Capitulo 23
Su corazón iba a mil por hora y sus manos apretaban el volante con tanta fuerza que casi no las sentía y creía que llegarían a fusionarse en ese material.
Últimamente Takemichi era incapaz de dejar de sentir pura y desenfrenada adrenalina.
No había recorrido ni diez minutos y Mikey se había abalanzado desde el asiento trasero al de copiloto en un arranque de impaciencia. Takemichi le miró un segundo asustado pero enseguida volvió a dirigir la vista a la oscura y estrecha carretera.
-¡¿Qué haces?! He dicho que te pongas el cinturón, jamás dije que confiara al cien por cien en mis aptitudes al volante -soltó una risa irónica y algo forzada, sin embargo, en lugar de obedecer Mikey se inclinó hacia delante tras abrir la guantera y rebuscar en el fondo algo que Takemichi desconocía. Empezó a dar golpes con un destornillador que había encontrado en el propio compartimento. Takemichi le miraba con el ceño fruncido cada cierto tiempo, dando pequeños volantazos que les hacía continuar en la carretera -, por dios Mikey, ¿Me estás escuchando? -desde su posición solo podía ver su trasero pues la postura del chico era bastante extraña.
-Cállate -gruñó y Takemichi enmudeció al instante.
Unos segundos más tarde y cinco golpes fuertes más Mikey terminó sentándose de una sacudida sobre el asiento. Soltó un pesado suspiro y en su mano había un pequeño aparatito negro con una luz azul. Abrió la ventanilla del coche y sin pensarlo lo lanzó fuera junto al destornillador que había usado para sacarlo. Sería un bonito regalo para sus hermanos.
-¿Qué era eso? -inquirió con sincera curiosidad mientras su pareja volvía a subir la ventanilla y se ponía el cinturón para su gran alivio. Mikey le miró con una pequeña sonrisa de superioridad.
-Un localizador.
-¿Ah? ¿Cómo sabías dónde estaba? -Manjiro rodó los ojos.
-No preguntes. Mis hermanos son líderes de una mafia, es obvio que me conozco trucos -a Takemichi no le quedó más remedio que asentir y continuar prestándole atención a la carretera. Miraba por los espejitos retrovisores cada cierto tiempo con temor de ver de repente los vehículos de Bonten perseguirles. Ya no tenía tan claro si le dejarían vivo o, por lo menos, conservar todas las partes de su cuerpo intactas. Se habían escapado y la realidad es que él había tomado la iniciativa -. Desvíate por esa carretera -Mikey señaló una de las salidas que los volvían a desviar hacia el sur y que indicaba la cercanía de una ciudad a solo treinta kilómetros. Takemichi obedeció y en seguida pusieron rumbo a ese nuevo destino desconocido. Iba más rápido de la velocidad límite permitida pero sin necesidad de destacar demasiado. Aún necesitaban alejarse más para que no les atraparan inesperadamente -. Conduces bien -miró a Mikey para recibir una pequeña y cálida sonrisa que él correspondió sin pensarlo. Había echado de menos ese gesto tan bonito.
-Gracias, le voy pillando el truco.
-Pero la próxima vez deja que yo lo haga, he tenido miedo -bromeó sacándole una pequeña risita a su pareja. Ambos volvieron a prestarle atención a la carretera y hubo un silencio de unos minutos. Takemichi le miró de reojo y captó el perfil de Manjiro algo más apagado que antes. Jugaba nervioso con sus dedos sobre sus muslos, ansioso, y daba pequeños mordisquitos a su labio inferior.
No sabía cómo abordar el tema pero sabía que tendría que hacerlo de un modo u otro.
-Oye... ¿Qué tal estás? -preguntó cautelosamente. Manjiro le miró un momento para justo después volver a bajar la mirada hacia sus muslos y suspirar.
-Bueno...
-Quería pedirte disculpas -soltó de repente y solo así Mikey volvió a mirarle con sincera curiosidad. Takemichi apretó los labios algo decepcionado consigo mismo. Llevaba estándolo desde hace días, obviamente, y ahora tenía que enfrentar ese sentimiento con la persona que tenía al lado.
-¿Por qué?
-Lo de Draken -admitió y Mikey asintió lentamente -, yo...
-Tú lo sabías -Takemichi asintió de vuelta.
-Lo siento, debería haberte dicho la verdad -Mikey soltó un largo y profundo suspiro. De nuevo volvía a sentir ese dolor característico en su corazón. Era horrible imaginarse a la gente que amaba muerta y ahora debía hacerlo con Draken. Era su mejor amigo y ya no estaba. Jamás volvería a estarlo.
-No pasa nada, supongo que parte de mí sabía lo que había pasado y simplemente no quise aceptarlo. Me escondí en la mentira para no sufrir.
-No digas eso, fue todo culpa mía.
-Lo hiciste para protegerme, Michi -Manjiro había puesto una de sus manos sobre su muslo para darle un ligero apretón y tranquilizarle. El agarre sobre el volante disminuyó en fuerza y su ceño fruncido por el repentino enojo hacia sí mismo se relajó un poco. La bonita sonrisa apagada de Mikey y su mirada cargada de afecto y comprensión eran como un bálsamo que le hacía encontrar la paz mágicamente -. Sé que es difícil tomar una decisión en una situación así. Yo solo te pido que no vuelvas a mentirme, odio las mentiras -y a pesar de la petición, su tono de voz lejos de sonar como un reproche lo hizo como una súplica. Takemichi asintió enseguida. Bajó una mano del volante para entrelazarla con la de Mikey.
-Te lo prometo, no volveré a hacerlo -subió la mano del más bajito para dejar un suave beso sobre el dorso de la misma. Mikey volvió a sonreír y se acomodó en el asiento.
Volvieron a quedarse en silencio unos minutos. La carretera solo era brevemente iluminada por los faros del coche. Solo se habían cruzado con un par de coches y habían tomado varias salidas en ese trayecto. Ya sería bastante más difícil dar con ellos y cada kilómetro que avanzaban esa dificultad crecía.
-Michi.
-¿Mhm? -hacía unos segundos Takemichi había encendido la radio. A esas horas de la noche los canales solo reproducían melodías unas detrás de otras y en especial canciones algo antiguas. Supo reconocer la voz de David Bowie pero fue incapaz de identificar el título de la canción. La música estaba bajita, lo suficiente como para amenizar el viaje sin llegar a hacerlo pesado. Podrían escucharse incluso susurrando.
-Lo que estuviste a punto de hacer ayer... -guardó silencio unos segundos pues le costaba sacar ese tema de conversación. Había visto tanta certeza en la mirada de Takemichi que temía escuchar la respuesta a su inminente pregunta -, lo de... disparar justos...
-¿Que si estaba dispuesto a hacerlo contigo? -Mikey se limitó a asentir. Takemichi miró hacia la carretera y se debatió seriamente sobre lo que contestar. No quería asustarle pero tampoco quería mentirle. Y había jurado no volver a hacerlo, por esa precisa razón tuvo que ser sincero -. Pues sí -un pequeño suspiro de sorpresa escapó de entre los labios del más bajito -. Pero tampoco iba a hacerlo si tú no lo hacías. No lo haría sabiendo que te dejaría solo.
-¿Por qué? -preguntó en seguida. Era algo que no había podido plantearse hasta tener la mente fría y ahora que la tenía el pecho se le comprimía con más fuerza -. ¿Por qué hacer algo así?
-De la misma forma que prefiero jugarme la vida siendo libre a vivir una larga y encerrado -soltó con sinceridad y Mikey enmudeció unos segundos. Agachó la mirada, bien sabía él que las palabras de Takemichi eran ciertas, siempre las había sentido muy personales.
-¿Lo dices en serio? -preguntó entonces y la confusión en la mirada de Takemichi le hizo continuar antes de que dijese algo -, quiero decir, acabamos de escapar de la única forma que quizás pueda mantenernos con vida, ¿De verdad quieres seguir con esto? -Takemichi miró a la carretera y soltó un amplio suspiro. Manjiro tenía algo de miedo ante su pregunta. Su corazón se debatía en si lo correcto era volver atrás o seguir hacia delante. Le daba pánico saber que la vida de su pareja estaba en peligro pero también le daba terror regresar a los malos recuerdos y a sus traumas. Entonces Takemichi mostró una sonrisa pequeñita y segura, esa tan bonita y cálida que le gustaba tanto.
-Claro que lo estoy. Creí que te había quedado claro el día que te seguí a través de una ventana en medio de un tiroteo -la broma causó una pequeña risita en el más bajito. Cuando dejó reír Manjiro no pudo borrar esa sonrisa genuina que se había quedado clavada en sus labios. Apoyó la cabeza en el asiento y de lado observaba el perfil de Takemichi con los ojos brillantes.
Takemichi le sonrió de vuelta y al percatarse de que la conversación parecía terminar ahí alargó el brazo para subirle el volumen a la música.
El coche se alejaba cada vez más de los malos recuerdos. La carretera cada vez se ensanchaba más y las luces de los coches ajenos iluminaban los kilómetros que recorrían con más frecuencia.
En la distancia ya podían apreciarse las luces de los edificios de una ciudad sin nombre, al menos para ellos.
Ya no sabían dónde estaban concretamente, si en el sur o en el norte, si cerca de Tokio o lejos. En realidad no les importaba si seguían estando en Japón.
Qué más daba todo eso si quizás estaban experimentando las últimas pero más bellas experiencias de sus vidas.
-¿Me lo estás diciendo en serio, Mikey? -habían aparcado el coche en una calle estrecha pero cargada de las luces de los locales a su alrededor. Era el único sitio en el que habían encontrado aparcamiento y a Takemichi se le llevaron los demonios cuando se dio cuenta de que la zona era como sumergirse en un barrio de putas y drogadictos. Manjiro no había tardado ni dos segundos en ofrecerle un maravilloso y educativo plan para lo que restaba de noche.
-Totalmente en serio, necesito beber -soltó sin más y abriendo la puerta del coche sin esperar a que su novio dijese algo más.
-Espera, ¡Mikey! -Takemichi salió del coche igual de rápido y pulsó un botón de las llaves para ponerle el seguro. Siguió los pasos de su novio. A su alrededor había mucha gente que posiblemente ya estaba borracha pero todos se quedaron boquiabiertos al ver el vehículo.
-Está bien si tú no quieres beber, Michi, no me enfadaré.
-Bueno, la verdad es que me ofendería si te enfadaras por eso -admitió. Caminaba a su lado y ahora Mikey había aflojado el paso. Observaba los locales de los edificios de la calle en la que estaban. Las luces de neón y la música que salían de ellos eran hipnotizantes para él. Sabía que estaba mal querer olvidarse de los problemas por medio del alcohol pero de verdad que lo necesitaba. Aunque solo fuese por esa noche, aunque solo fuese ese rato. Serían alrededor de las tres de la madrugada, quería por lo menos divertirse las horas que restaban de la noche.
-Por favor -se giró hacia él y tomó sus manos. Takemichi no pudo resistirse, sentía que se le derretían las piernas y el corazón al ver a Manjiro mirarle de esa forma, como si fuese un perrito pidiendo una chuche. Además, las ojeras de Mikey y ese rostro tan roto y dolido que no había podido desaparecer desde que se había manchado las manos de sangre comenzaba a cansarle. Quería matar esa depresión al menos durante un rato -, simplemente quiero pasármelo bien contigo. Finjamos que somos una pareja normal que ha salido una noche de fiesta para disfrutar, sin preocupaciones de por medio, sin mafias ni asesinos, sin... asesinatos y muertes -cerró los ojos con fuerza un segundo -, lo necesito de verdad.
-¿Piensas estar una noche sin dormir? -al abrir de nuevo los ojos se encontró con la sonrisa juguetona de Takemichi y él se la devolvió sin forzarla esta vez.
-Mañana dormiremos todo el día.
-Está bien -tomó al chico de la nuca y lo acercó a él para darle un pequeño besito sobre su frente. Se quedó así unos segundos y Mikey se percató de un detalle importante pero al que no le había prestado la más mínima atención hasta entonces.
-Todos nos están mirando, Michi -murmuró y escuchó una pequeña risita a modo de respuesta.
-Es por el coche, vamos -tomó su mano y tiró de él.
Entraron al local que parecía más grande y civilizado de todos, al menos en apariencia, y la música ensordeció sus oídos al pasar. Ni siquiera estaban vestidos con ropa de salir de fiesta, iban en chándal y estaban despeinados, ojerosos y visiblemente cansados, pero aquello no pareció frenarles ni a ellos ni a las miradas que recibieron a su alrededor. Un tipo de música muy característico se reproducía con fuerza a través de los altavoces, Mikey creía que era uno de esos grupos tan famosos de K-pop pero nunca había estado muy metido en esa tendencia por lo que no estaba seguro del todo.
Se movieron difícilmente entre todos los cuerpos que se movían al compás de la música. La mayoría ya estaban borrachos y restregándose los unos contra los otros. Takemichi nunca había sido un alma fiestera, esas actividades habían estado siempre muy alejadas de su alcance precisamente porque no tenía amigos ni vida social. No era su ambiente y no se sentía del todo cómodo, sin embargo, se obligó a sí mismo a integrarse y teniendo a Manjiro al lado ese objetivo no le resultaba tan difícil.
Llegaron hasta la barra y pidieron dos cervezas. Estuvieron un rato charlando y bebiendo, acariciándose y hablándose al oído porque era complicado entenderse con la música tan alta. Pronto iban por su tercera cerveza y la falta de comida sumado al poco frecuente consumo de alcohol para sus organismos hicieron que les afectaran un poco más rápido.
Manjiro se había quitado la sudadera y posiblemente la había dejado tirada en algún sitio.
-¿Te apetece bailar, Takemichi? -sus mejillas estaba coloradas, su flequillo negro pegado a su frente por las gotitas de sudor que caían del mismo y una sonrisa coqueta en sus labios. Él sonrió de vuelta. Echaba de menos ese gesto, quería que Mikey sonriese siempre, y sabía que ahora lo hacía porque había bebido de más y muy rápido pero a pesar de las circunstancias se permitió disfrutar de esa agradable visión. Y no sabía bailar pero terminó asintiendo.
Es cierto eso que dicen de que los borrachos no tienen ningún tipo de vergüenza. Takemichi no tardó en seguir los movimientos de su novio cuando estuvieron en el centro del local, ambos pasaban sus manos por sus caderas, sus cinturas y sus hombros, se rozaban y tocaban al son de la música y con la misma intensidad que todos a su alrededor. Bailaban muy pegados, rozando sus labios pero sin llegar a besarlos. Jugueteando con la impaciencia del contrario y tentando las necesidades más lascivas de cada uno. Takemichi soltó una risita al sentir la mano de su novio apretar una de sus nalgas.
-Estás tentando a la suerte.
-¿Qué suerte? -con la misma sonrisa pícara de antes Manjiro se giró. Pegó su trasero al bulto de Takemichi bajo los pantalones y se frotó sin ningún tipo de vergüenza. Lo pegó a él tomándolo de la cintura, sus labios fueron a parar a su cuello donde dejó suaves besos que le arrancaron los más sutiles y deliciosos suspiros. Mikey era de ese tipo de cosas dignas de apreciar. Era como un pecado a la vista. Tan sexy y provocador que ni el más tímido de todos podría resistirse a sus encantos.
Sí, literalmente nadie podía resistirse a ellos.
-¿Buscáis diversión esta noche? -una voz grave y gruesa sacó a Takemichi de su maravillosa concentración. Sintió la caricia de una mano grande en su espalda baja. Dos hombres se habían acercado a ellos, uno grande y musculoso y otro un poco más menudo pero considerablemente más alto que ellos dos.
Mikey se giró inmediatamente, el más delgado se había pegado a él y le miraba de arriba abajo como quien mira un delicioso caramelo de limón. Abrazó a Takemichi por los hombros y miró a aquellos hombres con la misma sonrisa pícara que había mantenido toda la noche.
-Sí, aunque no creo que nuestra búsqueda coincida con la vuestra -el tipo que había agarrado a Takemichi sonrió, la ironía en la voz de Mikey era divertida y potencialmente juguetona.
-¿Sois pareja? -preguntó el otro. Takemichi abrazó a Manjiro de vuelta con algo más de fuerza y tomó él la palabra.
-Por supuesto que lo somos.
-Nosotros también pero no somos celosos, nos gusta compartir -la mano viajó un poco más abajo rozando cada vez más su trasero. Takemichi estuvo a punto de decir algo pero Mikey se le adelantó y habló sin necesidad de borrar la sonrisa pasivo-agresiva de sus labios.
-Si le tocas el culo a mi novio puedo matarte, ¿Sabes? -soltó sin más y esas palabras provocaron que a Takemichi se le olvidara por completo que estaba a punto de ser sexualmente asaltado. Miró a su pareja con los ojos como platos, Mikey soltó una risita, la mano del hombre se había detenido -. Nunca sabes si estás tratando con un asesino, podría tener una pistola en el bolsillo. Yo sí soy celoso.
-Mikey...
-Así que eres un asesino -comentó el otro de golpe, sonriendo y sin verse para nada asustado. Tomándoselo como si fuese una broma, como si le estuviese provocando -. Bueno, me gustan rebeldes, a veces es divertido jugar sádicamente, nos gustan ese tipo de cosas.
-Y nos gustan mucho -el que parecía más pequeño de los dos se acercó a Mikey y con una de sus manos le acarició la mejilla. Tomó un mechón negro de su pelo y lo acarició suavemente pero antes de poder disfrutar de ello recibió un manotazo por parte de Takemichi. Él no se veía tan sarcástico y juguetón, él se veía más serio.
-No le toques.
-Vamos, Michi, si tanto les gusta el espectáculo entonces que disfruten -Mikey había tomado a su novio de las mejillas y le había obligado a mirarle. Los ojos de Mikey resplandecían con un toque de malicia y lujuria impregnadas en ellos -, pero siendo simples espectadores -y entonces pegó sus labios a los suyos en un beso violento, hambriento y rabioso. Mikey enredó los dedos en sus mechones negros para tirar de él y ambos gimieron gustosos en ese exquisito beso mientras se apretaban el uno contra el otro. Takemichi tiró de sus caderas y de su nuca, intentando profundizar ese maravilloso toque que le llevaba al cielo.
Casi parecía que todo a su alrededor había dejado de existir. La adrenalina por un calentón era la mejor adrenalina del mundo y estaban a punto de perder ese poquito de control que les quedaba. El beso era húmedo e intenso, descontrolado y lleno de necesidad, las lenguas viajaban de una boca a otra en un compás y con una sincronía que casi parecía una hermosa danza. La música parecía haber subido de volumen, el único aroma que percibían era el de cada uno de ellos, la cercanía favorecía ese aspecto, y ni siquiera les importó la cara que posiblemente se les había quedado a los otros dos mirándolos.
-Me estoy meando Takemichi -soltó Manjiro una vez se hubieron separado. Lanzó una rápida mirada a los otros dos a su lado pero sin a penas prestarle la suficiente atención como para fijarse en sus expresiones más de la cuenta -. ¿Me acompañas al baño?
No esperó a que respondiera, tiró de su mano en cuanto terminó la pregunta.
-Ehm... Sí, claro -Takemichi estaba perplejo, se sentía flotar en una nube de gusto y se dejó hacer, dejando que Mikey le guiara a través de todas las personas a su alrededor. Sentía una aguda presión bajo sus pantalones y de repente tuvo una necesidad sexual que solo entendería una persona en su mismo estado de embriaguez. Quería frotarse como un animal, era desesperante.
Entraron en el baño de hombres y se encontraron con unos cinco cubículos y una hilera de espejos sobre los lavabos. Había un par de chicos ahí dentro, alguno a punto de vomitar y otro terminando de retocarse en el espejo. Sin embargo, Mikey no le prestó atención a ninguno de ellos y rápidamente se encerró en uno de los cubículos con Takemichi.
Quedaron pegados el uno frente al otro, no había demasiado espacio por lo que era difícil no rozarse. El pecho de Takemichi subía y bajaba aceleradamente y era incapaz de dejar de mirar los penetrantes y afilados ojos de Manjiro, esos que le perforaban hasta el último milímetro de su alma.
-¿Quieres que...? -empezó a preguntar nervioso. Se mordió el labio inferior, sus mejillas estaban rojas -, ¿Quieres que te ayuda a... mear?
-Algo así -Mikey dio un pasito hacia delante pegando por competo ambos pechos. Sus rostros estaban tan cerca que sus respiraciones se entremezclaban entre sí. Juguetonamente enganchó el labio inferior de Takemichi con sus dientes y tiró de él con suavidad -, pero no es pis lo que necesito que salga de mi pene precisamente.
-¡Mikey! -soltó medio susurrando, alterado e impactado. Mikey rio un poco y una de sus manos se coló bajo los pantalones de su pareja. Takemichi no se quejó, tampoco se movió, solo se limitó a mirarle con algo de vergüenza -, ¿Aquí? ¿En serio?
-No me digas que no te resulta tentador -los labios de Mikey dejaron suaves besitos sobre su mejilla y la comisura de sus labios. Takemichi se dejó hacer, cerrando los ojos y suspirando ligeramente al sentir los dedos fríos de Mikey hacer contacto directo con su miembro erecto -, te recuerdo que fuiste tú quien me metió mano en los asientos de un autobús público, ¿De verdad ahora te vas a hacer el inocente?
-Ya pero... -su mirada viajó a la puerta del pequeño cubículo. Escuchaba los pasos de otras personas al otro lado, las cortas charlas entre ellos y escuchaba el grifo abrirse y cerrarse. Había gente. Las mejillas se le empezaron a encender y el corazón le latió rápido. Gimió muy bajo cuando Mikey empezó a masturbarle lentamente. Mierda, no podría aguantar más. Al mirar a su novio encontró de nuevo en sus ojos esa lujuria y pasión que sentía por él tan ardientemente, nunca nadie le había mirado de esa forma y nunca jamás llegó a creer que alguien le desearía sexualmente de esa manera tan apasionada. Lo amaba, mierda, le encantaba -. Joder, está bien.
Y fue como despertar al pequeño monstruo que tenía dormido en su interior. Sin ningún tipo de cuidado le hizo darse la vuelta y Manjiro, completamente sorprendido y cachondo a partes iguales, se dejó hacer sin oponerse. Su rostro se clavó en el metal de la pared frente a él y su pecho lo hizo de igual forma. Un pequeño golpe sordo rebotó por las paredes del baño pero nadie pareció percatarse. Sintió las manos salvajes de Takemichi tirar de sus pantalones hasta bajarlos hasta sus tobillos. Mikey suspiró al sentir el aire frío rozar sus partes íntimas.
-Si es lo que quieres no me opondré a tus deseos, cariño -susurró contra su oído y ese simple mote le hizo gemir de gusto incluso sin llegar a ser tocado aún. Mikey se agarró de la pared al sentir las manos de Takemichi acariciar sus nalgas. No demasiado lentamente, más bien con ligera violencia, como si quisiera dejarlas marcadas en la blanca piel de su trasero. Y, o dios, cómo le encendía ese simple gesto.
-¿Quieres follarme? Resulta que era lo que quería hacer yo contigo, ¿Sabes? -preguntó sobre su hombro y la pícara sonrisa de Takemichi fue lo que recibió a modo de respuesta.
-Tú me has provocado, ahora no te quejes -y tras soltar un escupitajo en una de sus manos Manjiro sintió dos dedos ingresar en su interior sin demasiado cuidado. Pegó la frente a la pared y cerró los ojos con fuerza. Estaba haciendo lo imposible para no gemir con la voz en un grito. Era un absoluto gusto sentir los largos dígitos de su novio trazar una ruta deliciosa por todo su recto. Estaba hambriento de placer, deseoso de ello. Cerró los puños y apretó los dientes -. No aprietes tanto, relájate -susurró en su oído. Mikey soltó un gemido diminuto y relajó un poco los músculos -, si no haces ruido nadie tiene por qué darse cuenta.
-Desde cuando eres tan... -se calló enseguida al sentir los dedos de Takemichi torcerse en un ángulo que le hizo rozar ese punto tan delicioso y escondido en su interior.
-Tan... ¿Qué?
-Tan provocador -murmuró abriendo sus ojos acuosos y mirándolo de reojo. Su respiración estaba acelerada, sus labios hinchados y algo húmedos. Sonrió de medio lado y esa maldita sonrisa le hizo ponerse aún más duro -, tan travieso.
-No soy el único travieso de los dos -sacó los dedos de su interior y se alejó para posicionarse detrás de él.
Mikey suspiró al sentir algo duro rozar su entrada. Takemichi jugueteaba sobre la misma, haciendo presión de vez en cuando pero alejándose al sentir la tensión de Mikey por la inminente intrusión. Apretaba cada cierto tiempo y deslizaba la punta de su miembro por sus nalgas. Desde su posición podía ver su espalda perlada por el sudor. Era provocador.
En ese momento un grupo de chicos entraron hablando y riendo en los baños. Mikey se alarmó en seguida pero entonces la mano de Takemichi le aplastó los labios para callarle y entró en él de una sola estocada.
Manjiro gimió con fuerza contra la palma de su mano, agradeciendo a los dioses por que Takemichi le hubiese hecho callar pero odiándole por haber entrado en él tan bruscamente. Quería poder gemir libremente, chillar de puro placer. Su novio no esperó a penetrarle con fuerza y velocidad, perforándole por dentro de una forma tan gustosa que sus ojos lloraron lágrimas de puro placer. Desde el principio llegó a tocar su próstata, atacándola y explotándola a su antojo mientras su manos apretaba con fuerza sus labios y sus dientes mordían por la misma intensidad los suyos propios.
Takemichi también quería gemir con fuerza, le estaba costando demasiado controlarse, el trasero de Mikey era lo mejor que había catado en toda su vida y ojalá pudiese disfrutar de esa sensación las veinticuatro horas del día sin cansancio.
Las voces de los chicos al otro lado continuaban. Hablaban de algo relacionado con la novia de alguno de ellos dos, de cómo se enfadaría al darse cuenta de que le habían puesto los cuernos, pero ninguno le prestó la más mínima atención. Mikey apretaba los puños con fuerza, sentía que cada vez se acercaba más y más a su deseado orgasmo. La intensidad de las embestidas cada vez era más fuerte, sentía que se partiría por dentro y ni siquiera era capaz de cómprender cómo estaban consiguiendo mantenerse tan callados.
El agarre de la otra mano de Takemichi en su cintura incrementó en fuerza al acercarse cada vez más al orgasmo. Desde las puntas de los dedos de los pies trepó un ardor que le nubló la vista, estaba en el cielo o al menos se sentía en él. Tan deliciosa era esa sensación que en seguida alcanzó ese clímax tan deseado y solo unos segundos después Mikey también se corrió. Había enterrado las uñas en el brazo de Takemichi, gimiendo ahogado por la mano de su pareja y apretando hasta los dedos de los pies. Tembló unos instantes sacudido por el intenso y largo orgasmo.
El molesto grupo de chicos abandonó los baños. Takemichi apartó la mano de la boca de su novio y Mikey se apoyó contra la pared con absoluto agotamiento. Ambos respiraban aceleradamente, se miraban y se reían en voz baja. Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar la suave voz de un chico al otro lado de la puerta de su cubículo mientras le daba suaves golpecitos a la misma.
-Oye... ¿Te encuentras bien ahí dentro?
Ambos cerraron la boca con fuerza y se aguantaron la risa. Esperaban encontrar alguna forma de librarse del bochorno de estar a punto de ser atrapados.
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