CAPÍTULO X

Al llegar a la cima escucharon dos voces femeninas a través de la puerta, Hefesto pareció emocionarse y abrió la puerta con energía, Irina le siguió en silencio para percatarse de que una de esas voces pertenecía a Elaine y a su lado una mujer de cabello largo, lacio y oscuro los observaba con una sonrisa algo tétrica, su hermosura era tan despampanante que verla sonreír creaba una sensación de aprensión.

¿Existían personas así de fastuosas?

– ¡Abuelo! –chillo la más joven en medio de un caluroso abrazo– Te extrañe tanto...

–Mi... querida Aine... –la voz del hombre se entrecorto ante la sorpresa que se había llevado– ¿Por qué no me habías visitado?

Le regaño con un tono suave, soltándola de su apretado abrazo.

–Eso... –la risita nerviosa dejo confusa a la humana– No quería que todos se alborotaran por mi regreso.

– ¿Todos?

El dios de la forja parecía ambiguo.

– ¿Conoces a Irina? –desvió el tema, acercándose a la nombrada para darle un golpecito en el hombro– Ella es tan linda.

– ¡Oh sí! Hace poco me hizo un favor.

–Yo no lo llamaría un favor como tal –expreso la rubia algo incomoda.

–Eso no importa, ahora... Irina, ella es Nyx –señalo a la dama más elegante del grupo, su vestido negro se ceñía sobre sus voluptuosas curvas– Si necesitas saber algo puedes venir con ella, yo te doy mi gracia.

– ¿Gracia?

Los otros tres se observaron con expresiones variadas, Elaine borro su sonrisa para observar con susto a la más elegante, Nyx alzo una de sus cejas mientras evaluaba de pie a cabeza a la mortal y Hefesto sonrió dándole la espalda a las mujeres.

–Le prometí que le contaría una historia y lo haré aquí frente de dos testigos –el tono empleado por el dios era serio– Hace muchos millones de años, cuando el universo no era nada ordenado...

– ¡Abuelo! –le detuvo la joven tomándolo por el brazo con presura– No puedes...

La mano de Nyx tapo los labios de la más joven, asintiendo con su rostro.

–Él tiene el derecho de dar su confianza a quien lo desee, yo lo apruebo.

–Pero...

– ¿Dudas de mis capacidades, Elaine? –la mujer ladeo su rostro al ver la respuesta de la semi humana quien no tuvo más elección que bajar la mirada.

–No lo hago.

–Entonces, prosigue Hefesto –mantuvo su sonrisa de forma elegante– Estoy curiosa por saber la historia que le contarás a esta niña mortal.

Irina solo observaba en silencio como transcurría aquella extraña escena, todos parecían mantener un secreto aun mayor que el de Hermes o Eros, quizás de esa forma podría descifrar el enigma del cual era ignorante.

¿Quién llamaba mortal a una persona?

Al menos que...

–Hace muchos billones de años, cuando el universo no era ordenado –recomenzó la historia con otro uso de palabras– El caos existía como un abismo sin fondo, reinando solo la oscuridad junto con los elementos pero estos no tenían forma, eran todo pero al mismo tiempo eran nada, por eso se le conoce como el ser primordial, más antiguo que los titanes y sus hijos; los dioses.

– ¿Dioses? –los labios de Irina se secaron ante la idea y su corazón latió con prisa, asustada de lo que su mente iba enlazando.

Las ideas habían estado en sus pensamientos pero amoldarlos a lo que escuchaba era simplemente imposible. Elaine la observo con un gesto complicado, se le veía ansiosa por lo que estaba sucediendo.

–Del Caos germinó Gea: la tierra, como una pequeña semilla de vida que se desprendía de Tártaro; la profundidad y de Eros; el amor. Ambos primordiales que vivían sin saber que existían...

– ¿Eros?

–No, te equivocas. Él no se refiriere al hijo de Afrodita –interrumpió Nyx– Este ser existe desde los inicios de la vida pero nunca tuvo presencia como tal.

–No comprendo... –sus labios temblaron.

–Sólo escucha, pequeña –le pidió el titán extendiendo su mano al cielo para que la luna les brindara su mejor luz– Los conocimientos ocultos del universo te serán dicho hoy, ¿No es maravilloso?

–Caos aprovecho está unión con Eros, dando a luz a Erebos; las tinieblas, quien creció por debajo de Gea y Nyx; la noche.

– ¿Quieres decirme que...? –los ojos verdes de la chica enfocaron a la mujer.

–Escucha... –le hizo una seña con su mano para que dejará de obstaculizar el relato.

Irina asintió y observo como Hefesto apretaba sus manos en el borde de la madera de aquel campanario.

–Erebos y Nyx se sintieron solos, la compañía de Gea en ese entonces era escasa y los demás no eran conscientes de su estadía en el universo. Por eso, ambos conspiraron contra el Caos y de su unión se originó Eter y Hemera; ambas personificaciones de la luz y el día.

»...Con la Luz Gea fue capaz de despertar, pariendo por si sola otra nueva descendencia. De estos nacimientos surgió Urano; el gran cielo estrellado.

–Y también las montañas –agregó Nyx, orgullosa de sus orígenes– Fue cuando Urano le regalo desde su sitio una lluvia de vida a nuestra madre, brotando en su cuerpo hierbas, flores, árboles y animales.

La humana estuvo a punto de cuestionar lo dicho pero un brillo peculiar en la mirada de la noche le produjo temor y respeto, recordando que le había pedido silencio.

–Con la lluvia que le sobro creo los ríos y lleno de agua cada espacio capaz de contenerlo, deificándose como titanes.

–Océano, Ceo, Crío e Hiperión –los ordeno de mayor a menor.

–Y las titanides –añadió el herrero.

–Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemosine y Febe.

–De ellos nacieron los demás seres divinos, personificaciones de vida que antes no tenían forma –Hefesto se giró finalmente para ver el gesto asustado de la muchacha– Entonces, Urano se enamoró de Gea, su madre.

–Eso no se lo digas, no hace falta. No queremos asustarla –prohibió la mujer y Elaine asintió con urgencia, la piel de Irina se veía cada vez más pálida– Prosigamos... –reanudó la mujer de cabello lacio y oscuro, acariciando su mentón mientras pensaba por donde continuar– ¡Ah, ya sé! Cuando el universo comenzaba a tomar consciencia me di cuenta que no podía permanecer sola, por eso tuve otros hijos. Erebos no parecía tener mis mismos ideales por lo que tuve que crear a mis guardianes, aquellos que me defenderían de su avaricia.

– ¿Tánatos e Hypnos? –Nyx ladeo su rostro sorprendida, aplaudiendo el comentario de la mortal– Estuve leyendo mitología.

–No todo lo que dicen los libros es cierto pero si, ellos son mis queridos hijos. Tánatos; la muerte e Hypnos; el sueño. También engendre a las Hespérides; quienes resguardan mi seguridad cuando las tinieblas se quieren adueñar de la noche, las Moiras; quienes defienden el orden cósmico de la vida y Némises; quien es la justicia divina. Ella no se llevó bien con Tánatos, por eso se proclamó así misma como la vengadora de los desordenados y protectora del equilibrio.

–Entonces Urano temió por los poderes de estos seres, no quería perder el control del universo –el forjador estaba sereno.

–Y comenzó a encerrarlos –añadió Elaine como si fuera algo que había memorizado– Irina quizás esto suene extraño pero, el universo se formó de esta manera.

– ¿Y qué tengo que ver yo dentro de este relato? ¿Por qué me cuentan esto a mí? –la mente de la chica trabajaba a todo vapor, casi se podía escuchar el sonido de las tuercas haciendo clic dentro de su cerebro.

–No comas ansias, escucha y comprenderás por ti misma.

–Gea cansada de ver como sus hijos eran cautivos por Urano le entrego a Cronos; el menor y poseedor del tiempo, una Hoz. De esta manera Urano fue castrado y los titanes fueron liberados, dominando aquel mundo donde no existía aun nada.

–A excepción de la naturaleza –dijo Nyx– ¡Ah, que de milenios! Amaba cuando madre no poseía mortales en su cuerpo. Caos no podía tocarla en aquel entonces.

–Cronos se proclamó como dueño y señor de todo, pero las constantes pesadillas que le producían su traición le hizo visitar a su padre para disculparse... pero nada bueno salió de eso. Él le profetizó la posible traición de su descendencia.

–Y Cronos no estaba del todo cuerdo –la risita de la dama de la noche era angelical, como si ninfas jugaran en un valle de felicidad– Cuando fue consciente de su amor por su hermana; Rea, le suplico no dar a luz a ningún ser pero ella... era mujer. Comprendo su anhelo por poseer algo propio, algo que represente su amor.

–Cronos enfadado dejó que diera a luz a todos los dioses que quisiera pero al año de vida, los devoraba. De esa manera se aseguraba de que aquella profecía jamás se cumpliera –Irina asintió, esa parte también la leyó en su momento y aunque ellos dijeran que muchas cosas no estaban escritas en papel al parecer las historias no eran del todo erradas– Rea no pudo con su cargo de consciencia y cuando tuvo a su sexto hijo, lo hizo a escondidas. Ya había perdido a cinco de la misma forma por lo que no se arriesgaría a sufrir en vano.

–Zeus –menciono la mortal y los tres asintieron– ¿Es cierto que Rea le dio una roca en su lugar?

–Los chismes vuelan, al parecer –los cuatros se giraron ante el recién llegado y solo tres palidecieron ante su presencia– ¿Se puede saber porque están contándoles historias de niños a esta hermosa muchacha?

– ¿Eh? –Irina sintió como sus cabellos se erizaron cuando el hombre la rodeo con sus brazos, abrazándola de forma cariñosa mientras ella se removía de manera incomoda– Disculpe...

–Te disculpo preciosa dama –le respondió el caballero celestial con un gesto divertido– Entonces...

– ¡Zeus! –advirtió Nyx de forma molesta, su rostro estaba distorsionado en una mueca que la humana no había visto hasta entonces– Ella ha obtenido la gracia de Afrodita, la de Hefesto y ahora la mía. ¿Tienes algún problema con eso?

– ¡Ya veo! –soltó a la muchacha para acercarse a la dama oscura tomándola por el cuello para acercarla a su rostro– ¿Ahora quien decide sobre estas cosas eres tú?

El ambiente a su alrededor no era el mismo que cuando llego, el cielo se había deslucido con nubes turbias y los relámpagos no tardaron en hacerse dueños de la oscuridad.

–Nunca he dicho eso, pero estamos conscientes de que tú nunca nos preguntas cuando buscas una amante y le implantas un hijo en su vientre –la risita del dios broto desde su garganta, dejándolos a todos en un estado de parálisis muy incómodo.

–Tan divertida como siempre –le soltó el cuello para obviar su comentario y se sentó en el borde del campanario como si nada hubiera acontecido– Entonces, ¿Es digna para esto o planean desquiciarla y dejarla encerrada en un psiquiátrico por el resto de su vida? –en sus manos aparecieron varios folletos de distintos idiomas– Conozco varios muy buenos y si mencionan que van por mi parte le ofrecerán un descuento.

–No estamos bromeando, abu –se atrevió a decir la semi humana.

– ¡Elaine! –el gesto severo se borró al momento y apareció al lado de la chica para abrazarla y darle varios besos– Te había extrañado tanto. ¿Has regresado por mí?

–Abu... no me gusta el incesto.

– ¡Bah! Ustedes los humanos le dan unos términos absurdos a las cosas.

Hefesto pudo jurar que quiso golpear al dios supremo pero en cambio prefirió evaluar el aspecto de Irina quien evaluaba al recién llegado con un gesto de horror.

–Ya que estoy de buen humor, continuare con la historia –los tres seres divinos o casi divinos colocaron sus ojos en blanco con el comentario, no le agradaba que aquel ser hubiera decidido intervenir– Al crecer, le di a Cronos una bebida especial que hizo que vomitará a los demás olímpicos, declarándole la guerra a quien una vez nos dio la vida.

–La era de la titanomaquia –resumió la noche.

–En esta guerra por poder luchamos nosotros contra los titanes y en el transcurso varios se unieron a nuestras propuestas, jurándonos su lealtad. Como lo fue el caso de Helios y Nyx.

–Nunca te jure mi lealtad –le recordó la mujer– A diferencia de Helios, yo simplemente aprobé tus pensamientos y te ayude a liberar a esos que Urano había encerrado en el Tártaro. Erebos nunca te hubiera dado su aprobación para entrar en sus terrenos.

–Eso es cierto, gracias por eso pero... sigues siendo mi aliada.

–No tientes mi paciencia dios –una de las cejas de la titán temblaba de pura rabia.

– ¡No lo hago, señora! –una cachetada resonó en el lugar y Nyx desapareció caminando unos segundos después por la única puerta, Zeus se acarició la mejilla y soltó un suspiro agotado– Las mujeres son tan sensibles. En fin... sigamos. Al obtener los regalos de los ciclopes, pudimos vencer la batalla. Hades aprovecho su invisibilidad para robar las armas de los titanes mientras que Poseidón los distraía y yo los atacaba con mis glamurosos rayos. ¡Lo sé! Soy increíble.

Hefesto se rasco la cabeza, el esposo de su madre podía ser bastante idiota cuando se lo proponía y eso sucedía a toda hora.

–Y luego se repartieron toda la tierra –concluyó Irina.

–Exactamente –Zeus se acomodó el cabello, tenerlo largo era todo un proceso– Eres muy inteligente.

–Abu... eso aparece en los libros humanos gracias a tu propia petición.

– ¡Es cierto! Igual le doy un veinte por investigar.

–Yyyyyy... ¿Qué tiene que ver todo este relato conmigo?

–Quería confesarte que soy un dios para que me permitas ser tu guardián –le reveló el más tosco de todos– Lo necesitarás cuando la atención de afrodita te exponga. Es mi esposa, la conozco demasiado bien para mi gusto.

– ¿U-Un dios? –Irina sonrió de medio lado para después borrar la expresión con agonía– ¿Afrodita? La madre del señor Eros. Ustedes... todos...

–Sí, mi abuela te ha unido con un dios –le revelo la hija de Eros– He visto el hilo del destino en tu dedo meñique desde que te conocí, por eso te traje aquí. Pero ese dios...

Miro de reojo a Zeus.

–Ustedes... –quiso llamarlos locos pero entonces observo como Nyx apareció levitando por detrás de Zeus–...de verdad... –la visión se le nublo ante el asombro, las lágrimas demandaron salir de sus ojos y todo lo que había creído imposible se presentó de forma casual ante ella, dejándola sin aliento y con un sentimiento de alivio porque ahora estaba segura de que no había enloquecido, que su suposiciones sobre Hermes eran ciertas y... ella... estaba enamorada de ese dios–...existen.

Y la penumbra se apodero de su cuerpo, cayendo sin remedio a los brazos de Hefesto; quien había previsto el resultado.

– ¡Oh, oh! –murmuro el dios de los dioses con verdadero descaro– Creo que se murió.

– ¿Que fue eso? –pregunto Nyx desde el aire, la tormenta que provoco el mal humor de Zeus disminuía su intensidad dejando expuesta su reciente curiosidad.

–Nadie se ha muerto Zeus, solo se desmayó –aclaro el herrero acariciando el rostro afligido y sudoroso de la humana– Desde ahora su vida será un poco más complicada, por eso me proclamo su protector.

– ¡Hefesto! –el olímpico no estaba feliz con el asunto pero habían normas que el mismo había implantado para esos casos– Eres peor que Hera.

–No puedes negármelo, Zeus. 

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