Capítulo #1: ''Queridas Nerys y Rae''
23 de diciembre de 2022. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Rae sonríe con una falsa amabilidad al hombre frente a ella. Ha pasado una eternidad desde que la charla se desvía hacia él y sus "grandes hazañas" para la sociedad. ¿Cómo ha terminado en esto? ¡Claro, Nerys! Su hermana gemela y sus intentos fallidos de emparejarla. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Una hora? ¿No sería hora de inventar alguna emergencia y escapar?
Alfred Miller es un comerciante adinerado recién llegado de los Estados Unidos y además, es once años mayor que ella. Tiene su encanto, eso no lo puede negar. Sus ojos negros son llamativos y su sonrisa encantadora; pero basta que abra la boca para lo poco que le parece agradarle de él desaparezca por completo. Y es que todo lo que ha hecho en todo el rato que llevan ahí sentados, si Rae llegó a decir algo más allá que su apellido, sería decir mucho.
La mirada de la joven se centra en el rostro de su acompañante, clavándose en un punto negro que parece querer explotar en su perfilada nariz. ¿Eso es pus?
—¿Estás bien? —pregunta Alfred con voz áspera, en un español con acento perfectamente marcado. La mira enarcando una ceja, en señal de confusión.
Un escalofrío le recorre el cuerpo mientras trata de distraerse en otro punto. Quizás por la forma en que la mira, como si quisiera devorarla. Alfred tose, como si espera una respuesta. ¿Le ha hablado?
—¿Qué? ¡Ah, sí! ¡Estoy bien! —contesta Rae tratando de controlar el nerviosismo. — ¿Qué decías del gato?
La expresión seria del hombre parece relajarse al ver que el tema de conversación vuelve a su dirección y continua explicando su proceso para subirse al árbol en dónde el gato de su vecina se había visto atrapado.
Sí, tiene salir de acá ya. Necesita una distracción; algo que le haga tener el tiempo suficiente para poder salir elegantemente de esta situación y poder llamar a Nerys para que venga por ella.
Entonces ve la oportunidad perfecta en el vaso de jugo de naranja servido frente a ella: tiene solamente una oportunidad para hacerlo parecer un accidente. Entonces, levantando una mano como si quisiese acercarse a tomar una servilla, Rae deja caer el vaso sobre su vestido nuevo.
Alfred, que seguía parloteando sobre algún tema tan poco interesante como su personalidad; se detiene de golpe cuando ella se levanta abruptamente.
—Ay, pero que boluda ¡Todo un quilombo hice! Voy al baño un toque, ahora vuelvo.
Y antes de darle tiempo a su acompañante para responder, Rae se dirige en paso apresurado al baño. Tal vez mucho, porque casi tropieza con la pata de una mesa en su camino.
Casi, esa sería la palabra clave.
Delante del espejo en el baño, mira su reflejo cansado. Una sensación incómoda la llena, como siempre que se ve involucrada en alguna de estas situaciones ¿Por qué tiene que ser tan complicado salir en citas, tan enredado...conectar? Rae no recuerda haberlo hecho alguna vez en su vida, más allá que para entablar alguna amistad.
Sabe que su vida no debería estar condicionada a si tiene o no pareja; al menos eso es lo que le recordaron sus padres desde que era un niña. Pero, a medida que los años pasan y todos a su alrededor parecen encontrarlo, no puede evitar sentir una especie de vacío en su interior. Uno que es grande y pesado, la ausencia de algo que desea con una desesperación que es embriagadora. Que muchas veces, ni le permite dormir.
¿Por qué desearlo con tantas ganas? No debe ser normal hacerlo. Es como si lo extrañara. Pero...¿realmente se puede extrañar algo que jamás se ha tenido? De alguna forma, ella lo hace.
''Es tu mente buscando obsesionarse con el asunto'' recuerda las palabras de su psicóloga; ''mientras más romantizas la idea, más difícil será convivir con ella''.
Y Rae lo ha intentado, no pensar en eso. Pero es como alguna especie de fuerza la atrajera hacia la idea, haciéndola continuar buscando y sintiéndose frustrada en el intento. Muchas veces se descubre pensando, que tal vez, se trata de que está buscando en el lugar equivocado.
Tal vez, en verdad se ha dejado llevar de más por fantasías infantiles e imposibles. Pero lo recuerda, lo mucho que sus padres se amaban. Lo mucho que Ner...
Se detiene. No, no, no es momento de dejar que los pensamientos se desvíen en esa dirección. Lo importante ahora es buscar salir de la situación en la que se encuentra.
Cuenta hasta diez mentalmente y saca el teléfono de su cartera. Podría fácilmente culpar a Nerys por esto, después de todo su hermana es la persona que mejor la conoce en el mundo ¿Por qué continua buscando emparejarla con estos pibes? ¿Sería venganza por el pollo mal cocido del otro día? En su defensa, no sabía que la carne está en mal estado y la acompañó los tres días enteros que estuvo internada en el hospital. Pero sí, Rae está segura de que ese pequeño incidente tiene algo que ver con la noche de hoy.
La llamada timbre tres veces sin respuesta, aumentando el nerviosismo en la joven.
''Vamos, Ner...no me abandonés ahora''
Un tono después, la carcajada de su hermana desde el otro lado de la línea es lo primero que escucha; aumentando su furia.
—Con las buenas noches, Rae —dice Nerys entre risas—. Cóntame, ¿Qué tal la cita?
—Creo que ya sabés cómo va, Ner —responde Rae, en un intento de no perder la paciencia—. Necesito que me saqués de aquí —continúa, dispuesta a guardar sus palabras menos diplomáticas para después—. Esto es una tortura lenta y dolorosa.
—¡Dale, no puede ser tan malo! —exclama su hermana del otro lado de la línea.
—Lleva media hora hablando de cómo rescató un gato de un árbol y recibió un reconocimiento por eso —dice Rae con tono bajo y fastidiado.
—No suena tan terrible —contesta Nerys, ahora con un dejo de arrepentimiento.
—Ner, rescató al gato hace veinte años.
—En diez llego —dice Nerys con rapidez, antes de cortar la llamada.
Rae reprime un grito de alegría al guardar el teléfono en la cartera. ¡Finalmente saldrá de ese lugar! Ahora, ¿Qué excusa pondrá? Piensa en varios escenarios desde que sale del baño y camina por el pasillo hasta el lugar donde ha estado atrapada la última hora. Ve a Alfred mirando a una mesera que está un par de mesas más allá tomando la orden de unos clientes. Niega levemente con la cabeza y se acerca a él con paso firme.
Al notar su presencia, Alfred deja de mirar a la mesera y agarra rápidamente la carta de postres. Rae se para al lado de la silla en la que ha estado antes, pero no se sienta.
—Estaba pensando... —empieza Alfred, sin darse cuenta de que ella no se ha sentado, aún con la vista fija en la carta de postres—, que podríamos pedir una tartaleta de manzana —dice, con el tono de alguien que lleva tiempo dándole vueltas al mismo tema.
—No va a ser posible —dice Rae rápidamente—. Tengo que irme, mi hermana tiene un problema y tengo que ayudarla —concluye, tratando de no titubear. Alfred finalmente levanta la vista y la mira fijamente, como si estuviera buscando alguna señal de duda o mentira en su voz. Rae reza para que las clases de teatro que ha tomado con la Sra. Castillo sirvan para algo.
—¿Qué pasó? —pregunta el hombre, poniéndole los nervios de punta.
¿Y ahora qué? Los pensamientos de Rae se revuelven en su cabeza hasta que suelta la primera idea concretar que logra armar.
—Problemas con el auto. Se quedó tirado a unas cuadras de nuestro departamento y no puede trasladarlo al taller porque el auto está a mi nombre. Así que tengo que ir allá lo antes posible —dice con más calma y firmeza de la que ha tenido en mucho tiempo.
''Gracias, Sra. Castillo'' ; la joven hace una nota para enviarle un regalo de Navidad este año.
—Está bien —responde Alfred, asintiendo—. Déjame pagar lo que hemos comido y te llevo.
—¡No! —exclama Rae de golpe, llamando la atención de los comensales cercanos y haciendo que Alfred la mire—. Quiero decir, no hace falta. La casa queda lejos y es más cómodo que pida un taxi. Gracias igual.
—Si así lo prefieres... —dice él después de unos segundos, mientras se levanta—. Espero que podamos repetir esto pronto —dice animado.
—Claro —miente Rae, da una ligera despedida y da media vuelta. Con paso apresurado pero cuidado, camina hacia la puerta, decidida a evitar cualquier contacto futuro con ese hombre.
El calor la golpea en lo que puede salir a la calle y deja la seguridad que proporciona el aire acondicionado. El verano no tiene ni una semana de haber oficialmente comenzado y ya la saca de sus casillas; siempre ha sido más de los climas fríos. Suspira con alivio cuando un par de minutos más tarde ve el auto de su hermana estacionarse a media cuadra y prácticamente corre a su interior. Al entrar, agradece que su hermana tenga opiniones parecidas con ella respecto al clima y se deja fundir nuevamente en el frío. Sin más, se alejan de ahí.
Las hermanas Besset no podrían tener más parecido físico si lo intentaran; se parecen tanto que podrían hacerse pasar fácilmente la una por la otra. Es más, en más de una oportunidad al crecer, lo hicieron. Escocesas de nacimiento, siempre han recibido halagos: de tez pálida, y una larga cabellera rojiza que cae sobre la cintura de ambas en forma de rulos desprolijos. Superan el metro con setenta. De ojos de un azul claro, incluso más que la tonalidad del cielo; entre las hermanas parece no haber ninguna diferencia. Solo su madre y su padre, por mucho tiempo, han sido capaces de diferenciarlas. Hasta que ellos fallecieron, y volvieron al reconocimiento tan solo entre ellas. Al menos, a lo que en físico se refiere. En personalidad, digamos que las hermanas Besset son más diferentes que el agua y el aceite: el complemento perfecto la una de la otra.
Llevan unos diez minutos en silencio cuando Nerys finalmente rompe el mutismo.
—En unos años nos vamos a reír de esto, Rae. Vas a ver.
Rae suelta una risita al escuchar el intento de disculpa de su hermana gemela. La deja sufrir unos segundos más antes de contestar.
—Me río para no llorar, Ner. —responde, con la vista fija en la ventana — Che, ¿No creés que las estrictas normas de nuestros viejos son la razón de mi incapacidad para las citas? ¡Ya tengo veintiséis y ni un beso he dado!—responde, con la vista fija en la ventana.
—Técnicamente, aun no tenemos veintiséis —comenta Nerys, con una sonrisa burlona en la cara —. Dos días nos faltan.
—Serás...— comienza a decir Rae, pretendiendo molestia. Sin embargo, no puede evitar reír también.
—No te estás perdiendo de mucho, Ra.—dice Nerys, ahora con seriedad; sin despegar la vista del camino —Enamorarse es una completa mierda. Aunque no estaría mal que te dejases llevar alguna vez y te chapases algún pibe; eso, mi querida hermana, es algo que tienes que vivir.
—No es justo, vos no tienes moral para decir eso, porque vos sabés lo que es amar. No todo el amor puede ser una mierda; lo que Andrés y vos tuvieron es la prueba de ello. Es más, de no haber enfermado...— Rae se detiene; eso no ha sido justo de su parte. Lo sabe, y su propia desesperación la ha llevado a ser imprudente. Nerys frena en un semáforo y voltea a verla, con una media sonrisa —Lo siento, Ner, no quise...
—No pasa nada —la interrumpe su gemela; pretendiendo despreocupación. Pero Rae nota como agarra con un poco más de fuerza el volante —. Pasaron tres años, Rae. A veces, esas cosas pasan. Si no puedo hablar al respecto, entonces no podré hablar de nada.
—De todas formas —insiste Rae, todavía en un tono cargado de culpabilidad — No debí mencionarlo, menos en estas fechas.
Nerys deja escapar un largo suspiro. Finalmente, el semáforo cambia y pueden emprender de vuelta su camino.
—Sé que no ha sido tu intención. Te digo que —Nerys carraspea un poco antes de continuar—. Te dejo arreglarme una salida con uno de tus amigos freakys de la facultad, y estamos a mano. ¿Te parece?
Rae sonríe.
—Te quiero, Ner.
25 de diciembre de 2022. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Rae corre a través de grandes laderas, con agite, llena de desesperación. La lluvia cae sobre ella, abrumándola. Por más que intenta, no puede incrementar la velocidad. La persiguen, sabe que lo hacen. ¿Pero por qué? Es cuando lo ve, entre sus brazos, envuelto ligeramente entre las mantas un bebé pequeño solloza. Pero...¿Qué?
''Rae, Rae'' la llama una voz gruesa ''Vuelve, Rae, vuelve''
Los pelos en su piel se erizan, quiere detenerse; pero no puede hacerlo. Sus piernas incrementan el ritmo, como si no le pertenecieran. Como si estuviese dentro del cuerpo de alguien más.
''Sálvala. Rae, vuelve por mi''.
Las lágrimas que caen de los ojos de la joven se confunden con las gotas de lluvia; una desesperación creciente parece querer atormentarle el alma.
Entonces se tropieza, y cae de bruces en el piso. Con sus brazos, logra cubrir el cuerpo de la criatura. Sus sollozos incrementan, y el sonido de los cascos de caballos se hace cada vez más cercano. Van a atraparla.
Pero...¿Quién? ¿Cómo?
De repente, una voz diferente a los demás, que parece salir del ruido furioso del viento contra las hojas de los árboles; la hace detenerse.
''Katherine, Katherine'' ''Detente, tienes que...''
¿Katherine?
— Es demasiado tarde —dice entonces. Las palabras salen de su boca, pero no le pertenecen. — Si no puedo tenerlo, que sufra.
La escena se torna borrosa; del bolsillo del vestido pesado, saca un pequeño prendedor de cabello en forma de flor: de colores plateados y dorados, parece iluminarse de manera cegadora de un tono rojo, parecido a la sangre.
—¡No! — escucha a alguien gritar a sus espaldas; pero es demasiado tarde. La mujer junto a la bebé han desaparecido, dejando tan solo el pequeño prendedor detrás.
''Rae, Rae'' vuelve a decir aquella voz gruesa masculina ''Vuelve, vuelve''.
Rae abre los ojos. La oscuridad aún domina la habitación y una sensación punzante le oprime el pecho, como si algo muy pesado cayera sobre él. La cabeza le duele, y está mareada. Ahí está de nuevo, esa pesadilla. Las mismas que ha tenido desde que era una niña; pero está vez hay algo diferente: puede recordarla en su totalidad. Antes, los destellos eran tan borrosos que era imposible formar una imagen completa, pero ahora, se repiten en su cabeza como una especie de película. ¿Tan lejos ha llegado su tan descabellada imaginación? Había sido tan real.
Aquellas palabras, aquella voz. No estaban hablando en español. No, no. Eso era gaélico y podría reconocerlo en dónde fuese.
Más que un sueño, más que una pesadilla, había parecido un...recuerdo.
Volver. Pero...¿a dónde?
Enciende la lámpara que está en la mesita de luz, el reloj digital sobre este indica que son las seis con treinta minutos de la mañana; se sienta con cuidado en la cama, colocando ambas manos sobre su cabeza adolorida. La sensación de inquietud no desaparece, como si a pesar de estar en la tranquilidad de su departamento, no estuviese segura. Como si ya no pudiese estarlo, jamás.
''Fue un sueño'' intenta convencerse mientras los latidos del corazón vuelven a un ritmo normal ''aunque realistas, los sueños no pueden hacerte daño''
Dando un salto, se levanta de la cama. Ya podrá pensar en eso luego; después de todo no puede olvidarse de la realidad, y el día que es hoy. Sale con pasos sigilosos de su habitación, adentrándose en la de su hermana que está justo del otro lado del pasillo. Nerys duerme plácidamente en la cama.
Un par de pasos más y ya está a su lado. Después de todo, una tradición es una tradición, ¿no? Y antes de que pueda detenerse a pensarlo, se lanza sobre ella. Uno, dos, tres gritos se escuchan mientras Nerys intenta zafarse del agarre cosquilloso de su hermana. Las risas de ambas llenan la habitación, y después de una breve lucha de un par de minutos, yacen una al lado de la otra en la cama.
—Feliz Navidad, Nerys —dice Rae con voz tranquila, dejando escapar un suspiro.
—Feliz cumpleaños, Rae —contesta Nerys con una sonrisa amplia.
Son las siete y media de la mañana; ambas hermanas están en la cocina de su departamento. Con las ventanas abiertas, así se deja entrar la casi inexistente brisa, mientras se preparan un café.
Entonces suena el portero eléctrico. Una, dos, tres veces; con verdadera insistencia. Ambas se miran entre ellas, sin comprender.
¿Quién podría estar tocando tan temprano y encima la mañana de Navidad? Todos sus amigos cercanos están fuera por las fiestas y no es cómo si tuviesen más familia.
Al atender y no recibir respuesta por parte de nadie; Nerys decide bajar. Viven en el primer piso, así que no le toma mucho tiempo.
—¿Quién era? —pregunta Rae en cuanto cinco minutos después, su hermana vuelve a entrar en la cocina.
—No tengo idea, pero dejaron esto en la puerta —contesta Nerys; enseñándole un pequeño paquete en su mano derecha. El corazón de Rae parece detenerse por algunos segundos, cuando en la parte superior puede leer las palabras: "Para Nerys y Rae"—. ¿Creés que sea de la abuela? — pregunta; pero la misma queda suspendida en el aire, cuando su gemela arrebata el paquete de sus manos y comienza a abrirlo.
Pocos segundos después, Rae deja dos objetos sobre la mesada: un sobre y lo que parece ser... ¿un prendedor de cabello?
El mundo de Rae se viene a los pies, un tanto mareada se deja caer en una de las sillas de la pequeña mesa de dos puestos. Un prendedor de cabello en forma de flor.
El mismo de su pesadilla. En forma de girasol, es brillante y antiguo. Los bordes de cada pétalo resplandecen entre los colores plateado y dorados.
Nerys mira con extrañeza a su hermana, que parece haberse desconectado de la realidad, por un momento. Con el prendedor en las manos, no parece poder dejar de contemplarlo. Entonces toma la carta de la mesa, un par de segundos después deja escapar una exclamación de sorpresa. Sus ojos se tornan cristalinos y sus dedos, temblorosos.
—Ner... —la llama Rae, que parece haber salido de golpe de su ensismasmiento. — ¿Qué pasa?
—Es de papá...
—¡¿Qué?! —exclama Rae, con voz ahogada; dejando caer el prendedor en el suelo.
Los padres de Rae y Nerys fallecieron un año atrás en un accidente de tránsito; un par de semanas antes de la Navidad. Estaban en Clirthorm, su pueblo natal, visitando a las abuela paterna de las chicas. Ellas, en aquél entonces, en la facultad, habían decidido quedarse en Buenos Aires.
El silencio reina la cocina por algunos minutos; interrumpido tal vez, por lo pesada de sus respiraciones. Es cuando Nerys toma un acto de coraje, abriendo el sobre, todavía con los dedos temblorosos.
—Leéla en voz alta —pide su hermana.
—Está escrita en gaélico —responde esta, mientras sus ojos van deslizándose con suavidad entre las palabras. Entonces, comienza a leer.
Queridas Nerys y Rae:
Si están leyendo esto, significa que he partido de este mundo y no pudimos decirles jamás lo que realmente estaba pasando. Hoy, sentado en este pequeño escritorio, en casa de mi madre, siento que es el momento adecuado para revelarles secretos que han estado escondidos durante demasiado tiempo. Hubiese querido que fuese en persona, pero muchas veces las cosas no son cómo las esperamos.
Sé que probablemente estar confundidas por mis palabras, y puede que incluso piensen que estoy loco por escribirles hoy, pero la vida nos ha llevado a este punto, y todo tiene un propósito. Intentamos protegerlas, su madre y yo de todo esto, pensando que a lo mejor llevándolas lejos, podrían evitar su destino. Nos equivocamos. El prendedor que recibiste con esta carta es más que una joya; es una reliquia familiar que ha pasado de generación en generación. Asegúrense de cuidarlo como les hemos pedido siempre que lo hagan con sus corazones.
Deben ir a Clirthorm con su abuela. Ella tiene las respuestas que han estado buscando y las que, quizás, ni siquiera sabían que necesitaban. Que explicará el por qué de nuestro comportamiento, y tal vez también el por qué de tanto sufrimiento. Este viaje no será fácil, pero estoy convencido de que es necesario. Nacieron con un destino que no pueden ignorar, y llegó el momento de enfrentarlo. Está en ustedes romper la maldición.
Las pruebas que enfrentarán serán duras, pero confíen en que, mientras permanezcan juntas, encontrarán la fuerza para superarlas. Recuerden: "Muchas veces el acto más grande de amor, es aquel que implica el más grande de los sacrificios." El amor que su madre y yo tenemos por ustedes es eterno.
Nunca olviden que soy parte de ustedes y que siempre estaré con vosotras, guiándolas desde donde sea que esté.
Son el milagro más hermoso de Navidad y el faro de esperanza para nuestra familia.
Recuerden, muchas veces aquello que parece una locura, no es más que lo que siempre debió formar de nosotros.
Con amor,
Papá
Nerys deja de caer la carta sobre la mesa, y mira con fijeza a su hermana gemela cuyos ojos se han llenado de lágrimas, al igual que los suyos. Una sensación de opresión les cubre el pecho.
—Rae...¿Pero qué mier...?
De repente, una ráfaga de viento, nada típico del clima de verano entra por las ventanas abiertas, azotándolas con fuerza y calándolas de frío en los huesos.
Vuelve, Rae, vuelve susurra una voz mezclada con en el viento a su oído.
NA: Este es un experimento medio complicado; no voy a mentir que tengo que pensar mucho mientras voy escribiendo, pero lo amo. Amo las Highlands, la mitología, las leyendas y la magia; así como las historias de amor. Esto es una combinación de todo eso.
Espero les guste :)
Nos estamos leyendo.
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