Capitulo 9
-¿Yo...? ¿Cómo podría...? -la incertidumbre y la confusión estaban plasmadas en su mirada. Aún sostenía la copa de vino sin tocar sobre una mano y sentía que perdía la fuerza en el brazo poco a poco, por ese motivo decidió dejarla de nuevo sobre el escritorio y dar un suave carraspeo mientras intentaba procesar lo que Shinichiro Sano acababa de decir.
-Porque a día de hoy tú eres la única persona en quien confía y a quien más obedece -Takemichi frunció el ceño entonces. ¿Obedecer?
-No necesito que me obedezca, yo no le doy órdenes.
-Tranquilo, no me refería a eso, simplemente creemos que puedes convencerle.
-¿Convencerle de qué?
-De que vuelva aquí, con nosotros, donde está seguro -la mirada de Takemichi se situó unos segundos sobre Izana quien le observaba fijamente y en silencio, de nuevo volvió a ponerla sobre Shinchiro. A cada gramo de información que compartían con él más perdido se sentía.
-Hay muchos que quieren matarlo, a él y a nosotros -al ver que el menor no decía nada decidió continuar -. Takemichi, yo soy el dueño de una organización muy importante, Izana es el segundo al mando por ser mi hermano, tenemos muchos rivales que quieren hacernos desaparecer para ocupar nuestro puesto.
-¿Qué tipo de organización? -preguntó con el ceño fruncido. Toda esta situación empezaba a escocerle.
-No hagas preguntas que no te incumben -soltó Izana con advertencia. Takemichi le miró mal esta vez, harto de que hubieran hecho lo que habían querido con él pero que no estuvieran dispuestos a compartirle cierta información. ¿Quiénes se creían?
-Si queréis que os ayude necesito saber las cosas, ¿no crees? -preguntó mirando de vuelta a Shinichiro. Él había estado rebuscando en el cajón del escritorio durante unos segundos hasta dar con un puñado de papeles que parecían ser fotografías impresas.
-Antes de enseñarte esto necesito que entiendas mi situación, Manjiro es mi hermano pequeño y como tal quiero protegerlo. Tiene nuestro apellido, el apellido de los líderes de la organización número uno de Japón, lo que significa que, como a nosotros dos, a él lo quieren muerto y fuera de juego.
-Pero él está totalmente desligado de esto, lleva una vida normal -comentó completamente incrédulo. ¿Qué importaba que sus hermanos lideraran a saber qué tipo de organización? El tiempo que llevaba conociendo a Mikey fue suficiente para darse cuenta de que no quería saber nada de sus hermanos y que quería llevar una vida de lo más normal. ¿Por qué debería importarle a esos supuestos asesinos?
Pero la diminuta sonrisa de Shinichiro, que a penas le llegó a los ojos porque resultó ser una mueca triste, le desconcertó aún más.
-Eso a ellos no les importa -dijo sin más.
Todo el mundo permaneció en silencio mientras Shinichiro buscaba algo entre las fotografías que tenía en la mano. Al dar con tres, se dispuso a ponerlas sobre la mesa frente a Takemichi para que pudiera verlas.
En la primera aparecía una mujer de pelo negro, liso y muy largo y con los labios pintados de un rojo intenso, su edad rondaría cerca de los cuarenta años. En la segunda fotografía aparecía un hombre rubio, se veía bastante musculoso a pesar de la ropa que llevaba encima y su expresión era tan seria y amenazante que incluso así, a través de una fotografía, Takemichi se sintió amenazado. Pero la última foto fue la única que consiguió erizarle la piel hasta tal punto que incluso la respiración se le detuvo en cuestión de un segundo.
-Estos son los líderes de la organización que nos quiere muertos -continuó Shinichiro sin darse cuenta de la reacción del menor -. Bueno, en realidad ella es la líder, este es su mano derecha y el tío que da palizas si es necesario -señaló al tipo rubio y musculoso -, y este es su hermano pequeño, es decir, el segundo al mando.
Y Takemichi no podía sacarse de la cabeza a ese tipo. Ese porte tan gigantesco, los ojos de un negro más oscuro que la noche cerrada, su cabello casi rapado al cero. Pero lo más destacable era la cicatriz que recorría su ojo derecho de arriba abajo. No podía creerlo, ¿de verdad era cierto? Aquel fue el tipo con el que se topó aquel día en el portal de su casa. ¿Podría ser él de verdad?
Los pelos se le pusieron de punta al recordar esa fría mirada. ¿Qué había hecho ese hombre en su edificio? ¿Fue pura casualidad? ¿Sería vecino de un asesino sin saberlo? No recordaba haberle visto más veces y a pesar de que era un edificio grande con muchos apartamentos, solía recordar las caras de la gente que vivía allí.
Shinichiro pareció notar el cambio de actitud en el menor, hasta su respiración se había vuelto más frenética. Siguió con la suya la mirada de Takemichi que fue a parar a la fotografía con el hombre de la cicatriz.
-¿Qué pasa? ¿Lo conoces? -preguntó cauteloso. Solo entonces Takemichi volvió a mirarle y pudo sentir el pavor en la expresión de ese chico que parecía tan normal. Takemichi tragó saliva con fuerza y negó lentamente con la cabeza.
-No... -su voz se había vuelto ligeramente temblorosa. Incluso Izana, que hasta entonces se había mantenido con la mirada dura e inexpresiva, había adquirido cierta preocupación en su modo de mirarlo.
-Pero lo has visto -más que una pregunta parecía una respuesta. Shinichiro volvió a acercarse al menor y se arrodilló frente a él. Fue en ese momento en el que Takemichi pudo ver a Mikey en sus ojos. Eran tan parecidos que daba miedo, le sorprendía incluso no haberse dado cuenta antes de que eran hermanos. La expresión de Shinichiro se había suavizado un poco, no quería asustarlo más de lo que ya estaba -. ¿Dónde lo has visto?
-En mi... en mi edificio.
La mirada que compartieron ambos hermanos no hizo otra cosa que ponerle más nervioso.
-¿Te dijo algo? -esta vez fue Izana quien habló. Se había puesto de pie y había avanzado hasta quedar a su lado, de brazos cruzados y recuperando esa expresión tan firme y amenazante. Takemichi negó repetidas veces -. ¿Qué hizo?
-Solo... salió. Sin más.
-¿Sin más?
-Sí.
-Eso no es casualidad, ¿lo sabes verdad? -preguntó Izana mirando a su hermano mayor. Shinichiro asintió, la preocupación en su interior había incrementado considerablemente. Estaban de nuevo tan cerca que le ponía histérico, no quería volver a tener que repetir la historia, se negaba en rotundo, si su plan con Takemichi no funcionaba tenía claro que traería a su hermano a la fuerza aunque tuviera que encadenarlo en una habitación cerrada con llave. Con esa gente, por mucha seguridad que pusiera a su alrededor, no estaba seguro en ninguna parte.
-¿Pero quién es él? -Takemichi comenzaba a desesperarse. Recibía información a cuenta gotas.
-Esta gente, Takemichi, es gente de la que debes estar alejado -respondió contundente. Tomó la fotografía del tipo que había salido de su edificio días atrás para mostrarla frente a él. Takemichi volvió a sentir su piel erizarse al recordarlo -. Y este hombre es una máquina de matar. Es, probablemente, el hombre más peligroso con el que puedas encontrarte.
-Pero... ¿por qué? -preguntó en un hilo de voz. Estaba perdido, asustado y abrumado por la cantidad de información que estaba recibiendo ese día. Un día que se suponía que iba a ser normal. Él tan solo había salido a comprar café -, ¿por qué iría a mi casa?
-Porque ya saben quién eres. Pasas cada día con Manjiro, era cuestión de tiempo que se dieran cuenta.
-Pero yo no soy uno de vosot...
-Eso da igual -interrumpió Izana esta vez -. Les da exactamente igual, si tienen que matarte también lo harán. Están aquí para eso.
-Mira, Hanagaki, esto es simple -Shinichiro se arrodilló frente a él con la intención de que mirara directamente sus ojos. Que comprendiera la gravedad del asunto y cooperara -. Si ellos saben quién eres y donde estáis, es cuestión de días que vuelvan para mataros, quizás horas. O quién sabe, puede que estén esperando ahora mismo en la puerta de tu casa. Quieren erradicar todo lo que sea cercano a los Sano, hacernos desaparecer. Tienes que convencer a Mikey de que vuelva con nosotros, es el único modo de que esté seguro. Evidentemente también te daríamos protección a ti, eres cercano a nuestro hermano, quiero cuidar de todo lo que aprecia.
La mirada asustada del menor lo enterneció un poco. Al fin y al cabo no era más que un chico joven que se había metido en un problema gigante sin darse cuenta, no era culpa suya pero ahora estaba dentro de ese problema y no podría salir de él a menos que cooperara. Bien sabía Shinichiro que una vez ellos ponían los ojos sobre alguien esa persona estaba destinada a morir.
-Lo... lo intentaré -la mirada del menor se desvió hacia sus pies. Aún seguía dándole vueltas en su cabeza a las posibilidades que tenía. ¿Acaso había estado a punto de morir? Es decir, había estado cara a cara con ese hombre que tachaban de asesino sin remordimientos.
-Gracias, de verdad -Shinichiro habló con toda la sinceridad del mundo. No podía negar que sintió un peso menos encima con esas palabras -. Y lamento tener que meterte prisa pero tienes que ser rápido. Déjame tu móvil -ordenó. Takemichi quedó en blanco unos segundos pero antes de que pudiera abrir la boca el brazo de Sanzu a su lado apareció tendiendo el móvil hacia su jefe.
Takemichi frunció el ceño y se palpó los bolsillos del pantalón.
-Se lo quité en la furgoneta -contestó mientras Shinichiro cogía el teléfono y desbloqueaba la pantalla de inicio -, no dejaba de lloriquear así que no se dio cuenta.
Hubiera dicho algo grosero, de hecho se le pasó por la cabeza, pero lo cierto es que Sanzu le daba miedo por lo que optó por cerrar la boca y mantenerse sano y salvo.
-Este es el número de teléfono al que tienes que llamar si notas algo raro o vuelves a ver a ese hombre -Shinichiro le devolvió el móvil con un nuevo número agendado. Un número que respondía al nombre de 'Miko'.
-¿Miko?
-Si llamas cualquiera de nosotros cuatro te contestará de inmediato -continuó ignorando su pregunta.
-Está bien -Takemichi observó en la pantalla de su móvil ese nuevo número agendado.
-Tienes que tener mucho cuidado y ser observador -aquello fue lo último que le pidió Shinichiro, ya no hacía falta decir nada más pues la información había sido puesta sobre la mesa. Al menos la que él necesitaba saber.
Tenía mil y un nuevas preguntas en la cabeza, a cada segundo que pasaba sintiéndose mucho más perdido que el anterior. Ni siquiera le prestó atención a la despedida de Shinichiro, estaba fuera de órbita. Aún se sentía nervioso, ansioso incluso, con los nervios a flor de piel y el corazón, aunque más tranquilo, latiendo a una velocidad desenfrenada.
¿Qué narices es lo que acababa de pasar?
Estaba tan perdido en sus pensamientos, tan centrado en el recuerdo de ese hombre tan terrorífico saliendo de su edificio que a penas se dio cuenta de cuando ingresó en un coche ni de cuándo este comenzó a avanzar poco a poco. Pensaba también en Mikey, en el malestar que se había instaurado en la boca del estómago al darse cuenta de que estaba en peligro. Que había algo que le quería muerto.
Y sí, no iba a mentir, tenía miedo de que pudieran hacerle algo o matarlo también por pasar tanto tiempo juntos, pero sobre todo sentía terror por lo que pudiera pasarle a Manjiro. Ese chico se había vuelto en la pieza fundamental de su vida, en lo único que necesitaba a día de hoy para subsistir. De no ser por Mikey seguiría depresivo, solitario e infeliz. Y el mero hecho de imaginarse a alguien haciéndole tanto daño hasta el punto de matarle le ponía enfermo.
De repente el coche se detuvo a una cuadra de su edifico. Miró por la ventana y apreció la luz del sol alumbrando las frías calles de Tokio. Tenía su teléfono en la mano y cuando volvió a mirar la pantalla vio en él varias llamadas perdidas de Mikey.
Tomó aire profundamente, no sabía qué hacer ni cómo hacerlo.
-Ya hemos llegado -una profunda y cortante voz habló a su lado. Izana lo había acompañado en el asiento a su izquierda y Takemichi ni siquiera se había tomado la molestia de saber quién era el conductor del vehículo, la verdad es que le importaba una mierda. Asintió con esas palabras pero antes de que tomara la acción de salir del coche Izana volvió a hablar -. Recuerda lo que tienes que hacer, Hanagaki.
-Lo recuerdo -dijo con el ceño fruncido y un poco de molestia. Llevaba pensándolo todo el trayecto, ¿se pensaba que no lo haría? La actitud tan a la defensiva de Izana comenzaba a crisparle los nervios.
-Si no lo haces te mataré -fue tan natural el modo de decirlo que incluso así resultó ser más aterrador. Tragó con fuerza cuando Izana sacó del bolsillo una pistola y la acercó a él, situando el cañón frente a su rostro pero sin llegar a tocarle. El de Izana se había acercado tanto al inclinarse que podía incluso apreciar su aliento a menta por el chicle que no había dejado de masticar en ningún momento -. Si Mikey muere será por tu culpa, por no haber hecho nada por evitarlo, ¿y sabes qué pasará si eso ocurre? -Takemichi se mantuvo en silencio -, que yo mismo vendré a matarte en persona. Shinichiro es muy blando para decírtelo a la cara pero él también lo piensa, no somos gente normal, niño, si no obedeces a lo que te decimos pueden llegar a pasarte cosas terribles de las que no te gustaría saber nunca, ¿entiendes?
Una gotita de sudor nerviosa resbaló por su sien. Izana no era demasiado grande, tampoco poseía un atractivo demasiado musculoso, se atrevería a decir que incluso era más bajo que él, pero algo en su modo de mirar, de actuar y de hablar le causaba un inevitable terror.
-Y cuando lo hayas hecho, cuando Manjiro esté seguro con nosotros, tú te alejarás de él. Shinichiro podrá fiarse de ti pero yo no, no hay nadie que se acerque tanto a nosotros y en quien confíe -el silencio en el vehículo solo era perturbado por la respiración frenética del menor, incapaz de dejar de mirar esos penetrantes ojos violeta, incapaz de dejar de sentir el frío metal del cañón frente a su rostro a pesar de no tocarlo -. Asiente si lo has entendido.
Entonces Takemichi asintió. Toda la valentía que había adquirido para contestarle de mala forma en ciertas ocasiones habiendo desaparecido por completo para ese momento. Solo ahí Izana se alejó de él llevándose consigo la pistola de nuevo a su bolsillo. Tras un asentimiento que el conductor observó a través del espejo retrovisor, el sonido de un click les indicó que las puertas estaban desbloqueadas.
Takemichi abrió la suya con impaciencia y salió del asfixiante vehículo. Jamás se había sentido tan feliz de poder sentir el helado viento del invierno contra su rostro. El coche de alta gama que los había traído no esperó ni un segundo en arrancar y desaparecer de la calle a gran velocidad, alejándose de Takemichi y dejándole un poco más tranquilo al saber que ese tal Izana estaba lejos de su alcance.
¿Cómo podía alguien que daba tanto miedo como él ser hermano de alguien tan dulce como Mikey?
Mikey...
Rápidamente desbloqueó la pantalla de su móvil para volver a ver en ella las siete llamadas perdidas de Manjiro. Suspiró con fuerza y metió el móvil de nuevo en su bolsillo. Soltó un gruñido de frustración antes de tirar de sus cabellos con fuerza.
¿Qué haría? ¿Cómo lo haría?
¿Qué diría?
Todo era demasiado difícil. Se sentía solo y sin ayuda. Pero era verdad, no podían haberle mentido. ¿Cómo sino ese hombre con cicatriz había aparecido en la puerta de su casa? Era una coincidencia demasiado grande. Manjiro estaba en peligro y ahora él también lo estaba. Debía hacer algo.
Pero no sabía el qué.
Con la cabeza a mil por hora y un dolor agudo en la misma echó a andar. Una calle era lo único que le separaba de su casa. Tenía ganas de tirarse a la cama y llorar. Llorar hasta sentirse a gusto, hasta desahogarse.
-¡Takemichi! -dejó de mirar al suelo y levantó la cabeza al escuchar su nombre. Mikey estaba parado frente al portal de su edificio. Con las mejillas y la nariz rojas por el frío y su móvil apretado contra su pecho. Permaneció inmóvil con expresión de preocupación en su rostro. Y a Takemichi no le gustó ver algo que no fuese una sonrisa en ese bello rostro.
-Hola -dijo sin más. Manjiro apretó los labios en una fina línea y se acercó a él.
Justo cuando Takemichi pensaba que le abrazaría, Manjiro cogió fuerza para darle un fuerte golpe en el brazo. Tan fuerte que le obligó a dar un pasito hacia atrás.
-¡Ay!
-¿Dónde has estado durante toda la mañana? ¡Me levanté y no estabas! Te he llamado miles de veces y no contestabas, ¿acaso sabes lo preocupado que estaba? -Takemichi había agachado la mirada, como si fuese un perrillo al que estaban regañando. Ahora medio entendía por qué Mikey estaría más preocupado que enfadado, ¿acaso sabía el peligro que corría?
-Lo siento, es que...
-Por lo menos responde mis llamadas y dime que estás bien, Chifuyu tampoco era capaz de decirme dónde podías estar.
Takemichi asintió y sintió sus ojos picar por las lágrimas que empezaban a acumularse. La expresión de Manjiro se suavizó al darse cuenta de esto. Se acercó a él el pasito que los separaban y tomó sus manos con las suyas.
-Oye, perdón por gritarte, ¿ha pasado algo malo? -si tú supieras, eso es lo que quería decirle pero lo que no pudo. La calidez de las manos de Mikey en las suyas le tranquilizó lo suficiente como para tomar un poco de aire.
-Vamos a entrar -forzó una sonrisa que no le quedó para nada realista. Manjiro se sentía confundido pero no dijo nada más. Takemichi quería desaparecer de la calle lo antes posible. De pronto no le parecía seguro estar tan expuestos.
Cuando subieron los escalones de su edifico hasta llegar a su apartamento ambos entraron en silencio. Chifuyu no estaba, eso Mikey ya lo había comprobado después de llamar al timbre dieciséis veces. Takemichi cerró la puerta con seguro y aquello fue suficiente para hacerle saber que sí, algo había pasado.
-¿Dónde has estado? -volvió a preguntar. Takemichi se quitaba las prendas de abrigo mientras reproducía en su cabeza posibles respuestas a esa pregunta.
Cerró los ojos con fuerza y suspiró por la nariz. Estaba claro, aquel asunto era de vida o muerte, ¿cómo pretendía ser indirecto en una situación como esa? Dio media vuelta y quedó frente a esa persona que poco a poco había empezado a robarle el corazón. Mikey le miraba entre curioso y preocupado, ya no había lugar al enojo en su mirada.
-Mikey, no quiero que te enfades conmigo por decir esto -el silencio en el más bajito fue una respuesta evidente. Parpadeó varias veces y al ver que Takemichi no continuaba decidió hablar.
-Vale, dime.
-Prométemelo.
-Te lo prometo -suspiró cansado -, pero venga, dilo ya.
Takemichi miró al suelo y de nuevo a él, a sus ojos, esos ojos que eran iguales a los de Shinichiro. Entonces no cabía duda, todo lo que le dijeron era cierto. Estaban en peligro, alguien los quería muertos. Es por eso que fue tan contundente en su forma de hablar, en aquello que dijo a continuación.
-Tienes que volver con tus hermanos, debes estar con ellos ahora mismo.
Y entonces sí, Manjiro descubrió que no siempre se pueden mantener las promesas.
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