Capitulo 14

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El motel dejaba mucho que desear, a quién iba a engañar.

La habitación que habían alquilado para esa noche era diminuta, tan solo tenía una cama que supuestamente era doble, un escritorio de madera algo desgastado, un pequeño armario de dos puertas y el baño justo al lado de la puerta. Aunque no habían perdido el tiempo en husmearlo todo, la verdad. Cerraron la puerta sin molestarse en ponerle el pestillo y ahora, Mikey estaba tumbado de espaldas sobre la cama con Takemichi sobre él devorando sus labios como si fuesen el manjar más exquisito del planeta.

Se había permitido colar las manos bajo su camiseta y explorar con ellas toda la extensión de su piel. Con delicadeza y acariciando con la yema de sus dedos los pequeños relieves de sus cicatrices. Quisiera haber gruñido por eso, no le gustaba que Takemichi hubiera sufrido en el pasado hasta tal punto, pero no le fue posible porque aún seguía teniendo unos labios sobre los suyos.

-¿No crees que deberíamos dormir? -preguntó separándose tortuosamente de sus labios. Mikey sonreía pero Takemichi le miró con el ceño fruncido.

-¿Te crees que es dormir mi objetivo ahora mismo? -Mikey rio bajito.

-Debería obligarte a ello como castigo.

-Ahora me dirás que no lo has disfrutado -inquirió alzando una ceja juguetona y rozando sus labios mientras hablaba. Manjiro fingió pensarlo un momento solo para sacarle un poquito de quicio. Sus manos aún acariciaban el abdomen bajo su camiseta, no quería apartarlas de ahí.

-¿El qué? ¿Correrme delante de un montón de personas? -Takemichi torció la cabeza esperando una respuesta a una pregunta que él no había realizado. Mikey se encogió de hombros y muy poco a poco las caricias bajo la camiseta descendieron hasta palpar con la yema de sus dedos la piel bajo el cordón que ajustaba su pantalón. Takemichi suspiró, impaciente por los acontecimientos -. Bueno, diría que ha sido una experiencia... interesante.

-¿Solo interesante? -preguntó con una ceja alzada. Se mantenía con sus dos manos apoyadas a cada lado de su cabeza evitando dejarse caer por completo, inmóvil, atento a los movimientos que Mikey estuviera dispuesto a hacer. Sentía mucha presión bajo el pantalón, había estado ahí desde antes de que el autobús realizara su primera parada. Una presión que esperaba impaciente por un poquito de atención carnal -, tus expresiones me decían que estaba siendo mucho más que interesante.

Mikey solo sonrió ampliamente mientras metía la mano dentro del pantalón de una vez. Acarició el bulto de Takemichi por encima de los calzoncillos. Lentamente. Tan lentamente que estaba comenzando a desesperarlo. Takemichi se mordió el labio e intentó concentrarse para no mover su cadera de atrás hacia delante para acelerar los tortuosos movimientos de su muñeca.

¿Pero qué respondería Mikey a esa pregunta? ¿Que había sido la mejor paja de toda su vida? No por estar jodidamente bien hecha, que también, sino por la morbosa situación en la que había sido llevaba a cabo. Quién le iba a decir a él hacía un tiempo que acabaría disfrutando de una buena masturbación en la parte trasera de un autobús público. Había odiado con todas sus fuerzas tener que contener sus gemidos pero al mismo tiempo lo había disfrutado como un maldito perro en celo.

-Mis expresiones no mentían entonces -dijo al final y Takemichi soltó un gemido cuando Mikey apretó la mano sobre el bulto, deteniendo sus movimientos y ajustando la mano a ese tamaño que crecía aún más de ser posible -, ¿me dejarás compensártelo ahora?

Sin pronunciar respuesta Takemichi se incorporó y prácticamente se arrancó a si mismo la camiseta dejando su torso desnudo. Mikey se mordió el labio disfrutando de la vista, habiendo tenido que sacar la mano de su pantalón por la distancia. Entonces Takemichi volvió a acercarse y con violencia, y también un poco de ayuda de su parte, le arrancó de igual forma la camiseta al más bajito.

Manjiro suspiró por el aire frío a su alrededor. Ese motel barato no parecía tener calefacción, las habitaciones estaban heladas, pero la cercanía de la piel contraria sobre la suya le hizo regocijarse de gusto.

Takemichi presionó entonces sus labios en su cuello, chupando y absorbiendo con fuerza. Mikey gimió y enredó los pelos de su cabello negro entre sus dedos, tirando de este cada vez que sentía los dientes ajenos hincándose en su nívea piel. Poco a poco un creciente bulto volvía a formarse en sus calzoncillos. Quiso bajar las manos por los costados de Takemichi para acariciarle, tocarle, sentirle, pero el otro no parecía tener las mismas intenciones que él.

Un fuerte agarre se afianzó en sus muñecas y con una de sus manos Takemichi las llevó sobre su cabeza.

-Has dicho que ahora ibas a compensármelo -comentó clavando su azulada mirada en la suya, con sus pupilas dilatadas y los iris brillantes de excitación.

-Es lo que pretendo si me dejas -el agarre en sus muñecas creció y eso le hizo suspirar, no de dolor pero sí de incomodidad. Takemichi le miró con advertencia, con una mirada tan profunda, intensa y lujuriosa que le hizo sentir su miembro tan duro que podría atravesar la tela de su pantalón.

-Si quieres compensármelo como me merezco obedéceme.

-Vaya, no conocía esa faceta tan dominante tuya, Takemichi -soltó con el rostro enrojecido por la excitación. La sonrisa que Takemichi le dedicó no hizo otra cosa que ponerle los pelos de punta. El chico volvió a acercarse a su piel sin perder su vista ni un segundo, besó su pecho lentamente y volvió a sonreír.

-Eso es porque nadie nunca la había despertado antes, hasta ahora -Mikey gimió cuando unos labios rodearon su pezón izquierdo. La humedad y el calor a su alrededor le hizo estremecer. Takemichi soltó sus muñecas pero Mikey apretó los puños sin mover las manos sobre su cabeza, intentando obedecer porque, a decir verdad, se merecía una recompensa. De igual modo tenía que admitir que ese lado oscuro de su pareja le estaba encendiendo la llama más ardiente que había sentido nunca en sus noches de sexo desenfrenado.

Es decir, le estaba poniendo muy cachondo.

Takemichi jugó con el piercing que rodeaba el pequeño botoncito de Mikey. Tirando de él con sus dientes sutilmente, absorbiendo y jugando con el otro con sus dedos. Manjiro se retorció mientras gimoteaba. Ya de por sí era muy sensible en esa parte y los piercings hacían de la experiencia mucho más excitante.

-Michi... -soltó dentro de un suspiro y Takemichi no creyó haber escuchado nada más hermoso que eso nunca. Sus besos continuaron descendiendo por su abdomen hasta llegar a sus pantalones. Con impaciencia los desabrochó y casi se los arrancó junto con sus calzoncillos dejando la evidente erección de Mikey al aire.

Se acomodó mejor sobre la cama, frente a su pene. Mikey lo miró y Takemichi se deleitó con esa imagen. Tenía la respiración acelerada por la excitación y los labios entre abiertos. Entonces y sin pensarlo mucho más, engulló toda la extensión de Mikey de una. El chico enarcó la espalda a la vez que soltaba un sonoro gemido. Sus manos descendieron hasta su pecho y se pellizcó a sí mismo, disfrutando del vaivén de los movimientos que Takemichi había empezado a acelerar en cuestión de dos segundos.

-No... No tan rápido, o sino... -se mordió el labio al sentir una oleada de calor ardiente en todo su cuerpo. Apretó los dedos de sus pies, cerró los ojos con fuerza y llevó una de sus manos a los cabellos negros de Takemichi apretándolos, tirando de ellos, obligándole a ir incluso más rápido y profundo que anteriormente.

Takemichi jugó con toda la extensión dentro de su boca, llegando hasta su garganta, soltando alguna arcada de vez en cuando, dejando que la saliva se deslizara de entre sus labios y empapara las sábanas de la cama. Jugó con la punta de su pene utilizando su lengua, sus dientes, y de vez en cuando alzaba la cabeza para observar las expresiones de Mikey. Tan exquisitas y deliciosas como el propio placer que se estaba otorgando a él mismo con su mano libre dentro del pantalón, acariciando su erección de nuevo sobre sus pantalones.

Su otra mano se clavaba en el blanco muslo de Mikey, enterrando los dedos en su piel para apartar la pierna y dejarle espacio. Mikey chilló y lagrimeó un poco cuando sintió que estaba cerca de acabar.

-¡Sigue, sigue! -pidió y tiró de uno de sus piercings con su mano, estimulándose a él mismo.

Entonces sucedió algo que no se esperaba. Takemichi paró de repente Mikey tuvo que parpadear confundido cuando dejó de sentir el calor húmedo y característico que había rodeado su erección los últimos minutos.

No pudo preguntar, a penas le dio tiempo, Takemichi le había agarrado por detrás de las rodillas obligándole a alzar las piernas y llevando las rodillas a la altura de su pecho, dejando su trasero expuesto al aire y sus glúteos ligeramente separados. Las mejillas se le pusieron rojas al instante por aquella posición tan humillante.

-¿Qué hac...? -sin poder terminar la pregunta sus manos se aferraron con fuerza a las sábanas cuando sintió de nuevo una ardiente humedad acariciar los anillos de su ano. Giró el rostro a un lado con la boca entre abierta y los ojos medio cerrados. Entre ellos pudo mirar hacia la ventana y las cortinas no estaban cerradas del todo. Cualquiera que pasara frente a la habitación tendría porno gratuito y en vivo.

¿Le importaba eso? En absoluto, más bien le excitaba. Y le excitó tanto que incluso se permitió gemir más fuerte cuando la lengua de Takemichi ingresó dentro de él, acariciando sus paredes internas con tanta suavidad que incluso con esa acción tan lasciva se sentía amado.

Esa fue la primera vez que le hacían un beso de ese estilo, ni siquiera sabía de dónde había sacado la idea Takemichi, pero era algo tan íntimo y especial que incluso sabiendo de su existencia nunca hubiera dejado a cualquiera realizarle algo así. Pero con Takemichi no se planteó la idea de quejarse ni un solo instante. Es más, lo disfrutó tanto que llegó a correrse. Tan fuerte y tan caudaloso que gritó con fuerza en el proceso, con lágrimas de gusto acumuladas en las cuencas de sus ojos.

Joder, qué putamente bien se sentía eso.

-¿Ya te has cansado? -preguntó Hanagaki juguetonamente mientras se quitaba sus propios pantalones y calzoncillos.

Mikey había dejado caer las piernas sobre la cama a peso de plomo. Se sentía tan pesado que se creía capaz de ser absorbido por el colchón. Su respiración era acelerada y su mirada estaba clavada en la de Takemichi. Sonrió vagamente con la pregunta.

-Podría seguir toda la noche, solo necesito recuperar el aliento -dijo y Takemichi rio.

Una vez completamente desnudo se acercó a él y volvió a besar sus labios. Esta vez mucho más dulce, con más tranquilidad. Saboreando esa rosada piel a la que se creía adicto. Acarició sus mechones en el proceso y Manjiro también se deleitó con los contrarios, tomándolo de la nuca para acercarlo más. Fueron unos minutos tranquilos en los que tan solo se besaron, se tocaron, se acariciaron y disfrutaron el uno del otro, tomando de nuevo la fuerza necesaria para continuar porque ambos lo necesitaban; sentirse mucho más profundo mutuamente.

-Eso espero, esta vez quiero ser yo quien te pruebe -susurró Takemichi contra su piel.

-¿Probarme? -preguntó alzando una ceja -, ¿probarme en qué sentido?

-Sentir lo que tú sentiste cuando estuviste dentro de mí -lentamente se situó entre sus piernas, esas que Mikey ya había abierto tan sumisamente, masturbándose a sí mismo solo lo necesario para terminar de prepararse por completo. Mikey abrió los labios cuando sintió el pene de Takemichi rozar su ano -, y quiero que tú sientas lo que sentí yo -poco a poco fue adentrándose en él. Tan lentamente que Mikey fue capaz de disfrutar de ese proceso, de cómo se iba abriendo paso a paso, sintiéndole llegar hasta el fondo de una forma exquisita. Abrió la boca y gimió muy bajo, sonriendo cuando Takemichi devoró sus mejillas con dulces besos cargados de afecto -, y que solo pienses en mí mientras tanto -finalmente llegó hasta el fondo, clavándose tan profundo que el suspiro de Manjiro quedó perdido en el ambiente.

-Eres lo único en lo que estoy pensando ahora mismo -dijo con dificultad pues Takemichi había vuelto a alejarse, pensó que saldría de él de nuevo justo cuando en un rápido y directo movimiento volvió a clavarse en él. Ambos gimieron de gusto.

-Y tú eres lo único en lo que estoy pensando también -habló contra su rostro, empañando la piel de Manjiro, haciendo que el vaho del frío chocara contra su mejilla. Mikey elevó los brazos y clavó las uñas en su espalda cuando los movimientos aumentaron la velocidad.

Takemichi hundió el rostro en el hueco de su cuello y respiró el aroma de su perfume y su sudor entre mezclados de una forma cautivadora. Se embriagó de su aroma y besó las marcas que él mismo había dejado en su piel mientras había estado devorando su cuello. Mikey puso su voz en un grito cuando los movimientos terminaron por rozar su punto dulce, tan certero que los pelos se le pusieron en punta. Takemichi gimió también al sentirle apretar su pene con fuerza. Fue tan placentero que le mordió el hombro para descargar la adrenalina.

-Me encanta... Más rápido... -la orden no se hizo esperar. Takemichi se separó lo suficiente para apoyarse sobre los codos y empezar a bombear con mucha más fuerza y rapidez. Manjiro no dejó de aplastar su espalda con sus manos, hincando las uñas y probablemente dejándole marcas en la piel. Gritó, gritó alto de puro gusto y dejó caer la cabeza hacia atrás.

En sus ojos seguía acumulándose lagrimitas de placer, se mordió los labios tan solo para dejar de gritar tan alto. Las penetraciones eran tan rápidas y tan certeras que quiso quedarse infinitamente en ese instante. El instante en que lo único que percibía a su alrededor era bueno. El instante en que nada que no fuera Takemichi y aquello que compartían el uno con el otro era lo único presente en el mundo. Su mundo. Ese en el que quería permanecer para siempre.

La habitación había aumentado la temperatura únicamente por la de sus cuerpos. El sudor perlaba sus pieles y los gemidos eran casi melodiosos. La cama rebotó con fuerza contra la pared, que hubiera alguien en la habitación de al lado no pareció importarles. Mikey se sentía cerca de nuevo y Takemichi podía jurar que sentía lo mismo.

No había nada como sentir la calidez de Manjiro rodearle, apretarle, empaparle. Tanto placer debería estar prohibido.

-Mikey...

-¡Michi! ¡Estoy... estoy casi! -puso los ojos en blanco en el instante en que sintió una corriente eléctrica trepar por todo su cuerpo. De nuevo no le hizo falta masturbarse, lo único que necesitó fue la estimulación de Takemichi en su maravilloso punto dulce, una y otra vez y entonces se corrió. En largas e intensas tiras que le hizo arquear la espalda sacando a relucir aún más sus dos preciosos y brillantes piercings frente al rostro de Takemichi.

Y Hanagaki no supo si fue por su propio placer o por poder apreciar de nuevo el rostro contraído de Manjiro pero se corrió también, quizás fue una mezcla de ambas. Pero gimió profundo cuando el interior del más bajillo se llenó de su esencia. El orgasmo fue largo e intenso para ambos porque los movimientos no se detuvieron hasta haber terminado por completo.

Entonces, y con la respiración cogida en un puño, Takemichi se dejó caer sobre el otro sin siquiera molestarse en salir de él. Mikey soltó un agudo suspiro y dejó caer sus brazos a los lados, cansado.

Fueron unos largos minutos de silencio en los que lo único que se escuchaba era sus respiraciones en sincronía. Lentamente y para evitar quedarse dormido de esa forma, Mikey alzó un brazo y comenzó a peinar los cabello negros de su compañero. Takemichi frotó con gusto la mejilla sobre su pecho y sonrió.

-Hoy me has hecho correrme tres veces -comentó con un hilo de voz, agotado -, estarás contento.

-Podemos intentarlo una cuarta, si quieres -alzó la cabeza un poquito y le miró. Mikey puso los ojos en blanco e intentó resistirse pero cuando Takemichi volvió a besarlo no pudo hacerlo. ¿Cómo hacerlo?

Así que terminaron haciéndose el amor el uno al otro durante casi toda la noche.

A penas consiguieron dormir mucho, quizás una o dos horas, y para cuando el sol comenzó a salir Mikey abrió los ojillos con pereza. Se estiró sobre la cama y soltó un pequeño quejido cuando un dolor agudo le trepó el trasero. Sí que habían sudo brutos esa noche, temía no poder levantarse apropiadamente de la cama.

Giró el cuerpo cuando escuchó una suave respiración a su espalda. Takemichi dormía con la cara pegada a la almohada, un hilito de saliva caía de su boca y hacía un charquito bajo su mejilla. Sonrió un poco al verle y alzó una mano para hacerle caricias en el brazo desnudo.

Fueron unos segundos así hasta que Takemichi se revolvió en sus sueños por las cosquillas. Abrió un ojo y a Mikey le causó gracia.

-¿Qué hora es? -preguntó somnoliento. Manjiro observó el reloj de la pared.

-A penas las seis -contestó y Takemichi soltó un profundo suspiro antes de volver a cerrar los ojos -, y el autobús se marcha a y media, más te vale levantarte ya si no quieres quedarte aquí abandonado.

-No se me ocurriría quejarme -sonrió sin molestarse en abrir los ojos.

-Te quedarías solo, yo sí tengo intenciones de montarme en ese autobús -con esa respuesta la sonrisa desapareció. Takemichi abrió los ojos en seguida y con dificultad se movió, trepando para quedar de nuevo sobre Mikey. El más majito tragó saliva recordando que bajo las sábanas ambos seguían desnudos y el roce que se estaba aproximando a su entrepierna no les permitiría coger el autobús a tiempo.

-No te dejaría -contestó juguetón. Mikey infló las mejillas intentando aguantarse una carcajada y con su dedo índice le tocó el párpado izquierdo.

-Abre los dos ojos si quieres mantener una conversación seria, por favor.

-Es que tengo sueño -soltó haciendo un puchero y dejándose caer de nuevo a un lado.

Mikey rio y se levantó. Él estaba bastante espabilado, no era la primera vez que dormía menos de tres horas. Al fin y al cabo llevaba años sin poder descansar bien por las pesadillas, y la verdad, tener sexo con Takemichi era mucho mejor que dormir, eso estaba claro.

Takemichi le observó atentamente desde la cama. Lo primero que contempló fueron las marcas en su cuello y no pudo evitar sonreír al verlas, tan bonitas porque las había hecho él. Después bajó a su pecho perfectamente decorado con los piercings. Intentó no reparar en la cicatriz de bala de su pecho, no le gustaba demasiado prestarle atención porque su imaginación era horrible y le dolía pensar en Mikey herido de esa forma junto al cadáver de su hermana. Así que continuó descendiendo por su cintura, sus delgadas y blancas piernas, deteniéndose más de la cuenta en esa parte íntima tan característica en los hombres. Cuando Mikey se dio cuenda de a dónde iba su mirada enarcó una ceja.

-¿Disfrutando de las vistas?

-Mucho -sonrió de lado y se irguió, sentándose cómodamente en la cama. Soltó un gemido cuando notó las agujetas en todo su cuerpo.

Manjiro se vistió con la misma ropa del día anterior. Le dio un poco de asco, suerte que al menos habían metido un puñado de calzoncillos limpios en la mochila. Tomó nota mentalmente de que deberían comprar ropa cuando llegaran a su primer destino.

Pero entonces recordó que no tenían ningún destino.

¿Qué diablos estaban haciendo?

-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Takemichi con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Parecía haberle leído la mente, habían pensado exactamente lo mismo en el mismo momento. Mikey torció el gesto y su propia vista se perdió a través de la ventana.

-No tengo ni idea -contempló la carretera frente al motel. Allí habían cuatro autobuses con destinos diferentes esperando a que los viajeros terminaran de subir. El suyo era el segundo en la fila y su conductor se fumaba un cigarro al lado del maletero abierto, algunas personas ya habían empezado a guardar las maletas en ese espacio.

-Deberíamos tener un plan, ¿no crees? -preguntó levantándose y comenzando a vestirse él también. Manjiro volvió a mirarle y de repente se sintió nervioso.

La realidad había vuelto a golpearle con fuerza. Estaban huyendo de asesinos profesionales, ¿cómo de seguro era eso? Sentía que podían morir en cualquier momento, los criminales de ese nivel eran expertos en rastrear a la gente, era cuestión de tiempo que los encontraran.

De repente sentía angustia, una muy fuerte instaurada en lo profundo de su pecho que no había podido sentir el día anterior a causa de la adrenalina. Ahora era cuando todo caía de repente en su cabeza, cuando comprendía lo terriblemente peligrosa que era su situación.

-Podrías llamar a tus hermanos -sugirió Takemichi con sutileza.

-¿Cómo dices?

-Para decirles que estás bien, seguramente estén preocupados.

-Se ve que no entiendes de esto, ¿eh? -comentó con una pequeña sonrisa en los labios. Takemichi le miró con duda, curioso por lo que diría a continuación -. Rastrearían la llamada, eso es lo primero que harían y a ellos les toma a penas unos segundos hacerlo.

-Bueno pero son tus...

-Quiero hacer esto solo, ¿sabes? -continuó acercándose a él, la serenidad protagonizaba su forma de mirar -, quiero poder cuidarme yo solo sin necesidad de pedirles ayuda.

-¿Seguro que no lo haces solo porque crees odiarlos? -inquirió y Mikey agachó la mirada al suelo. Sí, también era eso, pero no quería tener que decirlo en voz alta -. No sé, Mikey, todo esto se nos puede ir de las manos. Tú mismo lo has dicho, los mafiosos de ese nivel son otra historia.

-Para eso tenemos una pistola -dijo como si aquello pudiese solucionarlo todo. La mirada de Takemichi se suavizó tanto que casi parecía una de compasión.

-¿Y te crees capaz de usarla? -preguntó y Manjiro tragó saliva, dudoso -, ¿te crees capaz de matar a alguien a sangre fría?

-Si es para protegerte a ti no dudaría ni un segundo, eso lo tengo lo claro -habló con tanta seriedad que durante un momento se lo creyó. Takemichi parpadeó sorprendido y abrió la boca con la intención de decir algo pero se mantuvo callado.

El abrumador silencio que se había formado a su alrededor solo fue roto por el sonido del claxon de un autobús. Manjiro se separó de él para ponerse el abrigo y tomar la mochila del suelo. Takemichi le imitó en silencio y con las mejillas rojas.

No mentiría, era halagador que alguien dijera que mataría a cualquiera por él, pero al mismo tiempo le daba miedo. ¿De verdad deberían hacer algo así en algún punto? No lo tenía claro pero al mismo tiempo era evidente que los acontecimientos que se aproximaban serían difíciles para ambos, al fin y al cabo ya de por sí la situación en la que estaban era bizarra.

Con lo aburrida que había sido su vida siempre y ahora no era más que un prófugo de delincuentes asesinos.

Corrieron fuera de la habitación del motel y por suerte habían pagado la noche anterior. Manjiro entrelazó su mano con la de Takemichi para tirar de él hacia los autobuses mientras el más alto hurgaba en los bolsillos de su abrigo para encontrar los billetes.

Mientras hacían cola detrás de los viajeros de su mismo autobús, Mikey se puso a husmear las pantallas del resto de los autobuses para descubrir sus destinos por mera curiosidad. La mayoría eran localidades que no conocía, ni siquiera sabía si eso era norte o sur, pero entonces dio con uno que le llamó la atención. Leyó el destino varias veces y frunció el ceño. Ese nombre le sonaba de algo.

-Aquí, joder... -masculló Takemichi sacando por fin los billetes con su mano libre. Estaban algo arrugados -, esto pasa por tirar el abrigo anoche de mala forma, supongo que seguirán sirviendo -al levantar de nuevo la mirada se dio cuenta que había estado hablando solo. Mikey observaba algo con los ojos y la boca ligeramente abiertos.

Siguió con la suya su mirada y dio a parar a la pantalla del autobús que tenían justo al lado.

-Billetes por favor -era su turno. Takemichi alzó la mano para entregarle al conductor los billetes pero antes de que el hombre pudiera cogerlos Mikey tiró de la mano con la que agarraba a Takemichi y lo sacó de la fila.

-¡Mikey! -se quejó con la mano de los billetes aún en el aire -, ahora tendremos que esperar de nuevo la fila, ¿qué haces?

-¿Recuerdas que me has dicho que deberíamos tener un plan? -dijo de repente justo antes de mirarle. Takemichi vio en sus ojos un brillo característico que hacía varios días no veía. Asintió.

-Claro.

-Bueno, pues ahora lo tenemos -levantó una mano y señaló al autobús de al lado. Takemichi miró del vehículo al chico y así sucesivamente, sin comprender y con una clara interrogación en medio de su frente.

-¿Ah? -la sonrisa de Mikey era inmensa. Había recordado por qué le sonaba tanto el nombre de ese pueblo. Se sentía tonto por haberlo olvidado y ahora estaba muy feliz por haber encontrado un destino fijo.

¿Sería cosa del destino? No lo tenía claro pero le servía.

-Iremos a ver a un viejo amigo.

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