Capítulo 3

-¿Estás bien? ¿Puedes moverlo? -Takemichi observaba a través de la ventana que daba al pasillo del aula 31 a Manjiro agachado frente a una niña de cinco años que se acariciaba el tobillo con los ojitos apretados por el dolor. 

Mikey le sonreía para intentar tranquilizarla mientras inspeccionaba cuidadosamente el tobillo con sus manos. Hana, la niña que había sufrido un tropiezo, sonrió un poquito también al contemplar la sonrisa de su profesor. Asintió.

-Sí... pero duele -el resto de niños esperaban al lado de la barra de la pared. Por los pocos días que Takemichi llevaba trabajando allí, unos cinco en total, podía decir que todos los alumnos de Mikey lo respetaban y admiraban. A pesar de que fueran unos niños rebeldes y que él tampoco fuera aún muy mayor. Parecía haberse ganado la confianza de todos a la perfección. 

La niña hizo un puchero.

-No está roto, eso es bueno -dijo apartando las manos de su tobillo -. Ven, te acompañaré a la enfermería. El resto seguid practicando pero no cambiéis de ejercicio hasta que yo vuelva, serán solo dos minutos. 

Cuando Mikey cogió a la niña en brazos y se acercó a la puerta para salir, Takemichi volvió la mirada a su trabajo. Echó limpia cristales en la ventana y lo frotó con un trozo de papel. Mikey salió del aula y paró junto a él al verle. 

-Hola, no te había visto -sonrió. Takemichi también lo hizo.

-Ya, es difícil apartar la vista de ellos. 

-Sí, porque sino mira lo que pasa -Hana, que tenía los bracitos alrededor del cuello de su profesor, miró a Takemichi.

-No te preocupes, seguro que no es nada -le dijo él cuando vio el puchero en sus labios y los ojitos con lágrimas a punto de desbordar -, yo una vez me caí de un columpio y me hice daño en la muñeca pero en menos de una semana ya estaba como nuevo -Hana sonrió un poco pero volvió a esconder enseguida la cara en el cuello de Mikey. Este rio un poquito.

-Es un poco tímida -dijo -, mejor me la llevo ya, ¿me puedes hacer el favor de echarles un vistazo hasta que yo vuelva? No me fio de que hagan algo más y se me caiga otro. 

Takemichi se puso un poco nervioso al instante pero no le dijo que no. ¿Cómo podría decirle que no? Tan solo asintió y con una sonrisa de agradecimiento Mikey se alejó por el pasillo directo a la enfermería. 

Dejó el papel y el limpia cristales en su carrito de limpieza y entró en el aula sacudiéndose las manos en el pantalón y con un poco de vergüenza. No tenía problemas en hablarle a una niña pequeña pero ¿casi veinte niños? Eso era otra historia. Se puso aún más nervioso al darse cuenta que si se ponían a hacer cosas que no debían él no se daría cuenta. No tenía ni idea de ballet y no sabía lo que podían o no podían hacer. 

Por suerte los niños parecían tranquilos y aprovechaban para hablar unos con otros. Algunos le miraban y cuchicheaban y otros simplemente estaban a lo suyo. De repente se le acercaron dos niños, un niño y una niña.

-¿Te gusta el profe Manjiro? -preguntó ella sin pudor alguno. Takemichi se sorprendió tanto que durante unos segundos se quedó sin palabras. 

-Ehm... ¿por qué decís eso? -dijo con la cara ardiendo. El niño le miró con curiosidad. 

-Lo has estado mirando por la ventana mucho rato -delatado. Había sido humillantemente delatado por unos críos. Takemichi negó en seguida. 

-No, yo solo estaba limpiando el cristal -se sentía absurdo intentando dialogar con un par de niños que no deberían tener más de siete años. Ambos soltaron risitas con aquel comentario.

-¿Durante quince minutos?

-Pero bueno -Takemichi se cruzó de brazos -, ¿y por qué estabais vosotros tan pendientes de mí y no de vuestro profesor? -preguntó con un poco de burla y fingido tono de regaño. Ambos se encogieron de hombros -. Bueno pues si no queréis que me chive volved con el resto y seguid con lo que hacíais. 

Los niños se miraron entre ellos y echaron a correr hacia sus compañeros. Takemichi sonrió con triunfo y un rato más tarde Mikey regresó. 

-Lo siento, ¿se han portado bien? -preguntó un poco acelerado. Había intentado volver lo más rápido posible porque sabía lo pesados que podían ponerse esos niños. 

-Estupendamente -Takemichi sintió la mirada de los dos niños que se habían acercado antes sobre él. Se reían entre ambos y miraban de uno a otro. Takemichi les miró amenazante y apartaron la mirada en seguida -. En fin, mejor vuelvo a...

-Por cierto -le interrumpió en seguida. De repente Mikey miró al suelo y se rascó la nuca con un poco de vergüenza. Tardó unos pocos segundos en continuar ante la paciente mirada del contrario -, había pensado que... ¿tienes algo que hacer esta tarde? -Takemichi abrió los ojos con sorpresa.

-No -dijo con una pequeña sonrisa -, casi nunca tengo nada que hacer -al instante se arrepintió de decir aquello. Sonaba muy antisocial y solitario pero por suerte Mikey no pareció tomarle importancia. 

-¿Te apetece salir a tomar algo? Hoy hace un día muy bueno para quedarse en casa, ¿no crees? -qué mentira más gorda. Hacía frío y bastante. Pero quería convencerlo de alguna forma y no sabía qué otra cosa decir. 

-Claro -dijo en seguida. Mikey se sorprendió por la rapidez de su respuesta -, me encantaría.

-Vale, genial, nos vemos a la salida entonces.

-Sí -ambos se sonrieron unos segundos más y Takemichi terminó por alejarse. 

Los dos niños que habían acosado al mayor con anterioridad los habían estado mirando fijamente todo el rato y acordaron que después de la clase le harían la misma pregunta a su querido profesor favorito. 

Las horas pasaron y la mañana había llegado a su fin. Takemichi y Mikey se encontraron a la salida como habían dicho que harían y ambos caminaban uno al lado del otro hacia alguna cafetería que estuviera abierta a esa hora. Charlando de temas banales y riendo de vez en cuando. En los pocos días que tenían de conocerse habían hecho muy buenas migas. 

Como siempre, alguien los mantenía vigilados de lejos pero sin hacer ninguna interrupción oportuna.

-¿De verdad te pasó eso? -Mikey reía sin poder evitarlo pese a intentarlo. Takemichi también lo hacía pero sin llegar a lagrimear por las carcajadas como él. 

-Sí, así fue como descubrí que los gatos y yo no nos llevamos bien. 

Ambos se encontraban en una bonita y pequeña cafetería de un barrio tranquilo de Tokio. Con dos cafés con leche cargados y dos pastelitos de limón. No había mucha gente a su alrededor, tan solo un par de parejas más y un hombre solitario que tomaba otro café en una mesa apartada. Llevaban alrededor de media hora en el local.

-Pues no se lo digas a Chifuyu o te echará de casa.

-¿Y eso?

-Él adora a los gatos -dijo con absoluta convicción -, a todos los animales de hecho. Baji y él lo hacen. 

-Entonces no comentaré nada de esto con él -rio entonces -. ¿Tú no tienes mascotas? -Mikey negó.

-No, no tengo la energía suficiente como para cuidar de alguien más aparte de mí -contestó con la sombra de la tristeza en su mirada. Lo cierto es que casi no podía cuidarse a sí mismo, de hecho, no lo hacía lo suficientemente bien. No comía ni dormía bien. Se sentía un inútil en ese sentido. 

-Sí... puedo sentir eso.

-¿Tienes hermanos, Takemichi? -preguntó de la nada. Él negó lentamente. 

-Soy hijo único, hubiera estado bien tenerlos pero al mismo tiempo lo agradezco -la curiosidad cruzó la expresión de Mikey y ese gesto resultó ciertamente adorable a sus ojos. La pregunta '¿por qué?' estando implícita en su mirada. Suspiró -, mis padres simplemente no son unos buenos padres. Hubiera sido una pena que tuvieran más hijos. 

-Te entiendo -dijo con un asentimiento -, siento que los míos tampoco lo hubieran sido -aquel último comentario lo dijo en un susurro y con la mirada pegada al café frente a él. Takemichi interpretó que aquel era un tema del que no le gustaba hablar o que le solía poner triste por lo que decidió cambiar la dirección de la conversación. 

-¿Tú tienes hermanos? -de repente Manjiro pareció tensarse. Tragó saliva con fuerza y volvió a mirarle con inseguridad. 

-Ahm, sí... -su voz pareció titubear. Normalmente no contestaba preguntas de ese tipo tan personales a nadie, pero por algún motivo Takemichi le transmitía seguridad y sentía que podía abrirse con él. Al menos lo suficiente como para empezar a compartir ciertos datos que antes no habría soltado tan a la ligera -... tengo tres. 

-¿Y son mayores? -preguntó con sutileza. 

-Bueno... -las manos le empezaron a sudar y sin poder evitarlo inspeccionó con la mirada a través de la ventana. Mirando tras los coches, los arbustos y las esquinas de los edificios -, dos son mayores y... también tengo una... una hermana un año más pequeña que yo -cuando volvió a poner sus ojos en él, Manjiro forzó una pequeña sonrisa que tan solo se quedó en un tembloroso gesto. 

-Oye, no hace falta hablar de esto si no quieres -dijo comprendiendo un poco la situación. Algo relacionado con sus hermanos no estaba del todo bien y no hacía falta ser extremadamente listo para saberlo. 

-No, es que... es un tema un tanto delicado.

-Puedo notarlo -la tranquilidad en la mirada azul de Takemichi le proporcionó una ligera paz. Sonrió esta vez de verdad cuando la mano del contrario se deslizó sobre la mesa para situarse sobre la suya con una suave caricia. Aquello le reconfortó demasiado y por primera vez en años, por primera vez después del incidente, se sintió en calma y seguro. 

-Gracias, Takemichi -el aludido le miró sin comprender -, por ser un buen amigo. Nos conoceremos de hace tan solo casi una semana pero es agradable tenerte cerca. 

-Opino lo mismo, no es igual escuchar canciones hasta el trabajo solo que acompañado. Nunca he estado acompañado, así que gracias a ti -y Takemichi se sentía igual. Nunca había tenido a alguien con quien contar en su vida, siempre había estado solo porque lo habían forzado a ello. 

Pero desde que se conocieron se sentían distintos, un poquito mejor, un poquito más lejos de toda esa oscuridad que se cernía alrededor de su día a día. 

Después de estar un rato mirándose sin decir nada, Manjiro volvió a tomar la palabra. 

-Tengo Netflix -dijo de repente y Takemichi parpadeó un par de veces por el repentino comentario. Mikey rio un poco -, ¿te apetece ver una película mientras comemos palomitas? Tengo bastantes en casa y nunca me las como -no tardó ni dos segundos en contestar. 

-Me encantaría. 

La vuelta a casa fue tranquila. El invierno traía la noche mucho más pronto y el cielo comenzaba a esconderse tras los edificios. De nuevo ambos compartían un auricular y caminaban unos al lado del otro rozándose con los codos de vez en cuando y manteniendo conversaciones más divertidas que las tratadas en la cafetería. 

Llegaron al edificio en el que Manjiro vivía, aquel al que nunca solía traer invitados porque desde hacía años había decidido vivir su vida en soledad. Tenía amigos, por supuesto, Hinata y Chifuyu siempre intentaban animarle y obligarle a salir pero rara vez lo conseguían. Aún así, pese a verle poco, esperaban pacientemente a que su amigo tomara la iniciativa de retomar su vida y hacerla un poquito mejor a su lado. Jamás lo presionarían.

Lo que no esperaba Manjiro era ver a quien lo estaba esperando allí.

Un chico solo un poquito más alto que él y que portaba un abrigo negro y largo hasta las rodillas, una bufanda y gorro del mismo color y gafas de sol que procuraban esconder su apariencia del resto de la gente pero que Mikey conocía demasiado bien. 

Se tensó al instante al verle, parando su caminar solo cuando se dio cuenta de quien era a pocos metros frente a él y al lado de la puerta de su edificio. 

Cuando el desconocido dejó de estar apoyado en la pared y dirigió su vista a ellos Takemichi sintió un ambiente extremadamente incómodo y tenso que le obligó detener el paso al lado de su amigo. Mikey paró la música con su móvil intentando aparentar tranquilidad.

-Estás en medio, ¿nos dejas pasar? -preguntó sin emoción alguna en su frío tono de voz. Un tono de voz que le provocó miedo incluso a Takemichi. Ambos sintieron movimiento tras ellos y a su espalda, el que había estado siguiéndolos ese día salió de un coche negro con los cristales tintados. Mikey solo tuvo que mirarlo de reojo para saber que se trataba de Sanzu.

-¿Qué está pasando? -preguntó Takemichi un poco perdido. Mikey se sintió rabioso entonces. 

-Solo quiero entrar en mi casa, ¿puedo?

-Tienes que escucharme -pidió el desconocido de negro frente a ellos. Se quitó las gafas de sol que escondían su apariencia y a Takemichi le sorprendieron sus ojos violeta tan brillantes. El cabello que sobresalía bajo el gorro era rubio ceniza y podía jurar que se parecía un poco a Manjiro.

-No tengo por qué, déjame pasar -intentó dar un paso al frente pero el otro se puso frente a él obligándolo a detener el paso de nuevo.

-¿Quién es ese? -preguntó entonces, con la voz cargada de amenaza y la penetrante mirada sin emoción sobre Takemichi. El pobre chico se asustó solo por aquello y Mikey entró en pánico. 

-¡Es un amigo! Venimos a ver una película, no tengo por qué darte más explicaciones, Izana -Sanzu dio un rodeo alrededor de Takemichi que no se había movido de su sitio. Lo miró de arriba abajo y el moreno se quedó perdido en las cicatrices de la comisura de sus labios, esperando con ligera tensión a que ese desconocido de pelo rosa, traje y ojos penetrantes dejara de inspeccionarle tan profundamente con cara de loco -. ¡Déjalo en paz! -pidió Mikey dándole un empujón para que se alejara. Sanzu no se inmutó, en su lugar contestó a Izana sin despegar la vista del chico y con una pequeña sonrisa en sus labios.

-Llevan juntos todo el día pero estamos seguros de que no se conocen desde hace mucho -Izana apretó la mandíbula y miró a su hermano con furia.

-¿Nos has estado siguiendo? -preguntó Takemichi con sorpresa y, esta vez sí, un poco de molestia. Izana le ignoró.

-¿Desde hace cuánto le conoces? ¿Sabes quién es? -preguntó hacia Mikey. El menor no se alejó de su amigo y le observó con los puños apretados. 

-¿Qué te importa? -lanzó con desprecio. Izana miró a su alrededor para comprobar que no hubiera nadie y cuando así fue, porque empezaba a ser más tarde y esa zona a penas era transitada, dio dos pasos hacia su hermano y se inclinó hacia él. Mikey aguantó esa dura expresión que lo había acompañado desde su infancia. 

Jamás le había puesto la mano encima, jamás le había hecho daño, pero no era una sorpresa mencionar que Izana era muchísimo más duro y contundente que Shinichiro. Siempre había sido así y con los años aquella personalidad se había excedido. Ahora, además de tener esa tendencia, lo acompañaban un sinfín de personas asesinadas y torturadas por sus propias manos. Quien lo supiera y estuviera frente a él se cagaría encima por el terror. 

-¿Dejarás de ser un mocoso despreocupado algún día? Hasta yo he tenido que venir personalmente aquí para hablar contigo, maldito egoísta. 

-Tú eres el egoísta, tú eres el que no me deja en paz, tú eres el que no para de controlarme -dijo acercándose más, no dejándose amedrentar por la afilada mirada del mayor. 

-¡Hey! -Manjiro giró en seguida la cabeza cuando escuchó un pequeño gritito molesto. Sanzu estaba cacheando a Takemichi de arriba abajo sin molestarse en no tocar zonas privadas -, ¿qué estás haciendo?

-Quietecito o una bala terminará enterrada en tu garganta -Takemichi tragó profundo tras la amenaza y se mantuvo inmóvil mientras seguía siendo manoseado por ese extraño tan aterrador que buscaba a saber qué.

-¡No lo toques! -quiso correr hacia él para patear a Sanzu pero la mano de su hermano rodeó con fuerza su muñeca y le obligó a detenerse. Casi le cortaba la circulación y le hacía daño pero no era eso lo que le preocupaba en aquel momento -. Déjale Izana, él no tiene nada que ver con vuestras vidas o con la mía, no sabe nada de nada -al mayor le molestó el hecho de que separara su vida de la de él y Shinichiro pero no comentó nada al respecto. 

-Han habido movimiento, por eso estoy aquí -dijo sin dejar de apretar su muñeca. Mikey apretó los dientes, no quería escuchar lo que tuviera que decirle. 

-¿Y a mí qué me cuentas?

-Desde hace casi dos semanas nos está llegando información, se están moviendo y tú sigues en Tokio como si fueses un ciudadano más. Sabes perfectamente que no estás seguro aquí y para colmo te juntas con gente que no conoces -dirigió su mirada a Takemichi por un segundo pero volvió a ponerla sobre él al instante -. Estamos hartos de mandar gente a protegerte solo por tu estúpido egoísmo. Vuelve ya, ahora, y lo solucionaremos sin tener que estar preocupándonos por tu seguridad. 

-Suéltame -pidió con rabia pero Izana seguía sin soltarle -, os he dicho mil veces que no mandéis a nadie a protegerme, si tanto os molesta dejad de hacerlo. 

-¡Eres nuestro hermano, Manjiro!

-¡Y ella también lo era! -Mikey recibió una sacudida en el agarre de su muñeca y vio la mano de su hermano alzarse, a punto de estrellarse contra su mejilla. No cerró los ojos para esperar el golpe, en su lugar, mantuvo la mirada fija sobre la de Izana quien al instante se dio cuenta de lo que había estado a punto de hacer. 

Con un paso atrás bajó la mano y soltó el agarre sobre su muñeca. Tenía la respiración acelerada por la adrenalina de haber estado a punto de herir a su hermanito con sus manos. Mikey no se inmutó pero una fina capa de lágrimas se acumuló en las cuencas de sus ojos. Izana contempló ese gesto con dolor pero sin llegar a exteriorizarlo. 

-Si queréis protegerme... -continuó Mikey con súplica en su tono de voz y mucha fuerza de voluntad para no ponerse a llorar -, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Hasta entonces no me llaméis, no me habléis y no vengáis a verme. No quiero saber nada de vosotros dos, absolutamente nada -su voz sonó rota y el corazón de Izana volvió a estrujarse en su interior como cada vez que Manjiro les decía esas hirientes palabras.

Mikey se acercó a Takemichi y le agarró de la mano. Él se dejó porque estaba impactado con la situación. Sanzu y él habían estado escuchando y observando la escena en silencio, el primero mucho menos sorprendido que el segundo. De hecho, Sanzu se encendió un cigarro justo cuando Manjiro empezó a tirar de Takemichi hasta ponerse de nuevo frente a Izana que seguía entorpeciendo su ingreso al edificio.

-Takemichi es mi amigo -continuó. Izana le miró de arriba abajo aún sin fiarse de él. Jamás se fiaría de nadie que estuviera al lado de su hermano -, déjame tener amigos.

-Sé que te fastidia, Manjiro, pero por unas razones o por otras tu vida jamás podrá ser completamente normal -aquellas palabras no pretendían herir su corazón pero lo hicieron porque el menor sabía que eran ciertas -, y no fuimos nosotros quienes lo empezaron por lo que no nos eches la culpa de todo.

-Déjanos pasar... -suplicó con la mirada pegada al suelo. Ya no quería seguir discutiendo, estaba cansado de hacerlo. Después de unos segundos Izana se apartó de su camino pero antes de que echaran a andar de nuevo volvió a tomar la palabra.

-Y no, no dejaremos de traer gente para que te proteja -dijo alzando la voz -, aunque no te lo creas, porque sé que desde hace tiempo no lo haces, te queremos y cuidaremos de ti siempre.

Mikey no quiso mirarle de vuelta, no quería volver a ver sus ojos porque terminaría llorando, tampoco quería decir nada. Tiró flojito de la mano de Takemichi y ambos entraron al edificio pero antes de hacerlo, el más alto miró tras su espalda y observó a Sanzu mirarlo con advertencia.

-Cuida tu espalda, mocoso -le advirtió con una sonrisa y con sus labios sujetando el cigarrillo. 

-No lo escuches -le pidió Mikey cerrando la puerta tras ellos. 

No volvieron a decir nada en el tramo de escaleras que los llevaron hasta su apartamento pero sin duda, la lista de dudas que Takemichi tenía alrededor de Manjiro se había multiplicado por mil. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top