12. Suave luz de la tarde
Paz no sabía cuánto tiempo había pasado, solo que sintió que había sido bastante, demasiado. Abrió sus ojos de golpe. Buscó el reloj colgado en su pared, la luz era suficiente a través de esa horrible cortina. Eran las doce, aún podía... Podía descansar un poco, al menos con sus ojos abiertos. Entonces pensó en Nolan, ¿estaría bien? Esperaba que sí.
Se acomodó un poco, el silencio era tamaño, que podía escuchar su respiración y la de... ¿Alguien más? ¿Nolan? Se sentó en el colchón, pasó sus manos por su rostro intentando aclarar su vista, despertar por completo y giró en dirección a la cama. Ahí estaba él. El aire parecía comenzar a sentirse pesado, no de una manera incómoda, más bien algo extraña, tenso. Su perfil, parecía que siempre había cómo apreciar su ser de tantas formas que Paz aún ni imaginaba, o tal vez sí, solo no se lo permitía. A veces.
—Te iba a despertar como a las dos, lo juro —explicó Nolan cuando su mirada acabó en la de Paz.
Después, Nolan no dijo nada más, pero tampoco apartó su mirar. Observaba a la luz del mediodía iluminar a Paz desde la espalda, e iluminar solo la mitad de su rostro y dejar con sombra a la otra mitad. Su cabello, naturalmente, parecía ser mucho más claro y rubio bajo esas condiciones. Rubio. Qué tono tan peculiar. Llamativo. Atractivo. ¿Atractivo? Cállate. Pero también estaba su cuerpo; empezando por sus hombros medio delgados, las clavículas...¿Cuánto tiempo se llevaban mirando? Aquello no era cuestión de tiempo, así que no importaba pero... Nolan comenzaba a querer acercarse, a comprobar que tan suave era su piel y ver qué se sentiría pasar los dedos por su cabello. Estaba divagando, claro estaba, y aquellas divagaciones lo llevarían a pudrirse al infierno.
Pero lo más desconcertante de todo era que de alguna manera, sin palabras, se sentía plenamente correspondido por Paz.
Parecía que una conversación se estaba llevando a cabo en ese intercambio de miradas, donde el foco principal era el otro indudablemente. Paz intentó varias veces pensar en qué decir, en romper ese silencio, pero era bastante placentero sentir como se entendían con aquel simple acto. Y es que podía hacer eso eternamente, Paz sentía que podía, eso lo hizo sonreír, estúpidamente sonrió y se preguntó si ese pequeño detalle cambiaría aún más las cosas de como ya estaban.
Con aquello el rubio iba entregando todo, lo que era, sus sentimientos, todo, era cuestión de sacar conclusiones, ¿Por cuál otra razón verías a alguien por tanto tiempo sin decir una palabra?
Es que podría haber durado más, alguno de los dos podría haber comenzado a acercarse involuntariamente, podrían haber pasado tantas cosas, pero no ocurrieron, porque la puerta de la sala se abrió, porque la madre de Paz había llegado, porque a la vez Paz no tenía idea de qué pasaría si solo llegaba y se acercaba demasiado, tal vez Nolan lo alejaría, lo golpearía por lo mismo, tomaría sus cosas y se iría gritando lo anormal que era. No quería eso, quería cuidar de él, ayudarlo. Desvió la mirada y se echó en el colchón, usando la almohada para tapar su rostro.
—Maldición —seguía entregándose sin darse cuenta, o tal vez si estaba consciente—. ¿Qué te gustaría almorzar? —preguntó Paz tan de repente que hasta él se sorprendió—. Puedo intentar cualquier cosa que pidas, la visita es quién decide.
—Que consideración, joder. Me gustaría almorzar... —le sorprendió la naturalidad con la que podían continuar la conversación—. ¿Conoces esa sopa con forma de letras? Estaría bien eso —se levantó hasta quedar frente a él y sonreírle—. O lo que sea está bien. No soy visita exigente.
Lo que Nolan hizo después fue dirigirse a la puerta principal, decir algo respetuoso como «¡Buenas tardes, señora Durand!» (aunque él sabía que el nombre de pila de la madre de Paz era Elizabeth) y dar la mano izquierda en lugar de la derecha para saludar.
Elizabeth se veía cansada. ¿Verse con cansancio crónico era de familia?
—Debe estar usted agotada, pero solo necesitaba decirle que le debo la vida. Sé que esto es un favor enorme, y se lo pagaré cuando esté en condiciones—Nolan sonrió, hace tiempo que cargaba con la necesidad urgente de recompensar un poco tanta generosidad—. Puedo ayudarle con lo que guste, puedo hacer muchas cosas porque he trabajado en distintas áreas. Como por ejemplo; reparar el tejado, algún asunto de plomería o incluso cortarle el pelo o también a su hijo. Lo que usted necesite. Pero bueno, de lo demás no se preocupe, no notará que estoy aquí, y me iré pronto. No quiero ser un fastidio.
Elizabeth tenía dudas, era demasiada información en muy poco tiempo. Pero aún así, ella sonrió desbordando esa gentilidad por la que se le conocía:
—No tienes porqué preocuparte tanto, lo único importante ahora es la recuperación de tú brazo —apuntó al brazo enyesado, realzando sus palabras—. Aunque no puedo negarte el favor de los cortes de cabello, sin tiempo, ninguno de los dos se ha dado un buen corte en bastante tiempo —soltó una ligera risa.
Pocos momentos después, Paz apareció y estaba vestido de manera notablemente presentable a ojos de su madre:
—Voy a salir un momento, ¡Ya vuelvo! Ah, por cierto yo cocino —y entonces así como apareció y desapareció por la puerta principal.
—Bien —respondió su madre sorprendida por su humor tan activo en el domingo y bastante atencioso. Volvió a mirar a Nolan. —Él nunca es así, ¿fumó algo que no debía? —a pesar de la broma, en el fondo la dejaba feliz verlo así.
—¿De verdad nunca es así? —preguntó Nolan con notoria sorpresa—. Es decir, siempre ha sido una persona muy agradable pero por lo menos en el trabajo nunca lo había visto tan atento, y ahora mira... —apartó la vista de la puerta y la volvió a la mujer—. Sé que no necesariamente es por eso, pero por si acaso, ¿puede recordarle que no fue su culpa? Lo que pasó en la tienda, quiero decir. Siento que en el fondo debe pensar que las cosas pudieron ser diferentes si no se hubiera ido antes que yo o una cosa de ese estilo pero... —sonrió un poco, como con pena—. Pero no. Y no me debe nada. No quiero que se pase todo el tiempo que esté aquí con la idea de que debe recompensarme.... Usted me entiende.
Sus palabras la tomaron por sorpresa, ciertamente. ¿Cómo no había llegado por sí misma a la suposición de Nolan?
Ella había visto a Paz luchar contra dormirse en el hospital, pasearse de un lugar a otro frente a la habitación dónde habían tratado a Nolan, esperarlo y ayudarlo después. Él se había esforzado, y por eso la Elizabeth creyó que su amistad era demasiado fuerte o incluso... Incluso había llegado a creer que se trataba de algo más. Sin más, asintió:
—Hablaré con él —se sintió avergonzada al pensar en una posibilidad tan fuera de lugar, una que era pecado ciertamente—. Bueno, disculpa tener que dejarte solo, pero después de un turno tan extenso lo único que quiero es descansar. Espero que estés bastante a gusto aquí y que podamos charlar más veces.
Elizabeth dirigió a su habitación. Sus pensamientos se dirigían a tener que hablar con Paz, sería una charla bastante... Inusual, por lo menos ese tipo de charlas lo eran, convivían tan poco que incluso las muestras de afectos les eran ajenas. No comprendía cómo mantenían una buena relación sí coexistían con una comunicación casi nula.
»»----- ★ -----««
Que gente tan amable. Que raro es conocer a gente tan amable. Nolan incluso estaba de muy buen humor, paseando la mirada alrededor de esa sala de estar con fotografías en las paredes, mismas que llamaron su atención. Es decir, ¿por qué alguien pondría fotografías en las paredes si no es para que las mires?
Había algunas fotografías de una joven señora Durand y algunas que mostraban a su vez a un joven Paz Durand. En particular, había una con un marco de madera que mostraba a un Paz como de doce años parado afuera de una iglesia, vistiendo un elegante traje blanco y acompañado de su madre. Posiblemente el día de su confirmación...
»»----- ★ -----««
Paz no había tardado mucho, de hecho había un pequeño mercado cerca de donde vivía, entonces fue allí donde compró aquellos ingredientes para la sopa. Se había tomado demasiado en serio lo de preparar lo que sea que Nolan.
Entró en la casa, donde entonces encontró al mencionado paseando por aquel conjunto de fotografías enmarcadas, y una vergüenza indescriptible lo abatió. Había fotos que realmente no le gustaría que él viera, justo aquellas que no consideraba que fueran su mejor etapa.
—Debí esconder esas fotos —podría sonar a broma, pero no lo era del todo. Se acercó a ver que no hubiera nada muy vergonzoso para ver—Que pena..., ¿ese era yo?
—Ese eras tú —confirmó con una sonrisa burlona, pero sintiendo una combinación perfecta de lástima, risa y ternura al ver al rubio tan apenado.
A la visión de Paz, la foto frente a la iglesia era una de las peores. Ese día fue pésimo, no recordaba un solo ser a su alrededor que no llorara, afirmando estar «totalmente orgulloso de que Paz hiciera la sagrada confirmación». Además, se veía bastante escuálido, aunque eso no había cambiado mucho en la actualidad.:
—Es interesante saber que siempre has sido escuálido y que no te ves bien con corbata de moño —comentó Nolan, riendo después ante la mirada que recibió en respuesta—. ¿Pero quieres ver algo peor que eso?
Y después se dirigió a su mochila abandonada en el sofá, tardó un poco en sacar su identificación. Todavía sonriendo, levantó la tarjeta enfrente del rostro de Paz, cubriendo con el dedo la zona de la fotografía.
—Y sí, ese era yo. No fue mi mejor decisión.
Dicho eso, mostró su foto, donde estaba él con una expresión bastante seria y la cabeza completamente rapada, hasta el punto de que la foto, más que parecer la de una identificación, parecía de esas que le toman a los criminales recién ingresados.
—¿Credencial o identificación para el Centro de Detención Juvenil? —Paz rió bastante, pero no tanto como para sonar irrespetuoso. Fue reconfortante no pasar por la exposición completamente solo—. Mira el lado positivo, el cabello te creció y hasta de más me atrevo a decir. Pero no te queda mal... A comparación de la foto, claro —al final se apresuró completar la frase, estaba entregando mucho—. Pero en fin, ¿Quieres acompañar el proceso de preparación del almuerzo? Será la primera vez que hago sopa.
Dió aquella información con tanto orgullo, que pareció demasiado seguro de que la comida saldría bien. Caminó en dirección a la cocina enseguida dejando las cosas sobre la mesa y buscando lo restante entre la nevera y la alacena. Se iría por lo seguro, aquello que sabía bien. Cortar las legumbres y verduras, era lo más certero para hacer en una situación así, luego que el instinto se encargara del resto. Aunque no estaba seguro de cuánto confiar en el instinto.
—No tengo ni la menor idea de como preparar sopa, Paz. La cocina nunca ha sido mi lugar —dijo mientras se acercaba a ayudar—. Pero haré lo posible, aunque supongo que solo pones las cosas en una olla con agua y ya, ¿no?
Nolan dio un vistazo a los ingredientes entre las bolsas, casi como si eso le fuera a dar una idea de cómo se preparaba. Sonrió al entender que aquello no le diría ninguna pista. Fue a abrir las alacenas de abajo hasta dar con la olla con las dimensiones que tenía en la cabeza. Con una mano, la sacó y sin darle mucha importancia a nada, la puso en el lavadero y la comenzó a llenar. Bien, ahí estaba su expresión de no tener ni puta idea y a la vez no importarle no tener ni puta idea. Despreocupado. Aligerado.
—Ah, espera —se llevó una mano a la barbilla y su expresión se volvió reflexiva—. Más que agua, ¿no tiene que llevar puré o una mierda de ese estilo? Paz, ilumíname.
Paz frunció el ceño en su dirección:
—¿Puré? Oh, estoy seguro de que no lleva puré —se acercó para tomar un cuchillo y aprovechar para cerrar la llave antes de que se llenara de más. Se alejó con el cuchillo de vuelta a la mesa, donde cortaría todo y luego... Luego sólo Dios sabía qué deberían hacer—. Creo que, luego de cortar todo, lo hechas en el agua junto con condimentos y dejas hervir, hasta que por lo menos la papa esté más blanda y tenga buen sabor. Por último la pasta.
—Yo estoy seguro de que lleva puré —murmuró sin cambiar la mirada reflexiva, luego solo sonrío y se encogió de hombros—. Pero tú eres el chef, lo haremos a tu manera.
Dicho aquello, intentó sacar la olla del lavabo pero al poco tiempo aceptó que no podría hacerlo solo con una mano, por lo que la dejó ahí. Dio un rápido vistazo buscando que hacer, aunque en realidad no sabía que... Así que mejor se fue a ver a Paz cortar verduras en la mesa. Se acercó a la mesa, frente al muchacho, puso una mano en la mesa y apoyó su peso ahí:
—Que serio estás —dijo «enseriando» la voz y luego riendo—. Si que te tomas personal esto de cocinar —después se inclinó más hasta técnicamente apoyar la cabeza en la mano y estarlo viendo desde abajo—. Mi mamá siempre solía sacarme de la cocina mientras ella cocinaba. Solía golpearme la espalda con la espátula o el cucharón para sacarme. Y decía «me pones nerviosa, me pones nerviosa». Nunca entendí por qué lo hacía, de todos modos ella siempre se ponía muy nerviosa. Y cocinaba horrible de todas formas.
Rió ante su historia.
—Si era por mirarla fijamente de esa manera, hasta a mí me pone nervioso —comentó al aire devolviéndole rápidamente la mirada para luego continuar en lo suyo. ¿Llevaba puré? No recordaba, ahora sentía que estaba mezclando dos cosas totalmente distintas en una sola, pero estaría bien si sabía bien.
Después de las papas, ¿Qué seguía? Paz No recordaba, así que agarró lo siguiente que vió en la mesa, zanahoria, luego cebolla que le hizo picar los ojos un poco, después... ¿Qué había dicho? «hasta a mí me pone nervioso»... ¿Por qué había dicho eso? Y, ¡Maldita cebolla que le hacía parecer que lloraba! ¡Y como si no bastara también picaba!
—Definitivamente odio la cebolla —se le estaba dificultando ver, tanto como para entrecerrar los ojos demasiado como para no darse cuenta de la proximidad peligrosa del cuchillo y uno de sus dedos, terminando por cortarse—. Ay mierda... Ahora entiendo, esto es literalmente sangre, sudor y lágrimas.
Dejando de lado el cuchillo y buscó por un botiquín de primeros auxilios que estaba por sobre la nevera.
—Espera, hay que lavar primero... —intervinó Nolan, y tomándolo de la muñeca, lo jaló hasta el segundo compartimento del lavabo, en el que no estaba la olla, y puso la mano de Paz bajo la llave de agua para lavar la herida—. Realmente odio las cortadas. La sangre tarda un montón en dejar de salir, especialmente la de las manos... —murmuró un poco distraído. Recordando quizás, lo mucho que tardó en dejarle de sangrar la cara aquella vez, aquella vez que ya parecía haber sido hace mucho tiempo—. Ahora, veamos... Sigue sangrando, necesita... —como pudo, abrió el botiquín, revolvió un poco hasta dar con el desinfectante—. Yo creo que ya está. No te cortaste mucho. Ah, ¿qué tal una curita como los niños? Eso es.
Rió y volvió al botiquín para buscar. Fue un poco difícil sacar la curita, pero de alguna forma se las ingenió, incluso ahora se veía concentrado. Y se veía sumamente concentrado cuando la aplicó en la cortada de Paz. Sin soltarlo, le volteó a mirar:
—Hice todo lo que pude, si te mueres no es culpa mía.
¿Por qué la mirada de Nolan lo alteraba de esa manera? Jugaba con la química de su cuerpo. Verlo preocuparse con una cortada pequeña era en cierto punto, adorable.
—¿Cómo no? El médico es el responsable por el resultado que tengan sus pacientes en casos como estos —la rapidez con la que él había hecho todo, ¡incluso con su brazo enyesado! Lo dejaba cuestionando lo irónica que era la situación, ya que a pesar de que Paz era hijo de una enfermera, no había ni pensado en el primer paso—. Así que, Doctor Harper, confío en que pueda seguir en lo mío sin mucha dificultad.
Pero, es que no pudo apartar su mano, en este caso específicamente su dedo, de la mano de él. Fue como volver a sentir lo que había sentido la tarde anterior, la lluvia, su cercanía, sus manos... Era electrizante en todo sentido. Y no sabía que necesitaba tanto de ello hasta que volvió a sentir la cercanía de su mano en la suya, el toque discreto, quería poder entrelazarlas... Y estaba imaginando demasiado, totalmente.
Si Nolan pudiera darle un vistazo a todo desde otra perspectiva, hubiera descubierto que en todo momento acortó distancias al máximo posible, incluso cuando no era necesario. Y que ahora estaba haciendo lo mismo, hablándole muy de cerca, usando excusas para ello. Tan de cerca que aproximar su rostro un centímetro más ya entraría en invadir lo último del espacio personal. Pero no podía evitarlo.
—Paz, ¿de verdad eres hijo de una enfermera? No lo parece, para mi que es un engaño —sonrió, ¿pero qué estaba haciendo ahora? Acercándose más. Tenía que parar, en ese preciso instante. Pero había algo... Un factor que permitía que eso pasara: —¿Por qué no me estás apartando de un empujón?
Entonces Paz salió del trance en el que se había sumergido. En el que se acortaba cada vez más la distancia y todo era tan hipnotizante. ¿Por qué no lo había alejado? Porque no quería hacerlo. ¿Entonces por qué no había terminado de acortar la distancia como aquella noche? Porque tenía miedo, miedo a lo incierto que esa acción podría ser. Porque esa noche no pudo ver la reacción de Nolan, mucho menos saber si era algo positivo o negativo para lo que ocurría.
Así que se quedó en silencio, pensando en una respuesta sin entrar en pánico, pero también ninguno de los dos se alejaba y eso era aún más confuso, dejaba todo bastante confuso. ¿Qué haría con tanta cercanía? Solo pensaba en una cosa y era demasiado, otro nivel... Pero qué tal sí... Dió un paso al frente obligándolo a retroceder inconscientemente.
—¿Por qué haría eso, si no quiero? —era lo más genuino que podía decir.
En ese instante Nolan se dio cuenta de que sus pensamientos, emociones y sensaciones se estaban contradiciendo los unos a los otros, y que eso se proyectaba en su expresión tensa. ¿Qué tenía que hacer? ¿Cuáles serían las consecuencias de eso qué haría o de lo que no haría...?
Pero al diablo, siempre había sido un impulsivo de mierda toda la vida de todas formas, y por ello terminó por recompensar ese paso hacia atrás que había dado con tomar a Paz del rostro, tocando su mejilla, la línea de la mandíbula. Acercarlo, no acercarse, hasta que técnicamente su nariz rozaba la suya. Miedo, qué miedo sentía. Y a la vez un gusto que casi llegaba al punto de marearle. Su respiración estaba bien pesada, y seguro que Paz podía notarlo.
—Entonces dime qué es lo que quieres. Me cansé de intentar adivinar —murmuró Nolan, de todos modos no hacía falta hablar fuerte, no con esa distancia y el nivel de atención que tenían el uno sobre el otro.
—¿Qué quiero? —responder preguntas con otras era su mejor arma en el momento. ¿Acaso lo que tanto había soñado en los últimos días, no estaba ahí? Al alcance de centímetros, era sólo cuestión de ir un poco más al frente, sí eso era.
Pero estar así, también era bastante bueno, era como un juego de sí y no. A veces Paz se acercaba, pero no lo suficiente como para hacer algo. Era más un juego para provocar al otro. Aunque en ese momento... Lo único que el rubio quería era probar los labios que miraba seguido, nunca había ansiado tanto algo, como lo había hecho con Nolan, y es que se estaba volviendo rutina ese tipo de cosas con él. No pudo más y rió por lo bajo:
—Tantas cosas, pero justo ahora esto —fue acortando, acortando y no tuvo que hacer más cuando la boca de ambos comenzó con movimientos lentos aquel beso. Y joder, era la mejor cosa que había hecho en su vida. Era tan adictivo y supo que tenía razón, Nolan comenzaba a ser adictivo para él.
Existieron pausas de por medio donde poco a poco la intensidad comenzaba a crecer, donde aquella tensión los envolvía, donde Paz había tenido la sensación de querer acercarse más y más, donde tuvieron que darse un tiempo para entender bien qué había ocurrido y aún así seguían cerca uno del otro.
—Eso, Nolan —una respuesta menos vaga, más exacta—. A ti.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top