Soledad
Gerardo y Linda habían hecho un acuerdo durante la noche anterior. Ellos iban a buscar a los personajes que se encontraban en la ciudad, pero habían decidido que no se irían a casa sin poder ayudar a Darío a regresar al mundo real, y tampoco lo harían sin apoyar a Brandr a encontrar a su autor para convencerlo de proseguir con la historia de aquel jovencito en la que sólo permaneció su nombre en el borrador.
Una vez que los personajes de este par salieron para atender el llamado de la puerta, el muchacho intervino.
—Te dejo para que hables con ellos. —Sonaba convencido de que Linda podría lograrlo—. Yo tengo que encontrar a Brandr, ya que esto es algo que tenemos que hacer juntos en agradecimiento al apoyo que nos brindó para llegar hasta este puntos.
—De acuerdo —replicó ella.
Darío se quedó también. Linda sabía bien lo que tenía que pedir. Aunque quisiera regresar a casa, acordó con Gerardo que no lo harían hasta ayudar al más pequeño antes. Iba a pedir paciencia a aquellos que ayudó a dar vida en el mundo de fantasía.
Los personajes eran una joven princesa de cabello castaño oscuro y ojos verdes, pero la chica también era una feroz combatiente. El otro, se trataba de un caballero del castillo en el que aquella joven dama creció en su historia de origen, además de que ambos eran amigos. El joven era alto, guapo, y algo parecido a Gerardo.
La dama de la realeza había sido creada por el amigo de Linda, mientras la joven del mundo real fue la inventora del mejor amigo de esta. Tal vez por eso el caballero era alguien muy pacífico, pero violento si se llegaba a enojar.
[...]
Gerardo no podía creer lo que estaba viendo con sus ojos. Nuevamente aquel ser sombrío estaba atacando a Brandr, por lo que tenía que hacer algo para salvarlo, así que, lo mejor que se le ocurrió, fue darle un buen golpe en el rostro a ese sujeto.
—¡Ya deja tranquilo a mi amigo, maldito bastardo! —berreó el amigo de Brandr.
Estaba lleno de rabia al ver que el de traje blanco no conseguía hacer nada por su propia cuenta.
El ente de oscuridad fue derribado tras el puñetazo recibido, pero no tardó en recomponerse y volverse a levantar. Gerardo pudo ver una silueta por unos segundos. Fue poco tiempo, pero había algo familiar en lo que vio. Quedó perplejo ante aquello.
—Así es, Gerardo —expresó el desconocido—. Soy yo, Takeru, el hijo del profesor con el que Linda y tú jugaron hace tiempo.
Ante aquella confesión, el chico no supo cómo responder. «¿Qué era lo que Takeru hacía en el valle?» y, «¿por qué ese aspecto tan aterrador?» Aquel muchacho creó de la nada una lanza similar a la de Brandr, y Gerardo, al no tener como defenderse, fue atacado, siendo Brandr el encargado de bloquear el ataque de su creador para proteger a su amigo.
—Jefe-Sama, Gerardo... ¡No se peleen, por favorcito! —suplicó Brandr aterrado, pues no quería un enfrentamiento entre dos personas a las que quería bastante.
—¿También me abandonas, Brandr? —preguntó su autor, mostrando está vez unos orbes amarillentos y brillantes.
El chico del mundo de fantasía sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo. El ambiente se tornó gélido y sombrío. Pesaba respirar para los presentes.
Gerardo también se hallaba desconcertado, pero sabía que algo de Takeru debía de haber en Brandr.
«Linda y yo éramos los únicos amigos que tenía antes de separarnos, y seguramente, el divorcio de sus padres fue desalentador», reflexionó el moreno con un amargo sabor de boca.
Sintió que había sido muy egoísta al dejar solo a su viejo amigo, y por no entender las palabras de Linda en aquel momento.
—¿De qué habla, Jefe-Sama? —cuestionó el jovencito de traje blanco con un tono de voz entrecortada y al borde del llanto.
El brazo de aquel joven se extendía y aumentaba de tamaño al mismo tiempo. Su mano era tan grande, que con ella cubrió por completo a Gerardo; sin embargo, el chico llegó ver un lugar oscuro. No sentía dolor, hasta que de pronto, escuchó voces.
—¡No, papi! ¡No me dejes! —Se escuchó gritar a la voz de un infante—. ¡No quiero que te vayas! ¡Por favor, papi!
Gerardo comprendió que ese chico era Takeru, el hijo del profesor Hiro. Ese día debió ser uno de los desgastantes momentos del proceso de divorcio de sus padres, pero el sensei le había dado otros datos sobre su separación. ¿Acaso les mintió?
«Supongo que tenía sus razones para ocultar la verdad», pensó el muchacho, observando a una versión más joven de su amigo siendo detenido por su madre, y al profesor marchándose lejos.
—Mi madre ya había engañado a papá mucho antes del divorcio, pero él la perdonó muchas veces —confesó el muchacho de rasgos latinos y asiáticos.
«No es posible, si se respiraba un ambiente familiar estando con ellos», meditó Gerardo con el estómago revuelto.
—Mi madre estaba más concentrada en complacer al que sería su nuevo marido —afirmó con frialdad y certeza—. Tuve que aprender a cocinar por mi cuenta, igual que esforzarme en estudiar solo, sin ayuda, porque mi madre me castigaba si fallaba.
»Cuando nació el bastardo que tuvo con su nuevo esposo, definitivamente, tuve la suerte siquiera de tener su atención durante las siguientes navidades. Ya ni siquiera me felicitaba por mis notas. Sólo me dejaba dinero por si deseaba comprar algo por mis méritos escolares.
»Estaba acompañado, pero solo en espíritu.
—Por alguna razón, te entiendo —dijo Gerardo a su viejo amigo.
—¿De verdad, Gerardo? —cuestionó el creador de Brandr—. La verdad, lo dudo mucho, puesto que Linda y tú también me abandonaron y me dejaron solo.
»Las pocas veces que me comuniqué con mi padre, le dije que deseaba verlos a ustedes de nuevo, o al menos hablar. Los esperé, pero nunca llegaron.
Gerardo no pudo evitar sentirse culpable de lo que aquejaba al muchacho. Falló como amigo.
—Eso es porque... —contestó Gerardo con la voz entrecortada, recordando la discusión que tuvo con la chica. Aquello que le hizo alejarse, al haber un malentendido entre Linda y él—. Mi padre… Él murió…
»Linda trató de decirme algo que entendí mal. Me separé de ella, y...
Lágrimas cayeron por sus mejillas. No sabía qué hacer para reparar todo el daño que hizo al alejarse.
Al abrir bien los ojos, pudo ver que la mano gigante de Takeru sujetaba a un asustado Brandr que trataba de liberarse, moviéndose para tratar de alcanzar su lanza.
—Deja de resistirte, Brandr y vuelve a mí —ordenó Jefe-Sama a su creación—. Dame todo el poder que guardas al no ser borrado por completo.
—No sé de qué poder habla, pero... ¡Por favor, es suficiente! ¡No quiero pelear con usted! ¡Usted es mi creador, y lo quiero por darme la oportunidad de existir!
—¡Basta, Takeru! —chilló el otro con desesperación y preocupación por el muchachito bien vestido—. ¡Linda y yo cometimos un error que nos hizo alejarnos hasta de otro de nuestros queridos amigos!
»¡Brandr no tiene la culpa de esto!
Quiso golpear el suelo, pero de nada serviría hacerlo. Lo mejor que podía hacer era abrirse una vez más al chico.
—Podemos volver a casa y enmendar ese las cosas —clamó— Vamos a terminar nuestras historias, para darle un final digno y feliz a aquellos que han sufrido por dejarlos abandonados.
»Quiero volver a ser tu amigo.
—Demasiado tarde, Gerardo. Si vuelvo... —Hizo una pausa—. Si vuelvo, moriré.
Aquellas palabras dejaron sin aliento al muchacho. ¿A qué se refería su viejo amigo?
—En el mundo real sufrí un accidente al ser atropellado por un motociclista —confesó con un vacío en sus ojos—. Un día, escuché una voz que me dijo que podía quedarme en un mundo de ensueño.
»Se me prometió un lugar en el que podía seguir vivo, siempre y cuando no volviera a la cruda realidad en la que nací. Me dijo que a cambió, entregaría el resto de felicidad que me quedaba.
»También me advirtió que quiere el poder de Brandr, así que creo que lo tomaré a la fuerza.
«Me encanta el chisme», pensó el ser que espiaba a Linda y Gerardo con anterioridad.
«¡Oh, cierto! El joven Takeru me escuchó a mí», prosiguió la voz inaudible para los presentes
—¡No dejaré que le hagas daño a Brandr! —advirtió Gerardo, tomando la lanza de su amigo.
Takeru se preparó qpara atacar con la suya también. Y antes del choque entre ambos amigos de la infancia, Brandr se interpuso y fue atravesado por la lanza de su creador.
—¡Brandr! —chilló Gerardo a todo pulmón.
El chico tenía una mirada firme y feroz. Él no iba a dejar que Jefe-Sama le hiciera daño al amigo del mundo real que hizo, y tampoco iba a rendirse tan fácil. Sabía que había alguien más detrás de lo sucedido. Necesitaba encontrar a ese personaje que envenenaba la mente de su creador.
—Me condenaré a no tener un final si eso implica que debo recuperar al Jefe-Sama que conozco.
Brandr había recuperado todos sus recuerdos. Conocía mejor los esfuerzos, la soledad y tristeza de su autor; empero, también sabía que le gustaba mucho escribir. Era lo que lo llenaba de alegría y felicidad. Brandr se había convertido en su esperanza, ya que basado en los cuentos que Linda y Gerardo mandaban con su padre, él se atrevió a soñar. Brandr tan sólo era la representación de sus sueños y aventuras deseadas. El chico era su modelo a seguir.
Tampoco le importaba mucho si su creador tenía que quedarse en el valle por toda la eternidad. Sólo quería recuperar la verdadera personalidad de aquel chico que lo creó.
Brandr se dió cuenta de algo, se estaba debilitando. Gerardo no podía creer lo que estaba pasando, así que se llenó de rabia, estaba dispuesto a vengar la vida de su amigo si este perdía la vida.
—Esta herida no es nada, Gerardo —dijo Brandr—. Mientras no se escriba un final en el que muera, o se me borre de la historia por completo, seguiré vivo. Así funciona esto. Me debilitó, sí, pero nada más.
»El secreto de mi poder está en mi lanza. No dejes que la tenga, o esa fuerza puede caer en manos equivocadas.
El chico comenzó a desaparer. Brandr comentó que era como una muerte temporal, pues estaba seguro de que si sucedía lo que antes mencionó, regresaría con sus amigos.
Takeru también comenzaba a sentirse débil, pues al aniquilar a su personaje, dicha acción tuvo un efecto en él, lo que complicaría mucho adueñarse del poder de este.
—Te has salvado por ahora, Brandr —aseguró—. Te volveré a ver hasta encontrar una forma de hacerlo sin agotarme.
Como si fuera una sombra que se desvanecía con los rayos del sol, aquel joven se esfumó. Gerardo se echó al suelo, comenzando a llorar. Le era difícil digerir todo lo sucedido. El autor de la historia de Brandr resultó ser quién Linda y él sospecharon. Su pequeño y molesto amigo desapareció, y tenía miedo de no volver a verlo nunca más.
Se sentía solo, lleno de miedo y tristeza. La lanza de su amigo seguía allí, por lo que...
—¡Hola, ya volví! —Se escuchó decir a Brandr—. Al menos, conocí Tiesolandia por un breve momento.
—¡Idiota, me preocupé tanto al pensar que estabas bien muerto! —reclamó Gerardo, mientras lo zarandeaba violentamente de un lado a otro.
Los ojos del muchacho del mundo real real se llenaron de lágrimas, aunque eran de felicidad. No perdió a su amigo, por lo que estaba muy contento de verlo otra vez. Lo abrazó con todas sus fuerzas, y agradeció tenerlo una vez más. No pudo ser así con su padre. Tenía miedo por la vida de su madre. Le llenaba de alivio poder sentir al menos una vez más a Brandr, pues este era lo más cercano a un pequeño y molesto hermano para él.
En cuanto a Brandr...
—¡Ya no puedo sostenerme más, Gerardo! —protestó el pibito—. ¡Estás bien pesado!
»Aunque creo que Linda pesa más.
Los dos se cayeron con Brandr sobre Gerardo y ambos comenzaron a reír.
[...]
Linda agradeció a los personajes del cuento que ella y su amigo dejaron incompleto. Ella entendía bien las palabras de estos, y a su vez, ellos entendieron su deseo.
Tenían que hacer algo para evitar que más autores terminaran en la misma situación. Sólo así podrían volver a casa con total tranquilidad. También estaba el asunto sobre la identidad de Jefe-Sama. Aunque ella y Gerardo trabajarían duro para llevar de vuelta al mundo real al pequeño Darío.
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