Capitulo 20

Mikey no había podido dormir en toda la noche. 

Las horas habían avanzado y por más que lo hubiese intentado, cada vez que estaba a punto de caer en la inconsciencia la imagen de un cadáver aparecía de pronto en su mente. Recordaba y sentía la sangre caliente en sus manos como si aún siguiese manchándolas, temblaba cada vez que el sonido estridente del disparo se reproducía en sus recuerdos con demasiada eficacia. Y Takemichi sentía todo eso, por ese motivo él tampoco había podido, o querido, dormir demasiado. 

Cada vez que sentía a Mikey temblar a su lado, sollozar en silencio y apretar los músculos con miedo, se acercaba, le rodeaba con sus brazos y le permitía acomodarse bajo su calor, proporcionándole al menos unos minutos de paz y seguridad. Para entonces solía dejarle besitos en la frente, en los párpados y en los labios y solía susurrarle cosas bonitas al oído. Gracias a esos detalles Mikey conseguía dormir por lo menos quince minutos seguidos para justo después volver a despertar por las pesadillas. 

Takemichi no sabía lo que significaba enfrentar un trauma como el de arrebatarle la vida a alguien. Fuese o no un criminal y un posible asesino no dejaba de ser un ser humano y eso alguien tan normal y corriente como lo era Mikey no podía afrontarlo con facilidad.

La mañana terminó llegando y Takemichi se levantó lentamente cuando la pausada y tranquila respiración de Mikey le indicó que afortunadamente había vuelto a atrapar el sueño. No tardó mucho en darse una ducha, lavar el par de calzoncillos con agua caliente y ponerse unos de los limpios que traían en la mochila. Antes de vestirse olfateó la ropa que había estado llevando puesta desde que habían escapado. Arrugó el gesto con desagrado. Quizás deberían ir de compras pronto y cambiarla por otra nueva, esa ya apestaba. 

Aún así tuvo que ponérsela. Su intención era salir, comprar desayuno en alguna cafetería y traérselo a Mikey. Le hubiese gustado ir con él pero ahora que por fin estaba dormido le daba pena despertarle.

Y hubiese salido por la puerta de la habitación sin hacer ruido, pero una vocecita débil a su espalda le hizo detenerse. 

-¿A dónde vas? -Takemichi se dio la vuelta y se acercó a la cama con una sonrisa. Inclinándose dejó un dulce beso sobre sus labios y quedó apoyado sobre el colchón con sus codos. 

-Iba a por el desayuno.

-Dijiste que iríamos juntos -Mikey se restregaba los ojitos cansados con una mano. Bajo estos habían unas grandes y oscuras ojeras.

-Estabas dormido, no quise despertarte. De todas formas no tardaré, podemos desayunar aquí y salir después. Intenta descansar un poco más hasta que vuelva.

-No -Manjiro se puso nervioso con el movimiento de Takemichi y sus intenciones de alejarse. El más alto le miró con ligera sorpresa y Mikey tragó nervioso antes de continuar -. No, voy contigo -quiso incorporarse pero de nuevo la voz de Takemichi se hizo escuchar. 

-¿Estás seguro? No hace falta, Mikey.

-Déjalo, quiero ir contigo -se levantó sin más y sin intenciones reales de añadir otra cosa. Takemichi no pudo decir nada más, se dedicó a contemplar a su novio vestirse con la misma ropa del día anterior en silencio. Aunque ninguno quería expresarlo con palabras, era evidente la sincera preocupación de Mikey a que Takemichi saliera solo. 

Le daba miedo dejarle ir por sí mismo a la calle, le daba pánico no tenerlo en su campo de visión, le daba angustia pensar que estaba en un sitio alejado de él, sin saber con quién o qué estaba a su alrededor que pudiera ponerle en peligro. Y esa angustia no podía ser frenada ni siquiera por el cansancio extremo que sentía, por el dolor intenso de cabeza y por la ansiedad que sufría también.

Una vez vestidos salieron a la calle y el frío allí no era tan intenso como en Tokio. Mikey tomó la mano de Takemichi directamente y sin preguntar, y ambos empezaron a caminar entre las personas que parecían ir de un lado para el otro la mayoría en solitario. Mikey miraba a todas con los ojos abiertos, esquivaba más de lo necesario, como si temiese el simple hecho de estar cerca de alguien y que ese alguien pudiese rozarle. Mucho más alerta que hace unos días. 

Takemichi notó eso al momento y quiso iniciar una conversación con la intención de relajarle.

-¿Qué te apetece deayunar? -preguntó con una dulce sonrisa. Mikey le miró y tardó en contestar, ¿Cómo decirle que en realidad no tenía nada de hambre?

-Me da igual -dijo bajito. Una persona pasó por su lado chocándole el hombro a penas un poco lo que le obligó a dar un exagerado respingo. Su respiración se aceleró y miró con pánico al otro chico que ni siquiera se había percatado de lo que había pasado.

-Hey -Takemichi tiró de su brazo llamando de nuevo su atención y cuando Mikey le miró, con la carita llena de angustia y ansiedad, le dedicó una sonrisa calmada y una mirada tranquila -. No pasa nada, Mikey, relájate, te prometo que si hay algo o alguien fuera de lo normal te avisaré. Estoy contigo.

-No, solo... Estoy bien -se rascó la nuca con nerviosismo y apartó la mirada. 

-No lo estás y está bien no estarlo -lo acercó un poco a él y con ese gesto Mikey tuvo que volver a mirarlo. Suspiró con profundidad cuando los cálidos ojos de Takemichi le devolvieron la mirada con ternura -, pero para eso estoy aquí, para ayudarte. Ahora vamos a ir a tomarnos un delicioso café con un pastelito, estoy seguro de que te hará olvidarte de todo lo malo un ratito, ¿Sí? -Manjiro asintió despacio y se sintió mejor al sentir la suavidad de los labios del más alto dejando un besito en su mejilla. 

Caminaron un rato más hasta dar con una cafetería ciertamente adorable. El escaparate contenía todo tipo de dulces, desde galletas de todas las formas y tamaños, con toppings que se veían deliciosos hasta pasteles y tartas de todos los colores. A Takemichi le rugieron las tripas, a Mikey se le revolvieron. 

Entraron y pidieron dos cafés y dos porciones de pastel, una de limón y otra de chocolate. Habían pasado cinco minutos y Mikey solo había bebido de su taza, nada más, así que Takemichi se vio en la obligación de insistir sutilmente. Sabía que no comía nada desde ayer.

-Joder, están deliciosos -suspiró haciéndose el desentendido y captando de nuevo la mirada de su novio -, seguramente sean los mejores bizcochos que he probado en mi vida, por Dios, si tuviese estómago suficiente le pediría cinco más -la mirada curiosa de Manjiro descendió a los pasteles y sí, la verdad es que se veían deliciosos. Los miró unos segundos, apretó los labios y soltó aire por la nariz. La curiosidad pudo con él y lentamente cogió su tenedor, pinchó un trocito pequeño y se lo llevó a la boca. Takemichi no pudo evitar sonreír satisfecho -. ¿Y? ¿Qué opinas? -Manjiro le miró de vuelta y sonrió muy pequeño. 

-Está rico.

No comió mucho, pero Takemichi tuvo que agradecer que por lo menos había tomado unos cuantos bocados.

Salieron de la cafetería y tomaron rumbo por calles desconocidas y muy transitadas, evitando siempre las callejuelas y zonas menos comerciales. La muchedumbre, aunque incomodaba a Manjiro y lo ponía en alerta constante, tranquilizaba las malas sensaciones del más alto. Takemichi sabía que en realidad estaban más seguros alrededor de mucha gente donde podían esconderse entre tantas cabezas y donde los criminales pudiesen actuar con menos evidencia y eficacia. 

Entraron a una tienda de electrónica y compraron un MP3 y unos auriculares. Eran de cable pero no era nada que les disgustase. ¿Tener que pegarse el uno al otro para escuchar música? Fascinante. Ni siquiera sabían qué música escucharían, al ser una tienda de segunda mano Takemichi le preguntó al dependiente si por casualidad guardaba la tarjeta de memoria de alguno de los MP3 que les habían llegado. Por suerte guardaba un par y a ellos les dio una gratis. 

Salieron de la tienda y lo siguiente que quiso hacer Takemichi fue comprar ropa. Por suerte la calle en la que estaban parecía ser una de las principales y estaba hasta arriba de tiendas. Compraron un nuevo atuendo -pantalones de chándal y sudaderas-, se lo pusieron en los probadores y tiraron la ropa usada a la basura. 

Takemichi se sentía bien, ya no olía a mierda. 

-Michi, déjame la mochila -Takemichi detuvo sus pasos con la suave petición del otro. Confundido descolgó la mochila de sus hombros y se la tendió. La pistola ahora la guardaba en la parte trasera de su pantalón así que Mikey no tenía por qué toparse con ella. 

-¿Qué necesitas? -Mikey rebuscó entre las cosas durante unos segundos, en los bolsillos exteriores y en el grande. Suspiró largo y tendido cuando pareció no encontrar lo que buscaba. 

-Pensé que las había metido. 

-¿El qué? -Mikey le devolvió la mochila. En su expresión estaba pintada una mueca de disgusto e incomodidad. 

-Me duele la cabeza -en realidad sentía que le iba a estallar pero tampoco quería preocuparle tanto. Takemichi se acercó a él un paso y puso una de sus manos sobre su frente.

-No parece que tengas fiebre, vayamos a una farmacia y compramos, ¿Vale?

Por suerte no tuvieron que caminar mucho para encontrar una. Mikey esperó fuera mientras Takemichi pasaba a preguntar. La incomodidad que sintió entonces fue demasiado grande pero aún así decidió esperarle fuera. Observó a su alrededor y de nuevo la ansiedad se apretujó contra su pecho. Había demasiada gente a su alrededor, todos con prisa, hablando por teléfono o escuchando música con auriculares. Solitarios y aburridos. Llevando la vida que a Mikey le hubiese gustado llevar. 

¿Irían a trabajar? ¿A clase? ¿Irían a ver a algún amigo? Él solía hacer eso con Emma. Les gustaba ir de compras al salir de sus clases de ballet. Se pasaban horas yendo de un lado para el otro, comiendo comida chatarra y charlando de mil y una cosas banales. Esa gente estaba viviendo su sueño. Y ahora jamás podría tener eso de nuevo. Ahora tenía las manos manchadas de sangre, era un asesino, por mucho que volviese a vivir en su apartamento de Tokio ese hecho no cambiaría nunca. 

Tampoco creía poder volver a vivir allí de nuevo. ¿Entonces esa sería su vida a partir de ahora? ¿Había arrastrado a Takemichi a la peor vida que pudiese tener? La ansiedad quedó atrapada en un denso nudo en su garganta. Tragó con profundidad y su respiración se volvió más pesada. Cerró los ojos e intentó dejar de escuchar las voces a su alrededor, lo motores de los coches arrancando y las pisadas de la gente a su alrededor. Le dolía muchísimo la cabeza, sentía que explotaría en cualquier momento, las tripas se le revolvieron más de la cuenta. Un minuto más y vomitaría. Un sonido más y se desmayaría. Un...

-Aquí tienes, siento haber tardado, habían dos personas delante de mí -abrió los ojos de nuevo al escuchar la voz de Takemichi a su lado. Una cajita con pastillas estaba tendida frente a él y en la otra mano sujetaba una botella de agua. Tomó ambas cosas y sonrió en agradecimiento.

-Gracias.

-No hay de qué, tómatelas, seguro que estarás mejor en un rato -Mikey se metió una a la boca y se la tragó con ayuda del agua. Volvió a suspirar. Takemichi guardó ambas cosas en la mochila y se la colgó al hombro de nuevo. 

-¿Qué hacemos ahora?

-Bueno... Tenemos nuestro MP3, tenemos ropa nueva y las tripas llenas con el desayuno. Podemos pasar por un supermercado, comprar algo para cenar y quedarnos el resto del día en el hotel. Pagaremos una noche más. Seguro que echan una buena película esta noche. 

Mikey sonrió y asintió. De verdad, no sabía qué haría sin Takemichi allí con él. Sinceramente, lo más seguro es que se hubiese lanzado a morir al río o estaría tirado en una esquina esperando la muerte, deprimido y desesperado, pero Takemichi estaba tirando de las riendas y haciendo todo lo que él no podía por los dos. Esperaba poder agradecérselo más adelante. 

Caminaron tomados de la mano. La música del MP3 se reproducía en los auriculares que compartían. Takemichi tarareaba las canciones ochenteras que sonaban unas detrás de otras. Al final terminó siendo una buena compra. Takemichi seguía el ritmo de 'Im Still Standing' de Elton John con movimientos algo vergonzosos a veces. Mikey le miraba de reojo y reía tiernamente con cada gesto y expresión graciosa que su novio hacía con el ritmo de la canción, bailando ligeramente y tarareándola mientras ignoraba las miradas de la gente a su alrededor. Todo lo que le importaba era seguir sacándole esas bonitas sonrisas a su pareja. 

De soslayo se dio cuenta de que había una pequeña tiendecita de flores a unos metros. Una brillante idea cruzó su mente de repente. 

-Espera aquí -Mikey le miró entre sonriente y curioso mientras Takemichi se alejó dando brincos. Su auricular quedó colgando y Manjiro siguió escuchando la canción terminar por el suyo. 

De lejos le vio decirle cosas a la ancianita dueña de la tienda. No le hizo falta entrar, desde fuera habían cajas con racimos y flores de todos los tipos y colores. Mikey le esperó con una bonita sonrisa en los labios. Por primera vez en el día se había olvidado de sus preocupaciones y sus problemas y lo único para lo que tenía ojos era para su novio comprando una bonito lirio amarillo.

Le pagó a la mujer y desde lejos señaló a Mikey. La ancianita le miró y le saludó con una sonrisa a lo que Mikey no pudo evitar corresponder con las mejillas coloradas por la vergüenza. Ya podía imaginarse la voz de Takemichi diciendo 'Sí, es para ese chico de allí, es mi novio'.

Y ese momento tranquilo, ese momento que solo desprendía paz y armonía, alejó todas las alertas que pudiesen haberles avisado de algo extraño. Takemichi le miró desde lejos, sonriente, sin avanzar hacia él aún y sin percatarse de nada fuera de lo usual. 

Pero entonces la sonrisa de Mikey desapareció cuando captó algo raro, algo diferente. Y su corazón latió con fuerza cuando una furgoneta negra derrapó con violencia a un lado de la acera, justo a la altura de Takemichi. Tras su novio apareció alguien con el rostro cubierto y en lo que dura un parpadeo puso la mano con un trapo blanco sobre el rostro de Takemichi.

-¡Takemichi! -el lirio cayó al suelo, una nueva canción comenzó en su auricular y Takemichi fue lanzado al interior de la furgoneta. Mikey se precipitó hacia delante pero alguien le agarró desde atrás, puso un trapo con una aroma muy intenso sobre su nariz y boca y él también fue lanzado al interior de una furgoneta diferente. 

Y todo sucedió a plena luz del día, frente a decenas de personas que quedaron perplejas y en cuestión de no más de diez segundos. 

Ambos fueron forzados a la absoluta inconsciencia. 

Todo a su alrededor estaba completamente negro. Le dolía la cabeza y sentía náuseas. Sentía su cuerpo rígido y dolorido sobre una superficie dura y fría. Se removió un poco y gruñó con incomodidad. Arrugó el ceño y antes de abrir los ojos se palpó la cabeza, encontrando un poco de satisfacción en el contraste entre la piel de su frente y su mano fría. 

Fue entonces cuando Takemichi recordó todo de repente. El aroma intenso del trapo con el que cubrieron su nariz y boca llegó de inmediato a sus recuerdos, casi como si fuese capaz de olerlo de nuevo. Sus ojos se abrieron de par en par y en un rápido movimiento se incorporó. Con la respiración acelerada y los latidos de su corazón bombeando frenéticamente dentro de su pecho observó alrededor con un único pensamiento en mente.

-¡Mikey! -barrió la habitación con la vista desesperado, los recuerdos de lo que había pasado no sabía hace cuánto tiempo abordaban sus recuerdos como tsunamis constantes unos tras otros. Y para su confortable sorpresa Mikey apareció a su lado, agachándose y portando una expresión demasiado tranquila para estar en la situación en la que estaban. 

-Tranquilo, estoy aquí -su voz era suave y calmada. La mano de Mikey le acarició el hombro con tacto y una diminuta sonrisa apareció en sus labios con el propósito de calmarle a él también. 

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos? -Takemichi volvió a mirar a su alrededor. La habitación era espaciosa, con suelo de cemento y paredes que parecían del mismo material. Una diminuta ventana en lo alto de la pared era lo único que les conectaba vagamente con el exterior. Y a parte de un par de sillas de plástico en esa habitación no había nada más. 

Mierda, estaban secuestrados. 

Pero, ¿Por qué? ¿No les querían muertos? ¿Por qué no deshacerse de ellos nada más verlos? Nada tenía sentido. Se puso de pie de un salto y la cabeza le dio vueltas al hacerlo. Acababa de despertar y no podía ser tan brusco pero le resultaba imposible no serlo.

-Cuidado, no te levantes tan rápido -Mikey siguió sus movimientos con preocupación, alzando los brazos hacia su novio con miedo a que cayese. Pero Takemichi no escuchó, en su lugar se acercó a grandes zancadas a la única puerta que les conectaba con la libertad. Era de metal y estaba cerrada con llave. Intentó tirar del pomo pero fue inútil. 

-Mierda, ¿Has intentado abrirla? ¿Cuánto rato llevas despierto? -caminó entonces pegado a la pared, buscando algo, cualquier cosa que sirviese para sacarlos de allí. Sus pasos lo llevaron hasta la ventana y desde su baja altura la contempló con el ceño fruncido. 

-Solo unos diez minutos más que tú, oye, Takemichi...

-Tiene que haber un modo de salir de aquí.

-Takemichi -pero Takemichi lo ignoraba. Acelerado se acercó a una de las sillas y con brusquedad la elevó y la llevó bajo la ventana. Se subió encima y levantó los brazos. Seguía sin alcanzar la ventana. Gruñó con frustración -. Oye...

-Ven, te ayudaré a llegar a ella.

-¿Quieres hacer el favor de escucharme?

-¡No hay tiempo! ¿Acaso quieres que nos maten? Tenemos que...

-¡Takemichi! -el grito agudo de Mikey retumbó en las paredes y Takemichi sintió que el corazón se le salía por la boca. Mierda, podrían haberle escuchado perfectamente. Tragó saliva con profundidad, quiso hablar pero Manjiro se le adelantó -. Tranquilízate, no van a matarnos. 

-¿Cómo sabes eso? -preguntó con nerviosismo. Una gotita de sudor ansiosa descendió por su sien. No quería mostrarlo del todo pero estaba acojonado, ya todo en la vida le asustaba y si encima habían sido secuestrados su situación mental empeoraba.

El largo y cansado suspiro de Mikey llegó a sus oídos con demasiada claridad. Apartó la vista al suelo un segundo y jugó con el bajo de su sudadera entre sus manos. Pasado ese breve momento volvió a alzar la mirada a Takemichi que esperaba a que continuase impaciente, aún subido sobre la silla de plástico y apoyado en la pared. 

-Porque son mis hermanos -terminó por decir y esas cuatro palabras bastaron para que el calor volviera a apoderarse de los sentidos de Takemichi, recuperándolos poco a poco y mareándose ligeramente en el proceso. Dejó escapar todo el aire contenido por su nariz y sus piernas flaquearon hasta dejarle caer lentamente y apoyar el trasero en la silla. Quedó sentado y apoyado en la pared. Cerró los ojos y tras llevar la cabeza hacia atrás suspiró. 

-Mierda, joder... Menos mal... -susurró. 

Jamás en la vida hubiese pensado que se alegraría tanto de haber sido secuestrado. 

Escuchó unos pasitos acercarse a él y abrió los ojos para encontrarse a Mikey a su lado. El más bajito tomó asiento en el suelo pegado a su silla. Abrazó sus rodillas y apoyó la barbilla en estas. El silencio no parecía tener intenciones de ser roto por lo que se vio en la obligación de tomar la palabra.

-¿Cómo has sabido que son ellos?

-Sanzu estaba aquí cuando desperté -murmuró. Su voz se percibía distante y ciertamente disgustada. Era evidente que Manjiro no se alegraría de verse forzado a estar con ellos de nuevo, pero ya lo haría Takemichi por él en su lugar. Por lo menos ahora estaban seguros, dentro de sus bizarras circunstancias -. Dijo que iría a buscarlos. 

Fue entonces cuando Takemichi cayó en cuenta de algo. Su ceño se frunció al instante y el enojo trepó por su pecho hasta embriagar todos sus sentidos. 

-¿Y era necesario darnos este tremendo susto? -soltó con brusquedad -, ¿No era más fácil llegar a nosotros como personas civilizadas? Casi me da un puto infarto.

-Si lo hemos hecho así es porque sabemos perfectamente que Manjiro no habría querido venir con nosotros por su propio pie -esa voz apareció de repente. Ni siquiera había escuchado el sonido de la puerta abrirse pero cuando su cabeza se giró hacia esta se encontró allí mismo a Shinichiro Sano. Con una expresión tranquila, un traje negro que sacaba a relucir cada centímetro de su bonito cuerpo y una pistola enganchada en la cintura. 

Mikey contempló a su hermano con tanta seriedad y enfado que, si las miradas matasen, Shinichiro estaría a veinte metros bajo tierra. Takemichi lo hacía con sorpresa y cierto nerviosismo. Ese de ahí era el hermano de Mikey, sí, pero no dejaba de ser un peligroso criminal armado. El ambiente se había tornado denso de repente, incómodo y angustioso, y antes de que nadie más pudiese, o quisiera, tomar la palabra, el mayor la tomó de nuevo antes que ellos.

-Pero antes de entrar en detalles dejadme pediros disculpas por eso y, por supuesto, daros la bienvenida a Bonten.  

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