Capítulo 9

Ni idea de cuánto tiempo estuve dormido, pero apenas despierto, noto que está oscuro y que Riku duerme a mi lado.

Me acomodo para abrazarlo por la espalda y escondo mi rostro en el espacio de su cuello. Me encanta su olor.

—No es cierto... —murmura dormido —. No soy... no soy como tú... —solloza —. No es justo... —se voltea y se aferra a mi brazo con fuerza —. No es justo... ¿Por qué me hizo eso?

—Riku... —parece que al oír mi voz se tranquiliza —. Tranquilo, estoy aquí contigo —su expresión se relaja —. Te amo —susurro y veo una sonrisa en sus labios.

El resto de la noche transcurre totalmente tranquila. Al llegar la mañana, ya me siento mucho mejor, aunque tengo un despertar bastante extraño.

Apenas abro los ojos, tengo esa sensación de ser observado muy de cerca. Y en cuanto volteo, me topo con los hermosos ojos ámbares de Dalia puestos en mí.

—Ah... ¿Hola? —digo completamente confundido.

—¿Te sientes mejor? —pregunta sin apartar su extraña mirada.

—Sí, me siento mucho mejor. ¿Por qué me miras como cuando tenías nueve años?

—¡Ay, sí te acuerdas! —se levanta, salta sobre mi estómago y me abraza mientras ríe. Realmente quiero reír con ella pero me falta el aire.

Pasado el ataque en el que casi muero asfixiado por mi hermana, ella se recuesta junto a mí y comenzamos a hablar de un sin fin de cosas para ponernos al día.

—Oye, Dal, ¿qué piensas hacer con tu vida? —me mira con una sonrisa.

—Desde que James trajo a los niños, he querido poder hacer más por pequeños así, abandonados por padres que no los merecen. Sé que no es algo que me dará dinero, y necesito el dinero para mantener el lugar y todo. Pero...

—Dal, ¿te digo una cosa? Me gusta tu plan —sonríe —. Y a Sulen le vendría bien un orfanato —la expresión de su rostro y el brillo de sus ojos no tiene precio.

—Me alegra que volvieras.

—Y no lo habría hecho de no ser por Riku.

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Rato después, mi madre y Riku regresan a casa. Al parecer fueron al mercado por ingredientes para cocinar algo. Me da gusto que él y mamá se lleven tan bien.

De verdad me gusta estar aquí, pero tengo que regresar a Sulen. Ambos tenemos que regresar a nuestras vidas.

Es agradable volver a compartir una comida familiar de esta manera. Dalia no deja de hablar con Riku, mamá sirve la comida, los niños juegan en la mesa y James los medio regaña para que se estén tranquilos.

Es una calidez que no pienso volver a perder.

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Al llegar la tarde, es hora de volver a Sulen. Mi madre no deja de abrazarme entre lágrimas al igual que Dalia. James solo se queda parado junto a los niños, pero noto el brillo de su ojos. Luego de que Riku se despide de todos, lo ayudo a subir al caballo y emprendemos el camino de regreso a nuestra casa, a nuestro hogar.

—Oye, Riku ¿Por qué cambiaste de parecer? —pregunto mientras permanezco abrazado a él.

—No lo sé. Supongo que cuando te fuiste, quise esperar a que regresaras para que habláramos... —sujeta mis brazos que lo rodean —. Pero hacía frío.

—¿Frío? —no entiendo a qué se refiere.

—Es solo que, cuando te vas lejos, siempre hace frío y, ahora sabía cómo y dónde encontrarte.

—Entiendo. De verdad lo siento.

—Dejemos eso atrás —asiento en silencio —. ¿Cómo estuvo la reunión?

—Nos gritaron mucho —reímos —. El Rey está realmente impaciente por hacer que el hijo de Lycaon vuelva a ese lugar.

—¿Crees que esté asustado?

—Es posible. Pero, siento que hay algo más que solo miedo.

—¿Y qué planeas hacer? No creo que el Rey vaya a esperarlos más tiempo. Aunque dudo que haga algo más.

—Esto es como buscar una aguja en un pajar. Supongo que tendremos que revisar a los habitantes que cumplan con las características que nos dieron. Aunque las únicas que son realmente válidas son el pelaje y la marca.

—¿Inspeccionarás a todos los habitantes con pelaje gris de tu zona en busca de esa marca? ¿Tienes idea de cuántos habitantes hay con esa característica?

—Créeme que sí —lo noto nervioso —. También existe la posibilidad de que ni siquiera esté en este lugar. Pudo haberse ido a otra parte, lejos de su prisión. Yo lo habría hecho —río por lo bajo.

—¿Dejarás que me revisen? —aprieta un poco más mis brazos.

—Descuida. No dejaré que nadie te toque más que yo —meto las manos bajo su camisa para sentir su piel —. Y revisaré cada rincón de tu cuerpo — susurro en su oído —. ¿Qué dices?

—Digo... —jadea —. Que espero que lleguemos rápido a casa para que lo hagas.

Hago que Riku se apegue más a mí y apresuro el paso del caballo. No falta mucho para llegar, pero en serio me urge hacerlo. O más bien, nos urge.

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Al fin llegamos a casa.

Riku entra mientras yo dejo al caballo en su lugar y me apresuro para alcanzarlo de camino a la habitación.

Mientras vamos a tropezones, voy despojando a Riku de su camisa y él hace lo mismo conmigo. Es casi una desesperación por verlo y tocarlo sin interrupción alguna.

Lo tomo de la cintura y lo cargo sin dejar de besarnos. Al llegar a la cama, lo recuesto con suavidad y desabrocho su pantalón. Nos separamos un momento para quitarnos el calzado y desnudarnos en tiempo récord.

—Esperaba tanto esto... —digo besando su pecho y subo hasta sus labios —. Te deseo tanto... —continúo mientras froto mi miembro con el suyo haciéndolo gemir cada vez más —. ¿Te transformas para mí? —asiente, llevado por la excitación. Lo hacemos al mismo tiempo —. Empezaré de abajo hacia arriba.

Lo contemplo un breve instante. Su pelaje gris, suave y brillante a la luz nocturna que entra a través de las cortinas, es suficiente como para ver cada detalle de él.

Rozo mis manos desde sus pies hacia arriba y río por lo bajo al ver que da un pequeño respingo por mi tacto.

Me detengo en el area de su pelvis y doy un par de lengüetazos a su miembro, haciéndolo gemir un poco más fuerte. Su olor y sabor son embriagadores.

Sigo subiendo por su abdomen —un poco menos ejercitado que el mío —. Lo acaricio como si fuera lo más frágil del mundo hasta llegar a su pecho, lugar en donde parte esa esponjosa melena blanquecina que rodea su cuello como una bufanda.

Por alguna razón, me siento nervioso cuando interno mis manos en aquel abrigo que siempre cuida que esté ordenado. Mis manos se detienen en un punto de piel sin pelo y mi corazón parece detenerse.

Yo... no esperaba que esto pasara.

—¿Confías en mí? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.

—Claro que sí —respondo de inmediato.

Ya había sentido esa parte de él; pero nunca la observé con detenimiento. Nunca me dejó hacerlo. Ya sabía que era algo de lo que él no estaba muy orgulloso cuando adquiría la forma de licántropo y que por eso muy rara vez se transformaba.

Riku guía mi mano para apartar el pelaje y dejar al descubierto lo que esconde. Su expresión me desconcierta. Parece resignado. Rendido.

En su rostro puedo ver lo que quiere decir. Esa expresión de "ya es hora", y "no espero que lo entiendas", y "espero algún día me perdones".

—Es mi recuerdo del pasado. Gracias por nunca insistir en el tema —desvía la mirada. Sus ojos se llenan de lágrimas —. Este es mi maldito y constante recuerdo de lo que soy.

Tiene un zarpazo que va desde el hombro hasta el pectoral. Tres cicatrices gruesas que demuestran haber sido una herida profunda alguna vez.

—Algunas cosas se quedan en nuestra piel de lobo, ¿no? Pues esta es la mía. Por eso no suelo transformarme. A menos que tú me lo pidas. Porque yo haría cualquier cosa por ti. Lo sabes.

—Riku... —muevo su rostro para que me vea —. Nunca podría dudar de ti.

Algo en su mirada me duele. De inmediato me doy cuenta de que es eso que no quiere decirme. O tal vez que no puede, no puede por...

—Tengo miedo, Inu —dice entre sollozos —. Tengo miedo de que todo esto se acabe en algún momento —se aferra a mí —. Tengo miedo de ya no poder estar contigo. Ya no soporto esto. Cada día se hace más grande.

—Riku —guarda silencio y me mira con los ojos completamente inundados —. Todo estará bien. No permitiré que nada ni nadie nos separe —empuño una mano y la pongo en el lugar de mi corazón —. Te lo juro por mi...

—No —me interrumpe alterado —. No jures por tu vida. No lo hagas, no lo vale.

—¿Por qué dices eso? —me tiene muy confundido —. Riku —aparta la mirada —. Por lo que más quieras Riku, dímelo para entenderte. Quiero poder ayudarte —se cubre la cara con ambas manos. Parece intentar controlar algún demonio interno.

—Vas a odiarme si te lo digo —dice negando con la cabeza mientras solloza. Está aterrado —. No lo vas a entender.

—¿Qué no voy a entender? —niega con la cabeza. La incertidumbre me está matando —. ¡Riku! —sin querer alzo la voz.

—¡Eso! ¡Que mi nombre ni siquiera es Riku!

Siento que mi corazón se detiene al oír esas palabras. En mi confusión, me aparto lentamente y permanezco de pie frente a él.

—¿Qué estás diciendo? —se sienta en el borde de la cama sin parar de llorar.

—Mi nombre no es Riku. Nunca lo fue...—intenta secarse las lágrimas, pero siguen emergiendo de sus ojos sin parar —. Mi verdadero nombre es Linus —niego en silencio. He escuchado ese nombre en alguna parte. Me recuerdo leyendo uno de sus libros de historia antigua. El que siempre dice ser su favorito —. Soy un hijo de Lycaon.


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