La bravura del mar era intensa, una cápsula dorada y cilíndrica le surcaba, mientras a la lejanía aquella extraña y gigante masa de extremidades similares a tentáculos arrasaban aquella civilización marina.

La brava historia de un reino en la tierra bendecido por los mismos dioses por su valentía contra los rebeldes de la luna, había llegado a la culminación de si existencia, simplemente desapareció dejando una leyenda como legado a través de los eones.

El cilindro , tras un violento y tardado viaje, encalló en aguas árticas sólo para ser abandonado por el tiempo mismo, así los siglos lo mantuvieron prisionero del frío océano.

Tras el pasar de casi tres milenios, los habitantes de la superficie encontraron al ancestro marino, hombre con escamas, aletas y una rara combinación de branquias y nariz.

La historia ya registraba a criaturas así, incluso un individuo así había sacrificado su vida para proteger a los humanos de aquellas criaturas que llamaban demonios, pero al parecer el encontrado era de cierta forma diferente.

No entendió a los humanos por lo que, resultó en un total temor de su parte cuando fue introducido en una cámara llena de agua, mientras los humanos no resultaban asombrados dado la situación que se vivía.

Pronto fue puesto a trabajar y servir a sus nuevos amos, lo que antes era alguien libre ahora era un simple esclavo. Con cierta paciencia, los estudiosos le concedieron la enseñanza del habla.

Con cierta capacidad de comunicación, ahora comprendía con quienes trabajaba, o bueno tan sólo conocía sus nombres: Unidad de Individuos Extraordinarios.

Descendencia de reyes y el último de su especie ahora sería el gobernante títere de los mares, el trabajo sucio que le encargaron a él, hasta aquella llamada.