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Gerardo y Linda se despertaban tras dormir durante un par de días en este mundo de fantasía cuyas normas eran distintas para dos humanos del mundo real. Brandr había cuidado muy bien de ellos durante aquel tiempo, aunque su espada volviera a ser una lanza después de un rato de experimentar con ella tras salir de la biblioteca. Todavía no sabía la forma de volverla a convertir, pero estaba seguro de que podía lograrlo gracias al aprecio que sentía por sus dos amigos, y a la calidez y sentido de pertenencia que tenía al estar juntos a ellos. Cada vez que pensaba en la promesa, mejores resultados obtenía en mutarla, aunque fuese por breves instantes.
«Veo que el joven Brandr va aprendiendo», dijo una voz inaudible para los jóvenes.
Una vez que ambos chicos del mundo real terminaron por levantarse, y con los ojos bien abiertos durante una bella y fresca madrugada que acompañaba los pastizales del Valle de la Creatividad, notaron que su pana había vuelto a ser el mismo de antes. Su sonrisa había vuelto, sus ojos brillaban con ese mismo júbilo de un preadolescente, y algo le cayó encima de la cabeza en un pestañeo.
Parecía ser un casco de motociclista, aunque también había algo más en el cielo. Una especie de ser alado con cuernos en la cabeza y una cola que terminaba en una punta que sostenía a un hombre de entre veinticinco y treinta años. El sujeto pedía a gritos ser auxiliado, y entonces, Brandr se levantó, apuntando con su lanza a ese ser de aspecto demoníaco.
—¡Allá va! —anunció el pibito de traje blanco—. ¡No voy a permitir que un humano del mundo real sea arrastrado a lo qué sea que esté pasando aquí!
Con una mirada fuera, lanzó aquel objeto punzocortante, mismo que dio con el demonio, por lo que el desconocido quedó libre; empero, caía desde una altura que podía ser fatal.
—¡Yo lo atraparé, señor! —declaró un contento Brandr, cuando de pronto, algo interrumpió la atención del muchacho.
Un grito femenino se hizo escuchar también. Una chica caía desde el cielo, y un niño lo hacía por arriba de Linda y Gerardo, sollozando sin control alguno mientras seguía descendiendo a toda velocidad.
Brandr decidió atrapar a la chica; Gerardo, al infante; y el hombre misterioso, cayó al suelo, pero parecía estar ileso por alguna extraña razón, aunque se quejó de dolor de todos modos.
—¿Cómo es que salió tan bien después de semejante caída? —inquirió Gerardo.
—Es que los humanos de su lugar de origen tienen mejor resistencia en este mundo de fantasía —aseguró Brandr.
Linda sintió alivio al escuchar aquellas palabras, ya que recordó la forma en la que ella y el moreno habían llegado a este peculiar lugar.
—¡Quiero ir con mi mami y mi papi! —bramó el niño, comenzando a sollozar una vez más, aunque en los brazos de Gerardo.
La chica que cayó del cielo se separó rápidamente del chico bien vestido.
—¡Toma esto, mocoso degenerado! —gritó la chica, dando una bofetada a Brandr.
De acuerdo a sus palabras, el rostro de aquel jovencito había quedado debajo de la falda que llevaba puesta. Aunque Brandr se disculpó, diciendo que de todas formas no lo hizo de manera «cochina», si no para tratar de ayudarla a amortiguar la caída.
Ciertamente, su rostro quedó en dicha posición debido a que no la pudo sostener más, y ambos cayeron, quedando la muchacha encima de la cara de la cara de aquel pibito.
—Tampoco se moleste, pero usted no me interesa de otra forma que no sea en ayudarla a volver a su casa —comentó Brandr, luciendo algo indignado por primera vez desde que Linda y Gerardo lo conocieron—. Ahora, debemos seguir nuestro camino, y antes de avanzar, estos tres deben saber sobre este mundo.
Ya que el chico daba algo de miedo con esa expresión en su rostro, especialmente para el niño que fue rescatado por Gerardo, Linda se ofreció a dar la explicación sobre el valle, y lo que sabía de la situación, mientras el otro par hacia lo posible por consolar al pequeño. Aquello no alegró al más joven del grupo, y de hecho, entró en llanto una vez más.
—¡Quiero ir con mi mami y mi papi! —gritó el pequeño a todo pulmón, poniendo más nerviosos a la joven mujer y al motociclista—. ¡No quiero estar aquí más tiempo!
—¡Tranquilo, amiguito! —expresó Gerardo, dando un abrazo al chico—. Nos toca cuidarnos entre nosotros.
»No vamos a dejar que nada les pase, y los vamos a ayudar en lo que se pueda para que vuelvan a sus casas.
»Pronto, podrás ver de nuevo a tus papitos.
»Es una promesa.
Con la mano izquierda, el muchacho daba unas palmadas suaves en la espalda del menor; con la derecha, dio algunas más en la cabeza del chiquillo.
Brandr hacía gestos que le sacaron risas al niño, y Gerardo no pudo evitar unirse cuando vio aquello.
Linda, al ver a su amigo con tal actitud, se sorprendió y emocionó de verlo ayudando, pero más impactante para ella fue ver un mar de lágrimas en su viejo amigo. La chica llegó a cuestionarse si esto se debía a qué él extrañaba a su padre, y tenía miedo de perder a su madre en cualquier momento. No sabía qué decir, y por ello, Brandr la tomó de la mano.
—Creo que es el mejor hermano mayor que uno puede pedir —declaró aquel chico a la muchacha—. Tú también eres como una grandiosa hermana para mí.
En respuesta, la chica sonrió para el de traje blanco.
Los tres amigos dijeron que estaban por llegar a un pueblo en el que habían más personajes de historias incompletas, por lo que existía la probabilidad de que algunos de ellos pudieran encontrar una salida de vuelta al mundo real. Eso puso de mejor humor a los recién llegados a este mundo tan extraño, singularmente al menor de todos.
[...]
Media hora más tarde...
—¡Ya no quiero caminar más! —protestó el niño haciendo berrinche, golpeando y pataleando el suelo.
Él era un chico de unos seis años. Todavía llevaba puesto su uniforme escolar que constaba de un suéter verde sobre una camisa blanca, unos pantalones delgados en color gris con cuadros bordados. Su nombre era Darío.
La mirada de este chico se posó en Brandr de manera repentina.
—¡Tú cárgame! —berreó aquel chiqullo
El joven del mundo de fantasía no tenía ni la más mínima pista de lo que el pequeño deseaba, y de de la nada, se volvió un caballo
—¡Ay no, me volví furro! —gritó Brandr el purasangre.
Gerardo y Linda quedaron perplejos tras el evento, fue así que a la chica se le ocurrió algo.
—¿En alguna historia que hayas escrito hay personas con poderes? —cuestionó Linda a Dario con un tono de voz suave y cálido.
El chico asintió con la cabeza.
—Hice un cuento en el los niños tienen poderes mágicos —declaró mientras Gerardo lo ayudaba a subir al lomo de Brandr—. Podemos cambiar las formas de objetos y personas.
«Mejor no lo hago enojar», reflexionó la chica, guardándose aquel temor que le infundió la respuesta de Dario.
Los otros estaban algo sorprendidos. ¿Y si ellos también tenían algo de sus historias? Pero, por lo pronto, deseaban seguir el camino al pueblo más cercano junto a Brandr, el caballo enojado.
Ya casi anochechía, por lo que el grupo decidió tomar un descanso. Los del mundo real no necesitaban dormir o mucho reposo, pero para Brandr las fuerzas iban mermando. Incluso volvió a su forma normal.
Linda miró el cielo, y de pronto, alguien la tomó por detrás. Era un sujeto alto, de vestimenta elegante, pero un poco vieja. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas negras.
—¡Suelta a Linda! —exigió Gerardo al desconocido.
—¡Lo haré hasta que mi autora termine mi obra! —respondió el desconocido.
El motociclista decidió ayudar, pero el misterioso hombre sacó un cuchillo con el que llevó al cuello de Linda.
—Me han dicho que las historias se pueden seguir desde la copia de seguridad de una biblioteca escondida —declaró el rarito ese—. Después, Aurora será libre de buscar a otro personaje de mi historia para que la ayude a volver a su mundo.
Aquel tipo de refirió a la chica que llegó al valle junto a los otros dos.
—Pero ese personaje pasaría de habitar el Valle de la creatividad, al Valle del triunfo. —comentó Brandr, pues el ruido lo había despertado—. Sería un viaje muy largo, y yo no puedo guiarlos allí.
»Al ser un personaje de una historia incompleta, tengo prohibido entrar.
—¿Hay más de un valle? —cuestionó Gerardo.
El lugar comenzó a cubrirse de humo. Una chiquilla apareció montando una escoba voladora, llamando la atención del motociclista.
—¡No puede ser! —dijo el hombre del mundo real con un aire de asombro—. Ella es...
—¡Soy Ivette, la bruja más chiquita y poderosa del reino del oeste! —anunció la chica, y apuntando con una varita mágica a Gerardo—. ¡Y ese chico se convertirá en mi mono sirviente si mi autor no termina mi cuento!
La joven bruja se carcajeó con una risa villanezca.
—Pero lo dejé así porque quiero pensar en un final perfecto para que mi niña lo disfrute —mencionó el hombre—. Por favor, dame tiempo de pensar bien el desenlace para poder leer el cuento junto a mi hija de cinco años.
Mientras todos estaban distraídos, Brandr aprovechó la oportunidad de convertir su lanza de nuevo en una espada, y así usarla para herir al personaje que quería secuestrar a Linda, logrando liberarla.
—¡Conviértete en popo! —dijo Darío a la bruja, y ella... tomó ese aspecto.
—¡Qué asquito! —protestó Gerardo, pero agradeció al pequeño por su ayuda—. ¿Y si conviertes en gusanos a esa menuda montaña de porquería y al otro?
El chico estaba de acuerdo en hacerlo. A Brandr se le ocurrió que también podía convertir a uno de ellos en un bicho y convertirlo a él en un ave hambrienta de insectos, sólo para darles un buen escarmiento a esos dos. A Linda le pareció un poco tétrica la idea, pero el niño lo hizo de todos modos.
[...]
Ya amanecía, y mientras sus más recientes enemigos huían hasta volver a la normalidad, el grupo de humanos del mundo real y Brandr llegó a un pueblo pesquero.
El motociclista tuvo una corazonada. Sentía que iba a encontrar a su personaje en ese lugar, pues este era un joven aspirante a pescador. Los demás los siguieron sin rechistar.
—¡Los encontré! —comunicó el hombre.
Era un niño de una edad similar a la de Darío acompañado de su progenitor. Más sorprendente, fue que, dentro de una cabaña, se podía ver a un sujeto con aspecto similar al del que intentó usar a Linda para sus planes.
—¡Yo también tuve suerte! —comentó la chica.
Cuando ellos se reencontraron con sus personajes, explicaron sus motivos para no seguir con sus historias. El motociclista tuvo un accidente que lo dejó postrado en una cama de hospital, mientras que a Aurora le habían robado su tablet en el mundo real.
El pequeño Darío no tuvo suerte de encontrar a algún personaje suyo, por lo que estuvo a nada de lloriquear.
—Puedes acompañarnos a la ciudad a la que vamos —comentó Linda—. Seguramente encontraremos ayuda, al menos.
Gerardo tomó de la mano a Linda de la mano.
—Nosotros te vamos a cuidar bien y haremos lo que esté en nuestro pode para ayudarte, pequeñín —afirmó el chico con una sonrisa que deslumbró a su vieja amiga—. También Brandr estará aquí para ayudar.
—¿Y yo por qué? —demandó indignado el referido.
—Porque sí, y te callas —replicó Gerardo, dedicando una mirada penetrante al de traje blanco.
El motociclista y la chica todavía no eran regresados al mundo real, así que algo vino a los pensamientos de Brandr.
—¿Ustedes solamente pueden regresar a su lugar de origen a sus respectivos creadores? —inquirió el chico de la lanza.
—Lo siento, joven amigo —replicó el sujeto de traje de tiempos antiguos—. Sólo los autores pueden ser llevados por sus propios personajes.
»Soy un espía, y he reunido toda esa información para saber si me sería útil para ayudar a otros escritores que han caído en este mundo a la fuerza. Supe que Aurora terminó aquí, gracias a mi capacidad de reunir datos.
Aunque no negó que si pudiera hacerlo, ayudaría a Linda, Gerardo y Darío a volver a sus hogares.
Aquellos que se iban se despidieron de los que se quedaban. El muchacho volvió a tomar a Linda de la mano, y ella no pudo evitar sonrojarse.
—Seguimos atrapados en este mundo, pero me alegra estar aquí contigo, Linda —expresó el chico, mostrando una sonrisa, lo que enrojeció más el rostro de su amiga.
—¿Qu-qué estás hablando, Gerardo?
—De que estoy feliz de estar aquí contigo —replicó con una mueca alegre—. Gracias a este lugar, pudimos hacer las paces, así como pude recuperarte.
Los ojos de Linda se llenaron de lágrimas. Ella dio un abrazo al muchacho, agradeciendo sus palabras.
—¿Ya son novios? —preguntó Brandr a los dos.
—¡Qué no! —protestaron ambos, dando cada uno un coscorrón al joven, riéndose un poco, dejando a Brandr tirado en el suelo.
Por ahora, el grupo había crecido y antes de poder avanzar, el espía se acercó a ellos antes de irse
—Si van a la capital, los tres podrán regresar a casa —declaró, dejando boquiabiertos a los jóvenes del mundo real—. No sé de nada respecto a algo que pueda ayudar al joven Brandr.
«Pero yo sí», pronunció aquel ser que no podía ser escuchado por los muchachos.
—Agradezco la información de todos modos —comentó el pibe bien vestido.
Aunque en realidad sentía una opresión en el pecho. Sus amigos volverían pronto y él no tendría nunca más su compañía. Una promesa era una promesa. Debía cumplir con ayudarlos a volver.
—Espero que al menos tenga al viejo un poco más —dijo Brandr para sí mismo—. No quiero estar solo otra vez.
»No me gusta estar así.
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