Capítulo 51
IZAN
Rosa me contempla con incredulidad y hasta los ojos de la gata me tachan de demente. Aún no he dicho nada sobre la resurrección de Gabriel, ni siquiera sobre el Correcaminos, y ya están por sacar la camisa de fuerza.
—¿Se quema el palacio? —supone ella—. Porque ninguna otra cosa justificaría tu presencia a estas horas...
Un largo largo bostezo me deja ver que no me toma en serio, y el hecho de que siga en la cama mientras yo deambulo a su alrededor, lo respalda.
—No hay ningún incendio, no.
—¿Entonces? ¿Me lo vas a contar o tengo que adivinarlo?
—Te lo voy a contar. —Salto a su lado.
Los muelles resuenan y la gata sale espantada.
—Verás, Ross... —Primero debo cerciorarme de que no es ella la amante de Andoni—. Antes debes ser sincera conmigo, ¿vale?
—¿Más? Si no tengo pelos en la lengua.
Mientras no haya tenido los pelos del susodicho, me vale.
—¿Te has enrollado con alguien desde que llegaste aquí?
—Ojalá. He tonteado con más de un trabajador, sin éxito. Los que me gustan, o bien están pillados, o creo que son gays.
Teniendo en cuenta que uno de ellos se ha liado con Andoni, es probable.
—Ya, y con Andoni tampoco has tenido nada, ¿no?
Niega con la cabeza.
—El malote es todo tuyo.
—Y si hubieses hecho algo, ¿me lo dirías?
Frunce el ceño.
—¿Cómo dices?
—Si tendrías agallas de confesarlo.
Vuelve los labios hacia dentro y lo medita.
—¿Rosa?
—A ver, tendría miedo —admite—. Es natural.
—O sea, que te lo callarías.
—Puede ser.
Me yergo con las palmas en alto.
—Entonces, ¿cómo me voy a fiar de ti?
Rosa se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas.
—No, es que no deberías fiarte de mí —me advierte—. De hecho, llevo tiempo queriendo ponerte al tanto de una movida...
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Vas en serio?
—Muy en serio. —Suspira con pesadez—. Te lo he insinuado en varias ocasiones pero, macho, no lo pillas.
Se recoge la melena detrás de las orejas, mira al cielo en busca de inspiración, y luego posa sus ojos en los míos. Luce una incontrolable mueca de arrepentimiento.
—Mierda, ¿qué has hecho? —Me da miedo.
—La noche de la fiesta en Burgos, cuando tú ibas borrachísimo, a Elena le pusieron los cuernos, y encima recibió la trágica llamada de Mikel —contextualiza—, yo estaba desaparecida.
Pese a las lagunas provocadas por el alcohol, me he ubicado.
—Sí. ¿Y qué? ¿Te sientes mal por no haber estado con nosotros entonces?
—Me siento mal... Por haber estado con Manu.
Parpadeo desconcertado.
—¿Manu?
—Me acosté con él y como este tenía novio, yo me veía con Javier, y además tenía un pacto contigo que debí haber respetado, pues nada, decidí suprimirlo.
Me lleva unos segundos asimilarlo.
—Te lo tiraste.
—Un polvo mal echado —le resta importancia.
Mis sentimientos hacia Manu ya desaparecieron, por ello la noticia no me destroza, sino que me cabrea. Por el hecho de tener una amiga tan sumamente mentirosa.
—Eres una falsa, joder. ¿Acaso no pensaste en mí?
—Hombre, pues no. Se me hubiese cortado el rollo.
—¡Digo antes de hacerlo!
—Es que fue tan improvisado... —se justifica—. Luego me enteré de lo del abuelo de Elena y de que le habían sido infiel, y decidí ocultar esta tontería por el bien de los tres. Bastante drama había ya.
Es increíble lo manipuladora que puede llegar a ser.
—¿No te da vergüenza?
—Me daba. Pero tú me robaste a Andoni —me echa en cara.
—Oh, espera, ya lo pillo. —Ahora todo encaja—. No te enfadaste tanto conmigo cuando te lo conté porque sentías que te la debía.
—Exacto, estamos en paz.
—¿En paz? ¡Y una mierda, Rosa! ¡Has roto nuestro pacto!
—Venga, ¿y qué? Al final has ganado tú. Te has llevado al malote buenorro contigo. ¡Al caramelito de los Ibarra!
—Un caramelito con sorpresa —espeto—. Andoni sería un partidazo si no fuese porque tiene un rollo en el mismísimo palacio —revelo el primer problema.
No es el más gordo, es solo un anticipo del dramón que se nos avecina, uno capaz de eclipsar incluso su lío con Manuel.
—¿Tiene un amante? Te juro que esta vez no soy yo.
Aprieto la mandíbula y resoplo.
—Es alguien que aun sabiendo lo nuestro no se rinde. Creo que es un trabajador.
—Qué fuerte. Como la ex de Mikel —compara—. Al final va a ser verdad que estamos en El Palacio de las Tentaciones.
—O en la casa del terror, porque los Ibarra tienen secretos mucho peores...
Por la expresión de indiferencia, no le extraña lo más mínimo.
—Amore, son ricos.
—¿Y qué tendrá que ver?
—Que los ricos siempre están metidos en asuntos turbios.
—¿De dónde te sacas eso?
—Gossip Girl, Dinastía, Succession, La casa Gucci, You...
—Bueno vale —corto y le doy la primera pista—: ¿Y en alguna de esas historias resucitan a los personajes secundarios?
—¿Perdona? —es una interrogante con tono de burla—. ¿Quién dices que ha resucitado?
—El abuelo de Elena. Don Gabriel.
Estalla a reír, carcajadas y más carcajadas, que se disipan progresivamente en cuanto le pongo la pantalla del móvil frente a la cara. Entonces la risa se torna angustiosa.
—¿Es la famosa cabaña? —identifica.
—La misma. Hace media hora.
—¿Y qué hace ese anciano en ella?
—Ese anciano es Gabriel —le digo de nuevo.
También le narro lo vivido en la presa, pero ni por esas quiere aceptarlo.
—Es imposible. Lo de la presa sería por los porros y el de la foto será algún trabajador al que no conocemos...
—¿Un trabajador? ¿Con cuántos años cotizados? Vamos, Rosa. Ese hombre es Gabriel.
—¡Izan! —Se empieza a frustrar—. Gabriel no puede estar vivo.
—¿Y cómo lo explicas? ¿Es su espíritu encerrado en la cabaña?
—Pues hasta eso tendría más sentido. En las cabañas ocurren cosas raras: La bruja, Posesión infernal, Viernes 13...
—¡Deja de jugar a las películas! Este hombre es de carne y hueso, es el abuelo de Elena y ha estado viviendo junto a nosotros todo este tiempo.
Rosa colapsa, demasiada información que trata de hilar.
—Entonces, ¿insinúas que Gabriel es el posible amante de Andoni?
—Dios, no —lo repudio—. Qué retorcida eres.
—¿Retorcida yo? Retorcidas tus teorías. ¿Acaso no fuiste al velatorio de ese señor?
—Sería un montaje. Con dinero se puede organizar cualquier cosa.
Rosa se posa una mano en la frente y respira hondo.
—Mira, Izan. Esto es muy raro. Vayamos al cuarto de Elena a ver qué dice ella.
—No está. Ha ido a dormir con Mikel.
—Bueno pues yo tampoco voy a dormir sola con un posible muerto viviente enfrente.
Le entra un notable escalofrío y, destemplada, se tapa con las sábanas.
—Métete aquí conmigo.
—¿En serio?
—Sí, chico, sí. Pasamos la noche juntos, sobrevivimos, y mañana por la mañana, cuando no haya ningún Ibarra de por medio, se lo contamos todo a Elena. Esto es algo que no podemos guardarnos para nosotros. Se merece saberlo.
—¿Y cómo le diremos que su abuelo está vivo?
—Pues con tacto, e improvisando. Es lo que mejor se nos da.
Alzo una ceja.
—Rosa, te subestimas demasiado.
—No te creas. A ti ya se te ha olvidado lo de Manuel.
Me dan ganas de asfixiarla contra la almohada.
Aunque, en parte, está en lo cierto. Con todo lo que tenemos encima, el tema de Manuel es un mal menor. Ahora más que nunca debemos hacer equipo.
Acurrucados, Rosa y yo nos protegemos del exterior con una fina tela blanca. Nos pasamos la noche en vela, alerta ante cualquier ruido. El punto de histeria es tal, que el ronroneo de la gata nos ha hecho estrangularnos mutuamente en un agónico abrazo. Luego la angustia ha disminuido, pero no los quebraderos de cabeza: ¿cómo reaccionará Elena mañana? Casi nos da más miedo ella que el cadáver paseante.
*****
¡Hooola! ¿Qué os está pareciendo la historia? Estoy viendo muchas preguntas y... me encantan. Dejad toodas vuestras teorías jajaj pero os prometo que cualquier duda se resolverá a medida que avance la trama. Paciencia. Hasta el final. Todo encajará ;)
Muchas gracias por el tremendo apoyo que está teniendo la novela en redes, os adelanto que muy pronto habrá noticias...
¡¡¡Abrazote!!!
P.D. A partir de hoy, además de los domingos, habrá capítulos sorpresa a lo largo de la semana.
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