CAPÍTULO III
Ese día comenzó con el pie izquierdo.
Pensada no solo por la famosa expresión: primero su alarma no había sonado, cuando abrió sus ojos lo primero que hizo fue poner dicho pie en el suelo estresándola demasiado, su cabello rubio se había enredado y se le hacía tarde para una entrevista de trabajo a la que aspiró por mucho meses.
Donde trabajaba dieron por culminado su contrato y para su mala suerte no había muchos restaurantes que necesitaran novatos en sus cocinas. Estudiaba gastronomía por las noches para ser una Chef reconocida a nivel mundial y se la pasaba fantaseando con ese momento a cada hora del día pero para eso necesitaba un empleo con el cual sustentar su vida y aprendizaje.
Recibir aquella propuesta era un milagro para Irina, cuando le entregaron su carta de retiro había vagado por las calles de Londres con un gesto sombrío hasta que sus pies la guiaron hasta el prestigioso anuncio de sus sueños, era un folleto publicitario donde expresaban la búsqueda de empleados para el famoso hotel "The Ned", envió su hoja de vida por correo electrónico al llegar a su hogar. Estaba emocionada y aunque no esperaba ninguna respuesta tenía la opción de la espera, algo que no duro por mucho tiempo porque en menos de treinta minutos su solicitud fue aprobada y adjunto al mensaje estaba la dirección para su encuesta y contratación.
Es por eso que ese día debía de ser cuidadosa, después de darse un baño rápido salió del baño retirándose su toalla rosada y colocándose una prenda íntima de encaje blanco, luego paso por encima de sus piernas unas medias enteras en negro; siendo este su color preferido a la hora de vestir y un jeans muy corto de tono desgastado, aunque no le preocupaba su aspecto porque no se vería debajo de su atuendo. Estuvo indecisa por al menos cinco minutos entre el vestido blanco que se ajustaba a su talla o el celeste pastel con corte acampanado que le llegaba por debajo de sus muslos, escogiendo este último por su practicidad y rematando su atuendo con un saco de un solo botón y unos botines igualmente en negros.
No se maquillo demasiado, solo uso una capa de polvo para opacar la falta de coloración natural de su piel nívea y un labial en rosado pálido para no lucir anémica. Hasta ese momento no sabía cómo tratar su cabello así que simplemente lo trenzo para evitar que los mechones rebeldes le opacaran la vista o se desordenaran en el viaje.
Tomo del perchero que estaba junto a la entrada una de las correas de su querida cockapoo azabache, un sombrero negro y la llamo con una sonrisa en su rostro, si se daba prisa podría llegar sin ningún atraso.
– ¡Cucky, es hora de pasear! –el animalito corrió desde la cocina hasta la sala dando saltitos de felicidad, planeaba dejarlo donde su hermana mayor; Elina, para que no se aburriera en el pequeño apartamento e hiciera desastres en su ausencia– Buena chica, ahora hagamos ejercicio y visitemos a tu querida tía Eli.
Bajo por el ascensor y desato las cadenas de su transporte habitual, dejando la seguridad en la pequeña canasta que estaba apresado en el volante junto a su carpeta con papeles requeridos y un pequeño bolsito con sus documentos, llaves y maquillaje. Quizás creer en supersticiones no era del todo aceptable en el siglo XXI pero no podía evitar sentir que nada iría bien tras ese desliz en la mañana.
Vaya día para levantarse con dicho pie.
El animalito corría a su lado feliz, Irina suponía que si bajaba la velocidad simplemente la arrastraría aunque con su pequeño tamaño era casi imposible, Cucky se conocía el camino hasta la casa de su fallecida madre donde ahora vivían sus únicas dos hermanas, por lo que casi dirigía el rumbo sin proponérselo, se había mudado al departamento para independizarse y como única vía de escape de todos esos recuerdos que la abordaban cada vez que veía la habitación de su progenitora vacía.
Al cruzar en una calle poco transitada pudo distinguir a dos hombres salir de una edificación, seguramente eran jóvenes políticos o asesores de seguridad por lo elegante que se veían y por estar distraída en sus suposiciones dejó que su mascota la guiara, pedaleando casi con inconsciencia hasta que comprendió el grave error que cometió al seguir acercándose, uno de ellos la observo con curiosidad deteniendo sus pasos pero el otro parecía mucho más distraído, llevaba su frente distorsionada por algún malestar que arrugaba su piel y para cuando quiso advertirlo de lo que sucedería era tarde.
Sus frenos inexplicablemente fallaron.
– ¡Cuidado!
La voz femenina urgió de sus labios, Hermes observo por una milésima de segundo una macabra sonrisa en el erote mientras era abrazado por un calor ajeno y luego el mismo estremecimiento se convirtió en un tropezón que lo dejó en el pavimento con un ligero desconcierto siendo seguido por otros sonidos metálicos y tintineantes. Despabilo sus ojos con la sensación de que había sido arrollado y un dulce peso en su abdomen le sugirió que no estaba del todo equivocado, quiso buscar la causa del accidente pero una bestia feroz ataco su rostro con un arma húmeda y letal.
Cierto dios del amor estaría en problemas con él después de eso.
– ¡Puaj! ¡Quítenmelo de encima! –se quejó Hermes evitando con sus manos que el canino lamiera su rostro, a pesar de ser pequeño era muy veloz e inquieto y su aturdimiento no lo ayudaba en nada.
–L-Lo siento mucho... ella es muy enérgica y amable... –la disculpa era sincera, la dama extendió sus manos para alejar al mestizo y se sentó sobre la carretera con un gesto adolorido, lamentablemente se había raspado los codos, las rodillas y se había roto las medias. Su bicicleta había quedado tirada a un lado de ellos y varios de sus complementos se habían doblado, agradecía que su cachorro no sufriera ningún daño: ni por el peso de ellos ni con el metálico objeto– ¡Lo siento mucho!
Jugueteo con el pelaje de su mascota intentando no llorar de la frustración y Hermes por fin pudo sentarse a observarla, era la primera vez que la veía.
–Entonces es una chica –dijo con tono monótono, la dama lo observo con extrañeza– Tu perro es una... ya sabes. Olvídalo, supongo que también fue mi culpa, estaba un poco distraído –observo de forma amenazante al dios del amor quien enseguida corrió a su lado a socorrerlos.
– ¿Están los dos bien? Bueno, los tres... –su voz sonaba preocupada, Hermes tuvo el impulso de invocar su vara para darle un golpe en la cabeza– Yo me detuve y te dije que lo hicieras pero estabas tan desatento...
Los ojos del mensajero se vieron blanco por un momento, podría haberse estado sintiendo mal e incluso en ese momento se sentía extraño pero no era un tonto y si le estaba prestando atención a sus palabras.
Ambos observaron a la chica y vieron sus heridas.
–Deberíamos curarte y... debo darte mi contacto para pagar los daños de tu bici –Hermes saco una tarjeta de su bolsillo y se la extendió.
–Sí, claro... gracias... –la tomo con su pulso tembloroso, ni siquiera la leyó y no pudo más, algunas lágrimas cayeron por sus mejillas impresionando a los dos dioses pero enseguida las limpio con vergüenza y sonrió como excusa dándole la espalda para levantar su viejo transporte, chistando por lo bajo al ver que de verdad se había trabado– ¡Tck! ¿Por qué tenía que ser hoy? Eh, disculpen... –se giró un poco para no dejar tan evidente lo afectada que estaba, pudo ver como desde la otra esquina se acercaba un hermoso vehículo rojo– ¿Podrían quedarse con la bicicleta? Yo luego vendré por ella, debo dejar a Cucky en que mi hermana y ya estoy muy atrasada. Yo... verán, sé que no nos conocemos pero es un favor que necesito con urgencia, debo llegar a tiempo al The Ned para presentar mi postulación de trabajo y aún me faltan muchas calles, debo...
– ¿Ibas a una entrevista al hotel? –la interrumpió Eros colocando una mano al frente– Nosotros también íbamos al hotel para almorzar y comenzar nuestros labores del día. Acompáñanos y...
–No, no... es que no puedo ingresar a mi perra, por eso la llevaré con mi hermana. Perdón por atrasarlos, veré que hago con este desastre.
–Lo que quiso decir es que él es el encargado de las entrevistas y como disculpa por este incidente desea invitarte el almuerzo –la voz del heraldo era tan seca que dejó intrigada a Irina– Soy Hermes Walker, perdón por los inconvenientes ocasionados.
–Y yo soy Eros Scannone –se integró por la fuerza a la conversación, su sonrisa dejaba a la vista lo amable que podía ser y lo travieso también– Por lo de la entrevista no te preocupes, entrégame los requisitos enviados al correo y ya, estás dentro. Creo que tienes un ángel guardián siguiéndote los pasos.
–Sí, eso parece... –todo el miedo y la decepción se habían disipado dejándola con una sensación de calma, no podía ser más afortunada y todo se lo debía a Cucky– Yo soy Irina Green, mucho gusto.
Su corazón no salía de la impresión, de todos los escenarios que pudo imaginar nunca medito en uno igual, extendió su mano al de ojos claros y él solo la ignoro siendo tomada por el enérgico parlanchín.
(–Sí, claro... un ángel. Un cupido querrás decir... pobre, espero no se le ocurra unir su vida con cualquier ser que se le cruce en el camino.)
Hermes seguía la conversación de su amigo mientras decidió en ayudarla a recoger lo caído, eran pocas cosas en realidad: unas cadenas con candados, unas carpetas y un pequeño bolso de cosméticos.
–De verdad gracias... yo necesitaba... –un dedo del sonriente muchacho le impidió las palabras.
–No, no... no me agradezca, solo procura hacer bien tu trabajo –le guiño un ojo y acaricio la cabeza del perrito– Que linda cosita peluda, creo que Hermes necesita un cachorrito en su vida. ¿Cómo es que se llama?
–No necesito nada, Eros. Y dijo que su nombre es Cucky.
–Sus nombres... –el rostro de ella se sonrojo– Son como los dio...
– ¡Los dioses griegos! –exclamo feliz el muchacho de las flechas interrumpiéndola nuevamente al percatarse de que obviamente había relacionado sus nombres con el panteón– Claro que sí, cariño. Veras, somos parientes.
–Lamentablemente –Hermes se mostraba cada vez más reservado, por alguna razón sospechaba en las intenciones de cupido y no era fans de las palabras "destino" o "casualidad".
Decirle que necesitaba un cachorro era su forma sutil de proponerle a la muchacha como una mascota.
–Y nuestros ancestros amaban esa cultura y nos transmitieron su pasión a cada uno de nosotros. Así que casi todos en nuestra familia tenemos nombres de deidades –amplio la expresión de felicidad por sus labios provocando que se cerraran sus ojos– Te sorprenderás. ¡Oh, miren! Mi auto ya está estacionado aquí.
Luego de las disculpas y la conversación dejaron en la recepción del Olimpo las cosas de Irina, Eros se hizo cargo del perrito mientras Hermes conducía su auto por las calles londinenses.
– ¿Entonces tu mama se llama Afrodita? –la chica parecía incomoda e incrédula, había utilizado el baño empresarial para retirarse las medias rotas y habían curado sus heridas colocándole banditas en cada una.
–Sí, así es –le enorgullecía decir aquello o eso parecía– Y mi papa es el mismísimo señor de las guerras.
– ¿Ares? –su voz parecía entrecortada– ¿No es mucha casualidad?
– ¿No me crees? –se ofendió por lo dicho más no lo demostró– Nunca mentiría con algo así, ¿Verdad Hermes? Pero más me sorprende que sepas los nombres de los dioses griegos.
–Sí, verás... es que de niña me gustaba la mitología.
–Da la casualidad de que algunos de nuestros parientes adoran juntarse con otros familiares lejanos –respondió, estaba distraído con el camino pero no perdía el hilo de la plática, fue cuando por curiosidad le dio un vistazo desde el espejo retrovisor a la dama y Eros se dio por enterado de todo– Y no cuestiones más, mientras menos sepas es mejor. Deberías dejarla en paz, hablas demasiado Eros.
–Sí, sí, lo siento. Cuando me emociono no dejo de platicar y está chica me cae muy bien –el erote se inclinó para colocar música y le susurro– ¿A ti no?
–Ustedes también me caen bien. Gracias por su ayuda.
La muchacha se avergonzó y sonrió como respuesta, los ojos turquesas de Hermes volvieron a observarla por el espejo.
– ¿Acaso la estás admirando? –susurro su "primo".
El mensajero no contesto porque sabía que era perder el tiempo pero si le dedico una mirada siniestra llena de amenazas que estaba tentado a cumplir si llegaba a meter un dedo donde no debía, el chico divertido se regresó a su lugar dejando una canción bastante melosa en la radio como simple respuesta. Al llegar al majestuoso edificio dejaron el vehículo en el garaje y subieron por el ascensor de los trabajadores, la chica estaba feliz y Hermes podía notarlo por su mirada curiosa, Cucky ladraba cada cierto tiempo como señal aprobatoria de lo que veía y Eros le respondía de forma divertida como si aquel animalito pudiera responderle.
(–Tener un cachorro... ¿Eh? Aquí hay algo extraño.)
Las puertas metálicas se abrieron dejando ver un recibidor de ensueño, sillones distribuidos por la zona, jarrones y macetas lujosas con flores y plantas exóticas, algunas bancas y muchas mesas, también habían espejos y anuncios.
Los dos caminaron con confianza siendo seguidos por la muchacha.
– ¡Buenos días señores! –exclamaron las dos recepcionistas al reconocerlos, aquel hotel era administrado por Fobos y Deimos por lo que la presencia de Eros era habitual y conocida por sus pisos, además allí citaba a todos los postulantes a trabajos que involucraran su atención.
– ¡Buenos días, señoritas! –el erote se caracterizaba por su personalidad abrumante y coqueta.
– ¿En qué podemos ayudarles? –continuo la de cabello negro cerca de los hombros, su nombre en el distintivo la señalaban como Emma, mientras esperaba respuesta sus ojos vieron con desagrado al canino– Disculpen la observación pero no se aceptan mascotas en la recepción.
Irina estuvo a punto de responder pero él confirmo aquel hecho dejándola anonadada.
– ¿Algún problema? Es mi cachorra y que yo sepa mis hermanos no han colocado ninguna norma sobre la presencia de animales en el lobby.
Las mujeres se pusieron nerviosas, revisaron los cronogramas que tenían para confirmar sus visitas e indicarle a que sector debían ir.
– ¡Si, disculpe! Los señores le permitirán en despacho 023 del sector norte, que tengan un buen día... –comento la de cabello rosado pálido, el tinte daba la sensación de que comenzaba a caerse de sus greñas onduladas.
– ¡Maravilloso! Emmm... ¡Louis! –exclamo al ver su nombre, extendiéndole el perro a la que se llamaba Emma, la mujer lo tomo con cuidado y una expresión de horror– Tranquila, no muerde. Por favor cuídenla por mí y denle el mejor trato. Vendré por ella en unas horas.
Se dio la vuelta y jalo a sus acompañantes.
–Eres cruel...
Menciono Hermes con una risa burlona mientras caminaba, la chica volteaba de vez en cuando para asegurarse de que su mascota estaría bien.
–Pero justo –culmino la expresión con una mueca de superioridad.
Irina no podía imaginarse que los empresarios pudieran ser tan divertidos y sociables, había creado una imagen recta donde ellos eran verdugos de sus obreros y castigaban cada mal movimiento con gritos y despidos. Ni siquiera la conocían pero parecían fraternizar con ella sin problemas.
– ¿Cucky estará bien?
–Lo estará –le aseguro redirigiéndola a uno de los restaurantes– Almorcemos para atender las entrevistas.
– ¡Pero ya es tarde!
–No lo es, Irina. Siempre coloco un horario para evitarme los atrasos, siempre llego dos horas después –levanto la mano para atraer la atención de un mesero mientras invitaba a los dos a sentarse en la mesa que había escogido– ¡Mesero!
– ¿Creías que te atenderían de una vez? –Hermes se apoyó en el asiento de su silla y desvió su mirada a la decoración del lugar– Para tu suerte, ya estás contratada.
– ¿Por qué no se me ocurrió arrollarlos antes? –balbuceo llena de felicidad provocando una mirada incrédula en el heraldo– ¿Lo dije en voz alta?
Ambos caballeros asintieron y ella solo pudo juguetear con sus dedos, no comprendía lo que le sucedía estando al lado de esos dos, simplemente estaba deslumbrada.
– ¿Y cómo puedo tener un trabajo si ni siquiera saben a qué cargo aspiro?
–Eso... –los ojos de Eros se concentraron en evaluar el rostro de la mortal– Cuando me dijiste tu nombre supe quien eras. Vienes por el puesto de ayudante del Chef o algo así.
– ¡Exactamente!
En ese instante Hermes dejó de evaluar la zona para evaluar la plática, Eros no había revisado los papeles porque recién se los entregó esa mañana, tampoco pudo haber respondido ningún correo porque de eso se encargaba él, entonces ¿Cómo podía conocerla si no había ninguna forma de que supiera aquello sin otra intención? Desvió su atención al cupido y esté comprendió el terreno borrascoso en el que se encontraba.
Terminaron de comer y se despidieron con un apretón de mano, el heraldo le recordó que se pusiera de acuerdo con él para solucionar lo de su bici y se alejó junto al dios del amor.
–Tienes mucho por explicar,
Fue lo único que le dijo antes de cruzar en otro pasillo, Eros sonrió inquieto y se dirigió a la zona de entrevista donde muchas personas estaban sentadas revisando sus teléfonos o leyendo alguna revista de moda que su madre; Afrodita, les entregaba para ofrecerlas al público.
–Sí, tengo mucho que explicar pero no será hoy.
Susurro pasando a su oficina e iniciando el día agendado para él.
Cuando Hermes termino de entregar el mensaje de Ares a Fobos se retiró, no sin antes echar un vistazo a la recepción, era un tonto por sentir curiosidad de saber si estaba por los alrededores cuando era más que obvio que ya se había retirado. Observo las llaves del auto rojo que tenía en su poder y sonrió, le daría un castigo a su amigo por meter su nariz en donde nadie lo había invocado, encendió el motor y salió del edificio.
Se sentía realizado al imaginar el rostro enfurecido del cupido.
–Eso te pasa por insensato –murmuro deteniéndose en una esquina para darle paso a otro vehículo que circulaba, fue cuando diviso a la chica caminando por la acera, llevaba a su mascota en brazos y parecía tener dolencia en su pierna, se arrepentiría de sus acciones después porque en ese momento no podía evitar sentir la necesidad de prestar su ayuda– ¡Maldito Eros! Esto es tú culpa.
Se acercó lentamente bajando la ventanilla del copiloto y la llamo por su nombre ocasionándole un leve susto a la muchacha.
– ¿Hermes? Pensé que estarías ocupado...
–Ya hice mi trabajo en el hotel, ahora mismo pensaba atender otros asuntos –le restó importancia a las miles cosas que faltaban por hacer– Pero eso no importa, puedo prestarte mi servicio de transporte.
Lo vio sonreír, parecía que estar lejos de Eros le devolvía el buen humor.
–Pero estas ocupado... no quisiera... –Cucky se movió de improvisto y salto al interior del vehículo– ¡Cucky! Ven aquí, no hagas eso.
Ella metió la mitad de su cuerpo por la ventana e intento tomar a su amiga peluda pero ella bajo del asiento para meterse debajo de los pies del conductor.
– ¡Ay no! ¡Cucky! –se estaba exaltando, aquello la avergonzaba.
–Creo que Cucky quiere que te lleve –soltó el volante para acariciar la cabeza del perrito– Sube, yo les hago el favor.
Aunque era una petición inocente el rostro de Irina se sonrojo, aceptando la propuesta. Subió al vehículo y sintió su corazón latir con frenetismo, Hermes arranco el coche y aquel dulce animal subió a las piernas de su ama. En el camino ella no dejó de mirar por la ventana para evitar caer en la imprudencia de observarlo, no entendía porque sentía esas emociones y se dio por enterada de que todo lo que sentía al lado de aquellos dos hombres se debía a una atracción precipitada sobre el mensajero.
– ¿Dónde debo cruzar? –preguntó visualizando el GPS que estaba activo en su móvil, le observo intranquila y no supo darle un motivo a su turbación– ¿Sucede algo?
Negó y le señalo el camino que daba a la izquierda, él simplemente obedeció a cada indicación y se detuvo frente de una casa elegante con un amplio jardín.
–Gracias por traerme –se bajó del auto casi corriendo, revisando su bolso para sacar su celular y mirar la hora.
–De nada, ha sido un placer. ¡Hasta luego señorita Irina! –la sonrisa de Hermes al despedirse la dejó casi con la baba fuera de la boca– Cuida bien de Cucky, es una buena niña.
–Claro, eso hare. Gracias de nuevo.
–No olvides escribirme, reemplazare tu bicicleta.
–No es necesario, solo necesita que le reemplace algunas piezas –le explico intentando ser agradecida con todo lo que habían hecho por ella en ese día– Mañana iré por ella a la recepción...
– ¿No? –le extraño pero no retiraría su oferta así de fácil, él había ocasionado el accidente por culpa de las manipulaciones de un dios con flechas llenas de amor– No acepto tus palabras, aquella pobre pieza quedo muy dañada y supongo que debes tenerle aprecio pero... necesitas un nuevo transporte. Yo no tengo ningún inconveniente en comprar otra, recuerda que fue mi culpa el que te accidentaras.
–Eso no es cierto, yo también me distraje.
–Bien, pero déjame ayudarte con esto –vio que su argumento no era bien recibido así que cambio de táctica pidiéndoselo de forma genital, Irina asintió vencida por su radiante presencia– Entonces, dame tu numero para ponernos de acuerdo. Presiento que si me siento a esperar tu mensaje, no me escribirás.
– ¡Ah, claro! –se emocionó ante la idea, compartieron su contacto y finalmente lo vio partir por la calle hasta perderse de su vista– ¿Estoy soñando acaso?
–No lo creo, yo lo veo muy real –le respondió su hermana dándole un sobresalto de muerte.
– ¡¿Por qué hiciste eso?! –le grito espantada.
– ¿Hacer qué? Tengo rato aquí esperando a que te despidieras de ese chico –le acuso un tanto ofendida, era la mayor de tres hermanas.
Si, sólo eran las tres y resulta que también era la menor.
El cabello de Elina era más oscuro y sus ojos castaños, características heredadas de la familia de su padre y aunque se parecían mucho, la mayor era mucho más alta y menos delgada.
– ¿Quién era? ¿Un futuro cuñado? –cuestiono otra chica llamada Erika; quien era su gemela.
– ¡Nada que ver! –se espantó al verse expuesta con algo tan absurdo– Él es... es... Hermes. La verdad es que no sé quién es. Apenas lo conocí hoy y yo... –ambas muchachas le observaban incrédulas– ¿Tanto se nota que me atrae? –ellas asintieron con una sonrisa– En serio, solo lo conocí hoy. No es posible...
– ¿Y porque no? –agrego Erika– Además te pidió tu número.
–Lo hizo para pagar mi bicicleta –les revelo ganándose una ceja alzada de ambas– Yo lo atropelle con mi bicicleta y él se siente responsable de los daños.
– ¡Que fantástico! –exclamo la mayor, dándole la espalda para caminar al jardín donde había estado cortando la mala hierba que comenzaba a salir– Es como una novela romántica.
–No digan eso...
–Yo digo que le interesas –concluyo Erika, siguiendo a Elina– Si te escribe, no lo arruines.
Luego de aquel encuentro, la vida de Irina se vio envuelta en bendiciones casuales que le facilitaron su decisión de independencia, Elina se mostraba muy contenta con sus logros mientras que Erika parecía distante en opinión. Había pasado un mes y dos semanas desde que comenzó su trabajo como ayudante y realmente se esforzaba en sus acciones para no acumular quejas que le hicieran perder la confianza obtenida con Eros. Cada vez que él visitaba el hotel solía rondar la cocina número 3; que era donde se desempeñaba, algo que atraía la atención de los chef y ayudantes.
Ese día llevaba cerca de veinticuatro horas laborando, uno de los chef principales enfermo de gripe por lo que fue suspendido y el primer chef le ofreció la oportunidad de sustituirlo por unas horas, algo que no se permitió rechazar así tuviera que dejar de dormir o comer.
Eros estaba al tanto de lo ocurrido por "simple casualidad" y le enorgullecía la disposición con la que operaba la joven, que sin pensárselo dos veces hacia suya cualquier circunstancia.
– ¿Trabajaste todo este tiempo? –sonaba sorprendido, observando la locura que se compartía a toda hora en las cocinas– ¿No tomaste un descanso de tu turno para retomar este?
–Estoy acostumbrada a trabajar bajo tensión, señor Eros –le sonrió, debajo de sus ojos se surcaba el cansancio.
El nombrado soltó un suspiro agobiado y se apoyó sobre una mesa metálica donde había muchos platos limpios bien acomodados.
–Ahhh... ya lo vi –cerro sus ojos pensando en cómo compensarla por su ardua valentía– Bueno, ¿Qué te parece si... tomas el cargo de Chef principal de Albert?
Todos observaron anonadados al subdirector, ella era más que capaz de cumplir cualquier capricho impuesto por la vida y había investigado sobre sus muchos estudios, incluso estaba dentro de un programa extenso y reconocido.
–Señor Eros... –quiso intervenir el subjefe de ese día, si alguien merecía aquel cargo eran los que pertenencia a su jerarquía–...eso no es posible. Albert...
–No me interrumpas, Gilbert –le dijo sin siquiera mirarlo, su atención estaba en los ojos desorbitados de Irina– Estoy conversando únicamente con ella, no necesito la opinión de nadie más. Ya tengo la jubilación firmada por su persona y no tuvo ningún problema en hacerlo. Está más que complacido con el arreglo ofrecido.
– ¿Tomar el cargo de Albert? –exclamo conmocionada.
–Sí, dirigir está cocina será sencillo para ti con esas energías que tienes –le confeso de forma gentil, ella no dijo nada solo observo el enfado notorio de Gilbert, el dios se dio por enterado pero lo ignoro dirigiéndose a la entrada y presionó con su oferta– Ahora me voy a casa pero... piénsalo. Para dentro de dos días necesito ocupar ese puesto, se viene un evento importante y está cocina junto a la primera tomará los pedidos. Te veo luego.
Abrió la puerta y se retiró, despidiéndose con su mano de todos.
El silencio sepulcral que quedo después de su partida fue incomodo, nadie agregó nada al tema y ella solo se dedicó a continuar con su trabajo.
Para cuando quiso entregar su turno la sonrisa hipócrita de su jefe por ese día le heló la sangre, estaba confirmado: Gilbert la odiaba.
–Sabes... Andrew también se contagió de esa extraña gripe –los ojos de la chica ardieron de cansancio anteponiéndose al contexto dado– Necesitamos el personal completo por eso no puedo dejar que te retires, ¿Podrías tomar su lugar por otras horas hasta que llegue su reemplazo?
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