5° Celos.

Ven aquí
Tócame y besame, se mas rudo
Esta bien, ¿verdad?
Si un día alguien muere y lo olvidamos.
Ahora, confiaré en algo mas seguro.

All alone with you — Egoist.

Los celos pueden ser aterradores.

Cuando los sientes en carne propia, esa sensación ardiente en cada célula del cuerpo parece cobrar vida y las llamas quemarán cada rincón de tu pecho buscando una salida al desahogo.

El amor y los celos pueden volver a una persona un ser posesivo, mezquino, violento y cruel.

Sin hacer mención al dolor y la inseguridad que puedan acarrear.

Una persona celosa, después de su ataque de ira, después de gritar hasta que los pulmones duelen y la garganta arde, después de tirar cosas y romper hasta hacer añicos otras tantas, se deprimirá.

En mayor o menor medida. Aceptándolo o negándolo hasta el cansancio, esa persona posiblemente se deprima.

Y se preguntará internamente qué habrá hecho mal o si no es suficiente. Y entonces la furia volverá con más fuerza, decidirá que nada ni nadie tiene el derecho de hacerlo sentir menos valioso.

Esa ira a veces no logra enfocarse adecuadamente hacia un culpable en concreto y desencadena su fuerza hacia la persona que esté más cerca.

Yo he sentido esas emociones un par de ocasiones antes. No obstante, no tenía voz ni voto para quejas, ya que Yuratchka no era mío más allá de mi mejor amigo y yo no podía decir abiertamente que las tipejas que se contoneaban a su alrededor o con las que se acostaba eran putas cualquiera.

Ahora como novios y a menos de cinco horas de comenzar las vacaciones de verano yo disfruto de ser receptora de la furia producto de los celos en todas las chicas a las que Yuri ignora sin remordimiento alguno mientras me guiña uno de sus preciosos ojos verdes y palmea mi trasero antes de dar media vuelta e ir por un par de bebidas hacia la cafetería. Dejándome sola con mi regodeo y mi sonrisa suficiente ante las muecas de desagrado en mis compañeras, dispuesta a buscar a mis amigas en el patio escolar.

Por supuesto que no espere encontrarlas a mitad de una pelea bajo la sombra del árbol en el que nos reunimos cada receso.

Jamás he visto a alguna de ellas alterada más allá del drama diario que hacemos las mujeres por un maquillaje corrido o gracias a los síntomas nada agradables de la menstruación. Sin embargo, frente a mis ojos, refugiadas de otras personas tras varios árboles, están Mila Babicheva y Sara Crispino repartiendo bofetadas, patadas e insultos una a la otra mientras Yuuko usando un arbusto como escudo les pide encarecidamente que se detengan.

Phichit y Nishigori, varios pasos tras ellas, no hacen nada por acercarse y el labio partido de Chulanont junto al arañazo en la mejilla de Takeshi son claros signos de una batalla perdida al intentar separarlas.

Apresurando mi paso, dejo el bolso con mi almuerzo y el de Yuri junto a la raíz de un cerezo antes de acercarme a ellas.

Están visiblemente cansadas, sus movimientos más lentos y los golpes con menos fuerza son prueba de ello. ¿Cuánto tiempo llevan así? Jadean agitadas y el cabello enredado les cubre parcialmente el rostro enrojecido. Algunas gotas de sangre manchan sus camisas, labios y mejillas.

Cuando se separan para tomar un respiro me decido a interponerme y con una mano en el hombro de cada una las hago retroceder.

—¿Qué está pasando aquí? —exijo una respuesta, recriminando sarcásticamente a mi cerebro la genealidad de la pregunta.

Y como toda buena mujer con los nervios crispados, ambas comienzan a gritar improperios. Entre cada exclamación ruego porque no decidan reiniciar la lucha cuerpo a cuerpo conmigo en medio.

Entre grito y grito, mi mente logra comprender palabras sueltas. Entre ellas adjetivos y descripciones blasfemas como: Zorra, mujerzuela, puta y maldita. Y mientras las delicadas bocas de mis amigas siguen mostrando su educación y su innata capacidad para imitar el vocabulario de un camionero, otra palabra llama mi atención. Un nombre.

Otabek.

—¡Ya cierren la boca! —La voz molesta de mi novio hace acto de aparición detrás de Phichit y Takeshi —Sus gritos de delicadas princesas se escuchan hasta la cafetería, idiotas —bufa y las observa atentamente con una ceja arqueada hasta que dirige sus orbes verdes a Chulanont —¿Qué demonios sucede?

—No lo sabemos, cuando llegamos ya habían comenzado. —Responde Phichit tan confundido como los demás y yo niego con un movimiento de cabeza al ver que la atención de Yuri está puesta en mí.

—Te diré que ocurre. —Habla Sara, voz ronca por los gritos y el cansancio de la lucha —Mila está demente. Estábamos hablando tranquilamente y me abofeteó de la nada.

—¿Mila? —Al girar para buscar la mirada azul de la pelirroja, me sorprendo al ver la furia en ella.

Mila no es de las personas que se dejen controlar por bajos impulsos. A no ser que Sara haya dicho algo que la enfadase se verdad.

—La "plática tranquila" de la que Sara habla trataba sobre cómo y en qué posición planea tirarse a Otabek Altin. —La voz siempre armoniosa de Mila destila odio hacia nuestra amiga.

Sara Crispino tiene la decencia de sonrojarse ante la acusación, sorprendiéndonos más por ello que por la afirmación de Babicheva.

Y es que, no es porque me encante juzgar a las personas—todo gato tiene cola que le pisen—, pero Sara no es ningún dulce angelito. Ella misma disfruta de contar sus múltiples aventuras nocturnas con lujo de sucios detalles. Y aquello nunca nos molestó porque así es ella y tampoco es que le abra las piernas a cualquiera; Sara tiene estándares.

El silbido asombrado de los tres chicos tiene el poder de sacarme de mi aturdimiento, pero es Yuuko quien toma la palabra.

—¿Eso es cierto, Sara? —cuestiona y se lleva una mano a la boca al recibir un movimiento afirmativo —Pero eso no puede ser... Él es un profesor y tú aún eres menor.

Llegados a este punto me siento un poco, sólo un poco hipócrita al estar de acuerdo con la paliza que Mila le acaba de dar, ya que ella también es menor y sí está saliendo con mi tío. Y Yuuko parece reparar en ese detalle al cuestionar —¿Por eso la golpeaste, Mila?

La aludida desvía la mirada.

—Yo creo que eso no importa. Sara, no puedes acostarte con un profesor.

El asombro en el grupo es grande al escuchar a Yuri Plisetsky diciendo semejante verdad.

—¿Me lo dice el chico que se metió entre las piernas de una practicante? —se defiende Crispino. Yo quiero jalarle el cabello.

¿Era realmente necesario sacar ese suceso a colación con la novia —¡Yo!— presente? Ya no hay respeto.

_Ella no tuvo quejas y se largó de inmediato. —Dice Yuri, aburrido —Beka es un profesor en toda regla y un adulto, Sara. Si los descubren él perderá su empleo, irá a prisión y a ti te expulsarán.

Mila se adelanta un paso, cabizbaja, para sostener mi mano y con valentía inusitada e hipocresía destilando de sus ojos —solamente perceptible para Yuri y yo, que conocemos su secreto— habla, lágrimas en los ojos: —No puedes ser tan tonta, Sara. Nos queda menos de un año para la graduación. No heches a la borda tu futuro.

Estoy segura de que mi quijada tocó el suelo y no tengo idea de cómo Yura contuvo su risa.

Pero si alguien conoce a Mila esa es Sara.

—No mientas, Mila —murmura y da medía vuelta, caminando lejos de nosotras —Si no te cuidas no dudaré en quitártelo.

Y se fue. Dejándonos con la sorpresa de su amenaza.

Mila gruñe y da un puntapié al césped mientras mi novio deja fluir su risa. Yuuko se acerca a Mila para preguntar qué ha sido todo eso.

Yo sólo puedo pensar en la catástrofe que se avecina si Sara decide delatar a mi tío y su promiscua relación con su alumna.

Aunque creo que al tío Beka no le interesa mucho la posibilidad de perder su empleo por ello, quizás si se preocupe por lo que pueda sucederle a Mila. Porque lo veo, en el fondo de sus oscuros ojos hay un brillo que solamente aparece cuando la pelirroja anda cerca.

De algo estoy segura: Uno de los dos terminará con el corazón roto si no son sinceros.

Mila debe decirle que se irá al terminar el año escolar y el tío Beka debe decirle que de verdad la ama.

O se perderán antes de tenerse por completo.

Además de encontrar la forma de cerrarle la boca a Sara.

Por otro lado, ni en mis sueños más locos —y he tenido varios— consideré que Mila sería una demente celosa.

Pobre Otabek.







Estas cosas no pasan todos los días y debo aprovecharlo mientras dura.

Las vacaciones de verano han comenzado. Mamá tiene una reunión importante en Tokio para una marca que quiere comprar algunos de sus diseños y el abuelo ha decidido acompañarla para que no esté sola. Viktor se va a Rusia dos semanas para visitar a sus amistades.

¡La casa es solamente mía por todo un fin de semana!

Una vez que mamá besó mis mejillas y el abuelo recomendó que no hiciera nada malo, ellos subieron al taxi junto a Viktor, partiendo rumbo al aeropuerto.

Me tomé dos minutos para disfrutar el silencio en casa antes de subir a mi habitación y tener todo listo.

¡Hoy es el día! O la noche, para ser más exactos.

En un mutuo silencioso acuerdo, concluimos que Yuuri pasaría el fin de semana en mi casa. Dos días solos en mi hogar. Cortesía de mi dulce mamá y su miedo a dejarme solito.

Yuuri no pudo quejarse a los ojos de cachorro que Yulia le dedicó, sin ser consciente de que su suegra la lanzaba a los colmillos del tigre.

Hiroko no tuvo quejas ya que yo siempre he sido muy respetuoso con su hija.

Tampoco había posibilidades de que alguien nos interrumpiera porque yo no planeaba abrirle la puerta a nadie una vez que Yuuri llegara. Y Beka no tenía tiempo para molestarnos, demasiado ocupado con su voluble novia pelirroja.

Después de ver la pelea felina entre Mila y Sara, yo de verdad agradezco tener una novia cuerda como Yuuri.

Si bien mi cerdita ha hecho berrinches al ver como alguna chica se me acerca sin importarle el respeto al espacio vital, yo no tengo problema alguno en empujar a la susodicha e ignorarla para demostrar que Yuuri siempre será la única.

Aunque he de admitir que sus celos inflaman mi ego —y mi entrepierna— al verla tan posesiva conmigo.

Pero, joder, que la posesividad de mi novia es tierna. Nada que ver con la furia que Mila mostró en la mañana.

Esa bruja está loca.

Aunque, según Yuuri, hay chicas que demuestran su amor con mayor fervor que otras. Y eso tiene un poco de sentido.

Yuuri es lista, tierna y aún cuando le gusta seducir, lo hace discretamente.

En cambio, Mila es un torbellino de emociones aplastantes.

Creo que eso es una aterradora prueba de aquella cursilería de "Los opuestos se atraen" "Una pareja debe complementarse".

En mi relación Yuuri es la tranquilidad, la dulzura y quien tiene el control en algunas situaciones, pero también puede destilar emociones fuertes y poner duro a cualquiera con una sola mirada y sonrisa coqueta sin perder su timidez. Contrarrestando conmigo, porque yo suelo ser algo impulsivo, demasiado pasional y terco a rabiar, pero con ella no me molesta bajar la intensidad si eso me permite ver sus reacciones y disfrutar cada pequeño paso a su lado.

Quizás a Beka le sucede lo mismo. Quizás la monotonía de su vida necesita al huracán Babicheva.

Y ahora Sara Crispino se interpone. Eso será bastante interesante y no puedo evitar cuestionarme cómo diablos hará Otabek para arreglar toda esa mierda. La situación puede llegar a superarlo en algún momento.

Pero como soy un maldito egoísta daré gracias silenciosas a Sara por darle a Beka algo con lo que distraerse junto a Mila ésta noche y no puedan interrumpirnos a mi novia y a mí.

La casa reluciente sin rastro de polvo, mi habitación ordenada, películas en la mesita frente a la televisión de la sala y los Pirozhkis que el abuelo dejó en la cocina junto a jugos y otras bebidas. Todo listo.

No soy tan hijo de puta; Claro que deseo a mi novia. La Cerda y yo hemos estado llevándonos al borde del placer cada vez que tenemos oportunidad, pero nunca llegamos al final. Y que se joda el mundo si no la deseo, pero tampoco quiero obligarla. Ella decidirá lo que suceda hoy y yo haré todo lo humanamente posible para mantenerme tranquilo y tomaré una larga ducha con agua helada si ella dice que aún no está lista.

He esperado mucho por ella. Un poco de tiempo más no matará mis sentimientos.

El timbre sonando me obliga a espabilar y levantarme de mi cama rumbo a la entrada de mi casa.

Al abrir, la sonrisa más hermosa del mundo me hace desviar la vista para evitar un sonrojo en mi cara y una mirada de estúpido enamorado.

En los brazos de mi novia está nuestra mascota. Los grandes ojos azules de Sakura me observan y con un maullido salta hacia mí. Sus garritas ensañándose con la tela de mi playera.

—Ella te extrañaba. —Dice Yuuri, alzando el rostro para alcanzar mis labios a mitad de camino. Prolongando el beso, puedo sentir sus manos en mi cabello y mientras mi mano libre va a su cintura para acercarla más a mi cuerpo, nuestra gata ronronea como un pequeño motor en mi pecho.

Mi novia ríe al separarse.

—¿Solo ella? —cuestiono, tomándola de la mano para meterla a la casa.

—Yo siempre te extraño.

—Más te vale.

Yuuri trae con ella un bolso con postres que Hiroko preparó para nosotros y nada más. Ella tiene su propio cajón con ropa en mi armario junto con su cepillo de dientes y cremas faciales en mi baño. Sakura también tiene sus propios juguetes en mi hogar.

Al ser mejores amigos desde la infancia tenemos ciertos privilegios en la casa del otro. Yo también cuento con varias prendas en su ropero y mi cepillo de dientes en un pequeño vaso junto al suyo.

Dejando a la pequeña gata gris en el sillón y dándole un juguete en forma de pez amarillo, busco a mi novia en la cocina, tomando la cintura estrecha de Yuuri entre mis brazos y bajo el rostro para besar su cuello.

Sonrío sobre su piel al sentir como se acerca más a mi cuerpo, inclinando la cabeza para darme más acceso al punto que más suspiros le provoca.

—Yuri...

Mis labios reconocen la suavidad de su piel, mi lengua degustándose con el sabor familiar de Yuuri.

Algo que me gusta, y ella lo sabe, es cuando sus dedos se entrelazan con los mechones más cortos de mi cabello y sus uñas cortas rasgan ligeramente la piel sobre la nuca.

Gruñendo por los escalofríos que eso provoca en mi espina dorsal, bajo las manos a sus caderas para elevarla y sentarla en la barra de la cocina, haciéndome un espacio entre sus piernas.

Los muslos de Yuuri son suaves y su piel se eriza bajo mi toque. Mis labios aún en su cuello llegan a su oreja y mis dientes rasgan tras el lóbulo, en la piel delgada. Mis sentidos se agudizan al escuchar un suspiro prolongado salir de sus labios.

Me separo de ella al sentir la tela del pantalón apresando dolorosamente mi erección.

Ella me observa, preguntas silenciosas formándose en sus ojos. Labios rojos y ropa desarreglada.

—¿Yura?

Me giro hacia los postres que ella dejó sobre la mesa, buscando una distracción y respiro hondo para controlar mi excitación.

—¿Qué tal si nos llevamos algunos y vemos una película en la sala? —Ofrezco aclarando mi garganta y tomando un muffin de chocolate —Mamá dejó algunas de esas cursis que tanto te gustan.

Yuuri baja de la barra con un pequeño salto y tomando la charola con los pastelitos camina hacia la sala.

Toma asiento en el sillón individual.

—¿Estas molesta, Cerdita? —No hace falta preguntar. Ella no me ve, se limita a mordisquear un muffin rosa sin despegar la mirada de Sakura. Nuestra gata toma impulso para saltar hacia la mesita de centro.

—No. —Dice, pero no tengo una maldita idea de si es respuesta para mí o advertencia para la gatita que olfatea los pasteles.

Es jodidamente bueno conocerla tan bien.

Bajando a la minina de la mesa, me acerco a mi novia para arrodillarme frente a ella.

Ágilmente le arrebato el postre y lo dejo junto a los demás. Sus ojos recriminándome.

—Lo siento, Cerda. —Bajando la cabeza, beso la piel expuesta de sus piernas —No era mi intención alejarte, pero si no me detienes desde el comienzo no lo haré después, Yuuri.

—¿Y quién dijo que te detuvieras?

Oh, jodida mierda.

Las mejillas de mi novia tienen un tono delicioso. Rojas como un par de cerezas. Ojos brillantes y sonrisa tímida.

En ocasiones como ésta, creo que tengo un fetiche con la inocencia de Yuuri. Una mirada así y ya quiero tenerla bajo mi cuerpo y gimiendo en mi oído.

—¿Segura? —Me obligo a preguntar. Será la primera vez para ella.

Sonríe y se levanta para tomar mi mano y caminar rumbo a las escaleras.

—Quédate aquí y no arruines los muebles, Sakura.

Yuuri ríe al soltarme y correr hacia mi cuarto conmigo pisándole los talones.

Una vez dentro sostengo su muñeca y la hago girar para tomar su cadera y besarla con desesperación.

Ella, ni torpe ni perezosa, corresponde el movimiento de mis labios dando total acceso a mi lengua. Sus manos en mi cuello.

Mis dedos se entretienen en la curva de su cintura bajo la tela de su playera y marcando figuras con movimientos circulares, disfrutando de los estremecimientos de su pequeño cuerpo junto al mío.

La desesperación puede más en mí y separándome lo necesario para quitar sus gafas de montura azul y dejándolas sobre el escritorio, saco la camisa blanca y delgada sobre su cabeza.

Mi boca parece secarse un par de segundos antes de sentir como si mi lengua se derritiera.

El sostén de Yuuri es blanco, pequeño y de encaje casi transparente apenas cubriendo la turgente carne llena. Su abdomen plano y cintura estrecha. La pequeña falda de mezclilla solamente me hace cuestionarme qué secretos ocultará.

El nerviosismo de Yuuri es descaradamente obvio, su pequeño cuerpo temblando frente a mí.

En un intento por equilibrar las cosas me quito yo mismo mi playera y lanzándola al suelo, le sonrío.

Ella parece tranquilizarse y lleva sus dedos delegados al botón de la falda, soltándolo.

Mis manos la detienen y acariciando la piel de su cadera deslizo la tela hasta sus muslos que resbala hasta sus tobillos.

Algo me dice que Yuuri tenía planeado, tanto como yo, ésta noche. O de verdad ha usado ropa interior muy sugerente desde siempre.

—Vas a matarme. —Mi gruñido retumba en mi pecho aun cuando ella se eleva en la punta de sus pies para alcanzar mis labios.

Normalmente Yuuri me llega a la altura del hombro con su calzado normal, descalza como ahora con suerte y me llega al pecho. Así que debo agacharme para besarla a plenitud o alzarla en brazos como ahora.

Las piernas suaves y torneadas de ella se abrazan a mi cadera, rozando su carne tierna simplemente cubierta por la delgada tela de encaje contra el jean que cubre mi erección.

Avanzando con ella, me dejo caer en la cama, sentado con mi novia en mi regazo mis manos recorren la piel de su espalda, buscando el broche del sostén para soltarlo. Ella jadea y se abraza con fuerza a mi pecho cuando la prenda blanca cae junto a su demás ropa, impidiéndome verla a plenitud.

No queriendo incomodarla, decido besar su cuello y acariciar con lentitud la piel blanca de su cintura. Al morder el lóbulo de su oreja ella suspira y arquea la espalda. Sus pezones rozando mi pecho nos hace jadear a ambos.

Yuuri parece comprender que sentirse cohibida ahora ya no tiene sentido, después de todo ya la he visto desnuda antes, y se separa bajando de mis piernas y parándose entre ellas.

Los botones rosas que coronan sus senos quedan a la altura de mi rostro, tentando y sin perder tiempo alguno me abrazo a su cintura, lamiendo el valle entre sus pechos.

Su piel se eriza bajo mi lengua y con cada beso puedo sentir los latidos de su corazón contra mis labios. Yuuri tiene un aroma fresco y un sabor único, instando a probar más. A obtener de ella todo lo que pueda.

Con suma delicadeza beso un pezón y ella gime arqueándose, ofreciendo ese manjar a mi boca hambrienta. La punta de mi lengua juega con la delicada piel, mis labios aprietan y mis dientes muerden.

Yuuri tiembla por las caricias de mi boca en ella y mis manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Mientras una de mis manos da atención al pecho húmedo cuando paso a prestar atención al gemelo, mi otra mano baja con lentitud la extensión de su espalda justo en el canal que forma su columna hasta su bien formado y redondo trasero aún cubierto por sus bragas.

Bragas que desaparecen al paso de mis dedos y caen al suelo.

En un movimiento fluido y delicado con ella, la cargo en brazos y la recuesto en el centro de la cama antes de pararme y quitar el resto de mi ropa.

Tengo que aguantar una carcajada al ver como Yuuri se lleva las manos al rostro rojo. Es jodidamente obvio que está observando en el espacio entre sus dedos.

—Que no te de vergüenza, Cerdita. Todo esto es tuyo.

—¡Yuri! —Mi risa fluye al escucharla chillar escandalizada, pero se atasca en mi garganta ante su mirada. Los ojos rojizos de Yuuri me observan como si absorbiera cada centímetro de mi cuerpo. Está visiblemente muriendo por la vergüenza, pero con la atención completa en la parte de mi anatomía que parece apuntar hacia ella.

Lentamente avanzo gateando por la cama, Yuuri suelta un suspiro tembloroso al sentir mi cuerpo entrando en contacto con el suyo.

—Relájate, Yuuri. —Pido al sentir su tensión.

Es una maldita tortura el calor de su cuerpo bajo mi erección y sus manos cálidas dejando cosquilleos al paso de sus manos en mi espalda.

Mis labios moviéndose con parsimonia sobre los suyos, suaves. Mi lengua lame su labio inferior y la beso entonces. Con furia, con todo el deseo por ella que hierve en mis venas. Sus pezones duros punzando en mí y sus piernas se enroscan a mí alrededor, nuestros sexos se encuentran en un jodido roce exquisito.

—Santa mierda.

—Ahh. Yura...

Muevo las caderas para prolongar la fricción e incrementar el delicioso hormiguero. Yuuri parece ser instinto puro porque arquea la espalda y alza las caderas moviéndose a mi ritmo.

Abandonando su boquita roja y labios hinchados dejando un hilo de nuestra saliva en su mentón bajo por su cuerpo, delineando cada curva con mis labios, saboreando su piel con mi lengua y dejando marcas con mis dientes en los lugares que más gemidos me regalan.

Absorbiendo pequeñas porciones de piel blanca en sus pechos y siguiendo mi recorrido besando su ombligo hasta el hueso de su cadera y más abajo.

—¡E—espera, Yura! —Casi grita con una mano jalando mi cabello hasta que su voz se convierte en un jadeo prolongado cuando mi lengua entra en contacto con el botón rosa e hinchado de su sexo.

Yuuri tiene un sabor intrigante, ligero. Como el jugo que queda en la boca al dar un mordisco a un durazno, a un melocotón maduro.

Mi lengua recorre cada rincón de ella y, en un intento desesperado por obtener más de ese néctar dulce, el dedo de mi mano, la que no sostiene su cadera, tantea la entrada a su cuerpo.

El calor de su interior parece derretir mis dedos y no me cuesta mucho encontrar ese punto en ella que hace encorvar su espalda y mecer la cadera contra mis dedos y lengua. Sus manitas batallando por sostener los mechones cortos de mi cabello.

—Ohhh... Yuratchka...

Me levanto lo suficiente para besar uno de sus senos sin dejar de acariciar su interior, mi pulgar reemplaza mi lengua.

Varios minutos más tarde sus dedos sueltan mi cabello y bajan a mi espalda, sosteniéndose al llegar a su ansiado orgasmo. Sus músculos succionado mis dedos, su boca besando mi cuello entre jadeos y palabras inentendibles.

Una vez que ella baja de la ola de placer, separo mis dedos y los llevo a mi boca, saboreándola ante su mirada adormilada.

—Aún no terminados, Yuuri. —Informo besando su frente.

—En el bolsillo de mi falda hay cocondones... —Dice, voz tímida y mejillas aún sonrojadas por su reciente liberación. Arqueo una ceja en cuestión —Tío Beka me los dio...

La callo con un beso. No deseando escuchar sobre su tío con su cuerpo desnudo debajo de mí.

—Bien, pero yo también tengo algunos.

Besando su frente me estiro lo suficiente para llegar al cajón en la mesita de noche junto a la cama y saco un paquete metálico del interior de la caja.

Yuuri, ávida de información e intrigada, parece olvidar su vergüenza y eleva la parte superior de su cuerpo con ayuda de los codos, viendo atentamente como cubro mi pene con el látex.

Nos recostamos y ella abre las piernas para mí, abrazando mi espalda.

La beso, con delicadeza e intentando expresar todo el amor que tengo por ella desde hace mucho tiempo. Mis manos recorren su cuerpo hasta llegar a su cadera. Con un brazo rodeando su cintura para alzar su cuerpo, tomo mi erección con una mano, guiándome a su entrada.

Ella se tensa al sentir el contacto, pero se relaja al sentirme acariciando su clítoris con el glande. Cuando Yuuri parece seguir el ritmo de nuestro beso, yo entro en ella.

Mi novia jadea al sentirme. La punta de mi miembro avanzado lentamente hasta topar con una barrera. Aquella capa fina que separa a Yuuri de ser una niña a una mujer. Mi mujer.

—Hermosa —llamo, apretando los dientes por el placer que el calor de su estrecho canal provocan en mi poca fuerza de voluntad—, no sé por qué mierda aún pregunto esto ahora, pero ¿estás completamente segura?

Yuuri respira trabajosamente, sus labios besando mi quijada y sus manos sosteniéndose de mis brazos.

—Hazlo, Yuratchka. Quiero ser tuya. —Sus ojos castaños oscurecidos por el deseo, la pupila negra habiéndose tragado los matices rojizos —Además... acabas de llamarme hermosa.

—Va a doler. —Informo ignorando lo último y besándola.

Cuando el pequeño y suave cuerpo de Yuuri se relaja entre mis brazos, entro de una estocada, traspasando la barrera que la hace mía y sintiendo su grito en el fondo de mi garganta así como el escozor de sus uñas enterradas en mi espalda.

Su cuerpo inmóvil y quejidos escapando de su garganta.

Negándome a disfrutar del delicioso y caliente lugar que aprieta mi sexo hasta que ella pueda sentir el mismo grado de placer, me dedico a menguar su dolor.

Una mano acariciando su cintura y los dedos de la otra masajeando el botón de nervios en su sexo, mis labios besando su boca con una dulzura impropia de mí.

Poco a poco Yuuri fue calmándose y correspondiendo a mis movimientos.

—Lo siento... —murmuro en sus labios, compartiendo mi aliento con ella y limpiando sus lágrimas con mis pulgares —¿Todo bien?

—Sí... —su voz temblorosa no disminuye la sonrisa en sus labios. Sus manos sobándome la espalda, justo sobre las heridas que sus uñas dejaron —Perdón.

—Está bien. —Digo, besando la punta de su nariz. No planeo confesar que esas marcas que ella dejó no serán nada comparadas con las que tendrá su bello cuerpo al final de la noche.

—Muévete, Yura... por favor. Su tono es casi suplicante al tiempo que ondea con delicadeza la cadera, provocando un cosquilleo agradable en mi miembro hasta mi columna e instalándose en mi estómago.

Obediente, le doy un beso apasionado antes de separarnos y elevándome, quedando arrodillado ante su cuerpo aún recostado. Sus piernas abrazadas a mi cadera y sus manos sobre su cabeza.

El mote salió anteriormente sin pensarlo, pero no es nada más allá de la verdad. Yuuri Katsuki es propiamente hermosa.

Piel clara y marfileña con sonrojos en lugares claves como las mejillas, el cuello, las marcas que dejaron mis manos y mis besos; cabello negro azabache como la noche extendido como las alas de un ángel oscuro en la almohada y algunos mechones en los hombros, clavícula y uno en el valle entre sus pechos; Ojos llorosos por el dolor y el placer contrastando con los labios rojos gastados e hinchados. Las curvas de su cuerpo rogando por atención.

Sí, no hay lugar para putas dudas; Yo soy un tipo con una muy buena suerte.

Suerte de haberme topado con ella en el sendero de la vida. Suerte de amarla. Suerte al ser correspondido por esta hermosa mujer.

O tal vez hacer el amor con ella me pone malditamente cursi.

Con ambas manos en su cintura, retrocedo con lentitud ante el suspiro que ella suelta y es mi tuno de jadear.

Jamás, en las contadas veces que he estado con una mujer, me acosté con una virgen. Así que todo era un "Hola" y decidíamos el lugar, teníamos un agradable encuentro entre las sábanas y el "Adiós para siempre" llegaba al pagar la cuenta del hotel. Eso era todo.

Amar a Yuuri me hace desear permanecer a su lado por mucho tiempo. El tiempo que me lata el corazón, eso sería muy bueno.

Así que ver el delgado hilo de sangre sobre mi erección, en muestra más que clara o roja de que su castidad es mía al igual que ella completa me causa una felicidad casi animal. Como un jodido macho primitivo de las cavernas. Pero un Picapiedra feliz, al fin y al cabo.

—¿Yura?

Sonrío al escuchar mi nombre de sus bonitos labios.

—Maldita sea, te amo.

Y entro en ella con lentitud, dispuesto a obtener más de sus armoniosos gemidos y jadeos.

Me muevo lentamente al principio, disfrutando del calor rodeándome, del olor de Yuuri y de las agradables y placenteras cosquillas en mi vientre.

En algún momento Yuuri le agarra sentido a todo y en medio de sus jadeos mueve su cuerpo, encontrándose con mis embestidas en el camino.

El placer sube y nuestros movimientos cobran fuerza ya que el dolor en Yuuri ha desaparecido por completo.

Al sentirla apresando mi erección con sus músculos y verla cerrando los ojos, me detengo y salgo de ella.

—¿Eh? —se queja, ojos abiertos y puchero en sus labios —¿Por qué?

No contesto, en cambio muevo su pequeña anatomía a mi antojo, obligándola a recostarse sobre su costado y acomodando mi cuerpo tras ella.

Una mano rodeándola bajo su cintura hasta tomar uno de su pechos y con la otra sostengo su pierna sobre mi cadera antes de sentir su cuerpo cálido darme la bienvenida nuevamente.

Yuuri deja caer la cabeza en la almohada y la gira para buscar mis labios que han estado entretenidos en su nuca.

La nueva posición me da más libertad de movimiento y me permite entrar a fondo en ella. Yuuri parece comprenderlo y se deja hacer. Gimiendo y jadeando.

Con el paso de los minutos el fuego ardiente dentro de nosotros nos exige una pronta liberación ante las tortuosas descargas eléctricas y demás sensaciones en cada nervio de nuestros cuerpos.

Mis estocadas en algún momento dejan de ser dulces y se convierten en golpes duros y rápidos, taladrando en ella sin piedad y mordiendo la piel expuesta en la curva dulce que une su hombro al cuello, mientras la mano que sostiene su pierna llega a su clítoris para acariciar con círculos rápidos.

—YuraYuraYuraYura...

—Maldición.

El orgasmo de ella se hace notar con un grito naciente desde lo más profundo de su garganta, con voz ligeramente ronca. Justo cuando los músculos de su vagina aprisionan mi pene deliciosamente, seguido de apretones paulatinos gracias a los espasmos de las secuelas de su orgasmo, llevándome en picada a mi propia liberación.

Gruño algo parecido a su nombre, dando una última y fuerte estocada que tiene el poder de sacarnos el aire a ambos.

El fuego recorriendo cada fibra de mi cuerpo parece estallar en mi miembro hasta la punta de los pies, subiendo a mi cerebro, dejándome medio muerto dos segundos y dándome vida con un fogonazo de luz con el color de los ojos de Yuuri y su olor picando alegre en mi nariz.

Nos cuesta varios minutos tranquilizar nuestra errática respiración a jadeos más decentes. Nuestros cuerpos brillantes por el sudor y con manchas rojas en la piel clara de ambos.

Moviéndome un poco, sostengo con firmeza la base de mi miembro saciado para que no ocurra algo estúpido con el condón al salir de Yuuri. Lo quito, anudo, envuelvo en pañuelos de papel y lo dejo caer al suelo prometiendo que me ocuparé de él más tarde.

Yuuri gira buscándome, una sonrisa complacida y soñolienta en los labios.

—Wow... —suspira con la nariz acariciando mi cuello.

—Y sólo es el comienzo, cerdita hermosa.

Gracias a LittleChanik por Betear el capítulo.

Y gracias a todo(a)s por leer, por sus votos y comentarios

ByeByeNya🐾

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top