11. Paz después de la tormenta

Habían salido del hospital después de... ¿Un día? Paz no lo recordaba bien, no había dormido en todas esas horas que pasaron, la razón principal era para estar al tanto de Nolan y la segunda, culpa. Graciosamente no paraba de pensar en qué todo el incidente había sido su culpa.

Su mamá había entendido el mensaje de «Nolan no puede contarle a su madre» y ella había permitido que él se quedara en su casa algunos días o el tiempo que necesitara, demasiado buena, todo con las condiciones de que Paz lo ayudara en todo lo que pudiera después de lo que había pasado (no fue cosa de pensarlo porque su objetivo era ese en primer lugar) y que en algún momento Nolan debería reportarse con su madre y explicarle que estaba bien, por lo menos vivo.

Luego, estaba el hecho de tener que hablar con su jefa para aclarar algunas cosas del «asalto», era cuestión de tiempo para que la misma se enterara. Solo no esperó que terminara por ser tan rápido, y ahora los policías querían el testimonio de Nolan y eso aún no lo habían hablado.

El rubio sentía que necesitaba dormir, pero no podía permitirselo, iban en aquel taxi de camino a su casa y debía dar la dirección y luego pagar y después... Después quedarse a cuidar de Nolan.

—¿Te pica? —su tono se mantenía bajo, bastante cauteloso. Se miró un momento en el espejo retrovisor y notó las terribles ojeras, luego desvió la mirada en dirección a Nolan. —El yeso. ¿Es muy pesado? ¿Te pica?

—Pica y pesa un montón —contestó en un murmuró.

Era muy extraño tener el brazo bien quieto con el yeso y reposando en un un cabestrillo barato. Muy extraño. Pero más extraño era que ahora todo parecía... Estar «bien», es decir, contaba con la ayuda incondicional de Paz, no estaba solo. Recibió su compañía durante el tiempo en el hospital, su ayuda para dar explicaciones y ahora, lo más pesado de todo, lo había dejado quedarse en su casa. ¡De verdad! Un favor tan jodidamente molesto como ese, y Paz había dicho que sí.

Dios mío, ¿cómo las cosas podían marchar tan bien después de un acontecimiento tan violento? Hasta se sentía fuera de lugar. Era por Paz, él era quién había cambiado el rumbo de las cosas, Nolan lo tenía claro. Estaría en deuda con él hasta la muerte y ya vería cómo recompensarlo.

Aunque... También... Nolan se sentía como un idiota. Por dejar a Paz con esa expresión de quererse morir. Por no haberlo dejado dormir. Por todo. Y a la vez, ahora se sentía incondicionalmente unido a él casi como si ahora se conocieran de toda una vida.

Al bajar del taxi, Nolan se quedó observando la casa verde. También recordó esa noche en la que se había quedado de pie en la acera preguntándose cosas. Sonrió un poco, mientras volteaba a ver a Paz:

—Olvida lo que dije, tu casa es mucho más bonita que la mía. Ni notarás que estoy aquí —hablaba animado, a pesar de que estaba cansado e incómodo por el yeso—. Pero gracias. Gracias a ti la peor noche de mi vida no terminó tan mal.

Paz negó, no era ni la mitad de lo que sentía deberle a Nolan:

—Está bien, Nolan. No te preocupes demasiado, siéntete cómodo, después de todo, eres visita y a la visita hay que tratarla bien, ¿no? ¿O como era? —dejó escapar una risa—. Debes de conocer un poco el lugar, después de todo.

Se acercó a la puerta con la llave en manos, llevaba su mochila cargando, a esas alturas pesaba demasiado a pesar de no tener prácticamente nada, en su otra mano llevaba la de Nolan. Paz abrió la puerta y le dió paso al chico con una sonrisa:

—La última vez no pude darte la bienvenida, así que bienvenido a mi casa. Bueno, la casa de mi mamá —corrigió en busca de un poco de humor—. Dormirás en mi cama para que sea más cómodo, debo de tener un colchón viejo por ahí, entonces compartiremos habitación, puedes usar mi ropa, cuando vayas a tomar un baño no lo pienses y usa el agua caliente si está muy fría el agua normal.

Paz continuó dando instrucciones e informaciones a medida que más se adentraban en la casa, Nolan solo no paraba de sonreír. ¿Por qué todo esto era tan bueno? ¿Por qué de la nada recibía más amabilidad de la que había recibido en meses? ¿Por qué Paz lo estaba haciendo reír?, eran preguntas que daban vueltas en su cabeza, pero decidió que era otra vez momento de callar al subconsciente y prestar atención. Atención a las palabras, atención al muchacho que tenía enfrente.

En algún punto, decidió que quizás romperse el brazo no tenía mucho de malo, y después pensó en que a lo mejor le dieron un golpe en la cabeza, porque Paz le estaba pareciendo mucho, mucho más atractivo que nunca. Quizás la forma en la que se comportaba estaba influenciando, o quizás el hecho de que la otra noche lo había consolado. Quizás todo. Amaba darle vueltas al asunto y a la vez lo odiaba.

El tour terminó en la habitación de Paz, dónde él se detuvo volviendo la vista a Nolan:

—¿Preguntas? Sí tienes alguna puedes decirme al igual si necesitas algo, puedes pedirlo, y siempre y cuando tenga como darte eso, te lo daré.

—Sí, bueno, tengo una pregunta —desvió la mirada a un lado, con una sonrisa—. ¿Hay una trampa o algo así? Porque Helen me diría «duerme en el sillón, me levanto a la seis, si te molesta vete al diablo y no toques nada de la alacena», así es ella... Pero de esto, es perfecto así tal cual. La verdad es que no puedo pedirte nada más, ¿sabes? Hasta siento que eres de mis personas favoritas en el puto mundo.

De repente, todo el cansancio físico de Paz había desaparecido, el bolso no pesaba más al igual que sus ojos, se había concentrado demasiado en la última parte en el «... eres de mis personas favoritas en el puto mundo».

Se inclinó un poco, queriendo dar algo de peso a sus palabras:

—La trampa es, Nolan, que te sientas lo suficientemente cómodo... Como para no querer irte —y llegó a la conclusión de tal vez necesitaba dormir, ¿por qué decir eso tan de repente?

El rubio acomodó su postura. Seguido de eso se adentró en su cuarto y dejó ambas mochilas cerca. Seguía pensando en el significado para darle a sus palabras, pero no había otro más allá de lo que significaban por sí mismas. Joder, conviviría con Nolan por un tiempo, eso lo llevaba a otro plano. Se aclaró la garganta:

—Tal vez quieras darte un baño o dormir un poco, no sé, pero allí está mi clóset a disposición de lo que necesites, yo iré a buscar el colchón —avisó y enseguida salió de la habitación. No lo podía negar, se estaba muriendo de felicidad absurda por el simple hecho de que él se quedara a dormir en su habitación, en su cama.

A pesar de que Paz se había ido, Nolan permanecía con las cejas alzadas, la cara innegablemente sonrojada y una expresión sutil de sorpresa. Se quedó pensando unos instantes, después sonríó de oreja a oreja y por último, se obligó a fruncir los labios como si nada hubiera sucedido.

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Nolan se encontraba en el borde de la cama, explorando la habitación con la mirada. Miraba... Un pequeño soldado de plástico en el borde de la ventana. Un calendario de 1982 en la pared. Una pequeña planta fea y al borde de la muerte en el escritorio. Eran estupideces, pero algo de interés tenían, tal vez porque eran de la vida de Paz.

Terminada la exploración, se recostó sobre la cama. Miró al techo. Dejó de sonreír, se llevó las manos a la cara.

Se sentía tan extraño. Tan feliz y a la vez su mente le repetía que lo que sentía por Paz simplemente no era normal. Ni natural. Era asqueroso. Vergonzoso, eso era lo que dirían todos los demás, porque el mundo se dividía en hombres y mujeres, y el amor que se aceptaba es el de hombre a mujer. Mujer a hombre. No había espacio para más. Todas las variantes eran aberraciones... Y Nolan lo sabía desde siempre, pero entonces, ¿por qué tal verdad le lastimaba? ¿Por qué tal verdad había estropeado su humor...?

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En su momento, Paz dejó escapar un suspiro, estaba pensando demás y aún debía hacer un desayuno para que pudieran comer alguna cosa y no estarse con hambre hasta el almuerzo. Tal vez no dormiría hasta bastante tarde, rogaba no estar olvidando ningún proyecto o trabajo escolar, no permitiría que la primera vez que le tocara repetir el año fuese justo el último.

Buscando en el cuarto de almacenamiento ahí estaba su viejo colchón, lo miró recordando un poco del pasado, uno nebuloso y bastante confuso para su actualidad. Sin más lo tomó y comenzó a arrastrarlo hasta llegar a su habitación nuevamente. A pesar de no ser bueno, pesaba bastante o a él le hacía falta dejar tanto sedentarismo. La puerta que estaba abierta le permitió ver una escena curiosa, Nolan acostado en su cama; aunque lo realmente curioso había sido su imaginación al mostrar cosas que no debía pensar.

Finalmente, siguió su camino entrando:

—Me alegra que ya te estés sintiéndote cómodo —jalaba y jalaba el colchón, eso hasta dejarlo al lado de la cama y tirarlo ahí—. Dentro de algunos minutos probablemente esté listo el desayuno, así que, no te olvides de ir a la cocina. O también puedo venir a avisarte. Como tu prefieras.

—¿Desayuno gratis? Carajo, si que sabes atender a las visitas —seguía a Paz con la mirada, y aunque en partes intentaba evitarlo, sencillamente no podía dejar de hacerlo. Con el rostro bien ojeroso... Paz se veía bien de todas formas. ¿Y cómo se vería él? ¿Cómo lo estaría viendo Paz ahora? ¿Se vería muy desaliñado? En ese instante intentó acomodarse el cabello y la ropa. Entonces olió el borde del suéter, que era puro sudor, y decidió que necesitaba un baño—. Me voy a dar una ducha. Pásame algo para ponerme, de preferencia algo cómodo.

Y cuando le arrojaron un pantalón corto como de esos de ejercicio y una camiseta sin mangas (así no tendría problemas con el yeso), se levantó. Pero antes de irse se apoyó en el marco de la puerta:

—Dos cosas. Primero, te vendría bien dormir, creo que en el hospital no dormiste ni en la sala de espera, así que después de desayunar, descansa. Yo cuido la casa, no te preocupes. No la voy a quemar... Y Segunda... —¿Debía decirlo o quedaría muy raro? Quizás sí, pero no tal como lo estaba pensando: —¿Cuál es tu truco para no dormir nada y no verte como la loca del pueblo? Me vendría bien saberlo.

Lo siguiente que hizo Paz fue mirarlo a los ojos y luego reír, lo hizo con bastantes ganas:

—Lamento no poder ayudarte. Supongo que es genética o yo qué sé —encogió sus hombros, manteniendo una sonrisa—. O tal vez es parte de mi atractivo, parecer que me estoy muriendo me sienta bien—. seguido de eso le guiñó un ojo—. ¿Qué te parece?

Antes de poder escuchar una respuesta suspiró, con una seña le indicó que se iría. No estaba escapando, solo, solo debía hacerle un desayuno a Nolan, a pesar de que los domingos no solía desayunar. Incluso estaba ahora en la cocina rogando por hacer bien las cosas. Tal vez, quería impresionarlo un poco... Demostrar que sabía hacer otras cosas. No tenían sentido sus pensamientos, demasiado confusos como siempre que se trataba Nolan. Buscó en la alacena y encontró pan, luego en la nevera algunos huevos y jugo de manzana. Le parecía que sería un buen desayuno, de esos de televisión, tal vez debía cocinar más seguido, de esa manera podría... ¿Hacerle diferentes tipos de comidas a Nolan?

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Mientras el agua de la tina subía rápidamente, Nolan comenzaba a fastidiarse consigo mismo. Por ser tan estúpido con un puberto de trece enamorado. Espera. ¿Enamorado era la palabra? ¡Qué sí, imbécil! Te corresponde un cumplido y vas y te mueres. ¿Se había sentido así por una chica? No recordaba bien. ¿Sí, no? Y si la respuesta era no, el asunto era demasiado grave. Era más anormal de lo que recordaba.

En unos minutos estaba con el agua hasta el cuello y el brazo roto afuera, apoyado en el borde y cubierto con una bolsa plástica. ¿Homosexual? Ja-ja, ni imaginar. Cállate. Era una palabra demasiado fuerte. Volteó a ver la mochila. A lo mejor lo que necesitaba era fumar. ¿En casa ajena? Unas caladas y lo apagaría. Se estiró e intentó tomar su mochila, pero parecía que estaba al otro lado del mundo. Y eso, o quizás más bien la conciencia, le detuvo. Se volvió a dejar caer en la tina, mirando el techo.

¿Y si solo era confusión? ¿Confusión de qué tipo? ¿Qué tipo de confusión parece tan real y tan absorbente y tan adictiva a la vez? Respiró hondo y sumergió la cabeza debajo del agua.

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Freír los huevos uno por uno, tostar los panes y luego servir el jugo. La mesa estaba preparada, con dos platos, totalmente innovador en una mañana de domingo. Ahora Paz solo esperaba a que Nolan apareciera, sin atreverse a tocar su plato para que pudieran comer juntos... Un detalle que lo dejaba ansioso.

Entonces poco a poco fue descansando su cabeza sobre sus brazos, pensando más, pensando menos. Solo necesitaba cerrar los ojos por unos minutos, ya los abriría de nuevo.

Para cuando volvió a abrir los ojos, tenía a Nolan moviendolo suavemente del hombro, diciendo:

—Hey, Paz... Deberías irte a la cama. Come y ve a descansar, hasta me preocupas.

—Ah, que sueño, ¿en serio me quedé dormido? —Paz recobró la postura en la silla—. Hay que comer de una vez.

Paz dió el primer bocado y fue lo suficiente como para ser nominada la mejor cosa que había comido en esa semana o incluso el mes. Además, se sentía genuinamente feliz por ambos platos en la mesa y porque el segundo plato le pertenecía a Nolan, estaba tan somnoliento que podría confundir ese momento fácilmente con un bonito sueño. Puesto que al frente estaba Nolan, vistiendo ropa suya, con esa cara bonita y recién había escuchado decir que incluso le preocupaba. Era material suficiente para declarar que estaba soñando y lo único que lo mantenía consciente de la realidad era el yeso en su brazo.

—Lo último que comí fue —Nolan hizo una pausa para masticar—, arroz recalentado. No te mentiré, mi madre cocina horrible. Le da... Ansiedad al cocinar, y por eso lo hace mal. Tan mal que una vez mi padre le dijo «una puta cocinaría mejor que tú». Así de grave el asunto. Pero el punto es que es un alivio comer algo tan bueno ahora, justo lo necesitaba. Felicitaciones personales al chef.

Comida recién hecha. En la mesa. En compañía de alguien más. Sin un silencio tenso como el infierno. Todo era tan ajeno a él, pero a Nolan le encantaba. ¿Sería que estaba de nuevo viendo al paraíso entre las puertas entre abiertas? ¿Sería que en cualquier segundo se acabaría...?

Paz sonrió, nunca había sonreído tanto en una mañana. De hecho, no era parte de su rutina sonreír por las mañanas, porque estas o eran o solitarias o simplemente fastidiosas, era raro tener un motivo para hacerlo.

Al acabar el desayuno, Paz se había ido a dormir y Nolan estaba escuchando la radio en la sala. Pero estaba distraído, pensaba en... Reunir dinero. Ahora sí lo tendría todo a tiempo. Sí. En ese momento tenía como... ¿Quinientos? Menos, porque había tomado un poco para Helen y su madre. ¿Cuatrocientos? Menos, porque había tomado un poco para fumar. ¿Trescientos? Sí. Vaya... No tendría nada de los dos mil para dentro de dos semanas. Soltó una risa mientras sentía su cuerpo tensarse como el infierno.

Nolan apagó la radio y se puso a abrir su mochila y a buscar los cigarros maltratados. Puso uno entre sus labios y en un movimiento casi automático acercó el encendedor. ¿En serio? No. Para. Ahora.

Dos mil. Que Dios ayude. ¿Y cuánto podría prestarle Paz? ¿En serio sería así de parásito con él? Fue hasta la habitación y lo vio bien dormido en el colchón del suelo. Tuvo la necesidad de dejarse caer en la cama, de lado. Quizás así engañaría a su cerebro y le haría creer que todo estaba bien, que había tiempo de relajarse, y que estaba muy cerca de Paz otra vez, tanto como lo necesitaba. 

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