11.

Una mentira piadosa es una afirmación falsa usada para que la verdad duela menos. Amara estaba convencida de que su "pequeña mentira" encajaba perfectamente en esa definición. Ocultar la verdad significaba que Marta nunca sabría lo que pasó realmente, y por ende, seguiría adelante con su vida, ajena a lo que podría o no haber tenido con Sebas, dejando que ella fuese feliz.

Convencida de que, aunque lo contara, nada cambiaría, Amara seguía aferrada a su decisión. Sebas estaba profundamente enamorado de ella, o eso se repetía constantemente. Todo quedaría como una simple anécdota, sin importancia. Pero si todo era tan simple, ¿por qué tenía tanto miedo de confesar la verdad? Elisa nunca debió haberse enterado, y que ahora se metiera en esta situación no solo era inoportuno, sino también egoísta. "Claro, como está aburrida con su propia relación, tiene que intervenir en la mía", piensa con amargura. La verdadera villana de esta historia, sin duda, era ella.

Sumida en sus pensamientos, Amara prepara un batido de pepino, apio y manzana verde para desayunar. Su madre le había dicho que necesitaba perder un par de kilos para que el vestido de novia le quedara mejor. Y, como siempre, ella la había creído sin cuestionar.

Pulsa el botón de encendido de la batidora, observando el reluciente anillo de diamantes en su dedo anular. No fue casualidad que Sebas le regalara ese modelo específico. Su padre, siempre atento a los deseos de su hija, había ayudado a financiarlo, asegurándose de que los refinados gustos de Amara fueran satisfechos.

—¿Cuál? —pregunta Sebas, apoyado en el marco de la puerta.

Amara apaga la batidora y levanta la vista. Sebas sostiene una corbata roja en una mano y una verde en la otra.

—Mejor sin rayas, te hacen ver mayor—responde frunciendo el ceño.

—¿Mayor? Eso ha dolido—dice llevándose una mano al corazón, fingiendo estar herido.

Amara suelta una pequeña risa. Camina hacia él sobre sus tacones y observa ambas corbatas durante unos segundos. Finalmente, deja la roja sobre una de las banquetas de la cocina.

—Quería decir más interesante.

—¿Ah, sí? —Sebas la atrae hacia él por la cintura, intentando besarla, pero antes de poder hacerlo, Amara coloca una mano en sus labios.

—Acabo de terminar de maquillarme, y me ha quedado bastante bien, ¿no te parece?

Le dedica una sonrisa y regresa a la batidora. Vierte el batido verde en un termo, bajo la mirada asqueada de Sebas, ¿qué tenían de malo unas galletas y un colacao para desayunar?, piensa. Asumió que esto era consecuencia de otra de las conversaciones nocturnas con Felicia, la madre de su prometida.

—Por cierto, hoy tenemos la comida con mi padre —comenta Amara casualmente—. ¿Se lo dijiste a tu jefe?

—No exactamente. Acabo de reincorporarme —responde Sebas comenzando a anudarse la corbata.

—Agustín siempre te dejaba ir a comer conmigo—dice refiriéndose al anterior jefe de Sebas en Barcelona.

—Sí, pero eso era diferente. A él le caía bien, por alguna extraña razón.

La verdad era que Agustín era amigo del hermano de Amara, la forma en la que Sebas consiguió el trabajo es otra de las mentiras piadosas que jamás le contaría. Tenía que alejarle de Madrid, era lo mejor para ambos.

—Gordi, hacer contactos es parte del mundo corporativo. Así es como funcionan las cosas. Por eso mi padre se conoce a media Barcelona.

—Sí, pero tu padre me odia.

—Ya sabes cómo es. Solo quiere lo mejor para su niña... Además, va a pagar la mitad de la boda.

—¿Y si hacemos algo más pequeño?—dice acercándose a ella—Podríamos ir al juzgado, invitar solo a nuestras familias y luego ir a un buen restaurante.

—Gordi, ya lo hemos hablado. Una gran noche de bodas requiere una gran boda —dice guardando el termo en su bolso—. No te preocupes, papá lo hace de mil amores. Además, sabe que me encantas, así que eventualmente a él también...—se aplica gloss sobre sus labios—con el tiempo. Tengo que irme, te veo luego.

—Antes de que se me olvide, Elisa me ha mandado un mensaje. Dice que nos pasemos por su casa después de las ocho.

Amara contiene la respiración durante unos segundos. Esperaba que se le hubiese olvidado. Elisa es una cabezota, no conseguirá hacerla entrar en razón.

—¿De verdad quieres ir a esa cena? —pregunta con desdén, de espaldas a él.

—Claro, hace tiempo que no veo a Xavi. Pensaba comprar una botella de vino de camino. ¿Quedamos en casa?

—Tengo unas cosas que hacer antes. Nos vemos allí, mejor.

Horas más tarde, Marta llegaba a la oficina de Elisa. El imponente edificio, con una fachada de vidrio y acero, estaba situado en una de las zonas más bulliciosas y con mayor actividad empresarial de la capital. Mientras esperaba a su amiga, no podía parar de pensar en que todas las personas que entran y salen iban vestidas con trajes que les hacían parecer una fila de pingüinos bien coordinados.

Diez minutos más tarde y puntual como un reloj, Elisa había bajado las cuarenta y siete plantas para darle acceso a la cafetería de la planta veintitrés. Tras subir en el ascensor y entrar en la cafetería, habían esperado una larga fila para escoger el menú del día. Se habían sentado en una de las mesas junto a la ventana, puesto que hacerlo en la terraza era misión imposible por el calor sofocante a esas horas de la tarde.

—Esto es muy elegante, ¿no?—dice Marta acomodándose el pelo en un moño alto—Podría acostumbrarme a trabajar en un sitio como este.

—¿Así que lo de estudiar programación iba en serio?—dice dejando la chaqueta en el respaldo de la silla.

Marta asiente, corta un trozo del pastel de limón con el tenedor. Lo lleva a la boca y lo saborea antes de contestar, hablando con la boca medio llena.

—He investigado, es un empleo con estabilidad económica y alta demanda de trabajo. Aunque seas un inútil, tienes grandes posibilidades de que te contraten.

—Ya, pero creo que no sabes realmente de que va. No es tan bonito como lo planteas.—dice Elisa. Se ríe suavemente, pero niega con la cabeza mientras toma un sorbo de su café.

—Meter códigos, hackear. Pirateaba juegos para la Nintendo DS de pequeña, he nacido para esto.

—Marta, cielo. Sé que crees que esto es para ti, pero ambas sabemos que esto es solo una crisis de identidad laboral. Lo tuyo es actuar—dice en un tono suave.

—No quiero pasarme el resto de mi vida como camarera. Es un trabajo digno, pero quiero algo más—dice apretando los labios, desviando la mirada a través del ventanal.

—¿Y supones que haciendo algo que no te gusta va a cambiar eso? No es tan divertido como crees, paso más horas en la oficina que en casa.

—Y has conseguido pagar la entrada de un piso. Estoy harta de hacer audiciones y que no me llamen. Necesito que algo salga bien, por una vez en mi vida.

Elisa siente una punzada de culpabilidad en su estómago. Llevaba días sin contarle la verdad a Marta sobre Amara, y quizás este era el momento adecuado para hacerlo. La voz de conciencia se debate entre hacerlo o no cuando escucha una voz familiar. Al alzar la cabeza, junto a los maceteros de la puerta, Philip entra silbando. Varios colegas del departamento se detienen para saludarlo con sonrisas y palmadas en la espalda. Elisa lo sigue con la mirada, poniendo los ojos en blanco bajo la atenta mirada de Marta.

—Gertrudis inflamada,—dice Marta señalando la vena en la frente de Elisa—orificios de la nariz en expansión... Ese debe de ser el famoso Philip.

—Mi jefe pretende que haga el proyecto con él porque cree que voy a mejorar mi capacidad de trabajo en equipo. Dice que me cuesta delegar, ¿te lo puedes creer?—dice con indignación, apoyándose contra el respaldo de la silla.

—Bueno...

—Bueno, ¿qué?

Elisa la mira de reojo, desafiándola a continuar.

—Compartimos piso en el erasmus, ¿recuerdas? No me dejabas pasar la fregona ni poner la lavadora.

—Vamos, te hice un favor.

—Decías que no sabía ordenar las tazas en el armario y todas eran blancas.

—Beige y blanco roto no son lo mismo—responde Elisa con seriedad dirigiendo la mirada hacia Philip.

En ese preciso momento, Philip se gira casualmente. Sus ojos se encuentran brevemente con los de Elisa. Él le lanza una sonrisa ladeada, que solo consigue irritarla más. Elisa aprieta la mandíbula y desvía la mirada bajo la atenta mirada de su amiga, quien no puede evitar soltar una carcajada baja, disfrutando del incómodo momento.

—Por cierto, —dice Marta cambiando el tono de voz—lo de la cena con Amara y Sebas, ¿es esta noche, verdad? Me lo contó Milo.

Elisa suspira y se inclina hacia delante.

—No te lo dije porque no quería que te sintieras incómoda.

—Lo sé. —esboza una pequeña sonrisa—No pasa nada. Además, creo que voy a decirle que no a lo de ser dama de honor, es muy mala idea.

Elisa siente como su estómago se revuelve. Ese es el momento. Ya no puede seguir ocultándole la verdad. Merece saberlo y decidir por sí misma qué quiere hacer. Respira hondo, dispuesta a sincerarse de una vez por todas.

—Marta hay algo que no te he contado y creo que deberías...

Pero antes de que pueda terminar, Philip aparece a su lado, interrumpiendo su confesión.

—Elisa—interrumpe Philip.

Elisa gruñe rodándo los ojos. "Por qué siempre él", piensa.

—Tu debes de ser Philip—saluda Marta tendiendole la mano—He oído hablar sobre ti.

—¿Ah si?—dice regresando con la mirada hacia Elisa—Seguro que todo malo.

Marta se encoge de hombros. Elisa mencionó que era un idiota, pero no lo atractivo que era.

—Comentaba un tema de trabajo—interviene Elisa—Se llama relacionarse.

—Claro...¿te ha contado lo del ascensor?—sonríe desafiante.

—No entres en el juego.—murmura a Marta y mira a Philip—¿No tienes otra cosa que hacer? ¿Romper un matrimonio? ¿Trabajar para variar?

Philip suelta una carcajada suave, se endereza el traje y se despide inclinando ligeramente la cabeza hacia Marta.

—Un placer, Marta.

Philip se retira.

—Bueno, ahora lo entiendo—dice Marta, cruzándose de brazos dejando que una sonrisa traviesa se dibuje en su rostro.

—¿Ves? Es un cretino.

—Admítelo. Te pone un montón—dice con sonrisa pícara.

Elisa se endereza de golpe, indignada porque su mejor amiga haya llegado a esa conclusión.

—¿Pero qué dices?

—Me cuesta creer que no hayas fantaseado con él. ¿Te has fijado en sus brazos?

—Ya, ya. Oí a Marga decir que le pide a su sastre que haga que se le marquen más. Es un egocéntrico, un golfo y un mentiroso patológico.

—Seguro que te empotraría de un movimiento. ¿Sabes que tener una fantasía no sería ponerle los cuernos a Xavi?, solo para que lo sepas.

Elisa se sonroja levemente. ¡Lo que le faltaba! Tener una fantasía con ese imbécil. El teléfono de Marta vibra sobre la mesa, le da la vuelta y lo desbloquea con la huella dactilar.

—Es Nico. Me pregunta que me apetece beber, está en el supermercado, por lo de la fiesta—dice mientras sus dedos se mueven rápido sobre la pantalla, respondiendo el mensaje.

—Parece un buen tío.

Marta asiente ligeramente.

—¿Sabías que su grupo favorito son los Rolling Stones? Estuvo viviendo una temporada en Vietnam, otra en Australia y en París. ¿Te lo puedes creer? La última vez que salí de España fue durante el erasmus.

—Te gusta un poco.

—Apenas lo conozco.—dice levantando la vista de su móvil—Pero si que creo que es interesante...—sacude la cabeza como si tratas de eliminar ese pensamiento y vuelve a dejar el móvil sobre la mesa—Por cierto, ¿qué querías decirme antes?.

El corazón de Elisa late con más fuerza. ¿Debería contárselo? Quizás debería esperar, darle la oportunidad a Amara para explicarse. ¿Era justo poner patas a arriba su mundo cuando se sentía más vulnerable? ¿Y si Sebas al conocer la verdad le restaba importancia? Eso destrozaría a Marta, y no podía permitirlo. Debía protegerla.

—Nada importante—responde finalmente bajando la mirada evitando así, enfrentarse a su amiga.

—Muy bien. Debería irme.—dice poniéndose en pie, lista para irse—Si puedes pasarte por la fiesta después de la cena, dame un toque.

Al pasar por su lado, Marta se inclina y besa la cabeza de Elisa con cariño. Elisa la observa alejarse, sintiendo un nudo en el estómago. Todo podría cambiar drásticamente esta noche, lo sabe. Y aunque su corazón le asegura que es lo correcto, su cabeza continua insegura de saber si es es la decisión correcta.

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Buenasss, ¿qué tal el fin de semana? ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Entendéis a Elisa? O por el contrario, ¿se lo hubieseis contado en ese momento?

Me fue imposible subir un capítulo el viernes :(( En principio subiré el siguiente el miércoles, pero si que me gustaría mantener, de momento la planificación de tres capítulos semanales.

Espero que paséis buena semana!! Os mando un abrazo virtual giganteeee :))

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