Capítulo 2: Misterioso y encantador.
«Año 1670, En algún lugar de Europa»
Los vampiros siempre han estado rondando el mundo, sumergidos en la oscuridad, al igual que los cazadores.
"Definitivamente él es uno de ellos"
Pensó John Leegray al ver a Aiden Van Doren.
Miembro de una de las familias de la corte real.
Y como trabajo de John, miembro del escuadrón de élite al servicio de la realeza debía cuidar a los reyes de un monstruo como ese.
Secretamente John también pertenecía a la organización Caza-vampiros, cuya existencia parecía ser nula. Todos eran sigilosos y discretos, cada quien iba por su cuenta y nunca tenían compañeros. John quería hacer bien su trabajo, y por ello decidió unirse, por si algún día tuviera que enfrentarse a uno.
Y ese día había llegado.
Por otro lado, Aiden, luego de un sin fin de cosas logró infiltrarse en la corte real, porque...
Porque sí.
Parecía divertido.
Y también quería saber si la sangre real en verdad era "azul" como decían, aunque en realidad esa era una mera y absurda excusa.
John lo vigiló desde lejos por mucho tiempo, siguiendo cada uno de sus movimientos, y notó muchas cosas obvias. Lo de la plata, los espejos, la comida, su palidez...y cuando salía al sol se agobiaba demasiado rápido.
Y en las fiestas, mientras John hacia su guardia también lo observaba, su copa de vino siempre estaba llena, evitaba los espejos y tocar las joyas de plata de otros invitados. Era muy popular debido a su físico, con un atractivo seductor irresistible, y las damas siempre lo buscaban para hablar y bailar con él.
Extrañamente nunca lo vio beber sangre, o eso pensaba, hasta que entró a su habitación y encontró botellas con "vino". Y a veces, cuando salía de noche a las afueras del castillo se iba por mucho tiempo, lo más probable es que fuera a buscar "comida".
Ahora, con todas estas pruebas sólo tenía que matarlo, y nadie debía entrarse de ello.
Iba a celebrarse un baile muy importante, y John, como uno de los favoritos de la familia real, fue invitado a la fiesta.
«Puedes cuidar de nosotros aún en la fiesta. Entre más cerca de nosotros estés mejor»
Dijo el rey al invitarlo, lo estimaba mucho y sabía que él se tomaba enserio su trabajo.
John lo vio como una oportunidad de acercarse a Aiden, con quién sólo había hablado un par de veces sobre cosas triviales. Sus ojos se encontraban ocasionalmente en algunas juntas de la nobleza, cuándo él ejercía como guardia dentro del gran salón junto a los reyes.
Esos enigmáticos ojos azules con tonos verdes, su cabello claro cuidadosamente peina, y su rostro...con una extraña belleza que resultaba imposible no mirar.
El día de la fiesta llegó y John vistió lo que el rey mandó a hacer para él. Una camisa blanca junto con una faja con detalles plateados y joyas, un pantalón negro de vestir y una hermosa capa.
Los bailes y las celebraciones no tenían un porque, la nobleza tenía dinero y amaban las fiestas, esas eran razones suficientes...
Las personas caminaban y charlaban en el gran salón, con sus ropas elegantes y peinados extravagantes, con copas en sus manos y comida deliciosa en sus bocas. Las luces y la música creaban un ambiente esplendido, pero aun así John estaba aburrido y sólo podía pensar en Aiden.
—El guardia de élite—exclamó alguien a sus espaldas.
John se giró y lo vio caminar hacia él con dos copas de vino.
—Buenas noches Lord Aiden Van Doren—hizo una ligera reverencia y continuó viendo a las personas bailar.
—No es necesario que agregué el "Lord" sólo llámeme Aiden—le ofreció una de las copas y se colocó a su lado—¿puedo llamarlo John?
—Por supuesto—tomó la copa y bebió de ella con rapidez.
—Es extraño verlo con ropas tan elegantes—comentó con una sonrisa encantadora—Ahora parece más un noble que un guardia. Siempre pensé que usted...no es como los otros, usted tiene un aire mas...refinado.
—Si se refiere a que no soy una bola de músculos, así es—y lo miró a los ojos sin titubear—la fuerza no son músculos necesariamente. Además, prefiero la agilidad.
—Entonces usted en verdad es alguien fuerte, pero no puedo imaginarlo—dijo con elegancia y dio un pequeño trago a su vino.
—Si—John lo observó detenidamente y añadió—Tal vez algún día pueda verlo.
—Sería interesante ver cómo pelea un guardia de élite—exclamó encantado y mostró sus blancos dientes.
—...Tal vez—suspiró y miró el vino que quedaba mientras lo hacía girar junto a la copa en su mano.
—¿Sucede algo? —interrogó al verlo un poco extraño. Y con sus ojos entrecerrados lo miró con suavidad.
—Odio las fiestas, y más cuando soy parte de una.
—Vaya, que casualidad, yo también—y con una sonrisa sugirió—¿por qué no vamos a tomar aire un momento?
—¿Está seguro de ello?
—Claro—caminó hacia la derecha y lo miró por encima de su hombro—será un placer.
John lo siguió y se dejó llevar por él.
Quería hablar en privado y ver qué clase de información podía obtener.
Llegaron hasta un balcón amplio y solitario, en donde la luna iluminaba las baldosas y les daba un aspecto misterioso y encantador.
—Nunca hemos hablado de esta manera en todos estos años—comentó Aiden apoyando sus manos en el borde. Con la mirada gacha y una postura extrañamente encantadora.
—Es extraño que en tres años no se presentara ninguna oportunidad—respondió apoyando su espalda en dicho borde, colocando los codos en él.
—Si—dejó su copa y preguntó—¿Desde cuándo es guardia de élite?
—Desde hace ocho años.
—Vaya, eso es mucho.
—Sí, y sólo busco hacer bien mi trabajo, cuidar a la realeza con mi vida.
—¿Daría su vida por ellos?
—Sin dudarlo.
—¿Por qué? —Aiden lo observaba con deleite, y John lo miró con una expresión serena.
—Porque creo en ellos, son buenos reyes, de los que ya no hay.
Aiden guardó silencio y desvío la mirada hacia el amplio paisaje.
—Yo no sé si en verdad creó en ellos...pero sí creo en usted—dijo Aiden con toda franqueza, y John lo observó con duda.
—¿Por qué?
—Lo he observado John Leegray—su mirada se volvió un poco más intensa, llena de admiración—Usted es alguien fuerte y bueno, correcto y actuaba sin titubear. No confío mucho en las personas, pero siento que puedo confiar en usted.
John reflexión y no dijo nada, pero sus pensamientos corrían desenfrenados en su mente.
"Este tipo es astuto..."
John no caería tan fácil ante unas simples palabras halagadoras...En cambio, eso hacía que estuviera aun mas alerta.
El tiempo pasó y John se volvió el comandante del escuadrón de élite, obteniendo así un papel más administrativo.
Ya habían pasado ocho meses desde aquella fiesta, y de alguna manera ambos se volvieron más cercanos y hablaban con toda naturalidad.
Y en cada pequeño evento siempre cruzaban palabras, miradas o gestos.
—El comandante del escuadrón de élite, John Leegray—anunció un hombre al lado de la plataforma lo señaló.
John subió dos escalones y avanzó sobre la extensa área de pelea.
John se enfrentaría a su mejor hombre, Vincent Rhodes, en una pequeña demostración para los reyes. Todos miraban emocionados bajo sus carpas en un amplio jardín, y entre ellos estaba Aiden, con una espléndida sonrisa.
Ambas miradas se encontraron y John no pudo evitar míralo, sentir que él lo observaba extrañamente le generaba una especie de éxtasis, como si se sintiera más motivado, con ansias de demostrar su fuerza.
—Que comience el combate.
Rhodes se acercó a John con rapidez y dirigió una patada a su costado, pero él la detuvo con sus manos y se desplazó sin resistencia hacia atrás, junto al impulso de la patada.
Atrapó su pierna y lo golpeó en el pecho, aturdió retrocedió, pero John no le dio un respiro y volvió a atacar. Golpe tras golpe, de los cuales Vincent apenas recibía, bloqueándolos con ambos brazos.
Rhodes vio una oportunidad y logró darle un golpe en el rostro, pero John no se vio afectado y con un giro rápida asestó una patada en su abdomen. Vincent se quejó y tomó una posición defensiva, pero John se alejó y le dio unos segundos.
Y así prosiguió el combate, dando y devolviendo golpes, y como se esperaba John salió victorioso luego de casi veinte minutos.
—Lo hiciste excelente—dijo John al darle la mano a Vincent.
—Fue un honor pelear contra usted señor comandante—apretó su mano y se retiró luego de una reverencia.
Todos aplaudieron y felicitaron a ambos por tan magnífica demostración. El rey le agradeció encantado y mandó a sus sirvientes para que fuera escoltado a la pequeña carpa que habían preparado para él.
Una gran tela café era extendida y sujetada por cuatro postes no muy lejos de la arena, todos podían verlo desde sus asientos mientras hablaban.
Y fue ahí cuando Aiden no resistió más y se levantó de su asiento para hablar con él. La tarde era fresca y el sol era opacado por numerosas nubes blancas.
—John—lo llamó con un tono suave y caminó hacia él.
Estaba frente a un recipiente con agua lavándose el rostro, tomó la toalla y se secó rápidamente para girarse y verlo.
Cuándo por error Aiden perdió un poco el equilibrio y su zapato se atascó en el césped. Por instinto John lo tomó de los hombros y detuvo su presunta caída.
—Lo siento, en realidad no suelo ser tan torpe—se disculpó con vergüenza.
Ambos eran de la misma estatura, y sintió sus fuertes manos sosteniéndolo, su olor y el calor de su cuerpo luego de la pelea. Su camisa estaba desabrochada por completo, dejando ver esos hermosos músculos esculpidos a la perfección.
Y tan rápido como un rayo Aiden apreció todo eso en unos instantes, y como si arrojarán aceite al fuego de su corazón lo sintió latir con locura, llenándose de una ansia desbordante.
John notó un ligero sonrojó en sus mejillas, resultando extraño debido a la palidez de su piel.
—Descuida—lo miró a los ojos y lo soltó enseguida—y dime ¿qué te pareció el combate? —su corazón anhelaba esa respuesta, y más por escucharlas salir de sus labios.
—Pues déjame decirte—caminó hacia una mesa dónde había una jarra con agua y sirvió un vaso—que fue fantástico.
Se acercó a él y le entregó el agua.
—Tus movimientos eran espléndidos y elegantes, llenos de confianza y fuerza. Me dejaste muy sorprendido, en verdad eres muy fuerte—sus ojos hipnotizante lo miraban maravillado al decir estás palabras, con gestos embriagantes y tan sutiles qué resultaba ser placenteros.
—Gracias, me halagas demasiado—contestó con una sonrisa, tan suave, casi imperceptible. Pero Aiden lo notó y se sintió deleitado al verlo sonreír, lo cual era muy raro.
—Su puesto le hace justicia a sus habilidades—comentó con suavidad y tocó su propio cabello. Miró hacia los reyes y los demás invitados, y con una expresión seria añadió—pero no creo que ellos las merezcan. Bueno, los reyes tal vez sí.
—¿Por qué lo dice?
—La maldad está en todas partes—y lo miró fijamente los ojos sin parpadear—incluso en la nobleza, créame, la he visto. Todos son lobos vestidos con piel de oveja, y no dudarán en sacar sus colmillos cuando llegué el momento.
John no dijo nada y sólo se limitó a mirarlo, pensando en esas palabras, y el significado que estas conllevan.
—Y aun cuando los muestren nadie los verá como lobos, porque aún estarán disfrazados de ovejas.
—¿Y usted? ¿es una oveja o un lobo?—preguntó con una actitud relajada.
—Bueno...—sus ojos brillaron con una leve sorpresa—Adivine.
John rio entre dientes y negó con la cabeza, lo miró y dijo con un tono suave:
—Un lobo, que mata lobos.
—Mm, tal vez—respondió riendo, en verdad le divertía su actitud. Era directo y a veces impredecible.
"Este humano me agrada..."
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