16.

En el interior del coche de Sebas, todos permanecen en silencio. Marta, con el ceño fruncido y las manos temblorosas, vuelve a marcar el número de Elisa una vez más. El silencio al otro lado solo incrementa ese tembleque en la pierna derecha. "Vamos, contesta..."  se repite a sí misma, pero no hay resultado.

Milo, que está sentado junto a ella, toma su mano y la aprieta suavemente seguido de un: "Seguro que está bien".

Sebas, al volante, sale del túnel de la Castellana, llegando a una de las zonas empresariales más conocidas de Madrid, a estas horas desierta. Una vez pasan el semáforo, el tráfico se disuelve. Apenas hay gente en las calles, Sebas imagina que, siendo jueves, todos estarán reunidos en algún bar de Nuevos Ministerios, como cuando estaban en la facultad. 

—Es aquí—dice Marta inclinándose hacia delante y señalando un edificio de oficinas.

Sebas echa un vistazo rápido a la calle, pone el intermitente señalizando hacia la derecha y estaciona el coche en doble fila.

—No parece que haya hueco... voy a dar otra vuelta. Os dejo aquí, llamadme si conseguís entrar.

Todos parecen estar de acuerdo. Marta se quita rápidamente el cinturón y sale del coche tras de Milo. Antes de bajar, suelta un "gracias" tímido a Sebas.

Mientras Sebas se aleja con el coche, Marta y Milo caminan junto a Amara hacia el portal iluminado del edificio.

—Hay un portero veinticuatro horas. Preguntamos si ha visto a Elisa y si no, volvemos a su casa a esperarla.—dice Marta avanzando con paso decidido hacia la entrada—¿Xavi te ha devuelto la llamada?

—No—responde Milo con el móvil en la mano—. Vuelvo a intentarlo.

—Sinceramente, esa relación no tiene futuro. Buscan cosas completamente diferentes. Es como si alguien que compra en Gucci se junta con alguien que compra ropa interior en... ¿Carrefour? Es de locos—comenta Amara con un tono despreocupado.

Milo trata de respirar tres veces antes de dar una contestación, pero ese tono de superioridad... siempre lo sacaba de quicio.

—Llevas mucho tiempo fuera como para saber eso, ¿no crees?—dice Milo deteniéndose. 

—Solo digo lo que veo.

—Ya, pues filtra un poco más—devuelve la vista a la pantalla de su teléfono—. Voy a volver a llamar a Xavi, a ver si hay suerte.

Cuando Milo se aleja, Amara resopla, como si su paciencia estuviera al límite.

—Cómo se pasa...—murmura.

—Sí que deberías filtrar, de vez en cuando. —advierte Marta sin poder evitar una nota de reproche en su voz—No es el momento.

—Lo digo por su bien.

Marta se detiene y la mira de reojo. Algo en su tono la irrita profundamente.

—Amara, apenas has sabido de Elisa estos últimos años. No conoces su relación.

—Él va a pasar dos semanas al mes en otro país, eso no va a funcionar. Por eso cuando a Sebas le dieron el trabajo en Barcelona, me fui con él. Eso es amor.

—Eso es inseguridad—sus palabras salen antes de que pueda frenarlas.

Ese comentario pilla desprevenida a Amara. ¿Cómo podía decir eso? No puede evitar fruncir el ceño, incapaz de ocultar su sorpresa.

—¿Qué?

—Vamos, Amara, conozco a tu familia. Que de repente le surgiese a Sebas un trabajo en una de las empresas que llevaba el amigo de tu hermano no fue casualidad.

—¿Qué insinúas? ¿Qué le enchufé en la empresa?

—Bueno, siempre consigues todo lo que quieres—dice cruzándose de brazos.

—Já, así que es eso. —Amara sonríe con desdén, como si de repente todo tuviera sentido—Sigues enamorada de él.

—¿Cómo dices?

—De Sebas. Lo estabas en la universidad y ahora que lo has dejado con ese hippie...

—¿Qué tiene que ver?

—Nunca has soportado que yo consiguiese estar con Sebas y tú no.

—Bueno... Es lo que me faltaba por oír. No veo a Milo—dice Marta tratando de cambiar de tema. Está a punto de llegar al límite, necesita a Milo, pero no consigue encontrarlo. ¿Dónde se ha metido?

—¿Acaso miento?—insiste Amara. Da un paso más hacia ella, como si quisiera acorralarla.

—No voy a entrar en eso.

—Así que me das la razón. Elisa me lo advirtió. No debí pedirte que fueses mi dama de honor.

—¿Pero de qué hablas?—alza la voz—Amara, eso fue hace años, ya no estoy...

—Oye, no pasa nada, lo entiendo. Es encantador. Lo raro sería que no sintieses algo por él.—sonríe restándole importancia—Y no quiero que te sientas incómoda el día de mi boda. Fue un error.

—No pienso discutir por esto ahora.

Marta le da la espalda. Se le agota la paciencia con esta mujer.

—¿Y por qué no? Tú le conociste antes, pudiste decirle la verdad, que estabas enamorada de él.

Ese comentario hace que Marta se detenga en seco. Cierra los ojos un instante recordando. Sí, ella lo había conocido antes, pero eso no hizo que él se enamorara de ella. Se lo había repetido mil veces: él no era de su propiedad. En cambio, para Amara lo fue desde el momento en que le echó el ojo en una fiesta de la facultad, aunque sabía perfectamente que Marta, su entonces mejor amiga, estaba pillada por él.

Marta se da la vuelta encarándola.

—Era tímida. Además, no sé a qué viene esto ahora. Fue hace años, aún seguía en Derecho y era una persona completamente diferente.—Marta se humedece los labios antes de seguir—Mira, admito que no me esperaba que me pidieras que fuera tu dama de honor, pero porque llevábamos sin hablar años.

—¿Estás segura?

—Sí. Lo que pasó con Sebas... Yo... fue platónico y absurdo. Me pillé por un tío que apenas sabía que existía y siempre he sido la amiga de Elisa para él.—hace una pausa, reuniendo fuerzas para continuar—Amara, te aseguro, que ya no siento nada por Sebas.

En ese momento, Amara levanta la vista, encontrándose de repente con la de su prometido, parado a pocos metros de distancia junto a Milo. Marta, al ver la cara de sorpresa de Amara, se da la vuelta. Su corazón da un vuelco cuando se cruza con los ojos de Sebas. ¡No puede creerlo! ¿Ha escuchado todo? ¡Tierra, trágame! Acaba de confesar que estaba enamorada de él... y de la peor forma posible.

Sus mejillas se enrojecen al instante, casi ardiendo en tiempo récord mientras siente como su corazón late con fuerza en su pecho, a punto de salir por su boca. El silencio entre los cuatro se vuelve denso, casi insoportable. Marta desea a toda costa que se abra un agujero negro bajo ella y así poder desaparecer. ¡Esto no debería haber sido así! Sebas, en cambio, mantiene la mirada fija en ella, procesando cada palabra que acaba de escuchar.

A veintitrés plantas de allí, Philip y Elisa continúan sentados frente al escritorio del despacho, únicamente alumbrados por la lámpara sobre la mesa. Philip sirve otra ronda del fuerte licor. Ramírez, el dueño del despacho, era uno de los jefazos de la planta: pretencioso, ególatra y que solo aparecía por la oficina para dar cuatro voces a cualquier pobre desgraciado al cargo del trabajo que a él le correspondía. Así que beber de su carísimo whisky, era totalmente satisfactorio y justificado. 

—Esta botella vale la mitad de mi sueldo—dice Elisa leyendo la etiqueta.

Philip sonríe, alzando su vaso.

—Está bueno, ¿eh?

—Vaya pérdida de dinero.

—¿Eso crees?—dice arqueando una ceja—¿En qué gastas la mitad de tu sueldo? ¿En un piso de alquiler en una urbanización con piscina y parque infantil?

—No, en lencería fina.—sonríe desafiante—Y clases de pilates, te fascinaría saber lo flexible que puede ser alguien tan reprimido como yo, "Fisipe".

Philip siente un escalofrío recorrer su espalda. Elisa siempre sabía cómo provocarlo y, eso, le resultaba peligrosamente cercano a la tentación, aunque andasen como el perro y el gato. Lo admitía, a veces, pasaba largos ratos mirándola a través del cristal de su despacho. Le gustaba como fruncía la frente cuando estaba concentrada o como dejaba uno de los extremos de su bolígrafo sobre su labio inferior, ligeramente más relleno que el superior.

—Quiero saberlo—continúa Elisa cruzando las piernas.

—¿El qué?—pregunta, sin apartar la mirada de ella.

—¿Qué es lo que les dices a todas? Tu arma secreta para encandilarlas.

Philip se echa hacia atrás en su sillón, dejando que una sonrisa se dibuje lentamente en su rostro.

—¿Es que necesitas nuevos trucos para ligar?

—Puedo guardarte el secreto.

Philip repite el movimiento de Elisa, dejando su vaso sobre el escritorio.

—Está bien.—dice haciendo una pequeña pausa—Primero les digo que son preciosas.—continúa inclinándose hacia delante—Después alabo su profesionalidad y les digo que admiro su trabajo, aunque no tenga ni idea de lo que están haciendo.

—Típico. ¿Y después?

—Espero a que estemos a solas y me acerco a su cuello.—su voz se vuelve más grave, diría que incluso más íntima—Y, lentamente, subo hasta llegar a su oído y susurrar que ojalá todos pudieran oír como exhaustos hacemos el amor.

—¿Y ya está? ¿Ese es el secreto de tu encanto?

—Funciona el noventa y cuatro por ciento de las veces... Noventa y cinco si se acaban de divorciar.

—¿Hacer el amor? No te hacía yo tan romántico.—dice poniéndose en pie—Es lo más básico que he escuchado en mi vida.

Philip sigue sus movimientos acortando la distancia con ella. Inclinando la cabeza ligeramente hacia un lado, evaluándola. Sus ojos, se habían vuelto más oscuros de lo habitual.

—¿Es que tu novio dice algo mejor? Un secreto por otro.

—¿Y para que iba a decírtelo? No es que vayas a necesitarlo—dice Elisa esbozando una media sonrisa. Lo admitía, le encantaba mantenerlo en la incertidumbre hasta ver donde llegaba.

Philip suelta una risa suave, cerrando más la distancia entre ellos. Estaban los suficientemente cerca como para sentir la fragancia de rosas de su perfume y lo suficiente como para que Elisa tuviese que levantar la mirada para encontrarse con sus ojos.

—Quien sabe. Las parejas rompen a diario.

Al oír sus palabras, Elisa siente un cosquilleo en la nuca, quizás una mezcla de anticipación y nerviosismo. Sabía que Philip estaba jugando con fuego, pero lo que más la inquietaba era la posibilidad de que ella misma deseara quemarse un poco mientras tanto. 

—No creas que he bajado la guardia.—dice posando un dedo sobre su pecho empujándolo suavemente hacia atrás—Sé que sigues siendo el mismo capullo de siempre.

—Por ahora.

¿Y eso que significa? Solo de pensarlo, la ponía de los nervios. "Jamás estaría con alguien como él, tan contrario a mí, tan insolente, tan prepotente, tan...atractivo.", piensa. Espera, ¿qué? ¿Qué acaba de...? Era el alcohol, eso es, todo era culpa del alcohol.

De repente, las luces del departamento se encienden, sacándola de sus pensamientos. Y, antes de poder decir nada más, escucha una voz familiar a lo lejos. Concretamente la de Marta, repitiendo su nombre en voz alta.

Entonces, nota como su estómago se revuelve. Trata de dar un paso atrás, pero el malestar sube por su garganta a la velocidad del rayo. Sin poder evitarlo, vomita sobre los zapatos de marca de Philip, arruinándolos, quien en vez de enfadarse, actúa rápidamente sujetándole el pelo.

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Buenasss :)) ¡¡Hoy capítulo doble!! Espero que os guste un montón.

Nos vemos en el próximo, intentaré el domingo, sino el lunes como tarde.

¡Espero que tengáis un muy buen fin de semana! :))

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