4.
Operación Triunfo se estrenó en España en 2001. Con el programa nació un fenómeno que se extendió rápidamente y, con ello, sucedió una de las rupturas más comentadas entre dos de sus participantes, dando lugar al icónico chándal grisáceo de Chenoa.
Milo y Marta se compraron una sudadera a juego que solo usaban para "dramas justificados por gilipollas" homenajeando a la cantante. Sin embargo, siendo honestos, no creen que le hiciese demasiada gracia seguir siendo un meme veinte años después.
Elisa se muerde las uñas observando su impoluto sofá beige. Tiene altas probabilidades de ser arruinado por la proximidad de la máscara de pestañas de Marta.
A su lado, Milo llora desconsoladamente rodeado de pañuelos de papel. Se suena la nariz con un ruido sonoro provocando que Gertrudis, como Marta y él apodaron a la vena de la frente de Elisa, se inflame.
Marta dice que podría ser la gemela perdida de Monica Geller de Friends. Es extremadamente meticulosa y organizada en todos los aspectos de su vida, lo que la ha llevado a ser una de las mejores en su campo. Una vez Xavi, su novio, cambió de lugar los cojines del sofá y, aquello se convirtió en una de sus peores peleas.
Con los dedos, Marta se limpia las gotas de cerveza de su barbilla. Acto seguido, se seca las manos en una de las mangas del chándal grisáceo.
—¿No preferís un vaso de agua fría? Que con este calor apetece. —dice Elisa—Y, encima es incolora, todo son ventajas.
Elisa se pregunta dónde estarán los posavasos que le regaló su madre. Con la mudanza, seguirán en alguna de las cajas de la cocina. Acababan de llegar al piso hace una semana y todo estaba patas arriba. Había prometido desembalar una caja por día, pero entre el trabajo y las visitas de sus amigos, le había sido imposible.
—Cuatro....Cuatro años de mi vida le he dedicado para que se tirara a media plantilla en mi casa. —dice Milo entre sollozos—Porque no os creáis que el señorito pagaba alquiler, no, no. Él vivía a cuerpo de rey.
—Yo pensaba que iba a ser una gran actriz. —continúa Marta—Que quizás sería la nueva voz de Jennifer Aniston y acabaría con los estigmas del rodaje y el puñetero intrusismo laboral. ¡Persigue tus sueños me decía Jon! Lo que no sabía es que iba a buscar los suyos sin mí. —vuelve a llorar dificultando que se la entienda al hablar—Ojalá un jaguar se lo coma lentamente empezando con el corazón, como él ha destrozado el mío.
—¿No crees que estás siendo un poco melodramática? El viaje es temporal y lo del rodaje, seguro saldrán más papeles—dice Elisa colocando un posavasos debajo del botellín de cerveza.
—Me ha dejado. Él no cree en las relaciones a distancia y yo tampoco. Además, he roto el contrato con la agencia.
—Marta, ¿pero en qué estabas pensando? Tardaste dos años en que te aceptaran.
—Ya lo sé, deja de gritarme. ¿No ves que estoy sensible? —dice inclinando la cabeza hacia atrás.
Elisa resopla llevándose una mano a la sien. No piensa volver a caer en el error de aconsejarle retomar la carrera como "comodín de la llamada". Su mejor amiga sigue creyendo que en el mundo artístico priorizarán a una actriz de doblaje con una gran formación a una amiga de un conocido del director de casting. Por no hablar del idiota de su por fin exnovio. Marta tan solo empezó a salir con él porque era el que más cabreaba a su madre.
—Debí haberle dejado la primera vez. —interviene Milo—Pero pensaba que había cambiado. Y era tan convincente. Besaba tan bien. Debí quemar su ropa.
—Lo siento cariño—dice Elisa sentándose a su lado. Acaricia su cabeza tratando de calmarlo.
—Pienso cortarle los huevos—añade Marta.
—Con un Milo en la cárcel basta. —dice Elisa—Piénsalo de esta forma, es mejor que te hayas dado cuenta ahora y no después de la boda. Que luego los papeles del divorcio son un jaleo.
—¡La boda! —se levanta de un salto—Doscientos invitados, vienen hasta mis primos del pueblo León. Pagué el banquete la semana pasada y los anillos. Encima me voy a arruinar por el subnormal.
—¿Y si buscas marido antes de la boda? Total, peor que Diego no lo vas a encontrar—bromea Elisa—No iba en serio.
—Bueno...
—¿Y si lo usas tú, Elisa? —pregunta Milo—Después de todo, no tardará mucho en declararse.
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, sois la pareja más estable que conozco y luego está lo de la joyería.
—¡Milo! —exclama Marta.
—¿Qué joyería?
—Heladería, quería decir heladería.
—Milo, desembucha—exige Elisa con los brazos en jarras.
—Está bien. Puede que Diego lo viese en una joyería de Serrano mirando el escaparate hace unos días.
—Hoy es el aniversario de nuestro primer beso.
—¿Tenéis un aniversario del primer beso? —pregunta Marta arrugando el entrecejo.
—Y de la primera vez que nos cogimos de la mano. ¿No hace un calor que te pasas? Necesito encontrar el ventilador.
Elisa se dirige a la encimera de la cocina. De una de las cajas, comienza a sacar libros y elementos de decoración.
—¿No era lo que querías? —pregunta Marta caminando hacia ella—Si quieres podemos quedarnos y grabarlo. Ni siquiera notaréis que estamos aquí.
—Como cuando el "micropene" se arrodilló—dice Milo con los ojos aún hinchados.
—Tengo el pelo fatal. —mueve la cabeza de lado a lado—De ninguna manera, haremos una sesión de fotos en el Retiro el fin de semana. Será la ocasión perfecta para sacar el vestido rojo.
—¿El del lazo? Te quedaría genial.
En ese instante, el trío escucha como se abre la puerta principal. Xavi, el novio de Elisa desde hace cuatro años, saluda al grupo con una sonrisa.
—Hola chicos, no sabía que ibais a venir hoy.
Deja el maletín de cuero en una de las banquetas junto a la encimera. Xavi trabajaba en una consultora desde que se mudó a Madrid el año pasado. Su relación dejó de ser a distancia desde entonces y, sin embargo, apenas se veían los fines de semana.
—Queríamos ver el piso, otra vez. Está genial. Muy moderno. Pero ya nos íbamos—dice Marta.
—¿Ah, sí? —pregunta Milo.
—Sí, teníamos esas entradas para esa película.
Marta le echa "la mirada" para hacerle comprender que es momento de volar si quieren que haya boda.
—Ah... sí, la de esa actriz muy famosa.
—Disfrutad de la noche, parejita.
Marta arrastra a Milo hasta la puerta y, antes de salir dedica una mirada de complicidad a su mejor amiga. Elisa se ríe disimuladamente.
—¿Están bien? —pregunta Xavi alzando la ceja.
—Han tenido un día... complejo. Pero ya está solucionado, creo—extiende los brazos hacia él—¡Feliz aniversario!
—Feliz aniversario.
Su novio pasa uno de sus brazos por su cintura y da un beso corto a Elisa. Ella posa sus manos en sus mejillas, adoraba que siempre estuviera tan suave y no fuera de esos que se afeitan de vez en cuando por pereza.
—Por cierto, esto es para ti.
Elisa abre los ojos viendo como la mano que había ocultado tras su espalda, le tiende una caja aterciopelada azul oscuro.
—Oh, Xavi. Dijimos que nada de regalos.
Con una sonrisa algo tímida, procede a abrir la caja. Sus manos tiemblan ligeramente y un abanico de pensamientos relacionados con los preparativos de su futura boda la invaden en apenas unos segundos. Pero al ver su interior, su expresión cambia. No es un anillo de pedida como ella esperaba, sino un collar con una silueta de un mapa.
—Es el mapa de Múnich. Lo vi y me recordó a ti.
—Wow. Es... impresionante. Es perfecto, gracias.
Elisa besa su mejilla y apoya la barbilla en su hombro rodeándole con los brazos. Su sonrisa se difumina hasta que Xavi se separa de ella.
—Voy a hacer la cena. O mejor la pido, ¿te apetece indio?
—Estupendo, voy a cambiarme.
Elisa desaparece por el pasillo. Recorre las paredes blancas y esquiva las cajas de cartón de camino. Deja atrás la habitación que se convertirá en su despacho y, al llegar al dormitorio principal, cierra la puerta.
¿Qué le hubiera gustado una proposición? Bueno, ha llorado en todas las bodas a las que han ido juntos y peleó por el ramo de la novia destrozando su manicura. Pero, no pasa nada. Acaban de firmar un contrato de alquiler, comparten el seguro de salud y una cuenta bancaria en común. Su relación va por buen camino, solo que a cámara lenta.
Apoya la espalda en la puerta y se desliza lentamente hasta sentarse en el suelo. Observa el colgante detenidamente. Es muy bonito, no cabe duda, pero quizás sea hora de hacer una intervención.
En ese instante, su teléfono vibra sobre la cómoda de la habitación, al igual que el de Marta y Milo en otra parte de la ciudad.
*****
Marta espera en la cola del supermercado sujetando dos tarrinas de helado de yogur y un par de bolsas de patatas fritas. Su plan de esta noche es atiborrarse frente a una película sangrienta de terror, o quizás se dedique a regalar por Wallapop todas las pertenencias de su novio que le pidió guardar hasta su vuelta en esa puñetera nota de mierda.
La pantalla de su teléfono se desbloquea ante la última notificación. Lee el mensaje sin entrar en el chat de grupo.
Sebas (19:15)
Hola chicos, cómo va todo?
Volvemos a Madrid la semana que viene!
Podéis tomar algo el jueves? Ya me decís :))
—¡Joder! —dice en voz alta.
Acapara la atención de los otros clientes, algunos molestos por el pequeño escándalo y otros "poniendo la oreja" para enterarse del chisme.
Marta, ajena a su entorno, lee el mensaje una y otra vez. Mira la foto de perfil repetidamente hasta autoconvencerse. Es él, definitivamente es él. Impulsivamente, apaga el teléfono y lo mete a la fuerza en su bolso.
Las mariposas en su estómago comienzan a revolotear y, no puede evitar que su corazón dé un vuelco al recordar a Sebas y su último verano en Madrid.
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