02

Los días de su suspensión la había pasado tan tranquilo que ya no quería regresar a clases y ver de nuevo a ese fastidio. Sabiendo que tenía que hacerlo, había estado preparándose mentalmente para tener de nuevo su autocontrol. Con ignorarlo bastaba. Tenía que intentarlo. Le surgían muchas ideas para mantenerse al margen, y esperaba con el alma que alguna de ellas funcionara.

Algunas calles lejanas, en una casa de pinta hogareña y cálida, con vendajes en su rostro y su orgullo quebrantado, yacía Eren. Había recibido un buen sermón por parte de sus padres por intentar mentirles diciendo que el otro había comenzado con ese problema, sin embargo, su forma de mentir era demasiado obvia (su oreja siempre se tornaba rojiza) y terminó diciendo la verdad, sin otra opción. No agregó lo del entrenamiento ni la primera paliza de Levi, ya que eso lo dejaría más ridiculizado de lo que ya estaba.

Estando solo, se puso a pensar en la pregunta de sus padres: "¿Quién inicia los conflictos comúnmente?". Chasqueó la lengua, obteniendo una respuesta clara. Se excusaba diciéndose a sí mismo que los ojos de Levi le incitaban a molestarlo e ir tras él. Al menos, en la mente de Eren, eso sonaba aceptable para buscar peleas.

Su suspensión era de un total de siete días. Pudo haber sido más, de no ser porque los testigos de la pelea se mantuvieron callados por las amenazas del terrorífico Levi.

Las clases con aquel dúo problemático empezaron de nuevo. La mayoría de sus compañeros habían extrañado a esos dos, a decir verdad, pues era un entretenimiento sorprendente. Sentir la tensión entre ellos, el ver sus miradas aterradoras dirigidas hacia el otro y escucharlos discutir era divertido, aunque no para todos; ciertas personas ya estaban hartas y desesperadas por sus actitudes infantiles.

Levi se sentía relajado y del todo confiado en que sus prácticas de autocontrol funcionarán muy bien. Ya no caería de nuevo en los juegos sucios de Eren porque, probablemente, iban a echar a ambos del Instituto si continuaban con ello. Incluso el maestro recibió una regañada por parte de los directivos al no estar pendiente de sus alumnos en la hora de clases. Pero a diferencia de Eren y del profesor, Levi no tenía quién le sermonease. Su tía no le prestaba mucha atención, pero estaba bien para él, ya que le daba suficiente dinero para pagar y no tenía nada de lo cual quejarse.

Levi llegó al aula, sintiendo cómo montones de pares de ojos se colocaban sobre su cuerpo, mas no correspondió ninguno. Caminó y se ubicó frente a su silla donde, detrás suyo, ya estaba sentado ese ser insoportable. Lo visualizó por unos cuantos segundos y Eren también, odiándose entre sí. Notó que las heridas de su rostro no habían sanado: Jaeger tenía una venda en su mejilla izquierda y unos hematomas que se notaban difícilmente. Fue complicado disimular el sonido que salió de sus labios, que sonó apenas como una risa. Seguido, se sentó en su silla, ignorando a sus compañeros fascinados ante tal humano.

—Parece que Levi le metió la paliza de su vida —escuchó unos susurros en algún lugar del aula.

—Sí, ¿crees que Eren haga algo para vengarse de él? Es decir, es Eren, no creo que se quede simplemente con los brazos cruzados —respondió una voz femenina. ¿Acaso eran estúpidas o querían incitarlo?

En las primeras clases Levi no tuvo ningún inconveniente con el chico sentado detrás suyo. No le dirigió la palabra, ni siquiera hizo un escándalo, como solía hacerlo. Empezaba a preguntarse sobre ello. ¿Estaría planeando algo para hacerle la vida de cuadritos?

Más tarde, cuando su entrenador los mandó a llamar a la cancha para tener un nuevo entrenamiento, indicó a todos que se cambiaran a su ropa deportiva, excepto a sus dos alumnos que le provocaron problemas.

—Jaeger, Ackerman. —Se acercó hasta ellos, evitando que fueran a los vestidores. Ambos le miraron con confusión—. Tengo otra tarea para ustedes. Es su sanción por haber armado ese espectáculo inmaduro. Durante el entrenamiento de los chicos, limpiarán la bodega deportiva. Quiero que todas las cosas estén en su debido lugar y esté completamente limpio. —Eren estuvo a punto de protestar, pero fue detenido—. Y terminando el entrenamiento, se encargarán de limpiar la cancha.

—Entrenador —habló Levi en voz calmada—, puedo hacer todo eso por mí mismo, puede ponerle a... —observó al chico a su lado, ahorrándose las palabras ofensivas—... éste tipo, que haga otra tarea.

Eren, de nuevo, planeó decir algo, siendo interrumpido cuando recién entreabrió los labios:

—No. En el último entrenamiento estaban compitiendo entre sí. Ustedes dos deben aprender a trabajar juntos como equipo. —Sabía él mismo que estaba pidiendo algo poco sencillo, mas no imposible. Tenía que lograr que sus alumnos, por lo menos, se soportaran en sus horas de clases; sino, probablemente, iba a ser despedido.

Eren soltó un enorme suspiro y, sabiendo que no sería escuchado, decidió no gastar su saliva tratando de hacerle entender al entrenador que ponerlos juntos provocaría más y más problemas. Se dio la vuelta y caminó detrás de Levi hacia la bodega con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón.

Ese día haría demasiado calor como para llevar el saco del uniforme puesto, así que lo dejó en su casa, tal y como Levi, quien, a pesar de que no le gustaba llevar su uniforme incompleto, no soportaba ese clima.

Levi abrió la puerta de la bodega y se quedó asustado viendo el interior. Tosió debido al polvo que le picó la garganta, mientras se fijaba en los montones de balones de distintos tipos que estaban regados entre muebles y en el suelo. Había papeles desparramados por todas partes, ropa de quién sabe quién amontonada en una caja de plástico para balones y..., en fin, era una pesadilla. Le estaba dando un tic nervioso en el ojo derecho al ver semejante imagen.

Jaeger, al notar que Ackerman se detuvo tras abrir la puerta, se acercó a su espalda para ver también la bodega, si es que se le podía llamar bodega a ese basurero. Apretó los dientes y una pequeña gota de sudor bajó por su mejilla. Esa mierda no sería nada sencilla de limpiar.

Levi se adentró oyendo el suspiro detrás suyo. En medio de la bodega, se puso a analizar todo. ¿Por dónde demonios empezaría?
Eren cerró la puerta y se rascó la parte trasera de su nuca, pensando en cuántas semanas les tomará limpiar aquello. De derecha e izquierda, había estanterías repletas de cajas empolvadas y objetos esparcidos por doquier.

—Limpiaré esta estantería —dijo Levi, apuntando al mueble de la izquierda de la bodega.

—¿Qué? Es la que menos cosas tiene —se quejó el otro, frunciendo el ceño. Recordando sus métodos de autocontrol, Levi asintió.

—Bien, haré la otra. —Se volteó para acercarse a la estantería.

—No, bueno, yo la haré. —Eren se aproximó y comenzó a tomar unos balones de fútbol provenientes de dicho sitio. «No te desesperes, tranquilo» se calmó Levi mentalmente.

Ackerman empezó por quitar las cajas para colocarlas en el suelo e ir checando qué lugares pertenecen a cada cosa. Se arremangó su camisa blanca y, sintiendo el calor acumularse en esa bodega encerrada, decidió abrir una de las ventanas... altas, por cierto. Estiró el brazo y le faltaron unos diez centímetros para llegar hasta ella. Se giró para buscar algo en lo cual subirse y escuchó una risa. Esa risa tan molesta.

—Te ves adorable intentando llegar hasta la ventana. Pobre enano.

«Contrólate, no caigas en sus estúpidos juegos, Levi».

Mientras Eren fingía estar acomodando los objetos de su estantería, vio despistado cómo Levi movía una caja de plástico duro para subirse en ella. Eren supo que aquel no dejará su orgullo de lado para pedirle un favor, ni en otra vida lo haría. Por fin alcanzó la ventana, pero no se pudo abrir. Aún con toda esa fuerza oculta, no se mueve ningún centímetro.

—Maldita sea, ventana de mierda —susurró molesto, sin que Eren pudiese escucharlo. Éste, viendo cómo Levi no pudo abrir una tonta ventana, se colocó a su lado y, sin necesidad de subirse en algo, alzó la mano y la colocó sobre la orilla del marco.

—¿Cómo es que no puedes hacer algo tan sencillo, idiota?

Le dio un estirón a la ventana corrediza y se salió de su base, provocando que se fuera directo al rostro de Levi. Rápidamente la detuvo, pero Levi se hizo hacia atrás por mero reflejo, pisando el borde de la caja. Tambaleándose y sin pensar, tomó el brazo de Eren que sostenía la ventana y lo atrajo consigo hacia abajo. Se maldijo en su mente mientras Jaeger se aferró con ambos brazos a la ventana para que no se rompiera, sin poder evitar golpearse la parte trasera de su cuerpo y botando su cabeza contra el suelo.

—Hubiera preferido que no te acercaras —soltó Levi más tarde, levantándose y quitándose el polvo de sus prendas—. Todo lo que haces con esas manos torpes, son desastres. Dame la ventana —pidió y extendió su mano al Eren tirado en el suelo con el objeto protegido entre sus manos y brazos.

Suspirando, Eren se sentó.

—De no haber sido por tu enanismo, no te hubieses tambaleado de esa caja y no me habrías arrastrado contigo.

—Dame la maldita ventana, imbécil. —Ignoró las palabras del otro para mantenerse a raya.

—¿Por qué lo haría? —preguntó mientras se levantaba—. Lo más seguro es que te subas a esa caja y termines de nuevo en el suelo. Deberías hacer ejercicios para crecer o algo por el estilo.

—Tú no me vas a decir que hacer.

Enfadado, al igual que Eren, prefirió seguir con lo que antes hacía. Ordenó los balones de fútbol americano en una caja y los de voleibol en otras, dando su máxima atención a ellas antes que a la presencia aborrecida.

Sin querer, se puso a vagar en sus pensamientos cuando acomodaba las cosas. Fue inconscientemente. Pero por los distintos aromas que se acumularon en la bodega y al ver la ropa usada que no se animaba a tocar, se preguntó si hubiera sido capaz de averiguar quién era el dueño de esas prendas, si tuviera el olfato de un Alfa.

Principalmente, ¿qué se sentiría oler las feromonas de los Alfas o de los Omegas? ¿Qué aromas tenían ellos? Había investigado un poco sobre eso en Internet, concluyendo que los Omegas tenían olores dulces, y los Alfas no tenían uno dulce ni amargo. La gente comentaba que ambos eran agradables. Aunque no todos tenían el don de obtener un olor especial. Algunos poseían el aroma de un tronco quemado o de agua estancada. Aunque eso se debía a fallas en su organismo, al ingerir medicamentos que cambiaron el aroma. El tabaco, el alcohol y las drogas en exceso eran capaces de modificarlos también. Levi nunca sintió mucha atracción al tabaco y, el alcohol... solamente en casos muy especiales. Se preguntaba, sobre muchas cosas, ¿cuál sería su olor? ¿Sería algo relajador como los aromas de un bosque? ¿Algo más artificial? A veces ansiaba saber aquello y experimentarlo, así como conocer el de sus amigos o familiares por cuenta propia...

Para cuando volvió a la realidad, Eren ya había colocado la ventana de tal forma que quedase abierta y se encontraba limpiando su estantería. Levi lo vio durante un rato, ¿qué tenía ahora a ese idiota tan callado? Si estuviese en todos sus cabales, le estaría jodiendo a cada minuto.

—¿Sabes? Puedo sentir tu mirada. Sé que mi cuerpo es atractivo, pero deja de hacerlo. Es molesto —comentó Eren, moviendo cajas de aquí para allá.

—No te estaba mirando, egocéntrico de mierda —mintió, poniéndose de cuclillas para recoger los materiales que no debían estar en el suelo. Eren ya no le respondió. A ver, en serio, ¿qué demonios le había picado a ese tipo?—. ¿La golpiza hizo que te olvidaras de cómo hablar?

—No quiero hablar con un amargado e insoportable como tú.

—Mejor para mí.

Las cajas finalmente quedaron acomodadas y los objetos que faltaban por ordenar cada vez eran menos. Levi se sentía frustrado al estar en ese lugar. A cada minuto que pasaba, su calor corporal incrementaba. Odiaba sudar, se sentía muy sucio. Y estando en ese lugar polvoriento, más. Se quitó la delgada capa de sudor de su frente con su antebrazo y tomó una de esas prendas de propiedad desconocida para usarla como trapo. De todas formas, nadie regresaría por una ropa tan fea. Limpió la estantería hasta que no hubo una sola mota de polvo y empezó a subir las cajas recién limpiadas a ella.

Terminó su deber, así que estuvo dispuesto a marcharse, cuando vio a Eren cargando una caja grande y a punto de tropezarse con lo que había olvidado en el piso. Se quedó de pie con los brazos cruzados, mirando atento la escena. Esperó que se cayera para burlarse de él. Jaeger sintió nuevamente la mirada del más bajo, ¿qué tanto le miraba?

Dio un paso atrás y se resbaló con una pelota de tenis. Procedió a hacer movimientos como si estuviera danzando para no caerse, pero falló al tropezar con una caja ubicada detrás de sus piernas. Su trasero se hundió en los objetos acomodados y los balones de básquetbol reunidos en la caja que se volteó en sus manos, salieron de ésta y botaron en el suelo, causando un desastre. La cara se le coloreó de vergüenza al saber que todo ese espectáculo fue presenciado por Levi.

—Suficiente estupidez vista por hoy —mencionó el de ojos grisáceos antes de salir por la puerta y dejarlo solo con su catástrofe.

¡Demonios! Siempre hacía algo que provocaba ser la burla. El ser derrotado por Levi, el ser torpe frente a él... ¿Por qué ese idiota parecía ganarle en la mayoría de las cosas? ¿Qué debía hacer para que no tuviera la pinta de un simple perdedor? Odiaba que sus compañeros le miraran con lástima luego de verlo herido, o cómo Armin le hablaba con pena, como si en realidad quisiera decir: "No eres rival para Levi".

¡Joder! Dio una patada a una caja, desquitándose con ella sin prever las pequeñas pelotas coloridas dentro. Todas salieron disparadas como si estuviera en una lluvia de pelotas. Eren maldijo y se llevó las manos al rostro para no aumentar su enfurecimiento.

Al volver a reunir los objetos en la caja uno por uno, se dispuso a recordar en las frases dolorosas que solía decirle a Levi.

Una vez, cuando estaban dando invitaciones a los alumnos para sus tutores en una ceremonia que se llevaría a cabo, Eren se las había arrebatado, diciéndole:

—Tú no necesitas esto, tus padres no podrán asistir. Dártelas ha sido un desperdicio, ya sabes, la profesora sintió compasión por ti y por eso te las entregó.

—No es de tu incumbencia, bastardo.

Levi se las quitó para volver a tener las invitaciones en sus manos.

—Oh, cuéntame, Levi, ¿qué se siente que tu madre haya sido de ese modo y nunca logres saber quién es tu padre? —Levi fingió no escucharlo. No hacía falta perder el tiempo con alguien tan imbécil como Eren—. Dicen que de tal palo, tal astilla. Seguramente das tu trasero a cualquiera que se compadezca de ti, ¿no es cierto?

Se giró para darle un puñetazo en el abdomen que lo dejó tirado en el suelo, para después aventarle las invitaciones a la cara.

—No sabes una mierda sobre mí ni sobre mi madre. ¡No te atrevas a hablar basura de ella, cuando la única escoria aquí eres tú!

Luego de la última pelea y tras pensar con odio en Levi por darle esa paliza, comenzó a recordar sus propias acciones desde unos días antes. Era el motivo por el cual Eren se mantuvo, al menos, un poco distante y más serio. Aunque esas dos ocasiones fueron las únicas en las que se atrevió a mencionar a la madre de Levi.

Tras pasar tiempo analizando sus horribles palabras, se sintió arrepentido. Claro que no le diría al enano ese, ni en mil años se disculparía con él, pero la culpabilidad no parecía querer largarse. Si se pusiera en los zapatos de Levi, pese a que ese tipo no siente nada y sea un inhumano, aquello le lastimaría a Eren como si le estuvieran dando una golpiza diez Levi en el mismo momento. ¿Qué pasaría por la mente de él? ¿Se sentiría triste por ello?

¿Por qué se preocupaba por los sentimientos de ese tonto? Todo el maldito tiempo le miraba con indiferencia y rabia. ¡No debía sentirse así! No, no y no. No se disculparía. Antes muerto que disculparse con Levi Ackerman.

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