09
—Armin, ¿pudiste ver cómo Levi llegó peor que ayer? —le susurró Eren a mitad de la clase en su oído. Lo dijo un poco alto debido a su estupidez, pero Levi no se inmutó. Desde que iniciaron las clases, ese Ackerman no había hecho más que perderse en sus pensamientos, mirando puntos fijos, no por segundos, sino minutos.
—¿De nuevo eso, Eren? Ya te dije que son ideas tuyas. Él no podría estar así. Es un inexpresivo, ¿cómo lo sabrías, de todas formas? Ese tipo está igual que siempre.
—No. Míralo. Ni siquiera sabe lo que está haciendo.
Cuando Armin se asomó por encima del hombro de Eren para ver al mencionado, se dio cuenta de que estaba apuntando lo que su profesor les indicaba en su libreta. O al menos eso creyó él al verlo con un lápiz en mano, pero la hoja del cuaderno de Levi no tenía ni una sola palabra escrita: estaba en blanco, vacía.
Armin volvió a dirigir la mirada a los ojos verdosos de Eren.
—El que no está actuando con normalidad eres tú. Incluso parece que te estás preocupando por él, ¿sabes?
—¿¡Qué!? —Eren gritó atónito. Sus compañeros y su profesor lo miraron para callarlo.
—¿Tiene alguna duda, joven Jaeger? —Éste, entre risas nerviosas, negó con la cabeza mirando al profesor. Se acomodó en su asiento para no ver a Armin al menos por unos segundos y, cuando todos se volvieron a olvidar de su escándalo, le respondió a su rubio amigo:
—No seas idiota. ¿Cómo me voy a preocupar por ese enano? Me importa un comino lo que haga, ¿bien?
—Sí, sí, Eren, como digas...
Eren se giró enfurruñado y se cruzó de brazos, susurrando cosas referentes a que Armin era quien se hacía sus propias ideas. Por favor, ¿él preocupado por Levi? ¿Eren Jaeger preocupado por lo que pasase con Levi Ackerman? Negó con la cabeza tantas veces hasta sacudirse sus propias preguntas y enseguida vio hacia el profesor con el mentón apoyado en la palma y la mente en otro lado. En Marte, quizás, o tal vez más lejos, allá, por Plutón. Pensando y pensando. Su doctor no le había dado muchas noticias importantes sobre su celo. Seguía con las mismas respuestas:
«Un poco más, Eren. Espera un poco más».
Pero, ¿cuánto demonios significaba «un poco más»? A veces tenía la inmensa necesidad de golpear a su doctor por la frustración que le causaba con sus estúpidas respuestas simples. ¿Qué podía hacer él, de todas formas? No le quedaba otra opción que ser paciente. Algo dentro suyo se movía de aquí para allá con emoción, pensando en la idea de convertirse en un Alfa y recalcarlo en el horrible rostro de Levi. Se rió con malicia ante la idea, mirando a la nuca de él.
—Oye, Levi. —Se acercó a su oído, mirándolo de lado. Levi se sobresaltó por estar sumido en otros asuntos. Eren frunció el entrecejo confundido tras verlo reaccionar así, luego, bueno, no le importó—. ¿Tienes noticias de cuándo llegará tu celo? Me pregunto quién será el primero en, ya sabes, decepcionarse o estar orgulloso de eso.
No. Que mala idea había sido que Eren abriera la boca. Terrible idea. Levi, quien antes pensaba en Isabel y Farlan angustiado y con la garganta cerrada, le consumió la desilusión aterradora de ser un sin género.
Sus cejas empezaron a temblar mostrando un ceño molesto –para el punto de vista de Eren–, sin embargo, las diferentes emociones le consintieron a Levi. Melancolía, furia, aflicción, ansiedad.
Maldito. Maldito Eren. Maldito idiota.
No le respondió. Aunque quería insultarlo por ser un imbécil, el nudo estancado en su garganta no le permitía hablar. Suspiró y las manos le comenzaron a temblar ansiosas, rápidamente las ocultó debajo de su pupitre, cerrando los ojos y deseando que ese idiota de Eren no se diera cuenta de lo que le sucedía. Inhaló profundamente, intentando calmarse. Pero no podía hacerlo si tenía la mirada del otro clavada en su cuerpo. Parecía querer perforarlo con esos ojos.
Y claro que se dio cuenta.
Y por supuesto que Levi lo supo. Y maldijo un millón de veces a Eren por ser un jodido entrometido. Sobretodo cuando estaba en ese estado.
El de menor estatura negó con la cabeza, respondiendo finalmente a su pregunta, esperando que con eso fuera suficiente. Aunque fuera una mentira. Pero, claro que no lo sería. Ese Eren nunca quedaba satisfecho. Se quedó revisando las manos blanquecinas del de cabellos oscuros que intentaba ocultar sin decir una palabra, y Levi no sabía si era peor que Eren se quedara viéndole con seriedad, sin poder ser capaz de esconderse, o que le dijera algo. No quería ninguna de esas opciones. ¿Por qué no sólo seguía con lo suyo, maldición?
—¿Estás bien? —Salió de los labios de Eren.
No, no, no. ¿Cómo podría estarlo? ¿Cómo mierda podía estar bien con lo que llevaba enterándose los últimos días?
Asintió con la cabeza.
El nudo en su garganta le hacía respirar entrecortado, casi podía impedirle entrar oxígeno a sus pulmones. Se sentía muy mal. Odiaba sentir tantas cosas al mismo tiempo y no poder expresar ninguna. Pensó en quedarse en su hogar para tranquilizarse un poco, pero no podía abandonar por un día el Instituto por una situación así. Todos llevaban sus propios problemas interiores y tenían que aprender a sobrellevarlo frente a los demás. Y de verdad eso intentaba. Pero Eren parecía estar viendo a través de él.
—No estás bien —le dijo—. Tus manos están temblando.
«¿Y a ti qué demonios te importa? Vete a la mierda» quiso decir, mas no pudo.
—¿Qué te sucede? ¿Quieres ir a la enfermería? —siguió diciendo. Levi se sentía a punto de quedarse sin aire. Respiró y respiró para calmarse; bocanadas abruptas que en lugar de ayudarle le empeoraban. Las manos seguían temblándole. Melancolía, furia, aflicción, ansiedad... Ansiedad, ansiedad, ansiedad.
Se levantó de su silla, llamando la atención de todos, y salió despavorido del aula. Quería alejarse de Eren, quien no hacía más que atormentarlo. Por primera vez, Armin pensó que algo andaba mal en Levi. Algunos se encogieron de hombros luego de que Levi cerró la puerta y otros se quedaron viendo hacia ella, como el profesor. Pero Eren..., ese Eren no se quedaba con los brazos cruzados.
Así que fue tras él.
—¡Ey, ey, Levi! —corrió para alcanzarlo. Los pasos de Levi eran apresurados, pero no podía correr. Sus manos seguían moviéndose sin querer. Se detuvo en seco y las cerró, apretando sus puños y frunciendo el ceño molesto a mitad del pasillo ocupado por ellos dos. Los demás alumnos estaban dentro de las aulas, fingiendo darles atención a los maestros.
Eren lo alcanzó y se colocó frente a él, viéndole sus facciones molestas a un lado de los ventanales de la planta alta. No, Levi no estaba bien. No hacía falta preguntárselo a Armin, él lo sabía a la perfección, pero no quería admitirlo. Se quedó viendo la fina línea de sus labios, las cejas que se curveaban mostrando su enojo y sus ojos grisáceos oscuros. No entendía porqué estaba ahí, siguiéndolo. Pero no se percató de lo que hizo hasta estar frente a Levi, y no supo qué decir.
—Eh... Tú... ¿Qué sucede contigo? ¿Está todo bien?
¿Y a él que le importaba?
—Sí, idiota —respondió Levi apenas audible.
—No parece que lo estés. Vamos a la enfermería, ¿quieres? —Iba a colocar su mano sobre su muñeca para arrastrarlo hasta dicho lugar, pero éste se hizo hacia atrás.
—No. Puedo hacerlo por mi cuenta. —Su respiración seguía rebelde, al igual que sus manos envueltas en puños.
Eren no le contestó. Se hizo hacia un lado, indicándole con la mirada a Levi que sí, que podía continuar y hacerlo por su cuenta, pero eso no significaba que no iba a ir con él.
¿Cuándo le había importado?
El viento que se coló a través de la ventana de cristal abierta del pasillo, le movieron con suavidad su cabello, acariciándole el rostro con una dulzura que pareció llamarlo, invitándolo a aproximarse.
Levi se acercó al marco del ventanal y divisó el Instituto desde ahí, olvidándosele ir a la enfermería para observar las aves que volaban quemando sus alas plumosas en los altos cielos azulados, escuchando sus cantos con claridad. Vio los árboles a lo lejos, las ramas frondosas que lo cubrían y brindaban sombra a ciertos alumnos debajo de él, protegiendo sus pieles ante los rayos del sol. Su mirada viajó de un lado a otro, persiguiendo las hojas volando por los vientos calurosos del verano, las nubes gaseosas blancas que ocupaban un pequeño lugar en ese inmenso cielo.
Suspiró al fin, percibiéndose más relajado ante tal escena. No solía mirar lo que sucedía en su exterior porque comúnmente se concentraba en lo que sentía dentro. Y en problemas, claro. Levi no se permitía descansar de los pensamientos que le causaban tanta tortura. Era tan rudo consigo, incluso más que con aquellos que conocía. Por supuesto que él no se percataba de eso. Estaba tan acostumbrado que le parecía normal. Pero, al mismo tiempo, estaba tan dañado. Su corazón destrozado no podía remediarse. Y tendría que vivir con eso; porque, algunas veces, las personas no nacían con el propósito de ser felices.
Eren se mantuvo viéndolo todo el tiempo. No le quitó la mirada desde que salió del aula. Y es que Levi era todo un misterio. Todo de él le parecía un libro de portadas gruesas e irrompibles que no podía leer; de palabras oscuras y dolorosas que no se podían comprender. Escrito por un ser maligno, silencioso, autoritario y encadenado.
Se quedó a unos cuantos centímetros de Levi mientras él miraba los colores vívidos de aquella mañana, las aves y el cielo.
Eren estaba ensimismado. Fascinado. No podía creer que alguien como Levi relajaba un ceño tan molesto al presenciar tales cosas tan comunes. Pero eso era. Porque la naturaleza a Levi le hacía sentir tranquilo y libre, aunque sólo de manera temporal.
Eren mantuvo los ojos en la piel suave y blanca de Levi y en sus ojos finos y grisáceos, donde se reflejaban los tonos más hermosos de azules y verdes por lo que veía en ese momento. Pero también se fijó en sus cejas delgadas y en sus labios cerrados, y se quedó ahí: en sus labios. Casi nunca observaba los labios de Levi, por ello le sorprendió su delicadeza. Tal vez todo de Levi Ackerman era delicado, tan fino.
—¿Puedes dejar de mirarme de una maldita vez?
Cuando regresó al mundo, su compañero le miraba con filo en los ojos. Volteó a los ventanales y dijo soberbio, fingiendo desinterés:
—No te estaba mirando.
Levi apretó los dientes. ¿Por qué el idiota de Eren era tan orgulloso como para admitir alguna cosa?
—Como sea. Déjame en paz, ¿quieres? No puedo entender porqué estás aquí. —Antes de que Eren dejara salir otra cosa tonta, agregó—: Conmigo.
El de cabellos castaños dio un suspiro resignado. ¿Qué tenía de malo decir la verdad, de todas formas?
—No parecías estar bien, así que te acompañé. Simple.
Una sonrisa irónica y llena de burla se asomó de los labios de Levi. Volvió a caer la mirada de Jaeger en ellos, pero al instante la apartó.
—¿Preocupado por mí? ¿Tú? Sólo viniste a hacerme la vida de cuadritos, es tu mayor habilidad —El otro apretó los puños, maldiciendo en su mente.
Abrió la boca dispuesto a decir algo grosero, pero Levi se dio la vuelta y dibujó un camino con sus pies el cual Eren desconocía. ¿Por qué se alejaba tanto?
Se acercó, de repente nervioso, cediendo a sus dedos para relajarlos. No estaba preparado para lo que diría, pero no importaba. Al demonio. Quería ser sincero, no alguien como el cobarde de Levi.
—Bien. Sí, estaba preocupado por ti. Supuse que después de lo que ocurrió, de tantos conflictos y tantas peleas, de que te fuiste y pudiste regresar y mi trabajo de Artes se hizo pedazos... Bueno, yo supuse que las cosas cambiarían cuando apareciste y me ayudaste a terminarlo. Me ayudaste y uniste cada pieza rota tan paciente y delicadamente, hasta que pareciera que nunca se destrozó. Supuse... —Tragó saliva, sintiéndose avergonzado—... Yo supuse que...
Levi se detuvo y lo miró de reojo, aún dándole la espalda.
—¿Supusiste que seríamos amigos? ¿Fuiste capaz de suponer algo así?
La seguridad que Eren había encontrado en algún lugar desconocido de su interior, en el cual dejó de lado su orgullo y dignidad, desapareció de golpe. Se sintió terriblemente humillado. No, peor que eso. Como si Levi lo hubiera abofeteado en el rostro y se estuviera burlando de él y no pudiera responderle nada.
—Yo...
Levi no lo dejó terminar.
—No pienses estupideces. El hecho de que te ayudé fue porque por mi culpa se destrozó. Así que arreglé mi error. Fue todo. No lo mal entiendas y no te hagas ilusiones falsas y absurdas. Sí, el que pienses que seremos amigos es absurdo. Piensa en tu forma de ser y en la mía, somos completamente distintos, no nos soportamos, nos deseamos lejos, fuera de nuestro alcance. La mayor parte de las palabras dirigidas al otro están llenas de insultos. Tú me sacas de quicio, me atormentas. Eres un cabeza dura, un imbécil que no piensa lo que dice y alguien que pone su orgullo por encima de cualquier otra cosa. Y alguien así no puede ser mi amigo jamás. Así que no hagas como si te importara una mierda lo que sucede conmigo, porque a mí no me importas, Eren.
Dicho esto, se dio la vuelta y dejó atrás a Eren, quien simplemente se quedó callado, ofendido, humillado y triste. No sabía cuál sentimiento era más fuerte. Tal vez hubiese sido mejor no ser sincero y no haber dejado su orgullo de lado porque, de esa forma, no se habría sentido tan dañado.
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