01 | Winter is coming
⊰᯽⊱ CAPITULO UNO.
━ ❝ Se acerca el invierno ❞ ━
El día había amanecido fresco y despejado, con un frío vivificante que señalaba el final del verano, perfecto para estar al aire libre con los demás, mirando los intentos fallidos de Bran por aprender a manejar un arco, pero en su lugar Elaena estaba encerrada en un salón, atrapada con la Septa Mordane mientras escucha los constantes elogios que le da a Sansa Stark la niña recatada y obediente que sueña con príncipes de cuentos de hadas. Es algo que ella simplemente no soporta, y, sin embargo, tiene que hacerlo.
— Buen trabajo —felicitó la Septa a Sansa, admirando su bordado —. Como siempre, bien hecho.
— Gracias — dijo la pelirroja con una sonrisa orgullosa.
— Adoro el detalle que lograste hacer en esta parte — la mujer los señaló —. Quedaron muy bellos.
— Gracias — le agradeció una vez más Sansa —. ¿Cómo le parecen estas puntadas?
Elaena una vez más hizo una mueca al pincharse el dedo con la aguja que utilizaba para bordar la imagen de unas flores con ramas ubicadas de manera desordenada. Desde donde estaba, podía oír las alabanzas que la mujer le daba a Sansa, y también podía ver la mirada de aburrimiento y frustración de Arya.
Suspirando la niña de cabellos platinados, siguió con su intento de bordar la tela que descansa en su regazo, deseando en el fondo poder salir de allí y ocultarse en su habitación a leer libros o tocar alguna melodía con su pequeña arpa. La personalidad y los gustos de Elaena era como un intermedio entre las hermanas Stark. No le molestaba estar bordando; lo hacía bien, pero si le dieran a escoger, preferiría estar jugando con Bran y Arya o en su habitación leyendo mientras es observada por el pequeño Stark, aunque este se escondiera para que no lo descubra.
El silencio que rodeaba a la habitación permitía que se escucharan todos los sonidos del exterior: las flechas siendo lanzadas, el ruido del herrero al chocar sus herramientas contra el metal y las risas de las personas que disfrutan los últimos días de verano mientras observan los entrenamientos. Deseaba estar allí, burlándose de su mejor amigo junto con Robb y Jon.
«Odio esto, ver cómo felicitan a Sansa y a sus amigas por su trabajo — pensó frunciendo el ceño —. Quiero salir de aquí, estas cuatro paredes me están comenzando a asfixiar».
Desde el momento en que Elaena había llegado a Invernalia con sus padres adoptivos, ella y los niños Stark se llevaron de maravilla, la trataron como si fuera una más de ellos, en especial Bran y Arya. Así que cuando Adrien y Emilie Heard volvieron a su castillo, no le fue difícil adaptarse al lugar. Elaena tiene la misma edad del menor de los Stark, pero él suele presumir constantemente ser mayor por unos meses y de ser mejor en todo. Bueno, en casi todo. Porque Elaena, o Ela, como la llaman siempre le gana en sus competencias de arco, siendo el centro de burla de Jon, Robb y secretamente de Eddard Stark. Por otro lado, ella y Arya son muy parecidas: ambas odian ser unas damas, aunque la niña Stark suele decir que Elaena es toda una damita sin hacer esfuerzo alguno, les gusta jugar en el barro, subirse a los árboles y montar a caballo, fue esa la razón que se dio su gran amistad. Ambas son como dos niños salvajes, dos almas libres con sed de aventuras.
— ¡Psss! — la llamó entre dientes Arya, mientras le pegaba con el pie, haciendo que la rubia la mirara con ojos abiertos.
— ¿Qué? — susurró.
— Salgamos de aquí — le dijo, señalando la puerta.
Elaena se mordió el labio considerando la sugerencia.
«¿Qué me puede pasar si abandono estas lecciones? — se preguntó así misma —. Bueno, que Lady Catelyn se enoje, pero llevó casi toda la mañana aquí sentada, no puede salir tan mal, ¿verdad?», trató de convencerse.
Le asintió con una sonrisa a su mejor amiga tomando una decisión. Las dos niñas dejaron sus costuras y salieron en silencio una vez que vieron a todos demasiado distraídos para prestarles atención.
Una vez afuera, caminaron hacia el patio donde sabían que estaban entrenando, teniendo cuidado de que nadie las viera para que no le avisaran a Lady Catelyn. En cuanto llegaron, vieron cómo Bran se preparaba una vez más para disparar una flecha; sin embargo, como casi siempre, falló, haciendo que este agachara la cabeza en derrota, sosteniendo el arco contra su costado. Sus hermanos, sin poder resistir, empezaron reír, mientras sus padres miraban desde el balcón con una sonrisa al ver cómo todos se divertían a pesar de que era a costa de su hijo menor. Por otro lado, Elaena y Arya tuvieron que retener la carcajada que se les había querido escapar para que no las descubrieran «Siempre falla» pensó divertida.
— ¿Y quién era bueno cuando tenía diez? — los cuestionó Lord Stark haciendo que todos sus hijos dejaran de reír y lo miraran —. Sigue practicando, Bran — le aconsejó haciendo que el chico agachara aún más la cabeza —. Vamos.
— Hazlo tú — le dijo Arya, haciendo que Elaena la volteara a mirar confundida —. Muestra que eres mejor que ellos — le tendió un arco y una flecha.
— ¡¿Qué?! ¡No! ¡Hazlo tú! — le gritó en un susurro, negando con la cabeza —. Tienes mejor puntería que yo — contradijo, haciendo que la niña a su lado resoplara poniendo el arco en sus manos.
— Solo toma la flecha, apunta al centro, imagina que el objetivo es alguien a quien desprecias y dispara — le explicó, aunque ella sabía que Elaena no necesitaba que lo hiciera.
— Pero no odio a nadie... — trató de replicar.
— Solo dispara la flecha.
Soltando un suspiro, la menor tomó la flecha y la colocó en el arco. Subió la cuerda hasta estar a la altura de su mejilla, luego tomó una respiración profunda, preparándose para disparar. Mientras los demás ignoraban su presencia y lo que estaba a punto de hacer.
— No pienses de más, Bran — le aconsejó Jon.
Una vez más, Bran cogió su arco y colocó la flecha en su posición lista para disparar. Tomó aire y visualizó el objetivo, el cual había sido el mismo durante toda la mañana: un barril con una tela colgada donde se le dibujó un círculo casi perfecto en color negro.
— Relaja el brazo — le ordenó Robb, con los brazos cruzados.
Pero antes de que pudiera disparar, otra flecha cayó justo en el centro del objetivo, haciendo que todos voltearan a mirar en la dirección donde Arya y Elaena se encontraban escondidas. La rubia hizo una reverencia con algo de timidez, mientras que la otra niña se reía.
«¡Oh!, ahora estoy en problemas» pensó al ver como su mejor amigo dejaba caer su arco y comenzaba a correr en su dirección, sus ojos se abrieron y entregándole el arco a Arya sin importarle si lo atrapaba o no, se alejó tratando de escapar del menor de los Stark, mientras que los demás se reían de ellos.
— ¡Arya, me la pagarás! — gritó.
— ¡Corre, Bran! ¡Rápido! — lo animaron sus hermanos.
Ambos niños corrían por Invernalia persiguiéndose, Elaena pudo sentir como Bran se acercaba cada vez más, puesto que sus pies se estaban volviendo pesados debido al cansancio y sin darse cuenta, cuando menos lo esperaba, el Stark tomo su brazo, haciendo que tropezara con una piedra y los dos cayeron, rodando por una pequeña colina mientras reían hasta quedar ella debajo de él.
— De nada — bromeó, con la respiración acelerada, haciendo que el niño rodara los ojos —. Soy mejor que tú en el arco — presumió.
— Y yo soy mayor que tú por unos meses — sonrió burlón el castaño.
— Tonto — resopló la menor.
— Eres la tonta — le contradijo, a la vez que su sonrisa desaparecía cuando sus ojos se encontraron. La niña se perdió en sus ojos castaños; había algo en ellos que le atraían como una polilla a la luz, pero por su inocencia no pudo entender cuál era la razón de esto.
— Bran, Lord Stark ha solicitado que lo acompañen a una ejecución — interrumpió el momento uno de los guardias, mientras hacía un gesto para que lo siguieran.
Bran miró a Elaena una vez más, para luego ponerse de pie, al igual que la platinada, quien se sacudió la tierra de su vestido.
— En seguida vuelvo, ¿está bien?, y entonces podemos ir por tartas a la cocina — sugirió antes de acercarse al guardia.
— Bran, tu padre, también solicito que ella fuera — informó el guardia haciendo que el castaño frunciera el ceño.
— ¿A las niñas se les permite ver una ejecución? — preguntó, confundido.
— No, pero Lord Stark desea que ella vaya — respondió —. Lady Elaena es una excepción.
──────⊱◈◈◈⊰──────
Todos se pusieron en marcha para ver la decapitación del hombre. Eran veinte en total, y Elaena cabalgaba entre ellos de forma tranquila; a diferencia de Bran, que se encontraba nervioso pero también emocionado. No era la primera vez que observaba una ejecución, su padre Lord Adrien Heard la había llevado una vez a ella y Alissa, alegando que debían acostumbrarse a ver morir a las personas, ya sea de forma natural o por la mano de otro, recuerda que su hermana vomito en cuanto vio a su padre blandir la espada.
Habían sacado al hombre de un pequeño fortín de las colinas. Robb creía que se trataba de un salvaje, que había puesto su espada al servicio de Mace Rayder, el Rey-más-allá-del-Muro. A Elaena se le ponía la piel de gallina con solo pensarlo. Recordaba muy bien las historias que la Vieja Tata les había contado junto a la chimenea. Los salvajes eran crueles, les decía, esclavistas, asesinos y ladrones. Se apareaban con gigantes y con espíritus malignos, se llevaban a los niños de las cunas en medio de la noche y bebían sangre en cuernos pulidos. Y sus mujeres yacían con los Otros durante la Larga Noche, para dar a luz espantosos hijos medio humanos. Pero el hombre que vieron atado de pies y manos al muro del fortín, esperando la justicia del rey, era viejo y huesudo, poco más alto que Robb. Había perdido en alguna helada las dos orejas y un dedo, y vestía todo de negro, como un hermano de la Guardia de la Noche, aunque las pieles que llevaba estaban sucias y hechas jirones.
El aliento del hombre y el caballo se entremezclaban en nubes de vapor en la fría mañana, cuando Lord Stark hizo que cortaran las ligaduras que ataban al hombre al muro y lo arrastraran ante él. Robb y Jon permanecieron quietos y erguidos, con Elaena y Bran de pie delante de ellos. Una brisa ligera sopló por la puerta del fortín. En lo alto ondeaba el estandarte de los Stark de Invernalia: la cabeza de un lobo huargo sobre un campo color blanco hielo. Eddard Stark se erguía a lomos de su caballo con una expresión adusta y no se parecía en nada al hombre que por las noches se sentaba junto al fuego y hablaba con voz suave de la edad de los héroes y los niños del bosque. Dos de los guardias arrastraron al hombre harapiento hasta un tocón de tamarindo en el centro de la plaza bajo las órdenes del señor de Invernalia.
Lord Stark desmonto y Theon Greyjoy, su pupilo, le llevó la espada. Se llamaba Hielo. Era tan ancha como la mano de un hombre y en posición vertical era incluso más alta que Robb. La hoja de acero valyriano, forjada con encantamientos y negra como el humo. Nada tenía un filo comparable al acero valyriano.
.............................................
— Rompí mi juramento —habló el hombre —. Sé que deserté, debí de regresar a la muralla y advertirles — dijo, para luego negar con la cabeza —. Vi lo que vi — miró al señor de Invernalia —. Vi a los caminantes blancos, la gente debe saber. Díganle a mi familia que no soy un cobarde, que lo siento — les pidió, para luego ser obligado a apoyar la cabeza en la dura madera negra.
Eddard Stark se quitó los guantes y se los tendió a Jory Cassel, el capitán de la guardia. Blandió a Hielo con ambas manos.
— En nombre de Robert de la Casa Baratheon, el primero de su nombre, rey de los ándalos y los rhoynar y los primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino; y por orden de Eddard de la Casa Stark, señor de Invernalia y Guardián del Norte, te sentencio a muerte.
Alzó el espadón por encima de su cabeza.
— No apartes la vista — le dijo Jon Snow a Bran. Jon es el hijo bastardo del señor de Invernalia, el medio hermano de los niños Stark —, padre se dará cuenta.
Elaena no apartó la mirada, sintiendo curiosidad por las palabras dichas anteriormente.
El Guardián del Norte le corto la cabeza al hombre de un golpe, firme y seguro. La sangre, roja como el vino veraniego, salpicó la nieve. Uno de los caballos se encabritó y hubo que sujetarlo por las riendas para evitar que escapara al galope. Ambos niños no podían apartar la vista de la sangre. La nieve que rodeaba el tocón la bebió con avidez y se tornó roja ante sus ojos. La cabeza rebotó contra una raíz gruesa y siguió rodando, deteniéndose cerca de los pies del Greyjoy. Theon era un joven de diecinueve años, flaco y moreno, que se divertía con cualquier cosa. Se echó a reír y dio una patada a la cabeza.
— Imbécil — murmuró Jon, en voz lo suficientemente baja para que Greyjoy no oyera el comentario, pero sí lo suficiente como para hacer reír a la niña. Jon coloco su mano en el hombro de Bran, quien alzó la vista hacia su hermano bastardo —. Lo has hecho muy bien — le dijo con solemnidad para después alejarse.
Jon tenía dieciséis años, y ya había presenciado muchas veces la justicia, al igual que Robb quien se dio la vuelta y abrazó a la niña por los hombros mientras se acercaban a Bran, a quien tomo de igual forma para luego dirigirlos hacia los caballos, en completo silencio.
— El desertor murió como un valiente — dijo Robb a su hermano mientras ayuda a Elaena con su caballo. Era fuerte y corpulento, y parecía crecer a ojos vistos; tenía la piel clara de su madre, y también el pelo castaño rojizo y los ojos azules de los Tully de Aguas-Dulces —. Al menos tenía coraje.
— No — dijo Jon Snow con voz tranquila —, eso no era coraje. Estaba muerto de miedo. Se le veía en los ojos, Stark.
Los ojos de Jon eran de un gris tan oscuro que casi parecían negros, y se fijaban en todo. Tenía más o menos la edad de Robb, pero no se parecían en nada. Jon era esbelto y Robb musculoso; era moreno y Robb rubio; era ágil y ligero, mientras que su medio hermano era fuerte y rápido.
— Que los Otros se lleven sus ojos — maldijo Robb sin mostrarse impresionado —. Murió como un hombre. ¿Una carrera hasta el puente? — le preguntó, alejándose de la niña después de ayudarla a subir a su caballo.
— De acuerdo — asintió Jon.
Elaena observo como Eddard Stark se acercaba a su hijo menor mientras recordaba los ojos del hombre andrajoso, tenía el brillo del miedo y miraba a todas partes como si alguien lo persiguiera.
— ¿Se encuentran bien, Bran, Elaena? — peguntó con tono que no carecía de dulzura.
— Sí — asintió la niña.
— Robb dice que ese hombre murió como un valiente, pero Jon opina que tenía miedo — le comentó Bran a su señor padre.
— Y a ti, ¿Qué te parece?
— ¿Un hombre puede ser valiente cuando tiene miedo? — preguntó Bran después de meditarlo un instante.
— Es el único momento en que puede ser valiente — contestó su padre —. ¿Entienden por qué lo hice?
— Era un salvaje — le respondió Elaena de inmediato —, secuestran a las mujeres y las venden a los Otros.
— La Vieja Tata les ha estado contando historias otra vez — dijo el hombre con una sonrisa —. La verdad es que ese hombre rompió su juramente, desertó de la Guardia de la Noche. No existe ser más peligroso. El desertor sabe que, si lo atrapan, se puede dar por muerto, así que no se detendrá ante ningún crimen por espantoso que sea. Pero me han entendido. No les preguntó por qué el hombre debía morir, sino por qué tenía que ajusticiarlo yo en persona.
— El rey Robert tiene verdugos — Dijo Bran, inseguro. No sabía la respuesta.
— Cierto — admitió Eddard —. Igual que los reyes Targaryen, que reinaron antes que él. Pero nuestras costumbres son las antiguas. La sangre de los primeros hombres corre todavía por las venas de los Stark, y creemos que el hombre que dicta la sentencia debe blandir la espada. Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus últimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no merece morir.
— ¿Es cierto que vio a los caminantes blancos? — lo cuestionó con curiosidad la niña.
— Los caminantes han desaparecido por miles de años — respondió.
— ¿Así qué mentía? — esta vez le preguntó Bran.
— Un loco ve lo que ve — les dijo después de meditar un poco la pregunta —. Lo hiciste bien, Elaena — comentó, acercándose a ella, haciendo que sonriera un poco.
— Yo... ¿Es malo no haber sentido nada cuando ejecutaron al hombre? — le preguntó, con sus ojos brillando de melancolía.
— A veces, cuando uno ve morir a las personas, dejas de sentir pena por los demás — le respondió —. Las muertes a veces se realizan por deber o porque deben de hacerse para dar paso a grandes cosas, para salvar vidas. No debes preocuparte por eso, Elaena.
— Está bien — asintió.
Durante el largo camino de regreso a Invernalia parecía hacer más frío, aunque el viento ya había cesado y el sol brillaba alto en el cielo. Cabalgaron a buen ritmo hasta el puente donde Jon y Robb se habían detenido después de haberse adelantado debido a su carrera. Frente a ellos se encontraba un ciervo muerto, tenía las tripas esparcidas por el suelo y le faltaba un fragmento de asta. Los hombres se bajaron de sus caballos y se acercaron, mientras que Bran y Elaena se quedaron atrás, debido a que se les había ordenado mantener la distancia, así que no podían escuchar lo que discutían.
— ¿Qué crees que lo haya matado? — le preguntó Bran.
— No lo sé — respondió encogiéndose de hombros —, pero fue algo muy grande.
— El invierno se acerca — escuchó Elaena una voz que la hizo mirar a su alrededor —. ¡Se acerca el invierno! — El viento comenzó a agotar los árboles con fuerza, un fuerte dolor de cabeza la invadió y los sonidos a su alrededor se volvieron lejanos —. Se acerca el invierno, los muertos empiezan a vagar por los bosques y los dragones despiertan. Ten cuidado, cuidado...
— Ela — sintió una mano tocar su hombro, haciendo que se sobresaltara —. ¿Estás bien?
—Sí — asintió —, solo creí haber escuchado algo.
— Vamos — dijo Bran, señalando a los hombres que seguían el rastro de sangre que dejó el venado.
«¿Qué fue eso?» se cuestionó confundida.
El lugar al que Lord Stark los guiaba estaba sumido en la penumbra, debido a los altos árboles que bloqueaban los rayos del sol. En el camino, atravesaron un pequeño viejo puente de madera que parecía a punto de colapsar; debajo, una quebrada corría con furia, sus aguas tumultuosas resonando a lo largo del trayecto. El grupo avanzó con cautela entre los ventisqueros, siempre buscando los puntos firmes en aquel terreno oculto y desigual. Finalmente se detuvieron frente a un gran animal, el cual tenía el fragmento de dos palmos de asta, ya sin puntas, empapado de sangre, enterrado en el cuello, y a su alrededor pequeños cachorros se amontonaban tratando de alimentarse, mientras emitían quejidos lastimeros.
Algunos otros hombres, junto con Lord Eddard y Jon, se agacharon para observar de cerca a la criatura, mientras el resto se mantenían a una distancia prudente.
— ¡Dioses! — se le escapó a Greyjoy — Una monstruosidad.
— Es un lobo huargo — dijo el Guardián del Norte mirándolos —. Solo una bestia — comentó acercándose para luego arrancar el asta que tenía enterrado el animal.
Con curiosidad, Elaena se acercó hasta detenerse junto a Robb. Había una forma muerta, enorme y oscura, semienterrada en la nieve manchada de sangre. El tupido pelaje gris estaba lleno de cristales de hielo, y el hedor de la corrupción lo envolvía como el perfume de una mujer. Elaena divisó unos ojos ciegos en los que reptaban los gusanos y una boca grande llena de dientes amarillos. Pero lo que más la impresionó fue el tamaño que tenía. Era muy grande, el doble que el mayor sabueso de las perreras de los Stark.
— No hay lobos huargos al sur del Muro — declaró Robb.
— Ahora hay cinco — replicó Jon, levantándose con un cachorro que no era más que una bolita de pelaje blanco con manchas grises. Aún no había abierto los ojos y no dejaba de gimotear —. ¿Quieres cargarlo? — se lo ofreció a Bran, quien, bajo la atenta mirada de su padre, lo tomó en brazos.
— Qué bonito — sonrió la niña, acariciándole la cabeza. Su pelaje era suave y cálido, y el pequeño animal movía la cabeza bajo su toque.
— Lobos huargos en el reino, después de tantos años — murmuró Mullen, el caballerizo mayor —. Esto no me gusta.
— Es una señal — dijo Jory.
— No es más que un animal muerto, Jory — dijo el padre de los niños con el ceño fruncido. Su expresión reflejaba preocupación —. Es increíble que viviera lo suficiente para parir — comentó limpiándose las manos en la nieve.
— Quizá no vivió tanto — dijo Jory —. Se dice... A lo mejor ya estaba muerta cuando nacieron los cachorros.
— Nacidos de la muerte — intervino otro hombre —. Peor suerte aún.
— ¿A dónde irán? — preguntó Bran, mirando a Jon y luego a su padre con preocupación —. La madre murió.
— No pertenecen aquí — le dijo Rodrick Cassel, el maestro de armas, un hombretón corpulento, orgulloso de los magníficos bigotes blancos que le cubrían las mejillas.
— Una muerte rápida — sugirió Eddard Stark, poniéndose de pie —. No sobrevivirán sin la madre — afirmó mientras se alejaba.
Bran y Elaena dejaron escapar un grito de consternación.
— Bien — asintió Theon Greyjoy, desenvainando una daga —; trae aquí a esa bestia, Bran — le ordenó, estirando la mano para que le entregara al cachorro.
— ¡No! — exclamó Bran con ferocidad. El pequeño animal se había apretado contra él, como si pudiera oír y comprender — ¡Es mío! — le gritó mientras Greyjoy le arrebataba el cachorro.
— ¡No los lastimen! — suplicó la niña.
— Guarda esa daga — dijo Robb. Por un momento, su voz sonó tan imperiosa como la de su padre, como la del señor que sería algún día.
— Obedezco órdenes de tu padre — replico Theon mirándolo, mientras sostenía al pequeño lobo por el hocico con una mano y la daga en la otra —. No de ti.
— Por favor, padre — suplicó Bran con una mirada implorante, pero Lord Stark solo negó con la cabeza.
— Son solo unos bebes, son inofensivos — señaló la niña con ojos tristes.
— Es imposible, niños — dijo Harwin, que era hijo de Hullen
— Les haremos un favor matándolos — dijo Hullen.
— Lo que dice Hullen es verdad. Es mejor una muerte rápida que agonizar de frío y hambre.
— La perra de Ser Rodrik parió otra vez la semana pasada — dijo Robb, que se resistía, testarudo —. Fue una camada pequeña, solo vivieron dos cachorros. Tendrá leche de sobra.
— Los matará en cuanto intenten mamar — señaló Eddard.
— Pero. . . — trato de replicar la niña.
— Lo siento — se disculpó el hombre antes de volverse y alejarse en dirección de los caballos.
— Lord Stark — intervino Jon. Resultaba extraño que se dirigiera a su padre de manera tan formal. Elaena y Bran lo miraron, aferrándose a aquella última esperanza —. Hay cinco cachorros — siguió —, tres machos y dos hembras.
— ¿Y qué, Jon?
— Tienes cinco hijos legítimos: Tres chicos y dos chicas. El lobo huargo es el emblema de su casa. Estos cachorros están destinados a sus hijos, mi señor.
Elaena observó cómo la expresión del Guardián del Norte cambiaba, y las miradas que intercambiaban el resto de los hombres. En ese momento, la niña le agradeció internamente a Jon por su intervención. Ella comprendió lo que había hecho, las cuentas cuadraban solamente porque él se había excluido. Eddard Stark estudió a sus hijos y a Elaena, larga y atentamente tratando de tomar una decisión.
Soltó un suspiro.
— Los entrenarán ustedes — les dijo, y Bran asintió a toda prisa —. Los alimentarán ustedes — continuó, mientras Theon guardaba la daga bajo la atenta mirada de Elaena —. También tendrán que educarlos, es imprescindible que los entrenen. El encargado de los perros no querrá saber nada de estos monstruos, se los aseguró. Y que los dioses les ayuden si los descuidan, si los tratan mal o si no los entrenan. No son perros; no les harán carantoñas para conseguir comida, ni se marcharán si les dan una patada. Un lobo huargo es capaz de arrancarle el brazo a un hombre tan fácilmente como un perro mata una rata. ¿Seguros que quieren esa responsabilidad?
— Sí, padre — dijo Bran con determinación.
— Sí — asintió Robb, firme.
— Y pese a todo lo que hagan, los cachorros quizá mueran — advirtió Eddard.
— No se morirán — replicó Robb —. No lo permitiremos.
— Entonces, se los pueden quedar. Recojan el resto de los cachorros. Ya es hora de que volvamos a Invernalia — dijo, dando la vuelta y comenzando a alejarse, esta vez sin que nadie lo detuviera.
Jon se agachó y le pasó a su medio hermano dos de los cachorros, los cuales Robb entregó a Theon. Este comenzó a alejarse al igual que el resto de los hombres. Robb se apartó de ellos para tomar en brazos los dos que faltaban, ya que estaban un poco más alejados.
— ¿Qué hay de ti y de Ela? — le preguntó Bran a su hermano bastardo.
— No soy un Stark — respondió Jon con cierta dureza —, y Ela tampoco — añadió con un tono más suave —. Vámonos — les ordenó a los dos niños.
Comenzaron a alejarse, pero Jon se detuvo de repente al escuchar unos pequeños gemidos, al igual que Elaena. Mirando a su alrededor, el bastardo intentó localizar el origen de los quejidos, pero pronto se calmaron. Negando con la cabeza, convencido de que solo eran imaginaciones suyas, decidió seguir a los demás que ya se alejaban. Abrazando por los hombros a la niña, empezó a caminar, pero los quejidos regresaron.
— ¿También los escuchas? — le preguntó Elaena, haciendo que Jon la mirara —. Creo que vienen de allí — señaló un lugar cerca de un riachuelo.
— ¿Qué sucede? — les preguntó Robb al ver que no los seguían.
Jon se acercó a donde ella le había indicado, se agachó y, al levantarse, cargaba dos pequeños lobos que parecían complementarse de forma extraña: uno era blanco con ojos rojos como la sangre y el otro era negro con ojos entre amarillos y rojos, creaban la ilusión de un atardecer. A todos les pareció extraño que los dos tuvieran sus ojos abiertos, cuando los demás aún seguían ciegos.
— Los extraños en la familia — comentó en tono grosero Theon, provocan que Jon lo mirara con el ceño fruncido —. Esos son de ustedes ahora — dijo mirándolos con burla, antes de darse la vuelta y alejarse.
— ¿Cuál quieres? — le preguntó Jon con cariño, acercándose a Elaena.
— Me gusta el negro — sonrió —. Además, creo que a ti te sale más el blanco — bromeó tomando al cachorro entre sus brazos, dándole un beso en la mejilla al bastardo —. Gracias.
— Se acerca el invierno — volvió a oír mientras se alejaba, siendo seguida por Jon —. Se acerca el invierno, cuidado con las serpientes que los rodean escondidos entre muros de oro —. El viento sopló con fuerza, haciendo que su cabello se moviera y el cachorro se acurrucara contra ella en busca de calor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top