Capítulo 7: Entre las Sombras

Elena y Damián despertaron con la certeza de que el secuestro de Alessandro no pasaría desapercibido. Sabían que la Camorra tomaría represalias y debían estar preparados para enfrentar las consecuencias.

La alarma del despertador de Elena sonó a las ocho de la mañana, como siempre. Los cambios no son de su agrado y su vida estaba cambiando mucho, sobre todo desde que conoció a Damián. Se quedó unos minutos mirando al techo, su mente llena de pensamientos sobre él. Se preguntó cómo sería besarlo, sentir sus labios contra los suyos. Un impulso la llevó a coger su teléfono, dispuesta a enviarle un mensaje. Abrió el chat de Damián y vio que estaba en línea. Su corazón dio un vuelco. Justo cuando estaba a punto de escribir algo, la inseguridad la detuvo. Cerró la aplicación, frustrada consigo misma.

Damián, por su parte, había despertado con una sensación similar. Estaba sentado en el borde de su cama, pensando en Elena. ¿Cómo sería besarla? Cogió su teléfono, decidido a dar el primer paso. Al abrir la aplicación, vio que Elena también estaba en línea. Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro, pero luego la duda se apoderó de él. ¿Y si no estaba lista para esto? Salió de la aplicación y dejó el teléfono a un lado, sintiéndose tonto por haber dudado.

Mientras desayunaba, Elena no podía dejar de pensar en Damián. Había entrado y salido del chat varias veces, esperando a que él diera el primer paso. Finalmente, cansada de su propia indecisión, decidió actuar. Elena era una mujer decidida y valiente, que nunca se había dejado intimidar por nadie. Tomó su teléfono, respiró hondo y escribió un mensaje que, aunque sencillo, llevaba un toque de flirteo. "Sé que estamos en medio de un caos, pero me gustaría conocerte un poco más... ¿Te parece si nos vemos pronto?" Sonrió al enviarlo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción, anticipando su respuesta.

Elena se dirigía a su oficina, y Damián recibió una llamada urgente de un número desconocido. El sonido del teléfono le provocó una sensación de inquietud. Su rostro se tensó al escuchar la voz al otro lado de la línea.

—Damián, cometiste un grave error —dijo la voz, fría y amenazante. —La Camorra no tolera la traición.

Damián intentó responder, pero antes de que pudiera decir algo, la llamada se cortó. Miró el teléfono, sintiendo una oleada de preocupación. Sabía que sus acciones tendrían repercusiones graves, pero estaba decidido a proteger a Elena y a descubrir la verdad.

Esa tarde, Damián convocó una reunión de emergencia con el grupo en el almacén. Marcos, Laura y Javier llegaron rápidamente, con expresiones de preocupación y determinación. El ambiente estaba cargado de tensión, y todos sabían que se estaban jugando la vida.

—Tenemos un problema —dijo Damián, sin rodeos. —La Camorra sabe lo que hicimos y están planeando una represalia.

Marcos frunció el ceño, claramente preocupado. Aunque era un expolicía, el miedo a la Camorra era palpable en su rostro.

—¿Qué tipo de represalia estamos esperando? —preguntó, su voz grave.

—No estoy seguro, pero debemos estar preparados para cualquier cosa —respondió Damián. —Necesitamos reforzar nuestra seguridad y asegurarnos de que Alessandro no sea encontrado.

Laura asintió, ya trabajando en su computadora portátil.

—Voy a monitorear todas las comunicaciones y movimientos sospechosos. No podemos permitir que nos tomen por sorpresa —dijo, su voz llena de determinación.

Javier, mientras tanto, empezó a contactar a sus fuentes en los medios, buscando cualquier información que pudiera ser útil.

—Debemos mantenernos alerta y trabajar juntos. No podemos permitir que la Camorra nos intimide —dijo Javier, con voz firme.
Aunque sus palabras eran fuertes, el temor en sus ojos revelaba que no estaba acostumbrado a enfrentarse directamente a criminales tan peligrosos. Marcos, con su experiencia policial, era el más tranquilo, pero incluso él sabía que se enfrentaban a una amenaza formidable.

Esa noche, mientras Elena regresaba a su apartamento, notó que alguien la seguía. El silencio de la calle se hacía más inquietante con cada paso. Aceleró el paso, su corazón latiendo con fuerza. Cada sombra parecía moverse y cada ruido hacía que su pulso se acelerara. Justo cuando estaba a punto de llegar a su puerta, una figura oscura se abalanzó sobre ella, tirándola al suelo.

—Esto es una advertencia. Aléjate del caso de tu padre o tu querido Damián sufrirá las consecuencias de tus actos —susurró la figura antes de desaparecer en la noche.

Elena, temblando de miedo y dolor, logró llegar a su apartamento y llamar a Damián. Su voz temblorosa pero llena de determinación, le contó lo sucedido.

—Damián... alguien me atacó. Me dijeron que me alejara del caso de mi padre —dijo, su voz quebrada.

Damián llegó rápidamente al apartamento de Elena. Cuando ella abrió la puerta, se abalanzó sobre él, abrazándolo con fuerza. La preocupación en sus ojos era evidente.

—Estaba tan asustada, Damián. Mencionaron tu nombre. ¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó, su voz temblando.

Damián la sostuvo, sintiendo el temblor en su cuerpo.

—Estoy bien, Elena. Ellos nos están investigando a todos. Por mi cercanía contigo, era lógico que me amenazaran a mí también. Quieren que te sientas vulnerable —dijo, tratando de calmarla.

Elena lo miró, sus ojos llenos de lágrimas, pero también de una feroz determinación. Sabía que no podía rendirse, no ahora. Damián notó la intensidad de su mirada y, por un momento, todo lo demás pareció desvanecerse. Se acercó un poco más, notando la cercanía de sus rostros. El ambiente se cargó de una tensión diferente, más íntima.

—Elena... —murmuró, su voz baja y llena de emoción.

Ella se sonrojó, apartando la mirada por un instante.

—Damián, no sé qué haría si algo te pasara. Estaba tan preocupada por ti... —confesó.

Damián acarició su rostro suavemente, un gesto que la hizo estremecer.

—No te preocupes por mí, Elena. Estoy aquí para protegerte. Y no me iré a ningún lado —dijo, sus ojos fijos en los de ella.

La cercanía era palpable. Ambos anhelaban dar el siguiente paso, pero el miedo a lo desconocido los detuvo. Damián se inclinó ligeramente, sus labios casi tocando los de Elena, pero se detuvo, sintiendo que no era el momento adecuado.

—Descansa un poco. Mañana será un día difícil —dijo, apartándose lentamente.

Elena asintió, aunque parte de ella deseaba que no se alejara. Sabía que su conexión con Damián era fuerte, pero también sabía que debían mantener la concentración en su misión.

Mientras tanto, en un lujoso despacho en el centro de la ciudad, el líder de la Camorra en España, Don Vittorio, estaba furioso por el secuestro de Alessandro. Ordenó a sus hombres que tomaran medidas drásticas para recuperar el control y enviar un mensaje claro.

—Damián ha cruzado una línea. Quiero que le envíen un recordatorio de quién manda aquí —ordenó Don Vittorio, su voz fría y calculadora.

El despacho estaba decorado con opulencia, un reflejo del poder y la riqueza que Don Vittorio había acumulado a lo largo de los años. Los hombres que lo rodeaban asintieron, comprendiendo la gravedad de sus órdenes.

Esa misma noche, mientras Damián se encontraba en su apartamento, recibió una visita inesperada. Un grupo de hombres irrumpió en su casa, armados y peligrosos. La lucha fue breve pero brutal. Damián logró defenderse, utilizando todas sus habilidades, pero no sin recibir varias heridas.

—Esto es solo el comienzo, Damián. Si no cumples con tu deber, ella pagará el precio y sabrá toda la verdad sobre ti —dijo uno de los hombres antes de marcharse.

Damián, sangrando y adolorido, sabía que debía actuar rápido. Llamó a Marcos, quien llegó en cuestión de minutos para ayudarlo.

—Tenemos que llevarte a un lugar seguro. Esto no ha terminado —dijo Marcos, ayudándolo a levantarse.

Marcos examinó las heridas de Damián, haciendo una mueca al ver la gravedad de algunas de ellas.

—Tienes suerte de estar vivo. Necesitamos salir de aquí ya —dijo, con urgencia en su voz.

Elena, al ver las heridas de Damián, sintió una oleada de preocupación y culpa.

—Esto es por mi culpa. Si no fuera por mí, no estarías en peligro —dijo, su voz temblando.

Damián tomó su mano y la miró a los ojos.

—Esto no es culpa tuya, Elena. Estamos juntos en esto. Y no me arrepiento de nada —dijo, su voz firme y reconfortante.

Elena lo miró con una mezcla de agradecimiento y afecto. Sus miradas se encontraron y, por un momento, ambos anhelaron besarse. La conexión entre ellos era palpable, pero ninguno dio el paso, conscientes de que había prioridades más urgentes.

El grupo había confinado a Alessandro en una pequeña habitación del almacén. La habitación, aunque sencilla, estaba equipada con una ventana que daba a un callejón lateral. Marcos, con su vasta experiencia como expolicía, se encargó del interrogatorio. Pasaron horas, pero Alessandro, con una expresión imperturbable, no cedió ni un ápice. Sabía que traicionar a la Camorra significaba una sentencia de muerte, y prefería mantener su lealtad a la organización.

Cuando ocurrió el ataque a Damián, Marcos se vio obligado a dejar a Alessandro solo en la habitación mientras acudía a su rescate. Al regresar, jadeante y con las manos aún temblorosas, encontró a Alessandro desplomado en el suelo, un disparo certero en la cabeza. La ventana estaba abierta, la cortina ondeando con la brisa nocturna. Alguien había aprovechado la distracción del grupo para eliminar al testigo clave.

La frustración y la ira se apoderaron del grupo. Laura golpeó la pared con el puño cerrado, mientras Javier murmuraba maldiciones entre dientes. Marcos se sentía responsable, su semblante sombrío.

—No puedo creer que lo hayan hecho tan rápido —dijo Javier, su voz llena de impotencia.

—Esto solo demuestra lo desesperados que están —respondió Laura, su mirada fija en el cuerpo sin vida de Alessandro.

Elena se acercó a Damián, quien se había dejado caer en una silla, claramente afectado por los eventos recientes. Colocó una mano reconfortante sobre su hombro.

—No podíamos preverlo, Damián. Hicimos lo mejor que pudimos —dijo Elena, su voz suave pero firme.

Damián levantó la mirada, sus ojos encontrando los de Elena. Asintió lentamente, tratando de calmar su respiración.

—Tenemos que seguir adelante. No podemos permitir que esto nos detenga —añadió ella, apretando su hombro ligeramente.

—Tienes razón —respondió él, su voz apenas un susurro. —Pero tenemos que ser más cuidadosos. No podemos permitir que nos vuelvan a tomar por sorpresa.

El grupo asintió en silencio, reconociendo la gravedad de la situación. A pesar de la pérdida de Alessandro, sabían que debían continuar su lucha contra la Camorra, más decididos que nunca a desentrañar la verdad.

Esa noche, se reunieron en la sala principal del refugio para cenar algo rápido. La atmósfera estaba cargada de tensión y cansancio, pero también de una silenciosa determinación. Elena miraba a su alrededor, sintiendo una mezcla de gratitud y responsabilidad por todos los que la rodeaban. Sabía que estaban arriesgando sus vidas por ella y no podía fallarles.

Damián, a su lado, le dio un apretón en la mano, un gesto que le recordó que no estaba sola.

—Vamos a salir de esto, Elena. Encontraremos la verdad —le susurró.

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