Capitulo 7
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La vuelta había sido silenciosa porque Takemichi no quería perturbar la poca tranquilidad que Mikey poco a poco iba recuperando.
Consiguió calmarse por completo solo cuando entraron en su apartamento. No fueron necesarias las preguntas o invitaciones, Takemichi se quedaría a dormir en su casa como tantas veces había hecho antes. Especialmente en esa ocasión que había notado un comportamiento tan extraño en el más bajito. Necesitaba quedarse con él esa noche para asegurarse de que estaba bien por completo.
Siguió a su amigo a través del pasillo hasta su cuarto donde Mikey empezaba a quitarse el abrigo sin decir una palabra.
-¿Ya estás mejor? -preguntó sin moverse. Él se había quitado el abrigo y el gorro al entrar al apartamento.
Mikey suspiró y al mirarle mostró una pequeña sonrisa.
-Sí, lo siento, tan solo me agobié un poco.
-Me habías asustado -dijo acercándose un paso -, te habías puesto pálido y estabas muy a la defensiva.
-Es lo que te dije, hace mucho que no me meto en multitudes tan grandes, no sabía que me pasaría eso -bajó la mirada incómodo y se encogió de hombros. No podía soportar la mirada preocupada de Takemichi un segundo más, no le gustaba hacerle sentir así, él quería causarle solo sonrisas y no desgracias o preocupaciones. ¿Debería entonces alejarse?
-Te entiendo, yo tampoco estoy acostumbrado a tanta gente -sonrió y Mikey volvió a mirarle. Se mordió el labio inferior cuando captó esos brillantes ojos azules que tanto le gustaban. Takemichi le gustaba, le gustaba muchísimo.
Así que la pregunta tenía dos respuestas diferentes.
¿Debería alejarse? Sí
¿Lo haría? De eso no estaba tan seguro.
-¿Podemos dormir? Ya es tarde -dijo no pudiendo soportar más esa expresión tan bonita. Takemichi soltó una risita.
-El experto en alcohol tiene menos aguante que el novato.
-¿¡Cómo que experto en alcohol!? -chilló dándole un golpe en el brazo.
-¡Ay!
-Retira eso. Además eres como un bebé, no llevabas una copa y ya se te había subido a la cabeza -le sacó la lengua juguetonamente antes de comenzar a desvestirse sin vergüenza.
Automáticamente las mejillas de Takemcihi se pusieron coloradas y no pudo responder lo que había dicho. Normalmente se cambiaban en habitaciones diferentes o se daban la vuelta para ello, pero esa era la primera vez que Mikey se quitaba la ropa sin necesidad de ello y sin tomarle demasiada importancia. Con toda la naturalidad del mundo se quedó solo en calzoncillos.
Antes de ponerse la camiseta y los pantalones de pijama, Takemichi tragó profundo bajando la mirada por todo su cuerpo. Mikey solo se dio cuenta de ello cuando volvió a alzar la suya para observarle ya con el pijama puesto. Sonrió de un modo casi imperceptible y se sintió genial de poder causarle esa expresión a su amigo.
-Vamos, no tardaré en apagar la luz -de un salto se tiró de cabeza a la cama y hundió el rostro en la almohada. Takemichi sacudió la cabeza para volver en sí y rápidamente se cambió él también. Mientras lo hacía, Mikey asomó uno de sus ojos bajo su brazo para observarle disimuladamente y sin que se diera cuenta. Le encantaba todo de él, absolutamente todo. Pero frunció el ceño al darse cuenta de las evidentes marcas que tenía en el abdomen. Apretó los puños al verlas e instintivamente se cabreó.
Aun así le duró más bien poco. Cuando Takemichi se dejó caer a su lado y ambos se metieron bajo las mantas, Mikey ya había recuperado de nuevo toda la serenidad y paz que el más alto le proporcionaba. Se sentía demasiado a gusto al estar a su lado, cada vez que dormía junto a él las pesadillas no aparecían y podía descansar durante horas seguidas.
-Tienes los pies fríos -se quejó Mikey con un gruñido que Takemichi respondió con una suave carcajada. Ya habían apagado la luz y a penas eran capaces de ver un poquito de sus rostros por la luz de las farolas que se colaba a través de la ventana y las cortinas.
-Siempre te quejas de lo mismo -susurró.
Ambos estaban tumbados el uno frente al otro. Con los ojos abiertos y a penas a unos centímetros de distancia. Ninguno de los dos parecía querer intentar dormir pues parecía mucho más interesante observar los rasgos del que tenían enfrente.
A Takemichi le resultaba mucho más bonito ver el rostro de Mikey tan tranquilo y no lleno de tanta preocupación como lo había visto un rato antes en el pub. A Mikey le gustaba ver su sonrisa, esa que aparecía cada vez que él se veía tranquilo o feliz. Sentía que Takemichi buscaba su felicidad y que de ser así, él también la sentía. Era tan reconfortante y se sentía tan bien que no pudo evitar sacar una de sus manos bajo las mantas y poner la palma de la misma sobre la mejilla de Takemichi.
Dejándola allí unos segundos sin moverla y esperando. Esperando algún tipo de rechazo o algo que le indicara que no estaba de acuerdo. Al no sentirlo y, en su lugar, ver la expresión tan tranquila, acarició sobre la piel hasta llevarla al pelo tras su oreja y peinarlo con sus dedos. Haciendo que la piel de Takemichi se erizara por las cosquillas al contacto.
Takemichi llevó entonces una de sus manos hasta la otra mano de Mikey aún bajo las mantas y entrelazó sus dedos con los suyos, sintiendo el apretón del otro en la misma. Cerró los ojos suspirando por el gusto de encontrarse en esa situación y Mikey sonrió un poco.
Permanecieron así unos segundos hasta que al volver a abrir los ojos siguió encontrando esas dos iris oscuras puestas con absoluta adoración sobre él. Se acercó un poco, casi como si le resultara vergonzoso el hacerlo, pero Mikey en lugar de alejarse acercó su rostro sobre la almohada aún más haciendo que sus frentes y las puntas de sus narices se rozaran entre ellas.
-Así es más difícil tener frío -susurró Mikey muy bajito. Takemichi asintió haciendo que el roce de sus narices les hiciera cosquillas. La caricia en su pelo bajó hasta su nuca y se quedó ahí, jugando un poco con los mechones que crecían en esa parte.
Takemichi se puso nervioso entonces, viendo cómo la mirada de Mikey bajaba hasta sus labios, lamiendo los suyos inconscientemente al hacerlo. Él también hizo lo mismo y de repente, a pesar de la oscuridad de la habitación, los contempló tan suaves y tan húmedos que no podía dejar de mirarlos.
A la mierda.
Manjiro se lanzó sobre esos labios tan carnosos en menos de lo que dura un parpadeo. Apretó la nuca de Takemichi con un poquito de fuerza para acercarle y lamió, con hambre pero también con suavidad, los labios que tanto había deseado desde hacía mucho tiempo.
Takemichi gimió en ese beso llevando la mano que había agarrado la de Manjiro hasta su mejilla, acariciándola y apretándola. Jugando con su piel e intentando intensificar ese toque tan maravilloso. Explorando su boca tan deliciosa con su lengua, siendo aquel el primer beso que había tenido en toda su vida pero sintiéndose un experto al compartirlo. Porque Mikey le hacía sentir un experto en todo.
Sin decir nada, con los ojos cerrados y concentrando todos sus sentidos en ese beso, Mikey trepó hasta sentarse sobre su cintura y apartando las sábanas lejos. El roce de sus erecciones que comenzaban a crecer fue tan divino que les sacó un suspiro a ambos. Al apartarse un hilo fino de saliva seguía uniendo sus labios. Manjiro se deleitó con esas mejillas encendidas y la respiración acelerada del chico debajo de él. Acarició su mejilla con suavidad y sonrió.
-Lo siento, llevaba tiempo queriendo hacerlo -susurró contra sus labios. Takemichi sonrió de vuelta y tomó con las suyas las manos que acariciaban sus mejillas.
-No pidas perdón, lo cierto es que yo también llevaba tiempo queriendo hacerlo.
-Se nota -Mikey soltó una pequeña risita y meneó su cadera provocando un nuevo roce a la erección que cada vez era más y más grande. Takemichi gimió y apartó la mirada ligeramente avergonzado. Mikey interpretó ese gesto como algo adorable y volvió a tomar esos labios carnosos tan deliciosos.
Takemichi apretó la piel de su cintura con sus manos provocando jadeos entre sus labios. El roce se intensificó pues el movimiento para incrementar el placer subió de velocidad. Mikey se creía en una nube por poder estar tocándole de esa manera. Se devoraban los labios con tanta intensidad que incluso parecían expertos en ello.
Sin apartarse, Manjiro bajó su toque hasta colarlo bajo la camiseta del pijama, palpando con las palmas de sus manos todo el abdomen hasta llegar al pecho. Sentía la piel bajo su toque erizarse, Takemichi se estremecía con esas caricias. Cuando llegó a sus pezones se detuvo y se apartó, contemplando sus ojos azules con intensidad.
-¿Quieres seguir? -preguntó esperando de verdad que la respuesta fuera afirmativa. No pasaría nada si le dijera que no, él más que nadie podría esperar lo que hiciera falta por Takemichi, pero estaba deseando poder darle todo el placer del mundo y que de vuelta él también pudiera dárselo.
-Sí... -Takemichi no tardó ni medio segundo en responder, la impaciencia grabada en sus minúsculas pupilas y asintiendo con aceleración. Apretó los muslos del más bajito para acercarlo más a sí mismo provocando aún más roce entre sus cuerpos -, no pares ahora, por favor.
Mikey asintió con una pequeña sonrisa. No sería él el que le dijera que no.
Así que apartándose solo un poco pero sin bajar de su regazo, Takemichi observó en todo su esplendor a Mikey quitándose la camiseta del pijama y lanzándola quien sabe donde en el cuarto. La pálida piel de su cuerpo que marcaba sus costillas nunca se había visto tan preciosa como en ese momento, como en el momento en el que pudo tocarla de verdad.
Así que no detuvo sus manos cuando estas, impacientes, comenzaron a recorrer esa piel suave tan hermosa. Deteniendo su toque en una cicatriz demasiado evidente como para no haberse dado cuenta antes. Era pequeña pero circular y podía saberse a la perfección lo que era si tan solo le dedicabas un poco de imaginación. Acarició la misma que estaba sobre su pecho, un poco más abajo de su clavícula, y Mikey elevó la suya para acariciar esa mano que rozaba ese recuerdo tan doloroso para él.
-No preguntes ahora -dijo inclinándose hacia él -, te lo contaré, ahora solo quiero disfrutar de ti.
Con un suave asentimiento ambos volvieron a besarse. Takemichi tomó la iniciativa esta vez, haciendo girar a ambos para quedar sobre Mikey. Sus besos dejaron sus labios para bajar por la línea de su mandíbula y llegar hasta el cuello. Lo devoró con besos suaves y húmedos. Chupando y lamiendo todo aquello que quedaba a su alcance. Mikey gimió enredando los dedos en su cabello y continuando con el roce de sus erecciones.
-Quítate esto -suplicó agarrando el borde de su camiseta para tirar de ella. No podía aguantar más, necesitaba toca su piel sin que hubiese nada de por medio. Takemichi obedeció y apartándose casi se arrancó la prenda de ropa.
Al instante de darse cuenta recordó que él también escondía algo bajo la tela. Mikey no le prestó demasiada atención, al fin y al cabo ya lo había visto antes de casualidad, las marcas en su abdomen no eran muchas pero sí las suficientes para preocuparse. Sin embargo, al notar el temor de Takemichi al apartar su mirada, supo que era algo que no le hacía sentir especialmente bien u orgulloso.
Quedó sentado sobre la cama para acercarse a él. Con suavidad y sin apartar la mirada de sus ojos, lamió el tramo de piel sobre su ombligo. Así volvió a capturar esa preciosa mirada azul cargada de vergüenza y excitación.
Besó toda la piel de su abdomen con tanto amor y cariño, como nadie nunca había hecho antes, que los ojos de Takemichi se llenaron de lágrimas. No había lujuria en ese acto, no demasiada al menos, tan solo infinita pasión y dedicación, deseo de querer hacerle sentir bien.
-No sé si lo sabías pero eres hermoso -eso que nunca antes le habían dicho Takemichi lo escuchó por primera vez -, todo de ti es hermoso -sus besos y sus caricias subieron desde su abdomen hasta su pecho. Takemichi se mordió el labio cuando sintió sus labios rodear uno de sus pezones. Fue tan extraña esa sensación a la par que exquisita que no pudo evitar cerrar los ojos y disfrutar de ese maravilloso toque. La lengua de Mikey hacía círculos a su alrededor, succionando y saboreando con tranquilidad, proporcionándole ese placer que no había sentido nunca. Con una de sus manos le dio atención a la erección bajo los pantalones de pijama y los calzoncillos, acariciando con suavidad sobre la tela.
Takemichi gimió alto al sentir ese toque. La estimulación era tanta que sus ojillos lagrimearon de placer. Mikey dejó de lado sus pezones para bajar los pantalones con cuidado y tras estos los calzoncillos. La extensión de su erección apareció frente a su rostro, tan encendida y preparada que resultó deliciosa a la vista.
Mikey ya había hecho eso bastantes veces, la mayoría para desquitarse porque le hacía olvidar lo triste y solitaria que era su vida, pero aquella vez sintió el deseo de verdad. Por eso, sin apartar la mirada de Takemichi, le obligó a tumbarse boca arriba. Quedando él entre sus piernas comenzó a jugar con su extensión, de arriba abajo, lentamente, tan lentamente que Takemichi sentía que se volvería loco.
-¿Lo habías hecho antes con alguien? -preguntó Mikey en voz baja sin cejar de masturbar con lentitud. Takemichi se revolvió y le costó unos segundos encontrar las palabras para hablar.
-No... -susurró con desesperación -, es la primera vez -Mikey sonrió con esa revelación -. ¿Qué hay de ti?
-Yo sí lo he hecho antes -admitió y antes de que Takemichi pudiera torcer su cara con disgusto, porque le hubiera gustado también ser el primero, continuó -, pero es necesario tener la voz de la experiencia aquí, y estás a punto de descubrir el por qué -sin esperar un segundo más, con su lengua acarició toda la extensión que antes había estado masturbando con su mano.
La espalda de Takemichi se arqueó y soltó un dulce gemido cuando unos labios rodearon la punta, succionando un poco esa zona y haciéndole sentir en el maldito cielo. Con sus manos apretó el cabello negro de Mikey quien había empezado a meter más y más en su boca. Jugando con su erección en un vaivén que resultó ser lo mejor que había sentido jamás. Intentaba llegar lo más profundo que podía, rozando su garganta en el proceso y haciendo que Takemichi prácticamente gritase de placer. Los movimientos aumentaron rápido de velocidad haciendo que lo único que se escuchase fueran los gemidos de Takemichi y el chapoteo de la saliva contra su erección.
En algún punto, cuando Takemichi sintió un calor intenso recorrerle de pies a cabeza, indicando que estaba demasiado cerca de terminar, apretó con más fuerza los cabellos de Mikey. Él se dejó, permitiendo que Takemichi guiara sus propios movimientos y dejando que penetrara su boca como quisiera. Sintió la punta de nuevo en su garganta, dejaba escapar pequeñas arcadas cuando se veía incapaz de controlarlas, y en el momento en el que Takemichi se corrió con un grito sintió ese líquido caliente y espeso en lo profundo de su garganta. Permaneció así los segundos que duró, concentrándose para no asfixiarse porque Takemichi seguía apretándole de la cabeza.
Cuando terminó, tragó todo y se alejó, limpiándose la comisura de los labios con el dorso de su mano y contemplando al más alto con una sonrisa.
-Dios... perdona, me he corrido dentro.
-No pidas disculpas por algo que yo mismo he disfrutado -se acercó a él para volver a devorar sus labios, permitiéndole saborear su propia esencia. Durante el beso Mikey se arrancó la ropa interior quedando él también desnudo. La mano de Takemichi no tardó en rodear su erección desatendida para empezar a moverla de arriba abajo con rapidez. Mikey gimió contra sus labios, casi se alejó para poder hacerlo con libertad pero la otra mano de Takemichi se aferró a su nuca con fuerza evitando que dejara sus labios.
El beso duró unos largos segundos. Al separarse, la respiración de Mikey era tan acelerada como los movimientos en la mano que le daban tanto placer.
-Haz esto conmigo Takemichi -suplicó contra sus labios en un gimoteo de placer. Le agarró la muñeca y alejó su toque de su erección. Con los dedos del otro cerca de sus labios les dio un pequeño beso antes de continuar -, quiero que imites todo lo que yo haga -tras su asentimiento, Mikey introdujo dos de sus dedos en su boca.
Takemichi se impresionó al sentir la húmeda calidez que rodeaba sus dígitos y entonces, cuando la mano del más bajito apareció frente a sus labios, dejó que estos se introdujeran en su boca para comenzar a lamerlos también.
Sin apartar la mirada el uno del otro estuvieron de ese modo durante unos intensos segundos. Takemichi alejó su mano cuando Mikey alejó la suya y, dejando un pequeño hueco entre sus cuerpos, con las piernas de Mikey a ambos lados de su cintura y sujetando su peso con su brazo libre, acercó la mano hasta posicionarla entre sus piernas.
Perdido pero impaciente, Takemichi hizo lo mismo y soltó un pequeño jadeo cuando sintió algo húmedo jugar con los pliegues de su entrada.
-Necesito que estés relajado, ¿vale? Prometo que lo vas a disfrutar -pidió con la voz cargada de excitación al sentir los dedos de Takemichi imitar lo que él mismo estaba haciendo.
-Vale -susurró. Cerró los ojos con placer y ligero malestar al sentir la presión dentro de él. Lentamente y con delicadeza, unos de los dedos había comenzado a entrar en él, rozándolo en su interior de una manera extraña pero exquisita.
Cuando estuvo dentro por completo y pudo relajarse un poco, Takemichi imitó sus movimientos y Mikey gimió al sentir cómo también era penetrado del mismo modo. Con lentitud y sus labios rozándose pero sin llegar a besarse, los movimientos de ambos aumentaron la velocidad. Dejando el ligero dolor a un lado y dando paso tan solo al infinito placer que ambos sentían.
Del mismo modo, a la misma velocidad y a la misma profundidad. Mirándose a los ojos disfrutaban de estar sintiendo lo mismo lo que sentía al otro. Con los minutos y la costumbre a esa intromisión, un segundo dedo acompañó al primero y con un grito agudo, Takemichi metió otro también.
La velocidad aumentó, los gemidos eran cada vez más altos, y ambos sentían que estaban cerca de rozar un punto que les haría volverse locos.
-¡Ahí, sí! -Mikey se encontró desesperado cuando lo sintió, ese punto tan maravilloso que nunca se había sentido tan bien como esa vez. Bajó la cabeza y mordió la piel de su cuello cuando sintió tanto placer. Takemichi también gritó cuando lo sintió, su vista nublándose por las lágrimas en sus ojos que se acumulaban por el placer. Jamás había sentido algo igual y estaba demasiado agradecido por que se lo estuvieran mostrando.
-Estoy... casi... -las palabras de Takemichi quedaron en el aire cuando pronto sintió que se correría de nuevo. Entonces y para su propio malestar, Mikey detuvo sus movimientos -, ¿qué... haces...? -preguntó con la respiración y parando sus movimientos también.
Mikey alejó su mano y bajó de su regazo.
-Date la vuelta -pidió ante un confundido Takemichi que tenía el cabello despeinado, las mejillas coloradas y los labios rojos y húmedos. No le quedó más remedio que obedecer quedando boca abajo y con el rostro pegado al colchón. Mikey abrió el cajón de su mesita de noche y sacó algo, Takemichi vio un paquetito rosa pequeño y abrió los ojos con sorpresa cuando se dio cuenta lo que era.
Mikey abrió el paquetito y se puso el condón con algo de impaciencia. Sus movimientos eran rápidos pero temblorosos. Takemichi se puso nervioso cuando lo vio acercarse. Poniéndose sobre su espalda y rozando su entrada con su erección llevó sus labios a su oreja para susurrarle.
-Hoy seré yo quien te de placer, si duele dímelo y pararé en seguida.
-Está bien... -Takemichi apretó los dientes cuando sintió una presión en su entrada, abriéndose paso poco a poco y abriendo sus paredes de una forma un poco dolorosa al principio. Mientras, para distraerlo un poco, Mikey elevó un poco su cadera para poder llegar a su erección y masturbarlo, solo así escuchó de nuevo los preciosos gemidos escapar de sus labios. Besó su cuello y repartió besos por toda su nuca.
-¿Vas bien? -preguntó con preocupación y excitación al mismo tiempo. Él sabía que ese acto podía ser un poco doloroso al principio pero de igual modo sabía que el final era la mejor sensación del mundo y no podía esperar para hacerle sentir lo que él había sentido ya tantas veces.
-Sí, sigue -y con una última embestida, para hacerlo rápido, Mikey llegó hasta el final. Takemichi soltó un gritito que vino acompañado por le de Mikey. Se quedó ahí parado, esperando a que se acostumbrara a la sensación. Takemichi apretaba las sábanas con sus manos con fuerza y respiraba aceleradamente.
Poco a poco empezó a sentir cómo se relajaba.
-Muévete, por favor -suplicó mirándole por encima del hombro con ese rostro cargado de gusto y excitación. No se hizo rogar más, con una nueva y fuerte embestida Mikey retomó la velocidad de sus movimientos.
Al principio intentó ser más dulce y suave, pero poco tiempo había pasado para no poder seguir controlándose, sus movimientos aumentaron en fuerza y velocidad y los gemidos intensificaron del mismo modo. Takemichi gritaba con cada movimiento sintiéndose increíblemente bien. Ya no había ni rastro de ese dolor que había sentido en un principio, solo un poco de ardor y placer, muchísimo placer, tanto que los ojos le lloraban y de sus labios entre abiertos caía un hilo de saliva imposible de detener porque su plena concentración estaba puesta en esa increíble sensación.
Mikey apretaba su cintura mientras gemía con fuerza también, sintiéndose demasiado bien con Takemichi rodeando su erección de un modo tan maravilloso. El sonido de sus gemidos y el chapoteo de la piel contra la piel era muchísimo mejor que la música que escuchaban todos los días.
Unos minutos más tarde y tras buscarlo durante un rato, Mikey dio con aquello que era tan increíble.
-¡Dios, sí, justo ahí! -Takemichi gritó con los ojos apretados por el gusto. Se mordió el labio cuando Mikey golpeó ese punto una y otra vez, rozándolo con cada embestida con tanta fuerza que le hacía ver las estrellas.
-Ya estoy casi... -Mikey volvió a inclinarse hacia él para besar sus hombros y pellizcar sus pezones con sus dedos. Takemichi gimió más fuerte. Lo que estaba sintiendo era lo mejor que había sentido jamás, creía poder volverse adicto a ello.
Y lo mejor de todo era la persona que le estaba haciendo sentir tan bien. La única persona en toda su vida que le había proporcionado un cariño y amor genuinos. Se sentía querido, tan querido que las lágrimas que soltaba no eran solo de placer sino de felicidad.
Y es que, oh Dios, qué feliz era en ese momento.
Los últimos movimientos fueron tan fuertes y rápidos que ambos se corrieron al mismo tiempo con la voz en un grito. Mikey mordió su nuca al hacerlo y Takemichi apretó las manos que estaban en su pecho.
Permanecieron inmóviles durante unos segundos, retomando la respiración regular y recuperando las pocas fuerzas que les quedaban. Lentamente Mikey salió de él y se dejó caer boca arriba a su lado. Su pecho subía y bajaba con velocidad y Takemichi contempló su perfecto perfil sin moverse.
-Ha sido... -con la voz en un suspiro, Mikey giró el cuello para mirarle sonriente, con el flequillo pegado a la frente por el sudor y las mejillas rojas por la adrenalina -, lo mejor que he hecho nunca.
Takemichi se giró para quedar también boca arriba sin dejar de mirarle. Sonrió ante esa revelación.
-Puedo decir lo mismo.
-¿Te ha gustado entonces? -poquito a poco Mikey se acercó a él.
-Me ha encantado -admitió sin vergüenza. Y sí, había sido lo mejor que había hecho nunca, no podía esperar para volver a repetirlo y sentir a Mikey del modo en que él lo había sentido así.
Infinitamente feliz, Mikey se acurrucó sobre su pecho, abrazando su cintura con sus brazos y aspirando su aroma. Un aroma cargado de sudor y olor a sexo, pero mezclado de un modo maravilloso con el propio de Takemichi. Sintió los brazos del contrario rodearle para devolverle ese improvisado abrazo.
-Te quiero, Takemichi.
Y así, con el sonido de esas palabras, su corazón se paralizó en un instante. Siendo algo que jamás había escuchado nunca y viniendo de la persona más especial que había tenido en su vida. Fue tan hermoso e increíble escucharlo que se sentía demasiado dichoso.
La pregunta sobre si se merecía tener gente tan buena a su lado estaba clara. ¿Por qué no debería merecer a Mikey?
No necesitaba tener a nadie más en su vida, le daba igual tener a una única persona cerca de él. Tenía a Mikey y solo a Mikey, pero eso era suficiente. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había acostumbrado a su bonita presencia, que no podría volver a una vida solitaria si él ya no estaba a su lado.
Ahora solo vivía por él, había encontrado una razón para seguir adelante. Sin Manjiro Sano su vida no volvería a tener sentido. ¿Sería algo enfermo? Podría ser. Pero le daba igual.
-Yo también te quiero, Manjiro.
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