03

Armin y Eren caminaban por uno de los pasillos del Instituto Libertad, manteniendo una conversación agradable entre ellos durante su hora libre. Eren se concentraba en lo que había afuera del edificio, al menos, lo que podía ver a través de los grandes ventanales de cristal. Notando cómo Eren había dejado de prestarle atención, Armin se acercó para ver lo mismo que él.

Allá en el patio, Levi estaba teniendo una plática con unos estudiantes de grados superiores, dos mujeres y un hombre. Los extraños parecían tener la misma edad.

Levi destacaba mucho en cualquier lugar que estuviese, no solo por su atractivo rostro o su cuerpo delgado y musculoso, sino por su personalidad única. Causaba interés en muchos Alfas y Omegas porque se preguntaban qué pasaba por su mente, querían entenderlo. Mostraba una madurez que impresionaba, y además, cautivaba su voz y su manera de expresarse. Eren suspiró enfadado, para él, las personas solían exagerar sobre ese chico común y corriente.

—Oye, Eren —le habló Armin, ya alejados desde donde se podía ver a Levi. Eren alzó una ceja en señal que prosiguiera—, siempre me he preguntado porqué te molesta tanto Levi. Eres tú quien causa las peleas, pero, ¿por qué? ¿Tienen algún pasado que los demás desconocen? ¿Te dijo algo que te hirió? ¿De dónde salió tanto remordimiento?

«¿Por qué tiene que hablar de él? Incluso donde no esté, Levi es el maldito tema de interés».

—Escucha, Armin, no quiero hablar sobre eso. No me interesa —le confesó un poco gruñón—. Mejor, cuéntame, ¿cómo te llegó tu celo? Tengo curiosidad sobre eso. Quiero estar preparado cuando me suceda.

Armin se puso nervioso de inmediato y se rascó levemente la mejilla de su pálida piel.

—Hablar sobre eso es vergonzoso.

—¡Por favor! —suplicó Eren, juntando sus manos como si estuviera rezándole—. No le preguntaré a mis padres cómo llegó su celo, eso es perturbador. Y tú eres un amigo de confianza, sabes que no me burlaré de ti. Confía en mí, ¿de acuerdo?

Armin lo meditó un instante. Sabía que Eren no se conformaría con una contestación negativa.

—Fue a los trece años. Gracias al cielo, estaba en mi casa cuando ocurrió.

—¿Qué sentiste? —cuestionó Eren, interesado.

—Cuando te llega el celo, empiezas a sentir calor excesivo y respiración agitada. Tus feromonas comienzan a brotar y reconoces tu olor. Sabes que el primer celo es uno de los más intensos, ¿cierto?

—Sí, pero, eso cambia cuando se atrasa, ¿no? Por ejemplo, lo poco que sé sobre las personas como yo, es que los primeros celos son fuertes y pueden llegar a ser hasta cuatro veces más intensos.

—Cierto. Bien, como te decía, reconoces tu olor y después de eso sientes unas fuertes ganas de...

—¿De qué? —se hizo el desentendido.

—¡Tú sabes de qué estoy hablando! —Su rostro se ruborizó—. Los Omegas sufren la necesidad de aparearse una vez al mes, durante su celo, que dura dos días. Pueden tomar supresores para calmarlo, pero no pueden suprimirlo por completo. Los Alfas, básicamente, pasan por lo mismo, excepto que ellos tienen el deseo de aparear a alguien. Los Betas, oh, afortunados Betas. —Suspiró Armin—. No pasan por ningún celo, no tienen olor, no pueden percibir otras feromonas. Son los más comunes, en realidad.

—¿Qué hiciste cuando sentiste el inmenso deseo de aparearte?

—Fui a buscar unas pastillas. Ya que me encontraba cerca de mi etapa de celo, mamá me había obligado a llevarlas en todo momento. Eso hizo que pudiese controlarme, porque tus sentidos parecen desconectarse y lo único que tienes en la mente en ese momento es coger. —Eren se rió un poco.

Él también solía llevar algunos medicamentos para evitar tragedias, pero los de él eran distintos: supresores recetados para un próximo Alfa.

Mientras tanto, en un lugar del patio del Instituto, Levi seguía hablando con los extraños con un rostro aburrido. No es que su conversación no fuera entretenida, sino que sus facciones mostraban eso. Una de las chicas era Omega, y aunque a Levi no le interesaba en lo más mínimo, aquella llevaba coqueteándole alrededor de media hora.

—Levi, quiero que seas mi Alfa. ¡Podrías incluso marcarme! Estaríamos condenados a estar juntos por toda la eternidad, ¿no sería espectacular?

El chico deseaba salir huyendo de las garras de esa Omega, pero sus otros dos amigos, una mujer y un hombre, le miraban casi sin parpadear, como si estuvieran obligándole a permanecer ahí y afirmar.

—Si tantas ganas tienes de conseguir un Alfa y ser marcada, busca otro, hay millones de ellos. —Cruzado de brazos, desvió su mirada en otra dirección luego de haber visto los ojos desilusionados de la chica.

—¡Pero sólo quiero que seas tú! Estamos destinados, Levi, lo presiento aquí. —Se llevó una mano al pecho. ¿Acaso había sacado eso de una película romántica cliché? Era absurdo.

—Escucha, ni siquiera sé tu nombre. Y algo como el destino es una tontería. No estoy interesado en ti —dijo al grano. Dio unos pasos para largarse de una vez de ahí, cuando fue detenido por ella.

—¡Podrías estarlo! Por favor, dame la oportunidad. Sé que hay muchas más personas que te admiran y te quieren, pero estoy segura que nadie lo hace más que yo. —Su amiga le colocó una mano sobre el hombro a la Omega, indicándole con la mirada que era tiempo de irse y que no debía insistir más. Se zafó de su brazo y Levi continuó caminando como si no hubiera escuchado nada—. ¡Piensa en eso, te lo suplico!

Aún haciendo caso omiso, fue interrumpido por el acompañante de esa chica Omega. Tomó a Levi del brazo con una fuerza extrema, proveniente de un Alfa. Bueno, había Omegas igual de fuertes, pero la mayoría no lo eran.

—¿Qué es esa respuesta de mierda? ¿Te crees la gran cosa? Ignorándola como si no importaran sus palabras. —Apretó aún más el brazo de Ackerman.

—Mi respuesta ha sido clara. No me creo nada, pero es tal y como dices, no me importan sus palabras.

Supo desde un principio que ese trío no aceptaría un "no" como respuesta, pero, aún así, no mentiría diciendo algo que no sentía ni le interesaba. Ni mucho menos daría falsas esperanzas.

¿Y qué obtenía por ser sincero? Una paliza de parte de ese chico mayor. Aunque su golpe ni siquiera consiguió mover a Levi. Estuvo a punto de regresar la golpiza e iniciar la pelea, olvidando completamente que estaba siendo vigilado por los directivos y que si provocaba más problemas, sería expulsado; cuando llegó un tipo incluso más idiota y se colocó entre ellos dos, mirando con furia al de cabellos oscuros que había golpeado a Levi.

—El único que puede golpear a este pedazo de mierda, soy yo, imbécil —le dijo al Alfa, quien se quedó perplejo. Las chicas detrás suyo llamaron al amigo, diciéndole que se fueran y evitara conflictos, pues ya tenían suficientes. Aparte, conocían que, meterse con un tipo como Levi Ackerman, no traía ningún beneficio, aunque fueras uno de los Alfas más fuertes del Instituto.

Se fueron deprisa, llevándose al chico a rastras. Eren tenía la respiración entrecortada, como si hubiera corrido un gran trayecto hasta llegar ahí. Fue estirado con fuerza desde su camisa, y por poco se le rompe el cuello ante dicho movimiento brusco.

—¿Qué demonios? No te metas en mis peleas como si fueras un maldito héroe. No necesito de tu ayuda —murmuró Levi, recibiendo un empujón de Eren para que soltara su ropa.

—Mínimo deberías agradecerme —respondió enojado—, de no ser por mí, habrías armado un lío y quizás hubieses sido expulsado. Las personas no van a estar ahí soportando tus peleas, les basta un error para dejarte fuera y olvidarse de ti.

—Lo único que agradecería sería ser expulsado, así no vería más tu estúpida cara.

Eren apretó la mandíbula. Bien, ¿quería ser expulsado? Entonces haría que lo expulsaran.

Levantó el puño para insertarlo sobre ese rostro perfecto de Levi, pero fue interrumpido al escuchar a una profesora a lo lejos:

—¡Oigan, ustedes dos! ¡Dejen de pelear y vayan a sus clases antes de que los lleve a la dirección!

Dando un suspiro enojado, Eren caminó detrás de Levi hacia el salón donde pertenecían. Al llegar, las personas dentro, tomando en cuenta al profesor, los miraron estupefactos. Levi y Eren juntos, Eren y Levi juntos... de todas las formas en las que lo pusieron, no sonaba real. ¿Cómo es que habían llegado esos dos al mismo tiempo? ¿Un error? ¿Una coincidencia...? Sí, sonaba más creíble.

Después de dos horas, las clases por fin llegaron a su fin. Ese día fue realmente agotador para Levi. Pocas veces tenía que soportar mujeres problemáticas, pero no se imaginó meterse en un conflicto así solo por rechazarla. ¿Qué esperaban? ¿Que mintiera para evitarse eso? ¿Fingir? No, no haría algo tan tonto y falso para hacer sentir bien a una persona que ni conocía, ni siquiera con sus conocidos lo hacía. Aunque no tenía muchas personas cercanas, a decir verdad.

Llegó a su departamento, donde invadió un profundo silencio. Se quedó en la entrada, viendo el interior limpio, sin una persona que le recibiera al llegar. Se sintió tan... solitario. Dejó las llaves en una pequeña mesa en la entrada y caminó a la sala, buscando con su mirada el único retrato que tenía de su madre: una foto con ella cargándole con lágrimas en los ojos cuando era un bebé. Tomó el retrato entre sus manos, viéndolo con detalle con esos ojos grisáceos opacos. ¿Cómo ella podía llorar de felicidad por alguien que fue un simple error, que fue algo tan vacío y tan odioso?

Pasó la yema de sus dedos por el cristal. En el fondo de su frío corazón, algo dolió. Era un dolor que siempre percibía al pensar en ella. ¿Cómo sería su vida con su madre viva? Tal vez él no sería tan reservado y tan frío. Lo más seguro es que ella le contagiaría de esa alegría que tenía en su foto, y le enseñaría cosas importantes como sonreír, apreciar a los seres queridos y agradecer. Le hubiera dicho que llorar está bien, que mostrar las expresiones no estaba del todo mal, que no debía ser tan hostil consigo mismo. Le enseñaría cómo amar a una persona, y le mostraría el amor de una madre por su hijo, pese a que no fue lo que alguna vez imaginó, lo querría incondicionalmente. Quizá también le comentaría cómo evitar las peleas y tranquilizarse cuando los chicos idiotas se metían con Levi. Hubiera sido una madre cariñosa y amable, lo contrario a él.

Recargó su frente en el retrato, imaginando un mundo donde ella estuviera viva y le recibiera al llegar a casa, le abrazara y le dijera que todo estaría bien. Un mundo más feliz, más brillante. Ahora el único mundo que existía era uno lleno de sufrimiento, tristezas y desilusiones. Un mundo cruel y frío que volvía a las personas buenas, en malvadas; y se llevaba a los menos merecidos.

Dejó el retrato en su lugar, aún manteniendo su inexpresividad. Se levantó para ir a la cocina y prepararse un té negro. Puso sus manos sobre la mesada de granito frente a los muebles de la cocina y se perdió en sus pensamientos otra vez, mirando el líquido oscuro en la taza una vez que estuvo listo. El timbre sonó y enarcó una ceja, casi nadie lo visitaba, menos entre semana. Se encaminó hasta la puerta con la taza en mano y la abrió, topándose a una mujer un año mayor que él, de cabellos castaños desordenados y unos lentes nada modernos que llevaba el nombre de Hanji.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿De esa forma recibes a tus invitados? Levi, eres tan malo, como siempre. —Entró a la casa pasando al lado de Levi, quien ni le dio el permiso de hacerlo.

—¿Invitados? No te invité, cuatro ojos.

—De todas formas, he venido aquí por una razón. Tú no prestas mucha atención a las cosas, ¡ni vas a las citas con tu doctor! —se quejó, frustrada—. Así que él me ha informado algunas cosas importantes.

Se acomodó los lentes y tomó asiento en uno de los sofás oscuros del departamento de Levi, acomodándose como si fuera su hogar. Levi suspiró cansado y cerró la puerta, intentando no poner los ojos en blanco cuando recordó que ambos tenían el mismo doctor de planta. Se sentó frente a ella después, colocando la taza en una mesa entre ambos sillones, sin mirarla.

—¿Qué te ha dicho? —le cuestionó con voz calmada.

—Él estuvo revisando tus exámenes durante este tiempo, o al menos las veces que has ido a sus citas. Dijo que estás por tener tu celo.

Levi se sorprendió.

—¿Cuándo?

—Será en algún día de este mes. Necesitas estar preparado, Levi. Tienes que tener a mano tus supresores si no quieres una tragedia. Como no sabemos tu género, te he traído varias pastillas. —Sacó de su bolsillo dos cajas de menor tamaño con varias pastillas dentro—. Las de color azul te las tomarás si eres Alfa. —Las puso sobre la mesa—. Las rojas, si eres Omega.

—¿Qué pasa si me confundo de pastillas? —le dijo un poco tenso. No quería que llegara su celo.

—Para ser sincera, no lo sé. No creo que sea nada bueno, así que encárgate de concentrarte aunque el celo sea fuerte. Espero que te ocurra en casa. —Soltó un suspiro, evidentemente estresada—. Así las posibilidades de un error disminuirán radicalmente.

Levi se quedó analizando aquello. Si el celo le llegaba pronto, tendría que soportar oler muchas feromonas y sería difícil con tantos Omegas y Alfas detrás suyo. Incluso a veces ellos le buscaban cuando estaban en celo, y las feromonas de los Omegas en los Alfas eran tan potentes que, decían, era difícil evitarlas. ¿Qué demonios haría en ese caso? ¿Sería capaz de soportarlo?

El hecho de estar obligado a tener algunos cuantos celos intensos por el retraso de su género, le causaba estrés. Con uno era más que suficiente, maldita sea. Tenía esos supresores, pero era claro que no podían ser de gran ayuda. A veces, deseaba tanto ser un Beta y no tener que pasar por ese infierno.

—Levi —volvió a llamarle Hanji con las mejillas sonrosadas. Él no se dio cuenta porque no la miró, sin embargo, la escuchó claro—, ¿tienes pareja actualmente?

—¿Qué? Claro que no. Hay cosas más importantes que conseguir una novia.

—Entonces, te estaré visitando durante estos días para darte indicaciones y consejos —murmuró, aunque tenía otros planes en mente.

Hanji era una Omega, aunque daba más la pinta de Beta, pues sus feromonas no eran tan especiales. Estaba en busca de un Alfa fuerte, y ya tenía a su objetivo, así que intentaría que éste pudiera reconocerla como su Omega cuando fuera el tiempo indicado. No importaba el tiempo de espera o qué debía hacer para que pusiera sus ojos en ella, haría lo que fuera por Levi.

¿Cómo empezó a desarrollar esos sentimientos? No lo sabía. No tenía idea de que él se haría tan especial, pero pronto se convirtieron en grandes amigos. Era una amistad sincera y poco unida, ya que Levi siempre mantenía una distancia visible incluso con sus conocidos. Ackerman no era alguien tonto, más bien, se daba cuenta de qué era lo que querían con él a través de sus miradas y palabras. Pese a que Hanji siempre había sido buena ocultándolo y fingía sentir interés por Alfas apuestos, pudo notar en sus ojos que a él lo veía diferente. Siempre le había dado un trato exclusivo y se preocupaba muchísimo por él. Y había mucha diferencia entre preocuparse por un amigo y la persona que te gusta, así que nunca fue un dilema para Levi. Sabía perfectamente que Hanji lo quería, y no era un amor común, como algo que le dirían las mujeres que ni siquiera conocía del Instituto.

Hanji descifró varias facetas de Levi, no todas, pues él, reservado, no mostraba a sus amigos su personalidad detrás de ese rostro serio y sombrío. Pero ella conocía al Levi que la solía acompañar a unos tragos, aquel enfermizo por la limpieza, al que es duro consigo mismo. Incluso aquel que se quejaba de un compañero idiota del Instituto. Y todo eso lo aceptaba, porque cualquier faceta que Levi le mostrara, ella lo admiraría y apreciaría de la misma manera que lo había estado haciendo.

Él no estaba disgustado de su amiga, así que, tal vez, aceptar sus sentimientos no iba a ser tan mala idea. Podría llegar a ser interesante.

—Puedes venir —le contestó, sabiendo que ella no solo le visitaría para darle las indicaciones y consejos que afirmaba.

Hanji no se rendiría tan fácilmente, y él, bueno, Levi no tenía nada qué perder.

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