12.

Era habitual que el ascensor del edificio de Milo se estropeara con frecuencia. Quizás por la antigüedad del edificio o porque la casera y arrendataria del edificio, la señora Torbado, era muy rácana para cambiarlo. Y, siempre tenía que suceder cuando Marta iba a visitar a Milo, aunque eso fuese casi todos los días de la semana.

Llegando al segundo piso, con una bolsa de tela repleta de patatas fritas, nachos y una tarrina de guacamole que había comprado apresuradamente en el supermercado de la esquina, Marta escucha el sonido familiar de una notificación en su móvil. Bufa con resignación y deja la bolsa en el suelo. Rebusca en su bolso hasta encontrarlo. Al desbloquear la pantalla, lee el asunto del mensaje con el corazón en la garganta y pulsa sobre él para conocer el resultado:

De: [email protected]

Para: [email protected]

Asunto: Casting Ecos del Corazón (CERRADO)

Estimada Marta,

Ante todo, nos gustaría agradecer tu participación en la audición para el proyecto de doblaje "Ecos del Corazón".

Sin embargo, tras una larga deliberación por parte del equipo, lamentamos informarte que en esta ocasión, no has sido seleccionada para formar parte del reparto.

La competencia ha sido muy reñida y, aunque tu audición quedó entre las finalistas, hemos decidido avanzar con otro perfil que se ajusta más a las necesidades del proyecto.

Llegado a este punto, te animamos a seguir presentándote a futuros castings, ya que consideramos que tienes un gran potencial. ¡Te deseamos lo mejor en tus próximos pasos!

Un cordial saludo,

Equipo VozStudio

Tras leerlo, Marta suelta un suspiro, intentando no darle demasiada importancia, pues aunque no le gustaba admitirlo, ya estaba más que acostumbrada. Era parte de su día a día, y no estaba dispuesta a dejar que otro más le afectara, teniendo en cuenta que era el último casting que había hecho. ¿Se había rendido? Sería fácil decir que sí, pero en su opinión, solo estaba siendo realista con lo que el mundo le había ofrecido hasta ahora. Finalmente, guarda el teléfono de nuevo en su bolso, recoge la bolsa del suelo y continúa subiendo las escaleras restantes.

A veces sentía que era como estar atrapada en una película mala de terror, con la protagonista bajando al sótano a medianoche porque ha escuchado un ruido sospechoso y todo el cine grita: "¡Amiga date cuenta! El amor de tu vida no va a estar ahí abajo." Así sentía su carrera últimamente, ya nada le sorprendía.

Una vez llega al rellano, toca el timbre del piso de Milo. Espera unos segundo, pero nadie abre. Frunce el ceño, "seguro que sigue en la ducha. Y luego la tardona soy yo, ¡ja!", piensa. Vuelve a tocar una vez más hasta que, decide llamarle al móvil. Apenas había dado el segundo tono cuando la puerta detrás de ella, la del apartamento de Nico, se abre.

—¿No ibas a traer pizza?—dice Milo asomándose por la puerta.

Marta se da la vuelta lentamente, rodando los ojos. Cuelga la llamada.

—¿Te has mudado acaso?—dice caminando hacia él—¿No ibas a esperarme en tu piso?

Milo sonríe y señala con el pulgar hacia el interior del apartamento.

—Nico necesitaba ayuda con los aperitivos. Se llama solidaridad vecinal.

—Ajá.—dice levantando una ceja—¿Qué tal Arlo? ¿Ya le has encandilado?

—Shh—se lleva un dedo a los labios pidiendo silencio—Podría oírte.

—Mejor.

Marta le dedica una sonrisa burlona y pasa por su lado entrando en el apartamento, deteniéndose en el recibidor. Las paredes granate le daban un aire acogedor, aunque algo recargado para Marta. El gusto de la Señora Torbado era muy específico, aún recordaba el horroroso papel pintado del dormitorio de Milo cuando se mudó, eso sí que era un crimen para la vista.

El olor a comida recién hecha la distrae, la fragancia favorita de Marta. Sin embargo, a su alrededor, había un caos controlado. Varias cajas de cartón sin abrir apiladas a un lado o cuadros apoyados contra la pared en el suelo que se extendían por el pasillo. Pero lo que más le llamó la atención fue el sombrero vaquero que colgaba de un perchero en una esquina.

—Nico ha preguntado por ti varias veces.—dice Milo cerrando la puerta principal—Estaba ansioso por que vinieras—murmura burlón subiendo y bajando las cejas exageradamente.

—No empieces otra vez.

—Vale, vale.—dice levantando las manos en un gesto de rendición—Pero solo para que lo sepas, le he hecho la "Prueba del Olimpo" y ha pasado todas las preguntas con nota: No tiene mamitis, no tiene pasatiempos inquietantes y no culpa a su ex por todo. Y tiene tela el asunto, he de decir.

—Pareces una maruja. ¿No se te ha ocurrido que puede ser un mentiroso patológico?

—¿No lo sois todos los actores?

—Primer aviso—le señala con el dedo índice.

Milo susurra un "perdón" antes de abrir la puerta acristalada que daba al salón. Al entrar, la canción "505" de los Arctic Monkeys suena desde un tocadiscos junto a la ventana, envolviendo la estancia. "No está nada mal", piensa para sí misma.

El salón era algo oscuro para su gusto, manteniendo el mismo tono que las del recibidor. A la derecha, pegado contra la pared, había un sofá de cuero marrón oscuro, acompañado de un sillón a juego y un par de puffs beige. En la mesa de centro, de madera rústica, había vasos, platos pequeños y varios cuencos con aperitivos variados. Sin embargo, lo que más captá su atención, es la imponente estantería que cubría toda una pared de ladrillos, repleta con libros y cintas de video.

—¡Marta! Gracias por venir.

La voz de Nico la saca de sus pensamientos. Sale desde una puerta a la izquierda, que da a la cocina. Lleva dos platos en las manos, repletos de queso y embutidos.

—He traído patatas y guacamole, —dice levantando ligeramente la bolsa—aunque veo que no te hace falta.

—¿Me he pasado?—dice echando una mirada rápida a la mesa abarrotada de aperitivos.

—Depende de cuantos seamos.

—Solo unos compañeros del trabajo, mi primo y vosotros, en principio.

Nico deposita los platos sobre la mesa para luego dirigirse hacia Marta.

—Es todo un anfitrión, ¿no crees?—interviene Milo detrás de ella. Había estado observando la escena desde el umbral de la puerta, con una sonrisa divertida dibujada en los labios.

—Yo cuando hago una cena en casa generalmente pido todo a domicilio, cocino fatal.

—Soy testigo de ello—dice Milo.

—Voy a meter esto en la nevera. ¿Una cerveza?

Marta asiente entregándole la bolsa. Nico desaparece en la cocina, dejando a Marta y Milo solos en el salón. Milo, entonces se acerca a Marta y, con un tono travieso, se inclina hacia ella.

—Se le ha iluminado la cara al verte.

—¿Te quieres callar?—responde en un murmullo—Mejor preocúpate de tu propio crush misterioso, que por cierto, ¿dónde está?

—Viene más tarde.—dice encogiéndose de hombros—Para no gustarte, te has puesto roja.

Marta lo golpea en el hombro sin piedad, haciendo que Milo se riera, aunque fuese más un juego que una advertencia para él.

Al mismo tiempo, a varios kilómetro de distancia, Elisa termina de preparar la mesa del comedor. Comprueba que todo esté impecable: los platos perfectamente alineados con los cubiertos y las copas, las servilletas dobladas con precisión y el mantel, blanco impoluto, sin una mínima arruga. Coloca un par de velas aromáticas de vainilla a los extremos de la mesa y, en el centro, un jarrón con flores frescas. A pesar de la situación, todo tenía que ser perfecto. Quizás el ambiente relajaría la tensión una vez Amara confesase la verdad a su prometido.

El sonido de la puerta principal abriéndose, hace que se incorpore. Al alzar la vista, ve a Xabi entrar, con el maletín de la oficina en una manos y las llaves en la otra.

—Llegas tarde—dice Elisa, encendiendo las velas.

—Martín convocó una reunión a última hora. No pude escaparme. ¿Vestido nuevo?

Xavi deja el maletín y las llaves sobre la encimera de la cocina sin acordarse, como de costumbre, que a su novia le irritaba sobremanera que no lo dejase en su sitio, en la cómoda del dormitorio.

—Es igual. Ya está todo listo. Cenaremos carne asada, ya he puesto las patatas en el horno. —suspira dejando el encendedor en la mesa—Mete la tarta de queso en la nevera. Ah y cámbiate de ropa, te la he dejado preparada sobre la cama.

—¿La tarta?—pregunta Xavi, frunciendo el ceño confuso.

Elisa cierra los ojos por un breve momento. "Solo tenía que hacer una cosa", piensa tratando de mantener la calma.

—La que te pedí que recogieras en la pastelería. Xavi, te lo dije esta mañana.

—¿Estás segura?

Esa pregunta fue la gota que colmó el vaso. ¡Claro que estaba segura! Elisa lo odiaba cuando él hacía eso, cuando cuestionaba su memoria como si ella estuviera exagerando o siendo irracional. Añun asñi, trató de respirar hondo.

—Te envíe un mensaje a la hora de comer, un correo y un recordatorio a las cinco.

—Perdona, se me ha olvidado, he tenido mucho lío hoy.

—Ya... ya lo veo.

Elisa le da la espalda y se dirige al horno para comprobar la temperatura de la carne con un termómetro digital.

—No ha sido con mala intención.

—Lo sé. —dice abriendo la puerta del horno— Es que me gustaría que estuvieras pendiente de esas cosas

—Solo es una tarta, hay helados en la nevera.

—Ese no es el punto—dice cerrando la puerta del horno. Se gira para mirarlo directamente a los ojos.

—No quiero discutir. Estoy cansado.

Xavi suspira, cansado por una discusión, que bajo su punto de vista, era totalmente innecesaria. Elisa necesitaba que todo fuese perfecto, y cuando algo no salía como esperaba, hacía un mundo de ello.

—¿Te crees que yo me he tocado las narices todo el día?—dice alzando la voz—He salido de trabajar a las seis, he hecho la cena, he aspirado, he cambiado las sábanas, he tendido la ropa que dijiste que ibas a hacer ayer y he colgado los cuadros en el salón que prometiste poner la semana pasada. Gracias por fijarte.

Xavi se frota la sien, claramente agotado.

—No quiero seguir con esto. Me he equivocado, pero no hagas de esto algo más grande lo que es.

—Odio que hagas eso, que minimices lo que siento.

—Estaré más atento la próxima vez, ¿de acuerdo?—dice en un tono conciliador, acercándose a ella. Coloca sus manos sobre sus brazos con suavidad—Voy a ducharme rápido y a vestirme. Huele genial, cariño.

Xavi besa su mejilla dando por finalizada la conversación. Elisa sin reaccionar, permanece de pie en el mismo sitio hasta que escucha la puerta del baño cerrarse.

Elisa cierra los ojos y respira hondo tres veces, tratando de hacer desaparecer el nudo en su pecho. Cuando abre los ojos, pasa las manos por su vestido, alisándolo instintivamente en busca de la presencia de alguna arruga. Entonces, recoge las llaves y el maletín de Xavi de la encimera y camina hacia el dormitorio principal. Coloca las cosas con cuidado sobre la cómoda

En ese momento, la pantalla de su teléfono se ilumina con una notificación. Al deslizar los dedos por ella, ve una notifiación del grupo de chat "Las Caballeras" que compartía con Milo y Marta. Al abrir el mensaje, se encuentra con una foto de sus amigos posando con morritos y brindando con cervezas en la mano. Elisa deja escapar una pequeña risa y responde con una par de emoticonos, definitivamente preferiría estar con ellos y alejarse de Xavi en este momento.

Apenas había enviado el mensaje cuando el timbre de la puerta la saca de su momentánea distracción.

Sale del dormitorio y camina por el pasillo hacia la puerta principal, atravesando el salón. Antes de girar el pomo, se aclara la garganta, intentando proyectar algo similar a una serenidad que no sentía.

Al abrir la puerta, para su sorpresa, ve a Amara tras ella, pero ni rastro de Sebas. Elisa percibe la tensión en su cuello, bajo esa sonrisa falta de naturalidad que ya conocía y que solo delataba inseguridad. 

—¿Llego pronto?

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¡Buenas! ¿Qué tal lleváis la semana? Espero que muy bien :))

¡Os dejo un nuevo capítulo que espero os guste un montón! Estoy trabajando en poner títulos a los capítulos, pero sinceramente, creo que se me da fatal jajaja aún así estoy en ello :))

¡Nos vemos el viernes con una nueva actualización!

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