CAPÍTULO XI
Cuando abrió los ojos estaba en la misma torre pero la única compañía que quedaba era la de Elaine, viéndose segura se sentó con movimientos torpes llamando la atención de la chica.
– ¿Te sientes mejor?
Irina negó con el rostro, sentía como si un meteorito hubiese colisionado con su cabeza. Un ligero brillo llamo su atención por lo que deposito su vista en el colgante que ahora estaba en su cuello, acariciándolo con rareza.
–Mi abuelo lo hizo para ti.
– ¿Realmente son dioses?
No había otra cosa en su mente, pudo ser otro sueño raro pero descarto la idea al ver a la chica a su lado, tímida y nerviosa, más aquella torre tétrica.
–Sí, ellos son dioses.
–Tú también...
– ¡No! Mi padre es un dios, yo solo soy la hija de una mortal que cedió a sus encantos –había cierto rencor en su tono– Irina, es hora de irnos.
La rubia asintió y se levantó con ayuda de la semidiosa, bajar los escalones fue todo un tormento pero logro vencer la prueba gracias a la compañía de Elaine, después de eso caminaron por las calles vacías de la ciudad, la noche se había apoderado de los alrededores por lo que solo quedaban ligeros sonidos nocturnos y algunos transeúntes que buscaban aventuras por los puestos más bulliciosos de la ciudad, justo llegaron a la avenida donde se despedirían cuando Irina fue consciente de ese punto, a la derecha seguía el camino de una y a la izquierda el de la otra.
–Bueno, nos vemos mañana –ahora que Irina sabia la verdad de su familia Elaine no sabía como tratarla– Q-Que descanses...
Se despidió con su mano y le dio la espalda, alejándose con lentitud pero antes de que pudiera cruzar la calle fue detenida por la voz de la mortal.
–Elaine...
La nombrada se giró y al ver el rostro quebrantado de la mortal se compadeció, sonriendo con dulzura.
–No te cohíbas conmigo, somos amigas ¿No?
Los labios de Irina se apretaron en una línea dolorosa y cuando los abrió otra voz conocida por ambas las alerto.
– ¡Oye! ¡Debemos irnos ya!
–Pol favol, no sean así –canturreo otro hombre, su voz también era conocida– Sholo una mash.
Elaine se volteó con apuro y expuso un gesto lleno de terror, Eros se aferraba a los hombros de Deimos y otro hombre que Irina desconocía pero noto que era idéntico al otro.
Esos tres eran dignos de ser llamados divinidades.
– ¿Tío...? ¿Qué le sucede a... él?
La rubia guardó silencio mientras que la semi mortal corría al encuentro de Deimos, el extraño y Eros.
– ¿No te dije que lo buscaras? –le regaño el dios– Fobos, ve y trae el auto.
–Hmm.
Soltando al dios del amor para cumplir la petición se alejó por una esquina del local.
– ¿Está bebiendo de nuevo?
– ¿Eh? –finalmente el borracho del grupo se percató de la chica y sonrió atontado queriendo soltar su apoyo, se le notaba feliz– Elaine, mi niña...
– ¡No te muevas idiota!
– ¡No estoy tomando! –ignoro los regaños de su hermano– Definitivamente no estoy tomando.
– ¡¿Quién te va a creer esa mentira?!
Deimos estaba harto del comportamiento del dios supremo del amor.
–No estoy tomando porque él no me deja beber –reacomodo lo dicho y apunto con su dedo justo en el rostro del otro provocando que se enojara aun más, dejándolo caer al suelo– ¡Ahh!
– ¡Papá! –Elaine se arrodillo a su lado, el socorrerlo en esas circunstancias era intuitivo– ¿Estás bien? ¡Tío! ¡¿Por qué le hiciste eso?!
–No es como si se fuera a morir –saco un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió sin ningún tipo de culpa observando a la humana silenciosa– ¿Qué hace ella aquí?
Eros apretó los labios y gruñó enfadado, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
– ¡No te me acerques! –le grito avergonzado a su hija quien se quedó paralizada mientras procesaba lo que sucedía– No te me acerques...
Balbuceo a punto de llorar como un niño pequeño, Irina se acercó al grupo y ayudo a levantar a la chica.
–Muchas gracias –hablo la chica con una sonrisa gentil, se le veía atribulada pero aun así fingía estar bien.
Un auto se estaciono unos segundos después, Deimos tomó por las fuerza al dios y lo arrastro al interior, en ese instante volvieron a despedirse y cada uno se fue por su lado, la humana se quedó un par de minutos en el lugar, procesando lo que estaba aconteciendo en su vida, luego retomo su camino de regreso, era muy tarde y estaba muy lejos para ir a su casa.
– ¿Irina? –pregunto Hermes cuando la vio al hotel, estaba tan cansada y asustada que no lo distinguió a la distancia– ¿Te encuentras bien?
La chica le sonrió con desgano y se sentó a su lado.
–Estoy preocupada.
– ¿Puedo saber por qué?
Su mirada era ilegible, Hermes no demostraba emoción alguna aunque sus palabras dijeran lo contrario, si estaba preocupado o curioso era del total desconocimiento de la mortal.
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Elaine ayudo a sus parientes para que acomodaran a su padre en el sofá de su apartamento, los despidió en la entrada de forma respetuosa y regreso para confrontar a su absurdo progenitor y hacerlo comer algo, según Fobos llevaba días sin probar ningún tipo de alimento o energía.
–Ya regrese, preparare la ce... –dejo de hablar cuando vio el sitio vacío, ¿En dónde estaba su padre? Corrió a la ventana y la noto cerrada, de allí salió al baño pero tampoco estaba– ¡Papa! –estaba al filo de un abismo cuando el sonido de un vidrio rompiéndose en su habitación la alerto, camino desesperada hasta el sitio encontrándolo en la cama, sollozando y mirando la luna a través de su ventana, se quedó en silencio permitiéndole el espacio para hacer sus berrinches pero en vez de eso escucho una suave disculpa– ¿Por qué haces todo esto? ¿No tienes suficientes hijos para atormentar que debes perseguirme por el mundo?
–Elaine...
–No digas mi nombre, no tienes el derecho –le acuso con lágrimas en los ojos– Haré de cenar, espero que por lo menos tengas la decencia de comer lo que tu hija prepara para ti.
Salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí, ambos derramando un océano de sufrimiento y malos entendidos.
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Al otro día visito el hotel donde trabajaba su padre encontrándose con Irina en la recepción, se saludaron como buenas amigas que eran y se sentaron a desayunar en el lobby, aun cuando Irina le pidió que fueran al restaurante ella le dijo que el lugar era como su casa por lo tanto comería donde quisiera. Al terminar, los platos fueron recogidos y un silencio incomodo las rodeo, finalmente Elaine decidió romperlo.
– ¿Quieres preguntar algo?
–No.
– ¿Entonces porque estas tan seria?
–Porque no entiendo el significado de muchas cosas que me dijeron –fue sincera, aquello era demasiado surreal para descodificarlo en una sola noche– Siento que estoy enloqueciendo.
–Oye Irina, ¿Por qué quieres seguir trabajando aquí?
¿Esa pregunta era tan predecible pero al mismo tiempo profunda?
¿Era por los beneficios que le daría a su currículo?
Sí, eso pudo haber respondido unos días atrás pero ahora era algo más, deseaba corresponder la confianza que le entrego Eros e impresionar el punto de vista de Hermes.
Era por Hermes.
–Quiero conmover a un dios.
– ¿A un dios? –la mirada de la semi diosa se ensombreció comprendiendo los sentimientos ocultos detrás de aquellas palabras, pudo haber alagado su valor pero recordando el sufrimiento de su madre dio por hecho de que era un terrible error– ¿Por eso te estas esforzando tanto?
–Es difícil comunicar los sentimientos, ¿No es así?
–Sí, lo es pero, no veo ningún provecho en que hagas todo esto por un dios, ellos... ellos no te verán nunca como un igual, los mortales son... somos... una burla para ellos, un pasatiempo del cual se aburren en menos de una década –sus ojos se entristecieron a medida que avanzaba con su punto de vista– No quise decirte que mi padre era Eros porque él vio como mi madre sufrió desamor a causa de su abandono, por culpa de una riña con Apolo, ambos decidieron que estarían a mano si él rompía su corazón en pedazos. Y lo logro, aunque jamás se imaginó que yo estaba en su vientre y para cuando nací fue tarde, ella se suicidó. Mi madre había emigrado, por eso nadie supo si tenía familia, fui criada por mis parientes paternos, todos dioses, cada uno más complicado que el otro, con creencias y caracteres diferentes. Me harte de eso y regrese a Corea, mi madre era originaria de allí y me fue bien, honestamente estuve feliz por mi cuenta algunos meses y después, los años hicieron estragos en mi –un pequeño rastro húmedo resbalo por sus mejillas, era la primera vez que hablaba de eso con alguien– No sé cómo comunicar lo que siento.
–Tengo entendido que no te llevas bien con tu padre.
–No hubo ningún motivo que nos hiciera llevar así, él siempre intento ganarse mi confianza pero... tengo este resentimiento y remordimiento atrapado en mi pecho. Si él no hubiera posado su atención en mi madre, Apolo no hubiese amenazado su seguridad, su esposa no hubiera sufrido la infidelidad cuando nací y no hubiera sido la hija bastarda de Eros.
Irina no dijo nada, no tenía palabras para consolar a su amiga porque se sentía ajena a ese dilema, imaginaba lo difícil que debió ser para ella crecer sin su madre, la suya había sido el pilar fundamental de su pequeña familia y compartía esa pequeña empatía con ella, por eso hizo silencio y escucho cada palabra, notando como Hermes las veía desde lejos. Supuso que él también estaba escuchando el asunto porque su rostro se veía compadecido, era la primera vez que veía algo más en su mirada.
–Pero la verdad, yo... –se estremeció por culpa del llanto– Yo solo estaba feliz de que al menos él estuviera vivo –sin poderlo contener lloro desconsolada, abrazando a Irina para esconder su rostro de los que pudieran pasar por el sitio– Pero ahora todo es tan incómodo, él cree que lo odio y no pude decirle lo que pienso en realidad.
–Claro que puedes, solo búscalo y díselo.
–No puedo hacerlo –Irina la apretó en su pecho, conteniendo la rabia que sentía al saber que habían personas con tan hermosos sentimientos que no podían expresarse por miedos como esos, eran iguales de cierta forma– Cuando veo su rostro me imagino lo enamorada que estuvo mi madre y lo infeliz que fue por su abandono, ¿Cómo puedo decírselo? No lo merece, no merece mi perdón.
–Elaine, ¿Crees que tu madre sería feliz si finges odio por tu padre? –la chica dejo de llorar y se levantó para observarla directamente a sus ojos– Mi madre siempre nos cuidó, cuando mi padre se fue no había nacido así que sé poco de él, sin embargo, ella nunca hablo mal de su persona. Todas sabemos que él fue un irresponsable y que no merecía el aprecio con el que lo recordaba pero con el tiempo comprendimos que no se debía a falta de amor propio por parte de ella sino al exceso de el. Mi madre tenía un corazón tan grande que nunca le deseo mal a ese hombre que nos abandonó, al contrario, estaba agradecida con él por haberle dado la oportunidad de ser madre. Tu madre te amaba y lo amaba a él, por eso te trajo al mundo, tal vez exista algo que no sepas y por eso vez ese matiz tan oscuro, dale una oportunidad.
Bajo el rostro, se sentía contrariada.
–Es que yo cada vez que pienso en decirle algo, todas las ideas, mis pensamientos, mis emociones, se desvanecen completamente de mi cuerpo –ladeo el rostro contemplando la mirada oscura de Hermes, desvió de nuevo su atención a sus manos– Lo intento pero no puedo. Nunca podre, es inútil. Gracias por escucharme Irina –se levantó avergonzada tomando su pequeño bolso de mano para correr, no pensó que un dios estaría cerca, seguramente había escuchado todo y con lo comunicativo que eran se lo dirían a Eros y obviamente lo negaría con fervor, discutirían y tendría que marcharse a Corea de nuevo para poder lidiar con la situación– Nos vemos luego.
La rubia se quedó en el sitio pensativa, incluso cuando sintió el peso del dios mensajero tomando el lugar de Elaine.
– ¿Quieres ayudarla, verdad? –pregunto el dios con un gesto cálido– Siempre deseas hacerlo, ayudas a todos aun cuando no puedes ayudarte a ti misma.
– ¿Puedes escribir una carta para mí? –toco el objeto que pendía de su cuello y se lo mostró– Te pagare con este colgante.
– ¿A quién quieres escribirle una carta?
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– ¡Papa! Abuela se enfadará si sabe que deje la mansión.
Dijo una pequeña niña mientras subía unas empinadas escaleras de una vieja torre abandonada, su padre había tomado la forma de un niño de su edad para jugar con ella.
–Esto está muy alto y oscuro, tengo miedo.
– ¡Vamos! No tengas miedo, soy tu papa después de todo.
Le dijo deteniéndose más adelante, la niña alzo la vista y vio su mano extendida hacia ella, la tomo con dudas pero no evito reír llena de felicidad. La jalo con dulzura y siguió subiendo sin temor hasta que finalmente llegaron a la cima.
–Ya llegamos, apúrate, es por aquí –canturreo con su voz infantil, la niña estaba impresionada con los dones de sus familiares, en ese entonces no sentía recelo ni sufrimiento porque no conocía la verdad detrás de la muerte de su madre– ¿Lo ves? ¿El cielo?
Le señalo el hermoso atardecer, desde ese lugar era impresionante. Un hombre rubio con cadenas en sus manos y cuello les observo con una sonrisa mientras seguía pintando un lienzo parecido a lo que demostraba el cielo.
–Es tan bonito –corrió hasta el borde para verlo todo mejor.
– ¿Has traído a tu hija, Eros? –la voz de una dama la asusto, se dio la vuelta para ver como emergía una silueta femenina de la oscuridad, su rostro era precioso– Es todo un placer conocerte, Elaine. Soy Nyx.
–Y yo soy Helio –dijo el hombre dado por terminado su creación, dejándola expuesta para todos– Espero nos visites más seguido.
Un dios luminoso y arrogante llego en un auto dorado, jalando las cadenas del rubio, Eros chasqueo su lengua con enfado y Helio negó con el rostro, desestimando el asunto.
–Apúrate grandulón, se me hace tarde para una cita que tengo –explico el hombre morado, no sin antes mirar de reojo a la pequeña– Tan linda como su madre, ¿No?
Carcajeó complacido arrancando el vehículo, Helio corrió detrás de él perdiéndose en el cielo, dando así por terminado los últimos rayos de luz. Nyx se sentó en el borde del lugar tomando con su mano aquel bello paisaje que había sido dibujado por el titán para luego extendérselo a la infante.
–Toma, es para ti.
– ¿Para mí? –miro a su padre y él asintió emocionado– ¡Gracias! Está muy bonito.
Los ojos de Eros observaron aquel viejo cuadro que estaba en su oficina, se encontraba sentado detrás de su escritorio, beber en el bar de Dionisio siempre le traía las peores resacas de su vida, el licor humano no le ocasionaba nada. Estaba cansado, la vida mortal era corta y su hija pronto partiría de ese mundo sin haberlo perdonado por culpa de Apolo, quien le relato el motivo de la muerte de su madre.
Claro, se evitó comentar algunas cosas para dejarlo mal parado y con lo culpable que se sentía, prefirió quedar como un villano a decir la verdad.
¿Por qué era tan inútil?
Su presencia solo traía daño y desconsuelo, ¿Cómo podía ser llamado dios del amor?
La puerta fue tocada con fuerza, suspiro cansado antes de hablar.
– ¡Entra!
Hermes asomo su rostro al abrir la puerta, Eros sonrió al verlo, aunque la sonrisa no llego a su mirada, ¿Por qué tocaba la puerta si siempre aparecía sin avisar?
Al pasar se detuvo delante de su escritorio y extendió una carta.
– ¿Qué es esto?
–Una amm... no, es una confesión –se corrigió al instante, pensando en otro termino para usar– Es una carta. Elaine tiene algo que decirte pero siente temor de lo que piensa, por eso Irina se tomó el atrevimiento de expresar sus palabras y he escrito estás líneas.
– ¿Es de Elaine? –tomo el sobre algo conmocionado, abriéndolo sin esperar a que el otro respondiera o se marchara– "Una carta de Elaine para mi querido padre." –las líneas eran cortas, Hermes no había escrito mucho, como siempre era seco en sus argumentos, no profundizaba cuando se trataba de expresar sentimientos pero en esas palabras había algo que conmovió al dios del amor– "Gracias por..." –las lágrimas llenaron sus ojos, no pudo contenerlo ni siquiera porque estaba Hermes– "...estar vivo."
Fue suficiente para romper su máscara, destruir cualquier muralla y dejarlo expuesto, amaba a su hija, podía ser el padre de mil seres pero todos eran especiales a su manera, ninguno quedaba fuera de su rango de amor y protección, por eso, ser rechazado por Elaine le dolía, porque aunque las circunstancias no habían sido favorables, él la amaba.
Hermes lo dejo solo, regreso a las cocinas a buscar a la chica pero solo encontró a Murat y Andrew, estaban tomando un descanso.
– ¡Ah! ¡Hermes! Dime, ¿Qué haces aquí a estas horas? Es raro –menciono Murat con sorpresa.
Andrew bostezo desinteresado.
–Estaba con Eros en su oficina –para ninguno era una sorpresa, esos dos siempre estaban juntos– Díganme, ¿Dónde está Irina?
–Estuvo por aquí hace un rato pero tuvo que regresar a su casa –respondió Andrew mientras mordía una galleta de las que estaban en la mesa– Espera, ¿Para que la buscas?
–Quiero decirle que entregue nuestra carta.
Los ojos sorprendidos de ambos le dejaron en claro que no se esperaban esa afirmación.
– ¿Qué?
Andrew fue el único en hablar.
–Pero no estoy seguro de que los sentimientos fueran los correctos –apretó sus manos, Eros no dijo nada, en vez de mostrarse feliz se quedó llorando como un niño pequeño– Quizás no plasme bien lo que ella quería que transmitiera.
–Ya veo... –Murat miro de reojo al otro Chef.
–Oigan, ¿Ustedes dos no estaban peleando?
– ¡Ah! –Murat recordó su enojo y dejo de comer para señalar al rubio– ¡Sí! ¡Es culpa de este idiota! Puso pimienta negra sobre la salsa que estaba preparando para la pasta.
–Tú tienes la culpa, es una tontería dejar el condimento ahí.
– ¿Qué estas esperando con esa respuesta? Las especias pueden estar donde sea y no significa que deben ser lanzadas a las preparaciones.
– ¡Ay ya!
Hermes se dio la vuelta y abandono el recinto, despreocupado.
Al otro día vio llegar a Elaine, estaba agitada y con el rostro rojo.
¿Estaba enojada?
– ¡¿Dónde está Irina?! –le grito apenas lo vio.
Señalo las cocinas con cierta duda en su mirada, la chica corrió hasta el sitio sin decir nada más por lo que decidió seguirla.
– ¡Irina!
– ¿Eh? ¿Qué sucede?
La semi humana estaba jadeando por tanto correr, apenas la vio fue a su encuentro y la abrazo, estaba muy contenta, la tomo por el brazo y la jaló al exterior, Hermes volvió a seguirlas, no comprendía que estaba sucediendo pero si Elaine pensaba culparla por lo de la carta se echaría la culpa, después de todo el que no sabía redactar emociones era él. Fuera del hotel se encontraba el auto de Hestia, se quedó paralizado cuando la vio, la mujer le sonrió al reconocerlo, llevaba lentes oscuros para ocultar su identidad pero era iluso de su parte creer que solo eso la protegería de los paparazis.
–Buenos días señorita Green.
–Buenos días, señorita Hestia, ¿Sucede algo?
–Lo lamento, fui yo quien le pidió que viniera –expreso la casi deidad con una sonrisa.
–Elaine me explico lo que había sucedido, también me contó sobre la protección que ha puesto en ti el señor Hefesto –se veía menos gruñona y demandante– Por lo que veo, Hermes también te reconoce.
El chico asintió.
–No te entregue el broche porque uno de los requisitos es poseer la bendición o enlace con un dios. Eros pudo recomendarte pero no tuvo el valor de darte su aprobación, pero eso quedó en el pasado he venido a entregar este botón –saco de su bolso una pequeña cajita, se acercó a ella y acaricio su cabeza– Lo mereces, Eros me llamo en la noche y me pidió que reconsiderara mi decisión. Te dio su apoyo, luego Elaine me relató en la mañana sobre la consagración de su abuelo y ahora veo con mis propios ojos como Hermes también daría sus plumas por ti –le coloco el broche a un lado de su uniforme y sonrió– Disculpa si no hay ceremonia de por medio. Irina, tengo la esperanza de que encuentres un futuro admirable.
Elaine salto en su lugar con una amplia sonrisa siendo regañada por Hestia, luego de disculparse con la diosa se aferró al cuerpo de su amiga, abrazándola fuerte.
– ¡Felicidades, Irina!
–Gracias...
No sabía cómo responder, no se esperaba que después de todo lo sucedido lograra ese codiciado botón.
–No, yo te agradezco con todo mi corazón –por la puerta salió Eros junto con sus hermanos; los gemelos, su aspecto relucía en belleza, como si nada hubiera sucedido horas atrás, le dio una palmada al dios mensajero sacándolo de su trance, por un momento vio en Irina a una preciosa mujer de ojos azules– ¡Papá! Ven aquí, mira, mira, ¡Irina lo logro!
Eros bajo los escalones estrechando en sus brazos a las dos chicas, se veían tan pequeñas y frágiles ante los ojos de un dios. Hermes lo comprendió, a veces una carta podía transmitir un sentimiento importante en pocas palabras sin la necesidad de ser redundante, adornando el lenguaje. De Irina aprendió lo más importante de ser un mensajero, aunque era una humana poseía un encanto divino y aunque vestía sencillo, actuaba tímidamente y era un poco extraña, cambio su punto de vista de una forma inimaginable.
Muchos dioses fueron testigo de eso y por primera vez sonrió con sinceridad.
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Perdón por los errores ortográficos, apenas pude corregir.
He tenido muchos problemas personales (desde desanimo, falta de luz, falta de internet, mi pc estaba loca, aun lo sigue pero ya puedo escribir, mi papá está malito de salud...) Toda una odisea poder concentrarme en actualizar, lo siento muchooooooo pero ya estoy de vuelta y espero que todo vaya mejorando para ir subiendo.
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