La capital del valle

Nuestros cuatro viajeros celebraron con gritos rebosantes de alegría su arribo a la ciudad más grande de todo el Valle de la Creatividad. El lugar, con un toque de una zona colonial, estaba repleto de personajes de historias inconclusas.

—¿Será que el Valle del triunfo se ve tan lleno como este lugar? —inquirió Brandr al ver las calles repletas de gente que caminaba por todas direcciones.

Antes de avanzar, el chavalito de traje blanco se detuvo frente a sus amigos.

—Me gustaría que me acompañen a la casa del abuelo que me cuidó antes de conocerlos a ustedes —pronunció el chico con un aire de nostalgia.

»Allí podremos trazar un plan para buscar a sus personajes y prepararlos para su regreso al mundo del que provienen.

Los jóvenes de secundaria, con complicidad en sus rostros, aceptaron la propuesta.

—Si se van antes de que encontremos ayuda para Dario, yo lo acompañaré —dijo con una sonrisa que ocultaba lo que en verdad sentía—. Es mi trabajo ayudar a otros a volver a su mundo.

«Y siento algo peculiar estando cerca de él, como una especie de cariño que no me puedo explicar», caviló el personaje de este mundo.

—Te lo agradezco realmente, Brandr —manifestó Gerardo, acompañando sus palabras de unas palmadas en el hombro de aquel pibe—. Eres un grandioso amigo, y nosotros buscaremos lo que nos sea posible de tu autor.

«Aunque hace años que no sé de él, y el profesor también afirmó que lleva tiempo sin verlo», reflexionó con un nudo en el estómago.

El trío del mundo real siguió a Brandr por las calles en las que diferentes comercios, casas modestas , y otras lujosas se alzaban. No era muy distinto a la zona céntrica de la ciudad que habitaban. Estaban hambrientos y con sueño.

Tenían la esperanza de que pronto estarían de vuelta en sus casas, regresarían con sus familias, volverían a la normalidad, aunque habrían algunos cambios en todos ellos tras haber caído en el peculiar mundo de fantasía.

—Darío, ¿por qué dejaste de escribir tú? —cuestionó Linda, agachando su cuerpo para que su rostro quedara a la altura del más pequeño de ellos.

—Es que ya no sé qué más poner —respondió el chiquillo, sintiendo mucha vergüenza.

En verdad se había sentido muy alegre cuando recién había comenzado en el mundo de la escritura. Todo cambió con aquel incidente.

Desde aquel momento, todo era distinto para él. Su madre pasaba mucho tiempo en el hospital cuidando de su hermano mayor, y él pasaba mucho tiempo en casa, sin nadie con quien jugar.

A él también le gustaba escribir, pero, según su madre, seguía dormido allá.

«Tal vez el pobrecito está muy cansado y le duele todo», pensó el pequeño tras traer a la mente a tato.

—Si necesitas inspiración para continuar, puedes pedir a tus padres que te lean cuentos, aunque ver un rato la tele también ayuda un poco —mencionó Linda, dando palmaditas suaves en la nuca de Darío—. Puedes incluir algo de lo que te ha pasado en el día también.

El chiquillo sonrió en respuesta. Aquel gesto hizo que la chica se acordase de Takeru, el hijo del profesor, pues las mejillas de ambos adquirían una coloración rojiza al sonreir.

—Puedes todo lo que encuentres en el mundo real o este mundo de igual forma —expresó Gerardo, animando al menor del grupo—. ¡Sé que puedes lograrlo!

»¡Tienes talento para imaginar cosas! Mira que transformar todo lo que ves de este mundo ya es algo.

»Se nota que tienes mucha creatividad, amiguito.

Los ojos del chico centellearon con intensidad ante las palabras de aliento de dos sujetos mayores a él que lo animaban a no rendirse, y convirtió a Brandr en un conejo blanco. El muchacho estaba enojado, pero se le pasó rápido cuando Darío lo cargó para hacerle cosquillas en su suave y peluda barriga de roedor.

—¿Podrías regresar a Brandr a la normalidad? —cuestionó una nerviosa Linda al más joven del grupo—. Es que sólo él sabe encontrar el lugar de su abuelito, y nosotros no tenemos idea de por dónde empezar a buscar a nuestros amigos que viven en la ciudad.

Brandr volvió a ser un jovencito de traje blanco. Regañó a Darío por haberlo convertido en un animal, pero fue regañado de vuelta por Gerardo, ya que sus gritos asustaron al menor.

—No tienen remedio estos tres —protestó una agotada Linda para el aire, mientras Gerardo seguía reprimiendo a Brandr.

Pudieron continuar su andar cuando la chica tuvo que intervenir para terminar con los regalos, llegando a tomar de una oreja a los muchachos, mientras Darío los seguía por detrás.

Pasaron por una sección de casas hechas de piedra a otra más con cabañas de todos los tamaños posibles.  Algunas de estas poseían bellos jardines delanteros, otras más eran negocios, y luego de unos cuantos minutos caminando juntos, el grupo de cuatro dio con una casa grande y vieja hecha de madera. Tenía el jardín más grande que habían visto hasta ahora, con flores de todos los colores y animalejos pequeños paseándose por allí sin pena ni gloria. La vida era abundante. Brandr se mostró contento. Su corazón latía a mil por hora. Finalmente estaba en casa una vez más.

Un hombre de avanzada edad, vestimenta humilde, y aspecto serio, abrió la puerta. Los ojos del chico bien vestido se hicieron grandes y brillantes. Su rostro tenía dibujada una gran sonrisa. No pudo contenerse, así que corrió a abrazarlo como si en verdad afuera nieto de este.

—¡Abuelo! ¡Abuelito! —gritó el muchacho, aferrándose bien al viejo al que consideraba como su yayo.

Linda y Gerardo quedaron conmovidos la escena, particularmente el último de los dos, ya que la familia de su padre no lo volvió a contactar tras perderlo a él, ni siquiera su propio abuelo.

El hombre recibía con ánimos la calurosa bienvenida de aquel jovencito al que dio alojamiento.

—¿Tuviste éxito en encontrar pistas de tu autor en la biblioteca de la que hablamos antes de que salieras de viaje, muchacho? —inquirió el hombre para el pibito de traje blanco.

El de traje blanco aprovechó para presentar y hablar un poco de sus amigos humanos, y este parecía atónito en cuanto supo que los acompañantes de este provenían del mundo real. En tanto, Gerardo hacía cosquillas al más joven de ellos.

—¡No te me vas a escapar, pequeño bribón! —expresó un extasiado Gerardo.

—Se le da bien cuidar de niños —dijo Linda al ver a su amigo divirtiéndose con Darío.

«Seguramente sería un padre excepcional, como lo fue el suyo para él», dijo par sus adentros, pues verlo así en verdad le recordaba a cuando de pequeño el moreno jugaba con el hombre que permitió su existencia.

El anciano también estaba animado ante la escena, pero era momento de volver adentro de su morada.

—¡Sean bienvenidos! —dijo el viejo a los acompañantes de su nieto postizo—. Aquí podrán descansar y comer todo lo que quieran antes de que decidan continuar con el final de su viaje.

Una vez dentro, el yayo de Brandr comenzó a cocinar para sus invitados, al tanto, Darío usó su habilidad para convertir en un cachorro al chico, y este huía ya que no quería jugar con el niño por el momento.

Aún así, tenía que hablar con aquellos dos chicos con los que Brandr dio con la biblioteca. Se le veía bastante serio, y a la vez, perturbado.

«Así que ese es el "viejo lesbiano" que ha cuidado de mi peón más importante», pensó aquel ente que no era percibido por los demás.

—Conozco a este chico desde antes de lo que le sucedió —confesó el hombre—. Su creador se encuentra en este mundo, y es posible que también tenga relación con la llegada de otros autores al Valle de la Creatividad, incluyéndolos a ustedes dos, muchachos.

»Desconozco sus intenciones, pero, borrar los recuerdos de Brandr fue demasiado.

»Por favor, hagan que el autor de la historia del muchacho recapacite y termine su historia. Hace años la dejó en abandono, y un día, sin más, sólo lo dejó a él. 

—¿Cómo era Brandr antes de lo sucedido con su obra de origen? —preguntó Linda, sintiendo preocupación por su joven e inquieto amigo. 

—Igual que ahora, pero puedo notar que algo cambió en él —respondió el anciano—. Antes no guardaba tanta tristeza en su corazón. Era mucho más sonriente y bastante vago, pero protegía a otros de personajes malvados que escapan de otro de lugares vecinos.

»El valle cambió con la llegada de su autor, y las invasiones de aquellos personajes con destinos de villanos fue en aumento.

—¿Qué otros valles existen además de éste? —cuestionó Gerardo, pensando en lo realmente extenso que podía ser el mundo de fantasía.

—Pues verán, están el Valle del Triunfo, el Valle de los Villanos Secundarios, el Valle de lo Más Profundo, Tiesolandia, El Valle del Manga, etc —replicó el chico, todavía transformado en perro.

—Oye, Darío, ya regresa a Brandr a la normalidad —advirtió Linda antes de reprenderlo—. Nuestro amigo no es ningún juguete al que debamos hacerle travesuras a cada rato.

Y así, una vez más Brandr volvió a ser el de antes.

El viejo llamó a los cuatro a la mesa, y el grupo comió hasta no poder más. Jugaron juntos, bromearon, y se divirtieron como una gran familia. Brandr y Darío se quedaron dormidos, con el primero abrazando al otro.

—Según me enteré por el propio Brandr, antes de la perdida de sus recuerdos, su autor tenía un hermano pequeño que debe tener la misma edad que aquel chico que vino con ustedes —confesó el hombre—. ¿Será una mera coincidencia?

—De no ser por usted, no sabríamos que Takeru está aquí también —declaró el moreno—. ¿Habrá venido con usted para buscar a Brandr?

El anciano negó con la cabeza. Había sido Brandr quien lo encontró antes de todo aquello que pasó, y de la desaparición de otros personajes de su historia. Aunque no conocía nad detalles como el nombre por el que fue llamado por Gerardo. Lo conocía con aquel sobrenombre por el que el bien vestido lo llamaba.

De repente, para Linda el temor de Brandr a quedarse solo podría estar relacionado con la personalidad de su creador. Si Takeru era en verdad su creador, tal vez el miedo a quedarse solo provenía de los sentimientos que tuvo cuando sus padres llegaron a separarse.

—¿Nuestros personajes tendrán algo de nosotros? —preguntó Gerardo al viejo con cierto aire de nostalgia y preocupación.

—Siempre he creído que cada personaje tiene un poco del alma creadora de los autores de sus historias de origen —replicó el hombre—. Creo que no todo lo del pasado de Brandr está perdido.

»Si su autor guardó parte de él dentro suyo, creo que es posible restablecer al muchacho a como era antes.

El moreno observó con atención al más joven entre ellos, siendo abrazado todavía por Brandr.

—También está el asunto de encontrar a algún personaje hecho por Darío —expresó Gerardo, inquieto por dejar solo al pequeño travieso—. Creo que deberíamos de ayudarlo a volver también, antes de que Linda y yo regresemos a casa.

»Aunque me gustaría regresar antes, siento que no está bien dejar solo a un niño tan pequeñito como él.

—No temas eso, muchacho —contestó el viejo, mientras colocaba leña en la chimenea de la sala de estar—. Brandr y yo nos vamos a asegurar de que él no esté solo y pueda regresar.

»Ya les dijeron que puede encontrar la forma de que vuelva en la ciudad, así que nos haremos cargo.

»Lo preocupante sería si se diera el caso de encontrar a muchos más autores en la misma situación que ustedes tres.

Todavía era una incógnita la razón por la que las abducciones del mundo real al de fantasía ocurrían. No había información al respecto.

El hombre se rozó la barba con las puntas de los dedos, pensando que podría encontrar la respuesta así encontraba a una mujer que solía vagar por el valle.

También se a sus oídos llegaron varios rumores acercade que en los últimos días se habían visto a más personas del mundo real en busca de sus personajes en los distintos pueblos, y a pesar de ello, el número de personajes de historias incompletas no disminuía.

Y así fue como finalizó la conversación, acompañada por varios pensamientos inquietantes que el anciano no sabía si revelar a los chicos para no preocuparlos de más.

Durante la noche, Linda contemplaba la ciudad desde el segundo piso de la cabaña del abuelo de Brandr. Era bastante parecido a los cielos nocturnos del mundo real, sin tantos colores en el cielo, más que un profundo negro con varios puntos brillantes. La capital realmente era enorme. Las casas tenían luces encendidas, indicando que la vida nocturna también existía en este mundo. Lo que ella quería, era volver pronto con su familia. Aunque se llevaría los recuerdos de conocer el Valle de la Creatividad y sus peculiares habitantes.

Gerardo, en completo silencio, apareció detrás de ella y la abrazó. Las mejillas de la chica se tornaron rojas ante el contacto y cercanía del muchacho, pero él tenía otras intenciones.

—Sé que te preocupas por Brandr y Darío. Yo también lo estoy. Te propongo algo...

Y así, la muchacha escuchó atentamente lo que su amigo tenía que decirle.

«Pobres cositas feas. No se han dado cuenta de lo que se viene», manifestó aquel ser que siempre estuvo al pendiente de ambos.

Tenía cierto toque infantilezco.

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