Capitulo 6
La vida de Takemichi nunca había sido fácil.
De hecho, había sido muy solitaria. Mucho más de lo que un niño podría merecer. Jamás llegó a tener amigos de verdad, los que fingieron serlo tan solo resultó ser un truco cruel de un puñado de niños que quisieron indagar más en su vida para posteriormente humillarle delante de los otros niños. Siempre había sufrido las malas miradas y los malos comentarios por parte del resto de sus compañeros. Le empujaban, le molestaban y le insultaban; básicamente le hacían la vida imposible. El resumen de aquella palabra maldita conocida como 'bullying', el gran temido acoso escolar.
Sin embargo, aquello jamás llegó a hacerle demasiado daño.
Bien es cierto que sentía envidia, sobre todo de pequeño en el colegio, cuando observaba al resto de niños jugar y reír junto a otros, para él el solo hecho de verlos e imaginarse allí con ellos ya le resultaba divertido. Cuando los niños le molestaban nunca lloraba, jamás lloró entre clases, todo lo contrario, solía pedir perdón al resto de niños por molestarles tanto hasta el punto de que tuvieran que empujarle o robarle el desayuno. Siempre creyó que su mera presencia era molesta, al menos eso era lo que sus padres le habían recalcado desde el momento en que nació.
Su padre era un alcohólico, maleducado y perezoso hombre de mediana edad. Con la barriga cervecera propia de un señor que solo se levanta del sofá donde ve los deportes para ir hasta la nevera a por una nueva lata de cerveza. Jamás le prestó atención, era como si Takemichi no existiera para él. Solo le dirigía la mirada cuando estaba en medio o cuando el niño hacía más ruido de la cuenta. Pero jamás le hablaba, nunca se dirigió a él con su propio nombre, tan solo un 'tú, apártate' o un 'tú, cállate' eran suficientes a lo largo del día para que el niño supiera que existía, que alguien más lo veía y que no era un simple fantasma.
Por otro lado, su madre era una mujer diez años mayor que su padre. Se pasaba el día fuera siéndole infiel a su marido, de hecho, el señor Hanagaki lo sabía perfectamente pero, lejos de que pareciera que le molestaba, devoraba la boca de su mujer cada vez que aparecía por la puerta como si fuera lo más preciado de su vida. Ambos actuaban como unos adolescentes enamorados cuando estaban juntos y el pobre niño tenía que escucharlos tener sexo cada noche. Mientras, como le era imposible conciliar el sueño por el ruido, él se ponía a contarle a sus peluches qué tal le había ido el día y qué es lo que había hecho.
Su madre no lo ignoraba, lo que hacía era incluso peor. Le insultaba y le recordaba día y noche lo molesto que era tener que cuidar a un niño.
Jamás le pegaron, lo único físico que había recibido eran las quemaduras del cigarro de su padre cada vez que lo molestaba más de la cuenta. Pero hay quienes dicen que las palabras duelen más que los golpes. Sin embargo y pese a ser una molestia para ellos, sus padres solían traerle juguetes de vez en cuando, le compraban los libros de la escuela y lo acompañaban a comprarse ropa nueva cuando la antigua ya no le valía. Irónico, ¿cierto? Nunca supo por qué sus padres parecían odiarle tanto pero al final del día siempre le compraban cosas materiales, no muchas, pero las suficientes para poder tener algo a lo que llamar propio.
Por eso Takemichi nunca lloraba en la escuela, era en casa donde más solía llorar. Le daba igual que sus compañeros de clase no quisieran ser sus amigos, estaba acostumbrado a no tenerlos porque jamás los había tenido, pero lo que sí le dolía era la ausencia de sus padres. Uno no lo miraba a la cara y el otro lo hacía para insultarle y mirarle como si fuera la peor criatura del mundo. Eso sí que le dolía, sobre todo cuando con cuatro años tenía que volver solo a casa pero a la salida del colegio veía al resto de niños correr a los brazos de sus padres.
Era doloroso estar solo.
Era una costumbre dolorosa.
Por eso se había refugiado durante su adolescencia en otro tipo de dolor. Las cicatrices de sus muñecas revelaban lo que hubiera podido sufrir durante esos años.
Cuando entró al instituto todo empeoró. No su situación allí o en casa, sino su situación mental. Crecía y con la madurez comenzaba a darse cuenta de las cosas. ¿Acaso se merecía tener esa vida? ¿Acaso se merecía las humillaciones públicas? ¿Que le tiraran el almuerzo en mitad del comedor? ¿Que le pusieran la zancadilla en pleno pasillo del instituto? ¿Que le patearan y empujaran por tartamudear nervioso en clase?
¿Se merecía acaso las malas palabras de sus padres? ¿Su ignorancia hacia él? Con el tiempo empezó a aceptar que no había hecho nada malo para merecer esa clase de vida. No necesitó un psicólogo para ello, Takemichi desde siempre fue un niño muy inteligente y perspicaz. Por eso, cuando cumplió los dieciocho años y supo que ya no era necesario vivir bajo el amparo de sus padres se prometió a sí mismo no dañarse más. Dejó las cuchillas en el cajón de su mesilla, preparó una maleta y una mochila y se marchó de casa sin decir nada. Tan solo dejó una nota en la que les deseaba a sus padres que fueran felices pero que él tenía que irse para hallar su propia felicidad.
¿E hizo bien?
Se había pasado años vagando por varias ciudades de Japón. Teniendo que dormir a veces en albergues o portales de pisos porque no le daba para pagarse un alquiler. Tuvo que ahorrar bastante al principio para poder ir a Tokio; la ciudad de sus sueños. Por eso, cuando vio una oferta de un piso compartido que estaba mucho más barata que el resto que había visto no dudó ni medio segundo en marcar a ese número de teléfono.
Chifuyu había sido la primera persona de su edad en toda su vida que había sido genuinamente amable con él.
Y ahora, con veinticuatro años y varias personas a las que poder llamar amigos de verdad, Takemichi contemplaba las cicatrices de sus muñecas con atención. Frente al espejo de su cuarto de baño y con una toalla rodeando su cintura.
-Lo hemos conseguido -susurró muy bajito. Hablaba con su yo de niño, aquel que jamás creyó que llegaría a tener amigos alguna vez. Pero sí, ahora tenía gente a la que quería y que le querían de vuelta sin pedir nada a cambio y sin malas intenciones. Había sido un recorrido largo y duro, pero lo había hecho.
Ya no estaba solo.
De repente y obligándole a dar un salto del susto, unos fuertes golpes en la puerta del baño lo sacaron de su ensoñación.
-¿¡Qué coño haces ahí dentro Takemichi!? ¿¡Te estás masturbando!? ¡Llevas ahí media hora y me estoy cagando! -los profundos gritos de Chifuyu le obligaron a soltar una risita nerviosa pero cargada de vergüenza.
En fin... Sí, amigos de verdad.
-¡Ya voy! ¡Dame un segundo!
-¡Una patada es lo que te voy a dar si no sales ya! ¡Como me lo haga encima serás tú el que lo limpie!
Takemichi se vistió corriendo. Eso era lo malo de tener solo un baño en todo el apartamento. Más de una vez habían tenido ese problema.
Una vez vestido abrió la puerta y casi no le dio tiempo a hacerlo por completo cuando una persona pasó corriendo bajo su brazo, lo empujó fuera y cerró la puerta con prisa. Takemichi soltó una carcajada al escuchar la tapa del váter abrirse.
-¡Lárgate de ahí que no me concentro!
-Ya voy, ya voy... -dijo bajito y regresando al salón de estar. Allí estaba Baji sentado en el sofá y comiéndose un sándwich mientras veía un programa de deportes.
-Buenos días, Baji.
-Buenos días -contestó con la boca llena. Takemichi sonrió y fue hasta la cocina para prepararse el desayuno.
Mientras encendía la cafetera y sacaba la leche de la nevera para llenarse una taza, Baji apareció por el marco de la puerta con su sándwich a medio acabar y una mirada que revelaba estar a punto de preguntar algo. Takemichi notó esto por lo que lo miró con una ceja alzada.
-¿Necesitas algo? -preguntó educado. Baji solo negó con la cabeza pero más pronto que tarde mostró una media sonrisa que confundió un poco al más bajito.
-Bueno y... ¿Qué tal va todo con Mikey? -casi se le cayó la taza al suelo al escuchar la pregunta. La mención de ese nombre le puso automáticamente nervioso por lo que le dio la espalda a su amigo con la excusa de coger la cafetera ya lista.
-Bien, ¿cómo debería ir?
-No sé, tú me dirás -tragó con fuerza. No sabía como interpretar esa pregunta o si de verdad debería intentar contestarla.
-No sé a qué te refieres -continuó con dignidad. Escuchó la risita del moreno a su espalda.
-A ti te gusta Mikey, ¿verdad?
-¿Ah? -Takemichi se miró escandalizado y contempló al mayor con las mejillas encendidas. Estaba muy nervioso y dio gracias a que no tenía nada en sus manos que pudiera caerse al suelo -, ¿por qué dices eso?
-Por favor si se te nota a kilómetros, pero tranquilo, yo soy una tumba -fingió cerrase los labios con una cremallera imaginaria. Baji corrió a sentarse en la encima a su lado y Takemichi se puso aún más nervioso.
-Estás imaginándote cosas que no son -dijo y volvió a girar para echarse el café en la taza.
-Pero si se te pone la misma cara de idiota cuando lo ves que yo mismo tenía cuando empezaba a conocer a Chifuyu, estoy seguro de que hasta él lo ha notado.
-¿Estás seguro o lo ha notado? Porque si lo ha hecho te lo habría dicho.
-Ajá, lo ha hecho -sonrió. Takemichi rodó los ojos, tomó su taza de café y salió de la cocina para sentarse en el sofá. Baji lo siguió a saltitos cortos tomando asiento a su lado y mirándole con media sonrisa. El chico le ignoró -. Vamos, no tienes de qué avergonzarte, Mikey es muy guapo -Takemichi le lanzó entonces una mirada de reojo -, tranqui, Chifuyu lo es más -continuó al captar la mirada que le envió.
-Lo dudo -soltó sin pensar y se arrepintió al instante.
-¡Ah! ¡Lo sabía!
-¿El qué sabías? -preguntó Chifuyu regresando a la sala. Baji fingió cara de asco y sacudió la mano frente a su nariz.
-Hueles a caca, ¿te has limpiado bien? -bromeó. Chifuyu puso cara de enfado y se lanzó sobre su novio para empezar a darle golpecitos en las mejillas con sus manos.
-¡Aquí tienes las manos que acaban de limpiar el culo que tanto adoras! ¡Toma! -chilló restregando las palmas de sus manos por todo su rostro mientras Baji no dejaba de reír y de intentar tomar bocanadas de aire con dificultad -, ¡bien que no te quejas a veces!
Takemichi negó con la cabeza con una sonrisa. Algún que otro codazo se llevó al no querer moverse. De todas formas esa también era su casa, no tenía por qué moverse a no ser que los tocamientos subieran de tono. En ese caso sí que se movería.
Mientras los otros dos seguían chillando, golpeándose juguetonamente y revolviéndose, el timbre de la casa sonó y Takemichi se levantó corriendo para abrir. Dejó la taza en la mesita de centro y se acercó a la puerta. Chifuyu y Baji seguían peleando cuando Takemichi miró a través de la mirilla de la puerta.
Sonrió al observar a Mikey. Llevaba uno de esos gorritos de lana que le quedaban tan bien. Se preguntaba cuántos colores diferentes tendría.
Takemichi abrió la puerta y se encontró con la reluciente sonrisa de su amigo.
-¡Hola! -dijo feliz. Tenía las manos tras su espalda y no se movió de la puerta.
-Hola -sonrió de vuelta -, ¿qué haces aquí tan pronto?
-Es que... Te echaba de menos.
-Nos vimos anoche y son las nueve y media de la mañana -comentó riendo. Mikey bajó la cabeza avergonzado pero con una sonrisa.
-Ya, es que me aburría. Además, me he acostumbrado a que te quedes a dormir a mi casa.
-¡Hola Mikey! -chilló alguien desde dentro. Por el forcejeo que esa persona parecía estar teniendo ninguno de los dos supo si se trataba de Baji o de Chifuyu. Ambos rieron.
-¿Qué hacen? -preguntó divertido. Takemichi se encogió de hombros.
-Tener una batalla, como siempre -contestó y al ver que Manjiro no se movía de la puerta dio un pasito hacia atrás -, ¿quieres pasar?
-Sí, es que... Ehm... Te he traído algo -dijo nervioso y sin moverse. Takemichi volvió a acercarse el pasito que se había alejado y lo miró con curiosidad -. ¿Te gusta el chocolate?
-Oh, sí, mucho -Mikey pareció tranquilizarse un poco.
-Genial, sé que es cliché pero te traje bombones -reveló por fin las manos tras su espalda y frente a él apareció una pequeña y bonita caja roja con un lazo atado a ella. Takemichi sonrió al verla.
-Oh... Wow, muchas gracias -tomó la cajita con sus manos y volvió a mirar al más bajito -, ¿por qué...?
-No hay una razón, simplemente me apetecía traerte algo y a estas horas solo están abiertas las cafeterías y las pastelerías así que... A no ser que hubieras querido unas tostadas pues... -rio y Takemichi también lo hizo.
-Las tostadas también hubieran estado bien pero los bombones son mejores -Mikey también soltó una risita con ese comentario.
Al final, Manjiro terminó pasando la tarde con sus amigos. Los cuatro decidieron ver una película y jugar a los juegos de mesa que Chifuyu prácticamente coleccionaba. De vez en cuando, Takemichi tenía que soportar las miradas y las sonrisillas que Baji le dedicaba cada vez que Mikey se acercaba un poco a él, le tocaba o susurraba algo a oído. Él lo único que podía hacer en esos momentos era sentir sus mejillas encendidas e intentar ignorarle aunque fuese bastante complicado.
Pero gracias a ese entretenimiento las horas pasaron volando. Pidieron pizzas para cenar y charlaron de temas aleatorios.
Al final y después de que Mikey le propusiera otro plan más divertido y entretenido al oído, ambos terminaron cambiándose de ropa cada uno en una habitación diferente. Takemichi fue a la suya y Mikey a la de Chifuyu.
-Esto te quedará genial, pruébatelo -su amigo le tendió varias prendas de ropa de su armario. Él no había traído nada bonito sino más bien cómodo, sudadera y pantalones de chándal, por lo que no quería salir con esas pintas un sábado por la noche. Mientras Mikey se cambiaba Chifuyu le miró con ojitos brillantes -. ¿En serio no podemos ir con vosotros?
-Claro que no -soltó Mikey entre una risita divertida.
-Sabes lo mucho que me gusta ir de fiesta y lo poco que hemos ido juntos estos últimos años -volvió a quejarse con voz de cachorrito dolido.
-Prometo que saldremos los dos juntos la semana que viene.
-¿Lo prometes en serio? -cuando Mikey ya estuvo completamente vestido, se giró a su amigo y le tendió su dedo meñique.
-Promesa de meñique, esas no se rompen -ese gesto le sacó una amplia sonrisa al otro por lo que Chifuyu tendió su propio meñique y lo enlazó con el otro.
-Más te vale -amenazó. Entonces su mirada inspeccionó de arriba abajo a su amigo -. Sabía que ese conjunto te quedaría genial, marcas cachete -rio soltándole un azote a su amigo en el trasero. Mikey solo pudo reír.
El conjunto era sencillo pero bonito, resaltaba su figura. Los pantalones eran unos vaqueros claros muy ajustados; de ahí que se le marcara bien el trasero. La camiseta era un jersey negro ajustado de cuello alto, tan ajustado que se le marcaban los piercings. No mentiría, desde que Takemichi le dijo que le quedaban bien le gustaba mucho más enseñarlos y que se notaran. Y calzaba unas converse negras de su amigo también.
Cuando ambos salieron al salón de nuevo Takemichi ya los estaba esperando allí junto a Baji. Esa vez parecía que el mayor no le había estado molestando con su evidente gusto hacia Mikey ya que se veía tranquilo y ligeramente feliz por lo que sea que estuvieran comentando.
Takemichi se levantó del sofá cuando ambos chicos aparecieron por el pasillo y sus pupilas no tuvieron más remedio que analizar el bonito cuerpo del más bajo delante de él. Se quedó de piedra a pesar de ya haber visto la figura del muchacho demasiadas veces, sobre todo porque casi siempre le veía con el maillot de ballet, pero ahora con ese conjunto se veía mucho más cotidiano sin dejar de lado ese aspecto tan sexy que siempre le protagonizaba.
-Estás...
-Tú estás muy guapo -Mikey se adelantó, aunque era evidente que Takemichi iba a decir lo mismo. Se acercó a él los pasos que los separaban y Mikey desabotonó los primeros botones de la camisa granate que llevaba puesta dejando al aire parte de su pecho. Los pantalones negros de Takemichi también eran bastante ajustados haciendo notar de igual forma su bonito trasero. Y su pelo... Mikey adoraba esos rizos tan característicos que siempre tenía apoyados sobre la frente. El color de cabello tan oscuro hacía resaltar sus brillantes ojos.
Envidiaba esos preciosos ojos azules.
-¿Nos vamos? -preguntó sin poder aguantar la sonrisa por lo boquiabierto que se había quedado Takemichi. Este carraspeó saliendo de su ensoñación y sabiendo que su mirada había estado la mayor parte del tiempo sobre dos perlitas que resaltaban bajo el jersey negro.
-Sí, sí -Mikey tomó su mano y tiró de él hacia la puerta.
-¡Pasadlo muy bien, tortolitos! -gritó Chifuyu justo antes de que la cerraran y mientras se dejaba caer encima de Baji sobre el sofá.
Mikey soltó una risita y rodó los ojos sabiendo perfectamente lo que sus amigos harían en el apartamento mientras ellos salían a divertirse.
-¿Alguna vez has salido de fiesta? -preguntó cuando ambos salieron a la calle. Los abrigos no parecían ser suficiente para calentarles, debido a que ya era de noche y al invierno, ambos caminaban con las manos metidas en los bolsillos del abrigo.
-No -contestó -, la verdad es que tampoco habían muchos locales donde yo vivía -esa era una verdad a medias. Bien es cierto que el pequeño pueblo costero en el que solía vivir con sus padres a penas tenía lugares de ocio en los que pasar el rato, pero realmente y por lo que nunca había salido de fiesta también era por el hecho de que nunca llegó a tener amigos.
-Pues aquí hay bastantes -sonrió feliz -, tenemos desde pubs y clubs hasta karaokes, hoy puedes elegir tú.
Agarrando su brazo con un poco de fuerza empezó a caminar rápido a la estación de metro más cercana. Llegaron hasta Shibuya, lugar que a Takemichi le apasionaba desde niño. La cantidad de luces, sonido y personas era abrumadora pero maravillosa, sobre todo para alguien que siempre había vivido en un lugar apartado, solitario y tranquilo. El bullicio del centro de la gran ciudad era muy atrayente, las luces de los locales de ocio iluminaban las calles como si aún fuese de día.
Sin saber muy bien lo que estaba haciendo y porque Manjiro le insistió, acabó escogiendo uno de los primeros pubs con los que se cruzaron. Dentro había bastante gente pero no estaba lleno del todo. Consiguieron sentarse en una de las mesas libres y ordenaron la primera copa de la noche.
-Esto está muy fuerte -se quejó Takemichi algo ronco tras dar el primer sorbo a su bebida. Mikey soltó una carcajada.
-Ten cuidado si no estás acostumbrado a beber, se te subirá bastante rápido -aconsejó en voz alta sobre la música.
Unos tragos más tarde Mikey aprovechó para acercar su silla a la de Takemichi. Ambos estaban muy cerca y hablaban sobre el oído del otro la mayor parte de las veces porque no había otro modo con el que pudieran escucharse. La música estaba alta y el paso de los minutos hacía que el local se llenara cada vez más.
-¿Quieres bailar? -preguntó Mikey cuando ya habían terminado sus copas.
-No sé bailar -dijo Takemichi sin vergüenza, al contrario, con algo de gracia.
-Aquí nadie sabe bailar, ¿acaso no has visto a esos idiotas de allí? Llevan todo el rato moviéndose como dos gusanos en el agua y les da igual -señaló a una pareja que se movía en el centro del pub como si estuvieran perdidos, lo bonito es que se reían todo el rato de sus ocurrencias y de sus bailes tan desastrosos. Takemichi rio entonces sintiéndose bastante identificado con aquellos dos.
-Está bien, vamos -de todas formas la copa le había hecho perder la vergüenza por completo. No estaba borracho aún pero sí algo afectado por el alcohol aunque sin llegar a ser algo malo por el momento.
Se tomó la valentía de agarrar la mano de Mikey y tirar de él a través de la multitud de personas que bailaban o simplemente charlaban y bebían de pie. Fueron evidentes las miradas que ambos se llevaban de todo el mundo, daba igual de quién fuera, hombres o mujeres. Ambos estaban bastante lustrosos; eran jóvenes, guapos y con muy bonitas figuras. Y lo más importante; iban juntos por lo que llamaban aún más la atención.
Al llegar al centro ambos empezaron a moverse un poco torpes al principio. Reían cuando alguno hacía un movimientos extraño. La música era animaba, solía ser música electrónica o algún remix de canciones ochenteras por lo que el ambiente estaba bastante animado.
A Manjiro le encantaba las miradas que recibía de todo el mundo a su alrededor. Siempre le había gustado llamar la atención en ese sentido, le hacía sentir deseado. Durante su adolescencia y juventud había tenido incontables líos amorosos que nunca llegaban a más de un par de noches de diversión, jamás le había costado encontrar una pareja. A los quince años descubrió que le gustaban los hombres y eso que nunca tuvo que llegar a besar a una chica para darse cuenta, al fin y al cabo era algo evidente que sentía desde que a penas era un niño.
Y tampoco le desagradaba las miradas que Takemichi robaba de esas mismas personas. Los había celosos que no podían soportar que alguien más mirara a su interés romántico pero él no era de ese estilo, por el contrario, mientras no tocasen le gustaba que la gente quisiera a la persona con la que él estaba.
Por esa misma razón y con una pequeña sonrisa se acercó algo más a Takemichi para bailar más cerca, para poder tocarle un poco. Pero no fue el primero en tocar, pronto sintió al otro tomar sus manos para acercarlo aún más. Takemichi tenía las mejillas rojas pero no por estar borracho sino por el calor que hacía allí dentro y por la adrenalina de la situación. Esa preciosa sonrisa que solo tenía ojos para él le dejó con el corazón en un puño.
Ambos terminaron bailando con sus manos en sus cinturas, tocando sobre estas, acariciando sus brazos y sus hombros. Aprovechando cada nota de la canción para mirarse a los ojos y acercarse más. En un momento, Mikey no pudo evitarlo y rodeó el cuello de Takemichi con sus brazos, se acercó y apoyó la barbilla sobre su hombro permitiendo que él hiciera lo mismo en el suyo. Bailaron abrazados durante un rato, más lento que anteriormente pero mucho mejor. Mikey sentía unas manos acariciar su espalda con infinita suavidad, como si lo que estuvieran rozando fuera mucho más valioso que un rubí. Y se sintió tan bien que no pudo evitar sonreír y hundir su rostro en el hueco de su cuello para aspirar su aroma.
Un aroma que mezclaba el olor de su perfume con su propio olor personal. Uno que le traía loco desde el comienzo de su conexión.
-La música no es tan lenta como para bailar así, ¿no crees? -susurró Takemichi contra su oído. Fue un milagro que pudiera escucharlo debido a la música tan alta.
-Pero es mucho mejor de esta forma -contestó y Takemichi no pudo estar más de acuerdo. Con esa contestación tuvo que apretarlo más hacía él, si eso era posible.
Daban igual las miradas de la gente. Ellos estaban felices bailando a su manera. Era como querían estar en ese momento, no querían vivirlo de otro modo, en otro lugar o con otra persona. Fue ahí donde Manjiro se dio cuenta lo mucho que le gustaba su amigo. Era tanto y tan intenso que de repente sintió miedo. Se aferró a él con fuerza, tan fuerte que incluso Takemichi se percató de ese cambio tan radical de actitud.
Sintió el cuerpo de Mikey temblar un poco por lo que lo abrazó un poquito más fuerte para reconfortarle.
-Hey, ¿estás bien? -preguntó con preocupación pero Manjiro no dijo nada.
De pronto, lo que había sido el inicio de una noche divertida, llena de charlas, risas y bailes graciosos, se había convertido en algo angustioso para él. De pronto su mirada viajó a su alrededor, o más bien tras la espalda de Takemichi que era lo único que podía ver por su posición. Observó a todo el mundo, analizando a cada persona con la que sus pupilas se cruzaban. De repente todo el mundo era sospechoso para él y solo aferrando a Takemichi con más fuerza pudo sentirlo más seguro; en sus brazos.
La situación estaba clara. Takemichi tenía miedo de la soledad pues siempre lo había sufrido. Manjiro temía que todo lo que quería se lo arrebataran.
Y él sentía con demasiada intensidad que quería a Takemichi. Le quería muchísimo. Pero entonces, ¿era eso lo correcto? ¿no estaba poniéndole en peligro por ello? De repente sintió demasiada ansiedad. Una que el más alto sintió al notarle temblar bajo sus brazos.
-Oye, Mikey -con un poco de esfuerzo consiguió apartarle de su abrazo para mirarle a los ojos. Mikey forzó una sonrisa que no le quedó para nada realista.
-Está todo bien, no te preocupes.
-No lo parece -comentó convencido -. Estás mirando hacia todos lados menos a mí -solo cuando dijo eso Manjiro pareció forzarse en volver a mirarle.
-Me he agobiado, solo necesito un poco de aire, hace mucho que no salgo así y he perdido la costumbre -aunque asintió ante sus palabras, Takemichi no las creyó del todo. Era evidente que había mucho más detrás de esa reacción tan exagerada y que había aparecido de la nada.
-Vale, ¿quieres que volvamos a casa? -Mikey asintió en seguida. Solo llevaban fuera unas pocas horas pero fueron suficientes para haber disfrutado al menos la mayor parte. Takemichi tomó su mano y tiró de él a través de la gente.
Manjiro se notaba ausente. Su mirada seguía vagando por todas aquellas personas a su alrededor. A todas las que los miraban y las que no. De repente se sintió un estúpido.
Sabía que su vida era complicada, que debía vigilar todas y cada una de las personas que se cruzaban con él, que no debía confiar en nadie y que no era buena idea salir solo. Entonces, ¿cómo se le había ocurrido acercarse tanto a alguien más? ¿Acercarse tanto a alguien tan inocente y bueno como Takemichi?
Era poner la vida de alguien más en riesgo, alguien que no lo merecía, pero sabía que ya era demasiado tarde para frenarlo.
Ahora le resultaba imposible apartarse de la única persona que había podido darle vida en todos esos años que se había sentido muerto por dentro.
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