Capitulo 21

-¿Por qué nos has traído aquí? -la pregunta de Mikey no tardó en llegar y el modo en que lo hizo fue demasiado cortante y seco. Shinichiro observó a su hermano inexpresivo y tras esperar unos dos segundos ingresó por completo en la habitación. Si es que ese lugar podría llamarse así -. Nunca serás capaz de respetar mis decisiones, ¿Verdad? Jamás me harás caso -escupía cada palabra que escapaba de entre sus labios. Tras Shinichiro, Sanzu ingresó también en el lugar pero quedándose a un lado, con más distancia y en silencio. Takemichi tragó saliva al verle, ese hombre le ponía nervioso. 

-¿De verdad pretendes sacar el tema de tu espacio a pesar de la situación? Habéis estado a punto de morir demasiadas veces, Manjiro.

-No será por nuestra maldita culpa. 

La mirada dura de Shinichiro se suavizó y lentamente se puso sobre la de Takemichi. El chico le miró de vuelta sin la capacidad de decir nada. Shinichiro le imponía demasiado, sería imposible no hacerlo. Y eso el más mayor lo notó, fue por esa razón por la que tuvo que suavizar el modo de mirarle. 

-¿Tú te encuentras bien, Hanagaki? -Takemichi parpadeó con sorpresa repetidas veces. Mikey había gruñido enojado a su lado, evidenciando su desagrado a que su hermano lo ignorase. 

-¿Yo? Ahm... Sí. Sí, gracias. 

-Me alegra que los dos estéis bien. Tenemos muchas cosas de las que hablar. 

-No tenemos que hablar absolutamente nada -Mikey se había acercado un par de pasos pero aún así no llegó a plantarse delante de Shinichiro. Le miraba con la mandíbula apretada y los ojos ardiendo en ira. 

El intercambio de miradas duró demasiado tiempo como para contarlo, o por lo menos se sintió así. Y no mentiría, Shinichiro sentía dolor. Llevaba muchísimo tiempo sin ver a su hermano cara a cara, tantos meses que estaba a punto de hacer un año desde la última vez que lo hizo. ¿Y qué recibía justo cuando volvía a tenerlo en frente? Una mirada cargada de odio y rencor. Algo destructivo incluso para su alma oscura, algo devastador incluso para un asesino como él. 

Sin embargo, tuvo que agradecer los pasos acelerados que se acercaron a la puerta abierta de ese agobiante espacio. Izana irrumpió en ella con la expresión seria y apretada, su mirada buscó por toda la habitación hasta dar con su hermano pequeño a solo unos metros de él. Se acercó y desesperadamente lo tomó de los hombros para hacer un rápido barrido con la vista a su rostro y todo su cuerpo. Mikey se incomodó en un inicio pero pasados unos segundos intentó zafarse de su agarre.

-¿Qué haces? Suéltame. 

-Estás bien -murmuró y muy dentro de sí mismo sintió una satisfacción y una tranquilidad que no llegó a exteriorizar de ninguna forma. Solo entonces, cuando se aseguró de que su hermanito estaba bien, lo soltó y acercándose con paso decidido a Takemichi sacó el arma que escondía en la parte trasera de su pantalón. 

Takemichi sintió un pesado nudo en la garganta y su corazón se detuvo de golpe cuando el cañón de la pistola apuntó directamente hacia su frente. Izana quitó el seguro. Su mirada no mostraba ningún tipo de emoción. 

-¿¡Qué coño haces!? -la adrenalina que trepó por todo su cuerpo le hizo abalanzarse contra su hermano. De un manotazo, Mikey apartó el arma que apuntaba directamente a su novio y se interpuso entre él y su hermano. Su mirada era firme, llena de odio -. Ni se te ocurra. Te mataré.

Izana no volvió a alzar el brazo con la pistola pero la mantuvo en su mano, apretándola fuertemente y sintiendo su brazo picar con la necesidad de volver a elevarlo. 

-Izana, no -Shinichiro se había acercado un poco y observaba a Izana con una mirada desaprobatoria, sin embargo, el aludido no hizo otra cosa que no despegar su mirada de la de su objetivo. Takemichi se había puesto a un lado de Mikey, no quería mostrar vulnerabilidad o miedo a pesar de que dentro de sí mismo estaba temblando, pero se había prometido cuidar de Manjiro y eso lo iba a hacer a pesar de las circunstancias. 

-Te dije que te mataría si no traías a Manjiro de vuelta con nosotros, ¿Lo recuerdas? -Takemichi enmudeció un segundo pero en seguida asintió. Jamás podría olvidar ese encuentro tan desagradable.

-¿Le amenazaste? -la pregunta de Mikey llegó cargada con un tono de desprecio -. ¿Quién te crees que eres para hacer algo así?

-Tu hermano mayor, ahora quítate de en medio.

-Parad -Shinichiro se había acercado a ambos tras soltar un largo y tedioso suspiro. Sin embargo, ninguno de los dos le prestó la más mínima atención. Sanzu, perdido en el profundo y turbio océano de su mente, tarareaba una canción mientras se encendía un cigarrillo, sin prestar la más mínima atención a lo que sucedía o, por lo menos, sin darle la más mínima importancia. 

-Atrévete a levantar esa pistola conmigo delante, vamos -Manjiro se acercó a Izana un paso y el mayor apretó la mandíbula con fuerza. Takemichi observó a su novio con algo de pánico, tomando su brazo con intenciones de tirar de él para acercarlo.

-Ya venía bastante cabreado, Manjiro, no empeores las cosas. 

De repente y para el sobresalto de la mayoría se escucharon dos disparos estruendosos que impactaron directamente contra el techo sobre sus cabezas. Takemichi pegó un bote por el susto, contemplando a Shinichiro con el arma alzada al techo y la expresión cargada de cansancio y decepción. 

-¡Parad los dos! -Izana y Mikey lo miraban ahora. El más pequeño dio un paso atrás y esta vez permitió que Takemichi entrelazara su mano con la suya -. Discutir no solucionará nada. Izana, deja de amenazar a Takemichi, ambos sabemos que no vas a hacerle daño -el aludido soltó un pesado suspiro, uno medio enfadado, y a regañadientes volvió a guardar su pistola en la parte trasera del pantalón. 

-¿¡Jefe!? Escuchamos disparos, ¿Ha ocurrido algo? -Ran y Rindo Haitani cruzaron la puerta con evidente expresión de alarma y con sus armas en las manos. Shinichiro les miró un segundo, Sanzu continuaba fumando tranquilamente.

-No, tranquilos, solo estábamos hablando. 

-Mentira, no estábamos hablando ni vamos a hablar de nada -la voz de Mikey se percibía un poco temblorosa. Takemichi tuvo que mirarle de reojo y se dio cuenta de lo acelerado de su respiración. Mikey estaba agitado, ansioso y asustado. Eso lo veía claramente. Sabía lo sensible que había sido siempre el tema de sus hermanos, no quería imaginar lo complicado que sería para él volver a tenerlos delante. Y esa incomodidad, esa decepción, quedó plasmada en esa mirada tan vulnerable y en el temblor que sentía en la mano que tomaba la suya con fuerza. Casi le hacía daño por la presión que ejercía en ella. No se quejó. 

-Mikey... -el susurro de Takemichi a su lado consiguió llamar su atención. Los otros dos Sano los contemplaban con atención pero ninguno dijo nada -, hey, Mikey -solo esa segunda vez consiguió atrapar su mirada con la suya. Y fue en ese momento en que las cejas del más bajito se relajaron, dejando que los ojos azules de Takemichi terminaran de romper esa fachada agresiva que había construido a su alrededor. Sintió la mano de Mikey aflojar la fuerza con la que agarraba la suya, le mostró una sonrisa antes de acercar su rostro al suyo para dejarlo a solo unos centímetros, haciendo que el resto del mundo no importara, haciendo que esa cercanía fuese su pequeño universo durante al menos tres segundos. Pero un universo que consiguió calmar un poco su frenética respiración -. Cálmate, ¿Vale? Estoy contigo -un susurro muy bajito pero que pudo escuchar perfectamente. Mikey suspiró con fuerza por la nariz y la comisura de sus labios tembló con la necesidad de sonreír un poco. Y aunque no llegó a hacerlo a Takemichi le bastó con ese agradable intento. 

Unos pasos acercándose a ellos volvieron a hacerles salir de ese pequeño universo. Shinichiro se había acercado.

-Manjiro, escúchame -su expresión era suave. Temía que su hermanito volviese a rechazarle -. Siento mucho haberos metido en todo esto, sé que es culpa mía, es por esa razón que estáis aquí. Con nosotros estáis seguros, déjame cuidaros. 

-No necesito que me cuidéis -esta vez el tono de su voz no era agresivo, estaba cansado y triste. Todo eso se representó en sus palabras -. Ni siquiera sabéis cuidar a nadie, nunca lo habéis hecho bien. 

-No es justo que nos digas eso, actúas como si a nosotros no nos doliera lo que ocurrió -esta vez fue Izana quien habló. Intentó que sus palabras no sonaran tan duras y fácilmente lo consiguió, sin embargo siempre le había dolido el hecho de que Mikey pensara que no les importaba. O que, al menos, no les importaba tanto como a él.

-Jamás he pensado eso -soltó hacia él -. Solo... -entonces calló. Sus labios se apretaron en una fina línea y bajó la mirada al suelo. La incertidumbre en el rostro de Shinichiro era evidente. Mikey suspiró y posteriormente miró hacia otro lado -. He dicho que no tengo nada que hablar con vosotros.

Shinichiro intercambió una mirada apagada con Izana. Después de eso, miró directamente a Takemichi.

-Salgamos de aquí, no creo que estas cuatro paredes ayuden a relajarnos. 

Aunque salir no significaba precisamente salir al exterior. 

Al parecer los habían traído a un almacén abandonado a las afueras de la ciudad en la que los encontraron. Rápidamente Bonten se había encargado de ocupar el lugar y asegurar los alrededores para evitar que hubiese enemigos. Lo hicieron con rapidez, al fin y al cabo la organización ya estaba experimentada en asediar zonas concretas en cuestión de minutos. Eran expertos en eso. Y la cantidad de hombres y mujeres que rodaban el perímetro dificultarían enormemente cualquier tipo de ataque.

El almacén era grande, al salir de la habitación en la que habían sido retenidos se encontraron con un pasillo que daba a una planta baja espaciosa, de techos de chapa muy altos, de unos veinte metros de altura, y de grandes puertas de metal en dos de las cuatro paredes que los rodeaban. El abandono era indudable por la suciedad pero el deterioro aún no estaba demasiado presente. Tampoco había mucho objeto o material, algunas cajas de metal apiladas en las esquinas y mobiliario sucio por aquí y por allá. 

Sin embargo, Takemichi no se fijaba en eso. Tenía a Mikey abrazado a su brazo y aplastando su mano con la suya en un agarre fuerte y ligeramente tembloroso. El más bajito miraba al suelo, perdido en sus mil pensamientos y mordiéndose el labio de vez en cuando. Él, por otro lado, caminaba detrás de los otros Sano observando la cantidad de hombres armados que había por todos los lados. 

No sabía a dónde iban, tampoco tuvo la valentía de preguntar, pero sus pasos terminaron llevándolos a una nueva habitación cuya puerta de cristal tintado ligeramente de polvo y suciedad daba directamente con la espaciosa primera planta de la nave. La puerta se cerró al pasar. Dentro solo quedaron ellos dos, Shinichiro, Izana y, como siempre y para su sorpresa porque era un tío callado y extraño, Sanzu. 

Lo que Takemichi no sabía es que Sanzu era, probablemente, la persona de Bonten en quien Shinichiro más confiaba después de Izana. Su lealtad aunque muchas veces era enfermiza le había demostrado en innumerables ocasiones que Sanzu estaba dispuesto a jugarse la vida por la suya y la de sus hermanos.

Muchas veces era mejor confiar en el más loco de todos. La locura puede ser lo más fiel que existe. 

-Sentaos -Shinichiro señaló dos sillas que habían delante de una mesa ancha y de madera. Él tomó asiento en la que había al otro lado mientras que Izana se mantuvo de pie a su lado. Sin embargo, se podía apreciar en el tono de su voz cierta incomodidad. Miraba a Mikey de reojo e intermitentemente. 

Era la primera vez que veía a su hermano en meses, por dios, al menos en una situación en la que no estuviesen siendo tiroteados, y sabía que con él debía usar palabras adecuadas.

Takemichi quiso moverse, pero Mikey tiró de su brazo deteniéndolo. 

-¿Qué quieres? -Shinichiro intercambió una rápida mirada con Izana. Suspiró y volvió a mirar a su hermano pequeño. 

-Hablar.

-¿Hablar de qué?

-De cómo evitar que os hagan daño, de cómo evitar que... -sus palabras se suspendieron durante un segundo y la intranquilidad en su forma de respirar ahora fue evidente -, de cómo evitar que cometáis locuras. 

-¿A qué te refieres? -Manjiro miró a su hermano con los ojos entrecerrados, apretando el agarre tembloroso en la mano de Takemichi pero sin hacer que su novio se quejara o dijera algo para evitar eso. Hubo un suspiro lejano, fue Izana quien lo soltó y ahora su expresión no era violenta o defensiva, se había suavizado, y la compasión quedó plasmada en su forma de mirar cuando sus ojos violeta se pusieron sobre los oscuros del Sano menor. 

-Hemos seguidos vuestro rastro y hemos descubierto todos vuestros movimientos, al igual que Zeux -Shinichiro intentó hablar calmadamente, con pausa, porque sabía que el tema que vendría ahora no sería de especial agrado para su hermano. Y, de verdad, no había nada en este mundo que le enfadara más que lo tenía que decir ahora -. Has tenido que... Ensuciarte las manos y no hay nadie más culpable que yo en eso. 

-Que nosotros -clarificó Izana en seguida, pero Mikey no escuchó eso último. Sus oídos pitaron con el repentino recuerdo de esa escena y de nuevo se sintió increíblemente mal. Takemichi frunció el ceño con desagrado y justo después de lanzarle una mirada preocupada a su novio, que ya había agachado la mirada al suelo, habló con evidente enojo. 

-¿Era necesario mencionar eso?

-He matado a alguien -el susurro de Mikey llamó la atención de todos. Takemichi relajó el semblante de golpe, mirando a su novio con total preocupación. 

-No tienes que pensar eso, te defendiste, eras tú o él -añadió Shinichiro rápidamente. Intentando hacerle entender que no estaba mal lo que había hecho. Pero le conocía demasiado, el simple intento ya era absurdo -. Cuando le quitas la vida a un criminal de ese nivel solo debes pensar en que ha sido para bien, no es un asesinato si se tiene en cuenta el contexto.

-Vosotros sois criminales... -volvió a murmurar esta vez alzando la vista de nuevo a ellos -, ¿estaría bien si os mataran?

El silencio posterior fue repentino y largo. Shinichiro tuvo a apartar la vista de la suya, se mordió la lengua con fuerza y suspiró antes de contestar. 

-Sí.

-No has hecho nada malo, Manjiro -añadió Izana solo para intentar evadir ese tema tan desagradable -. Pero te prometemos que si te quedas con nosotros no tendrá que volver a pasar nada así. Solo hasta que se calmen las cosas.

-Y no tendrá que morir nadie más, como Draken... Algo así no volverá a pasar -la intervención de Shinichiro solo trajo puro silencio de golpe. 

Takemichi les había dedicado una mirada directa, afilada, y eso sumado a la expresión que puso Mikey solo cuando escuchó esas terribles palabras les hicieron entender lo que acababa de suceder. 

Manjiro sintió su respiración mucho más pesada, de nuevo empezó a dolerle la cabeza, un agudo calambre le atravesó el pecho y sintió vértigo, mucho vértigo. Las pulsaciones de su corazón aumentaron y en ese instante decenas de imágenes de su mejor amigo se agolparon en su mente en oleadas abrumadoras. Contempló a su hermano con estupor. 

¿Lo sabía? ¿Se lo había imaginado? Quizás quiso evitar el pensamiento aunque siempre hubiese estado ahí. Pero la esperanza... La esperanza suele ser lo último que se pierde y Mikey creía que ese atisbo de esperanza que había tenido sobre la supervivencia de su mejor amigo sería el último que tendría durante el resto de su vida. 

-¿Draken está...? -su voz fue un susurro dolorido pero demasiado claro como para no notarlo. Shinichiro miró a Takemichi con urgencia, una negativa en el gesto su cabeza le hizo entender mejor la situación. 

-Mierda, ¿No lo sabías? -se puso en pie. Mikey respiraba agitadamente.

-Draken está muerto -Manjiro volvió a agachar la mirada. Soltó el agarre que ejercía sobre el brazo de Takemichi y sintió sus piernas temblar; sus brazos temblar; todo su cuerpo temblar. Mas no lloró. Tenía los ojos secos. Bien abiertos y secos. Pensó en el hombre de la cicatriz. El mismo hombre que le había arrebatado los sueños a su hermana le había arrebatado los mismos a Draken. 

Dolor. Mareo. Angustia. Sintió todo eso al mismo tiempo. 

-Oye, Mikey... -Takemichi se acercó a su rostro, tomándolo con sus manos en un intento de que le mirara. Mikey no le miró de vuelta, su mirada seguía perdida en algún punto aleatorio entre la habitación y su profunda mente.

-Joder -Izana chascó la lengua, incómodo y enojado, se frotó las sienes justo antes de volver a recuperar la compostura. 

-Lo siento, Manjiro -dijo Shinichiro de golpe. Rodeó la mesa para intentar acercarse a su hermano -. Lo siento de veras, deberíamos haber llegado antes que ellos y no pudimos. 

Una risa. 

Una risa ligera y muy baja. Mikey levantó la vista con una sonrisa apagada en sus labios y miró a su hermano esta vez con los ojos bañados en lágrimas que descendían sin descanso por sus mejillas. Takemichi le soltó el rostro y en su garganta se había instaurado un nudo que no le dejaba tragar y respirar apropiadamente. 

-Sí, es vuestra culpa -Mikey se separó un paso de ambos. Riendo aún un poco y sintiendo su rostro empapado por las lágrimas que no podía controlar. Miró a sus hermanos, de uno a otro, y negó repetidamente con la cabeza. Una mirada tan dolorosa para ellos que difícilmente pudieron soportarla -. Es vuestra culpa. Todo es vuestra culpa. 

Izana apartó la mirada. Shinichiro sintió sus ojos picar. Y quizás era la primera vez que Sanzu no mostraba indiferencia con algo, una expresión difícil de descifrar pero que lo acercaban a la intranquilidad. 

-Manji...

-¡No! -soltó de golpe borrando la sonrisa y alzando su brazo entre él y su hermano -. Jamás os perdonaré esto, ¡Nunca! ¡El abuelo! ¡Emma! ¡Draken! -su voz se rompió en el último grito. Su mirada ardía en rabia, su mandíbula temblaba por la fuerza -. ¿¡Vais a matar también a Takemichi!? ¡Solo pararéis cuando yo también me muera!

Y lo pensaba. De verdad que lo pensaba. ¿Cuándo dejarían todo eso atrás? ¿Cuando todos estuviesen muertos? ¿Les importaba más Bonten que su familia y seres queridos?

-No te das cuenta que hasta que no nos deshagamos de ellos no pararán, da igual que desintegremos Bonten, nos seguirán buscando hasta matarnos -explicó Izana intentando acercarse. Lo hizo porque sabía que Shinichiro no era capaz de hablar, su hermano había enmudecido y tardaría en recuperar la compostura. Esa que solo podía perder con ellos dos y con nadie más.

-¡Me da igual! No quiero volver a hablar con vosotros, dejadme en paz -la angustia que sentía en su pecho era agobiante, ni siquiera dejó que Takemichi se acercara por mucho que sintiese en su mirada que quería hacerlo -. Dejadme... Dejadme en paz... -le costaba respirar. Cerró los ojos y apretó el puño sobre su pecho. Le dolía la cabeza. Estaba mareado. Necesitaba salir de allí o sentiría que se desmayaría. 

Sus pasos lo guiaron a toda prisa hasta la puerta del improvisado despacho y abriéndola de un tirón, sin que nadie le impidiese hacerlo, salió fuera con desesperación. 

-¡Mikey! -Takemichi intentó seguirle pero alguien le agarró con fuerza del brazo. Al mirar a su lado Sanzu le miraba con advertencia pero ni la locura en sus ojos le privaron de intentar zafarse bruscamente de ese agarre -. ¿¡Qué haces!? ¡Suéltame!

-Tú te quedas aquí -de un brusco movimiento le hizo girarse para enfrentar de nuevo a los Sano. Takemichi intentó soltarse unos segundos más pero cuando se dio cuenta de que no podría cedió y contempló a los otros dos con una mirada dura y enojada. 

-No te preocupes -dijo Shinichiro volviendo a mirarle. Estaba más serio, más decaído, pero había recuperado un poco de esa firmeza que tanto le caracterizaba -. No le dejarán salir de aquí, está bien.

-¿Está bien? -soltó con ironía -. No creo que esa sea la forma de describirlo. 

-Hanagaki, escúchame bien, al menos creo que tú sí puedes hacerlo -hubo un silencio de unos segundos después de eso. Takemichi intercambió miradas con Izana y con Shinichiro, respiraba pesadamente por su nariz y poco a poco intentó relajarse. Aflojó los músculos y solo cuando Sanzu sintió eso soltó el fuerte agarre que había estado ejerciendo sobre su brazo. 

-Mirad, yo no tengo nada en contra de vosotros. No os conozco, pero sí conozco todo lo que Mikey me ha contado. Le seguiré a dónde sea -sentenció y ninguno de los otros dos pareció sorprenderse -. Si él decide quedarse nos quedaremos pero si decide irse no me opondré.

-Lo sé -Shinichiro soltó un largo suspiro, cansado y abatido. Se apoyó en el escritorio detrás de él y su postura ahora era mucho más cercana, no tan seria e intimidante -. Tampoco voy a pedirte que hagas nada, solo quiero hablar contigo, supongo que ya conoces la situación en la que estamos.

-Más o menos. 

-Mi hermano ha matado a alguien -soltó de golpe y Takemichi, aunque no le gustaba hablar de ello, no cambió en su expresión -. Eso es algo muy difícil de asimilar para alguien como él. 

-¿Alguien como él?

-Alguien normal -clarificó y Takemichi volvió a relajar los hombros -. Cuando ya has matado cientos de veces dejas de sentir nada al hacerlo. Pero la primera vez siempre se te queda grabada con lujo de detalles. Odio que Manjiro haya tenido que pasar por eso -sus puños se apretaron con fuerza y su mirada bajó al suelo. La ira que sentía en su interior era demasiado evidente, y esta vez era una ira dirigida hacia sí mismo. ¿Cómo había podido permitir que su hermanito se manchara las manos de esa forma? Se sentía el peor hermano mayor del mundo, la lacra más grande del planeta. Ni asesinar ni torturar hasta la muerte tantas veces le había hecho sentir nunca de esa forma. Se odiaba. 

-Matar cientos de veces -el susurro de Takemichi le hizo volver a levantar la mirada hacia él. Shinichiro mostró una sonrisa vacía.

-Dudo que te sorprenda. 

-No lo hace. Me sorprende que lo admitas con tanta naturalidad. 

-No te metas en temas que no te incumben -soltó Izana de repente, sin embargo, por primera vez no le causó ni una pizca de miedo. Ya sabía de sobra que a él no le harían nada, al menos de momento. 

-No sé a qué esperáis tanto -dijo Takemichi y en un primer momento ninguno de los dos sabía a lo que se refería -. Si tan expertos sois en eso de... matar entonces no sé por qué coño tardáis tanto en matar a los que nos persiguen. 

-Cuidado con esa lengua, niñato -la cortante voz de Sanzu se escuchó a su espalda, Takemichi no le prestó atención. Izana frunció el ceño a punto de explotar con palabras que seguramente no le gustarían a nadie, por suerte, Shinichiro se adelantó.

-No, tiene razón -admitió con suavidad para sorpresa del resto.

-Shin...

-Estamos tardando demasiado, deberíamos habernos deshecho de ellos hace tiempo, Izana -miró a su hermano fugazmente para justo después de volver su atención al menor de todos allí. Takemichi tragó saliva, ahora un poco más tranquilo pero aún a la defensiva en su postura -. Pero lo hecho hecho está, te juro que estamos intentando todo cuanto podemos.

-El mejor amigo de tu hermano ha muerto para protegernos -soltó con rabia. Shinichiro volvió a sentir ese pinchazo de dolor en el pecho -. Así que no es suficiente. 

-Lo sé.

-Mikey no para de perder a seres queridos por culpa de vuestro trabajo, si es que puede llamarse así. 

-También lo sé.

-¿Por qué os metisteis en todo esto en primer lugar?

-Queríamos que no le faltase de nada a nuestra familia -una risa irónica escapó de entre los labios de Takemichi. No podía creer lo que le estaban diciendo. 

-Y ahora es vuestra familia lo que os falta a vosotros -soltó sin una pizca de remordimiento. El Takemichi callado, tímido y asustadizo de siempre llevaba tiempo desapareciendo y siendo reemplazado por lo que era ahora -, qué gran jugada. 

Por primera vez desde que soltaba un comentario que pudiese ser considerado fuera de lugar nadie se tomó la molestia de contestarle, de quejarse o amenazarle. Hubo un silencio de unos segundos en los que Izana había decidido que era mejor observar la pared del fondo y en el que Shinichiro tuvo que sentir el temblor descontrolado de sus labios por la decepción que sentía hacia sí mismo. 

No solía pensar en Emma porque le dolía como nada le había dolido nunca, no solía pensar en su abuelo porque era insoportable imaginar con qué cara le miraría de saber lo que había hecho y lo que seguía haciendo. Pero en ese momento no pudo evitarlo y al hacerlo sintió una presión indescriptible en su corazón. 

Izana, al comprender que su hermano era incapaz de tomar la palabra de nuevo, decidió tomarla él esta vez.

-Solo queremos que recapacitéis. Hasta que los hagamos desaparecer no nos deis problemas y dejadnos que os llevemos al edificio que tenemos en Tokio. Allí nadie os tocará hasta que terminemos con todo.

-Mikey pasó años allí y nunca llegasteis a terminar con ese 'todo' del que hablas. ¿Piensas que querrá estar encerrado a saber cuantos años más en ese sitio que tanto odia? ¿Piensas que yo también quiero eso? No seré de la familia pero Manjiro me importa demasiado como para alejarme de él y yo tampoco quiero estar en ese lugar. 

-Da igual lo que queráis y lo que no -esta vez Shinichiro volvió a hablar. Su voz ahora era más lúgubre, más seria, y cuando Takemichi le miró se dio cuenta de que su mirada estaba más vacía y carente de emoción. Supuso que ese era el Shinichiro jefe de Bonten, el que todos conocían. Aunque lo que aún no sabía es que eso era simplemente una fachada -. Solo quería intentar dialogar para que comprendierais la situación y no tener que llegar a esto, pero queráis o no os llevaremos allí. Siempre dije que no obligaría a Manjiro a nada ni que lo encerraría por la fuerza, pero me he cansado de ser benevolente.

Takemichi volvió a fruncir el ceño, sus puños se apretaron con fuerza. ¿Acaso le estaba jodiendo?

-En cuanto me den luz verde nos iremos de aquí -lanzó el teléfono móvil que guardaba en el bolsillo sobre la mesa de madera -. Vamos a...

Y de repente dos disparos. Aquello consiguió que Shinichiro se tragase sus palabras, que en lugar de odio lo que hubiese en la expresión de Takemichi fuese asombro y posteriormente miedo, y que Izana corriera hacia la puerta sin pensarlo dos veces con su arma en la mano.

Shinichiro le siguió desenfundando la suya, Sanzu también. Takemichi tardó dos segundos más pero no le tomó mucho más tiempo del necesario. Cruzó la puerta a grandes zancadas y fue ahí, en la planta principal de la nave en la que vio algo terrible que le puso el estómago boca abajo. 

-¡No os acerquéis! -Manjiro apuntaba a todos a su alrededor con una pistola en la mano. Su mirada desesperada, abatida y empapada por las lágrimas llegó hasta sus hermanos. 

Takemichi se abrió paso pero frenó en seco cuando Mikey dirigió el cañón de la pistola hacia su propia sien. 

Su brazo temblaba, su mirada titubeó, sorbió por la nariz y su expresión se transformó en una de absoluta tristeza. Sintió el helado material posarse sobre su piel y fue extraño admitirlo pero se sintió bien.

-Manjiro -Shinichiro había bajado la pistola, alzó un brazo con intenciones de relajarle. Izana observaba a su hermano con verdadero pánico. Había decenas de hombres pero nadie se movía, nadie hacía ni decía nada, tampoco sabían muy bien qué hacer -. Oye... Relájate y baja eso, hablemos.

Shinichiro intentó avanzar un paso pero se detuvo al escuchar las palabras del menor. 

-Si te acercas disparo -Takemichi sentía su respiración cogida en un puño, estaba paralizado y lleno de temor. La angustia que trepó por su pecho fue insoportable y ahí supo de verdad que si Mikey llegara a faltarle ya no le quedaría nada en su vida por lo que seguir luchando día a día. 

Entonces Mikey dejó de llorar. Su brazo dejó de temblar y su mirada se calmó un poco. Sus labios se torcieron en una diminuta y triste sonrisa que casi no llegó a verse. Sus palabras resonaron con extraña suavidad y calma, como si hubiese encontrado un motivo de peso para hacer algo importante. 

-Sigo creyendo cuál es la única forma de que destruyáis Bonten de una vez por todas. 

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