Capítulo 5

Nunca creí que pudiera convencerme de hacerlo, pero supongo que Riku tiene razón, doce años es mucho tiempo.

Tomé la decisión hace unos cinco minutos, pero ni siquiera he sido capaz de hacer que el caballo se mueva.

—Solo llegas, saludas, y te vas. Simple —suena como un buen plan. Aunque aun ni siquiera empiezo a moverme. Solo un momento más —. Vamos, Inu. Puedes hacerlo. No seas cobarde.

Permanezco parado en medio del camino mientras un sujeto en una carreta pasa tranquilamente. Lo saludo con un movimiento de cabeza y el hace lo mismo para luego volver a mirar hacia el frente y seguir con su camino.

Me siento como un idiota por temer a la idea de volver a ver a mi familia. Termino rascándome la cabeza con impaciencia hasta que siento que el caballo se mueve y alguien me sujeta por la espalda, casi haciendome perder el equilibrio.

—¡¿Pero qué?! —me aferro a las riendas con fuerza.

—¿Por qué tan indeciso?

—¡¿R-Riku?! —lo miro sorprendido —. ¡¿Cómo es que...?!

—Le pedí que me trajera —señala al sujeto que se va alejando lentamente en su carreta. Vuelve a abrazarme.

No tengo palabras para lo que siento en este preciso momento. Lo único que hago es acariciar las manos de Riku sosteniendo mi pecho.

—Lo siento —acabo diciendo mientras busco su mano sobre mi pecho —. Lamento haberme ido de esa manera durante la mañana.

—Descuida, no es tu culpa —acaba diciendo mientras apoya su mejilla en mi espalda.

El silencio termina por invadirnos. Claro que sí era mi culpa, fui yo el que se molestó por nada, fui yo el que se fue sin despedirse como debía.

Por supuesto era mi culpa.

—Entonces... —vuelve a hablar —¿A dónde vamos? —suspiro con pesadez.

—A Artis —mi voz suena preocupada.

—Pues... mueve el caballo. Así no creo que llegues muy lejos —me abraza más fuerte —. Tranquilo fortachón, todo saldrá bien.

—Supongo que es un poco más fácil ahora que estás conmigo.

Inicio la marcha hacia Artis. Realmente estoy nervioso, no he sabido nada de nadie en doce años. Seguramente ellos tampoco han sabido absolutamente nada de mí desde que el hombre me echó. Ni siquiera sé si quieren volver a verme.

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No falta mucho para llegar y ya está anocheciendo.

—Quizás no sea prudente llegar a esta hora. Casi es de noche y... —me cubre la boca.

—Vamos, Inu. Puedes hacerlo, yo creo en ti —esto último lo dice con aires de broma —. Además, ¿qué puede salir mal? Después de todo, ya eres un adulto. No pueden lastimarte.

Me inclino hacia atrás, apoyo mi cabeza en su hombro izquierdo y me quedo mirando el cielo rojizo mientras Riku me mira con una expresión algo seria.

—¡No hagas eso en el caballo! ¡Nos harás caer a los dos! —no me muevo para nada y solo río haciendo que se ponga más serio —. Oye, atento al frente —me enderezo para ver de qué se trata.

—Ah, ya llegamos. Riku, Artis, mi pueblo natal.

¡Demonios! Debí pensar que por las fechas este lugar estaría de fiesta.

Nos bajamos del caballo para caminar junto a él, ya que la gran cantidad de gente en la calle principal nos imposibilita cabalgar con libertad.

—Parece un lugar bastante animado. Ahora entiendo por qué siempre parece que estuvieras en medio de una fiesta cada vez que bebes.

—Yo no hago eso —lo miro con una sonrisa y el ceño fruncido.

—Sí ajá —me dedica una mirada cómplice —. ¿Cómo fue que conocimos nuestro "lugar de siempre"? —pregunta en voz alta.

—Ya, está bien, está bien —lo hago callar —. No es necesario que lo digas frente a tanta gente —me río con nerviosismo mientras me aseguro de que nadie haya oído eso.

Nuestro "lugar de siempre", ese bello y solitario lugar secreto que nos ha visto tener sexo salvaje y apasionado innumerables veces. Creo que lo hemos hecho más veces ahí que en casa. En pocas palabras, solo diré que lo encontramos por accidente. Estaba un poco —muy— ebrio esa vez, Riku iba regañándome por lo mal que eso podía verse ante los demás, de la nada aumentó la temperatura en mis pantalones y apenas la estaba aguandando, cuando intenté coordinar mis movimientos tropecé —escenas eliminadas—, y luego desperté en ese lugar completamente desnudo, sucio y con Riku a mi lado de la misma forma.

Debió ser una gran noche. Y no, Riku no sabe que no me acuerdo de ese momento. De seguro intentaría matarme si lo supiera, ya que siempre le digo que sí lo recuerdo y que fue la mejor noche de toda mi maldita vida.

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—Oye, mira —Riku me saca de mis pensamientos. Lo veo apuntando a un par de niños llorando a un costado de la calle. Y sin decir nada, solo se acerca a ellos.

Me detengo en el camino y lo veo acuclillarse frente a los niños que no hacen nada más que llorar.

Desde mi punto de vista, la expresión de Riku mientras intenta consolar y secar las lágrimas de esos niños con su mano para luego regalarles una sonrisa amistosa, lo hace ver una muy buena persona. De hecho, es tan agradable que me sorprende que no sociabilice con los habitantes de Sulen. Nunca me ha hablado de algún amigo ni nada.

Luego de un rato, vuelve con ambos tomados de las manos.

—Oye, dicen que están perdidos ¿crees que podamos ayudarlos?

—No veo por qué no —me acuclillo frente a ellos —Díganme, pequeños ¿cómo son sus padres?

—Estábamos con la abuela y nuestra tía —dice la niña —. Íbamos a ver a papá aquí pero... —ambos vuelven a llorar.

—Tranquilos, los encontraremos. Lo prometo —los levanto del suelo y los subo al caballo —. ¿Creen que puedan verlas desde aquí? —ambos asienten.

Caminamos por un momento hasta que ambos se emocionan y apuntan en una dirección.

—¡Tía! —llaman su atención.

No puedo creer lo que estoy viendo

Ayudo a los pequeños a bajar del caballo y corren en dirección a la hermosa chica que los abraza y besa al encontrarlos.

—Ay, estaba tan preocupada, pequeños. No vuelvan a hacerme eso nunca más.

—Esos hombres nos ayudaron —la chica nos mira, se pone de pie y nos abraza mientras agradece varias veces.

Claro, es de esperarse que no me reconozca, tenía apenas diez años cuando me fui.

Por unos breves segundos, me resisto de querer hablarle. Pero Riku tiene razón, nunca sabré si no me atrevo a hacerlo.

—¿D-Dalia? —me mira sorprendida y confundida —. ¿Me recuerdas? —guarda silencio —. Soy yo... Soy Inu.

Dalia se queda un largo rato mirándome como si intentara unir piezas de un rompecabezas. O quizás me esta mirando como si fuera un loco y piensa en alguna forma de salir corriendo con los niños. No sé, cualquier opción es válida.

—¿Inu? —dice al fin —. Inu... Ay por dios ¡Inu! —me sorprende su repentina reacción y el que salte sobre mí colgándose de mi cuello. Riku se aparta un poco —. ¡Hermano, de verdad eres tú! —ríe con fuerza.

Me toma unos segundo procesar lo que está ocurriendo. Pero luego comienzo a abrazarla y la muevo de un lado a otro mientras reímos. Sentir la calidez de mi pequeña hermana me llena de una paz que no creí que necesitaba, sentir su corazón casi hace que se rompa el mío y me toca aguantar con todas mis fuerzas para no echarme a llorar aquí mismo.

—¡No puedo creer que seas tú! ¡Que estés aquí! —lágrimas caen de sus ojos, pero no deja de enseñarme una gran y hermosa sonrisa.

—Has crecido mucho. Estás hermosa —le digo —. Ya eres toda una mujer, Dal —se sonroja y me abraza.

—Apuesto a que tú eres la pareja de mi hermano —le dice a Riku, que está a no másde un metro de nosotros —. Soy Dalia, su hermana menor —estira su mano hacia él y le regala la misma sonrisa que a mí.

Tan encantadora como siempre. Como amo a esta hermosa chica.

—Soy Riku —estrecha su mano —. Un placer conocerte.

—¡¿Qué estamos esperando?! ¡Anda, vamos! Mamá tiene que estar por aquí con James.

Sujeta mi mano con fuerza y me obliga a seguirla.

—Así que sobrinos —murmura Riku, quien me mira con una sonrisa.

El pensar que veré a mi madre después de tanto tiempo, me recuerda que quizás veré a otra persona.

—Oye, Dal... —voltea y me mira extrañada. Probablemente por mi expresión — ¿Él...?

—No, hermano. Papá murió hace un año —se levanta de hombros.

—Entiendo —Riku coloca su mano en mi hombro.

—No te sientas mal. Ese hombre no se merecía la familia que tuvo.

—Supongo —digo rascándome el cuello.

—¡Abuela! —los pequeños sueltan las manos de Dalia y corren hacia una mujer a unos pocos metros de nosotros.

Dalia se acerca a ella para hablarle y luego me señala. No sé ni cómo comportarme.

La mujer junto a Dalia es tan hermosa como ella, su cabello negro ahora está lleno de canas que la hacen ver aun más bella, puedo notar las lineas alrededor de sus ojos, pero sigue siendo ella. La mujer que me abrazaba cada vez que lo necesitaba, la mujer que me arropaba cuando era solo un niño que no sabía nada de nada. Era la misma mujer que lloraba a mares la última vez que la vi.

Ella se acerca despacio sin quitarme los ojos de encima. No sé si quedarme quieto o salir corriendo. Cuando está a escasos centímetros de mí, estira sus manos para tocar mi rostro como si quisiera confirmar lo que sea que Dalia le dijo. Luego de aparentementehaber encontrado lo que buscaba, sus ojos se llenan de lágrimas y me obliga a inclinarme para poder abrazarme. Supongo he crecido mucho en todo este tiempo.

—Ho-Hola mamá —es lo único que se me ocurre decirle.

—¿Se puede saber en dónde estuviste metido todos estos años? —su voz intenta sonar molesta, como si fuera un niño que se separóde ella sin su permiso. Pero luego solo comienza a sollozar.

—Lo siento —digo con voz quebradiza. Me arden los ojos y el nudo en mi garganta comienza a doler —. Lamento no haber venido antes. De verdad lo siento.

Se siente bien sentir el calor de mi madre otra vez. Saber que sigue aquí, que no me desprecia, que nunca lo hizo.

—Perdón por no haberte protegido aquella vez —dice llorando —. Yo...

—No te preocupes —la interrumpo —. Nada de lo que pasó fue tu culpa —. Además... —me separo de ella y la miro con una suave sonrisa —. Estuve muy bien todo este tiempo. Yo... tengo un buen trabajo, una casa... —volteo a ver a Riku y tomo su mano —. Alguien que está conmigo.

Mi madre mira a Riku un poco desconcertada, pero unos segundos después, su expresión se suaviza al entender lo que quiero decir y se acerca a él para abrazarlo.

—Oye Inu —dice Dalia —ellos son Colin y Mila. Nuestros sobrinos —ambos me miran y saludan con timidez detrás de Dalia. Yo les devuelvo el gesto con la mano.

—¿Cómo está James? —hace una mueca.

—Está bien. Aunque por desgracia, decidió seguir algunos pasos de papá.

—Ya veo... —la veo acercarse nuevamente y se cuelga en mi hombro —. ¿Tengo que usar la espada con él? — ambos reímos.

—¡Papá! —gritan los niños.

Y ahí está, mi querido hermano del medio.

Su mirada asesina no me da mucha confianza que digamos. Definitivamente me recuerda mucho al hombre.

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