CAPÍTULO VI

No le estaba yendo bien, Hermes se encontraba entregando mensaje tras mensaje e Iris no se anima a intervenir en la disputa, la decisión de Hera había dejado de muy mal humor al gran señor y eso lo sobrecargaba de responsabilidades. Llego a la empresa con tiempo de sobra llevando en sus manos una bolsa de papel y varios pergaminos bien enrollados, recargándose en el marco de la puerta de la oficina de Zeus observó como el mayor tenía una pequeña plática con la ninfa que le servía como secretaria a la cual pudo dedicarle un par de miradas antes de que se retirará para luego ingresar por su cuenta.

Thetis se percató de su evidente escrutinio y evito cualquier tipo de contacto, no era extraño que entre los dioses existieran amoríos pero aquel joven no entraba a su lista de conquista por dos sencillas razones: era una de las amantes ocultas de Zeus y por mucho que lo intentará el rojizo solo podría darle sexo, no tenía nada seguro siguiéndole el juego de conquista.

La reunión con el dios poseedor del rayo se extendió por alrededor de una hora por lo que al salir pudo ver a la oficinista tomar sus cosas mientras otra ninfa de piel canela la esperaba, reconociéndola como su amiga. Minthe ladeo su rostro al sentir su presencia arqueando una de sus cejas, ambos trabajaban para el dios del Inframundo y eso era decir mucho.

– ¡Ahhhh! Por fin... –dijo la más pálida meneando su cabello hacia un lado de su rostro–...llegó la hora del almuerzo.

Él pretendía invitarla a comer ese día, estaba algo agotado de su soledad por lo que de vez en cuando tenía aventuras para desahogar ese malestar que sentía en su pecho pero con la otra chica presente tendría que modificar sus planes.

– ¡Thetis, Minthe! –les saludo rascando su nuca con cierta vergüenza en su rostro, se le daba pésimo la galantería. Ambas le miraron expectantes– ¿Quieren ir a almorzar conmigo? Traje croissant conmigo, hay suficientes para que comamos los tres.

Hermes dejó a la vista la bolsa de papel con la que había llegado y la secretaria de Zeus soltó un bufido de sus labios, Minthe por su parte se mostró fastidiada por su intento de amabilidad, seguía teniendo represalias por su antigua ofensa ya que él apoyo fervientemente a la diosa de la primavera ayudando a que Hades se alejará de su lado.

– ¡Jumm! No gracias –espeto de golpe la de cabello rojizo pasando por un lado de él con sus ojos cerrados– Hmmm...

–Y recuerda, no vengas a la oficina con comida –le respondió el motivo de su interés, dejando al dios con un gesto sonriente congelado en sus labios.

Al estar solo soltó un suspiro borrando su mueca, no lograba comprender porque una no olvidaba el pasado y la otra seguía rechazándolo. Bajo las manos y partió por el pasillo llegando al exterior del edificio, afuera estaba Apolo sentado en una de las bancas con un mohín de hastío mientras esperaba a su hermana gemela quien saludaba a otra deidad más.

–Después de todo el esfuerzo que he hecho para hablarles... –se quejó finalmente sentándose al lado del dios solar– ¿Qué les cuesta agradecer y aceptar mi invitación?

Abrió la bolsa y saco uno de los panecillos dándole un gran mordisco.

–No entiendo que quieren decir con "no vengas"... –continuo platicando para sí mismo pero siendo escuchado por el otro– Las mujeres de ahora son tan calculadoras. Y sus perfumes apestan, seguramente lo único que quieren es atrapar a un tipo rico desde la recepción ya que Zeus y Hades no les sirve de escaleras.

–Oye, ya cálmate –se animó a hablar el otro, ya sabía que Hermes no dejaría de balbucear si no intervenía, Artemisa por fin había llegado junto a Atenea, ambas venían platicando de manera calmada.

–Ya que... –dijo con gesto cansado– No entiendo porque no consigo unir mi vida a la de ninguna mu... –guardo silencio cuando se percató de la presencia de las otras dos– ¡Hey, oye tú! ¿Quieres un pan?

Levanto la bolsa para que pudieran verla ganándose un gesto asombrado por parte de las dos.

– ¡No, no quiero! –Artemisa lo rechazo de inmediato, no estaba de humor para soportar al mensajero– Y por favor deja de llamarme "oye tú". Apolo, ¿Podrías esperar a Hestia? Viene en camino y nosotras debemos adelantar unos informes.

Apolo sonrió con furia contenida ante la petición y Hermes apretó la bolsa entre sus manos, las deidades se alejaron mientras pequeñas lágrimas brotaban de los ojos de él.

¿Por qué esas estúpidas diosas tenían que pertenecer al club de las vírgenes?

–Si quieres, yo puedo comerme un croissant... –hablo su amigo sin borrar la sonrisa de sus labios.

–Ya que... –dijo él extendiéndole la bolsa.

–Si gustas podríamos salir un día.

–Apolo... por favor –le suplico el joven– No perturbes mi mente con esas ideas.

–No veo lo malo –pronunció moviendo sus labios para morder el pan.


*


–Estoy cansada de reunirme con Zeus para lo mismo –se quejó la diosa de la caza, aquello se le hacía cansino– Los resultados no se notaran en solo unos días.

Atenea continuo caminando hasta ingresar a la recepción del edificio, Artemisa estaba de muy mal humor y los rumores del divorcio incrementaban con los días.

–Y Hera no deja de fastidiar, ya no sé a quién llevarle mis reportes...

Admitió con un suspiro, cuando el ascensor se abrió ingresaron a él pero Artemisa no presto atención a sus pasos y el tacón de su zapato se vio atrapado por un instante en la separación de la maquina con el piso soltando un sonido de asombro.

– ¿Estas bien? –pregunto la diosa de la sabiduría recibiendo una ligera sonrisa por parte de ella.

–Estoy bien... –aclaro su garganta y entro al aparato.

Subieron en silencio mientras que la menor evaluaba el tacón de su calzado, por suerte no se había dañado.

–Vine a Inglaterra para conseguir buena tecnología pero... desde que llegue aquí lo único que me ha tocado es hacer reportes y ahora con la supuesta pelea de Zeus y Hera me ha tocado ampliar mis informes.

Atenea asintió saliendo del ascensor cuando las puertas se abrieron sentándose en uno de los muebles que habían dispuestos para esperar la atención del magnate.

Una frente de la otra.

–Es todo lo que hago...

–Entiendo.

– ¡Oh, por cierto! Escuche que Afrodita ha regresado con Ares.

–Eso explica el buen humor de Ares –añadió algo seca, no le interesaba la vida amorosa de ninguno solo agradecía que mantuvieran sus narices lejos de sus territorios e investigaciones– Y el mal trato de Hefestos. Curioso...

–No deberían permitirle hacer lo que les den en ganas... –la deidad asociada con la luna estaba harta de aquellos amoríos– Es muy zorra y desconsiderada. Si Hermes recibió un castigo por apenas golpear a un dios ella debería ser juzgada por sus infidelidades. No es adecuada para el Olimpo.

Los ojos de la chica de cabello oscuro estaban fijos en el pasillo mientras que Atenea apretaba sus puños haciéndose daño en las palmas con sus uñas.

– ¡Quisiera que la exiliaran por sus vulgaridades! –Artemisa continuo gimoteando por la actitud de aquella hermosa diosa mientras que la dueña de un cabello corto casi platinado apretó sus labios en una fina recta– Quiero que Hermes pueda ser feliz y que pueda amar a otro ser, que Hefestos deje de ser un idiota que lame sus botas y que Ares la abandone y consiga otra deidad más adecuada a su título pero Zeus no interviene y tampoco puede hacerlo, no tiene la moral para exigirle su fideli...

De pronto se quedó muda observando con los ojos abiertos hacia el pasillo, Atenea se giró para notar como una chica desconocida y de aspecto menudo con cabello dorado salía de la oficina del rey olímpico, arreglaba su uniforme elegante mientras sonreía de manera juguetona, la mano de Zeus la detuvo antes de retirarse y la jalo hacia él depositando un beso en sus labios.

Ambas dejaron de mirar la escena con una mala corazonada en sus pechos, quisieron retomar el tema pero lo descubierto se repetía una y otra vez en sus recuerdos temblando al escuchar la voz del señor.

–Atenea, Artemisa... ¿Tienen mucho tiempo esperando? –se acercó a ellas como si nada hubiese pasado, Artemisa incluso se animó a mirar a sus espaldas para confirma lo visto pero la humana ya no estaba por los alrededores– Mi secretaria salió a almorzar, disculpen si esperaron mucho.

Se obligaron a sonreír levantándose de los sillones de manera mecánica.

–No te preocupes, Zeus –la deidad de la guerra estratégica pudo abrir sus labios para hablar– Estábamos muy entretenidas con un tema de importancia así que no vimos el andar del tiempo. Ni siquiera te sentimos llegar.

–Yo no me había retirado... –se vio indeciso en lo que diría pero luego la sonrisa despreocupada se adueñó de sus labios–...estaba dentro de mi oficina... algo ocupado. Cosas de la empresa.

– ¡Zeuuuus! –canturreo la divinidad menor– Estoy harta de escribir reportes.

–Gracias por tu trabajo.

La diosa saco de su bolso un paquete de cartas y se lo extendió.

–No quise dárselos a Hermes porque al parecer anda muy ocupado y algo despistado –ignoro los motivos del porque el dios heraldo había estado algo apretado en sus horarios.

–Sí, gracias...

Cerró sus ojos de manera amable, él sabía que había sido pillado en su travesura y ellas parecían querer salir del tema sin ningún tipo de problemas.

–Escuche que hay una humana en el hotel de Fobos y Deimos que ha capturado la atención de Hermes –les dijo desviando el tema, ambas mujeres se miraron entre si– El mismo Eros me anuncio que ha retirado el efecto de su don en él.

– ¡¿Una humana?! –dijeron al unísono, él asintió y la diosa de la caza mordió una de sus uñas– Eso no... no puede ser. ¿Es por eso que parece más interesado en los temas de pareja?

–No me interesa si quiere desquitar todo el calor del deseo con una humana pero... ¿Y si sucede lo mismo que la otra vez?

–A ver, a ver... –la detuvo en sus cavilaciones– Hermes ya no es un dios pequeño, tiene sus siglos y Eros piensa que es hora de darle una oportunidad.

– ¿Oportunidad? –Atenea no se veía del tono convencida– Quizás tenga razón, un dios es eterno así que la soledad no es muy buena compañía pero que vuelva a fijarse en una mortal me inquieta. ¿Es la misma que trabaja en las cocinas?

–No estoy del todo seguro –añadió, sabía muy poco de ese tema– Hare que evalúen el asunto si eso las deja más tranquilas. Ahora, a lo que vinieron. Me gustaría comenzar un servicio a domicilio. ¿Creen que es posible?

–No lo habíamos pensado. ¿Algo como la correspondencia de Hermes?

–Exacto pero no serían cartas, hablo de su presencia como asesoras para que las maquinas vendidas lleguen en buen estado a sus compradores y sean armadas como es debido.

–Es muy buena idea, nos ahorraríamos los gastos de garantías por mal ensamblaje.


*


– ¿Dirección? –cuestiono Eros con dudas– ¿De Hermes?

–Si –respondió Irina con determinación, ella no podía quedarse aquel objeto que le había entregado Hefestos y deseaba enviarlo por correspondencia– No puedo quedarme con el cofre, cada vez que lo veo siento que estoy robando algo muy importante. Me gustaría enviárselo por correo, estoy segura de que usted está muy ocupado, por eso no lo he traído conmigo al trabajo. Además... no deseo que se dañe por estar transportándolo sin cuidado.

Eros apoyo su hombro sobre la mesa y su rostro sobre la palma de su mano, estaba inseguro sobre aquella petición pero necesitaba escucharla hasta el final.

–Sé que tengo su número y podría llamarlo para avisarle y pedirle disculpas por no haberlo entregado a tiempo pero él debe estar igual de ocupado que usted así que llegue a la conclusión de que era mejor enviarlo directamente a su casa.

– ¡Ahh...! Bueno... –el gesto del dios se ablando y sonrió con levedad– Sí, claro. Sabes, yo enviare eso por ti. No estoy tan ocupado. Tráelo contigo mañana. ¿Vale? Si tenerlo te hace sentir de esa forma entonces yo lo entregaré a su dueño –ella asintió como única respuesta– Y... cuéntame, ¿Cómo vas con tu nuevo cargo?

–Bueno, no hay problemas.

Le dijo algo monótona, se adaptaba rápido a las circunstancias y aunque tuviera muchísimo más trabajo se le veía radiante.


*


Hermes se encontraba en su labor de mensajero, en el camino aprovechaba para capturar las almas de los difuntos que estaban perdidos haciéndolos tomar la forma de una diminuta esfera que encerraba en un cofre metálico tallado por el mismísimo Hefestos.

–Cada vez son más... necesito un nuevo contenedor.

Balbuceo mientras veía que su cofre ya no podía contener más entes dentro de ella, lo guardo dentro de su bolsillo y toco la puerta de aquel joven semidiós. Se sentaron a conversar y saco su libreta donde anotaría el mensaje que le entregaría a Zeus.

–Como sabe usted, es difícil llegar a final del mes –la inseguridad teñía su voz– Vivo al día.

"Como sabe los gatos para vivir son cada día más..."

Alzo una ceja, había escrito mal la palabra "gastos" y no era común que perdiera la concentración mientras redactaba, los años lo habían transformado en un dios de la ortografía.

Arrugo el papel y lo tiro a un lado, reescribiendo los datos.

"Como sabe los gastos para vivir son cada día más altos."

–Dígale que le pagare dos eones cada mes –Hermes le miro con un gesto indeciso– Pero que no tengo más.

–Si le vas a pagar dos eones cada mes te vas a tardar 120 años pagarle todo, Akain –además de mensajero debía asegurarse de que la información fuera coherente para evitarse viajes de retornos por falta de cohesión– ¿Está usted seguro de poder trabajar hasta entonces?

El chico le miro aterrado comprendiendo el significado de su pregunta.

Luego de aquella visita paso por la casa de una vieja conocida, era una de las esposas de Dionisio pero su condición mortal la había envejecido hasta el punto de que ya no quedaba nada de la altiva dama del pasado.

–Normalmente es muy buena pero a veces se enoja demasiado –decía ella con lágrimas en los ojos y un pañuelo tapando su boca.

"Lamento que haya herido los sentimientos de su preciado hijo."

–No la discipline lo suficiente –chilló con indignación.

"Mis enseñanzas no fueron lo suficiente para..."

– ¿Qué fue lo que hice para merecer tanta vergüenza? ¿Qué fue...?

Y rompiendo en llanto interrumpió los pensamientos del heraldo.

–Llorar nos hace ineficientes –le dijo con tono gélido, no podía continuar escribiendo si ella seguía gimiendo de esa forma– Por favor, deje de llorar inmediatamente.

La mujer se retiró el pañuelo del rostro y con la nariz enrojecida contemplo el rostro sereno del dios, lo conocía perfectamente porque gracias a él mantuvo contacto con su esposo cuando no podía estar en su casa.

–Estás distinto... –le revelo y él mostró incomprensión– Tu aspecto es el de antaño pero algo en ti cambio. Te ves más... sensible.

A esa mujer le había traído graves consecuencias haber criado a su hija como humana y no como semidiosa, sobre todo cuando Dionisio se presentó frente de ellas con otro de sus hijos, la chica no lo tomó a bien suponiendo que había engañado a su madre y sin darles oportunidad de explicarle la razón de aquella presentación se marchó no sin antes ofender al muchacho y lanzarle un par de zapatos.

La adulta conocía la verdad detrás del caballero por lo que no se sentía ofendida de que tuviera hijos mayores, mucho más mayores que ella pero para la adolescente los dioses no era más que un mito y tener otro hermano de su misma edad solo podía significar una traición por lo que le escupió en cara todo su desprecio y amenazo al chico de muerte, eso después de haberle arrojado lo mencionado. Aunque Dionisio no dijo nada se mostró reacio al asunto y ahora llevaban seis meses sin saber de él cosa que preocupaba a la señora.

Al salir de la casa de la dama se dirigió a otro de los superhombres del lugar, debía reportar cualquier inconveniente, hacer las cobranzas sobre sus préstamos o mantenerlos en contactos con sus familiares divinos, una tarea bastante compleja cuando se trataba de tantos.

– ¡¿Qué quiso decir con esta carta?! –exigió el señor, sus pectorales se veían marcados debajo de su camisa azul– ¿Lamento mucho el rechazo a su solicitud y esperamos el pronto pago de sus impuestos? –apretó el papel sin dejar de mirar al joven– ¿Qué quiere decir con eso?

–Es lo que Poseidón dijo.

– ¿A qué te refieres con lamento mucho el rechazo? –se quejó nuevamente– Esto hace parecer que fui yo el que hizo mal –arrugo la hoja y se la lanzo al mensajero– ¿Quién te crees a venir hasta aquí a decirme esto?

–Soy Hermes y te advierto que estás colmando mi paciencia –fue sereno ante la falta de respeto, respirando a profundidad para no lanzar ningún tipo de maldición sobre un familiar del Rey del mar.

– ¡No te pregunte tu maldito nombre! ¿Crees que no me lo sé? –se levantó de su asiento y le miro amenazante– Como sea, no me gustó esa carta y exijo una audiencia con mi bisabuelo. No voy a pagar nada.

Hermes se levantó de su sitio y se le puso al frente, la diferencia de tamaño era grande pero el dios de los comercios no se sintió ridiculizado ni atemorizado.

–Rehusarse a pagar es un delito divino –los ojos del muchachos se enfocaron en su rostro distorsionado por la rabia, el hombre coloco su brazo sobre su hombro apresándolo de forma hostil y gruñendo con fuerza– ¿Qué fue lo que no te gusto?

– ¡Que te importa!

–Le pido que... –volvió a decir tomándolo por la mano para jalar de ella para un lado, torciéndola levemente y llevándola a su espalda tirándolo sobre la mesa que estaba a un lado de ellos–...sea más específico en sus palabras –los gemidos de asombro no tardaron en salir, lo había tomado con la guardia baja– Por favor, dame una razón para que no te rompa el brazo por tu grosería en estos momentos.


*


Zeus lo había convocado con un tono tosco, no estaba al tanto del motivo de su llamado pero Eros parecía frustrado a su lado, seguramente Hera había rechazado otro de sus sermones y por eso ambos estaban tan sensibles.

–Últimamente he recibido la visita de algunos semidioses e incluso de sus parientes los dioses –Zeus estaba sentado detrás de su escritorio con los brazos cruzados sobre su pecho.

– ¿Hubo algún problema?

–Noooou... –dijo el magnate observando como Eros soltaba un lamento– Bueno, dime ¿Cómo te sientes?

La mirada del dios del amor se fue enseguida hacia el sitio donde permanecía de pie el heraldo, Hermes arrugo su frente y miro el techo del lugar.

Parecía estar pensando en su respuesta.

–No hay ningún problema con mi salud –le dijo sin más, no comprendía a donde quería llegar el padre de todo.

–No, no, no... ¿Me refiero a cómo te sientes en tu labor como emisario? Parece que estos días estás algo atosigado.

–Estoy bien, señor Zeus. Entrego los mensajes con diligencia.

–Mmm... –se rasco la mejilla incómodo, Zeus no terminaba de comprender porque Hermes actuaba de aquella manera si la barrera de Eros había sido levantada– Sí, claro...

–Abuelo... –hablo Eros algo tímido– No tenemos programadas más reservaciones para hoy en el hotel, déjame trabajar con Hermes para hacer la lista de membresías para la cámara de comercio, después de esto estoy algo libre.

–Ahh...–Zeus no estaba del todo seguro en aquella opción pero debía dejar que los designios del hijo de Afrodita y Ares se cumplieran a su manera– Sí, claro. Sólo... procura que no lo molesten con asuntos de correspondencia, necesitamos la lista lo antes posible.

Después de aquella reunión Zeus los dejó solo en sus pendientes, camino por los pasillos de su compañía con una expresión malhumorada y poco se percató de que alguien lo estaba observando.

–Pon el nombre de la compañía, dirección y tipo de industria –Hermes se veía más relajado desde que el otro dios partió de la habitación.

– ¡Entendido, señor! –le respondió Eros con un saludo militar, el otro soltó una risita por su ocurrencia y continuo organizando las correspondencias que entregaría al otro día pero el rosado en vez de escribir se quedó observándolo– Oye... Hermes, ¿Por qué continuas haciendo esté trabajo? Tengo entendido que tus aplicaciones son un éxito, ahora es posible enviar un mensaje al otro lado del mundo sin tener que usar papel o lápiz.

El dios soltó un suspiro y lo evaluó de pies a cabeza.

–No quiero olvidar... –le revelo luego de un minuto–...siento que...

Un sonido en la puerta atrajo la atención de ambos e interrumpió su plática.

– ¡Auch...! –la voz era suave y femenina– ¿Ya se fueron todos?

Eros movió sus hombros en señal de ignorancia y salió detrás de los archiveros con una sonrisa en sus labios.

– ¡Bienvenida! –su lunar resaltaba cada vez que sonreía de esa manera y sus ojos se hacían más pequeños haciéndolo parecer como un asiático– ¿Buscas a Zeus?

– ¿Y porque más estaría aquí? –la chica se retiró el sombrero que traía puesto y libero su cabello.

–Discúlpenos señorita –dijo haciendo una reverencia– Él acaba de retirarse hace unos momentos pero si usted lo solicita nosotros podríamos responder o ejecutar cualquiera de sus inquietudes o solic...

– ¿Tu eres Hermes? –la dama observo que no había nadie más en aquella habitación aunque estaba segura que escucho otra persona por lo que supuso que estaba detrás de donde salió el carismático muchacho de playera rosa, Eros negó con su rostro ante su incógnita– ¿En dónde está Hermes?

La interrupción al momento de hablar le molesto pero lo obvio por los momentos, podría vengarse al negarle la presencia del otro.

–Él está en un viaje de negocio.

– ¡Ahhh! Zeus nunca me recibe o siempre está ocupado por lo que me dijeron que podría enviarle una carta con Hermes, quien trabaja en está sección –dijo observando sus uñas de forma desinteresada– Pero ya que... sucede que alguien me invitó a salir recientemente, un hombre dueño de una compañía de embarcaciones, ¿Comprendes? Dice que el mar es más extenso de lo que imagino pero ya sabes... yo no soy una persona tan simple.

Eros supo a donde iba la narración y estuvo a punto de salir volando en busca de aquel dios marítimo para reclamarle su nuevo movimiento, ¿Acaso no aprendían?

–No quiero que piense que soy una chica fácil –continuo explicando observándolo a sus ojos– Entonces le propuse una cena familiar en casa de mis padres y él llevó a su hermano menor –subió la mano que había estado observando hasta un mechón ondulado, jugando con él de forma coqueta– Resulta que su hermano fue más... influyente en mis sentimientos. Pero todo eso se terminó y ni un solo mensaje me ha respondido el muy...

–Entiendo, entonces...

–Bueno, retomando el tema de quien me invito a salir... tampoco es que él sea un gran partido –observo el cabello con el que jugaba y sonrió maliciosamente– Aun no tengo sentimientos por él pero si demuestra que es algo serio y me convence de que de verdad me ama...

Eros abrió sus ojos conteniendo su impulso de reír, aquella humana no sabía con quienes estaba tratando.

–Por favor, solo necesito el permiso de Zeus porque él insiste en no querer tocar terreno de su hermano –el de aspecto oriental dudo en sus ideas y observo el suelo algo decepcionado– ¿Podrías hacerlo tú?

–Es que yo...

La voz del dios sonó insegura, a sus recuerdos volvieron esos días pasados donde vio la desgracia que sus aspiraciones podían ocasionar, además ambos dioses que ella mencionaba eran casados y no quería problemas con sus esposas, Hermes salió de su escondite y fingió no saber nada.

– ¿Entonces, tu si eres Hermes? –Eros intuyó que la mujer aparentemente si sabía que había alguien más con ellos.

–No –respondió en un tono monótono continuando con la mentira de su amigo– Hermes está en un viaje de negocio pero podríamos enviar su recado a ambos.

Ese día la mujer se fue con la confianza de que ellos harían llegar sus sentimientos de forma sutil y refinada, en cambio el dios rosado sentía insólito la propuesta de Hermes ya que en los últimos días había sido víctima de la confusión creada por sentir emociones que llevaban años reprimidos. En varias ocasiones cuestiono sobre lo que les diría a los dioses pero él se escudaba en los papeleos por lo que no supo lo que haría con ese asunto.

A la mañana los tacones de alguien resonaron por los pasillos con la furia de un huracán y la puerta fue abierta de forma estrepitosa dejando a la vista una furiosa mujer.

– ¡¿Qué quiso decir con esa carta?!

Artemisa y Atenea ladearon su rostro con sorpresa, el gesto de la joven estaba al borde del llanto, ambas deidades habían llegado temprano para plasmar sus recientes resultados de los procesos de investigación que llevaban a cabo y aunque Artemisa se quejaba de lo arduo que era aquella faena era lo único que les pedía a cambio el dios del Olimpo.

–Por favor, tranquila señorita –extendió sus manos al frente la diosa de la guerra estratégica, su cabello plateado la hacían lucir elegante y jovial– Artemisa, tráele un poco de té.

Eros atraído por los baladros se quedó solidificado en el sitio cuando vio la respiración agitada de la chica.

– ¿Ahhh? –dijo la nombrada con dudas para luego asentir– ¡Sí!

Una vez que llegó Hermes con Apolo todos quedaron en la habitación casi apretujados, Atenea exigió saber lo que sucedía comprendiendo la mentira dicha el día anterior.

–Solo escribí y entregue lo que ella misma nos relató en su solicitud.

– ¡¿De que estas hablando?! Se enojó y me envió una carta de respuesta –obviamente él lo sabía porque la había escrito personalmente y entregado en su buzón, ella saco de su bolso el papel medio arrugado y le lo extendió– ¡Lee está cosa! ¡Lee lo que le escribiste!

Hermes tomo el papel entre sus dedos y le observo con un gesto indefinido.

–Emmm... perdón, pero si tanto necesitabas decir algo lo hubieras escrito tu misma –intervino Artemisa en defensa del chico dejando a los demás sorprendidos– Sé que te dijeron que Hermes era un especialista con los correos pero... –observo al muchacho de reojo–...si ellos ya te dijeron que no estaba, ¿Cómo pudiste confiar en los dos? Es absurda tu manera de percibir las cosas. Tú tienes la culpa.

–Artemis... –le regaño Apolo.

– ¡¿Qué?! Solo digo lo evidente Apollo, el que este llorando y dolida no significa que la apoyaremos, ¿No? –cuestionó dudosa– Ella se lo busco por confiar en unos completos desconocidos –señalo a ambos dioses– Con la cara de idiota que se tienen...

– ¡Esto no es tu problema! –le grito, las lágrimas habían descendido por sus mejillas.

–Tengo clara sus intenciones... –comenzó a leer el heraldo, todos guardaron silencio–...pero no tengo sentimientos hacia usted por ahora. Zeus me ha dado el consentimiento que me has pedido porque para él solo fue una sola noche, no te preocupes por su presencia además pienso que tu seriedad y tu amor es insuficientes, en realidad soy una mujer muy complicada e interesada...

Los ojos de las omnipotencias se abrieron ante el evidente desastre, aunque ella solo fuese un juego para Poseidón la manera en que estaba transcrita la nota dejaba en claro lo vulgar que la habían dejado ante su presencia.

–...así que tómelo en cuenta –la voz del chico rojizo resonaba en los oídos de todos, la mujer sollozo al escuchar aquellas letras nuevamente– Y por favor intente cortejarme de nuevo cuando me haya procurado con suficientes obsequios y dinero.

Nadie dijo nada, Apolo mordió su labio ante la ofensa y Eros golpeo su frente sabiendo que algo así ocurriría, los últimos mensajes del chico habían sido una calamidad, creando malentendidos por doquier.

– ¿No entiendo que hay de malo en esta carta?

– ¡Discúlpenos, por favor! –chillo Atenea con vergüenza, sabía que el hombre no había querido ser cruel con sus palabras pero cuando se trataba de sentimientos era torpe y deficiente– El lenguaje utilizado fue demasiado directo.

La mujer bajo su rostro y observo la taza de té que le habían dado, no lo había probado siquiera.

–Yo quería... salir con él pero me quedó claro que de aceptarlo demasiado rápido él podría pensar que era una mujer demasiado fácil. Ya había sucumbido a los encantos de su hermano, tenia miedo... –sorbió su nariz de forma deprimente– Esto no era lo que quería. Estaba desesperada pero no sabía cómo actuar o como expresarme, ni siquiera sé su dirección. Mi único enlace con él es está compañía y su hermano. Una vez me menciono a Hermes, dijo que era un gran mensajero y que sus palabras siempre eran las correctas, creí que... creí que podría utilizar sus mismos métodos de conquista. ¡Ahora me desprecia! Piensa lo peor de mí y yo lo amaba.

El llanto regreso destrozando el silencio que nadie se atrevía a romper.

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