Capítulo 3: Voy a matarte

—Qué casualidad encontrarte John—saludó Aiden con una sonrisa al encontrarlo en un pasillo.

—Hola—dijo siempre con una expresión seria.

—¿Estás ocupado? —preguntó al ver los documentos en sus manos.

—Un poco, ¿y tú?

—No mucho realmente, así que pensé en invitarte a tomar el té.

—...Claro, a las cuatro de la tarde estoy libre—le regaló una pequeña sonrisa y suavizó su expresión.

—Bien, a esa hora nos vemos—Aiden siguió su camino y se despidió—No te quito más el tiempo.

—Mm, nos vemos...

Por alguna razón John no encontraba la oportunidad de matarlo, no parecía que hubiera hecho algo malo, pero aunque estaba seguro de ello no podía, hasta que no lo viera con sus propios ojos.

—¿En qué piensas?

—En nada importante, sólo rumores—respondió John en voz baja y tomó de su taza.

El jardín era hermoso y los árboles refrescaban el ambiente, toda la vista desde la habitación sin paredes era gratificante.

—¿Cuáles exactamente?

—Sobre vampiros.

Aiden sonrió con fascinación y bajó su taza.

—Ese tema es algo interesante ¿no crees? Parecen criaturas sacadas de la imaginación del hombre, pero hay muchos que afirmar haber visto uno, además de las pruebas que las personas dicen tener.

—Sabes, te contaré un secreto—musitó John sin apartar la vista del jardín—creo que hay uno de ellos en el castillo.

—¿Hablas enserio? ¿por qué crees eso? —interrogó admirado.

—No puedo ponerlo en palabras, pero lo presiento—y lo observó para ver su reacción.

—Y si lo llegas a encontrar ¿qué harás? —sus ojos brillaban sin poder ocultar su emoción.

—Matarlo por supuesto.

—Interesante...

"Espero ese día con ansias"

Pensó Aiden al verlo, sin temor de mostrar su mirada llena de locura...

Ambos sabían sus identidades, y al parecer desde hace mucho, pero aun así no se decían nada y sólo fingían que todo estaba bien. Viendo quien daba el primer paso, y quién traspasaba esa delgada línea, entre la actuación y la cruda realidad.

La interacción entre ambos era normal, excepto por sus miradas, que sin decir nada decían mucho, sus acciones y comportamiento. Una silenciosa y lenta persecución.

Hasta que esa noche, cuando Aiden dejó el castillo y se fue entre la oscuridad de la noche, John lo siguió. Solo.

Su actitud sospechosa y su capucha no pasaron por alto. Era el momento de saber a dónde iba y que hacía.

Anteriormente John intentó seguirlo algunas veces, pero todas fallaron. Resultaba en nada, sólo un paseo nocturno, o desaparecía sin dejar rastro.

"Hoy será el día"

Pensó decidido, y con una concentración absoluta no le quitó el ojo de encima.
La noche era silenciosa y llena de oscuridad, la luna apenas daba luz y el aire era frío.

Aiden caminaba por las solitarias calles, yendo de un lado a otro, y con un movimiento rápido se introdujo en un callejón estrecho. Y justo cuando John iba a entrar lo vio salir, se escondió detrás de una pared y se quedó ahí.

Aiden cargaba a una joven de unos quince años que tenía los ojos cerrados, sucia y delgada, descalza y con un vestido azul viejo y roto. John no sabía si estaba viva o muerta, pero su corazón comenzó a latir con más fuerza.

Continuó siguiéndolo. Cada vez se alejaba más de las casas y la ciudad, yendo por lugares poco transitados, casi como un fantasma. La vegetación se hacía cada vez más notable y a unos treinta pasos había una pequeña cabaña.

Aiden entró en ella y cerró la puerta con cuidado.

John se acercó sin temor y se asomó por la ventana, en su mano tenía un cuchillo largo de plata, listo para actuar en cualquier momento. Este sería el día en que Aiden daría su último aliento...

Pero su sangre se heló y su piel se erizó.

Dentro, sobre una mesa descansaba el cuerpo de la niña, y Aiden, con cuidado limpiaba sus pies, manos, rostro y cuello, lavó su cabello y la peinó. Le quitó el vestido y le puso uno nuevo y limpió.

Ya no parecía la misma niña sucia de antes, y se podía observar la belleza de su rostro, sus delicados labios y su negro cabello corto disparejo.

Aiden se colocó a su costado y se inclinó sobre el cuerpo, con las lámparas iluminando la habitación la miró unos instantes, y diciendo algo a su oído la tomó de los hombros, sus ojos se tornaron rojos y sus colmillos se volvieron evidentes.
Abrió la boca, la mordió justo en la yugular y la sangre se derramó, pero toda era bebida rápidamente, sin dejar caer una sola gota sobre la mesa.

John reaccionó y corrió hacia la puerta, la abrió con brusquedad y lo encaró.

Aiden no se sorprendió en lo absoluto y sólo levantó el rostro, mostrando sus labios llenos de sangre.

Y con cuchillo en mano John se abalanzó sobre él, lo empujó de un golpe y lo hizo caer al suelo, apuntó su cuchillo cerca del ojo, y junto con una mirada llena de tenacidad lo aprisionó.

—Adelante—musitó Aiden, quién no se había resistido en lo más mínimo. Y debajo de él, totalmente vulnerable, lo miraba sin temor.

Pero John no hizo nada y luego de unos segundos de silencio preguntó:

—¿Qué planeas? —su tono demostraba molestia y sus cejas se tensaron.

—Nada, sólo pensé que...si voy a morir prefiero que sea así, que seas tú quién lo haga.

John miró el cuerpo de la joven de reojo y lo interrogó con severidad:

—¿Ella estaba viva?

—No—y saboreó un poco su boca—ella murió hace tres horas aproximadamente.

—Tú...

—La había visto un par de veces, y le dije que cuando muriera la enteraría adecuadamente, por algo a cambio.

—Eso no quita el hecho de que...

—De que profané su cuerpo, lo sé. Y tampoco quita el hecho de que sea malvado, lo soy definitivamente—Aiden tenía una mirada perversa—así como tú eres cruel y despiadado, tampoco hay duda de ello.

John tensó su rostro y acercó el cuchillo a su cuello, pero Aiden no hizo nada.

—¿Por qué no mataste a alguien y....?

—No quería desperdiciar la comida, aunque su sangre era ligera, sin sabor y con pocos nutrientes, era de esperarse de alguien pobre. Aún tengo hambre...

John miró su boca y notó la poca sangre que quedaba en sus labios.

—En verdad no te entiendo ¿qué pretendes?

—Eso...—Aiden aprovechó el momento en que John bajó la guardia unos segundos, tomó el cuchillo con sus manos desnudas y se lo arrebató.

John quería sacar otra arma, pero Aiden lo detuvo e invirtió sus posiciones, estando ahora arriba de él. Lo sujetó de los brazos y sus rodillas quedaron a la altura de sus caderas.

—Es demasiado largo y complicado de explicar...—miró su cuello y su corazón latió con fuerza, y al encontrarse con sus ojos sintió su ardiente ira—¿por qué no me mataste?

—...No lo sé—dijo molesto—ojalá lo hubiera hecho cuándo pude.

—No digas eso, yo tampoco quiero matarte—aflojó el agarre en sus brazos y colocó sus manos en el suelo cerca de su pecho y lo observó con suavidad—Me agradas. ¿Yo te agrado?

John desvío sus ojos junto con su cabeza e hizo que su cuello se viera más marcado. Y su pecho subía y bajaba con rapidez.

"Debo haberme vuelto loco..."

—Hazlo—dijo luego de un silencio.

—¿Qué? —Aiden no entendía a qué se refería.

—Aun tienes hambre ¿no es así? —sus profundos ojos verdes se clavaron en los suyos sin temor—pero si me matas te mataré sin piedad.

Aiden relajó su expresión y rio entre dientes por sus palabras tan ilógicas, se acercó más a su rostro y olió su fragancia con deleite mientras susurraba:

—Jamás te mataría—sus ojos eran dulces y cálidos, como dos hermosos lagos—no a mi más querido ser...

John se sintió extasiado y lleno de furia, enojo, deseo y emoción...todo estaba revuelto, pero sabía lo que quería su corazón en esos momentos.

Lo tomó bruscamente del cuello de su camisa, lo jaló y lo besó.

Aiden se vio verdaderamente sorprendido, sintió sus cálidos labios, y su pasión ferviente junto con su corazón agitado. Y sin retenerse abrió sus labios con apetito, chupó y lamió toda la piel que encontraba, su carne era suave y caliente, los movimientos de ambos eran rudos y sentían la respiración del otro con claridad, sofocante y entrecortada.

Movió sus dedos hasta su camisa, y con cuidado quito todas las armas que traía atadas al cuerpo, desabrochó sus botones y dejó al descubierto su pecho. Sin poder resistirse lo acarició con sus frías manos. Su piel era clara y suave, siguió tocándolo y llegó hasta su hombro y su clavícula, que resultaron ser muy provocativos tan sólo al tacto. Se separó del beso y continuó por su mandíbula, saboreando su exquisita piel, lo tomó del cabello y lamió su cuello.

—Morderé cerca de tu hombro...esto va a doler—susurró con suavidad.

John respiró profundo y en ese momento sintió cómo sus filosos dientes se clavaban en su piel y el músculo de su hombro fue atravesado con rapidez, sacó sus dientes y los volvió a hundirlos. John apretó y jaló sus ropas conteniendo el aliento, todo su cuerpo se estremeció y sintió su sangre arder, más que todo en esa zona, donde su piel era rasgada. Pronto sintió cómo él bebía de sus venas y chupaba su vida sin esfuerzo, como si su ser se volviera uno con el suyo, y el dolor se volvió extrañamente cautivante.

Su corazón se volvió caliente y un gélido y ahogado gemido se escapó de sus labios, ¿dolor o gozo? ni él mismo lo sabía con certeza.
Aiden jamás se había sentido tan excitado al comer, pero John era diferente, sentirlo debajo de él, su calor, su piel, su respiración y su sangre, tan deliciosa que sentía que no podía parar. Pero debía hacerlo, si no quería matarlo.

Cuándo pensó que era suficiente sacó sus colmillos y lamió la carne destrozada, su saliva humedeció y limpió la herida, aliviando su dolor y fatiga. John aún exhalaba con cansancio mientras apretaba su camisa, sus ojos reflejaban sufrimiento junto con un raro placer indescriptible.

—Jamás había probado a alguien tan exquisito y delicioso como tú—susurró Aiden cerca de su oído—eres tan sabroso.

—...Tal vez puedas volver a probarme—respondió en voz baja.

Aiden sonrió y levantó la cabeza, mirándolo a los ojos muy de cerca.

—Estarás bien muy pronto, mi saliva te ayudará.

—...Como digas—respondió volviendo a su antigua actitud.

—Ahora estoy satisfecho, gracias.

—Disfruta mientras puedas—sentenció con seriedad—porque pronto voy a matarte.

—Mm, espero con ansias ese día...

Todo era tan extraño y normal de algún modo. Luego de eso ambos interactuaron como si nada, hablando con toda naturalidad sin mencionar lo ocurrido.

Pero John había hecho una amenaza.

«Si me entero de que has matado a alguien tu cabeza rodará por las escaleras del castillo»

Así que ahora Aiden tenía que alimentarse sin matar a nadie, una cosa muy difícil de lograr.

Las semanas pasaron y John notó algo extraño, Aiden se miraba decaído y enfermo, siempre estaba somnoliento y muchos se acercaron a él preguntando por su salud.

A lo que él decía:

«Sólo estoy un poco enfermo»

Así que lo mandaron a descansar y abandonó momentáneamente su papel en la corte.

John sabía lo que sucedía, y un día, en el que estaba libre decidió ir a visitarlo.

—Aiden, ¿puedo pasar? —dijo llamando a su puerta.

—Adelante—se escuchó débilmente desde el otro lado.

Entró a su habitación, espaciosa y bien amueblada, con grandes cortinas oscuras en las ventanas. Pasó a la pequeña recepción y ahí lo vio, sentado en un sofá frente a la chimenea.

—¿Qué te trae por aquí mi querido John? —cerró el libro en sus manos y le dirigió la mirada.

—Sólo quise saber cómo estabas, escuché que enfermaste—dijo sentándose en otro sillón no muy lejos de él, teniéndolo de lado.

—Sí, no me he sentido muy bien—suspiró y miró fijamente su cuerpo—¿por qué crees que sea?

A lo que John sólo sonrió y se puso más cómodo sobre el sofá.

—¿Qué has estado comiendo?

—La sangre de ganado es horrible—se quejó amargamente—es muy mala para la salud.

—Qué pena—John sólo traía una simple camisa blanca atada con finas cuerdas, dejando mucha de su piel a la vista.

—Sigues siendo igual de cruel—exclamó con dolencia—¿te gusta torturarme?

—Sí, y mucho—se inclinó hacia atrás y respiró hondo—y tú ¿lo disfrutas?

—Debo decir que sí—aceptó sin descaro—El ser torturado por ti es una de las dichas más grandes de este mundo, al igual que tomar de tu sangre.

—Vaya que eres masoquista—se burló riendo.

—Mira quién lo dice—su voz se notó más profunda y levantó una ceja—el tipo que disfrutó ser devorado.

John entrecerró los ojos y guardó silencio, miró su lamentable aspecto, su despeinado cabello rubio y sus apagados ojos azules.

—Las bestias débiles, heridas...o hambrientas son las más salvajes cuando llega el momento—Aiden se levantó del sofá y caminó hacia él, llevaba una camisa y un pantalón de algodón muy holgado, y una bata de color rojo oscuro, sus pies descalzos resonaron en el frío piso y su figura seductora fue iluminada por el fuego.

—¿Y qué sucede con el cazador si se enfrenta a ella? —interrogó en voz baja con los brazos relajados sobre el sillón.

—Posiblemente resulte destrozado, en sus sangrientas fauces—se inclinó hacia él y respiró su dulce aroma.

—Entonces espero que la bestia quiera divertirse por largo rato, y lo deje vivir...para tenerlo cuando quiera—John lo tomó de la barbilla y notó sus ojeras, sus pálidos labios y su desesperada respiración.

Aiden no pudo contenerse más y se abalanzó sobre él, poniendo sus rodillas al lado de sus caderas mientras se sentaba en sus piernas, y con locura rasgó su camisa, lo besó con tantas ansias que John se sintió mareado.
Soltó sus labios y bajó hasta su hombro, y sin ningún preparación clavó sus colmillos en la carne. Sus dientes rasgaron todo a su paso hasta llegar a los huesos.

—Voy a matarte...—se quejó con una voz ahogada llena de dolor y jalando de su rubio cabello. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás mientras contenía su voz, sus manos temblaban y sentía como era tocado por todos partes, con esas frías manos. Su pecho, cintura y abdomen... 

Aiden lo empujaba y resistía las ansias de morder todo su cuerpo. Tragaba con gran placer todo ese dulce líquido, que saciaba por completo su apetito.

—Más despacio—musitó al sentir como se le iba el alma, comenzó a sentirse mareado y su cuerpo se estremeció.

Aiden apenas pudo bajar la intensidad, pero no lo soltó y lo abrazó con desesperación. Sentía su pulso con tanta claridad, y cuando se volvió débil por fin decidió soltarlo.

Su boca estaba llena de sangre y lo miró con gran alivio.

—Maldito hijo de...—su rostro era pálido, apenas podía mover sus labios y la fatiga atormentó todo su ser.

—Lo siento amor mío—se disculpó con un grato suspiro—pero eso pasa cuándo detienes el apetito de un monstruo como yo. Así que si no quieres que esto vuelva a pasar ven a visitarme más seguido.

Su sonrisa era deslumbrante y miraba a John con satisfacción, su cuerpo tirado sobre el sofá, sin fuerzas y adolorido.

—Púdrete...

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