
Cada acción parecía dejar aún más pesado de respirar el aire. Paz estaba luchando por no dejar escapar ningún suspiro demasiado fuerte o que estuviera cerca de ser otra cosa directamente. Pero no era fácil, sus pensamientos y las acciones de Nolan nublaban su vista sin poder hacer nada, sólo «seguir» lavando los trastes. Era como un acuerdo silencioso del que no se había enterado que hacía parte.
—Nolan... —y entonces aquel susurro no lo parecía, no con tanto aire intentando salir en el momento, arrastrando así su nombre de manera que nunca lo había pensado. Y de pronto sintió que podría llamarlo así más veces pero, ¿con cuál finalidad? ¿Para qué lo había llamado, principalmente? ¿Quería decirle que parara? No, claro que no. Porque incluso se sentía capaz de enloquecer y pedir más de aquello y dar bastante también.
¿Entonces? Atención, quería llamar la atención que ya estaba sobre él pero advirtiendo que algo más pasaba. Comenzaba a hacer demasiado calor y su situación entre piernas era la de un puberto caliente con todo. Eso solo aprimoró aún más el pigmento de su rostro y aumentó mucho más las ganas de girarse y besarlo como tanto venía pensando.
Nolan ya ni siquiera se fijaba en la puerta ni en lo que estuviera más allá del lindo rostro enrojecido del rubio. Solo prestaba atención a los sonidos que no se atrevía a callar pero sí a intentar reducir un largo beso, mientras su mano izquierda se iba a deslizar suavemente por encima del bulto entre las piernas de Paz.
Era una situación un tanto... Muchas cosas. Lentamente el rubio había dejado lo que tenía en manos dentro del lavabo y agradeció interiormente esa decisión, porque había perdido toda compostura con el toque por sobre la tela, al punto de sentir que sus manos apoyadas por sobre la estructura del lavabo flaquear. Habría soltado lo que categorizó como un gemido, de manera demasiado alta y obvia para la situación, pero terminó por ser algo más tenue y controlable por los besos. Su respiración en esa ocasión había perdido todo control demasiado rápido, ya no estaba tan consciente de sus movimientos o acciones, actuaba casi totalmente por como su cuerpo lo demandaba y es que no estaba esperando llegar tan lejos en un solo día. Aquel delicado sube y baja en su entrepierna, aún con tanto de por medio, era incontrolable a sus deseos de más. Era algo que mantenía una velocidad tan lenta que lo asociaba directamente a tortura bajo el contexto de lo que ocurría...
Lo que pasó después fue un acto de, no lo llamaría como tal venganza, y sí retribución. Dejando de lado el apoyarse con sus manos pensó en darles mejor uso, mientras mantenía el intenso beso que no parecía tener fin y que esperó no fuese así por un buen rato, con una de sus manos retiró la de Nolan y con la otra lo acercó mucho más a él, al punto de sentir por sobre su pierna al chico encontrarse en la misma situación.
No pudo evitar sonreír y dando un pequeño espacio por falta de aire, pudo finalmente responder con un poco de claridad entre tanto calor:
—Es imposible dejar de mirar.
Nolan respondió con lo que necesitaba con urgencia; sonreírle de vuelta, mirarle a los ojos, hacerle saber que bueno, no solo se estaba entregando en cuerpo sino que había algo más. Que aquello era diferente a besarte con alguien a quien acabas de conocer en una fiesta o besarte con alcohol en la sangre. Era diferente y necesitaba que lo supiera. Pero no hacía falta palabras, así que por ello solo se tomó el tiempo de ver su rostro arriba y abajo, y de luego acercarse a abrazarlo como pudo hasta aferrarse, hasta que sus cuerpos se complementaban tanto que podía sentir el calor contagiarse y aumentar, y hasta que su respiración daba por la nuca de él.
¿Estarían haciendo demasiado ruido? ¿Siendo muy obvios? Paz no sabía, porque era tan difícil tener cualquier pizca de raciocinio mínimo para limitarse cuando debía. De igual manera no fue más que cuestión de quizás unos minutos para llegar al ápice, después de todo no estaba en la lista de tareas del día que aquello ocurriera.
El rubio se sentía... cansado. Como si la poca energía se hubiera esfumado en cuestión de segundos, todo aquel éxtasis y luego el bajón de azúcar. Y con ello volvió la consciencia y el miedo de poder ser descubierto, aunque, ¿si alguien hubiera escuchado o prestado la suficiente atención, no habría interrumpido a juzgar la situación? Sí, eso hubieran hecho. Incluso hubieran intentado hacer un exorcismo o algo así de estúpido, esa idea lo hizo reír por lo bajo.
Aunque no tenía palabras para expresar cualquier cosa en el momento, solo se apoyó de Nolan mientras sentía como regulaba su respiración, oía su corazón latir tan fuerte como el de él. El calor era insoportable. Y ni hablar de que tendría que tomar un baño para arreglar todo el desastre. Pero si le preguntasen sobre arrepentimiento, negaría de manera eufórica, había sido la mejor experiencia de su vida y... ¿Nolan también lo habría sentido así?
Nolan ahí estaba con el cabello pegado a la frente por el sudor, una pequeña sonrisa estúpida y una relajación tan pronunciada que no se quería ni mover. Tan relajante que ya no sabía si era cansancio. Pero un cansancio cómodo... Como ese que te hace sentir como que te caes suavemente... Que te deslizas por una pendiente... Pero mejor se obligó a mantenerse de pie y también mantener así a Paz, quien todavía estaba muy cerca de él.
Que cálido. Paz. Que reconfortante... Podría quedarse ahí toda una vida, sintiendo su cuerpo adormecerse y la fuerza de sus piernas abandonarlo. Decidió que quería utilizar la escasa energía que le quedaba para darle un rápido beso en la mejilla. Y luego otro. Uno tercero también por si acaso. ¿Qué estaba haciendo? Bueno, todo este tiempo se había sacado la etiqueta de «chico-con-otro-chico» de su cabeza para no juzgarse a sí mismo y no iba a empezar ahora. Todavía no. Todavía era valiente porque lo tenía a un lado. Todavía podía permitirse acomodarle la camisa torcida y también hacerle saber con la expresión que estaba complacido, pero sobre todo, feliz. Una felicidad mucho más natural, más tangible de lo que era habitual. Más bien se veía enamorado. Como un idiota enamorado.
Ver esa sonrisa, sentir esos besos en la mejilla, sin duda era una parte de Nolan que amaba estar conociendo. Lo dejaba sin palabras por la fascinación, simplemente inexplicable todo lo que lo hacía sentir. Y entonces quiso ser dulce también, comenzando por retribuir la sonrisa, porque era una de las cosas más bonitas que había visto. Se acercó para besarlo y está vez de manera más delicada.
Al tomar distancia se dejó caer un poco en su hombro.
—Deberías ir tú primero a tomar un baño, ¿Qué dices? —sugirió aclarando ya sus ideas de mejor manera. Pensar que debía salir de la cocina sin saber el estado visual de las cosas lo dejaba totalmente rojo, no quería ni imaginar cuando en la noche recordara cada detalle de lo ocurrido, no sabía si podría dormir siquiera—. Puedes agarrar cualquier cosa de mi clóset.
Y así fue como Nolan tomó una segunda ducha en el día. Ignoró que estaba cansado como el infierno porque todavía estaba muy feliz, y pensaba cosas muy estúpidas producto de esa misma felicidad atolondrada. Pensaba, por ejemplo, en que esperaba que la ropa que había escogido cuidadosamente se le viera bien porque después de todo, Paz lo iba a ver con ello. Y pensaba también en que quizás le vendría bien un corte de pelo pero mejor no porque Paz había dicho que así se le veía bien.
Después de vestirse se miró de rápido en el espejo del baño, y se sorprendió de su propia alegría radiante. De la mano, pensó en la fluidez de sus decisiones en aquel momento, en la cocina... En como solo de un momento a otro todo parecía ser natural. Cosa que no había pasado con ninguna chica... ¿Tan anormal era? Se comenzaba a preocupar. Cerró los ojos con fuerza. ¿Desde cuándo? ¿Por qué Paz? A lo mejor Paz parecía una chica y esa era la respuesta.
Mentira, él no era afeminado en ningún sentido, ni de carácter ni de cuerpo. ¿Entonces? Comenzaba a estresarse.
Mientras Nolan aún estaba en el baño, Paz había entrado rápidamente a la habitación por su ropa, por su toalla. Cuando salió del cuarto, la primera persona que encontró fue a su madre, llevándose el susto de su vida, sentía como el corazón podría salirse por la boca. No hubo palabras, ella solo puso una sonrisa en su rostro cansado y luego volvió a entrar a su habitación.
Ahora en la bañera Paz pensaba en eso, en sí su madre estaba despierta desde hace bastante rato o si habría despertado solo para ese momento. Pensaba en si ella aceptaría su gusto por un chico.... Ella nunca había dicho nada malo cuando las otras señoras en la iglesia comentaban como el demonio había descarrilado a tantos jóvenes, pero también Paz no sabía cómo pensaba, lo más probable era que se decepcionara totalmente, como lo haría si supiera que compraba alcohol y lo mantenía oculto en su habitación, o que en aquella fiesta había fumado algo peor que el cigarrillo. O tal vez sí lo sabía todo, y estaba decepcionada. O solo era él pensando demasiado.
Al final era en vano, nada de eso importaba realmente. No podía ser el hijo único y perfecto como todos a su alrededor creían y esperaban que fuera, porque él era Paz Durand y estaba locamente feliz por haber besado a un chico que conoció desde ya hace unos meses en aquel estúpido trabajo de medio tiempo. Un chico que desde el primer momento había llamado su atención completamente. Uno con el que alucinaba en ocasiones y que lo volvía totalmente loco. O tal vez él ya estaba loco por sentir tanto. Pero lo hacía feliz y la felicidad era la peor droga que Paz podría haber probado.
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