16 || ATRAPADA (PARTE I)
VIRGINIA
Estaba lloviendo. En verano.
La madre de Virginia solía decir que en los veranos hace calor por una razón: las lluvias. Esas que al día siguiente suben como vapor de vuelta al cielo y provocaban un calor infernal.
Ambas chicas empujaban el auto como podían. Virginia sabía que para Georgie, como amante del ejercicio, era mucho más fácil agarrar fuerza, mientras tanto, ella sentía las piernas, los hombros, los brazos... ¡Absolutamente todo en ella estaba cansado!
—¿Cuánto... falta... para... llegar? —jadeó con un hilo de voz.
—Paramont ya se ve cerca. Solo necesitamos llegar a donde haya un teléfono público para llamar a Char... a una grúa.
Virginia pudo haberse sentido insultada por aquel titubeo, sin embargo, esas eran las primeras palabras que intercambiaban desde que el auto se había detenido.
Sabía que todo en su extraña relación estaba tenso, y era su culpa.
Quería arreglarlo, pero no quería contarle la verdad. Estaban tan cerca de Kansas... solo tenía que aguantar otro poco.
Siguieron empujando, empapadas y molestas la una con la otra, dándose la espalda. Mientras Virginia empujaba con el hombro derecho, la rizada lo hacía con el izquierdo. Y Pasha estaba mirando la lluvia desde dentro del auto.
—¿De verdad no piensas decir nada? —preguntó Georgie, por fin, después de un rato.
—¿Decir... qué... cosa?
—No lo sé, Ginna. Quizás, mhh, ¿¡la verdad!?
Virginia apretó los ojos con fuerza.
La rizada seguía llamándola Ginna, y ella seguía sin saber muy bien cómo se sentía al respecto.
—Después.
Después, después, después... o tal vez nunca.
Ellas no se volverían a ver cuando llegaran a Kansas City, era un hecho que Virginia había asumido desde el principio. ¿Para qué contarle?
—Claro... —farfulló Georgina.
Bloqueó el sonido de su voz, furiosa, y se quedó en silencio. No quería hablar, al menos, no de eso.
Siguieron empujando el auto hasta llegar a las primeras calles de Paramont. Un pueblo pequeño, el último del camino a Kansas, con grandes casas de diversos y chillantes colores, pequeños patios traseros y girasoles del tamaño de una sandía.
La lluvia se había intensificado y Virginia sentía la sudadera naranja que colgaba de su cintura demasiado pesada, pero no quería quitársela, de hecho, no quería ni devolverla. Olía a coco. Olía a Georgie.
Se detuvieron en la esquina de la segunda calle, al lado de un teléfono público.
Ambas fijaron la mirada en la cabina traslúcida por donde escurrían las gotas de agua y, luego, se miraron la una a la otra.
Quizás era su imaginación, quizás no, pero en ese momento creyó que Georgina en realidad no estaba enojada con ella. Sintió ese pellizco en su corazón cuando la rizada miró sus ojos, aquel que le hacía olvidar todo en el mundo.
—Llama a Charlotte —se obligó a decir. Las palabras incluso picaron en su garganta.
Georgina se encogió de hombros. Los rizos caían sobre su cara empapada y sus parpados cayeron de la misma forma, como si estuviese cansada.
—¿Y luego qué? —espetó sin mucha fuerza.
—Y luego nada.
La rizada levantó las cejas.
—¿Nada?
—Nada.
—Deja de repetir todo lo que digo, ¿quieres?
Virginia sintió que de pronto se le encogía el corazón.
—Es la verdad, Georgie. ¿Qué haríamos? Tú te vas con tu amiga, yo me voy con... con mi familia. ¿Qué otra cosa haríamos si así era el plan desde el principio?
—Muchas cosas, estoy segura de que podríamos hacer muchas cosas si quisiéramos. —Georgina se pasó las manos por la cara, luego se puso a dar golpecitos sobre la tierra mojada con el pie—. Podría llevarte a bailar, hay muchos lugares divertidos en Kansas City. Podríamos ir a nadar. O quizás podría conocer a tu familia... ¡No lo sé! ¿¡Sí!? Pero estoy segura de que podríamos si quisiéramos.
Y de pronto, el pecho de Virginia volvía a vibrar de manera descontrolada. Había pasado la mayor parte de su vida esperando ser querida, elegida o acompañada. Su madre y su padre la habían elegido una vez, pero... Nunca nadie de esta manera. Y aún así, Virginia sabía que quizás Georgina solo se estaba engañando a sí misma.
—¿Tú quieres estar conmigo? ¿Quieres eso de verdad?
La rizada la miró a los ojos, sin titubear.
—Quiero intentarlo.
—¿Y qué pasa con Charlotte?
Con esas palabras, el titubeo se hizo presente, Virginia pudo verlo claramente en la forma en que parpadeaba y su pecho comenzaba a subir y bajar con irregularidad. La chica abrió la boca, y entonces un sonoro trueno irrumpió entre ellas.
Georgina cerró los ojos y se cubrió los oídos, comenzando a respirar demasiado rápido. Virginia se acercó a ella, rozando con las yemas de sus dedos los antebrazos de la chica.
Y la alarma de tornado hizo eco por las calles de Paramont.
Ambas se miraron.
—Mierda —soltaron a la vez.
...
El refugio estaba infestado de personas.
Acurrucadas sobre una manta en el suelo, Virginia y Georgina se abrazaban. La castaña con la perrita acurrucada en sus piernas.
Los murmullos se expandían por aquí y por allá, mientras la lluvia seguía afuera, aunque más leve, solo una llovizna de verano. Era un teatro en el sótano de una escuela a donde las habían conducido.
La alarma había sido solo eso, una alarma, el tornado nunca se dio, y ahora la gente se paraba de sus lugares con chocolate caliente en las manos hacia la salida del lugar. Sin embargo, ellas seguían tiradas en el suelo, recargadas en la fría pared.
Virginia tenía frío en las piernas, pero no dijo nada, pues seguro Georgie estaba igual.
Se escuchó un fuerte trueno que hizo que Georgina se tapara los oídos y Pasha diera un salto sobre su regazo. Virginia las abrazó más fuerte a ambas.
—Putos truenos —se quejó la rizada, sorbiendo por la nariz—. Parecen...
—Disparos —completó Virginia.
—Los odio.
—Lo sé. No estaba bromeando, ¿sabes?
Georgina la miró.
—¿Con qué?
—Cuando le dije a tu padre que eras valiente. No es algo que yo crea, es algo real.
Georgie chasqueó la lengua y se puso de pie, tan lento que Virginia supo que en realidad no quería hacerlo. Le tendió una mano mientras la mirada desde arriba, con los ojos llorosos pero sin derramar ni una sola lágrima.
—¿Nos vamos?
—Está lloviendo —se quejó Virginia.
—Es solo una llovizna ahora.
Torció la boca, pero aceptó su mano y dejó que la ayudara a ponerse de pie, mientras con la otra cargaba a Pasha. Seguía queriendo posponer su separación, pero asumía que tenía que pasar.
Se colaron en la fila y aceptaron los refrigerios que les ofrecieron al salir. Dos policías esperaban en las puertas abiertas de par en par del edificio, así que se apresuraron a salir con las cabezas gachas.
Se detuvieron al lado de una tienda con una enorme exhibidor lleno de televisores.
Virginia se agachó para dejar a Pasha en suelo, dejar que olfateara la tierra mojada, y dirigió su mirada a los policías parados a solo unos metros de ellas. Entonces centró su mirada en la rizada.
—Voy a llamar a Charlie —anunció Georgie de manera lenta.
—¿Y luego?
—No sé. Nos llevarán a Kansas, llegaremos a comer algo, dormir y... supongo que puedo pedirle que te llevemos a casa de tu madre.
Virginia sonrió. Le calentaba el alma saber que no se olvidaba de eso.
—Gracias. —Miró sus manos unidas y apretó la de su compañera, luego, estiró su brazo libre y tomó la mano de Georgina. Cuando levantó la mirada, la chica tenía las mejillas sonrosadas—. Por todo. Cuando me encontraste no sabía dónde estaba, pero me trajiste hasta aquí, a pesar de que no sabías dónde estaba. Gracias.
Georgie soltó una risa baja.
—Me diste lástima —dijo con tono burlón. Le apretó la mano y ladeó un poco la cabeza—. Gracias también. Tampoco me conocías, y toleraste todas las veces que te traté mal.
—Estabas asustada.
—Eso no es excusa, tú también lo estabas.
—Yo... —Tragó saliva, preparándose, y fijó su mirada en los converse de Georgina—. Tengo que decirte la ver...
Los televisores dentro del exhibidor se encendieron de repente, justo al tiempo en que las farolas se encendían ante la casi ausente luz del sol. La electricidad había vuelto.
Las pantallas comenzaron a transmitir una noticia. La atención de Georgina se vio atraída hacia eso.
—Y después de casi una semana de dada esta noticia, el Alcalde volvió a posponer la presentación de su hija ante los medios... —comunicaba una mujer en la pantalla.
Los nervios de Virginia se crisparon. Sintió que sus manos comenzaban a temblar. Tenía que hacer algo. Tenía que hacer algo ya, antes que Georgina terminara de escuchar.
Si la chica oía la noticia completa, todo se iría a la mierda.
Su corazón latió desenfrenado.
Jaló las manos de Georgina, intentando alejarla de ahí.
—Ven —pidió—. Vamos a otro, para hablar mejor, y luego llamamos a Charlie, ¿si?
Sintió que la chica daba un paso, siguiéndola, y entonces se detuvo, haciendo que Virginia se tropezara con sus propios pies.
—No, no. Espera —se quejó la rizada. Virginia se giró hacia ella, intentando decir algo para hacerla moverse de ahí, más Georgie le soltó las manos y regresó a paso rápido hacia los televisores—. Quiero ver esto, lo han estado pasando toda la semana y nunca le pude prestar atención.
La respiración de Virginia se aceleró.
—Pero...
—Shhht —calló la chica.
La presentadora del noticiero continuó hablando.
—Hace más de seis meses, el alcalde anunciaba ante los medios su constante visita a los orfanatos de Kansas City. Él y su esposa decidieron buscar otra alternativa al no poder concebir y, hace aproximadamente dos meses, anunció la adopción de quien sería su nueva hija. —Virginia sintió un nudo en la garganta. Observó a Georgina, o la reacción que tuvo ante lo que se dijo después—. Sin embargo, hace una semana, el alcalde dio a conocer que su hija se encontraba desaparecida, y pidió la ayuda de todos los medios, civiles y policía, para encontrarla. Virginia, ahora O'Connel, sigue desaparecida —Una fotografía de Virginia, con el cabello bien peinado y ondulado, la misma de los carteles pegados en los postes de las calles, apareció en la pantalla—. Si usted la ve, por favor, comuníquese al número...
Ahora, absolutamente, su corazón estaba temblando. Ella estaba temblando.
¿Qué hago?
Georgina seguía parada frente a los televisores, la gente se había acercado también a observar la noticia. Y ahora todos murmuraban y la apuntaban mientras veían su fotografía en los monitores.
Pero a ella solo le interesaba la rizada de piel oscura que ahora tenía el ceño fruncido y los ojos llorosos de nuevo.
—Georgie... —soltó en un suspiro y estiró el brazo hacia ella.
La chica reaccionó con eso y se separó antes de que Virginia pudiera tocar ni un centímetro de su piel.
—Eres la hija del alcalde... —Poco a poco, la mente de la chica fue atando cabos, y poco a poco, Virginia sintió que su corazón se detenía. Georgina la miró, y supo, con esa mirada, que todo estaba perdido. —Todo este tiempo, estuviste mintiéndome todo este maldito tiempo, ¿no es cierto?
Se quedó callada. No había nada que pudiera decir para desmentirlo.
Miró el piso.
—Lo siento.
—Eres una mentirosa.
Wenaaaaas juju
¿QUÉ TAL EL CAAAAAP?
AAAAAHHHHHHHHH
¿Ya se lo esperaban?
Yo dejé pistas jsdhhsj
¿Qué final creen que va a tener la historia?
¿Triste? ¿Feliz? ¿Agridulce?
Díganme, díganme, yo les leo
Una disculpa por no actualizar la semana pasada, fue una semana estresante y solo alcancé a escribir la mitad del cap, pero he vuelto.
Voy a intentar traer los últimos capítulos para el fin de semana que viene, pa' actualizar uno cada día durante toda la semana, hasta el epílogo. Pero pues ya avisaré en la próxima actualización, pero ojalá se dé juju
Muchas gracias por leer, ¡Les amooooo!
Se me cuidan, baiiiiis <3
Cambio y fuera.
*imagine también los emojis jsjs*
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